Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XLIII

***

- Ve a descansar- Javier me da una palmada en el hombro y hace un gesto gracioso (para él) que consiste en hacerme una reverencia para invitarme a ingresar en el cuartucho.- Disfruta de esta noche como si fuera la última porque tal vez lo sea- el asesino vuelve a reír de su macabro chiste.

Me entrega una pequeña almohada y se despide de mí hasta el otro día, cierra la puerta y se va. La oscuridad reina en la habitación y los lobos no cesan de aullarle a la Luna.

Durante la noche no puedo conciliar el sueño. El terror está instalado en mi corazón y no quiero que Javier me utilice como conejillo de Indias al amanecer. Sin embargo, el cuartucho no presentaba ventana alguna y la puerta era de un inquebrantable acero inoxidable.

Cuando el gallo de la esquina comienza su serenata al dios Sol, todos los pueblerinos comienzan a levantarse, incluyendo a Javier.

Pero en este caso quien abre la puerta de mi "habitación" es el de la pata de palo, a quien Javier le llamaba  "El Jefe". Ostenta en su mano izquierda una pequeña muñeca de cuero que, según lo qie me aclara, es una representación de mi persona.

Me explica también que cualquier cosa que le haga a mi muñeco me tocará a mí sufrirlo en carne propia (o mejor dicho se encargarán de que así me suceda).

Javier estaba en lo cierto cuando me dijo que lo peor me espera a mí. No conozco los límites de esta pequeña pandilla, pero estoy seguro de que lo que me espera no es nada bueno.

- En diez minutos comienza el primer acto de este largo, largo espectáculo del cual serás parte- el viejo pirata ríe cruelmente mientras juega con sus manos frotándolas unas contra otras.- Prepárate querida- y dicho esto se despide de mí lanzándome un beso burlón y me encierra cuidadosamente en la jaula de hierro.

Diez minutos. Tan sólo diez minutos para acabar con mi vida para siempre.

Una fracción de hora, precisamente un sexto de ella, para pasar al otro lado. Todo había sido escrito desde el día en que nací y ya no puedo regresar atrás.

Mi corazón palpita a más no poder. Parece que en cualquier momento se saldrá de mi cuerpo. La sangre circula por mis venas, cada vez más hinchadas por la furia.

He tentado muchas veces a la suerte. He sabido burlar al destino muchas veces, en repetidas ocasiones. Pero esta vez no cuento con ningún aliado que me ayude a superar este aterrador espectáculo llamado muerte.

He sido víctima de los encantos de Javier. Debí confiar en mi instinto, el cual exclamaba a gritos que no depositara mi confianza en el hombre que me había traicionado. Sin embargo, lastimosamente, me dejé llevar por mi corazón, que insistía en que le diera otra oportunidad.

Un fuerte chirrido anuncia la apertura de la gruesa puerta y veo por última vez la luz del Sol iluminando toda la habitación.

Debo despedirme también de todos aquellos que estén leyendo mi diario. Ya no me queda más tiempo. Mi final se acerca. Y yo sólo tengo para decirles adiós y hasta siempre.

***

Auckland, 11 de enero,
una vez en el hospital...

Cuando ingresamos al quirófano y cerramos las puertas nos sentimos libres de toda sospecha.

Colocamos al inútil de Zesh en una camilla y llamamos a un joven cirujano que esperaba ansioso el momento de salvarle la vida al candidato.

Una vez que lo hubo abierto la puerta, mi jefe lo recibió apuntándole con una nueve milímetros.

- Quiero que permanezca bien quietito- le ordenó.- Más le vale que no abra la boca porque es un hombre muerto.

El joven muchacho, que no pasaba de los veinticinco años de edad, asintió temeroso.

- Comienza a ensuciar todos los instrumentos, no queremos que la policía sospeche- mi jefe tenía calculado hasta los más mínimos detalles, lo que me daba a entender que no quería regresar a la cárcel.

El estudiante de medicina ensució un par de guantes, unas cuantas agujas y finalmente una gran cantidad de utensillos: tijeras, vendas y pinzas.

- Abran la puerta- el comisario había llegado y quería conocer los resultados de la operación.

- Ve, Manuel- me indicó mi jefe.

Abrí la puerta mientras una multitud de flashes me cegaron por unos segundos.

- ¡Señores- exclamé enojado aludiendo mis palabras al grupo de curiosos periodistas- dejen que el doctor trabaje en paz! La cirugía está en proceso y muy pronto conocerán los resultados. Pero mientras tanto... ¡los quiero fuera de aquí! ¿Entendieron?- Y dicho esto cerré la puerta frente a las narices del comisario y la aseguré con un pasador.

- ¡Qué trabajo espléndido!- me felicitó en voz baja mi jefe tendiéndome la mano, para luego agregar en un tono de voz elevado.- Doctor, la multitud quiere saber cuánto tiempo falta para que la cirugía finalice.

El joven médico, cuyo nombre era Santiago de la Cruz, desvistió a Markus Zesh Spentish y luego lo disfrazó con una bata verde como a un paciente más de la clínica. Acto seguido le aplicó un suero diluído en agua y lo trasportó al piso de arriba.

Mientras tanto, mi jefe y yo nos encargábamos de responder las preguntas de la curiosa muchedumbre.

- ¿Está bien Mr. Zesh?

- Según el experto cirujano- respondí- la bala ya fue extraída y el paciente se encuentra en pefecto estado.

Otro periodista chismoso, de ojos esperalda y ligero acento francés nos preguntó:

- ¿Podemos verla?

- Por ahora el Señor Zesh permanecerá en terapia intensiva hasta nuevo aviso.

- No, no,- el reportero sacudió la cabeza con fervor- me refería a si podemos ver ls bala.

Mi jefe, alarmado, se apresuró a responder.

- Lo siento, señores, pero estamos aquí para responder preguntas serias y solamente referidas al estado de salud de la víctima. No conocemos los detalles con respecto a las acciones del cirujano, pero puedo asegurarles que se portó de maravilla.

Y luego de haber satisfecho la curiosidad de los cientos de periodistas entrometidos, subimos al ascensor y nos dirigimos al piso tres, el lugar en donde reposaban los pacientes en terapia intensiva.

- No creo que tendremos que esperar mucho tiempo para conocer al nuevo Ministro- me susurró entre dientes mi jefe.- ¿Cierto?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro