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Capítulo XXXIV

***

Nuevamente, era mi armónica la que me advertía que permanecer sola, o mejor dicho, acompañada por Javier era una terrible idea. Algo malo me ocurriría tarde o temprano, y ella lo sabía.

Javier se quedó atónito al ver a la armónica sangrar, y se le vio aún más sorprendido cuando, al correr la sangre y comenzar a gotear de mi brazo, una diminuta letra 'ele' quedó formada en el agua.

- Necesitaremos comida pronto. Deberíamos salir a explorar el lugar- me sugirió, buscando cambiar bruscamente el tema de nuestra conversación.- Tal vez- supuso- nos hallemos más cercanos a tierra de lo que creemos. No tenemos nada que perder, el agua ya no representa un peligro.

Asentí con la cabeza. Aún estaba paralizada por el miedo. Tantas situaciones extrañas ocurridas sucesivamente no eran coincidencia. Mi armónica quería decirme algo a gritos, mas yo no era capaz de escucharla.

- La ausencia de gaviotas nos dice que peces ya no hay. La gran mayoría debe de estar muerta. Debemos encontrar una alternativa.

Javier intentaba desconcentrarme. Estaba claro que nos faltaba la comida, pero la situación no era tan apremiante como para justificar su prisa.

- ¿Puedes continuar con tu historia?- Le pregunté, algo tímida.

- Es que... la falta de comida... nuestra situación es difícil...

- No busques excusarte. Ambos sabemos que no estamos muriendo de hambre. Mira,- le propuse- hagamos un trato: nos sentaremos en aquel tronco a descansar y, mientras esperamos a nuestra presa, continúas con su historia. ¿Qué dices?

Javier alzó sus ojos hacia el cielo. Seguramente estaría pensando "Siempre te sales con la tuya, maldita entrometida".

Se limitó a decir que sí. Un "sí" seco y decisivo.

》De pronto, y sin que yo pudiera notarlo, la cortina que cubría la ventana de una casa deteriorada que se encontraba al final del callejón y que, además, permitía ver hacia afuera, se abrió. Una silueta comenzó a presenciar el asesinato, sin que ninguno de nosotros dos lo supiera.

》Ignorando la cortina que acababa de correrse por la acción del viento, ataqué al niño. El filo fue a parar a su corazón. Fue un espectáculo terrible, créeme.

》Una vez concluida mi misión, regresé apresurado a mi casa. Eran las doce menos diez y mi madre necesitaría el cuchillo para degollar a una nueva gallina.

》Oculté el cuchillo entre mis ropajes y regresé rápidamente a la avenida. El filo del enorme cuchillo me raspaba las piernas y me provocó unos cuantos cortes inofensivos, pero no menos profundos.

》Una vez que hube llegado a casa, decidí entrar por la ventana de mi habitación. Mi madre, seguramente, estaría de compras y no podía permitir que me viera fuera de casa y con el cuchillo a mis espaldas.

》Por lo tanto, me aferré a una fuerte enredadera que conducía hacia mi habitación y lentamente comencé mi ascenso, el cual se tornó aún más dificultoso a causa del cuchillo que llevaba oculto.

》Pero cuando llegué a la ventana de mi habitación me encontré con una gran sorpresa...

- Espera un segundo- interrumpí, calmada, su relato- y mira mi armónica.

Una vez más, el aparato metálico comenzó a sangrar. Un nuevo crimen se avecinaba...

***

Auckland, 6 de enero,
siendo casi el mediodía...

Era la única manera de terminar con él. Ya estaba detrás suyo cuando la voz de un niño asustado alertó a mi víctima.

- ¡Mami! ¡Van a matar a ese hombre!- Exclamó el temeroso pequeñín.

El amenazado cargó su metralleta, y se volteó. Nuestras miradas se cruzaron.

- Al fin nos reencontramos- dijo el portador del arma.

Sin darle tiempo a atacarme, lo ataqué con el cuchillo, el cual fue a parar directamente a su corazón. Mas el mafioso no se detuvo.

Instintivamente, ataqué ahora a la mano que portaba la pistola. Los primeros disparos sonaron y pasaron rozando mi cabeza.

Sin embargo, pese a tener la estadísticas en mi contra y gracias a una vieja maniobra de jiu-jitsu, logré apoderarme de su ametralladora.

Luego, la amenaza.

- ¡Que ninguno de los matones se mueva o su jefe muere!

Mi jefe pensó rápido y dio una orden al oficial de policía.

- Oficial, arreste al líder de la banda.

Rápidamente, y gracias a mi ingeniosa maniobra, el pequeño grupo de asalto de Antonio fue capturado hombre por hombre. En total, cincuenta y tres mafiosos fueron llevados inmediatamente en cuarenta patrulleros.

El jefe de policía nos estrechó la mano con fervor, felicitándome por la valiente hazaña.

- Esto es bueno:- me susurró mi jefe al oído mientras nos dirigíamos a la salida- tenemos a la policía de nuestra parte. Y no sospechan ni la mitad...

Lo mejor que le puede ocurrir a dos asesinos extranjeros es que la policía esté de su lado.

Una vez que llegamos a una imponente cabina telefónica que se alzaba sobre la vereda, mi jefe habló:

- Tenemos fama de personas respetables y buenos mozos. Debemos cuidar nuestra reputación y actuar para complacer a Zesh. No hagas nada que te comprometa.

Mi jefe marcó el número del político corrupto. Tumb... tumb... tumb...

Nada. Nadie. Al parecer, Zesh no estaba en casa.

- Inténtalo nuevamente- le sugerí.

Esta vez, obtuvimos una respuesta.

- Hola viejo Zesh, ¿cómo anda todo por allí?

- ¡¡Pésimo!! Las encuestas dicen que no tengo ninguna oportunidad contra Firkuy y perderé las elecciones. ¿Qué han estado haciendo en este tiempo?

- Ganándonos la confianza de la policía- replicó, orgulloso mi jefe.

- ¿Para después traicionarlos? ¡Excelente plan!- Nos felicitó socarronamente Zesh.

- ¡Espera un poco viejo imbécil! No te apresures, y mucho menos subestimes lo que Manuel y yo podemos lograr.

- ¿Acaso no eran tres ustedes? ¿Qué ocurrió con el pobre Javier?

- Tuvimos un incidente con la policía de nuestro país y recibió un balazo en la pierna. Por lo tanto, lo dejamos custodiando a la niña de la que ya te hablé.

- ¿Entonces me dices que el más ágil de la banda (y me arriesgaría mucho al suponer que debe ser el más inteligente) no está aquí? Tengo sólo a un hombre capaz de correr- depués de sus desquiciados gritos, el viejo se calmó.-Bueno, bueno vengan mañana a la Bologne Sur Mer 234. Voy a ver de qué me sirven un hombre y medio...

- ¡Muérete!- Estalló mi jefe, reventando la puerta de la cabina telefónica.

Aunque, pese a todo, Zesh puede que tuviera razón. Después de todo, nuestros últimos crímenes no han salido como nos habría gustado.

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