Trou Normand
Acto IX: Trou Normand
Parte 2: De las elecciones fundamentales de la vida.
Cualquiera que viera a William y pudiera ver a través de su máscara pensaría en uno de ésos gatos domésticos recién alimentado, satisfecho y con una sonrisa perezosa, nada más lejos de la realidad, sí, estaba demasiado satisfecho con los resultados de su última fechoría, más un capricho que nada, en realidad, pero Will era cualquier cosa menos un animal domesticado, no, más bien se lo compararía con un felino grande y salvaje de los bosques, ése que tras una exitosa caza con su compañero se recuesta sobre los restos de su víctima a ronronear de manera tranquila y perezosa.
Y era exactamente éso.
Hannibal lo miraba con sus calculadores ojos rojizos y había una alegría pura tras la barrera de la fría cortesía que le daba a su no tan inesperado invitado.
Jack se veía realmente mal; con la investigación de la antecesora de Will estancada, pues aún no había ninguna pista de si ella estaba realmente viva o no, y la nueva investigación a Alana Bloom abierta por el asesinato de la Dra. Du Maurier, Jack simplemente se veía miserable.
La noticia había tomado por sorpresa a todo el equipo en el FBI, sin embargo, las sospechas jamás cayeron sobre él, sobre todo al interpretar tan bien su papel de ex amigo preocupado, él mismo había insitido en mirar la escena del crimen, o al menos lo que quedaba, las huellas de Alana estaban por todas partes, sobre todo en la oficina de la mujer, las notas de la doctora Du Maurier acerca de Will estaban esparcidas por el suelo y fue una suposición fácil de decir que ahora iba tras él.
La poción multijugos era una cosa maravillosa, replicaba las huellas dactilares, la composición del ADN dentro de los cabellos y cualquier otro tipo de vello corporal, lo único de lo que era incapaz de replicar era la sangre, pero Will no estaba interesado en dejar la suya en una escena tan incriminatoria, no. Solo un mechón de pelo por aquí, otro por allá, algunas huellas en los muebles y una marca sangrienta de la diminuta mano de Alana en una de las sábanas de Bedelia con la sangre de la rubia.
El agente especial retuvo una sonrisa al escuchar la aflicción en el tono de Jack, la culpa por la encefalitis de Will aún lo perseguía, ahora nuevamente otra persona a su cargo perdía la razón y las preguntas de: ¿Los estaba presionando demasiado? ¿Era demasiado duro con ellos? ¿Acaso era él quien los orillaba hasta perder la razón? ¿Era él el culpable? surgían y ni Hannibal ni su esposo ofrecían un consuelo verdadero, hablaba con practicidad y razonamientos, pero Jack solo quería que le dijeran que no era el culpable.
—Podemos empujar a las personas a tomar un camino determinado, Jack— comenzó Hannibal, su rostro ahora mucho más suave, notó el Jefe de la BAU —Pero al final, son ellos quienes toman la decisión al final, ser o no ser, hacer o no hacerlo, sucumbir o no sucumbir a la maldad... a la locura— Aquello había dado un alivio inesperado al hombre, quien solo pudo tomar un sorbo del vino que le habían ofrecido para la cena.
—Lo importante ahora es encontrarla— murmuró William, él había permanecido callado todo el tiempo, el ceño fruncido en preocupación para su jefe aunque en realidad era porque intentaba retener su carcajada —No podemos permitir que vuelva a hacerle daño a alguien, o peor, a sí misma— Jack le dio una mirada de comprensión y asintió.
—Fue algo notable que haya podido escapar del hospital, ¡Había dos enfermeros en su puerta! al parecer escuchó que uno de sus guardias iba hacia el baño y fingió dolor para que el que quedó entrara— un silencio tenso se alzó sobre la mesa, aunque solo desde el punto de vista del hombre, Hannibal y Will se lanzaban miradas brillantes y dementes cada tanto —Cuando llegó el otro enfermero del baño y no encontró a su compañero lo primero que hizo fue entrar a la habitación de Alana, pero ella ya lo esperaba—
—Ni siquiera puedo creer que ella haya hecho algo así— murmuró Will y su jefe suspiró.
—Y yo sigo creyendo que no deberías estar en la investigación, Will— dijo el hombre con cansancio en la voz —Ella probablemente está detrás de ti y ustedes eran amigos, hay demasiado conflicto de intereses, es peligroso también— terminó y Will apretó los labios.
—Pero Jack, ella era mi amiga, no puedo simplemente abandonarla así como así— gimió exasperado el castaño de ojos azules.
—Debo decir que ésta vez estoy de acuerdo con Jack, mylimasis— la voz de Hannibal resonó con su barítono en todo el comedor —El día de nuestra boda ella tuvo una mirada demasiado incómoda para mi gusto, una que prometía que éso no sería lo último de ella y luego de ello mencionaste que en el trabajo no dejaba de acosarte, cualquier cosa podría salir mal— el rostro del psiquiatra estaba perfectamente construido en una máscara de incertidumbre y preocupación que Jack creyó por completo.
—Pero era nuestra amiga, Hannibal— continuó protestando Will, sin ningún argumento válido, solo protestando porque podía.
—Temo por tu seguridad, tanto como tu psiquiatra y como tu esposo te lo digo, es peligroso estar involucrado— y Will suspiró, pareció desinflarse en su asiento antes de mirar cansado a su jefe.
—¿Al menos podría echar un vistazo de vez en cuándo? Llámame cuando estés en un callejón sin salida o algo así y prometo portarme bien— la resignación estaba escrita en toda su cara y Jack asintió con una sonrisa un poco más tranquila.
—Sabes que siempre te llamaremos cuando estemos en un callejón sin salida— dijo un poco más jovial, Jack.
— Éso no me tranquiliza ni un poco, Jack—
—Lo sé, pero es mejor que nada, te iré pasando los archivos a medida que vayan llegando, serás consultor pero no irás a ninguna escena, si es que hay— lo último lo dijo con un tono de voz oscuro y William asintió.
En la misma casa, pero en diferentes habitaciones, más específicamente en el sótano, una sonriente Abigail Lecter sostenía un pequeño aparatito que transmitía la conversación de sus padres y Jack durante la cena, la tenía para hacer escuchar a su nueva invitada todo lo que sucedía allí arriba.
—Nunca te creía como alguien que asesinara, Dr. Bloom— murmuró una sonriente Abigail, ella estaba sentada en una butaca alta cercana a la pared lateral de la habitación y en las dos celdas hechas con magia estaban sus invitadas, una era la buena doctora Bloom, aún manchada con la sangre de aquellos enfermeros en algunas partes de su cuerpo, la otra era Miriam Lass, demasiado drogada para saber qué sucedía a su alrededor —Pero lo hiciste, fue enteramente trabajo tuyo aquellos enfermeros así que, a los policías no le importaría agregar una muerte más a tu archivo— su sonrisa ahora era depredadora mientras de acercaba lentamente la celda que tenía un montón de encantamientos protectores encima —Después de todo eres la psiquiatra que enloqueció de celos y ahora vas tras mi pobre y amable padre para asesinarlo. Me pregunto cuantos años te darán, o si solo te dispararán cuando te vean y mueras desangrada— cuando estuvo al borde de la celda Alana intentó estirar de su ropa, buscando cualquier tipo de llave que la dejara salir para escapar y decirle a Jack que todo fue una trampa de Will y que él era un asesino y su hija adoptiva también. Pero ni siquiera pudo pasar la mano entre las rejas, una pared invisible se lo impedía y miró con sus enormes ojos azules sorprendidos y confusos a la chica frente a ella que se carcajeaba con fuerza.
Nada podía salir de las protecciones alrededor de la celda, absolutamente nada, sin embargo sí podría entrar, Abigail podría meter la mano entre las rejas para dejar comida y agua o solo para molestar, su padre realmente la consentía mucho.
—¡Eres tan estúpida!— logró decir mientras tomaba aire intentando calmar su risa —¿De verdad crees que hay una llave para ésta celda?— le preguntó con suficiencia, una sonrisa prepotente adornando su rostro —¿Cuántas semanas crees que estás aquí?— le dijo, antes de meter un brazo entre las rejas de forma rápida y enganchar sus dedos en los cabellos de la mujer con un agarre de hierro y acercaba su rostro lo más que podía a las protecciones sin que éstas se activaran y lanzaran a la psiquiatra hacia atrás —Si no mueres aquí, lo harás en una celda igual de putrefacta o a manos de un policía— y con fuerza logró darle un puñetazo certero en la nariz, el sonido de la rotura del cartílago fue música para sus oídos y se rió al escuchar el gemido de dolor antes de que la mujer quedara inconsciente sobre el suelo frío del sótano, la sangre cayendo a chorros de su nariz y su cuerpo temblando de frío aún en medio de su desmayo era realmente satisfactorio para Abigail.
Ésto solo era el inicio, se dijo, mientras esperaba que despertara, todavía podrían jugar más.
Era último día en Howarts para aquellos que no se quedarían en el colegio en navidad, y dada la cantidad de alumnos que corrían por los pasillos en busca de sus últimas pertenencias perdidas eran muy pocos aquellos que quisieron quedarse; las clases de cultura y ritos mágicos parecía dar frutos pues éste fue el año en que se celebró Yule otra vez en el colegio después de más de cinco décadas, sin duda el mandato de Dumbledore solo había traído deficiencias a cada generación de magos que estuvo bajo su pulgar.
Fue solo gracias al nuevo plan de estudios elaborado por Harry, los fundadores y algunas correcciones por parte de los maestros que el nivel educativo se había disparado constantemente hacia arriba, con solo unos meses de la nueva implementación de estudios ya había cambios favorables.
Los jóvenes estudiantes entendían el valor de la magia y las tradiciones, poco a poco los sangre puras entendía el poder que también poseían los muggles y aquellos que aún no se decidían, comenzaba inclinar sus balanzas, el mundo mágico iba creciendo cada día más. Lento pero seguro, pero lo estaba haciendo.
Era por eso mismo que el Ministro Fudge había ido al colegio, invitado personalmente por Harry como Lord Gryffindor y proxy de Lord Slytherin, el hombre parecía haber recibido una carta del mismísimo Merlín, caminando por los pasillos del castillo como si fuese dueño o señor del lugar, como un pavo real demasiado lleno de sí mismo, Harry quería cortarle la garganta, pero éso no era lo que se esperaba de un Lord, además, tenía planes para el hombre.
Por lo que, diligentemente Harry lo había guiado por un recorrido privado dentro de la Cámara de Slytherin y para su desgracia, Dolores Umbridge se había colado en la visita; después de todo ella nunca había entrado al lugar, Harry lo había prohibido sutilmente, diciendo que solos los alumnos y los jefes de cada casa ingresaría, ni un solo maestro había echado un vistazo siquiera a la Cámara, y siendo Dolores una simple enviada del Ministerio, mucho menos la dejaron, y sin embargo la maldita mujer le sonreía asquerosamente desde detrás del hombro de Fudge, como diciéndole que no podría contra ella.
¡Cuán ingenua podría ser la pobre perra desgraciada!
Había sido útil para encarcelar a Dumbledore, pero ella ya no tenía ningún valor, es más, Harry deseaba poder deshacerse de ella.
Y lo haría.
El más joven observó como la estúpida mujer de rasgos anfibios miraba con codicia una de las reliquias sacadas del cuarto privado de Slytherin en la Cámara, éstos eran los anillos de compromiso que le había dado a cada una de sus tres esposas, cada uno tan diferente como las mujeres que había amado, pero todos igual de preciosos y caros, entonces Harry decidió hablar con el Ministro.
—Hasta hace poco consideraba Hogwarts como mi hogar, Señor Ministro— murmuró Harry, obteniendo la atención total del hombre, ambos miraban la enorme estatua de Salazar que tenían enfrente —Mis recuerdos son más agridulces que otra cosa debido a las manipulaciones de Dumbledore, pero creo que es bueno que ya no considere tan especial en mi corazón éste castillo— terminó, Fudge frunció el ceño y lo miró con confusión.
—¿Y por qué cree éso, Lord Potter?— preguntó, y Harry absolutamente esperaba aquello, y reprimiendo una sonrisa de oreja a oreja se giró para ver al Ministro con seriedad.
—Por que entonces puedo manejar ésta institución con profesionalidad, no hay sentimientos de por medio que puedan nublar mi juicio y todo lo que haré, será para el bien del colegio, incluso si no me agrada— Fudge seguía monumentalmente confundido y dio un paso más cerca de Harry.
—Me temo que no puedo comprender su línea de pensamiento, Lord Potter— al muchacho le resultaba divertido la forma en la que el hombre frente a él lo trataba con tanto respeto, sin duda si pudiera se reiría en su cara y lo obligaría a besar sus pies, sin embargo, aquello no sonaba tan divertido como atormentar al hombre de la forma en la que tenía planeado.
—El colegio hasta ahora ha ido magnífico— habló sin responder a la anterior línea —Los estudiantes están tomando las nuevas clases mucho mejor de lo que había previsto, para éste año, los jefes de casa me informaron que al menos quince estudiantes de diferentes casas planean hacer sus maestrías, todos los alumnos de segundo a séptimo curso han subido de manera paulatina pero constante sus notas en cada materia con excepción de una— y fue ahí que por fin Harry decidió encarar al hombre, sus ojos negros y su cabello lacio del mismo color caían sobre su rostro haciéndolo parecer incluso más intimidante, su rostro perfectamente en blanco no delataba nada y sin embargo, era absolutamente aterrador.
—Se han comenzado a esparcir rumores sobre la maestra que usted a enviado— rápidamente Fudge lanzó una mirada a Dolores que se veía intrigada por otro par de joyas, ésta vez masculinas en otro rincón de la sala —Y generalmente no tomo en cuenta rumores, Merlín sabe que tuve mucho de ésos en mi pasado, pero, lo que me llamó la atención de ellos fue una simple frase, la palabra castigo en ningún momento debe estar unida a una pluma negra— y el rostro de Fudge perdió todo el color que tenía mientras sus ojos se abrían enormemente —Y lo que más me sorprendió fue escuchar que al parecer, Madame Umbridge tiene su autorización explícita para utilizarlo en mis estudiantes— una fina ceja negra se alzó en el rostro de Harry mientras lentamente sus ojos se volvían del mismo tono de rojo que su padrino.
