capítulo único
Otro día más en ese basurero, otro día más que desearía estar muerto. No quería levantarse, hacía un calor infernal y aún así no se quitaría su preciado suéter, estaba tan concentrado en quejarse en su mente que no notó cuando entraron a su habitación hasta que sonó la puerta cerrarse.
—Buenos días, Max. Es hora de levantarse, tenemos un gran día por delante. —Y como todos los días desde que llegó a ese lugar, David lo buscaba para comenzar con las actividades asignadas para el día.
—No estoy de humor para tus tonterías. Déjame, que no pude dormir, me duele la cabeza. —respondió cubriéndose más con sus sábanas.
—Un paseo te hará sentir mejor, el aire fresco y el dulce aroma de la naturaleza te pondrán como nuevo — animó David caminando hacia la cama del moreno para ayudarlo a levantarse —. Vamos, Max. No queremos que se haga tarde.
—No quiero, David. Me importa una mierda lo tarde que se haga. — respondió mientras el otro le quitaba la sábana y lo tomaba del brazo.
—No otra vez... vamos, ayúdame — dijo intentando sentarlo en la cama pero el otro se movía a los lados y se acomodaba de nuevo para dormir— ¡Max!— regañó sentándose en la cama y abrazando al joven.
El mayor se le quedó mirando, podía notar que sus ojeras estaban más obscurecidas, y tenía esa expresión de aburrimiento y desinterés que parecía que no se la borraría nadie, cualquier que lo viera podría decir que era la misma muerte... y más con esos ojos.
Sin más suspiró y le besó la frente, acomodó un poco el cabello alborotado del chico —... Hoy será un buen día Max, te lo aseguro. — dijo con una sonrisa, levantándose y sosteniendo las manos del contrario.
Max se levantó sin muchas ganas, mientras arrastraba los pies se dejó llevar por David hacía el baño.
— ¿Estás bien aquí? ¿Necesitas algo más? — Siempre las mismas preguntas y las respuestas secas de Max.
—Estoy bien David, que esté ciego no significa que sea un completo inútil. — respondió un poco molesto tocando con cuidado el lugar donde se encontraba su cepillo y la pasta dental.
...
Definitivamente el día no era suyo, su padre tenía ganas de que siguiera sus pasos, o quizás no, y en realidad sólo quería mostrarle que de una u otra forma debía valerse de un trabajo, así que en un ridículo intento se lo llevó al suyo, un taller. Afortunadamente en un pequeño descuido del hombre Max se había alejado, demasiado aburrido de su palabrería como para quedarse por más tiempo. Él, en ese entonces chico de dieciocho años, no tenía muchas ganas de la convivencia entre sus padres, y honestamente estos tampoco.
El asunto era, que ese fatídico día sólo había sido el inicio de su ceguera, empezando por un accidente causado por su negligencia, habría preferido quedarse con su molesto padre, escuchando su molesta explicación; todo es el suceso que prefieren no comentar, el ardor en los ojos y el dolor de cabeza. Luego todo culminó en aquella operación que no resultó exitosa.
Su vista se había ido al demonio, sintió como el miedo lo atravesó con la intención de no dejarlo ir. Permaneció días en su casa sin ni siquiera sacar la cabeza de la almohada, en trance, a veces tenía el gran deseo de acabar con su vida pero ni siquiera podía localizar los cuchillos o algún arma con filo de la casa, y a pesar de que sus amigos lo visitaban no podía con tanta impotencia y horror, así que terminaba gritándoles y maldiciendo todo.
Con el tiempo sus padres habían decidido mandarlo a un instituto experimentado para ayudarlo a aprender ese sistema Braille y otros procesos, que lo ayudaran a acostumbrarse a su entorno, y así poder sobrellevar su estado, también porque los mayores creyeron que sería bueno, ya que pensaron que podría distraerse un poco y tal vez superar su situación.
La idea no le fue grata a Max, en realidad, la odió. Si se sentía tan desorientado en su casa, sería un martirio en cualquier otro lado, pero no le dieron voto alguno y lo llevaron al dichoso instituto. De ahí al instituto maldijo hasta el cantar de los pájaros, y ya el simple hecho de seguir con vida le repugnaba. Tenía sobre el puente de su nariz unos lentes oscuros para ocultar sus inservibles ojos, volvió a quejarse en un susurro. Cuando llegaron hicieron el papeleo y lo llevaron donde ahora iba ser su dormitorio, ese mismo día le presentaron a quien sería su guía en el instituto, un hombre llamado David. La presentación, digamos, que no fue la mejor, ya de por sí, Max intercambiaba pocas palabras con sus padres, a veces respondiendo con sarcasmo y cinismo, con este sujeto no fue diferente. Los días pasaron y no iba mejorando, se negaba a salir de su habitación, y su terquedad y orgullo se las cobró muy caro, ya que había chocado más de una vez, con cualquier cosa, dentro y fuera de su habitación y como si no fuera poco, se había caído de rodillas causándose grandes raspones. De ningún modo las cosas podían mejorar.
