Capítulo XLIV
***
- Ven aquí- me ordena el único matón de la banda cuyo nombre desconozco- y trae a esa sucia representación tuya contigo- dice, refiriéndose a la vieja muñeca de cuero que me había sido entregada la noche anterior.
Sus grandes y ásperas manos cubren mi rostro mientras otro hombre me venda los ojos con un sucio y polvoriento pañuelo que me hace estornudar apenas mi nariz entra en contacto con él.
- Vamos, camina- Javier pronuncia cada palabra a su debido ritmo y tono, tratando de ocultar su felicidad. Es como un niño que acaba de recibir un dulce en sus manos.
Llegamos a una gran sala en la que se podía observar dos grandes ganchos colgando del techo. Me pregunto quién ha de morir junto a mí.
Cuando el pañuelo deja de obstruir mi visión y me siento libre de mis ataduras me encuentro con el jefe de la banda, el cual empuña un revólver y no cesa de apuntarme.
- Ven, toma asiento Mía- me indica éste dándole tres palmadas a una silla que se encuentra a su lado, como una invitación para que yo me le acerque- vamos a charlar un poco.
El matón comienza a pronunciar su monólogo en el que cada nueva palabra resulta aún más terrible que la anterior. Su tono de voz es grotesco pero triunfador a la vez.
Ahora mismo me encontraba ante mi "juez" el cual decidirá de qué manera ha de morir la prisionera. Definitivamente, este es el fin de una corta vida. Y es en este momento en el que me doy cuenta lo injusta que he sido con todos aquellos que me rodeaban e intentaban darme una mano para superar los momentos más difíciles. Si algo he aprendido a lo largo de este pequeño camino es que la vida nos presenta muchos obstáculos, pero cuando derrotamos a la adversidad nos sentimos plenamente libres.
El viejo Pata de Palo golpea con un martillo la mesita ratona en la que una vez yo supe encontrar una partida inconclusa de póquer y de esta manera el "juicio" comienza.
- Querida Mía,- el matón no pierde la ocasión de burlarse de mí nuevamente- te he advertido que a tí te ha tocado la muerte más cruel que algún ser humano pudo haber sufrido jamás- de sus grursos y secos labios se asoman sus sucios y amarillentos dientes.
》Nos propusimos jugar contigo y con esa muñeca de trapo que te representa. Ella irá sufriendo cada día una tortura distinta durante un lapso de diez días y, si tú logras subsistir a todos ellos, te doy mi palabra de honor de que al la mañana del once saldrás vivita y coleando de esta casa.
》Vamos a dar varios paseos alrededor de los suburbios, ya qie cada "juego"- hace comillas con sus dedos- tomará lugar en diferentes sitios.
Una vez que termina su discurso su voz se torna imperativa.
- ¡Javier, ven aquí! Y trae a esa sucia muñeca contigo.
El traidor toma la muñeca y la disfraza de murciélago, para después colgarla boca abajo sobre uno de los dos ganchos que se hayan sujetos encima del techo.
Luego, me obliga a vestirme con el mismo ridículo disfraz (pero de mi talla) mientras ríe diciendo:
- Este es nuestro juego, ¿te animas a participar?- La brillante Luna ilumina sus colmillos, mientras que los lobos aúllan una serenata de despedida...
***
Auckland, 11 de enero,
por la mañana...
Una vez que Zesh hubo sido instalado en la sala de terapia intensiva y el joven Santiago de la Cruz hubiera cerrado la puerta de la misma, mi jefe y yo dimos un suspiro. Esta fue otra de las tantas veces en las que fuimos afortunados de no ser descubiertos por la policía.
Para evitar que el joven pronunciara palabra alguna acerca de nuestro plan al punto de que hiciera sospechar a la policía, decidimos escapar hacia la playa subterránea en su compañía. Pensábamos también en su posible función como rehén en el futuro.
Para evitar levantar sospechas, abandonamos el hospital en el BMW anaranjado del joven De la Cruz que, a pesar de haber sido su primer año en el hospital, se había permitido el lujo de invertir su sueldo en semejante auto cero kilómetro.
A la mañana siguiente me desperté cerca del mediodía y encendí la televisión. En todos los noticieros del país la fotografía del Doctor Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic vestido con la ropa de prisionero se hacía visible.
Varios intrépidos periodistas se habían atrevido a entrevistar al candidato, y éstas fueron sus declaraciones:
" Yo no he sido, lo juro por mi vida. Comprendo que el hecho de que me hayan encontrado con la pistola en manos me haga responsable de un crimen que no cometí. Deben creerme o la Justicia cometerá un gran error".
En cada canal de televisión del país se hablaba de la irremediable asunción a la presidencia por parte de Markus Zesh Spentish, del cual otra multitud de reporteros esperaba conocer las últimas novedades.
-Mr. Zesh se halla ahora en terapia intensiva y necesita descansar. No quiero que ninguno de ustedes, malditos demonios entrometidos, pise esa sala. Les juro que quien la toque se las tendrá que ver conmigo- el viejo doctor August Diamond, encargado de atender a los pacientes de terapia intensiva y el encargado de comunicarles a las familias de sus pacientes los resultados de las cirugías, se mostraba realmente molesto aquella mañana y exigía un "Sumo respeto para con los enfermos".
Mi jefe ya saboreaba los trescientos mil dólares que Zesh nos había prometido cuando nos contactó. No quiero siquiera pensar de donde provino ese dinero, pero estoy seguro de que no le llegó gracias a los denominados "trabajos legales".
En todo el país se palpitaba un ambiente tenso, como aquel que siempre precede a una dura elección.
En el canal cuatro, la actual Primer Ministro no cesaba de comentarle a la prensa que
- Lamentablemente, el Doctor Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic no podrá ser candidato a Primer Ministro, esto debido a que ningún candidato con antecedentes penales podrá ocupar el puesto vacante.
》Ya dentro de unos días, y cuando el Señor Zesh se encuentre en óptimas condiciones de salud, concretaré una entrevista con él para felicitarle por ser el ocupante del puesto y ponerlo al tanto de la situación actual de nuestro país.
Nuestro plan había funcionado a la perfección y Zesh no tardaría en entregarnos la recompensa.
Cuando pienso en nuestro plan me parece demasiado perfecto, tan perfecto que a veces me asusta.
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