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🔹Conflictos🔹

Después de todo el lío con la dominicana, pensé que por fin habíamos dejado atrás toda esa oscuridad que envolvía la memoria de mi papá. Pero la vida siempre tiene una forma de sorprendernos, y esta vez esta no fue la excepción.

Dos meses después del fallecimiento de mi viejo, mientras mi vieja y yo estábamos en casa tratando de rearmar nuestras vidas, recibimos una visita inesperada que nos sacudió hasta lo más profundo de nuestras entrañas.

Era la morena. La misma Yuri que nos había estafado y causado tanto dolor, de pie en nuestra puerta con una mirada desafiante y un papel en la mano que decía "Reclamo de Herencia". No podía creer lo que veían mis ojos, ¿cómo se atrevía esa tipa a venir a nuestra casa a reclamar algo que no le pertenecía?

—¡¿Qué mierda hacés acá?! —exclamé, llena de furia y desesperación.

—Vengo a reclamar lo que me corresponde —respondió Yuri con una sonrisa cínica en los labios—. Mi hijo tiene derecho a la herencia de su padre, y no pienso dejar que me lo nieguen.

Mi corazón se aceleró al escuchar esas palabras. ¿Acaso la conchuda estaba insinuando que el hijo que tenía era de mi viejo? La idea me revolvió el estómago y sentí una oleada de náuseas recorrerme el cuerpo. No podía ser cierto, ¿verdad?

—¡Eso es una mentira descarada y lo sabés! —grité, sintiendo que la rabia me consumía por dentro—. Mi viejo jamás tendría un hijo con una estafadora como vos.

Pero Yuri se mantuvo firme en su posición, negándose a ceder terreno.

—Podemos resolver esto de manera civilizada, señora amante de mi finado marido —dijo mamá, con una voz que pretendía ser tranquila pero que denotaba una tensión subyacente—. Solo necesito que mi hijo se haga una prueba de ADN para comprobar que es hijo de mi esposo.

Esa propuesta la dejó a la dominicana sin palabras y con la boca abierta.
Por un lado, sabía que era la única forma de poner fin a ese conflicto de una vez por todas. Pero por otro lado, no quería someter a mi familia a más dolor y sufrimiento del que ya habíamos pasado.

Mi madre, que había estado en silencio hasta ese momento, estalló en lágrimas al cerrar la puerta de calle. Sus sollozos llenaron la habitación, rompiendo el silencio tenso que se había instalado entre nosotros.

—No puedo creer que esta pelotuda haya venido hasta acá para esto —murmuró mi madre entre sollozos—. ¿Cómo puede ser posible que tu padre haya hecho algo así?

Su voz temblaba de dolor, y su mirada se clavó en mí con una mezcla de desesperación y deseo de respuestas. Yo, por mi parte, sentía una mezcla de enojo y tristeza al verla así, destrozada por las revelaciones de Yuri.

—Lo siento, mamá —murmuré, sin saber qué más decir—. Pero tenemos que hacer esto para saber la verdad.

Y así, entre lágrimas y sollozos, acordamos someternos al ADN para poner fin a la incertidumbre que nos estaba consumiendo desde hacía semanas. Aunque sabía que el proceso sería doloroso y difícil, no podíamos seguir viviendo en la sombra de las acusaciones de Yuri.

Una semana después, recibimos los resultados del ADN. El corazón me latía con fuerza en el pecho mientras abría el sobre y leía las palabras impresas en el papel. Y entonces, cuando por fin vi las palabras que confirmaban que el hijo de Yuri no tenía ningún parentesco con mi viejo, sentí un alivio inmenso inundar mi cuerpo.

Pero la revelación no terminó ahí. En un giro inesperado de los acontecimientos, Yuri admitió que mi papá sabía que el hijo de ella era suyo. Pero ella necesitaba plata para abrir la discoteca en Santo domingo y que mi papá se lo había prometido.

Me quedé atónita al escuchar esas palabras, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza al darme cuenta de que mi viejo no era el hombre que creíamos que era. Pero lo que me sacó de quicio fue cuando Yuri insinuó que necesitaba dinero. ¿Acaso quiere que la cague a palos por atrevida?

—¡Vos no te atrevas a pedirme plata porque vos nos robaste nuestra guita durante años! —grité, sintiendo que la ira me consumía por dentro—. Mi viejo nunca hubiera estado contigo si hubiera sabido quién eras una interesada.

La tensión en era palpable, y por un momento pensé que las cosas podrían salirse de control. Pero entonces, recordé que no podía dejarme llevar por la ira y la violencia, que tenía que mantener la cabeza fría y actuar con dignidad y respeto, aunque la mujer se merecía un sopapo.

—Ya es suficiente, Yuri —dijo mi madre, con una voz temblorosa pero firme—. No tienes derecho a venir aquí a querer estafarnos y causarnos más dolor del que ya hemos sufrido.

—Vos sos una rata, vos nos debes plata a nosotras dos —chillé y la empujé hacia el marco de la puerta para que se largara de una vez por todas.

—Yo me gané cada centavo, ser la amante también es un sufrimiento constante —ironizó Yuri.