David siempre lo acompañaba, bueno, lo escucha cerca de él y en cada momento lo ayudaba, al igual que lo incomodaba, no le gustaba que al tratarse de un desconocido estuviera tan pendiente suyo, y menos sentir que estuviera invadiendo su espacio personal, podía sentir la corta distancia entre los dos, sin mencionar cuando el mayor le tomaba del brazo, del costado e incluso la mano para guiarlo a alguna parte y hacer que no se tropezara a cada paso, a Max le irritaba.
— ¡Esto es imposible! ¡Ríndete David! Esto no nos lleva a ninguna parte. —se quejó sin poder llegar hacia él con sólo el bastón, David intentaba que pudiera alcanzarlo con solo identificar su voz, pero supo que no podría cuando el muchacho se iba a los lados y desconfiaba de sus propios pasos, a pesar de estar en un espacio grande donde no se podía tropezar mas que con los árboles, que estaban a algunos metros de ellos.
—Debes intentarlo, Max, tenemos que trabajar en agudizar tus sentidos y mejorar tu andar. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti con cada avance, estás mejorando con el Braille y sé que pronto podrás adaptarte mejor a cualquier entorno y seguir a delante con tu vida. — animó David muy positivo, caminando hacia Max.
—Ya comenzaste con tus estupideces. No entiendes lo que es esto, sin poder ver una mierda y que tu mente te juegue una mala broma y cuando crees que vas por buen camino ¡sorpresa! Terminas en el suelo como un idiota, así que hazte un favor y ve la cruda realidad, al menos tú puedes hacerlo. — aclaró hastiado de tanto positivismo, no era la primera, y probablemente no sería la última vez que el mayor le daba frases de ánimos. Por el amor de Dios, ¡estaba ciego! Aunque hiciera estas actividades nunca podría manejar un auto y mucho menos ir a un museo, su vida nunca sería como antes —. Dejémoslo así, quiero sentarme.
—Claro, ven. Por aquí cerca hay una banca. — indicó, guiándolo hasta el lugar señalado.
Al llegar el mayor ayudó al otro a sentarse, soltó un suspiro mirando el rostro sombrío del moreno que miraba un punto muerto, después de unos segundos David sonrió mientras en su mente se formaba una idea.
—Max, quédate aquí. Volveré en unos minutos, no me tardo. — dijo animado sosteniendo las manos del moreno para después soltarlas y correr hacia su habitación.
...
David apreciaba mucho Max, a pesar que su rostro demostrara desinterés hacia todo, por el contrario del mismo, que reflejaban su gran interés. Max poseía una actitud bastante complicada, era tan terco y brusco que varias veces tuvo que tratar algunos de los manotazos que le había propinado al intentar ayudar, aún así lo quería, y no sabía si se debía a su gran deseo de ayudar a todo aquel que entrara a aquella institución o por un no-sé-qué que simplemente le hacia tolerar y querer complacer al muchacho, aunque a veces pidiera cosas que sinceramente no podía dejarle así sin más, podía aceptar algunas de sus peticiones pero otras le aterraba. Que caminara solo, dejarlo en el baño y a los segundos escuchar un golpe, dejarlo bajar las escaleras, y tenía casi prohibido tocarle, okay, eso podría ser aceptable pero, ¿Cómo haría para guiarlo? Su intención no era molestarlo en lo absoluto, era esa especie de preocupación que se genera en cada persona a la que tiene que asistir, porque, ¿Y si se caía y se hacía algún daño? Podría romperse algún hueso y ¿Qué haría David? Sabía que a Max no le gustaba que insistiera tanto en lo que es su trabajo, y si bien hace lo posible de acatar esas pequeñas condiciones, no es como si al final le fuera muy bien.
—Pero ¡¿A dónde se fue?! ¡Max! — gritó alarmado, mirando a sus alrededores en busca del chico moreno.
