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˖♡; Cuatro.

Cuando Gulf despertó el sol había bajado su intensidad y podía asegurar que eran las 2 o 3 de la tarde. Podía asegurarlo con casi precisión porque a pesar de que la cortina estuviera cerrada distinguía el cambio de clima de tanto tiempo que llevaba viviendo en el pueblo.

Lo primero que Gulf notó fue a Mew sentado en una diminuta silla de madera, con su cabeza recostada en la cama mientras sostenía su mano. La mano callosa apretaba su mano con fuerza pero sin hacerle daño. Gulf con debilidad apretó aquella mano cálida.

La sensación de felicidad por volver a tener este tipo de cercanía con Mew, lo hizo anhelar más y más. Trató de levantarse y sentarse en el cabecero de la cama pero fracasó débilmente. Suspiró y con su mano libre acarició los lacios cabellos negros. La suavidad de las hebras en sus dedos se sintió irreal y volvieron esos sentimientos de añoranza.

Siguió acariciando con cariño, pero con lentitud. Sus dedos temblaban, no tenía la suficiente fuerza para envolver los negros mechones, ni podía pasar la palma por todo el abundante cabello. De repente sus dedos bajaron y hicieron contacto con la suave piel. Sus dedos hormiguearon y su lobo revoloteo alegre.

Su tonto lobo que había elegido el lobo de otro alfa y había rechazado tantas omegas por sus olores hasta que llegó Amelia y este pareció un poco más receptivo, pero no del todo feliz.

Gulf se siguió maravillando por la belleza sublime de su amigo. Sus bonitos labios cerezas, sus lunares esparcidos por su frente y mejillas tersas, su nariz recta y los leves pelitos en su barbilla. Era tan precioso y inalcanzable que quemaba y su alma supuraba, pero no podía dejar de mirarlo y acariciar con delicadeza su rostro. Estaba enamorado, hipnotizado, hechizado y tan perdido en este naufragio de emociones que siempre trato de ocultar y destruir, pero que nunca pudo y nunca podría hacerlo.

Sus ojos se detuvieron en algo que brillaba en el cuello de su amigo. Un collar que reconocería donde fuera. Removió la camisa con sus dedos temblorosos y se sintió un poco sucio al tocar el pulcro cuello de Mew. Pero aunque la vergüenza lo teñía no se detuvo y sacó el collar de su escondite. El hermoso collar con la medallita de un búho. Un regalo que le había dado a Mew hace años. Un regalo que le recordaba la súplica que le hizo a Mew ese día cuando partió a la región Closser. Un regalo que aún Mew guardaba a pesar de los años.

Y por un momento se sintió tan feliz de ver ese collar porque Mew siempre lo llevo con él en cada batalla, nunca se deshizo del collar y se mantuvo vivo y nunca rompió su promesa, pero la única promesa que nunca cumplió fue el volver a casa, hasta ahora, y era porque Gulf estaba muriendo. Este humilde pueblo y Gulf nunca serían suficientes para Mew y darse cuenta de eso le dolió demasiado.

Las dagas invisibles se incrustaron en su piel haciéndole daño. El dolor lo asfixio. Se soltó del agarre apretado que Mew mantenía en su mano derecha y se apretó el corazón cuando la tuvo libre.

Mew se removió y parpadeó. Se levantó y se sentó correctamente viéndolo con ojos preocupados.

—¿Te duele el corazón, Gulfie?—su voz salió temerosa al hacer la pregunta y prosiguió—El doctor War antes de irse me dio varias pastillas y remedios caseros para cuando sientas cualquier tipo de malestar.

Gulf quiso llorar, pero no lo hizo. Trago saliva.

—Estoy bien—murmuró.

Mew negó y negó. Sus ojos negros como la noche lo quemaron. Mew se veía tan desolado y triste.

—No lo estás y lo sabes... ¿Por qué te haces esto?—exigió una respuesta y tomó ambas manos de Gulf entre las suyas—Tu sabés que puedes deshacerte del lazo, pero no lo haces por terquedad.

