
Capítulo XXVII
***
"Mi cabeza dejó de dar vueltas,
sin embargo mi cuerpo no sabía como responder. No era dueña de mí misma. Pero, de todos modos, si estoy aquí será por algo. La vida podría haberme dejada desparramada, quieta, como un muerto al cual los animales carroñeros descuartizan. Dios quería que mi vida no acabase en ese momento. Esa era una de las tantas pruebas que había decidido imponerme durante toda mi vida. Una más, nada menos que seguir viva..."
Fueron esas las palabras que recordé justo unos segundos antes de alcanzar el tronco. Mis palabras seguían vivas. Mi diario vivía dentro de mí, y yo quería seguir luchando para sobrevivir.
Javier tomó dos enormes ramas y las partió a la mitad, logrando así unos excelentes remos que nos servirían para escapar de aquella situación.
Poco a poco y con el correr del tiempo, la lluvia se fue apaciguando. Los pájaros regresaron pero no encontraron sus nidos en pie. El cielo comenzó a liberarse de esa capa gris que opacaba el brillo del Astro Rey.
Mientras tanto, nosotros remábamos lentamente. Mis brazos no eran lo suficientemente fuertes para soportar esa difícil tarea, pero los de Javier, en cambio, se hallaban preparados para cualquier cosa.
A medida que el cielo se fue despejando y la tormenta se iba esfumando, Javier se descontracturaba y se tomaba todo con más calma.
Eso sí, aún se hallaba algo débil debido a la falta de hambre. El último bocado que habíamos probado había sido la exquisita cena de unas noches atrás en aquella casa en la qie se había hecho pasar por mi novio.
Nuestra situación peligraba. Si no conseguíamos comida en las próximas horas estábamos condenados a morir de hambre. Y para mal de males, todos los árboles con frutos se habían volteado a consecuencia de la violenta tormenta.
Los pájaros comenzaron a regresar con ramas en su pico, indicando que la tierra estaba cerca.
- Sugiero que los sigamos- recomendó Javier rompiendo el silencio- si hay alguien que sabe sobre frutos comestibles son los pájaros.
Y luego, exclamó:
-¡Gira el bote Mina, gíralo!
Me volteé. De pronto, un águila pasó volando sobre nuestras cabezas.
- La seguiremos. Rema rápido aunque te quedes sin fuerzas. Ella es nuestra única salvación.
El águila sobrevolaba el lugar, estudiando el terreno, buscando sitios habitables y frutos comestibles, mientras vigilaba a los dos intrusos que se disponían a seguirla.
Muchos kilómetros recorrimos tras el águila.
- ¡¡Rema, se nos escapa!!- Javier no paraba de estallar y exprimía sus fuerzas para no perder de vista al enorme pájaro que se hacía más pequeño cada vez.
Esa situación me remitió a mi infancia, cuando corría en el coche detrás de la Luna, en una carrera en que yo siempre salía derrotada.
Me pregunté si Javier alguna vez habrá tenido momentos felices en su infancia. Estaba segura de que los tuvo. No siempre su vida debió haber sido una porquería. Seguramente, si lo piensa tan solo un momento, logrará afirmar "Recuerdo el día en que..." ; "Extraño hacer..."... Todo es cuestión de tiempo.
- ¡Maldita sea!- exclamó Javier al notar que el pájaro se había perdido entre las nubes.
Y allí nos hallábamos, solos, abandonados en medio de un bosque, sin comida, pero con sobrecarga de agua.
Javier achicó los ojos y afiló sus sentidos. De a poco su vista y oído de criminal (debo admitirlo aunque ya no lo vea de ese modo, pero es la verdad) esbozaban siluetas imperceptibles para cualquier mortal.
- Si mis ojos no me engañan, estamos a una milla y media de un árbol frutal, un naranjo, según creo. Tal vez mañana en la mañana, si el viento nos favorece, lo alcanzaremos.
Y de ese modo y con esa incertidumbre nos fuimos a dormir, Javier pensando en hallar comida y recuperar fuerzas y yo cuestionándome varios puntos del relato que se había visto interrumpido por la caída de un rayo.
***
Budapest, 31 de diciembre,
ya anocheciendo...
Antonio se quedó estupefacto ante la llegada de mi jefe. Estaba claro que eso no figuraba en sus planes.
- Hola Antonio, ¿cómo estás? Debo reconocer que fue genial tu idea de disfrazarte de anciana. Ridículo. Cualquier persona se daría cuenta de que esa vieja no era vieja. Te salió el tiro por la culata. Excepto por- en ese momento, mi jefe tosió, indicándome indirectamente que yo había sido el único ingenuo que cayó en su trampa.
Antonio estaba colorado de la rabia. Asimismo, tampoco podría recurrir a la pistola que escondía tras su camisa, ya que el caño del arma de mi jefe lo obligaba a inmovilizarse.
Estaba perdido. Mi jefe, o Josep, como él mismo prefirió llamarse al presentarse frente a Antonio aquella vez, al fin logró su cometido.
- Bebamos a tu salud, agradable Antonio.
El matón no podía creer que la situación por fin se había revertido.
- Libera a Manuel- le obligó mi jefe, mientras sostenía en su mano la botella de champagne que hacía un momento Antonio había tomado con el objeto de quitarme la vida.
Una vez que yo estuve libre, mi jefe le dio una segunda orden a Antonio, aún más terrible que la primera.
- Llévame hasta el lugar donde escondes este veneno.
- No tengo más de estos sobrecitos- mintió, intentando salvar su pellejo- solamente contaba con este- dijo, señalando el paquetito verde que ahora estaba vacío.
Mi jefe colocó la pistola en la sien de Antonio.
- ¿Estás seguro de que no guardas ese maldito sobre en algún lado?- preguntó, mientras presionaba cada vez más la pistola contra la sien de criminal, a quien habíamos amarrado a una silla para evitar que escape.
-Ahora que lo pienso, existe un segundo sobre escondido en esta habitación. Nunca lo encontrarán a no ser que me desamarren y yo mismo, personalmente, se los alcanzaré.
- Está bien- se resignó mi jefe- pero nada de trucos.
Mi jefe me lanzó dos pistolas recién cargadas y aseguró todas las puertas y ventanas cubriéndolas con muebles y adornos pesados.
Una vez que hubo terminado su tarea, me ordenó que desate a Antonio.
Una vez que estuvo libre, el traidor se levantó lentamente de su silla y, a darse cuenta de que se hallaba rodeado, se dirigió hacia la cucha del Señor Bigotes, levantó una baldoza y regresó luego de unos segundos, con un sobre idéntico al que había volcado en mi copa, dispuesto a aceptar su final.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro