XIV. Caos, muerte y destrucción
Hace poco escribí
una carta,
en donde atrapaba
millones de malas pasadas.
Se volvió un amasijo
de recuerdos grises,
un tumulto
de emociones aguijoneadas,
rogando ser atendidas
en la UCI
y que fueron sepultadas.
Cicatrices selladas
con silicona,
espolvoreadas
con purpurina
y colillas,
pero no curadas.
Emociones coleccionadas,
explosiones exageradas,
miradas quemadas,
decepciones contentas,
tsunamis que matan...
He recaído
y mi cuarto está vacío,
mi cuerpo compungido
y mi alma
está pidiendo auxilio.
Mi aliento
me susurró al oído:
tu juicio
está afligido,
tu sonrisa
es un simple suspiro,
tu silencio
se escucha
como un desgarrador
aullido.
No sé dónde estoy,
si en la tierra
o levitando
en la estratosfera
y mi cabeza
no aguanta la espera,
mis cuerdas
se rompen,
se quiebran,
se deshacen
en la puta arena.
Lloro,
grito,
reprimo,
sigo,
hablo
y no consigo
encontrarme conmigo.
Esto es un bucle indefinido,
una montaña rusa inestable
y yo rezando
para que corten los cables.
Mis neuronas
hacen piruetas
y tratan de conectarse,
pero entro en cortocircuito
y sale humo por mis oídos.
No puedo amarte,
ni siquiera sé
cómo coño amarme,
no puedo amar
si mis glándulas suprarrenales
amenazan con estallar.
Mi vida es un sucio espejismo
de la autoestima
que nunca he tenido
y el tiempo
me dijo:
ámate
y sé egoísta.
¿Y qué hice yo?
Tirarme a la deriva,
surcar las olas
mirando la bandera roja,
con el poniente en contra
y el socorrista
crucificándome.
Yo siempre contradigo,
hago lo que mis impulsos
y mis latidos,
me gritan
y después gimoteo,
cuando no lo consigo.
Pero estoy aprendiendo
y aunque el vacío
vive conmigo,
es mi amigo
y conseguiré
no sentir repulsión
cuando me mire al espejo.
Solo necesito tiempo.
— Janny.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro