Capítulo CVI
***
- ¿Qué te pasa, tarado?- Manuel se despierta de golpe a consecuencia de los gritos de Javier.
- ¿Qué no viste ni sentiste, acaso, a un instruso en este lugar?- la voz de Javier se eleva hasta el punto de llegar a aturdirme a pesar de los tres metros de distancia que nos separan. Me compadezco de Manuel por un momento.
Continúo con mi plan, cuidando de no hacer sonido alguno durante la escalada. Tomo un descanso y luego de un largo suspiro me reincorporo y comienzo a escalar con todas mis fuerzas. Me sorprendo de la solidez de los hierros y, por sobre todas las cosas, de lo que soy capaz de lograr cuando estoy en peligro.
- ¿Alguna vez te he dicho que eres un loco, un maniático que se cree perseguido? Lo único peligroso aquí es que tú sigas en esta habitación cinco minutos más- responde el otro, con voz de dormido.
Los fierros raspan mis manos y me las hacen arder. Con tanto óxido lo más ligero que me puedo pescar es un brutal tétanos. Comienzo a ascender, teniendo de fondo los gritos de los dos hombres que, al parecer, no logran arribar a un acuerdo.
Ubico con la mirada la habitación que presumo debe ser la de los ancianos y, en ausencia de toda luminaria exterior, a tientas comienzo mi subida. Mis pies se aferran con fuerza y mis manos realizan un esfuerzo sobrehumano.
- ¡¡Ya vete de aquí!!- la voz de Manuel es terminante.
- Pero...- refuta el otro.
- Pero nada. Vete antes de que te arroje por la ventana.
- La ventana- dice pensativo Javier-... ¡Eso es! Tal vez sí hubo alguien aquí dentro y escapó por allí. Mira el seguro, por si no lo notaste, está descubierto. El criminal no pudo haber ido muy lejos.
- Tal vez tengas razón- afirma Manuel.- No había notado ese detalle. ¿Quién pensaría que alguien querría asaltar en estos parajes?
- Me asomaré e intentaré deslumbrarlo con mi linterna.
Consigo alcanzar una región fuera del alcance del haz de luz y allí permanezco durante toda la inspección. "Tal vez esto no es una buena idea" pienso junto a la ventana que oculta a los dos criminales.
Me trastabillo unas cuantas veces. El estrecho lugar, no más de unos centímetros de cemento mal aplanado, no ofrece mucha seguridad. Percibo, con temor, la repiración de Javier detrás de mí.
- Aquí no hay nadie- decreta Javier. Bajaré mañana por la mañana y seguiré las huellas.
- Olvídalo- le recuerda su amigo-. Mañana a primera hora nos escaparemos. No es seguro este lugar, y estos dos viejos ya están mirándonos raro. Estoy seguro de que tienen alguna ligera sospecha.
- Estoy seguro de que adivinaron la verdad- agrega Javier.
- Aprovechando que tienes el modo noctámbulo activado, sería bueno que intentes comunicarte con Mark. Ya no soporto seguir a la deriva.
- Y no contamos, además con que debemos recoger a Guardián antes de las seis.
- Creo que me iré a dormir- confiesa Javier-. Mañana será un día intenso...
***
Auckland, 19 de enero,
al despertar...
El resto del día concluyó sin grandes incidentes. Destruimos cada cuadro y rasgamos cada rincón de la habitación, buscando algún dispositivo que pueda servirnos de ayuda o, quizá, desenmascarar algunos otros que estaban destinados a espiarnos.
De todos modos, lo único que conseguimos fueron esas extrañas balas para pistolas eléctricas y unos grabadores de voz. Todo acabó totalmente destruido, arrojado al suelo y luego vuelto a triturar.
Arrancamos los cables de las paredes y nos lo dividimos para luego empleardo como dos poderosas cuerdas, capaces de amarrar casi cualquier cosa.
Luego del extenuante trabajo, cada uno se recostó en una esquina y, muertos de frío nos recostamos a descansar.
Pensaba yo, mientras intentaba
concebir el sueño, en la razón por la cual Lacy no se había presentado muy a menudo durante el día y, aún más sorprendido de no haber recibido una minúscula ración de desayuno ni de cena.
Me recosté, pero la inomodidad y la cantidad de preguntas en mi cabeza no me permitían un descanso adecuado. Pasé la noche más eterna de toda mi vida lleno de preguntas y carente de respuestas razonables para ninguna de ellas.
Tras seis interminables horas de sueño fallido escuché unos pasos cerca de la puerta. Era el momento de tomarlos por sorpresa.
Me recosté cerca de la abertura y preparé mis municiones. Como última opción, oculté el largo cable, que también podría servirme como látigo.
La cerradura se abrió de repente y el pequeño hombre entró en la habitación. Al igual que su difunto compañero, ostenta en sus brazos una enorme fuente.
Insulto para mi interior al recordar que había olvidado de activar el silenciador del arma. No podía arriesgarme a disparar y alarmar a Lacy en el intento.
Cuanto más desapercibido pasara, mejor.
Con paciencia de cazador y movimientos de felino me acerqué hacia mi objetivo, que caminaba en pantuflas lentamente hacia la enorme mesa en donde se encontraba una bandeja idéntica, pero sobrecargada de restos.
Extendí el cable y localicé ambos extremos en la oscuridad. Me puse de pie sin despertar sospechas y me dispuse a llevar a cabo un alocado movimiento.
Con mucho cuidado cierno el cable alrededor de su cuello y cuento hasta tres. Uno, dos, tres... Y la víctima cae fulminada en el instante.
Atravieso la puerta y me robo la llave. El hombre, ya sin vida a causa del estrangulamiento, yace en el piso junto a mi jefe.
Despierto desesperado al líder con violentos zamarrones.
- ¿Qué pasó?- preguntó extrañado.
- Es ahora o nunca. Es nuestro momento.
Y no hizo falta aclarar nada más que lo necesario como para ponerlo al tanto de los hechos. Ninguno de los dos estaba dispuesto a desaprovechar semejante oportunidad. Y tampoco teníamos planeado hacerlo...
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