Vaya que dejar a Max solo no fue una buena idea y menos en un instituto rodeado de árboles, no sabía que hacer, revisar adentro del instituto o adentrarse al bosque... si lo pensaba mejor, la respuesta era obvia. Max quería estar lo más lejos posible de la academia. Desde lo más profundo de su ser estaba esperando que no se hubiese hecho algún daño.
Gritó el nombre del chico por más de seis minutos sin resultados, temía que se hubiera desplomado en alguna parte, quedando atrapado en cualquier parte del bosque, a merced de los animales salvajes o de algún maniático, tenía que encontrarlo antes de que fuera demasiado tarde.
— ¡Max! ¡¿Dónde estas?! — Llamó de nuevo y al cruzar por un árbol, lo vio sentando en el pasto de espalda a David —. Max, ¿Estás bien? — corrió hasta llegar con él y se sentó frente al chico para visualizarle algún daño.
—No, no lo estoy. — admitió apartando sus lentes y limpiando las lágrimas que resbalaban por su mejillas.
David no quería ver a Max de esa manera, quería ver por lo menos una pequeña sonrisa en su rostro. Todo ese tiempo sólo fueron gestos desinteresados, desprecio y algún tipo de tristeza; aunque las ultimas fueran las menos frecuentes.
—Estarás bien, solo tendremos—
— ¡No! ¡Las cosas no mejoraran! ¡Entiéndelo de una maldita vez! — gritó, el dolor y la ira consumiéndolo — ¡Mi vista no regresará! ¡Seguiré en este abismo! Ya no me vengas con falsas ilusiones, acaba con eso, David, ya no más —expresó ahora un poco más calmado pero igual de roto.
David permaneció en silencio un momento, pensando en las palabras correctas para no seguir más profunda la herida — Sé que no regresara tu vista; pero nunca te mentí, estas actividades pueden hacerlo más fácil para ti. — explicó, descansando una mano en su hombro.
—No lo entiendes, no entiendes lo difícil que es para mí, — continuó, tomando la mano ajena y estrujándola con la suya — nunca sabrás lo que siento todos los días, el pánico de no saber con exactitud dónde estás, sólo hallarte con negro y gris. No queda nada a lo que pueda aferrarme, me convertí en un estorbo, ni siquiera sé si sigue valiendo la pena despertar. — formuló con un nudo en la garganta.
Nunca le gustó sentirse tan vulnerable, desde el accidente estuvo muy agresivo y sensible, todo su alrededor era sólo oscuridad, a veces ruidos, su entorno era un completo misterio, no tenía ni idea de quienes lo rodeaban, no conocía a nadie, alcanzaba a diferenciar algunos por los tono de voz, y ahí sólo podía confiar en el dueño de una: David.
Este sabía que no podía aliviar a Max, tal vez ni siquiera podría hacerlo sonreír, pero de algo estaba muy seguro, no se rendiría: —Tienes razón, no sé lo que sientes al despertar, ni siquiera puedo compararlo con alguna experiencia en mi vida... ya no sé de qué forma hacerte entender que aún así puedes superarlo. Si en algún momento te sientes mal, necesito que sepas que puedo estar ahí para ayudarte, sin importar qué, puedes confiar en mi, dame la oportunidad —declaró, con sus manos quitando cualquier rastro de lágrimas, el chico dejándose hacer incluso cuando David no resistió el impulso de rodearlo con sus brazos, devolviendo torpemente el gesto.
El abrazo no duro mucho, ya que Max se alejó al sentir algo extraño sentándose en sus piernas.
— ¿Qué rayos, David? — Reclamó alejando lo que sea que estuviera encima suyo — ¿Qué coño es esto?
— ¡Sorpresa! Es un regalo de mi parte, sé que te cuesta aceptarme como tu guía y creí que un pequeño ayudante podría con las cosas de las que tal vez no creas necesaria mi ayuda —indicó tomando de la mano al moreno y ubicándola en el animal—, es un pastor alemán, será tu perro guía.
Max tocaba desconfiado al canino, aunque rápidamente le tomó confianza —Gracias, supongo, pero no era necesario otro perro guía. — dijo indiferente, levantándose para volver a la academia.
— ¿Otro? ¿A qué te refieres?— preguntó también alzándose para guiar al moreno.
—Nada, regresemos, quiero descansar en algo más cómodo, — dijo sacudiendo su ropa — ¿Cómo se llama el perro?
—No lo sé, ¿Cómo le pondrás? — dijo tomando su mano.
