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Capítulo XL

***

Miro a mi padre compasivamente. Es la primera vez desde hacía varios meses en la que lo veía a los ojos. Esta vez, su mirada demuestra lo que sus palabras no pueden comunicarme, pero que podría resumirse en un "Te quiero, hija mía".

En el cuarto contiguo y tras la puerta cerrada se encuentran quienes acabarán muy pronto con nuestras vidas. Se oye a lo lejos las voces de los tres hombres. Discuten, pero finalmente logran llegar a un acuerdo.

Tanto a mi padre como a mí se nos revuelve el estómago de los nervios. No podemos esperar más para conocer cómo habríamos de morir. Tal vez a eso se refería Manuel al decir que el daño psicológico nos lastimaría mucho más que el físico.

Finalmente, y tras lo que parece ser una eternidad, la puerta se abre frente a nuestro ojos para revelarnos una extraña máquina.

Javier nos explica que se trata de una horca, la cual tiene dos metros de altura y se halla reposando sobre un pedestal de madera que, al arrastrarlo, provoca un chirrido molesto.

También decide enseñarnos cómo funciona la misma, o mejor dicho, de qué manera la emplearían con nosotros.

- Está bien,- Javier no puede contener su emoción, la cual se transparenta a través de su notoria refriega de manos- ahora necesito que me presten atención. Será lo último que aprendan en sus vidas.- El mafioso ríe, se burla de mi impotencia y por haberle salvado la vida.

》Como ven, he aquí una griesa cuerda de seda, la cual irá alrededor del amado- resalta esa última palabra en tono burlón- padre de Mina.

》Pero no se angustien- aclara- no crean que sólo somos simples asesinos. Disfrutarenos de verlos morir lentamente y con sufrimiento.

En ese momento finaliza su discurso y me desata los pies. Se empeña por enseñarme a su jefe con una pistola en mano, dispiesto a dispararme si me atrevía a dar un paso en falso.

Acto seguido, desatan a mi padre y rodean su cuello con la soga. Aún está floja pero dudo que dentro de unos minutos siga estándolo.

En el extremo de la horca colocan una polea fija por donde pasa la soga, suyo extremo opuesto se encuentra aferrado a mí, que me encuentro de pie sobre un banquito que se halla a cierta altura.

Me explica que, en el momento en que me canse de hacer puntillas, la soga se tensaría con mi peso y acabaría asesinando yo misma a mi padre.

Y así fue. No puedo soportar semejante dolor durante cinco minutos y acabo asesinando a mi padre. Su rostro se torna violáceo y todo el aire escapa de sus pulmones y con un grito marca su hora final.

La sonrisa malévola de Javier comienza a dibujarse en su rostro, así también como en los del resto de sus compañeros.

Una vez de se aseguran de su muerte, le disparan en la sien y lo introducen dentro de un saco.

- Ahora es tu turno Mía, - es la primera vez en mucho tiempo en la que Javier vuelve a llamarme intencionalmente de esa manera- tu muerte será aún más dolorosa. Pero no nos apresuremos y dejemos que todo marche a su ritmo...

***

Auckland, 10 de enero,
cerca de la medianoche...

Cuando llegamos al anfiteatro una multitud hacía fila para entrar y presenciar con sus propios ojos el picante debate. Tal vez la superpoblación del lugar se debía a que el evento era totalmente gratuito.

Algunos candidatos del partido del Doctor Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic nos miraron con odio susurrando en voz alta que, si Zesh se convertía en el Primer Ministro de Nueva Zelanda, cualquier día de estos el mundo terminaría incendiado.

Me pareció un poco exagerado el fanatismo político que demostraban esos sucios hombres. A pesar de sus sacos planchados, sus zapatos lustrados y su cuerpo limpio, cualquier persona (sin necesidad de que se trate de un fisonomista) al menos un poco razonable notaría que un bribón trajeado sigue siendo un bribón.

La sala estaba colmada. A la derecha se encontraban todos los partidarios de la Unión Ciudadana por el Órden y el Progreso, cuyo líder era Markus Zesh Spentish; mientras que a la izquierda, se hallaba el bando de Firkuy: el Frente por y para la Unidad Nacional.

Mi jefe se escabulló entre los tramoyistas que iban a ser los encargados de descorrer el telón, asesinó a uno de ellos con la fuerza de sus puños y tomó su lugar.

Por mi parte, me coloqué lo más alejado del palco posible, con una manta rellena de papel periódico para simular un bebé.

Durante los primeros veinte minutos, un presentador alto y sin gracia anunció la vida y la obra de los dos candidatos a la perfección, ganándose el asombro de unos pocos y los gritos de la mayoría impaciente.

Comenzó a recitar su discurso el enemigo de nuestro cliente, el creador del Frente por y para la Unidad Nacional.

Se refirió principalmente a la desnutrición infantil, el desempleo, la inseguridad, el trabajo infantil y la desigualdad ante los impuestos. Prometió también nuevas leyes salariales, estudiantiles y de jubilación.

Al finalizar con su discurso fue ovacionado por la mayoría de los presentes.

- Dudo que el viejo caradura y mafioso de Zesh pueda ganarse nuevos admiradores. Con este discurso Firkuy nos compró hasta las medias- le susurraba al oído una mujer ya entrada en años a su marido.

A continuación, llegó el turno de nuestro amigo Zesh.

" Juro proteger y reguardar a los niños del hambre, a los grandes del desempleo y a los viejos de morir olvidados. Creo que..."

En ese momento decidí intervenir. Era hora de poner en marcha nuestro plan.

- ¡¡Socorro, se están robando a mi hija!!- la gran altura y amplitud del teatro logró que todos los presentes se voltearan curiosos durante unos segundos.

Mientras la policía se aceecaba yo no paraba de gritar "Atrapen al ladrón, atrapen al ladrón". Mis gritos desesperados se ganaron la empatía de las señoras del público.

De pronto, todos los espectadores que se encontraban en el anfiteatro se paralizaron al oír el disparo y, al voltearse, se sorprendieron al ver a Zesh caído y al amadísimo Doctor Phineas Paul Giuseppe Firkuy Celtic con el arma humeante en su mano. 

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