—Absolutamente todos los jefes de casa han estado hablando con los estudiantes y tomando sus recuerdos como evidencia— usó un tono suave y cordial mientras sonreía frío —Espero que para el término de las vacaciones de Yule haya encontrado un reemplazo del maestro de Defensa contra las artes oscuras, usted fue quien envío a una mujer incapaz como maestra; quien tiene la desfachatez de ejercer como profesor cuando apenas recibió un Aceptable en sus Extasis, entoces usted buscará un Maestro de Defensa, no un profesor, sino una persona con Maestría en Defensa, no aceptaré nada menos que lo sobresaliente en mí instituto, ¿Quedó claro, Ministro Fudge?— Harry reía internamente mientras veía al hombre pasar por todos los tonos del rojo posibles antes de quedar de un morado bastante enfermizo.
—Usted no puede...— pero el golpe del bastón de Harry en el suelo calló cualquier argumento idiota del hombre.
—Sí puedo— respondió con severidad —Soy dueño de la mitad del castillo y por si lo olvidó, Ministro Fudge, Hogwarts no está bajo la jurisdicción de ningún Ministerio— dio un pasó al frente irguiéndose por completo y liberando parte de su magia —Si ésa mujer está aquí, fue por la incompetencia de Dumbledore al buscar maestros, pero éso ya no sucederá, ahora, estoy seguro de que si no está de acuerdo puedo solicitar fácilmente un jucio del Wizengamort como Lord de una de las casas fundadoras, tengo la evidencia Fudge y no dudaré en usarla y dejarte en la miseria, serás lo peor del mundo mágico junto con ésa mujer— dio otro paso más logrando que el hombre retrocediera con una palidez casi enfermiza —Serás incluso peor que la suciedad en los pies descalzos de una prostituta cualquiera del callejón knockturn, no intentes ir contra mí porque comprenderás de forma mala que no podrás vencerme— sus ojos parpadearon entre el rojo y el verde tan parecido a la maldición asesina que el Ministro retrocedió nuevamente, ésta vez más de dos pasos —Pregunto nuevamente, Cornelius ¿Quedó claro lo que debes hacer?— levantó una ceja como si estuviera hablando con alguien muy estúpido y Fudge tragó grueso y asintió.
—Sí, un maestro, para defensa, lo tengo— y Harry sonrió, dientes blancos perfectamente alineados y una mirada sombría que lejos de infundir calma al hombre frente a él, lo horrorizó de maneras inimaginables.
—Perfecto, me alegras que hayas entendido, Cornelius— dijo comenzando a acercarse nuevamente y dejando caer de forma pesada su mano en el hombro del Ministro que no logró esconder del todo el escalofrío que lo recorrió —Si sigues así de comprensivo creo que seremos muy buenos amigos ¿Tú quieres ser mi amigo, Cornelius?—
—P-Por supuesto— murmuró tembloroso y Harry volvió a sonreír, aunque ahora menos aterrador.
—Perfecto, entonces creo que nuestro recorrido ha concluido, déjame acompañarte de nuevo al pasillo del segundo piso— y la mano de Harry se alejó del Hombro de Fudge solo para posarse en la espalda del hombre, donde su herencia veela salió a la luz y su garras se incrustaron en la túnica del otro y arañando de manera dolorosa.
Ninguno dijo nada más, Harry volvió a su máscara de buen anfitrión y pese a las protestas de Dolores, la mirada que le dio Cornelius fue más que suficiente para que apretara los labios y ella también lo siguiera, solo una vez que estuvieron en el pasillo, a unos metros de él y yendo en dirección a una de las entradas del castillo que Harry se permitió dejar caer su máscara.
Harry estaba furioso, no entendía como aquél Ministro inútil había dejado a aquella desquiciada a cargo de los niños, pero maldita sea, ésa era SU escuela y no dejaría que una maldita mujer con genes anfibios torturara a sus niños, a paso furioso se dirigió a la oficina de la Dirección, tenía algunas fuertes palabras para Minerva que estaba seguro que no le gustaría a la mujer mayor, pero demonios, se lo merecía por haber esperado más de tres jodidos meses antes de contarle lo que sucedía. Sí, él iba cada fin de semana en la reunión de la junta de gobernadores y hablaba con los jefes de casa, pero no idea de absolutamente nada de lo que le pasaba a los estudiantes de manera individual en esas reuniones, los jefes de casa eran obtusamente vagos y hablaban de manera muy generalizada, incluso Severus tardó en darse cuenta de lo que sucedía pues al parecer solo dos chicas de su casa fueron atacadas por ser mestizas, y las niñas estaban demasiado aterrorizadas para siquiera intentar explicar lo que sucedía.
El mar de estudiantes perezosos que se preparaban a última hora para partir e ir a casa se abría para dejarlo pasar, consciente de su ceño fruncido y su andar rápido, Harry no hizo ni un solo intento de parecer amigable, estaba enojado y quería que todos lo supieran. Avanzó hasta llegar al guardián de las escaleras que daban a la oficina de la dirección, notando que el horrible gryffin aún no se movía.
—Abre— dijo con la varita en mano, éstas estaban lanzando pequeñas chispas igual de enojada que él —Ahora— fue lo último que dijo, su voz apenas controlando la ira, el gryffin rápidamente se hizo a un lado y Harry comenzó a subir las escaleras.
Las puertas de la oficina se abrieron abruptamente con un estallido de magia, los jefes de casa más la directora del colegio estaban allí teniendo una pequeña reunión antes de que los alumnos partieran antes del mediodía.
—Tú y yo tenemos mucho de hablar, Minerva— la mujer mayor se estremeció ante el poder que emanaba su antiguo alumno, pero sobre todo, por la forma en la que casi había escupido su nombre.
Ninguno de los habitantes restantes de la habitación movió un músculo mientras la puerta volvía a cerrarse de manera violenta y poderosas salas protectoras se alzaban alrededor.
Severus suspiró, comenzando a sentir el inicio de una jaqueca, él sería quien tendría que lidiar con Harry después, y sabía que sería absolutamente sangriento.
Draco miraba demasiado nervioso e impaciente por la ventana del tren, frente a él, Hermione lo miraba curiosa, generalmente él no demostraba sus emociones de forma tan obvia, mucho menos estando presente muchas personas alrededor, incluso si fueran solo Luna y Susan; quien debido a que aún se encontraba desaparecida su tía, iría a casa de los Lovegood a pasar yule, Draco aún se resistía a mostrarse como un ser humano con emociones.
—¿Me dirás qué pasa, Dragón?— Hermione había intercambiado asientos con Luna de manera rápida, por lo que ahora la gryffindor estaba al lado del muchacho.
—Sí, es solo... ¿Estás segura de que tus padres te dejarán pasar todas las vacaciones en la mansión?— los ojos preocupados de la chica se suavizaron.
—Sí, puede que haya maquillado un poco con quién pasaría las vacaciones, pero ellos aún no saben nada de lo que sucedió y espero no preocuparlos aún— Draco se veía tenso, pero aún así asintió.
—Madre está especialmente encantada por conocerte, a enviado un montón de cartas contándome cómo se sintió cuando ella conoció a papá como su compañero y está feliz por que yo también pude hacerlo— comenzó a hablar con voz tranquila —Ella siempre quiso una hija pero no pudo, así que está encantada de poder enseñarte y probablemente comprarte un montón de vestidos— una risita cariñosa salió del muchacho y Hermione observaba casi encantada como se abría para ella, solo para ella.
—Debo admitir que estoy algo nerviosa—Susurró la gryffindor, jugaba incómodamente con los hilos sueltos de su suéter de punto —En las vacaciones de verano tendré que explicarle a mis padres lo que pasó, y debería quedarme con ellos al menos tres o cuatro semanas, sin embargo, la sola idea de alejarnos se siente dolorosa— Sus mejillas rápidamente se pusieron rojas —¿Es éso parte de nuestro vínculo también? ¿Tú lo sientes igual?— preguntó la chica, inclinando la cabeza hasta dejarla descansar en el hombro del rubio.
Draco lanzó un tembloroso suspiro mientras tomaba la mano de Hermione y entrelazaba sus dedos. No había esperado ése tipo de confesión por parte de su vínculo, de hecho, todos los días se repetía que no debería esperar nada, él había sido horrible con ella todos ésos años anteriores, y en su mente la imagen de Hermione queriéndolo simplemente no funcionaba.
Entonces venía ésta gryffindor cabezota a decirle ése tipo de cosas que le aceleraba el corazón y la esperanza era absolutamente dolorosa. Harry le escribía todas las semanas, al menos tres o cuatro veces por semana explicándole cosas; cosas como que no debería separar a la criatura dentro de él, ambos eran uno solo y cuánto antes aceptara ése hecho más fácil sería aceptar sus instintos y una vez que acepte que los tenía, recién ahí podría aprender a controlarlos.
A veces creía que su veela interno era una especie de ente aparte, que los deseos que tenía, ésos deseos oscuros de posesión y carnalidad pertenecían solo a la criatura, pero entonces pasaba algo de tiempo con Hermione y las líneas que trazaba para separar su cerebro de lagarto de su mente humana se desdibujan y el mismo fantaseaba con escenarios francamente perturbadores; o exquisitos, dependía de la perspectiva, o de su estado de animo.
Draco quería a Hermione para sí, ya había aceptado ése hecho, sin embargo aún no sabía cómo la quería; si como compañera y amante o solo como amiga, pero cuando la chica le decía éste tipo de cosas, algo monstruoso le rascaba desde dentro y gritaba por salir.
—El solo pensamiento de que te apartes de mí es doloroso, Hermione— murmuró en voz baja el rubio, su mirada de vuelta al paisaje que ofrecía la ventana —El futuro sin ti a mi lado no es futuro, no podría vivir sabiendo que estás lejos de mí— terminó, las dos muchachas dentro del compartimiento hacía mucho que estaban hablando entre ellas en una burbuja de privacidad, por lo que al menos Draco sentía que revelar tales pensamientos no fue tan vergonzoso como creía. Y Hermione... bueno, ella había sonreído de manera brillante mientras se ocultaba en el cuello de vínculo, las dudas en su mente se despejaron, y solo disfrutó de la compañía del rubio, quien se negaba a soltar su mano.
—Señorita Granger— la saludó Lucius apenas llegaron a la zona de aparición del andén nueve y tres cuartos. Hermione le sonrió mientras tomaba la mano de Draco y se acercaban al hombre mayor.
—Señor Malfoy, gracias por recibirme en su hogar durante las vacaciones— la chica le regaló una tímida sonrisa, sintiendo la mano de el rubio menor apretarse en su cintura.
—Tonterías, estamos felices de que Draco y su vínculo puedan quedarse en casa para celebrar Yule, y llámame Lucius, querida—
Muy dignamente, Hermione y Draco ignoraron sus mejillas rojas mientras se acercaban a un Lucius con ojos brillantes de alegría apenas contenida y realizaron la aparición conjunta.
Wiltshire era una zona hermosa, la mansión Malfoy lo era aún más, era una bellísima mansión solariega, de extensos terrenos donde durante generaciones y generaciones los Malfoy han vivido.
—Me temo que Harry no podrá acompañarnos— habló Lucius mientras abría las pesadas puertas de la entrada principal.
Draco lo miró curioso mientras tomaba el abrigo de Hernione y se lo pasaba al elfo junto con el suyo.
—¿Ocurrio algo? Oí por los estudiantes que estaba furioso mientras iba al despacho de McGonagall— la chica los seguía mirando todo con curiosidad, sabía que Draco era marginalmente rico, pero muy diferenre era saberlo a verlo con sus propios ojos. También estaba atenta a la conversación de ambos, Harry había prometido estar con ella su primer día en la mansión Malfoy, lo que sea que sucedió debió ser bastante malo.
También escuchó los rumores de los estudiantes, Harry estaba fúrico, la presión de su magia hacía vibrar los ventanales, lo había visto de pasada mientras buscaba a Draco y sabía que el único que podría calmarlo en ése estado era el profesor Snape.
—Lo estaba, al parecer Minerva esperó hasta el fin de semana pasado para informar sus sospechas sobre los castigos que imponía Umbridge— Lucius arrugó la nariz como si acabara de oler mierda maloliente y su hijo levantó el mentón, como si la sola mención de aquella mujer fuese una ofensa a su casa —Los últimos tres días realizó un operativo en conjunto con los jefes de casa para recuperar las memorias de los estudiantes que cumplieron detención con ella, al parecer confía menos en McGonagall ahora— el rubio menor apretó los labios.
—Avanzó un paso y retrocedió dos, uno creería que Harry ya demostró ser lo suficientemente maduro como para resolver los asuntos del colegio, ahora solo ha logrado que nuevamente sea vigilada e ignorada al mismo tiempo, tal vez incluso pida un cambio de director— Hermione se acercó un poco más a Draco y un jadeo de sorpresa salió de ella.
—¿Él puede hacer éso?— preguntó consternada la muchacha aferrándose al brazo de su vínculo.
—Es dueño legítimo de los terrenos del bosque prohibido al ser descendiente de Gryffindor y como es proxy de Slytherin y heredero, por supuesto que puede, la mitad del castillo es suyo, si cree que no estamos cumpliendo con los estándares de los fundadores puede incluso desalojarnos del castillo y cerrar el colegio, así que sí, puede hacerlo— respondió pacientemente el rubio menor.
—Jamás imaginé que tendría tanto poder sobre la escuela— murmuró la chica.
—Y no solo sobre la escuela, señorita Granger, pero éso es una discusión para otra ocasión, ya casi llegamos al salón, tal vez un té y algunos bocadillos vendrían bien luego de un largo viaje— la chica le sonrió, más suave ahora que la tensión de la conversación anterior se evaporó.
—Puede llamarme Hermione, después de todo usted dijo que podría llamarlo Lucius— los ojos grises del rubio mayor brillaron antes de regalar una pequeñísima sonrisa y asentir y abrir otra gran puerta de roble con hermosos tallados de unicornios.
—Bienvenida a Malfoy Manor, Hermione, permíteme presentarte a mi querida esposa, Narcissa— la mujer rubia la miró, sus fríos ojos azules la evaluaron por lo que pareció horas aunque probablemente fueron solo unos segundos. Pareció ver algo que le gustó, por que asintió con aprobación antes de que sus ojos se suavizaran y sonriera más cálidamente a su esposo ante de dejar un suave beso en la mejilla del hombre.
—Mi dragón, siempre estoy feliz de verte otra vez— se acercó para abrazarlo —Y no sabes cuán orgullosa estoy de que hayas traído a tu vínculo contigo— las orejas del muchacho estaban rojas mientras su madre también le besaba en la mejilla y Hermione solo miraba con diversión como el siempre serio de su compañero se veía avergonzado por el trato cariñoso de su madre.
—Debía hacerlo, madre. Debe ser presentada correctamente y ella quiere aprender, Harry también lo quería— ésta vez la mujer se giró hacia ella y sus ojos se volvieron calculadores nuevamente, tocó un mechón del pelo de la chica y lo retorció entre sus dedos mientras que con otra la mano acarició apenas sus mejillas con dos de sus dedos.
—Sí, es una buena chica, fuerte e impetuosa, valiente... donde tú fallas ella no lo hará, y donde ella falle tu vas a sobresalir, se complementan, será una excelente vínculo para ti dragón, y muy hermosa— sonrió hacia su hijo que volvió a sonrojarse avergonzado —Ahora tú eres como masilla en mis manos, jovencita, y bajo mi mirada te convertiré en la más hermosa de mis creaciones— dijo ésta vez para Hermione y la determinación brilló en los ojos marrones de la chica.
—Estoy bajo su cuidado, señora Malfoy— y Narcissa sonrió, definitivamente era buena para su dragón.
—Harry no puedes matar a Minerva—
Severus se encontraba en el sofá de sus habitaciones personales, la chimenea estaba encendida y el maestro pocionista miraba aburrido al adolescente frente a él. Harry por otro lado, camina de un lado a otro como un animal enjaulado, siseaba entre dientes lo que suponía eran palabrotas en parsel, sus cabello pasaba del rubio platino al negro azabache en cuestión de segundos, veintiséis para ser exactos, su cabello cambiaba de color cada veintiséis segundos pero sus ojos permanecían del mismo negro sobrenatural.
Sabía que estaba alterado, él mismo podía reconocer los signos del ataque de rabia y sin embargo, olvidó que alrededor de Harry no se puede bajar la guardia, porque durante un segundo estaba caminando frente a la chimenea y al siguiente tenía sus manos apretando su garganta; sus uñas desgarraban su piel y la respiración acelerada humedecía la concha de sus orejas.
—Puedo matarla, Severus. Y quiero hacerlo— sus manos hicieron mucha más presión en su garganta, la magia a su alrededor, contrario a los actos violentos de su recipiente, parecía acariciar cada parte de su cuerpo —Quiero hacerle daño, Severus— Harry se sentó sobre su compañero; una pierna a cada costado de su cadera, irguiéndose sobre él en toda su belleza violenta y él, esclavo de sus impulsos no podía más que rendirle pleitesía como a un Dios; justo pero rencoroso, amable pero violento, Harry era terrorífico para Severus.
Pero también era hermoso.
—Puedes hacerlo, Harry. Pero éso no traerá nada bueno a la larga, ella no es un cerdo muggle más— susurró Severus sobre los labios de su amante, notando como a medida que lo acariciaba más tenso se volvía el agarre en su cuello. Era incómodo, pero no le disgustaba, era todo lo contrario —Pide un cambio de director, amado— el hombre mayor cerró los ojos mientras echaba la cabeza hacia atrás ofreciendo más de su largo cuello —Y cuando esté lejos del ojo público, la matas— levantó las caderas liberando un fuerte gemido al reconocer la dureza del adolescente mecerse contra la suya.
No sabía en qué momento la tensión en el aire cambió a 'ése' tipo de tensión, con Harry casi siempre era lo mismo, el amor, la violencia... y éso era lo que le hacía tan precioso, estaba tan roto como él, pero si juntaban sus partes rotas, conseguían una imagen clara; no era una bonita, Merlín sabe que no, era una imagen fea, llena de colores oscuros y rojo, demasiado rojo, rostros distorsionados por el terror y el dolor, demasiadas esquinas puntiagudas, pero estaban bien con ello, era su paisaje, el paisaje que formaban juntos y no lo cambiarían por nada.
—Eres mi perdición— había susurrado Herry antes de volver a besar a Severus, y cuánta verdad había en ésa frase, pensó el mayor, porque para él, era Harry el que lo llevaría a su fin. Pero si el camino a su infierno estaba hecho de sus dulces besos violentos, Severus creía que podía tomarlo con gusto.
''A los Señores Frederick Gideon y Fabian George Weasley.
La Casa Malfoy, deseosa de multiplicar las festividades sagradas de Yule y el Renacimiento del Dios Padre por otro año más, ha determinado dar en la noche del próximo 21 de diciembre un baile correspondiente así como la quema de los robles del año anterior como dicta la tradición, la recepción se hará en el salón de baile de la Mansión familiar como corresponde. A su nombre, me cave el honor de invitarlos para asistir a dicho festejo, y admitir oportunamente mi más atenta consideración.
En caso de asistir, por favor envíe un búho con su confirmación.
La contraseña de flú es: Salón Oeste, Malfoy Manor (no estará habilitado hasta ése mismo día desde las once de la mañana).
Lucius Malfoy, Lord de la más noble Casa Malfoy''.
—Feorge ¿Mis ojos no me están engañando, verdad?—
—No, Gred, yo también lo leí, o tenemos una locura compartida o hemos sido invitados al gran baile de los Malfoy—
—Genial—
—No tenemos ropa—
—Mierda—
—Espera, allí viene otra lechuza—
—¡Éste es de Hermione! Ella no tiene lechuza—
—Trae un paquete—
Ambos gemelos tomaron rápidamente la carga del ave antes de dar un montón de chucherías al orgulloso pájaro; si se veía indignado por las golosinas de calidad ''normal'' y no las premium que le daba su amo, los gemelos no dijeron nada.
—Dice que espera que podamos asistir, que somos amigos y que ella no nos guarda rencor— los ojos de Fred se veían ligeramente brillantes mientras apretaba el pergamino y soltaba una especie de risa histérica —También que nos envía ropa según ella bonita, porque cuando fue de compras lo vio y pensó en nosotros—
—Parece que ahora tenemos ropa, Gred— murmuró George.
—¿Debemos ir?— preguntó Fred, aún sopesando los pros y contras de ir.
—Tal vez debamos preguntarle a Percy—
—Sí, tal vez podríamos enviarle una carta, después de todo el trabaja para el Señor Malfoy—
El gemelo mayor seguía mirando la carta de su amiga con un extraño nudo en la garganta, mientras que el menor curioseaba en las cajas notando que que no solo había túnicas de gala, sino también camisas de alta calidad, pantalones a juego, con calcetines y zapatos, dentro de la caja había otra nota, ésta era de Draco Malfoy la nota era simple y concisa, eran regalos de él y su compañera a ellos como sus ciervos y que los esperaban pues, el baile era una gran oportunidad para hacer conexiones por si deseaban trabajar después de terminar el colegio. La carta de Draco era mucho más fría en comparación al de Hermione pero no dejaba de ser cortés, era la carta de un jefe de familia para sus vasallos.
Muy a su regañadientes aceptaron los regalos, ésto no era caridad ni lástima, era su Jefe de Familia preocupándose por sus futuros y, aunque ambos tuviesen planeado una doble maestría de pociones y encantos, sabían que las puertas no le serían abiertas en todos lados debido a su reputación como traidores a la sangre o debido a su falta de recursos, las conexiones dadas en éste tipo de bailes eran sumamente altas, más aún si... como lo ponía Malfoy, estarían siendo presentados como sus vasallos.
—¿Qué es éso?— la fuerte voz de Molly Weasley resonó en la sala y George maldijo silenciosamente, tras ella iba Arthur, con el rostro tan cansado como desde el inicio del semestre.
—Son regalos— respondió Fred, la mujer pelirroja entrecerró los ojos con sospecha.
