Capítulo XLVI
***
Me despierto tosiendo gravemente. Mi nariz siente acidez y mi rostro se encuentra empapado. Aún ignoro a qué sustancia estoy siendo sometida.
Levanto mis párpados y me encuentro con la cara de Javier a tan sólo unos centímetros de la mía, esperando impaciente a que yo despierte. En su mano derecha sostiene un vaso, en el cual aún quedan unos vestigios del agua que anteriormente me hubo arrojado. Al parecer, fue tan brusco su baldazo que casi muero ahogada.
Logro mirar aunque sea al revés el reloj dorado que cuelga de la muñeca izquierda de mi acompañante y, al interpretar la ubicación de las manecillas, me entero de que solamente restan treinta minutos para mi próxima prueba. Me resulta imposible de imaginar el hecho de haber pasado manecido durante más de veintidós horas en estado de trance, consecuencia del horroroso castigo que me había sido impuesto.
Javier me tiende la mano y me ayuda a levantarme. Y es enese momento en el que me doy cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, me encuentro recostada sobre un colchón.
- Apúntate, holgazana,- la voz de Javier vuelve a tomar su habitual tono imperativo- come unas galletas y prepárate para el juego de hoy- y diciendo esto sonríe, mostrándome la muñeca que tiene escondida detrás de sí.- Estoy segura de que nuestra amiga ya lo está...
Y tras decir eso me arroja una bolsa de galletas, que no logro atrapar en el aire y termima hecha trizas en el suelo. Pero en este momento lo que menos me preocupa es que si las galletas que comeré se encuentran sanas o hechas puré.
Faltando ya cinco minutos para las seis de la tarde, toda la banda se presenta en la habitación y toca mi puerta. Me obligan a seguirlos en silencio ya que de lo contrario no dudarán em disparar sus nueve milímetros contra mí.
Manuel me toma de los brazos suavemente y me indica que comience a caminar sin decir ni una palabra. Se molesta en hacerme daño porque sabe que no me resistiré. No soy tan estúpida como para intentar recrear la película Matrix.
Tras atravesar unas sucias y putrefactas escaleras de madera, llegamos a un oscuro sótano, en donde las paredes se hallan rajadas y el techo amenaza com venirse contra nosotros. Allí, encuentro a la muñeca inmóvil, sujetq a la pared, con una multitud de cuchillas clavadas a su alrededor.
Una vez allí, me esposan a la pared con dos argollas independientes entre sí que se encuentran atronilladas a un gigantesco muro.
Pero mi verdadero temo surge en cuanto noto una pequeña mesita, la misma mesa ratona de siempre, en donde se pueden ver dos gigantescas cubetas plateadas. Al igual que Javier, Manuel se coloca detrás de la pequeña tabla y decide narrarme la prueba a la que deberé enfrentarme en unos minutos.
- Como verás, Mina, te trajimos al sótano para que te enfrentes a la próxima prueba, la cual consiste en arrojarte, alternando entre Javier y yo, veinte filosos cuchillos que, o bien quedarán sujetos a la pared o quizá logren atravesar tu carne.
》Juro solemnemente que, una vez que superes esta prueba, te liberaremos de tus ataduras y no deberás preocuparte por tu vida hasta dentro de las veinticuatro horas subsiguientes. ¿Estás lista para enfrenrarte al filo de nuestros cuchillos? Debo advertirte que varios villanos han envidiado mi puntería más de una vez. ¿Y qué dices? ¿Te atreves a jugar?
***
Auckland, 13 de enero,
30 horas antes de la elección ...
Ernest Fuller declaró a viva voz frente a todos los medios de comunicación que había encontrado a un hombre que podía hacerce cargo del Caso Firkuy, así era como los miembros del Frente por y para la Unidad Nacional lo habían bautizado.
- Les presento a Martin Giuseppe Lemon, más conocido como el Inspector Lemon. Él, al igual que yo, piensa que en este caso hay puntos que no concuerdan y está dispuesto a revelar la verdad.
- ¡Jefe! Venga un momento- le solicité, aterrado. Y una vez que hubo llegado agregué- Este hombre- susurré señalando al famoso inspector que se podía ver en la televisión- presume ser capaz de deschavar nuestro truquito. Tiene cara de charlatán pero igual temo que tras esa carcasa esconda una mente superior.
- Míralo- me señaló mi jefe-, en serio crees que ese hombre será capaz de desenterrar este misterio. A juzgar por su apariencia, me da la impresión de que tiene menos cerebro que un pez.
En realidad, nadie podría tomar en serio a ese señor con esos pantalones a cuadros, su melena despeinada y mal teñida de rubio platinado, sus ojos saltones y su amplia nariz, que era causante de chistes como "¿Qué es lo que tiene en manos señor Lemon? Puede resultar una prueba importante contra el asesino, estoy seguro de que usted lo conoce pero yo NOSE nada". Al parecer, todos los neozelandeces se han burlado de este hombre al menos alguna vez en su vida.
- Lo primero que tengo que hacer- declaró el inspector- es tomar contacto con el joven al que le robaron momentos antes del disparo final. Creo que él sabe algo que no y está muy interesado en que nosotros lo ignoremos.
No pude contener su asombro ante las palabras del inspector y comencé a temblar, volcando mi té por encima de una inmensa alfombra de piel de tigre sintética. Mi jefe, al notar mi nerviosismo (no hacía falta ser un expetimentado fisonomista como para darse cuenta de algo obvio) se limitó a apoyar una de sus enormes manos sobre mi hombro izquierdo mientras que me decía al mismo tiempo:
- Tranquilo compadre, no conseguirán encontrarnos. En este hotel nos hemos hospedado con nombres falsos. Además, ten en cuenta de que Zesh y su dinero están de nuestra parte.
Al pronunciar esas palabras me calmé de inmediato. Debo felicitar a mi jefe por encontrar siempre el lado positivo de la situación y de arriesgarse para conseguir cualquier cosa.
Tomé el teléfono inalámbrico que se encontraba sobre la mesita de luz y me dispuse a marcar el número de Zesh.
- ¿Acaso eres imbécil?- me detuvo mi jefe.- ¿O no te das cuenta de que la policía pudo haber pinchado ese teléfono? A partir de este momento no intentes comunicarte por teléfono con Zesh ya que cualquiera podría rastrearte. Será mejor visitarlo en persona.
- Pero ya me conocen allí.
- Lo sé- asintió, como si hubiera previsto una respuesta para la estúpida pregunta que supuso que yo habría de formularle-, no lo visitarás como Manuel, pierde cuidado. Sígueme y te mostraré lo que soy capaz de hacer por dinero. Porque de eso se trata nuestro trabajo, ¿no? Nadie comete un crimen por amor al arte.
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