Capítulo LXXIX
***
- Javier- lo llamo con voz entrecortada.
Él se encuentra inspeccionando los árboles, rodeando con un círculo a los posibles candidatos. Al escuchar mi voz se voltea. En su rostro se puede notar cierta impaciencia. La indiferencia de su mirada intenta decirme que no lo distraiga con trivialidades. "¡Qué pesada esta mujer!" habría exclamado él. Sin embargo, su respuesta fue contundente.
- ¿Qué ocurre?- lanza la pregunta al aire y me da la espalda, concentrándose en lo que verdad le importa-. No me digas que le temes a la oscuridad- su respuesta cobra la tonalidad de una pregunta mas no deja de ser una afirmación.
- No- respondo simplemente, a secas. Luego de una pausa decido agregar-. Ya no le temo.
- ¿Y entonces?- me interroga impasible.
- Nada, nada- afirmo con convicción. Intento quitarme el balbuceo de encima al responder, aunque estoy segura de que no lo logré.
Javier se ahorra más preguntas y su atención se concentra en un delicado Acassia Globosa de hojas marchitas, el cual resulta muy sencillo para transportar y nos dará buen fuego. El ejemplar es de unos tres metros de altura, de ramas cortas y jóvenes, lo que me hace creer que el árbol tiene apenas unos veinte años.
- Ayúdame a cortarlo- me solicita Javier, para después agregar con tono burlón-. Y si tu pregunta era esta, sí, al diablo con la manicura.
Varias veces ya he notado que Javier tiene una percepción errónea de lo que somos las mujeres. "No vivimos por y para nuestras uñas" me dan ganas de responder, mas este no es un buen momento para debatir las posturas conservadoras de Javier. Nunca lo es para discutir con él.
Javier da varios hachazos en el tronco, a unos diez centímetros del suelo, formando un anillo. A continuación comienza a azotar el tronco con su hacha.
Poco a poco el árbol comienza a tropezar, a balancearse para luego trastabillar. Las astillas vuelas sin cesar hacia todas las direcciones imaginadas, mientras que la corteza ofrece una dura resistencia. Poco a poco el árbol comienza a inclinarse hacia la derecha. Lentamente, todo lo construido durante toda una vida es destruido en unos pocos minutos. "La ley de la vida" me digo.
Después de treinta y dos golpes el árbol cede y cae de bruces contra el suelo. Su tronco es bastante resistente, de esos capaces de encenderse con facilidad y mamtener viva la llama.
Varias ramas se fracturan durante la caída y se desparraman sobre el suelo, dispersándose hacia todos lados. Javier me ordena bruscamente que las recoja y yo no opongo objeción, busco las bolsas y comienzo a rellenarlas.
El leñador batalla contra el tronco e intenta partirlo en múltiples pedazos. Varias arañas tendrán que buscar otro sitio en donde refugiarse.
Las pocas hojas que colgaban se desprenden y crujen al caer. Así debe sentirse la muerte, cuando lentamente nuestro cuerpo se apaga y las extremidades se inmovilizan hasta la eternidad.
"El ciclo de la vida" habría dicho mi madre en aquel momento. Para que un ser viva otro debe morir y sólo así conseguiremos sobrevivir. Suena crudo pero es la verdad.
***
Auckland,15 de enero,
a las cuatro de la tarde...
- Oficialmente estamos perdidos- decreté con seriedad.
Resultaba imposible que habíamos logrado acabar con Antonio viajando alrededor del mundo, enfrentándonos a numerosos peligros, armas, villanos y hasta a la poli, y ahora un para de rejillas inútiles nos impedían escapar.
- ¿Estás seguro?- mi jefe no pudo aceptar tal probabilidad y se dispuso a encontrar una solución al problema.
- Ya no hay vela, y sin vela no hay fuego. Además, estas rejillas son flexibles y no ceden ante los golpes. Se limitan simplemente a deformarse- aseguré con seriedad.
- Inténtalo- me invitó mi jefe, y ni estaba dispuesto a aceptar un no como respuesta.
Y eso hice. Arremetí contra el obstáculo cientos de veces, alternando los puños, derecha, izquierda, derecha, izquierda... Continué dando golpes hasta que me sangraron los nudillos; es más, hasta que mis manos, vencidas por tanyo esfuerzo, se durmieran alrededor de cinco minutos.
- No hay forma- me lamento. Afortunadamente en aquella oscuridad mi jefe no podía notar que mis ojos se estaban empañando. Intenté lograr que mi voz sonara lo mas ruda posible y me tragué todos mis mocos sin hacer ruido. Ya sé que mi madre me dijo que tragarse los mocos era de mala educación, pero aquella vez hice una excepción.
Mi jefe notó mi voz quebradiza y me lanzó una palmadita que significaba "no pasa nada" mientras al mismo tiempo intentaba romper el silencio para evitar comtagiarse de mis lágrimas.
- Déjame intentarlo- indicó seriamente. Mi jefe ni estaba dispuesto a dejarse vencer y quería encontrar la dorma de escapar. O tal vez sólo era una escusa para tomar un poco de aire.
Repetimos el mismo procedimiento pero esta vez al revés; yo me incliné hacia la izquierda dejando el paso libre para que mi jefe lograra avanzar por el lado opuesto. La operación fue más sencilla de lo que pensamos y en unos momentos cada uno se encontraba sólidamente en su posición inicial.
- Vamos a ver si puedes soportar los golpes de papá- susurró mi jefe entre dientes.
Mi jefe comenzó a darle derechazos a la resistente rejilla, acompañados por unos extraños gritos que me hicieron acordar a la película de "Los Vengadores", la cual había visto años atrás.
Una vez que se hubo agotado, comenzó a arremeter con su mano izquierda, con unos golpes no tan potentes pero sí certeros. Sus dedos crujían con cada puñetazo y en sus nudillos comenzaba a serpentear un delgado hilo de sangre que se extendía hacia toda la mano.
En unos momentos descansó, tomó aire y se dispuso a dar el último golpe, concentrando la poca fuerza que le quedaba en sus dos manos, dispuesto a dar el golpe final.
La ventila se vio sumergida en un profundo silencio, luego un estruendo acabó con la paz. El grito de mi jefe me dejó sordo de un oído pero ni aún habiéndome dejado medio sordo logró su cometido.
El líder se desparramó sobre el suelo. Sus últimas fuerzas se habían agotado y su cuerpo no supo cómo responder. Se sumió en la más profunda oscuridad, quién sabe hasta cuando. Y lo peor de todo, no sabía si lograría despertar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro