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Capítulo XLI

***

Javier se queda mirando el cuerpo sin vida de mi padre durante unos minutos. Su rostro denota su felicidad. Al fin, y luego de tanto tiempo de búsqueda, habían logrado terminar con mi él.

Luego de esto, me observa sonriendo. Saca sus colmillos a la luz y se me acerca lentamente.

- Mira lo que le hiciste a tu padre,- me señala su cuerpo sin vida, buscando que yo crea (bajo los efectos del miedo) que fui capaz de cometer tal atrocidad con mi progenitor- no creo que tengas muchas ganas de vivir luego de esto- suelta una carcajada lúgubre que hace temblar hasta a los cimientos del cuartucho.

-Te concederé, como última voluntad,- el mafioso vuelve a la carga y yo no puedo disimular mi terror- visitar por última vez el cuarto en el que permaneciste durante varios días.

De este modo, me libera sólo los pies y me incita a caminar en dirección de mi antigua prisión.

El cuartucho sigue tal cual como cuando yo lo abandoné: las paredes agrietadas a causa de la humedad, la dura tabla sujeta a una de ellas a una cierta altura, las migajas de las pocas galletas que alguna vez comí y el oxidado candado que yo supe romper tiempo atrás.

Javier me deja encerrada durante unos minutos, cierra la puerta y se va. Me encuentro sola nuevamente, en las penumbras de mi cuartucho.

De pronto, la puerta se abre. Mi captor se encuentra acompañado de un gringo con un bigotito simpático pero con una cara de asesino que no podía disimular. Se hallan frente a la chimenea y, por lo que puedo presumir que el acompañante del asesino no es más que un simple herrero.

Javier ostenta mi armónica en su mano y lentamente la suelta. Sin dudas, este será uno de los primeros sufrimientos que me tiene preparados.

Finalmente, mi armónica cae al fuego de la chimenea. El herrero comienza a trabajar hasta convertir a mi instrumento en una dura varilla metálica.

- Aquí tienes a tu amada armónica,- Javier me arroja el pedazo de metal fundido mientras se ríe de su fechoría- le hice un par de cambios. Espero que te guste porque de veras ha quedado hermosa.

En ese momento pienso en lo estúpida que fui al salvarlo del agua aquella vez. Tendría que haberlo dejado ahogarse en sus penas hasta terminar siendo una víctima del temporal. Pero ya es demasiado tarde.

A continuación, procede a destruir otra de mis pertenencias más valiosas.

- " Mi cabeza dejó de dar vueltas,
sin embargo mi cuerpo no sabía como responder. No era dueña de mí misma. Pero, de todos modos, si estoy aquí será por algo. La vida podría haberme dejada desparramada, quieta, como un muerto al cual los animales carroñeros descuartizan. Dios quería que mi vida no acabase en ese momento. Esa era una de las tantas pruebas que había decidido imponerme durante toda mi vida. Una más, nada menos que seguir viva..."- Javier leyó en voz alta las primeras palabras de mi diario.- Esto de veras es patético. ¿En serio creíste que me había enamorado de tí? Veo que eres más ingenua de lo que yo creía.

***

Auckland, 11 de enero,
cuando sonaban las campanas...

Cuando sonaban las campanas,

el cuerpo de un hombre yacía.

Cuando sonaban las campanas,

la carrera de otro queda hecha trizas.

Siento que debo dedicarme al humor negro. Me resulta reconfortante burlarme de la desgracia ajena. No me arrepiento, no voy a cambiar ni quiero hacerlo.

Bueno, retomando al tema que nos compete, luego del disparo la multitud se volteó hacia el escenario, justo en el momento en el que Firkuy alzaba el arma.

Inmediatamente, el cuerpo policial irrumpió en la escena.  En primer lugar, se encargaron de arrestar al "asesino".

Mientras lo sujetaban para esposarlo luego , Firkuy no dejaba de exclamar:

- ¡Esto es una injusticia! ¡¡Les juro que yo no fui, lo juro por mi vida!! Me tendieron una trampa, ¡¿pero quién?!

A la distancia, el encargado del disparo sonreía tras el telón. Ya disfrazado de tramoyista el falso asesino se hallaba en su lugar y esperaba para escabullirse entre las sombras.

Luego de detener al presunto culpable suplicaron la asistencia de un médico y yo, temiendo  que descubran que Zesh aún vivía y me consideren cómplice del crimen, me levanté gritando que yo era médico de urgencias y que podía asistirlo.

Varias personas se dirigieron cerca del oficial pero finalmente, y tras correr y dejar atrás a mis contrincantes, llegué primero al escenario y sin darle tiempo al comisario para reaccionar, me llevé a un sitio apartado al supuesto muerto.

- Informe, oficial, a todos los periodistas que no deseo que me molesten durante mi trabajo. Es un asunto muy delicado el que tengo entre mis manos.- Además agregué- Necesito a uno de sus tramoyistas para que me ayuden a cargar el cuerpo.

El oficial mismo se ofreció. No podía dejar que interviniera a lo que le ordené:

- ¡Haga lo que le digo!- Exclamé simulando un nerviosismo.- Y no discuta con un profesional.

Mi jefe, al ver quién era el médico que atendería a Zesh se postuló inmediatamente. Para evitar contratiempos, llegó corriendo para ayudarme a cargar el cadáver lo antes posible.

- Aún respira, si nos apuramos podremos salvarlo. Lo llevaré yo mismo en mi auto hasta el hospital más cercano. ¿Dónde está la salida de emergencias?

- A la derecha, camine por este pasillo. Se encuentra al fondo a la derecha.

Mi jefe me siguió con el pretexto de ayudarme a arrear el cadáver. Rápidamente lo cargamos en el asiento trasero y arrancamos el Chevrolet en el que habíamos llegado.

Tras cerrar las puertas y alejarnos lentamente del foco de concentración de personas, mi jefe dio un suspiro de alivio.

- ¡Al fin!- Exclamó mi jefe, secándose el sudor de la frente con un pañuelo que encontró en la guantera del auto.- No podía seguir fingiendo ser uno de los buenos.

- No te muevas Zesh,- le ordené- se supone que estás herido. No podemos arriesgarnos a que alguien nos vea hablándote durante el camino.

- Ahora vamos derecho al Hospital Provincial,- me informó mi jefe- porque la partida aún no termina. Y nosotros tenemos las cartas marcadas.

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