—Se llamará Dam. —expuso tronando los dedos de su mano libre para llamar la atención del animal, y así que lo siguiera.
...
Con toda la ayuda que tuvo, Max iba mejorando poco a poco, a veces llegaba hacer molesto tratar con él; pero, David estaba ahí para él y al pendiente de todo... bueno, casi todo.
—Max, ¿Qué tienes ahí? — preguntó acercándose al moreno que se encontraba sentado.
—No lo sé, tengo rato intentando adivinar, lancé una pelota y esto fue lo que me trajo Dam— señaló, amoldando en su mano lo que tenía.
David al verlo, soltó un jadeo sorprendido y golpeó su mano para que lo soltara.
— ¡¿Pero qué mierda te pasa?! — gritó, sobando sus manos adoloridas.
—lo lamento. Es que lo que tenías era la cabeza de algún animal.
Y esa no fue la última vez, parecía que Dam desarrolló su instinto de caza, matando cada animal que entrara al departamento del chico y entregándole algunos como, un tipo de "ofrenda", al menos no tenía plagas.
...
—Max, tu camisa.
— ¡Maldita sea!— maldijo devolviéndose al baño.
Otra de las cosas en la que Max tenía problemas era con la ropa, se vestía tan rápido que cuando se daba cuenta, la camisa o su ropa interior estaban al revés, aunque nunca le decía de la ultima a David, siempre ponía una excusa para ir al baño y ahí tenía más cautela al cambiarse.
...
La depresión de Max era tan instantánea, era algo que aunque quisiera comprender su por qué, simplemente hacía que el mayor se preocupara demasiado.
—Max. Por favor sal de ahí, hablemos, tomemos un momento para solucionar el problema, ¿Qué dices?— dijo despacio con la frente apoyada en la puerta.
Pero el silencio reinó sin dar ninguna respuesta, sólo para darle paso a una ruidosa música, muy al estilo del menor.
David suspiró tomando una decisión —Está bien, te dejaré solo. Volveré en media hora, pero por favor, no te hagas más daño—exclamó, despidiéndose para retirarse del dormitorio.
Casi siempre prefería dejarlo solo, para que pensara, se desahogara y aceptara lo que tuviera que aceptar, aunque siempre que regresaba, él no estaba de buen humor.
— ¿Necesitas algo? ¿En qué te puedo ayudar? — preguntó al llegar con él.
—No necesito nada, David, estoy bien. — respondió fastidiado, acariciando a Dam.
— ¿Qué parece si vamos a por un café? — propuso tomando el collar del animal y el bastón para el moreno.
—...Me parece bien.
...
Pasaban cinco meses y su relación iba mejorando, Max ya no tenía problemas con el contacto físico de parte de David; pero si lo creía necesario sólo le pedía su espacio, al menos ya no le golpeaba, incluso llegó a tenerle mucha confianza.
—Max, ¿Podrías colocarte algo de ropa?— sugirió, mirando cualquier cosa excepto al chico.
—No veo el problema, además ya no hay más ropa. — dijo caminando por la habitación con sólo su ropa interior puesta, Max podría sentirse un poco mejor consigo mismo por el hecho de haber memorizado su residencia.
—Te dije claramente que sólo tenías un par por el problema en la lavandería, aunque ya está arreglado, estarán empezado a lavar tu ropa. — aclaró, pensando en alguna solución.
—Pues qué lastima tendré que quedarme así. — dijo tocando el mueble en busca de su vaso con agua.
El mayor suspiró desordenando su cabello —Iré a buscar algo que puedas usar, ya vengo. — comentó, saliendo del dormitorio.
David no creía buena idea tener al azabache semidesnudo, podría llegar alguna visita inesperada y encontrarse con él así, no quería malos entendidos, era mejor prevenir que lamentar.
—Es lo que encontré, espero que te sirva... ¿Qué haces? — cuestionó al ver a Max reventándose el coco intentando ordenar uno de esos cubos Rubik.
—Neil me regaló esto la última vez que vino de visita, dijo que tal vez me podría entretener con esto, tiene diferentes texturas para poder- saber como debe ir formado el cubo— aclaró tomando una pausa para expresar mejor a lo que se refería.
—Eso es bueno. Ten, te traje algo de ropa— mencionó dejándola en su regazo.
—Estoy ocupado.
—Max.
—Ugh. Ya, ya. —Se quejó dejando el juguete a un lado, buscó con el tacto hasta identificar la franela, se la colocó y siguió jugando.
