Capítulo CIV
***
- ¡Maldición!- exclamo en voz baja tras la acción de Manuel que me condena a seguir encerrada.
El sonámbulo interrumpe sus movimientos. Finalmente, y por desgracia para mí, acaba de moverse y permanece en la misma posición, planeando adoptarla durante toda la noche.
Poco a poco salgo de la cama, sin antes estrellar mi cabeza contra los maderos, provocando un estrepitoso ruido. Me escondo nuevamente, temiendo haberlo despertado. Los pasos de Manuel vuelven a escucharse y estoy segura de que me tienen rodeada: Manuel por dentro y Javier por fuera.
- ¡¡Abre la puerta!!- la voz de Javier retumba en toda la habitación.
Me sorprendo al no escuchar la voz de alguno de los ancianos. Es necesario tener un sueño demasiado profundo como para no despertarse con semejantes golpes.
- Al parecer, tuviste una mala noche- susurro para mis adentros.
- ¿Estás bien...amigo?- agrega. Resulta muy extraño que nunca lo hubiera llamado así antes.
"Despierta, por favor despierta" ruego, mas el cansado hombre no es capaz de mover ni un sólo dedo. Tengo dos opciones: la primera y más factible es esperar a que Javier abandone la puerta, ya sea por cansancio o por notar que su amigo está en el país de los sueños. La otra, hacerme pasar por Manuel y quitármelo de encima de una vez por todas.
Resultan increíbles los procesamientos que realiza mi cerebro. En cinco segundos analiza pros y contras de cada plan y su probabilidad de éxito. Sin embargo, si hay una gran diferencia entre el decir y el hacer, aún esa brecha es mayor entre el pensar y el actuar. Mi cerebro insiste, pero mi boca ya se ha abierto.
- ¿Qué pasó?- pregunto, con mi mejor voz de hombre rudo posible.
- ¿Todo bien por ahí dentro? ¿Qué fue ese ruido?- él fue directamente al punto; yo intenté alejarlo.
- ¿De qué ruido me hablas?- cambio de tono para agregar con rudeza-. Déjame dormir, ya. Tómate una pastilla o algo y vete a la cama.
Los pasos de Javier inundan el aire. Me acabo de salvar de una buena. Al parecer, la voz de dormido de Manuel es una pizca similar a la que acabo de crear. Me veo orgullosa por haber enfrentado el problema y conseguir un triunfo, por ahora, aparente pero que cada vez dista menos de ser definitivo.
Intento sacudir con suavidad al sonámbulo. Al menos, despertar sus caminatas irracionales no puede resultar tan difícil... ¿O sí?
- Eres un amor, Manuel- comienzo a recitar en voz muy baja junto a su oído-. Me gustaría tener otra cita tan linda contigo en el futuro- mi intento desesperado por cambiar sus sueños resulta cada vez más inútil.- Ven aquí, camina hasta aquel cantero y tráeme aquellas hermosas flores.
El sueño forzado es interrumpido bruscamente cuando Manuel se voltea y nuestras caras quedan frente a frente, a centímetros de distancia.
- Por favor, amor mío, tráemelas.
Un silencio incómodo surgió en la habitación cuando mis labios tocaron los suyos y ambos fuimos uno sólo por unos instantes. El beso se prolonga más de lo habitual y comienzo a creer que lo estoy disfrutando.
Y así, pegada a su boca, transcurren dos interminables minutos.
***
Auckland, 18 de enero,
por la tarde...
- Ya no necesitaremos a esta basura- afirmó con una voz íntegra que extrañaba escuchar-. Somos capaces de escapar de aquí, sólo debemos esperar el momento adecuado. Hemos robado, matado, saquedo y sorteado a policías y ladrones miles de veces. Es hora de dar el golpe final.
Y, tras una charla motivacional, expusimos con claridad nuestros planes, cuidándonos de no ser oídos y evitando, por si acaso, una eventual lectura de labios.
- No eran muy comunes las cámaras de seguridad en los sesenta- se burló mi jefe al ver cómo me cubría la boca para evitar cualquier inconveniente.
- Esta mujer usa técnicas antiguas, pero tiene más trucos que el auto de Barack Obama- agregué-. Si no consigue una forma de espiarnos lo hará de otra, pero siempre lo logrará.
A continuación, repartimos las prendas del fallecido y cada uno mejoró una milésima parte de su aspecto. Al colocarme la enorme camisa, unas chispas recorrieron todo mi cuerpo.
- Y eso que lo dejamos muerto hace más de una hora- añadí, sorpendido.
- ¡¡Es hora de la merienda!! ¡¡Ya es hora!!- mi jefe comenzó a golpear la inquebrantable puerta con la fuerza de sus enormes puños. Por la retaguardia me encontraba yo, armado de dos pistolas bien cargadas.
Una llave se colocó del otro lado. Oculté velozmente las armas en los bolsillos del saco que acababa de tomar prestado del muerto y simulamos un gran desinterés. Dos vueltas y media fueron suficientes para que las primeras curvas de Lacy entren en escena. Una enorme campera de cuero y una pollera diseñada a medida ocultaban su gran diablo interior.
- ¿Alguien pidió una porción de revelaciones sorprendentes?- inquirió, sonriente.
- Hoy le toca a...- tomó uno de los archiveros y sacó una pequeña ficha- Josep. ¡Qué sorpresa! Es como si lo hubiera planeado.
- Espero, hiena, que planees hundirte en el imundo pozo del que saliste- gruñó mi jefe.
- A ver, Josep querido, ¿acaso tienes alguna razón para temerle a estos inofensivos archivos? ¿Hay, acaso- dijo con malicia-, algo de lo que Manuel y yo no estemos enterados?
- Vete, maldita traidora. Vete y sigue con tus patéticos cuadritos. Vamos a ver si logras ser alguien en este mundo. Apuesto nuestras vidas a que lo más alto que llegarás será al purgatorio, si Dios te tiene algo de pena.
- Veneras a alguien de quien no sabes nada y en quien ni siquiera crees. Yo, en cambio, pongo en juego acontecimientos y personas reales- sacó el papel de su bolsillo-. Ten, Manuel- extendió la ficha-, estoy segura de que te va a interesar.
En un pequeñísimo papel, doblado en diez partes, unas escasas líneas revelaban toda una vida de secretos y mentiras. En el diario "Jungle", periódico afamado de los bajos fondos, un fragmento de una noticia decía:
" El afamado criminal Josep Kane realiza una apuesta millonaria con Ernest Cussac.
》La apuesta del año consistirá en incluir al nuevo criminal, el joven e inepto Manuel, en alguna de sus bandas.
》¿Cuán patético puede llegar a ser el final de esta apuesta? Sólo el tiempo y las burlas de Ernest lo deteminarán".
Me quedo sin palabras al culmimar de leer la noticia y me quiebro en un llanto interminable.
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