Capítulo LVI
***
- Se están acercando a la posta policial número treinta y ocho, calle Curligham. Atención a todas las unidades, diríjanse a la calle Curligham- la voz imponente del comisario pone en alerta al cuerpo de policía, quienes, al parecer, nos tienen rodeados. Las noticias son espléndidas y comienzo a llorar de alegría. Sin embargo, intento ocultar las lágrimas, las cuales ni logran escurrirse por mi piel.
Por otra parte, las noticias para Javier y su pandilla no son tan buenas. Se nota en la mirada de Manuel el miedo. No puede disfrazar su temor tras la faceta de sujeto incorrompible.
- ¡Maldición, Manuel!- estalló de rabia su jefe.- Te ordené que desactivaras el sistema de localización satelital.
- ¡¡Sí, también tú me ordenaste que vea a la chica, que ayude a Javier, que pinte un lado del camión y te alcance los carteles; todo en dos malditos minutos!!- Manuel no cesa de recordarle a su jefe de que él no es un superhombre.- A eso podrías haberlo hecho tú mismo- el asesino no dejaba de echarle en cara a su jefe todo lo que vino haciendo mal.
- ¡Basta ya!- exclama Javier desde la pila de mantas.- Dejen de culparse entre ustedes y busquen una solución a esto.
Al parecer, ninguno de los otros dos hombres se digna en escucharlo, puesto que continúan en su infantil pelea. Tampoco notan cuando Javier sale de entre las mantas, ni cuando abandona el camión atravesando una ventanilla y mucho menos cuando sube al techo del mismo, hace trizas la antena de reconocimiento satelital y regresa al vehículo por el mismo lugar por donde sale. A continuación, se refugia entre las mantas y les informa a sus amigos:
- Ya dejen de chillar. Parecen dos niñitas del preescolar peleando por una maldita muñeca. Les informo que, durante su pequeña y ruidosa juerga, he creado un cortocircuito en el sistema satelital y ahora estamos fuera del alcance de la policía.
La noticia alegra a todos los criminales allí presentes. La única persona que no puede creer lo qie está sucediendo soy yo. Es increíble haber estado a un pequeño paso de ser libre finalmente y que todo se haya estropeado.
- Atención a todas las unidades- la voz de la radio policial inunda el aire- hemos perdido el seguimiento del camión- los tres matones sonríen, más únicamente puedo ver al rostro de Manuel esbozarla.
》La última vez que fue visto fue hace dos minutos en un callejón llamado The Empire. Le recordamos su número de placa y algunas de sus características: camión blanco, con tres ocupantes varones, el logo de Pepo's Butchers...
- Lo logramos- la voz del jefe retumbó en la habitación- ahora pueden confundirnos con cientos de camiones. Los felicito muchachos, y en especial a ti Javier- le da dos palmaditas en la espalda como gesto de agradecimiento y no vuelve a dirigirles palabra alguna.
- Ahora lo más importante es burlar a aquellos polis- Manuel señala la posta policial número treinta y ocho, la cual dista de unos metros de nosotros-. Ahora cállense y déjenme manejar la situación.
Se vuelve hacia mí para agregar:
- Ahora eres mi novia y tu nombre es Elizabeth- me extiende un documento falso con el nombre de Elizabeth Roon en él en el que figura una joven semejante a mí-. Querida Elizabeth, en caso de que duden de nuestro noviazgo no dudaré en besarte, y si tú no quieres hacerlo te verás con mi amiga- me señala la pistola cargada sobre su regazo.
Los frenos rechinan porque tenemos una posta policial en frente de nosotros.
- Es ahora o nunca.
***
Auckland, 14 de enero,
10 horas antes de la elección...
- Te demostraré lo que puedo hacer con esta cabezota- mi jefe había adoptado su tono provocador de responder, el mismo con el que se había hecho tan famoso durante nuestra larga estadía en la cárcel.
Zesh se cruzó de brazos con actitud retadora e inclinó la cabeza hacia atrás dibujando una enorme sonrisa de burla. Las facciones de aquel viejo tímido, sonriente e inseguro se convirtieron en las de un tipo duro, capaz de sobrevivir a lo que sea.
- Espero que tu plan sirva para sacarnos de aquí ya que no quiero morir en manos de este canalla. La gente me extrañará mucho más que a ustedes y no quiero que arruinen nuestra única oportunidad de escapar con vida- el anciano tímido se había transformado en un hombre rudo y eso comenzó a asustarme. No sabía hasta dónde podía llegar ese señor.
Mi jefe, tan ingenioso como siempre, dedicó alrededor de una hora para idear nuestro plan de escape. No tenía hojas que abollar, más sus notas mentales eran descartadas velozmente. Consideraba todas las posibilidades y no quería subestimar al peligroso Antonio.
Zesh, por su parte, continuaba absorto en la lectura de su libro. Al finalizarlo suspiró y lo cerró suavemente, lo acarició y lo depositó cuidadosamente debajo de su almohada. Recién ahí consultó a su reloj de bolsillo y se percató de que habían transcurrido casi tres horas. Comenzó a impacientarse y a pensar que mi jefe solamente quería jugarle una broma de mal gusto.
- ¡¿Tanto tarda su cabeza en formular una idea?!- el viejo estalló de tal modo que me hizo sobresaltar y arrancar media página de una revista de moda que estaba leyendo tranquilamente. La cerré y con serenidad me dispuse a responder a aquel ataque contra mi jefe.
- Me parece que solamente dos saldrán de aquí con vida- el tono de voz que adoptaron mis palabras alarmó al viejo, quien comenzó a caer en la cuenta de que éramos capaces de matarlo y de que nuestras advertencias iban muy en serio.
Después de este pequeño disgusto, una señorita totalmente armada ingresó con una bandeja llena de comida y la depositó en el piso. Tenía el cabello castaño y rizado, los ojos café, una delicada nariz y unas buenas curvas, las que sin dudas fueron las causantes de que nosotros reparásemos en ella.
Al verla, a mi jefe se le ocurrió una excelentísima idea. Tal vez aquella mujer la inspiró, no lo sé, pero rápidamente se dispuso a narrarnos su plan.
Al terminar de escucharlo, y luego de haber disfrutado de los deliciosos emparedados que la linda joven nos había alcanzado, tanto Zesh como yo nos quedamos maravillados. Aquella era una idea perfecta que no podía fallar.
Solamente debíamos esperar pacientemente quién sabe cuánto tiempo. Tal vez minutos, horas o quizá días, pero estábamos seguro de que, en algún momento ella regresaría y nuestro plan comenzaría a tomar forma.
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