—Al menos es algo. — murmuró tomando una sábana y cubriéndolo de la cintura para abajo.
...
—Max, tienes visitas. — anunció David, entrando al dormitorio con dos acompañantes siguiéndolo.
— ¡Max! pero qué bien te ves, pareces un mapache. — exclamó Nikki andando hasta llegar con el azabache y estrujarlo en un abrazo.
—Gracias por tu punto de vista Nikki, me gustaría decirte lo mismo pero supongo que te ves más como un oso rabioso. — sonrió devolviendo el gesto.
La chica soltó una risita, hasta que fue apartada por Neil para tomar su lugar —No estamos para juegos Nikki. Max, creo que tengo la forma de devolverte la vista, sólo tendrás que pasar por unos experimentos para ver los avances hasta el desarrollo final. — expuso, con su mano en el hombro del moreno.
—No seré tu sujeto de pruebas Neil, búscate otro topo. — rechazó, apartando la mano de su hombro.
—... Nos veremos al rato, chicos. Diviértanse. —Se despidió David, dejando solo a los tres amigos.
Neil y Nikki iban dos o tres veces al mes, y a pesar de sus diferencias, Max terminaba con una pequeña sonrisa en su rostro, su compañía era muy bien recibida.
— ¡¿Nikki, qué mierda le estás haciendo a Dam?!— Se quejó al escuchar gruñidos y ladridos.
—Nada. — respondió, y un segundo después soltó un quejido y siguió jugando con el perro a morderse y corretear por toda la habitación.
— Déjala, no hay diferencia para saber cuál de los dos es el verdadero animal —Se burló Neil, lanzando dos galletas de perro al aire para después ver como Dam y Nikki las atrapaban y la comían—, y dime, Max ¿Cómo te va con el guía?
—Él ni siquiera se da cuenta, y yo soy el ciego. — resopló recordando su último intento para provocar al mayor—Eh, Neil, tengo una pregunta. — soltó pensativo.
Asintió con la cabeza y después se sacudió y dijo —Ehm. Sí, dime.
— ¿Cómo es él? — Se sintió un poco incómodo al escuchar una carcajada de parte de la fémina, y un chucheo de Neil.
—Disculpa ¿Qué?
— ¿Cómo es David? No me han dicho mucho sobre él, sólo que es muy alegre, considerado y que si lo necesitas ahí estará, son cosas que ya sé. Pero no sé nada de él físicamente, he notado que es un poco más alto por que sus hombros sobrepasan los míos, pero eso es todo. — explicó frunciendo su ceño.
— Creí que ya lo ¿sabías? Bueno, él es—
—Espera, ¿No sabes cómo luce y quieres tirar con él? —No necesito respuesta, su sola expresión fue suficiente para que el par empezara a reír con ganas.
—Váyanse al diablo. — exclamó avergonzado, cruzando los brazos al escuchar sus burlas.
—No me esperaba esto de ti, Max, pensé que el primero en caer de nosotros sería Nikki, pero ¿Tú?— curioseó un poco sorprendido.
—Él me ha estado ayudando con todo esto, él —Tomó una pausa al recordar el tono de su risa—... mierda, no lo sé. — gruñó con sus manos en la cara.
—Espero que no te mate las ilusiones, con la nueva imagen— habló Nikki tomando lugar para tener una mejor vista de las reacciones de Max.
Neil suspiró y comenzó a describirlo —David es pelirrojo, piel blanca y tiene pecas, sus ojos son de color verde oscuro y su estilo es completamente anticuado. — termino mientras esperaba una reacción de parte de Max.
—Ja, creí que tendría el cabello color café o algo así — divagó sonriendo —, gracias, Neil.
...
¿Cómo podría llegar a quererlo? su comportamiento tan brusco y esa actitud tan desinteresada, ¿Cómo podría siquiera llamar su atención? Su piel morena y el cabello rizado, tan sensual y exótico, sí, claro. Era una suerte que David siguiera siendo su asesor, otro probablemente le hubiera mandado al carajo.
El mayor estaba con él en su dormitorio, le había traído algunos libros de misterio con el sistema de Braille, para que practicara cuando estuviera aburrido.
Aunque nunca lo demostrara ni por asomo, a Max le hacía ilusión tenerlo cerca, escuchar su risa y los pequeños roses al ayudarlo, le estaban volviendo loco. Había caído tan fuerte.
