XIX. Adiós
Sé de tus proezas,
de tus errores
y malezas.
Sé de tus sonrisas,
pensamientos
y cerezas.
Sé de ti
y de mí,
ya no te puedo consentir,
he de dejarte partir,
quizás en otro puerto
haya menos escándalo
y hasta un tuerto.
Puede que tu tripulación
haga caso omiso
a tu corazón,
porque conmigo
estabas mejor,
pero he de volar,
mi sino
no es obtener tierra
para conquistar.
Mi destino,
es surcar
y balancearme,
recostarme
en las mullidas nubes.
Nuestros caminos
se bifurcan,
ojalá te quedaras
te hubiese dicho,
pero mi raciocinio
contestó un simple:
ya, lo sé
a tu: sabes que es lo mejor.
No te supliqué,
hubiese querido
pero mi subconsciente
gritó un: no, sé inteligente.
Y aquí sigo,
sopesando
y rascando,
despellejando,
sacando la costra
y alcoholizando
la herida
sin un ápice
de remordimientos.
Duele,
quema,
lastima
y arde de mil maneras,
que tus brazos
ya no me rodeen.
Que tus labios
no me susurren
y que tu lengua
ya no me aconseje.
Que tus ojos ya no me miren,
que tus palabras se olviden
y que tus manos no me acaricien.
Sobreviví a tu partida
y a mi huida,
arde de mil maneras
no poder escribirte sobre mi día,
saber sobre el tuyo...
pero ya no queda otra salida.
Sobrevivo a tus sonrisas,
a las vivencias bonitas
y a los truenos.
Prefiero mil veces esto
a recordar que moría
por tu hastío
y me ahogaba
contigo.
— Janny.
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