—Se ven muy elegantes ¿De quién son?— Fred miró a George y éste lr devolvió la mirada.
—De Hermione y de Draco Malfoy— se atrevió a decir George, entonces vieron como el rostro de su madre se desfiguraba en una mueca de enojo y pasaba de su tez normal a un rojo intenso.
—¡No!— siseó con fuerza —Van a devolverlo, no aceptaremos más caridad de ese mocoso, solo quiere burlarse de ustedes—
—¡NO MAMÁ!— gritó George, quien era el más fastidiado con la reacción de la mujer, desde que llegó había sido así, escuchándola insultar por lo bajo a los Malfoy, a Bill, a Charly por haber estudiado algo que ella no aprobaba, incluso a Percy —Malfoy nos ha enviado una invitación, quiere presentarnos en su baile como sus vasallos— terminó de explicar el pelirrojo, el rostro de Molly se vio aún más indignado.
—¡Sus esclavos! Te presentará como sus esclavos—
—No mamá— dijo ésta vez Fred, su voz oyéndose mortalmente fría —Tú mejor que nadie conoce como son las relaciones entre el vasallo y su señor, tú fuiste criada por los mismos preceptos sangre pura después de todo— Molly abrió los ojos con sorpresa y luego se vio mortalmente pálida.
—¡¿Cómo puedes...!?— incluso se veía herida.
—No somos unos tontos que no saben nada, mamá. La tía Muriel nos enseñó bien, Percy también, Malfoy como nuestro señor nos está ofreciendo protección, no pide nada más que no manchar el nombre de su casa— siguió Fred.
—Y éso haremos— completó George.
—Molly basta— por primera vez se escuchó la voz de Arthur, quien veía con suma seriedad la escena montada frente a él —Tomen asiento, chicos, debemos hablar. Tú también Molly— la mujer alzó el mentón, lista para desafiar a su esposo pero una mirada fría de su marido bastó para callarla, aunque obstinadamente permaneció de pie y Arthur solo suspiró, lanzando un hechizos puntiagudo a cualquier asiento restante.
—Ya que actúas como una niña, se te tratará como tal— dijo con cansancio en la voz el hombre mayor —Te quedarás allí parada, escuchando la conversación que tendré con nuestros hijos y no te moverás hasta que haya terminado— un hechizo de silencio alrededor de ella y la perorata que estaba lanzando no pudo ser escuchado, otro más fue lanzado a sus pies, impidiendo que pudiera moverse de su lugar.
Ignorando los rostros estupefactos de sus gemelos, Arthur los miró seriamente.
—Chicos ¿Están seguros de la decisión que están por tomar?— preguntó.
—Sabemos las consecuencias, papá— comenzó George, sonando más cansado de lo que se veía, sus hombros cayeron y sus ojos no se apartaron de la alfombra vieja de la sala de estar.
—Creo que no entienden, chicos, ustedes serán vistos como los vasallos de un mortífago, una guerra se acerca y ustedes deberán decidir de qué lado estarán—
—¿Y qué lados son ésos, papá?— interrumpió Fred groseramente —¿El Señor Tenebroso y Dumbledore? Ya estuvimos del lado de Dumbledore y mira lo bien que nos fue, obligando a una chica a casarse con nuestro hermano y encubriendo el intento de violación de Ron— ignoraron como su madre se retorcía en su lugar de pié, y como su padre también perdía el color de su rostro y parecía mucho más viejo de lo que aparentaba.
—Cometimos un gran error al confiar en Albus— aceptó el hombre —Pero éso no nos convierte en magos oscuros—
—¿Y qué lo hace, entonces?— George entrecerró los ojos —Un mago oscuro no es aquél que va matando a diestra y siniestra, papá. Tú lo sabes— suspiró nuevamente —Estoy cansado de ésta situación, desde el inicio de año todo está tan tenso y ya no me siento feliz de regresar a casa— confesó.
El corazón de Arthur comenzó a doler, su hermosa familia iba quebrándose poco a poco, y realmente solo era culpa suya, de Molly y de él, habían fallado como padres.
—No puedo decidir sus vidas por ustedes— comenzó Arthur —Lo único que puedo hacer es guiarlos según lo que yo crea correcto. Y quiero hacer énfasis en ello, lo que yo crea correcto no necesariamente debe serlo para ustedes— un tenso silencio se levantó en la sala —Solo me preocupo por mis hijos— terminó, los gemelos se levantaron e intentaron acercarse a él, dubitativos, Arthur también se levantó de su asiento y los abrazó a ambos —Los apoyaré— agregó, viendo la mirada esperanzada de sus hijos — La decisión que sea tomen, los apoyaré—
—Gracias papá— el abrazo se hizo mucho más fuerte, sabían que el apoyo que su padre ofrecía iba más allá de la decisión de ir o no al baile de Yule de los Malfoy. El trasfondo de aquél apoyo iba mucho más allá, y ambos agradecían tener un padre tan protector, pero aún así tan comprensivo.
Los tres pelirrojos siguieron ignorando a la silenciosa Molly incapaz de moverse de su lugar.
Los gobernadores miraban con curiosidad hacia la puerta esperando por el joven Lord que los convocó, habían recibido un aviso de emergencia para aparecerse en el castillo debido a un problema interno, la mayoría de los convocados estaban, con claras excepciones como Lord Greengrass, el pobre no había salido al ojo público desde que casi toda su familia murió; algunos incluso creían que se había vuelto loco, aunque la verdad fuese mucho peor. Otro faltante en la mesa eran Lucius Malfoy, y aquello era lo extraño pues, el hombre no se perdía nunca una reunión de éstas y lo encontraron ciertamente extraño, también, solo había tres jefes de casas; la nueva Jefa de Casa de Gryffindor, una antigua estudiante mestiza se removía incómoda en su asiento, apenas en octubre había tomado el puesto, pero con la ayuda de los otros tres maestros había podido salir adelante, aunque la falta de Severus también era notable, solo los gobernadores, los jefes de casa y Lord Gryffindor, proxy de Slytherin debían estar en la reunión, por ello, se sintió como un mal sabor en la boca para todos que la directora McGonagall estuviera obstinadamente sentada en una de las sillas de la gran mesa redonda.
—Mis disculpas por la llegada tardía— la puerta de había abierto, Harry Lecter ingresaba flanqueado por Lucius Malfoy, Severus Snape y un auror que permaneció montando guardia en la puerta, la mirada verde de jovencito recorrió la mesa sin detenerse ni un solo segundo sobre Minerva.
—Generalmente no suelen haber reuniones con Yule tan cerca, Lord Gryffindor ¿Qué ha sucedido que necesita nuestra presencia de manera tan urgente?— la que se atrevió s hablar había sido Lady Augusta Longbottom, el chico tomo asiento con ambos hombre mayores flanqueándolo.
—Excelente pregunta, Lady Longbottom, estoy aquí para darles una desagradable noticia, me temo— un chasquido de sus dedos y un elfo apareció para entregar varios pergaminos y le entregó una a caja de madera a él, dicha caja tintineaba con lo que parecían viales y estuvieron en lo correcto pues, al abrirlo, varios frascos de vidrio con memorias dentro se podían apreciar —Ésos pergaminos que tiene allí, son líneas de detención dadas por la profesora de Defensa contra las Artes Oscuras, Dolores Umbridge— los gobernadores miraban lo absolutamente estúpidas que eran las líneas hechas con una horrible tinta roja, Harry dejó que observaran por uno minutos más antes de decir —Todas y cada una de ellas fueron hechas con una pluma negra— el jadeo general y escandalizado no se hizo esperar, y los gritos continuaron.
