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Capítulo LXXVI

***

- Entonces... ¿Qué haremos con la niña?- sigue insistiendo el jefe.

Manuel suspira, fatigado. Al parecer no quiere sufrir ningún contratiempo y se da cuenta rápidamente en el obstáculo que supondría mi presencia.

- Sugiero que la dejemos aquí durante nuestro paseo. La encerraremos con llave y le daremos la libertad de vagar por todo el vehículo- opina Manuel.

- No creo que sea una buena idea abandonarla durante nuestras pesquisas. Alguien podría robárnosla- le susurra el jefe a su compañero. Sin embargo, y pese a su intento de bajar la voz, logro escuchar a la perfección las tres salvajes palabras.

- Debo reconocer que esta vez te equivocas, querido Manuel. El argumento que papá expone es muy rígido y se halla en toda razón. Resultaría muy peligroso encerrarla y que no esté bajo nuestro cuidado, yo creo que  lo mejor será que se alce con una carabina al hombro y nos ayude a encontrar una buena presa- expone Javier.

- ¡¿Para que luego se alce contra nosotros, nos dispare por la espalda y luego  huya serenamente!? ¡¿Acaso quieres martirizarnos?!- exagera Manuel en tono burlón y simulando encontrarse colérico.

- No creo que se atreva a levantarse contra nosostros. Somos tres y estamos perfectamente equipados. Además, contamos con chalecos antibalas y ella no y fácilmente podríamos reducirla en caso necesario. Si se atreve a enfrentarnos será como saltar hacia un pozo de infinita profundidad- Javier defiende su postura vociferando y buscando alcanzar el mismo nivel de exageración que su opositor.

- Yo creo que se atreverá a intentarlo. Bien nos conoce y entiende cada cosa que le decimos y quizá vea en esta la mejor forma de morir y santificarse. Sigo insistiendo de que este sitio sería el más seguro tanto para ella como para nosotros- argumenta Manuel haciendo alusión al camión y a su idea inicial.

- ¿Y qué opina nuestro jefe?- pregunta Javier en tercera persona sin darle la menor importancia a todas las palabras pronunciadas por Manuel.

- Opino- responde el aludido- que existe una manera de llevarla con nosotros sin exponernos a que nos traicione. Yo no se los diré, dejaré que piensen un rato. De todos modos, no se nace sabiendo pero si siempre te sirven las soluciones a tus problemas en bandeja de plata será muy complicado que sepan tomar buenas decisiones. Piensen, muchachos, y díganles a papá su solución.

El vehículo se sume en un profundo silencio, en donde dos de los tres hombres meditan exhaustivos una solución para el problema que se les acaba de presentar.

Por mi parte, dudo mucho acerca de atreverme a ejercer esta difícil  empresa. Conociendo ya a estos criminales puedo darme cuenta de que mi única manera para obtener la libertad es limitándome a obedecerles y no intentar ninguna maniobra frustrada para escapar.

- Al parecer- el jefe rompe el silencio e interrumpe los inmensos e infinitos espirales de pensamiento de sus súbditos para otorgarles la solución a su problema, la cual, a su parecer, no han conseguido descubrir-, todavía no lograron imaginarse cómo llevaremos a cabo nuestras acciones. Resulta mucho más sencillo de lo que creían: simplemente basta con llevar a la niña junto a Javier, quienes se encargarán de conseguir leña para nuestra fogata.

Los tres convienen en que esta es la mejor solución a su problema y deciden poner en marcha su plan. Manuel y el jefe cargan sus carabinas y descienden del camión, mientras que al mismo tiempo, el tablón que cubre mi visión se levanta lentamente.

Todo lo que tiene que pasar, algún día lo hará.

***

Auckland, 15 de enero,
media hora después...

- Sigamos caminando hacia lo desconocido- proclama mi jefe con aires de aventurero y unos gestos con sus manos que me hacen estallar de risa.

El líder se levanta lentamente de su posición y, tras emitir más de una docena de quejidos de todos los tamaños, todas las formas y todos los timbres de voz existentes, se alza sobre sus piernas y se dispone a gatear nuevamente.

Sus rodillas no se encontraban tan hinchadas en aquel momento, solamente colgaban de ellas unos restos de musgo ya seco y alfunas telarañas sin sus constructoras. Las arañas  le habían carcomido todas las piernas como venganza por la destrucción involuntaria de su hogar por parte de mi jefe. También podían verse en ellas unas pequeñas quemaduras producidas a causa del fuego y otras por culpa de la cera caliente.

Pese a todos sus dolores (y contra todo pronóstico) se levantó y comenzó a deslizarse sin vacilar hacia lo desconocido. Ya no podíamos ver la luz desde el otro lado; el extremo de la ventila por donde ingresamos se hallaba completamente fuera de nuestro alcance visual.

- Al parecer, este sanatorio cuenta con una red intrincadas de ventilas que sirven como desagüe y que, por lo visto, no tienen ganas de limpiar. Me extraña que no hayamos encontrado otra rejilla durante el trayecto. No comprendo la arquitectura antigua.

- Mi abuelo, en cambio- intervine-, te habría asegurado que esta era la manera que tenían hace cien años de desagotar las salas y llevarles algo de aire. No veían lo incómodo que resulta este sistema, tan molesto y poco práctico. Lo ideal sería un mismo túnel en donde se encuentran interconectadas todas las rejillas de ventilación. No te sorprendas- agregué- si de pronto aparecemos en el estacionamiento.

- Gracias por la información. Normalmente te diría que tus monólogos me aburren, pero realmente me interesa conocer la manera de escapar de aquí y hacia dómde llegaremos si seguimos caminando en esta dirección.

Los principales obstáculos ya habían sido superados; ya nos habíamos encontrado con todos los animales que allí cabían, habíamos tanteado cientos de hongos, algunos quizás venenosos, mientras que otros quizás no. Habíamos sufrido picaduras de arañas y el fuego también nos había dejado su marca. Lo único que nos habría faltado sería que pescáramos algún tipo de enfermedad virulenta a causa de las tantas ratas que allí se ocultaban.

No obstante, y a pesar de todas las contrariedades y todos los obstáculos que debimos superar, nos encontramos por fin en la culminación de nuestro trayecto. No caímos en la cuenta hasta que de pronto el Sol volvió a salir y los rayos inundaron el lugar penetrando a través de unas minúsculas e indefensas ranuras.

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