Capítulo I
Mi cabeza dejó de dar vueltas,
sin embargo mi cuerpo no sabía como responder. No era dueña de mí misma. Pero, de todos modos, si estaba allí sería por algo. La vida podría haberme dejada desparramada, quieta, como un muerto al cual los animales carroñeros descuartizan. Dios quería que mi vida no acabase en ese momento. Esa era una de las tantas pruebas que había decidido imponerme durante toda mi vida. Una más, nada menos que seguir viva...
La puerta se abrió, mostrándome el habitáculo en el que permanecería. No sabía hasta cuando, ni por qué me encontraba allí, sola, acompañada por una pequeña mochila de cuero negra, donde guardaba mi diario (en el que estoy escribiendo esta historia), un bolígrafo y mi pequeña armónica de viaje.
La puerta fue cerrada por el robusto hombre que también la había abierto. Haciéndome una reverencia, la cual no era más que la continuación de su burla, pronunció las palabras "Bienvenida a tu nuevo hogar". Permanecí sumergida en la oscuridad de este cuartucho donde la Providencia decidió dejarme, aislada de todo el mundo exterior, donde los niños ríen y los grandes pelean y se quejan sin cesar...
Mi hospedaje no era muy cómodo. Un haz de luz se proyectaba a través de un ventanal. Las paredes, corroídas por el tiempo y la humedad, lanzaban un olor nauseabundo. El piso parquet también desprendía ese aroma. Parecía como si este lugar estuvo deshabitado hace mucho, mucho tiempo. No sé si veinte años es poco.
El viento, aviolentado. La noche, oscura y melancólica. El cielo, cubierto de nubes que opacaban el esplendor de las estrellas. El astro rey había huído hacía unas horas. Los amantes de nuestro único satélite natural ya había. despertado y sus telescopios apuntaban hacia el cielo.
El sonido de los lobos inundó la noche, los reyes de las penumbras regresaban a su trono. El aleteo de los murciélagos quería darle un abrazo a la luna. El resto de los animales perdía poderío en la noche. Eran tan débiles e indefensos como lo estaba yo en aquel momento...
***
El viento rugía, movía las hojas que las buenas señoras de la cuadra acumulan diariamente. No son tantas, tampoco lo son las señoras. Si vives en el State Two es por algo. Es la misma razón por la cual todo el mundo nos mira con cara de asesinos seriales. No todos somos así, aquí también hay simples landronzuelos que se dedican a robar almacenes. Si vives aquí, eres así. Todos los que quisieron cumplir con la ley ya no están aquí, ocupan un lugar en el paraíso.
La calle estaba calma, por fortuna los lobos también. Sus aullidos representan el lamento de las almas solitarias. Será que me siento identificado con ellos. Cualquier amigo mío podría presumir mi secreto: no sé amar. Eso es todo. No tengo vergüenza de admitirlo. Soy y seré un lobo solitario...
El grito seco de mi compadre heló el aire e interrumpió los pensamientos oscuros que rebotaban en mi mente. No era momento para dejarse reconocer. El resto del trabajo continuaría como ya lo hemos planeado. Sin prisas. Todo lo que tiene que llegar, algún día lo hará.
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