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Capítulo XXXV

***

- ¡Esa armónica está maldita!- Estalló Javier.

Yo seguía observando la situación y analizando el porqué de la conducta de mi acompañante.

El asesino comenzó a analizar la armónica con detenimiento. No podía comprender cómo un pedazo de metal podría sangrar. No pudo contener su curiosidad y me realizó una pregunta, algo que pensé que mucho antes me la haría.

- ¿Te molestaría que dejemos de lado un poco mi historia? Me gustaría preguntarte cómo conseguiste esta cosa- sugirió Javier, enseñándome la armónica que ostentaba en su mano.

- Está bien, por una vez el curioso serás tú- le dije riendo.

- Ahora basta de rodeos y cuéntame de una vez por todas cómo la obtuviste.

- Cuando yo era pequeña, a mis once o doce años, mi padre comenzó a llevarme a clases de piano. No era porque me gustara, nada de eso, odio el piano y todo lo que simboliza.

》En realidad, era pésima en el piano. Sin embargo, nuestra profesora, la señora Nachwaver, insistía en formar una orquesta entre todos los chicos de la escuela.

》Comenzaron las prácticas. El único problema de la gran orquesta era la pianista. Mi maestra le advirtió a mi padre que, si seguía así, reprobaría música.

》No quería desaprobar, tampoco quería quedar como una inútil frente a toda mi clase. Por lo tanto, le pedí a mi padre tomar clases de piano en la Academia Bach. Él aceptó.

》A duras penas cursé mi primer año en la academia. Pero, cuando mi padre quiso renovar mi inscripción para el año entrante no pude seguir con esa farsa.

》- Ya no soporto a esta vieja ni un segundo más. Tocar el piano es para gente aburrida- reclamé ofuscada.

》Mi padre insistió, pero su perseverancia fue derrotada por mis súplicas. Fue el mejor regalo de cumpleaños que pude haber recibido.

》Mi padre fue con mi antigua profesora y se disculpó.

》- Lo siento, señora Vega, mi hija se ha rehusado a volver a tomar clases con usted.

》La señora, sin abandonar su característica seriedad, ni se inmutó y regresó a la academia.

》Mi padre abandonó el sitio algo molesto. Y estaba en la esquina cuando la señora lo alcanzó y le dijo.

》- Tome, Señor Ferrero, entréguele esto a su hija,- le dijo extendiéndole esta misma armónica- es un regalo.

》- Gracias,- dijo mi padre, duditativo- pero no creo que le tampoco guste tocar la armónica.

》- Con probar no perdemos nada. Además, no perdemos nada con intentarlo. La ví muchas veces escuchando a escondidas a Uriel Oliván, mi alumno experto en tocar la armónica y todo tipo de instrumentos de viento.

》En ese momento, mi padre no notó lo "especial" que ella podía resultar. A decir verdad, cuando la ví, yo tampoco encontré nada excepcional en ella.

》No fue recién hasta este año cuando la recordé, justo cuando mi profesor de música nos sugirió que aprendiéramos a tocar un instrumento de viento.

》Fui al ático y abrí un enorme baúl lleno de telas de araña. Para mi sorpresa, la armónica se hallaba impoluta: ni una mancha, ni un rasguño, ni un poco de polvo...

- Bueno, de este modo termina mi historia. No es tan emocionante como la tuya.

- Al contrario, muero de ganas de hablar con la Señora Vega y, en especial, me gustaría reencontrarme con tu padre- insistía Javier.

El impulso asesino de Javier aún no se había apagado. Y ya era demasiado tarde para hacerlo.

***

Auckland, 7 de enero,
por la tarde...

- Disculpe, ¿esta es la habitación del Señor Manuel?- me interrogó la recepcionista por teléfono.

Y yo, con mi voz de dormido (ya que el sonido del maldito teléfono había interrumpido mi placentero sueño) alcé el tubo muy inquietado, para preguntarle:

-Sí, soy yo. ¿Ocurrió algo grave?

No, señor,- me tranquilizó la mujer- le llamo para informarle que un hombre lo espera a usted y a su amigo urgente.

- ¿De quién se trata?

- Nada menos que del candidato a Primer Ministro de nuestro hermoso país- me informó orgullosa la recepcionista.

- Ya vamos en un minuto. Espere a que me ponga los pantalones y bajo.

Acto seguido, toqué la puerta de la habitación de mi jefe, que se hallaba a la derecha de la mía y le comuniqué que Zesh nos esperaba en un enorme vehículo.

Mi jefe refunfuñó y se decidió por abrir la puerta. Bajamos por el ascensor (descender por las escaleras sería un delito para mi jefe) y fuimos al encuentro de nuestro "cliente".

Me sorprendí al verlo por primera vez en persona. Tan obeso que parecía una bola, cabello entrecano, grandes bolsas debajo de los ojos, mirada criminal y huidiza, piernas cortas y un gran sombrero cubriendo lo que parecía ser los últimos restos de una hermosa cabellera rubia.

La cara de la recepcionista,en cambio, no me resultó familiar también. No era la misma que nos atendió ayer, no me cabía ninguna duda.

Otra cosa que me sorprendió fue el hecho de que ninguno de los turistas presentes en el loft se inmutó al ver al futuro funcionario.

- Todo esto es muy extraño- le susurré a mi jefe mientras nos subíamos al vehículo rumbo a la Bologne Sur Mer.

El viaje fue corto pero placentero. Tanto a mi jefe como a mí se nos comenzó a formar una idea de qué quería realmente Zesh.

- Pero es algo imposible- mi jefe se rascaba la barbilla, lo que significaba que estaba inmenso en sus pensamientos.

En las calles se palpitaba un ambiente de tensión política. Los integrantes de cada bando buscaban defender sus intereses. Nadie cedía. No hacían caso al viejo dicho que dice "Nunca hables de fútbol, política y religión en la mesa". No estaban cenando, pero el sabio refrán se aplica igual.

El coche estacionó frente a una linda casa amarilla. Si bien era lujosa por dentro, afuera simulaba ser la de cualquier mortal. Sin dudas, una buena estrategia política.

Una vez dentro de la casa Zesh nos citó a las diez de la noche en la sala de reuniones. Aún quedaba bastante tiempo como para ver televisión.

Mi jefe no paraba de practicar el modo en el que le presentaría sus planes a nuestro "cliente". Por mi parte, disfrutaba sanamente del ocio.

Después de hacer zapping me decidí por ver una telenovela. Los personajes eran interesantes pero los actores eran realmente terribles.

Decidí, entonces, esperar cinco minutos más, aguardando a las nueve de la noche, horario en el que sin dudas la programación cambiaría.

Luego de sufrir cinco minutos, llegó un flash informativo. "Hay un nuevo millonario en Auckland", "Asalto en la casa del alcalde Davis, se sospecha de... bla, bla, bla...", "Escapa de la cárcel el ladrón que fue detenido ayer en el aeropuerto".

No podía creer lo que oía. Pero la voz era clara: "Escapa de la cárcel el ladrón que fue detenido ayer en el aeropuerto".

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