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Capítulo LVII

***

Un joven policía de buen aspecto ostenta en sus manos un objeto luminoso, el cual coloca horizontalmente para indicarle a Manuel que se detenga y luego lo agita hacia el cordón de la vereda, indicándonos que allí debemos detenernos.

- Disculpen las molestias- el joven que pronuncia las palabras con pesar. Al verlo de cerca noto que tiene el cabello rubio, en cantidad abundante, oculto tras su gorra; sus ojos son de un hermoso turquesa, sus labios son firmes y delicados, mientras que su nariz toma una delicada curva hacia afuera. "Un joven único", pensé.- Estamos buscando a unos criminales que robaron un camión hace pocas horas. Temo decirles que el interrogatorio será un poco incómodo para ustedes, pero les ruego que comprendan que yo solamente debo seguir órdenes- Manuel  inclina la cabeza como gesto de aprobación ante la futura inspección.

Con un movimiento sumamente limpio, desliza su pistola en el interior de una bolsa oscura, preparada para tal fin. Luego, continúa conversando como si nada hubiera ocurrido.

- Identificaciones, por favor- el joven realiza metódicamente su proceso, acompañando su inspección con una escasa sonrisa que, si bien no es de amabilidad, debo reconocer que me serena un poco.

Manuel le entrega el documento de un tal Francesc Burton, quien, a decir verdad, es totalmente diferente al criminal.

- Cariño, por favor busca en tu cartera y entrégale tu identificación al amable oficial-  Manuel intenta sonar cordial y enamorado, pero lo cierto es que el tono con que salen sus palabras tiene una falsedad que no sería capaz de engañar ni al más ingenuo.

Saco mi identificación (o mejor dicho la de Elizabeth Roon)  y se la entrego al joven y apuesto oficial para que la examine. A la luz de una linterna comienza a leer los datos de dos personas que son totalmente diferente de nosotros. De vez en cuando, levanta su cabeza disimuladamente, buscando encontrar en los ocupantes del camión a las personas cuya foto figura en su documento.

Al darse cuenta Manuel de que el oficial comenzaba a sospechar, decide arriesgarse para salvar su pellejo.

- ¿Hay algún problema, oficial?- lo interroga, simulando sorprenderse.

- Por ahora, no ha surgido ningún inconveniente- el oficial hace incapié en las primeras dos palabras.

- ¿Alguna pregunta?- le sugiere Manuel.

- ¿Me pueden hablar acerca de su relación?- el policía no duda ni un instante y decide lanza la pregunta que, sin duda, más veces había surgido en su mente.

- Somos el señor y la señora Burton, dos artistas plásticos provenientes del norte de Canadá. Nos conocimos en una feria en Nueva York y, desde hace varios años, trabajamos par a par. Ahora mismo, nos dirigimos hacia la National Art Gallery. Nunca hemos estado allí, y esperamos que algún comerciante multimillonario nos encuentre y decida apostar por nosotros.

- ¿Y por qué el camión?- el joven policía no se deja engañar y decide ir hacia los puntos más chocantes de nuestra historia.

- Es que...- Manuel titubea durante un segundo pero termina por dar una respuesta muy inteligente- pensamos dar demostraciones exclusivas durante la exposición; pintaremos cuadros y esculpiremos retratos ante los ojos del público. A toda aquella mercancía que no lleguemos a vender, la depositaremos en la parte de atrás de nuestro camión.

En el rostro del joven de cabello rubio se dibujó una mueca de confianza. Al parecer, cayó de lleno en la historia que le pintó Manuel. Sin embargo, estaba dedicado a llevar sus investigaciones más allá.

- Si nos disculpan, procederemos a inspeccionar el interior del vehículo. Sepan perdonarme si les hago perder tiempo, pero me temo que todo este protocolo es necesario.

Manuel saca su reloj de bolsillo, verifica la hora y se vuelve hacia el oficial para decir:

- Le ruego que trabaje rápido, nuestra exposición comienza en media hora.

