⎖ Capítulo 1
Caminaba por el sendero adentrándome en lo más profundo de aquel paisaje boscoso. Los árboles llegaban hasta lo más alto y no lograba divisar más allá de este pequeño sendero, que si no me equivoco, me llevaría directo al escondido palacio del duque Min Yoongi. Mi empleador.
Tras caminar unos quince minutos pude notar como el sendero se iba abriendo paso a una calle pavimentada. Apreté fuerte mi maleta cuando finalmente llegué hasta aquel portón abarrotado, era dos veces más alto que yo y se podía notar como el óxido y las telarañas adornaban este mismo. Notando así que no había sido abierto, ni limpiado, desde hace mucho tiempo.
Saqué la pequeña carta de mi bolsillo, en la cual estaba escrita la dirección del palacio y cómo ingresar a dicho lugar. Según como indicaba aquel papel arrugado, decía que sólo debía empujar hacia adelante el portón y entrar, así que eso hice. Me arrepentí de inmediato cuando resonó un intenso chirrido, debido a lo oxidado que estaba aquel portón.
No hice tanto escándalo, sólo me limite a tomar mi maleta y seguir mi camino por la calle pavimentada.
En el camino me puse a pensar en que, probablemente, en este castillo no vivía nadie. Es que era demasiado notorio el abandono, la tierra estaba seca, no había ninguna planta.
La fuente estaba llena de hojas marchitas y agua podrida, el suelo estaba viejo y quebradizo. Y ni hablar de la neblina que me hacía pensar que el lugar era en definitiva bastante tenebroso.
Apartando esos pensamientos, subí las escaleras que me encaminaban hasta la puerta principal, era tan grande que podría medir el triple de mi estatura. Di tres toques anunciando mi llegada y posteriormente pude escuchar unos pasos acercándose a abrir.
—¡Usted debe ser el tutor Park! —Dijo la persona que abrió la puerta, era un joven muy apuesto vestido de traje y portando guantes blancos de seda. —Me presento, mi nombre es Jeon Jungkook y soy el mayordomo del palacio.
—Buenos días. Si, soy el nuevo tutor del joven duque. —Mis manos estaban algo temblorosas ya que no sabia con qué encontrarme y no hizo falta presentarme ya que por lo visto el contrario sabía mi nombre.
—Por favor ingrese al palacio, le daré un recorrido y luego podrá conocer al joven amo.
Tan pronto como lo mencionó, ingresé al lugar.
El joven mayordomo me llevó con él hacia lo que sería un enorme salón, había una chimenea encendida y varios sofás que se encontraban tapados con sábanas blancas, por lo visto nadie se sentaba a tomar té frente a la chimenea desde hace mucho tiempo. Mi camino fue siguiendo hasta subir por las hermosas escaleras blancas con detalles en dorado, mientras subíamos, pude apreciar las hermosas pinturas de la familia, excepto una, que estaba curiosamente tapada con una sábana blanca y llena de polvo.
Me sentía muy chismoso por andar prestándole atención al palacio de una forma muy poco disimulada, como si no hubiera estado en un palacio antes, si lo había hecho, era parte de mi trabajo. Pero este era tan enigmático, tan misterioso, que mi curiosidad superaba todo. Incluso las ganas de disimular.
—Esta es la biblioteca familiar, aquí encontrará todo lo que necesite. Incluso me encargué de acomodarla para que sea mas cómodo enseñarle al joven duque. —El mayordomo me señaló una mesa y dos sillas que estaban apartadas cerca de una ventana, esta daba una impecable vista al paisaje del jardín trasero del palacio, aunque la vista no fuera del todo agradable. Habían sauces marchitos, el suelo estaba seco y podría atreverme a decir que infértil, los caminos de piedra estaban rotosos y descuidados. Lo único interesante se veía más allá de los muros del palacio. El verde de las colinas y el mar, podía asegurar que en verano desde aquí podría ver a los barcos dirigirse al puerto.
Bien, lo admito, soy un apasionado por la naturaleza. Y este palacio se sentía como todo lo opuesto a la naturaleza. Era como la decadencia misma del ser humano, el abandono y el descuido de todo.
—¿Y cuando voy a conocer al Duque? —Pregunté apartando mi vista de la ventana y volviendo a mirar al mayordomo.
—Al joven duque, de inmediato. —Dijo con una notable sonrisa que se fue borrando de a poco —Y bueno, al duque mayor... Me temo que no solemos verlo muy seguido por aquí. Casi no sale de su despacho y cuando si lo hace es solo por viajes de negocio que no puede rechazar. —Juntó sus manos, me di cuenta de que el mayordomo era muy expresivo con sus manos —Así que, es muy improbable que lo vea en un largo tiempo. Pero cuando lo haga, no lo moleste ni se cruce en su camino, por favor. Su temperamento es... Muy delicado.
