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Capítulo LIV

***

Al terminar de colocarme el traje noto que desde hace muchísimo tiempo que no me cambiaba de ropa. Prácticamente, la tuve tatuada al cuerpo todo este tiempo.

El disfraz es enorme, exactamente cuatro veces más grande que la talla que acostumbro a usar. No tengo un espejo, pero me viene a la cabeza una imagen mental de cómo me veo. Me veo como una auténtica ridícula. No puedo creer que esto les parece una buena idea.

Abro la puerta que, por primera vez en tanto tiempo, no se encuentra asegurada de ningún modo. Salgo lentamente, no tiene sentido correr; es demasiado tarde para huir.

Atravieso el comedor en silencio. La habitación, igual que desordenada que siempre, se encuentra vacía. De hecho, toda la casa lo que está. Asimismo, las luces se encuentran apagadas y el motor potente de un vehículo ruge frente a la puerta de la casa.

Javier es el encargado de aparecer puntualmente a buscarme. También viste el horrible traje de carnicero mientras ostenta una pistola en una de sus manos y mi representación en trapo (con el disfraz incluído) en la otra. Me obliga a caminar lentamente en dirección al camión.

- Camina y no levantes sospechas- me había dicho antes de salir- o no tendré otra opción que colarte los sesos en plena calle.

El vehículo es una enorme masa, totalmente blanco, con el inconfundble logo de Pepo's Butchers en el centro. Cualquier persona con sólo ver aquella vaca marrón pastando junto a un campesino reconocería a la multinacional empresa de distribición de carne vacuna.

Me acomodo en uno de los asientos de atrás, el cual chilla al recibirme. Desde aquí puedo ver desde la ventana la fachada de la casa en la que hace tanto tiempo he permanecido. Las paredes están en su mayoría destartaladas, apenas unos restos de pintura color durazno se observan en las esquinas. El número 58 de color negro contrasta con el color blanco de las pesianas y combina con el gris oscuro de la resistente puerta de chapa.

Tan sólo puedo observar la casa por unos instantes, caso contrario, mi descripción podría haber sido algo más específica y serviría para localizar a estos criminales. Javier y Manuel alzan un enorme pedazo de madera pintado de negro y lo colocan delante de mí, no sin antes haberme amordazado y sujetado de brazos y piernas.

Sin embargo, aquella lámina de madera solamente sirve para ocultarles al resto de los conductores la preciosa carga que llevan con ellos. Sin embargo, yo no soy ajena a sus conversaciones y puedo imaginarme a hrandes rasgos qué es lo que pasa allí adelante.

- Enciende la radio, Javier- la voz del jefe de la banda rompe el silencio para darles a sus súbditos unas de las tantas órdenes que recibirían durante el viaje- y sintoniza la radio de la policía.

La vieja radio sólo suelta números y términos totalmente ajenos a mis conocimientos de criminología. Más que nada, se trata de informarle a ciertas patrullas acerca de cuáles serán las misiones que deberán cumplor ese día. Sin embargo, una noticia corta la animosa conversación de los criminales, ya que la radio anuncia:

- Atención a todas las unidades, se ha reportado el camión robado anteayer de Pepo's Butchers circulando por la East Avenue. Recordamos su número de placa...

- ¡Maldición!- exclama el jefe de la banda.- Nos han descubierto. Bueno, aún tenemos un plan b- toma aire y lanza una nueva orden.- Detente, Manuel y piensa qué haremos con la chica. Javier, quítale las placas a aquel Chevrolet y cámbialas por estas. Yo me encargaré de pintar el camión.

Mientras tanto, yo estoy ajena a todo lo que ocurre allí afuera. La velocidad de sus movimientos me alarma. ¿Será que por fin conseguirán atraparlos?

***

Auckland, 14 de enero,
13 horas antes de la elección...

A la mañana siguiente, quien despertó con malhumor fue el viejo Zesh. Apenas me vio, se limitó a darme la espalda y no me dirigió la palabra ni siquiera para decir hola. Tampoco respondió a mi saludo, mejor dicho, hizo oídos sordos.

La resistente puerta se abrió de pronto y mi jefe entró en la habitación. Se hallaba escoltado por Antonio, quien ostentaba una risa triunfal. Los seguía una enfermera armada hasta los dientes que no dudaría en agujerearnos el cuerpo si llegáramos a intentar mover un pelo.

Al observar a la enfermera, la noté similar a Mía, nuestra inquilina. Tenía los mismos ojos penetrantes, la delicada nariz y la corpulemcia que le caractetizaba, pero con la única diferencia de tener el cabello rubio. Me pareció bonita cuando la vi, mas aquél ni era el mejor momento para enamorarse.

- Al fin caíste en mis garras, Josep- Antonio se reía como un maniático. Al fin había conseguido atraparnos a los dos y ahora esperaba ansioso para asesinarnos lenta y dolorosamente.- Te presento, Mr. Zesh al ingenuo al que traje a Nueva Zelanda haciéndome pasar por ti. Estoy seguro de que te vas a llevar mejor con él que con el imbécil de Manuel.

Mi jefe me indicó imperativamente con un gesto que la cama que yo estaba ocupando ahora era la suya. No opuse resistencia, y me conformé con usar el duro piso como colchón a partir de ese momento.

- Buen día- se presentó mi jefe-, tú debes ser el verdadero Zesh ¿no es verdad?

- En efecto- respondió secamente el viejo.

- Ahora bien, sería usted tan amable de contarnos cómo fue que este canalla lo atrapó- al ver la cara de pocos amigos de nuestro compañero de celda decidió hacer las pases con él.- Lamentablemente, todos somos prisioneros de una misma celda y siempre es bueno conocer a tus compañeros.

Hizo una pausa para hablar y se dispuso a hidratarse. A su vez, fue una buena estrategia para hacer que Zesh asimile cada una de las palabras que mi jefe había pronunciado. Sin embargo, al ver que el viejo no cambiaba su cara de mono arrugado decidió darle un giro a la conversación.

- Cuéntanos, Manuel, todas tus aventuras hasta llegar aquí. Veo que también tienes el vestido, jeje, yo diría que sería mejor que te lo quites, así podremos tomar más en serio tu relato- mi jefe le guiñó un ojo a Zesh como un gesto cómplicidad, mientras que yo me quitaba el espantoso vestido.

Y una vez que volví a parecer un hombre les referí toda la historia, sin ahorrarme detalles ni comentarios cómicos que sirvieron para mejorar nuestra relación con Zesh. Les conté acerca de mis aventuras con los altos tacones, las miradas de la gente en el hospital y la cara de la doctora al verme, lo que hizo que Zesh estallara de risa.

Ahora sí, una vez que ya nos ganamos su confianza, podremos conocer el resto del plan que Antonio nunca nos había contado. Y era, sin dudas, la parte más oscura de todo este asunto.

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