Capítulo CI
***
Me reincorporo lentamente y comienzo con un cauteloso ascenso. El resto de los maderos ceden a mi plegaria y al resto de los escalones consigo superarlos sin emitir casi sonido alguno. Así llego a la planta alta.
Me hallo frente a la puerta que hasta hace unos pocos segundos registraba señales de movimiento y de vida. Se me pone la piel de gallina al pensar en la remota posibilidad de que pueda llegar a abrirse. Por fortuna, no lo hace.
Me debato hacia dónde ir: derecha o izquierda. Cuatro habitaciones componen el primer piso y sólo una puede conducirme a la libertad; las otras tres, pieden desencadenar un fatal descenlace.
El piso parquet perfectamente encerado me obliga a abrir los ojos y caminar con mayor precaución. Me sujeto sobre una de las paredes y comienzo a avanzar, tal cual como si estuviera en una pista de patinaje sobre hielo de esas que disfruta la gente libre. Por lo pronto, tendré que contentarme con esto.
La ausencia de ventanales impide que la luz de la luna ilumine sitio alguno. Me veo inmensa en la más grande oscuridad y cualquier tropezón puede acabar alarmando a todos los presentes. Necesito encontrar a esa pareja lo antes posible.
Me topo con la primera puerta casi instantáneamente, tan sólo a unos pocos metros de recorrido. La madera chilla a los gritos, mas el ocupante de la habitación no se percata en absoluto de mi presencia. Me arrojo al piso y comienzo un cauteloso ascenso. No adoptaba la posición de felino desde mis últimos días de la primaria.
Me escondo debajo de la cama y allí reposo durante unos segundos. Intento identificar a la persona que reposa en la habitación. Un brutal ronquido me hace temblar.
Identifico con facilidad que este es el cuarto del líder de los mafiosos y no me queda ninguna duda cuando, tras un giro brutal, su pata de palo fue a estrellarse contra mi cara. Contengo mi expresión de dolor lo mejor posible. Comienzo a aterrorizarme ante la idea de que el impacto haya sido demasiado notorio para él.
Abandono la habitación reptando como serpiente y me reincorporo lo antes posible a mi caminata. Al cerrar la puerta me da algo de corriente y mi pie izquierdo se estrella directamente contra la base de la madera. La abertura culmina abriéndose con un brutal choque contra la puerta.
Un interruptor se enciende a lo lejos. El sonido de la tecla me alarma y me veo inmensa aún en un problema mayor cuando siento unos pasos dirigiéndose hacia aquí. Son los pasos de Javier, reconocería ese andar cauteloso a kilómetros de distancia.
Rodando con todas mis fuerzas y consigo ocultarme tras una enorme mesa de luz sobre la que se haya empotrada una pequeña lámpara sujeta a un enorme velador. La situación se torna más desesperante cuando escucho el sonido de un arma cargándose una, dos, tres veces. Luego de eso los pasos se vuelven casi imperceptibles.
De pronto, una luz de lintera me cega por unos segundos. No cabe dudas de que he sido descubierta.
***
Auckland, 18 de enero,
diez minutos después...
Lacy abandonó la habitación con la misma cautela con la que había ingresado. Arrojó el cuaderno y nos dedicó un beso a cada uno antes de esfumarse. Los dos hombres cubrieron su retirada y el flaco sin gracia nos fulminó con su mirada.
La puerta se cerró y dio lugar a una nueva discusión, esta vez, alternando los papeles: mi jefe al ataque y yo a la defensiva.
- Te ordené que te deshacieras de este maldito cuaderno- sus ojos se tornaron rojos de sangre mientras blandía la insignificante libreta sobre sus manos.
- Te juro que creí que tú mismo habías acabado finalmente con él- respondí, a la defensa.
- No jures sobre algo que es una farsa, una burda mentira- contraatacó.
- Nadie se encontrará con estas páginas en un futuro.
- Eso no me lo podrías asegurar jamás- se lamenta-. Además, con esta loca ya nada es seguro.
- Lo destrozaré ya mismo- le contesté, temeroso de lo que mi jefe podía ser capaz de hacerme.
- Lo destrozaré con mis propias manos- prometí, acomodando mis manos para tan difícil tarea.
Una ventisca atraviesó el cuartucho cuando la enorme abertura volvió a abrirse. Lacy asomó su cabeza y arrojó un segundo diario junto a los pies de mi jefe.
- Tampoco te olvides de este otro, querido Manuel- me dijo, mientras un segundo cuaderno volaba por los aires y caía en manos de mi jefe. Después de la asombrosa intervención, la mujer se esfumó tan rápido como había aparecido.
- "Querido diario:- mi jefe comenzó a recitar una de las páginas más oscuras de la bitácora.
》No estoy seguro de que sea lo más conveniente plasmar lo ocurrido el día de hoy por escrito, mas mi sueño por convertirme algún día en escritor ofusca tanto mi mente que he decidido confesarlo igual sin importarme nada más: ni el contenido ni en las manos en los que éste puede llegar a caer.
Me retracté de las palabras escritas cuatro años atrás; es más, regresaría en el tiempo para asesinar a mi yo del pasado.
》Anoche, luego del asalto al Banco de Londres, nos reunimos con la banda en esta misma casona y mi jefe nos hizo prometer que lo defenderíamos a muerte, cueste lo que cueste, sin importar cuán graves sean sus faltas. "A partir de hoy somos hermanos del mal, todos somos una sóla alma" anunció, emocionado.
》Esta mañana descubrí la causa de su juramento: por su culpa, la abuela de Javier pereció atravesada por seis balazos en la cabeza por intentar defenderse ante el asalto.
》No me veo capaz de confesarle a Javier toda la verdad. Sin embargo, un primo mío consiguió formar una banda hace poco y se ha ofrecido a ayudarnos en lo que necesitemos. Tal vez, aliándome a él, logre independizarme de mi jefe. Estaré esperando por las órdenes de Antonio".
Al llegar al final del escrito mi jefe se mostró realmente anonadado.
- Así que tú eres el causante de todo esto- se lamentó el líder.
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