Capítulo XXXVIII
***
Durante el resto del día no pude permanecer tranquila ni un segundo. Estaba segura que aquéllo que mi armónica me había enseñado era el minucioso plan que Javier y el resto de se pandilla habían acordado para acabar con mi vida y con la de mi padre.
Javier no entendió mi repentino cambio de trato con él. Anteriormente, lo veía como una persona de carácter noble, a pesar de las adversidades. Lo había creído cambiado, ya no veía en él a un psicópata, a un asesino.
Pero pasado un tiempo, y luego de consultar a mi armónica, juré solemnemente que me alejaría de Javier de una vez por todas. Ya no lo veía como a un amigo, sino más bien como un obstáculo en mi camino hacia la libertad.
Para decidir definitivamente cómo iba a ser nuestra relación con Javier desde ese momento, decidí consultarle a mi armónica, mi gran consejera.
La melodía que comenzaría a escucharse no sería perceptible para Javier, afortunadamente, ya que en caso contrario habría intentado explicarme la situación, disfrazada de mentiras piadosas y no tan piadosas.
Pero mi sorpresa fue mayor al descubrir que mi armónica no funcionaba. Necesitaba alguien que me enseñara el camino que debía seguir; de esta manera ya no vagaría por el mundo, sino que lo cruzaría valientemente en búsqueda de un ideal.
Y de esta manera el Sol se puso y dio lugar a la terrible noche. No era porque la noche era aterrorizante, nada de eso. Lo que me tenía petrificada del miedo era el compañero con el que pasaría esta y muchas otras noches. Ahora conocía sus verdaderas intenciones y no tenía más remedio que huír.
Podrían preguntarme a dónde hubiese querido ir,
mas no lo sabía en aquel momento,
de hecho, nunca fui buena tomando decisiones.
Fueron muchas las horas que transcurrieron antes de que yo lograra dormirme. Javier dormía como un (demonio disfrazado de) ángel, y no cesaba de roncar y de moverse hacia un lado y hacia otro.
Me resultaba difícil conciliar el sueño. Permanecí luchando contra mis pensamientoa que me advertían "No te duermas, estás en peligro" o "Dormirte será como morir lentamente".
Luego de la tremenda batalla, en la que mis pensamientos fatalistas lograron vencer a mi voluntad, a mi cansancio y a mi melatonina, decidí por abrir mis ojos y contemplar el hermoso cielo que se alzaba ante mis ojos.
Pude deslumbrarme frente a la siempre brillante Constelación de Orión que, junto a la Osa Mayor y a la Menor, a Las Tres Marías y a muchas otras cuyos nombres yo ignoraba, centellaban el la inmensa bóveda celeste, llenando de luz y alegría el triste recuerdo de una niña desesperada.
Hay veces en las que siento que debo ser poeta, las palabras fluyen de mí en una catarata de emociones que no logro explicar pero consigo manejar.
En aquel momento mi vista se posó sobre el cuerpo de Javier. Descansaba plácidamente boca abajo, abrigado con los pocos jirones que le han ido quedando. Y fue allí cuando pensé que todo esto se podía acabar de un momento a otro. Tan sólo bastaba con tomar un cuchillo o la pistola que Javier llevaba consigo para ponerle fin a semejante situación.
Me decidí. Tomé el cuchillo que habíamos dejado a unos metros nuestros y me dispuse a darle a Javier la misma medicina que Lautaro debió tragarse.
Sujeté el arma blanca a unos centímetros del cuello de mi víctima y me propuse a rematarla de un derechazo. Sin embargo no pude. No pude...
***
Auckland, 10 de enero,
siendo el día del debate...
Finalmente había llegado el día en el que todo un país sería espectador de un asesinato a sangre fría cometido por el siempre amado, respetado, temido y querido Doctor Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic.
El día en que me enteré del nombre completo de este señor comprendí el porqué de utilizar sólo su apellido en la campaña publicitaria.
Al parecer nuestro cliente era más estúpido de lo que nosotros creíamos. En lugar de empapelar la ciudad, como lo había hecho el Doctor Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic, no se preocupó en absoluto por imprimir ni un folleto para promocionar su campaña electoral.
Después de todo, si nuesto plan llegaba a fallar, la derrota de Sir. Markus Zesh Spentish no iba a ser por culpa nuestra sino a causa del escaso interés y el bajo presupuesto que éste había dedicado a promocionar su candidatura.
El debate estaba previsto para las tres de la tarde pero, debido a un terrible temporal que se desató media hora antes decidieron aplazarlo por tiempo ilimitado ya que los periodistas, que eran las personas encargadas de fotografiar, filmar, preguntar y desmentir a los dos políticos allí presentes, se hallaban atascados en el tránsito debido a una fuerte nevada que azotaba a la ciudad.
Los marcos de puertas y ventanas del hotel que daban hacia el exterior se encontraban completamente empañadas por dentro y tapadas de nieve por fuera.
Ese día ninguna persona debía abandonar su residencia ni para trabajar ni para estudiar, de acuerdo con lo que informó un hombre escuálido que decía ser el Ministro de Seguridad de la Nación.
Unas viejas aristócratas chismosas se agrupaban el el loft a discutir sobre política. Se referían, en general, a la injusticia entre los impuestos que debía abonar los de su clase frente a los de las clases media y baja.
Los hombres también discutían acerca de qué podría ocurrir si Markus Zesh Spentish asumía como Jefe Máximo del país. Un individuo enano no paraba de quejarse y de gritar.
- Rueguen señores- les advertía gritando al resto de los presentes- que ese caradura de Zesh no asuma al gobierno. Esto nos llevaría a una tremenda crisis, y a decir verdad, a mi edad ya no estoy para vivir a base de pan y agua.
Al parecer, Markus Zesh Spentish no representaba una tranquilidad absoluta a sus ciudadanos. Lo veían (y bien visto) como un terrible mafioso, capaz de dejar el país patas para arriba.
En Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic, en cambio, veían la esperanza de seguir adelante, de un futuro pacífico y seguro.
Tal vez muy pronto podamos hacerlos cambiar de parecer...
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