Capítulo XXVIII
***
Los primeros rayos de Sol de la mañana iluminaron mi rostro y me desvelaron. Javier aún dormía.
Visto de ese modo, parecía un ciudadano normal, tranquilo y dulce. Pero al despertar todas su verdadera personalidad sale a la luz.
Decidí dejarlo dormir un rato más. Aunque me hallaba realmente hambrienta recordé que mi padre siempre me decía que un buen descanso es la base de una vida saludable.
Los pájaros regresaron. Las bandadas volaban buscando comida, más no encontraban nada. Esto me decepcionó, ya que consideraba que si los expertos en esta materia no lograban hallar comida, aún menos lo lograríamos nosotros.
Pero yo recordaba la afirmación de Javier y confiaba en él. No podíamos fallar, no debíamos fallar.
Una brisa comenzó a ondular mi cabello y a refrescar el caluroso día. Mientras tanto, yo esperaba tranquilamente a que Javier despertara.
De pronto, la brisa lo regresó a nuestro mundo. No se desveló de la mejor manera.
- ¿Qué ha ocurrido?- preguntó con voz ronca, de recién despierto.
- Me llevaste a aquella casa, huí, se largó a llover, un rayo partió este árbol...
- ¡Espera! Ya fue suficiente. No me refería a cómo llegamos aquí sino por qué nos alejamos del naranjo.
- Eso fue culpa del viento.
- Pero tú también eres responsable- Javier buscaba recriminarme. Se ve que no ha cambiado mucho después de todo.
- Yo no puedo controlar el viento.
- ¡Pero sí nuestra balsa!- Javier estalló de ira.
Con el correr de los minutos reflexionó sobre sus palabras y se retractó.
- Lo siento, Mina- se disculpó, colocando su mano sobre mi hombro, acompañando su disculpa con ese gesto masculino tradicional de pedir perdón.
No estaba molesta. Ya me venía acostumbrando a sus cambios de humor repentinos. Supongo que eso pertenece a su persona, a su esencia. Una persona no puede cambiar completamente. Eso sólo existe en los libros.
- ¡Apurémosnos! ¡El agua está descendiendo! Es nuestra última oportunidad. Si fallamos quedaremos navegando sobre el lodo y nos moriremos. Es tiempo de remar.
Javier despertó de nuevo con otro ataque de furia.
- ¡Maldición! Este viento nos aleja cada vez más. Ya no puedo percibir el naranjo. Estamos perdidos.
Y allí, rodeados de plantas caídas, como en un bosque talado nos encontrábamos. No se oían animales. Estaba claro que habían encontrado alimento muy lejos de aquí. O estaban muertos. Eso nunca lo sabremos.
- ¿Y ahora qué hacemos?- lo indagué.
- Yo que sé, esperar que algún bicho gordo pase por aquí, matarlo y comérnoslo.
- Bueno, y mientras esperamos... ¿por qué no me cuentas un poco más de aquella historia?- propuse.
- Ahh, niña, niña. Siempre saliéndote con la tuya.
- Por favor- le rogué- aunque sea hasta que encontremos comida.
- ¿Estás preparada? Aquí viene lo peor de la historia. Seguramente, y aunque no me lo digas, mientras escuches la historia te quedarás pensando en muchos aspectos de mi vida y querrás conocer más y más.
- Prefiero correr ese riesgo- refuté, escondiendo tras la dureza de mi respuesta el enorme miedo que sentía por volver a escuchar algo relacionada con ella.
- Lo pensaré- dijo distante tratando de posponer la historia un rato más.
Y ahora comprendo el porqué de su accionar y lo entiendo perfectamente. ¿Acaso merece que lo llamen hombre?
***
Budapest, 1 de enero,
mientras todos celebraban...
Coincidentemente, sonaron las campanadas de un templo cercano. Acto seguido, la población comenzó a festejar la llegada del nuevo año con fuegos artificiales iluminando el cielo.
Y con el fondo de fuegos artificiales, que para nosotros estaban festejando la caída de Antonio, regresemos a nuestra escena que ya nos quedamos sin luz.
Mi jefe le arrebató a Antonio el sobre verde de las manos y se dirigió impaciente a descorchar una nueva botella de champagne. Pero esta vez, no volcó todo el veneno en una copa.
- No fallaremos esta vez- prometió mi jefe- y es por ello que envenenaré todo el contenido de la botella y tú lo beberás lentamente.
Antonio no se veía intimidado por las palabras de mi jefe, ni tampoco por el sobrecito que éste no paraba de sacudir frente a sus ojos.
El veneno ingresó lentamente en la botella recientemente descorchada. De a poco, el polvo se fue disolviendo hasta lograr una textura completamente homogénea. Todo estaba listo. Era el momento de la verdad.
Mi jefe caminó hacia nosotros sosteniendo una copa de champagne llena, con el sonido de los fuegos artificiales por detrás.
De pronto, tropezó.
- Nunca lograrás presenciar mi muerte- vociferó Antonio.
El causante de aquella caída había sido el Señor Bigotes. Mi jefe se levantó, sacudió el polvo de su chaqueta y despidió al gato de una patada por la ventana.
Ni siquiera se inmutó por los quejidos del animal al estrellarse contra el ventanal y llenar la casa de vidrios. Muchos de ellos fueron a parar cerca nuestro.
Enfadado, mi jefe fue a buscar otra copa.
Mientras tanto, mi deber era evitar una segunda interrupción por parte del felino. Le prometí a Antonio que si esa porquería volvía a aparecer por este lugar, serían enterrados juntos despiés de haber sido degollados vivos.
Luego de eso, mi jefe regresó sosteniendo la segunda copa con mucho más cuidado que a la anterior, y con el ceño aún más fruncido.
- Bebe o te vuelo la cabeza- lo amenazó- y nada de trucos.
Antonio esperó unos segundos y respondió:
- Alcánzamela. Quiero acabar con esto de una vez por todas.
Y así fue. Antonio bebió de un sólo sorbo la copa completa, y abandonó el mundo para siempre.
- Nuestro trabajo aquí está terminado- sentenció mi jefe, pateando al cadáver para asegurarse de que se hallara completamente muerto- ahora vamos por lo que realmente nos importa: ese maldito cubano. Nada ni nadie nos puede parar.
Por mi parte, me hallaba impactado por lo que acababa de presenciar. No era mi primer asesinato, eso está claro, pero esta vez sentí algo diferente, presencié una situación no tan feliz para nosotros.
Finalmente, abandoné a todas esas voces que retumbaban en mi cabeza dentro de la casona que le serviría de ataúd a Antonio.
Y de ese modo nos alejamos la casona, a paso de hombre, con un cadáver envenenado, un montón de vidrios en el piso y un gato que observaba antento toda la situación.
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