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Capitulo 19

Gretchen

Maratón 1/2

Mi espalda golpea con fuerza la colchoneta dejándome sin aire un par de segundos.

-Basta, voy a acabar paralítica -lloriqueo sintiendo todo mi cuerpo doler y temblar a causa del cansancio y golpes que me ha causado este imbécil sin parar.

Pero en contra de todo deseo mío de que el mastodonte me tenga piedad sonríe ampliamente divertido

Como lo odio.

-Dame un golpe y terminamos por hoy -responde como si fuera la cosa más fácil.

Bufo queriendo ponerme a llorar de frustración, llevamos días teniendo estas clases de defensa y tal como supuse el primer día le da una aterradora felicidad el ganarme una y otra vez, ¿para que enseñarme a defenderme si puede solo lanzarme al mar y esperar que nade sin más?

Es un instructor de mierda.

Salgo de mi depresión y odio interno hacia todo cuando su mano se posa frente a mi ofreciéndome ayuda para ponerme de pie y con recelo la tomo, apoyándome para levantarme.

Pero en cuanto estoy parada el simplemente patea mi pie con mínima fuerza provocando pierda el equilibrio y me devuelve al suelo.

-Cada vez es más fácil -se burla cruzándose de brazos.

-Ya por favor, ni siquiera siento mis piernas, voy a morir -jadeo sintiendo mis pulmones arder.

Creo que me voy a desmayar.

-Llevo dándote clases dos semanas, Gretchen y con trabajos logras esquivar un golpe, ni hablemos de darlos -me riñe ensombreciendo su expresión.

No sé si lo prefiero así, con la paciencia en mínimo o su otro lado donde solo está burlándose de mí, debería haber un intermedio que no me provoque lanzarle lo primero que alcance.

-Ya, regresó el instructor amargado -me quejo rodando los ojos.

-Si no tuviera una alumna con la misma capacidad de defensa que una licuadora sería un instructor más llevadero.

-De tal instructor, tal alumna -me burlo con una sonrisa falsa que copea.

-Quisieras tener mi nivel, cachorrito -ahora el rueda los ojos caminando hacia su botella de agua.

- ¿Cachorrito?

-He escuchado como me dices mastodonte, si ya estamos poniendo apodos ridículos me toca ¿no crees?

-El mío no parece insulto -me levanto impulsándome cómo puedo y agarro mi toalla limpiando mi rostro del sudor.

-Decirle a alguien mastodonte no es muy amable, existiendo dios griego, sexy, muñequito...

-Espera, ¿quieres qué te diga muñequito? -una carcajada se escapa de mi garganta sin poder detenerlo.

-Soy guapo y perfecto como un muñeco, tiene más sentido que un animal extinto y feo -arruga la nariz en un gesto que lo hace ver tierno.

Oh vaya, ¿tierno? Encontré otro modo de esta piedra atractiva sin sentimientos andante.

-Ya, pues no pienso cambiarlo, ni siquiera debías enterarte -me cruzo de brazos sentándome en el suelo.

Ya no puedo más mis piernas, ya está, soy paralítica.

-Deja a la pobre chica muñequito -escucho pasos detrás de mí, de donde proviene la voz burlona de Liam.

Estoy tan moribunda que solo me voy sentando hasta poder dejar caer mi espalda en la colchoneta cerrando los ojos, no es mi idea de siesta ideal pero me conformo.

- ¿Cuánto llevas escuchando? -cuestiona mi intento de entrenador pero más parece que me odia y me quiere matar.

-Llevo viéndolos entrenar la pasada media hora, son bastante divertidos, la próxima traigo palomitas -casi puedo verlo dar un saltito emocionado aunque tenga los ojos cerrados.

Me resulta curioso como ese chico este ten lleno de energías y felicidad, el día que este serio y tranquilo me preparare para que el cielo se caiga, el fin del mundo llegue o quizá una guerra zombi.

Los escucho hablar de trivialidades que no entiendo sobre combate.

Y cuando Liam le pregunto si podían entrenar un rato juntos yo solo rodee hasta fuera de la colchoneta al suelo frio y me decidí a descansar cuanto pudiera.

Aunque sabía que eso no le agradaría para nada al mastodonte o a su padre, quien conocí hace un par de días y si su hijo intimida, bueno ese hombre destila un aura oscura y siento que estoy en un campo militar a punto de la segunda guerra mundial.

