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Capítulo CXXX

***

Los hombres me colocan en una posición inicial, a unos treinta metros de la puerta y luego se ocultan tras ésta, descorriendo unas mirillas que les permitirán observar todo lo que ocurre. Al tocar las seis en punto, el sonido de una rosca al correrse invade el aire, disminuyendo la temperatura treinta grados más.

En este estado me encuentro, sola,  falta casi de ropa, congelada con el frío, y con mi cerebro que quiere avanzar, mas mi cuerpo no lo subordina. Al comienzo, comienzo a moverme en el lugar para quitarme el frío de encima, pensando también en la hipotermia en la que caería despiés de la prueba. Pero primero hay que salvarse para luego pensar en el futuro.

De un momento a otro me quedo quieta, estática como una roca. Siento cómo el frío corre por mis huesos y escucho las alarmantes señales que mi cuerpo me envía. Tras una escena que parece irreversible, mis músculos consiguen realizar los primeros dos pasos, zancadas pequeñas, que me alejan unos centímetros del enorme aparato que hiela mi espalda.

Decido, por ende, continuar con la estrategia, procurando no gastar energía ni siquiera en pensar, reservando mis escasas fuerzas para desplazarme un metro hacia la puerta. El hielo que se ha venido acumulando en el piso quema mis desnudos pies y me recuerda de que debo escaparme de allí lo antes posible.

Del otro lado, tapados hasta la nariz, los tres hombres invaden mi lucha con sus escruradoras miradas, sorprendidos ante mi perseverancia y deseosos de verme morir. Noto, incluso, y a pesar de ahorrar cualquier tipo de fuerza, que en sus caras se dibuja una sonrisa al encontrarme paralizada.

- Aumenta la potencia- le sugiere Manuel a su compañero.

- Déjala. Suficientes sufrimientos ya le causan estos cuarenta grados bajo cero. Tú sólo disfruta del espectáculo- es la respuesta directa de Javier.

Concentro la fuerza en mis piernas y me deslizo sobre la fina capa de escarcha, cual patinadora, consiguiendo avanzar tres metros más. Las exclamaciones de los hombres dejan en evidencia que no soy yo la única que se vio sorprendida al ver que la táctica había funcionado.

- Mírala, tan débil e indefensa. Hay momentos en donde me entristece y ni ganas me dan de atormentarla- confiesa el jefe, con un tinte sarcástico en su voz.

Dile a los demás que te tiren las piedras de la incomprensión, del odio, de la evidia y construirás un muro para pasar por encima de ellos. Es por eso mismo que, tras semejante comentario, mi cuerpo renueva sus fuerzas y, con un esfuerzo sobrehumano, avanzo dos metros más, acercándome cada vez más a mi objetivo.

Siempre he intentado ser una persona optimista en la vida, nunca he considerado algo imposible antes de intentarlo, mas esta prueba me resulta irrealizable desde donde la encarara. En mi cabeza se dibuja una idea algo descabellada, que rechazo al principio con un sólido argumento, pero, al volver a pensarlo decido realizarla de todos modos. Después de todo, estoy condenada a morir; estaría ante una nueva oportunidad de acabar con mi vida.

Lo reflexiono por última vez, consciente de los daños que esto podría ocasionarle a mi cuerpo y me animo a intentarlo. Sin ser mejor que nadie, tomo un impulso y me dejo llevar por el hielo, impulsando mi cuerpo como si de un trineo se tratase.

***

La Habana, 21 de enero,
por la mañana...

En la oscuridad más absoluta, mis ojos apensa percibían los esbozos de ciertos objetos, que parecían tan lejanos a mí, tan inútiles a mi ceguera.

Dicen que los no videntes desarrollan en mayor medida el resto de sentidos, y eso fue lo que hice. Utilicé mis manos como extensión de mis ojos y pude percibir los primeros objetos: un portalámparas, un papiro atestado por telas de arañas y un frasco con un líquido espeso en su interior. Le informé a mi jefe acerca de mi descubrimiento, con unos certeros zapatazos contra el piso. Su respuesta fue de veras alucinante.

- Mientras tú aprendías a ser útil por primera vez en tu vida, yo hice descubrimientos importantes, gracias a la negligencia de nuestro amigo. Descubrí, por ejemplo, este par de lentes de noche- tomó los anteojos y los partió en dos partes, quedándose con un lente y entregándome el restante a mí.

A pesar de que no eran muy tecnológicos después de todo, me sirvieron para observar por primera vez el lugar en forma completa. Latas de pintura, líquidos abrasivos, la mitad de un ventilador de pie y... Al verla pensé que estaba imaginando, incluso me obligué a darme varias cachetadas en la cara, antes de concebir esa remota posibilidad, lo cual, sin dudas, despertó la curiosidad de mi jefe.

- ¿Qué es lo que te pasa?- inquirió extrañado.- ¿Acaso no te bastan mis propios azotes?

- Déjate de bromas un momento- le dije, en lenguaje encriptado-, porque acabo de hacer un descubrimiento grande. Si no me crees, voltéate hacia la dirección de mis pasos.

Allí, en una de las cuatro paredes enmohecidas, yacía una pequeña nota, improvisada, de donde salía una escritura salvaje, forzada. El mensaje, no tan conciso pero muy informativo, versaba lo siguiente:

" Queridos huéspedes- me resultaba imposible leer el papel sin imaginarme al propio Antonio leyéndolo frente a nosotros-: he aquí otra prueba que les demostrará que un hombre de genio podrá haber sido derrotado dos veces pero jamás será destruido. ¿Les gustó el truco del cianuro? De hecho, bastante falta me hacía una aspirina en aquel momento".

Comenzamos a escrutar toda la pared, ladrillo por ladrillo, intentando encontrar algún otro indicio del malvado que logró resucitar dos veces sólo para seguir atormentándonos. Y como versa el dicho, el que busca encuentra. El que busca un mensaje en la pared, encuentra un mensaje en la pared. Esta vez, con letras color sangre, aún frescas, un ladrillo nos decía "Tiren de mí y verán". Por supuesto que lo hicimos, y un sistema automático descorrió la pared de un santiamén.

- ¿Les gustó el truquito?- la voz de Antonio, ya no más la del inocente viejo, inundó la habitación, desde uno de los parlantes que colgaba de las paredes.- Tal vez no haya sido la decisión más prudente que hayan tomado en este último tiempo. Les informo, por si acaso, que este ha sido del único cuarto del que han escapado por voluntad mía, para salir del resto, tendrán que demostrarme lo hombres que son en realidad.  Adelante, mis valientes- y cuando la frase terminó, un enorme agujero se cirnió hacia nuestro alrededor, acercándonos a Satanás más de lo que nos gustaría haber estado jamás.

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