Capítulo LXI
***
Mi cabeza no puede concentrarse en la conversación que sostienen los cuatro hombres. El impacto al ver a mi títere encerrado en un frasco fue enorme. Mi mente no cesa de imaginarse las miles de cosas que aquéllo puede representar.
Al parecer, los hombres habían querido incluírme en su charla mas yo no me había percatado de ello. Y después de varias evasivas de mi parte se dan cuenta de lo que está ocurriendo. El jefe de la banda es quien nota en primer lugar que mi atención se halla concentado en él, o lo que sería más él ostentaba en sus brazos.
- Acabo de notar que que estuviste un poco dispersa en este tiempo. Veo que ya encontraste a Cloe- me señala el frasco en donde se halla sumergida la muñeca a la que, al parecer, han bautizado-, ¿viste que bonita se la ve? Pero no sientas envidia porque muy pronto estarás tan bien como ella.
El jefe de la banda intercambia algunas palabras con el resto de los presentes quienes, al escuchar sus órdenes, comienzan a dirigirse hacia un rincón en donde se halla incrustado un enorme tanque de plástico transparente.
- Acompáñanos Mina- Javier me extiende el brazo en un gesto que, en otra cirscunstancia hasta me hubiera resultado cómica-. Insisto en que tu presencia será de lo más interesante.
Y así avanzamos lentamente por la especie de jungla y, a fuerza del machete de Javier nos vamos acercandoo lentamente hacia el resto de los hombres, quienes se hallan a una distancia considerable de nosotros.
Al llegar a un lugar en donde hay unos alambres salidos y oxidados me detengo sin pensarlo dos veces. Transpasar esa barrera de óxido podría ser una buena razón para pescar tuétano.
- Vamos, avanza ya- Javier intenta apurarme y acerca poco a poco su cuchillo hasta mi cuello, de modo tal que puedo percibir el aroma a clorofila que éste emana-. No me digas que le tienes miedo a un par de puntas oxidadas- y de esta manera levanta su pierna derecha por encima del alambrado para después hacer lo mismo con la izquierda.
A pesar de que pienso que no es una buena idea el hecho de levantar mis cortas piernas a un poco más de casi un metro de altura y teniendo el cuenta el gran riesgo que corro, decido seguir el mismo procedimiento que el asesino para terminar del otro lado. Si algo me enseñó el hecho de convivir con estas ratas es que nunca, nunca jamás debes desobedecerles.
- Así me gusta, muy bien Mía- me acaricia un poco el cabello como si fuera un can y me lo revuelve alrededor de su dedo. Lo único que falta es que me llame a los besos y chasquidos. Sin embargo, esa es una torpe muestra de un burlón afecto por su parte.
El último trayecto del camino lo realizamos en unos pocos minutos. A pesar de estar asustada por el simple hecho de no saber lo que quieren hacer conmigo (aunque puedo presumirlo), me tomo las cosas con calma, cual si fuera una turista extranjera paseando por las orillas del Mississipi.
Tras darle un certero machetazo a la rama del último árbol que obstaculiza nuestro camino vuelvo a presenciar el hermoso paisaje: el río serpentea sobre la tierra, dejando visible detrás suyo una gran cantidad de lujosas casitas a lo lejos y concentrándome con mayor atención en el enorme tanque que se halla junto al bullicioso grupo de asesinos.
***
Auckland, 14 de enero,
2 horas antes de la elección...
El estruendo del vidrio al estrellarse contra la única pirna hábil de mi jefe provocó que tanto Zesh como yo viéramos la pelea perdida y que nos diera ganas de actuar. Ya estaba por lanzarme a la batalla cuando el político me detuvo.
- Esta es su pelea- pronunció pausadamente sus palabras mientras que al mismo tiempo estiraba su pie, en una maniobra que hizo que yo acabara en el piso-. No podemos interferir en ella o sería como arrojarnos de cabeza a la hoguera- si bien Zesh elevaba la voz al hablar yo dudé que Antonio hubiera captado algo de nuestra conversación.
Pero dejemos de lado nuestro pequeño altercado con Marcus y concentrémosnos en la gran pelea, la cual comenzó a volverse interesante.
Resulta que, al estallar, la vitrina se vino de cabeza contra el piso y cientos de utensillos propios de los cirujanos se desparramaron por todas partes, al parecer,sin que Antonio lo notara. Este último, aprovechando el tremendo golpe que había inmovolizado a mi jefe, se dirigió al otro extremo de la habitación y comenzó a correr como un demente para arremeter contra mi jefe con un grito de guerra.
No obstante, unas cuantas aspirinas desparramadas casualmente sobre el suelo hicieron que el español se tropezara y tambaleara, acercándose lentamente hacia donde estaba mi jefe quien, haciendo uso de sus últimas fuerzas arremetió contra Antonio otorgándole una patada con su pata de palo justo en medio de la barbilla.
No puedo describir la imagen que presenciamos a continuación. El cuerpo de Antonio comenzó a temblar de un modo que yo nunca antes había visto. De esta manera sus fuerzas se fueron apagando lentamente y sus ojos comenzaron a cerrarse en lo que parecía un clásico caso de muerte por knock-out.
Mi jefe se acercó lentamente hacia el cadáver de su archirrival, no sin antes habiendo tomado una pausa para reponerse de semejante caída y tomar un poco de aire fresco. Rengueaba un poco, pero esta vez también con su pierna real; al parecer, el fuerte impacto había dejado sus irremediables consecuencias.
El vencedor se acercó lentamente hacia el cuerpo de su víctima dibujando una gran sonrisa de satisfacción en su rostro. Comenzó a surgirle una pregunta en su cabeza "¿Realmente lo he matado?" No había otra forma de cercionarse de forma definitiva que apoyando su oído contra el pecho de Antonio y escuchar si aún su corazón seguía bombeando sangre
Sin embargo, al acercarse hasta tal punto de hallarse a unos centímetros de su rival, mágicamente (aunque debería decir que fue obra del demonio), una patada salió de Antonio y le dio de lleno en el pecho, dejándolo sin oxígeno durante unos segundos.
Antonio había regresado y, como dice la canción, el show debía continuar.
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