Me da algo de temor el hombre, aunque fue muy amable conmigo el día que me lo presento Liam, porque si, desde que lo conocí decidí pegarme a él como chicle, con permiso pero es el único que me da buenas vibras de la gente que he cruzado.

Y se nos da bien irritar a Damon, al principio me daba pena ser parte de ello pero luego solo lo llame karma, así que es divertido y Liam no se ha quejado de que me la pase con el cuándo estoy por aquí sin nada que hacer.

Pero cuando llego a casa ya la vida no es tan divertida, Luck ya va relajando su yo sobreprotector y mi familia está tratándome normal de nuevo, no como un jarrito de cristal. La parte mala empieza cuando me quedo sola, aunque finja que estoy perfectamente solo puedo pensar que alguien llegara de la nada y me apuñalara por la espalda o volverán a llevarme y...entro en pánico.

Nadie lo sabe y no planeo que nadie se entere de ello, de las pesadillas, los ataques de pánico o ansiedad, aunque no parecen creer del todo que lo sucedido se me haya pasado como agua entre los dedos, al menos fingen que sí y me dan mi espacio.

Pero bueno, por ahora estoy bien, cómoda en el suelo refrescante y más dormida que despierta, ya será problema de Gretchen futura los malos recuerdos.

-Ey, Gretchen anda levanta -susurra alguien a mi lado moviéndome- estas a punto de pegarte al suelo, te falta un baño, estas pegostiosa.

Gruño contra el suelo adormilada cuando me pican el brazo.

-Déjame -levanto la mano alejando a la persona que me está hablando, dando con su rostro que empujo aun con el rostro contra el suelo y los ojos cerrados.

Mi mano es capturada alejándola de su rostro y me jala levantándome hasta dejarme sobre su hombro.

Un grito de sorpresa se escapa de mi boca y me remuevo incomoda.

-Pero a ti que te pasa, idiota bájame, no soy un saco de papas.

-Hules a pollo frito -dice ignorando mi pedido- que clase de persona huele a pollo frito cuando suda.

Una risa ronca sale de su boca cuando suelto otro grito ante el susto de caer cuando me soltó las piernas y acabe con el rostro casi en su trasero haciéndome olvidar por el casi infarto lo que dijo.

- ¡Damon!, suéltame ya, tengo tu trasero en el rostro -me quejo en un gruñido.

- ¿Disfrutando la vista? -pregunta con burla.

-He visto mejores.

-Ya, claro.

-Enserio que sí, tú eres pura espalda hasta los talones.

-Aja, yo soy increíble por dónde me veas -egocentrico.

-Ey, la del trasero bonito soy yo -sigo.

-Ya quisieras, tú si tienes espalda hasta los talones, Gretchen.

Suelto un gritito ofendido.

-No es verdad, busto no tendré tanto pero mi trasero es suficientemente equilibrado.

- ¿Equilibrado? -su espalda vibra un poco con su risa.

-Déjame, tengo sueño -me vuelvo a remover pero ahora no tanto incomoda por la posición si no por la situación- ¿Hace cuánto hay la confianza para hablar de esto? De cualquier modo.

-Tu dime, tu comenzaste -al fin toco el suelo yo solita y tengo que sostenerme de la pared para no caerme, me maree un poco.

Cuando vuelvo a enfocar bien la vista descubro que una sonrisa adorna su rostro y sus ojos azules brillan divertidos, quien lo manda a ser tan guapo, si sonriera más tendría hasta a señoras asalta cunas detrás de él.

Y por primera vez no la retira a los segundos, de hecho crece un poco pero ya no me agrada cuando un brillo malicioso aparece en sus ojos.

-Oh vamos, pensé que ya nos estábamos llevando bien, ¿ahora con que sufriré? -suspiro recargándome en la pared.

-Primero te ducharas -responde señalando la puerta detrás de mí que después de varios días perdiéndome ya sé que es las duchas y vestidores para mujeres, deberían poner letreros en las puertas... -Vendré en una hora por ti para tu primera clase de armas.

Se da media vuelta alejándose de nuevo en su máscara de frialdad y amargura a la vida entera, bipolar.