—Haré una última pregunta. —Me crucé de brazos, más curioso —¿Cada cuánto el joven duque y el duque pasan tiempo juntos?
—Me temo que "pasar tiempo juntos" no está nunca en la agenda del duque, joven tutor.
—Gracias. Ahora por favor acompáñame a mi habitación y luego ya pasaré a conocer al joven duque.
Salimos de la biblioteca y caminamos hasta donde sería mi habitación, el mayordomo Jeon me llevó las maletas y las dejó allí para luego enseñarme dónde acomodar todo. Tenía que admitir que su ayuda fue sumamente gratificante para mi, era el personal mas importante del palacio y aún así se ofreció a ayudarme hasta en lo mas mínimo. Según él fue porque desde hace mucho no habían visitas en el palacio y tener a alguien nuevo no solo le hacía ilusión a él, sino también a: los cocineros, los guardias, los lacayos, las mucamas y el resto del personal.
Le aseguré al mayordomo Jeon que me encargaría de conocer a todos y cada uno de ellos cuando tenga un tiempo libre, pero que por el momento, necesitaba conocer al joven duque.
Fue así como, después de ubicar mis pertenencias en la habitación, nos encontrábamos camino al gran comedor donde podría conocer al joven duque. El palacio era enorme, habían metros y metros de una habitación a otra.
El mayordomo Jeon me deseó suerte y abrió la puerta del gran comedor.
Cuando ingresé me encontré con un joven de aproximadamente once años, llevaba puesto su traje azul que consistía en un saco azul bordado con detalles plateados y botones del mismo color. Una larga capa azul oscuro caía desde sus hombros, sus manos estaban detrás de su espalda mostrando una pose erguida. Sus cabellos eran tan oscuros que hacían resaltar aquellos ojos tan azules como el zafiro.
—Joven duque, es un placer conocerlo. —Incliné mi cuerpo hacia él en forma de respeto y su rostro se transformó automáticamente en: rechazo.
—¿Quién diablos eres? —Su mirada y su expresión no eran nada mas que de desprecio, me estaba juzgando de pies a cabeza.
—Mi nombre es Park Jimin y soy su nuevo tutor. —Estiré mi mano para ver si de esa forma el la tomaba y me saludaba. Pero no, por el contrario estampó el dorso de la suya para así apartar la mía y tomó asiento, lo que me permitió a mi sentarme junto a él.
—Ya he tenido a varios como tú. —Tomó los cubiertos y empezó a comer sin importarle mi presencia y sin importarle mancharse toda la ropa. —No me han durado ni dos semanas, no te hagas muchas ilusiones.
Ya puedo ver por qué, pensé.
—Oh no, créame que yo no estoy para nada ilusionado de venir a vivir aquí. —Tomé los cubiertos y empecé a comer a la par de él, solo que con mas modestia.
Me miró curioso, en silencio, siguió comiendo y luego preguntó.
—Entonces será mas fácil para ti tomar tus sucios trapos y marcharte de aquí.
—Mis trapos no están tan sucios como su boca, joven duque. —Dije cuando terminé de comer, el joven me miró y luego sonrió limpiándose con una servilleta, aunque entendió perfectamente a qué me refería.
—No eres igual a esos bastardos. —Se limpió un diente con su dedo, probablemente le había quedado un pedazo de carne entre los dientes. —En sus sueños me hubieran dicho eso.
—Sólo vengo aquí para ayudarlo, joven duque, es mi trabajo. El día de mañana usted tendrá que ser el duque de esta casa y de este pueblo. —Volví a estirar mi mano —Si usted está dispuesto, puede conocerme antes de juzgarme.
—No necesito conocerlo para saber lo que usted será. —Observó mi mano. —Una niñera, una que podrá tenerme entretenido aprendiendo cosas para no molestar a mi padre.
—Me necesita. —Sus ojos estaban apagados, carentes de brillo y era una verdadera pena ver la tristeza en sus ojos siendo tan joven. —Además no hay mucho que hacer por aquí, si me permite enseñarle, puedo mostrarle algunos libros que traje del extranjero.
—¿De qué son? —Podía ver la curiosidad en su mirada.
—Flores. —Le sonreí. —Cientos de ellas, miles de variedades y colores.
Se levantó y sonrió, tomó mi mano con tanta fuerza y tanta emoción hasta tirar de ella casi obligándome a correr hacia los libros.
—Llévame, no recuerdo la ultima vez que he visto una. —Soltó mi mano y le pedí que me acompañe.
No sé exactamente qué es lo que emocionó tanto al joven duque, no sé si fueron las flores, el aburrimiento... O quizás fue el hecho de que en su jardín no existían las flores y al no salir de su palacio, el pequeño no conocía lo hermosas que podían llegar a ser y eso fue exactamente lo que lo movilizó: el hambre por lo desconocido, el vibrante impulso del conocimiento.
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