La morena se marchó de nuestra casa con la cabeza gacha y la rabia en los ojos, pero yo sabía que no sería la última vez que la veríamos. Aunque esa batalla hubiera terminado, la guerra estaba lejos de haber terminado, y estábamos listas para enfrentar lo que sea que la vida nos depare, juntas y con la fuerza de un huracán. Porque, al final del día, eso es lo único que importa: la familia y la justicia.

                               

Después del enfrentamiento con Yuri y la revelación sobre el hijo que decía tener con mi padre, pensé que ya no podía haber más sorpresas en nuestra vida. Pero como siempre, la vida tiene una forma de sorprendernos cuando menos lo esperamos.

Una tarde, mientras mi madre y yo estábamos en casa intentando prender el fuego para hacer un asadito y reponernos de todo el drama que habíamos vivido, recibimos una llamada que nos dejó sin aliento.

Era mi abuela Brigitte, la madre de mi mamá, quien estaba al otro lado de la línea con una voz temblorosa y llena de emoción.

—Meteora, necesito hablar con ustedes urgentemente —dijo, con un tono que me hizo temer lo peor.

Mi madre y yo nos miramos con preocupación antes de contestar:

—¿Qué pasa, abuela? ¿Estás bien?

—No, no estoy bien. Acabo de revisar los mensajes del contestador automático del teléfono de línea de la casa y encontré algo que necesitan saber.

La tensión en el aire era palpable mientras esperábamos a que mi abuela nos contara lo que había descubierto. ¿Qué podía ser tan importante como para ponerla en ese estado de agitación?

—Había un mensaje de una chica llamada Enriqueta —continuó mi abuela—. Dice que está desesperada porque hace dos meses que tu padre no le atiende las llamadas y no sabe qué está pasando.

—¿Otra loca? —exclamé nerviosa.

Los ojos de mi mamá se abrieron como platos al escuchar esas palabras. ¿Enriqueta? ¿Quién demonios era esa chica y por qué cree todavía que él esta vivo después de dos meses? La incertidumbre nos carcomía por dentro y sentí un nudo en el estómago mientras intentaba procesar esa nueva información.

—¿Enriqueta? ¿Alguna vez has oído hablar de ella, mamá? —pregunté, mirando a mi madre.

Mi mamá negó con la cabeza, con una expresión de confusión y preocupación en su cara.

—No, nunca he oído ese nombre antes —respondió—. ¿Qué significa todo esto?

—No lo sé, mamá, pero tenemos que averiguarlo —dije, con determinación en la voz—. No podemos ignorar este mensaje, podría ser una pista importante sobre la vida secreta de papá.

Decidimos poner en marcha un plan para investigar quién era esta Enriqueta y por qué mi padre había dejado de comunicarse con ella de repente, aunque sabiamos por obvias razones que era porque ya había abandonado este mundo. Sin embargo no podíamos dejar pasar esta oportunidad de descubrir más sobre la doble vida de mi padre y las mentiras que nos había ocultado durante tanto tiempo.

Comenzamos por llamar al número que mi abuela había encontrado en el contestador automático, pero no obtuvimos respuesta, la línea parecía muerta. Dejamos un mensaje pidiendo que nos devolvieran la llamada y esperamos con ansias una respuesta.

Mientras tanto, mi abuela nos dijo que no se involucraría y que debemos dejar todo en el pasado, que su hijo debería descansar en paz, y deberíamos honrar su memoria.

Le dije que lo haríamos, que no haríamos caso. Sin embargo, al cortar la llamada corrí a mi habitación y comenzamos a pensar quien era esta mujer. Encendimos de nuevo el iPhone de papá encontramos los mensajes de "Enriqueto", la evidencia en su celular estaba oculta pero había mensajes que daban a pensar que si podría existir una relación romántica entre mi padre y esa tal Enriqueta.

La incertidumbre y la confusión se apoderaron de nosotras mientras intentábamos entender lo que había sucedido entre mi padre y Enriqueta. ¿Será otra de sus amantes? ¿Qué había pasado entre ellos para que mi padre aceptara a mujer?

Decidimos investigar más a fondo y buscar a Enriqueta para obtener respuestas. Con la ayuda de un investigador privado, pudimos localizarla y concertar una reunión para hablar cara a cara.

Cuando nos encontramos con Enriqueta, nos contó una historia que nos dejó sin aliento. Resulta que ella y mi padre habían estado juntos durante dos años, pero mi padre nunca había querido reconocer públicamente su relación debido a su estatus social, porque también estaba con la dominicana y por su matrimonio con mi madre.

Enriqueta estaba desesperada por hablar con mi padre y arreglar las cosas entre ellos, era evidente que no sabía de su fallecimiento. Estaba devastada y confundida, sin entender por qué mi padre la había abandonado de esa manera. Entonces le dijimos que papá estaba preso hace unos meses.

Las lágrimas corrían por su rostro mientras nos contaba su historia, y sentí un nudo en el estómago al ver su sufrimiento. No podía creer que mi padre hubiera sido capaz de hacerle tanto daño, mi padre la boludeaba.

Después de escuchar su historia, nos dimos cuenta de que esa jovencita estaba enamorada legítimamente de él.

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