Entro a los vestidores caminando hasta mi casillero donde saco ropa limpia y una toalla, no es mi cosa favorita ducharme aquí la verdad, son seis duchas en total, todas separadas por paredes que apenas me cubren hasta los hombros y no hay puerta, es una cortina y aunque me alcanzo a ver sigue siendo preocupante que alguien abra.

Parecieran personas con dinero las que trabajan aquí y no pueden hacer duchas menos...como son y más privadas, me quejare de ello en unas semanas, cuando tenga la confianza de reclamar algo que pareciera solo a mí me pone de nervios.

Comienzo a divagar mientras me lavo el cabello y el cuerpo sobre hacer una recolección de firmas o vender pastelillos como niña exploradora, quizá así logro hagan regaderas más privadas.

Si así son las de mujeres ni quiero saber las de hombres.

Cuando termino de ducharme me seco y coloco mi ropa con prisas, me cepillo mi cabello y guardo mi ropa sucia en el casillero, ya me la llevare más tarde que acabe mi jornada de eterno cansancio.

Salgo y me doy cuenta que tarde más de lo que debí cuando me recibe un irritado Damon que no tardo en apurarme para caminar casi trotando para ir a su paso a donde sea que vamos.

Bajamos un piso y me guía hasta lo que se es donde guardan armas y las prueban o practican con ellas, genial, ahora si me va a matar.

-Veremos si se te da mejor las armas que el combate.

-Llegue a la conclusión de que soy más de paz y amor al mundo -murmuro mirando con el ceño fruncido los estantes y paredes repletos de armas.

-Pues que mal, en la vida real no se gana nada por la fuerza de la amistad -rueda los ojos y alcanza una pistola, de esas que salen en las películas, pequeñas y que llevan siempre en sus cinturones-. Intentemos con esta primero.

Me la entrega y yo la sostengo con terror absoluto como si fuera a explotar en cualquier segundo.

- ¿Cómo me la das así sin más? ¿Acaso quieres que me dispare? ¿O a ti? -se la ofrezco agarrándola apenas del mango o como se llame pero niega rodando los ojos-. Si sigues rodando los ojos así te van a quedar -le digo bufando.

-Si la agarras así vas a conseguir más fácil dispararte el pie, agradece tiene el seguro -me la quita y mueve algo en la pistola que chasquea-. Ahora ya no, ten cuidado, es una pistola de entrenamiento, tiene balines en vez de balas, no soy un inconsciente, no quiero que mi muerte sea a causa de una buena para nada respecto a defensa.

Abro la boca ofendida pero el ignora mi expresión queriéndome dar de nuevo el arma que agarro a regañadientes.

Coloca su mano en mi espalda y me empuja un poco para que camine hacia el área de tiro que se divide por una puerta que supongo es insonorizada.

Me enseña lo más básico sobre postura y como sostener el arma, para cuando pasa alrededor de una hora yo me estoy cuestionando porque la gente hace combate si puede agarrar un arma y acabar todo más rápido.

Paso por más pistolas de las que puedo recordar siendo mi favorita la primera que me dio, es la que resulto más liviana y fácil de usar, tengo buena puntería así que para sorpresa de los dos había encontrado mi lugar feliz en las pistolas.

¿Violento? Quizá, pero en verdad me relajaba y me ayudo a olvidarme de todo fuera de esa sala.

- ¿Así que no eres una completa inútil? -rompe el silencio el pelinegro.

-Ok, auch, no soy una inútil -coloco mi mano libre de arma en mi pecho algo ofendida.

-Tómalo como cumplido.

-Eres malo dando cumplidos.

Bufa mirando el techo como si pidiera paciencia, ni lo he picado hoy, dramático, si he sido muy agradable hoy.

-Como sea, anda dame eso y ya vámonos de aquí, estoy cansado, demasiado Gretchen por un día -volvemos a donde están las armas y le doy la enorme escopeta que estaba amenazando a mi brazo de romperse.

El la levanta sin el menos trabajo dejándola en su lugar, presumido.

Me despido con un movimiento de mano que ignora siguiendo su camino hasta su auto, ruedo los ojos y camino hasta mi moto para ir a casa.

Cuando llego a casa sigo directo a mi cuarto donde ni siquiera me molesto por cambiarme a pijama, solo me tumbo y caigo dormida inmediatamente.

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