Gulf se soltó del agarre sintiéndose golpeado por las palabras, que no eran crueles, sólo trataban de hacerlo razonar.

—¿A qué haz venido?—Gulf trató de sonar duro y filoso—Años esperando tu regreso y ahora que estoy apunto de morir vuelves. Crees que con eso solucionas tu abandono.

—Gulf, no me cambies de tema.

—No lo hago, sólo respóndeme, llevo años esperando por una justificación de tu parte.

—Se que me tarde en venir, se que mis compromisos con el grupo Closser los puse en primer lugar. Era mi sueño y nunca pensé que podrías necesitarme y ahora me siento culpable. No sabes lo culpable que me siento. Siempre puse en primer lugar mi sueño, aunque juro que en cada combate siempre luche por ti, cumpliendo mi promesa de permanecer vivo. Siempre miraba el collar que me diste y me daba fuerzas y energías para sobrevivir—sacó el collar y lo apretó contra su pecho con cariño—Pero ahora mientras se que estas muriendo me doy cuenta que eres más importante que todo lo demás hasta que mi propio sueño como combatiente. Yo necesito que vivas, yo quiero verte bien y sano. Se que es muy difícil perder a alguien que amas y es un trago muy doloroso de digerir, pero se que puedes volver a encontrar la felicidad... Así que no seas terco Gulfie y corta ese lazo marchito.

Gulf creyó en cada una de las palabras que decía su amigo. Sintió la sinceridad emanando de ellas y su interior se sintió cálido. Amaba tanto a Mew, que con unas pocas palabras estaba derritiendo su corazón. Si Mew decía que era más importante que su sueño, Gulf sabía que era cierto y no quiso ilusionarse, no quiso crearse un mundo fantasioso donde Mew se quedaría con él prefiriendo el campo. Pero la ilusión estaba ahí y se estaba dejando llevar por ella.

En su cabeza todavía había posiblidades. Mew quedándose con él, ambos trabajando juntos y Gulf logrando enamorar a Mew. En su cabeza la idea era tan posible, tan palpable y real y quiso creer que había esperanza.

Así que pronunció una verdad que nunca pensó contar.

—Yo la quise, yo la adore, pero nunca la amé. Fue una gran compañera y me hizo muy feliz los años que estuvimos juntos... Y me duele, aún duele mucho perderla... Pero quizás me afianzó al lazo roto porque tengo miedo de quedarme solo. Tú estás lejos, no tengo familia y no me voy a enamorar de la noche a la mañana.

—Me quedaré, te prometo que no estarás solo.

—¿Crees que sería tan egoísta de trucarte tus sueños? Yo no lo haría, no quiero que me odies.

—¿Odiarte?, eso es imposible, nunca te odiaría y como ya te dije eres más importante que todo lo demás.

Gulf se estaba derritiendo de amor. Su lobo movía la cola muy entusiasmado y su corazón no paraba de latir.

—¿En serio prefieres quedarte conmigo?

—Sí, Gulfie. Yo lo prefiero—aseguró sin sentir duda alguna. Sus ojos mostraban honestidad. Acarició la mejilla de Gulf con adoración—Juntos trabajaremos, agrandaremos aún más la casa y cuando te sientas preparado te darás la oportunidad de conocer a otra omega que te hara muy feliz. Y posiblemente yo también consiga a la omega de mis sueños, aún no pierdo la esperanza, ¿te imaginas ambos casados con unas bonitas omegas y con muchos hijos?

El corazón de Gulf se apretó casi cortándole la respiración y la realidad le dió de lleno. Mew nunca lo amaría, Mew siempre se idealizaria con una omega y nunca le pasaría por la mente estar con Gulf.

El mundo de fantasías se cayó a sus pies en milisegundos. Su lobo aulló adolorido, su olor se agrio y su corazón dolió aún más. Sentía como si hubiera recibido una puñalada. La sensación era tan amarga.