—¡Ésto es inaudito!—
—¡ES TORTURA HACIA LOS NIÑOS!—
—¡Las plumas negras fueron declaradas ilegales hace mas de doscientos años!—
—Silencio— pidió Harry, agregando algo de magia a su voz y aquellos que estaban gritando se callaron, fijando su atenta pero enojada mirada en el jovencito frente a ellos.
—Dolores Umbridge ha sido tratada, al menos casi, hablé con el Ministro puesto que la mujer fue enviada por recomendación de él— la voz de Harry estaba extremadamente seria, lo cual era chocante, muy pocas veces el jovencito frente a ellos se había comportado de ésa manera —Le exigí al Ministro Fudge un reemplazo competente para antes del término de las vaciones, como notarán, hasta el momento no enviado un maestro o candidatos, por lo que me veo en la necesidad de actuar de manera legal contra ambos, tanto nuestro Ministro como Dolores Umbridge— se pudieron ver un par de miradas incrédulas, Harry sonrió de manera sangrienta hacia ellos y empujó la pequeña caja de madera que anteriormente había mostrado.
—Éstos son recuerdos de todos los niños que han tomado una detención con ésa mujer, todos han sido tomados con previa autorización de los padres y jefes de casa, aquí hay evidencia más que certera para mandar a azkaban a ambos— hubo otro jadeo generalizado, pero Harry levantó la mano.
—Sin embargo no es por éso que os he convocado— la voz solemne reverberó en la habitación debido a la magia aue derrochaba —El conocimiento de éste caso llegó a mí exactamente cuatro días antes de las vacaciones— los murmullos comenzaron —Durante los siguientes tres días trabajé con cada Jefe de Casa, Maestro y estudiante mayor para poder llegar a éstos alumnos y conseguir la evidencia necesaria. Señores, no soy un estúpido, puede que sea joven y me falte experiencia, pero soy todo menos un estúpido— su voz bajó dos octavas dándole énfasis a lo último, como si fuera una amenaza no dicha —No deseaba un enfrentamiento directo con el Ministro, fue por éso que hablé con él y tuvimos un acuerdo como caballeros, notarán que Fudge no cumplió su palabra— a nadie le fue indiferente como escupió el nombre del hombre —Ése hombre me ofendió, y no solo a mí, si no a cada uno de los padres de ésos niños y a ésta noble institución, notarán que yo no doy segundas oportunidades— murmuró lo último mientras que con un movimiento de mano convocaba los pergaminos disueltos por la mesa y éstos llegaban a él, la caja de madera se cerró con un encanto protector y Lucius tomó ambos para entregárselos al auror, un simpatizante de la causa de su padrino que odiaba a Fudge, no había mejor auror que ése para destruir al Ministro de magia con su investigación.
Harry no habló hasta que el mago vestido de rojo se marchó con la evidencia y solo entonces dirigió su mirada iracunda sobre Minerva.
—La razón por la que les llamé no fue del todo ésa, me temo y era apenas la punta del iceberg, estoy aquí, en caracter de descendiente y heredero de dos de las casas fundadoras para solicitar un cambio de dirección para el colegio— ni una sola alma levantó la voz —También para encontrar un rápido reemplazo para el Maestro de Defensa, me temo que ésas dos son la máxima prioridad, antes de que termine las vacaciones debemos tener los dos reemplazos listos— absolutamente ninguno de los gobernadores se giró a mirar a la estupefacta Minerva que se aferraba con fuerza a la mesa, y por la mueca que traía en el rostro parecía no creer lo que Harry pedía... no, él estaba exigiendo su cambio.
—Éso es muy inusual— Lord Nott tomó la palabra primero al ver que, nadie más se atrevió —¿Cuáles serían las razones para el cambio? Como usted ha dicho, es descendiente de dos de los fundadores y no podemos simplemente ignorar su petición, pero sería agradable saber el porqué— Harry asintió en su dirección con seriedad.
—La actual directora no me informó de lo que sucedía hasta unos días antes de las vacaciones, sin embargo ella tenía conocimiento de ciertos rumores que implicaban a la pluma negra desde la mitad del mes de octubre— varios Lores giraron sus rostros indignados hacia la mujer —Creo que Minerva aún no se da cuenta de que no está trabajando sola en ésta institución, ella no es la máxima autoridad aquí y parece ser que olvidó por completo de que la dirección del colegio trabaja en conjunto con la junta de gobernadores, ignoró deliberadamente un tema en exceso peligroso para los estudiantes, no informó a los jefes de cada casa, no informó a la junta, no me informó a mí y mucho menos a los padres— los ojos de Harry pasaron de su mortal verde a un peligroso rojo sangriento y Minerva se removió incómoda en su asiento, incapaz de abrir la boca y defenderse.
—La profesora McGonagall solo actuaba como directora debido al arresto de Dumbledore, y dado a sus antecedentes, es más que obvio que no es capaz para el cargo— Minerva entrecerró los ojos mientras se levantaba con fuerza de la mesa.
—¿A qué se refiere con éso último, señor Potter?— preguntó la mujer con toda la severidad y autoridad que poseía. Harry sonrió apenas mientras levantaba la barbilla en desafío.
—Lord Potter para ti, McGonagall. No soy un alumno cualquiera al que puedes intimidar. ¿Y quieres que te diga porqué no mereces ése puesto de directora aparte de, prácticamente poner en peligro a todos los estudiantes con por ocultar información? Bueno, tal vez sería la poca parcialidad que tienes, todos y cada uno de los miembros de ésta junta saben lo mucho que consientes a tus leones, yo mismo fui objeto de tu favoritismo hacia tu casa— Harry se inclinó hacia atrás para ponerse mucho más cómodo y abierto en su postura, demostrando así lo poco que lo intimidaba la mujer —Un maestro está para enseñar y corregir las malas conductas con severidad y mano firme para así lograr guiar a los jovenes para que se conviertan en miembros útiles de la sociedad— el cabello de Harry pasó de su habitual rubio oscuro a un platino casi blanco y sus ojos se tornaron oscuros —Usted era firme partidaria de Dumbledore y su basura, no me sorprendería que convirtiera a cualquiera de sus alumnos en otro señor oscuro como lo hizo él— los murmullos comenzaron nuevamente —La rivalidad de las casas no era tanta hasta que Dumbledore llegó al castillo, por culpa de ése hombre surgió Lord Voldemort— Harry se deleitó con los estremecimientos que causó antes de fijar su mirada oscura en Minerva —No sería una sorpresa que por su fanatismo otro Mago Tenebroso apareciera— un tenso silencio se levantó en la sala —Ésta guerra entre Gryffindor y Slytherin se termina, y lo hará ahora— dijo con dureza Harry.