— ¿Max?—Sus pensamientos fueron interrumpidos por el mayor.
— ¿Sí? David— respondió sacudiendo su cabeza.
—Te vi ido. — notó sentado al lado del otro.
—Siempre me veo ido, David.
—Lo siento, no quería decir eso, es que—
—No importa, David — interrumpió soltando un suspiro —, ¿Puedo tocar tú rostro?
Aunque la pregunta lo tomara por sorpresa respondió enseguida— ¿Por qué la petición tan de repente?
—Bueno, no conozco nadie de por aquí, nunca los he visto; y quería saber si es cierto eso de que si tocas la cara de alguien sabes cómo es. —Se excusó, sin saber qué tan falsa o verdadera era esa teoría.
—Está bien, no hay problema. — accedió, dejándose frente al muchacho.
Sí que era fácil convencerlo, así que con un último suspiro comenzó a buscar su rostro con las manos, llegó a sus hombros y subió a la cara, podía sentir un calor intenso en su pecho y los nervios revolviendo su estómago, sus manos comenzaron a recorrer cada parte de su cara, hacía lo posible por no ser brusco y arruinar el momento, sentía una emoción eufórica al estar en ese momento al palpar con sus manos el rostro del otro.
Pudo escuchar una pequeña risa de parte David, la forma en la que sus mejillas se alzaban, este tomó su mano y la arrastró a su mejilla para dejarla ahí y frotarla suavemente.
Max sentía su cara tan ardiente, incluso parte de su cuello se sentía oprimido, sus manos temblaban sutilmente. Quería tenerlo para siempre ahí, gozando de ese sentimiento tan cálido en su pecho, que pudiera tocarlo cuando quisiera y que él correspondiera a gusto. Lo quería todo de él.
Ubicó con su pulgar los labios del mayor y deslizó su dedo suavemente, esperando algún tipo de rechazó de parte del otro, al no ser interrumpido procedió a rozar sus labios con los propios, al sentir a David inculcarse un poco cayó en la realización de que estaba siendo correspondido, algo en él se derretía tan fuerte que agradecía no estar de pie. Eso era lo que necesitaba, qué importaba lo que tuviera que explicar luego, había tantos sentimientos floreciendo en su ser; pero, todo lo bueno no duraba demasiado, sus pulmones exigían oxígenos y de mala gana se alejó para complacer tal petición.
—Max. —Ya había pasado la emoción y tocaba, lo que consideró, la peor parte: explicar su impulso.
—Ehm, David... yo — hizo una pausa para tomar valor—, creo que—
Pero, afortunadamente, lo interrumpió un ladrido, luego se encontraba con Dam sobre él, lamiendo su cara.
— ¡Dam! —Aunque el que era cachorro ya estaba en forma, David sin mucho percance logró quitarlo con facilidad. El animal agitaba su colar y jadeaba.
—Ugh, gracias. — mencionó, quitando las babas con las mangas de su suéter.
—Ni lo menciones... lo de antes...
—Lamento si lo que hice te molestó.
— ¡No! No es eso —Lo escuchó suspirar —, sólo ¿Por qué?
No era sencillo, ¿Cómo podría responder eso? No ha pensado en nada que lo pudiera sacar de ahí... espera, a él no le molestó.
— ¿Y tú por qué no me apartaste? Crees que por ser ciego no hubiese podido con tanto dolor y me pasaría toda la noche llorando, es eso ¿verdad? Me decepcionas, David.
—Absolutamente no, no es nada de eso.
Max desearía por lo menos unos segundos poder ver la reacción del mayor, ahora estaba disfrutando, el otro se escuchaba de alguna manera culpable, como si le doliera que pensara eso, la pequeña sonrisa fue difícil de ocultar.
—Está bien, como soy un buen chico, te lo dejaré fácil. Lo hice simplemente porque quise ¿De acuerdo? No hay nada más profundo. —No pudo evitar pensar en las emociones, y su tono se hizo un poco invisible al final. Sentía su cara arder y esperaba que a pesar de eso no estuviera rojo.
Por otro lado, David pudo ver su sonrojo. La posibilidad se le hacía grandiosa, lo estrechó entre sus brazos y besó su frente, el chico simplemente dejándose hacer.
— Incluso si no sientes nada, estaré aquí, —Esta vez volvió a depositar un beso sobre su rostro haciéndolo un poco más prolongado —, siempre para ti.
Max rodeó sus brazos de vuelta y cerró los ojos —Gracias, David.
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