—Por favor, sal de mi habitación—pidió débilmente—Quiero estar solo.

Mew lo miró con semblante confundido. Su ceño se frunció y sus manos intentaron volver a tomar las de Gulf entre las suyas pero Gulf cruzo los brazos impidiendolo.

El rostro de Gulf se veía pálido, demacrado y sus ojos almendras se veían tan tristes.

—¿Acaso dije algo malo, Gulfie? Yo no estoy entendiendo—dijo tan abatido y asustado—¿Dime que hice mal? Estabas aceptando cortar el lazo y ahora sólo me pides que me vaya sin una explicación o una buena excusa, ¿qué hice? Déjame arreglarlo, por favor—rogó.

Gulf se sentia más débil y marchito. El amor no correspondido era una sensación horrible. Sentía como si lo estuvieran torturando y golpeando una y otra vez. Su pecho se apretaba tan fuerte por el dolor que estaba sintiendo y las ganas de toser querían volver, pero la pastilla que había tomado hace unas horas lo mantenía estable.

—Por favor, necesito estar solo—susurró.

A pesar de que dolía saber la realidad y de que Mew nunca lo vería de otra forma sino como un buen amigo, no estaba molesto, porque su amado Mew no tenía la culpa de lo que le pasaba, ni de su trágico enamoramiento por él. Pero aunque no lo culpaba no podía verlo horita, necesitaba su espacio, quería llorar y ahogarse en pensamientos torturantes. Aún las palabras se repetían en su cabeza como una vieja cinta de cassette y imaginar el escenario de Mew con una esposa y hijos le hizo añicos el corazón.

Gulf sabía que nunca sería feliz porque ahora que él y su lobo habían visto de nuevo a Mew no soportarian verlo con alguien más. Sería infeliz toda su vida intentando salir con varias omegas que nunca llenarían el vacío de un amor tan grande como el que siempre sintió en su adolescencia y siente en su adultez por Mew.

—Gulf háblame, por favor, no me eches así, yo.... Déjame arreglarlo—su voz tembló. Gulf pudo ver como la armadura caía y caía y como su amigo apretaba los labios para no llorar—No me hagas verte morir, yo no lo soportaría.

Gulf tembló, cerro los ojos y las lágrimas corrieron libremente. Se sentía tan miserable. Cuando abrió los ojos ya Mew se había subido a la cama y había rodeado sus hombros con sus cálidos brazos.

El cálido abrazo reconfortó a Gulf, y sus brazos débilmente abrazaron la cintura del alfa que tanto amaba. Su cabeza se sumergió en el delgado y blanquecino cuello y por un momento olvidó lo delicado que eran los alfas con sus cuellos. Un alfa nunca dejaba libre su cuello, era un acto de sumisión.

Gulf olió el característico olor del café y el cacao con rapidez antes de que su amigo lo alejara de su cuello. Pero aunque Mew al principio tembló y se congelo por unos instantes después se relajo y dejó que lo oliera.

Gulf se sintió tan feliz y se entretuvo oliendo por unos segundos el cautivante aroma que en vez de desagradarle, le encantaba.

—Gulf... Háblame.

—No me fuerces, por favor... Me siento tan cansado—articuló apenas y se soltó del cálido abrazo y volvió a sumergirse en las sábanas cerrando los ojos—Dormiré un poco más, despiertame para cenar.

Mew acarició los castaños mechones con mucho cariño y aprecio.

—Lo haré, descansa, pero cuando despiertes me explicarás que hice para que reaccionarias así.

Gulf apretó las sábanas. No quería decirlo, no quería confesar sus sentimientos. Debía mentir y decir algo convincente para que Mew no insistiera. No sabía que diría a la hora de la cena para tranquilizar a Mew, pero trataría de pensar en ello después.

Amaba tanto a Mew. Quería adorarlo y que este le permitiera amarlo, pero este nunca lo permitiría. Con ese último pensamiento deprimente y con las suaves caricias en su cabello se dejó adormecer por tercera vez.

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