- No apure a la ley- la voz del joven suena tajante y en su rostro se desdibuja su acostumbrada sonrisa de compromiso-, esto tomará el tiempo que necesitemos, no el que usted quiera- y dicho esto se dirige hacia la parte de atrás del camión, para encontrarse con una nueva sorpresa.

***

Auckland, 14 de enero,
6 horas antes de la elección...

En la habitación reinaba el silencio. Nadie se atrevía a pronunciar una palabra. Incluso Zesh había abandonado su libro y se encontraba remolcado sobre el cómodo colchón, tamborileando sus dedos, buscando de esa manera el modo de cambiar su ansiedad.

Mi jefe, el más corpulento de los tres, se encontraba al lado de la puerta, esperando la llegada de la joven. Se hallaba sentado sobre una especie de banquito de madera que nos había costado horrores trasladar.

Por mi parte, yo descansaba en la cama de mi jefe, leyendo una revista de farándula que me estaba volviendo loco. Justo en ella se hallaba una entrevista a Angelina Jolie quien, a mi parecer, formaba parte de una de las mejores actrices de Hollywood y, en lo personal, también era una de las más bonitas. Al menos aquella revista hizo que el tiempo pasara velozmente.

Ya era la hora de comer, según lo que indicaba mi reloj de pulsera. El hambre se hacía sentir en nuestros estómagos, quienes iniciaron una competencia sobre cuál era el que rugía más fuerte. También nos hallábamos sedientos; las últimas provosiones de agua habían sido agotadas hace horas.

Por fin, y tan sólo faltando seis horas para la asunción de Antonio al puesto de Primer Ministro, oímos una llave que giraba en la cerradura. Mi jefe se puso de pie raudamente, intentando no derribar el banquito en el intento.

Los tres comenzamos a rogar que Antonio no se presentase esta vez ya que, en caso de que esto ocurriera, seríamos hombres muertos. Sabíamos que no dudaría en disparar si nosostros poníamos en pelogro la integridad de su secretaria.

El sonido de un tacón aguja sobre el piso de parqué. El chirrido de la enorme e impenetrable puerta de metal al abrirse. Unos enormes manos se aferraron fuertemente alrededor de un delicado cuello que se encientra adornado con cientos de joyas.

- Ya la tienes- mi jefe sostenía a la joven, quien se encontraba literalmente a unos centímetros del piso y no cesaba de dar patadas al aire. Mientras tanto, mi jefe no soltaba la presión sobre su cuello, cuidándose de aplastar su mano sobre la boca de la víctima.

Recogí la llave que aún reposaba en la cerradura y cerré suavemente la puerta. El viejo Zesh se hallaba inquieto, no obstante, no había encontrado una mejor forma de escapar de allí que no fuera esa.

Lentamente, el cuerpo atléticamente preparado de la joven comenzó a debilitarse. Aunque mi jefe se hallaba exhausto, concentró sus últimas fuerzas en su enorme brazo, que acabó con quitarle el aire que circulaba por el cuello de la víctima.

La joven se desplomó. Al principio, creímos que estaba muerta, pero muy pronto nos dimos cienta de que se trataba de un simpre desmayo.

- Hubiera sido mejor si habría muerto- mi jefe se lamentó y Zesh comenzó a temer por su integridad física-, ahora tendremos que cargarla con nosotros, no vaya a ser cosa que sea ella quien dé la voz de alarma. Además, puede servirnos de rehén en caso de que Antonio se disponga a atacarnos.

Tomó una pausa, carraspeó, aclaró su voz y tomó aire, para después continuar.

- Manuel, revisa todo lo que lleva encima.




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Sé que esto les vino de improviso pero encontré en esta la mejor manera de anunciarlo. A partir de la semana que viene regresaré con las actualizaciones semanales los días domingo. Espero que sepan entender que tengo mis responsabilidades fuera de Wattpad y ahora más que debo concentrarme en mis estudios.

¡Nos leemos el próximo domingo! Un abrazo ✌

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