—¿Necesita una explicación más, Lord Nott?— preguntó Severus, apenas levantando la voz, Minerva permanecía muda, incapaz de moverse de su lugar, todo sucedía demasiado rápido y para cuando logró darse cuenta, ya habían elegido a un nuevo candidato a director, arreglado el problema de maestro de defensa faltante y le habían ofrecido la posibilidad de renunciar y mancharse de manera silenciosa del castillo o ir en contra de ellos y ser despedida y entregada a los aurores para una investigación en su contra por omisión al deber del cuidado, obstaculizar la ley y un montón de cosas más que seguro Harry susurraría en los oídos de los aurores y ellos creerían. Por supuesto, había optado por una retirada estratégica con la esperanza de asentarse de manera discreta en Escocia y tal vez trabajar como institutriz de algún que otro joven mago o bruja del lugar, cualquier cosa parecía mejor que quedarse en un castillo donde un demonio de las profundidades más oscuras gobernaba. El mundo mágico podía atenerse a las consecuencias, para cuando vean lo que los golpeó ya sería muy tarde y, Merlín sabe que ella hizo todo lo posible para ayudar al lado de la luz.
Solo una vez que los miembros de la junta se marcharon y poco después tres de los jefes de casa fue que, Harry dejó que su cabeza descansara sobre la fría madera de la mesa, Severus permanecía a su lado y sin dudar comenzó a peinar sus cabellos con sus dedos, logrando relajarlo aún más. Ésas semanas había estado irritado, Minerva lo había decepcionado, él creyó que podrían ser amigos, pero rápidamente se dio cuenta de que el depredador no puede ser amigo de su presa, tarde o temprano caería en sus fauses así que simplemente siguió el consejo de su amado, esperaba recolectar un presente del cuerpo de Minerva para el cumpleaños de su compañero, sería el primer cumpleaños que pasarían juntos por lo que, debía ser espectacular.
Harry se giró hacia Severus, sus ojos ahora de color rosa brillando intensamente.
—Amado mío— llamó el menor, obteniendo la total atención del hombre —¿Qué dices si le hacemos recordar a Dumbledore que no es tan omnipotente como cree que es?— preguntó, la diversión filtrándose en su voz.
Una sonrisa pequeña apareció en el rostro de Severus mientras dejaba caer suaves caricias en la mejilla del chico.
—¿La rescatamos entonces?— preguntó, si no conociera sus motivos, Harry interpretaría mal la ansiedad de Severus y se pondría celoso; lo que terminaría con un baño de sangre para ambos, pero él sabía que solo eran sus ansias por joder al viejo decrépito lo que lo ponía así. Le devolvió la sonrisa al pocionista, igual de ansioso también.
—Sí, me temo que ya no puedo simplemente ignorar el dolor se mi amiga Susan, ella está cada vez más cerca de conocer mi verdadero yo, así que por portarse tan bien conmigo quiero devolverle a su tía— Harry no esperó que los labios de su amado chocaran con tanto ímpetu con los suyos, pero entendía la adrenalina que lo llenaba ante una nueva cacería, fastidiar a Dumbledore se volvió uno de los pasatiempos favoritos de la pareja.
El golpe de gracia se acercaba más y más y Harry lo esperaba con ansias.
Vengaría a su padrino y a su madre y podría vivir felizmente con su amado en paz y tranquilidad mientras su padrino gobernaba Gran Bretaña Magica.
La mirada azul permanecía quieta sobre la figura escondida en aquella celda, sus ojos fríos lo único que transmitían era una calma dolorosamente inquietante y una pequeña chispa de asco. La figura acurrucada sobre sí misma se estremecía con cada paso que daba.
—Debo confesar que planeaba tenerte aquí por algún tiempo más— inclinó levemente la cabeza como lo haría un cachorro confundido —Pero ya no eres divertida, ahora das lástima— agregó casi con tristeza.
—Ciertamente tenía un poco más de esperanza en ella— otra voz se escucho, y de las sombras emergió la figura de intimidantes ojos rojizos —La señorita Lass mantuvo una inquebrantable voluntad durante más de un año, tú ni siquiera has estado aquí seis meses, ni siquiera tres aún— los pasos resonaron en la habitación y la figura se dejó ver bajo la única luz de ésa sección del sótano —Es decepcionante verte en éste estado— el rostro de Hannibal no poseía emoción alguna y el bulto tembloroso dentro de la celda comenzó a hiperventilar.
—¿Me pregunto si ya estás lista para salir al mundo y cumplir con tu destino?— la voz de William era bastante impersonal y fría.
Alana nunca lo había visto de ésa manera, había tenido destellos, sí, pequeñas visiones de la maldad dentro suyo, pero apenas un vistazo de toda la obra malévola que se cernía sobre ella, era aterrador, el pensamiento revelador de que estuvo al lado de ése monstruo durante tanto tiempo...
—¿Deberíamos darle recuerdos falsos?— la voz de Hannibal interrumpió el hilo de sus pensamientos y Alana lo miró con miedo, la hipnosis y la manipulación psíquica hacía cosas horribles en las personas —¿O simplemente una compulsión?— el rostro de Will se deformó en algo oscuro y malvado.
—¿No estás siendo demasiado indulgente?— preguntó, avanzando tres pasos más cerca de la celda, sonriendo ante el sollozo aterrorizado de la mujer —La maldición imperius suena mejor, ella sabrá todo lo que hace, pero no podrá hacer nada para remediarlo, nada al respecto, obligada por su propio cuerpo— la sonrisa que le dio a su esposo fue cruel y calor abrasador que recorrió su cuerpo fue innegable y no pudo ignorarlo. Hannibal tomó de la cintura a su marido y lo besó con fuerza, sus dientes mordiendo con dureza a favor de romper la carne de sus labios y sentir el dulce sabor de su sangre.
Will gimió con fuerza y sus uñas se enterraron en la piel del cuello de su esposo, sin embargo tenían que parar, debían liberar a la estúpida mujer antes de Yule.
—Mylimasis— murmuró sobre sus labios ensangrentados, los ojos azules de Will lo miraban con locura y pasión, los de Hannibal le correspondían igual de violentos, el sentimiento visceral que los llenaba en la cacería era algo que ya tenían presente por todo el tiempo juntos, y aún así, los emocionaba como la primera vez.
—Eres una cosa terrible y violenta, mi admirador ¿Cómo podría negarme a tus demandas?— los dedos largos del psiquiatra comenzaron a delinear cada contorno del precioso rostro de su amor.
—¿Cómo podría yo pedirte más de lo que puedes dar?— devolvió Will con una sonrisa —Eres el Destripador, mon amour, estás por encima de cualquiera, puedes darme ésto— una mirada perezosa del agente del FBI volvió a encender todos sentidos y las ganas de volver a sentir los labios del más joven sobre los suyos era abrumadora, pero tenían trabajo que hacer, sobre todo por que la perra en la celda comenzó a gimotear y sollozar horrizada por sus últimas declaraciones.
—Muchacho caprichoso— regañó con dulzura Hannibal, sintiendo su corazón palpitar con fuerza ante la sonrisa amorosa de su esposo —Tendrás lo que deseas, amor mío— terminó, y así tomó su blanca varita para apuntar con ella a la temblorosa Alana.
—Patética— oyó murmurar por lo bajo a Will y no pudo evitar estar de acuerdo.
Aquella noche, cuando Alana fue abandonada en un hotel tenía demasiado conocimiento sobre quiénes eran los Lecter, y estaba aterrorizada, no podía decir ni una palabra de lo que sabía por que un humo extraño había salido del palo blanco con el que Hannibal la había apuntado, entonces solo sabía que se movía en modo automático, los comandos que le dieron fueron demasiado específicos, y no había margen de error, todos pensarían que estaba loca y que era una asesina, no podría defenderse, no podría hacer nada.
Se preguntó tardíamente, si así se había sentido Will en el pasado.
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