Acto VII: Sorbet
Parte 2: Del nacimiento de nuevos lazos.
Mientras Dumbledore se hallaba en su despacho llamando a los aurores vía flú; en un estado casi catatónico y con una gran tormenta de sentimientos contradictorios en su pecho, la cosa en el gran comedor se veía igual o peor, Draco Malfoy había arribado en el lugar acompañado por una aún más seria de lo normal, Minerva McGonagall, tras ellos, iba Hermione Granger con las mejillas rosadas por su llanto anterior y los ojos rojos inyectados en furia apenas contenida; si notaron que traía una túnica de Slytherin puesta, nadie dijo nada, y a ambos lados de la gryffindor de quinto año se hallaban Susan Bones y Luna Lovegood, con rostros de miedo. Avanzaron hasta quedar frente a la mesa de maestros bajo la atenta mirada de los docentes y varios, por no decir todos y cada uno de los alumnos.
Faltaba más de media hora para que el desayuno acabara, por eso mismo era que su objetivo se encontraba atragantándose con comida en la mesa de los leones.
La mirada plateada del prefecto de las serpientes se dirigió a cierto pelirrojo, sin olvidar sus modales saludó a los miembros del personal docente antes de pararse con rectitud en dirección a la mesa de escarlata y oro
—Ronald Bilius Weasley— la voz de Draco Malfoy resonó dentro del gran comedor debido al encantamiento sonorus, todas las miradas se dividían entre el pelirojo y el rubio ahora, el león abrió enormemente los ojos parecía atragarse con algo, Seamus le dio unas palmaditas en la espalda intentando aliviar la tos de su amigo.
—Como heredero de uno de los veintiocho sagrados, te reto a ti, vástago del Clan Weasley a la antigua ley sangre pura del duelo mágico— hubo un jadeo por parte de Ron y una exclamación de sorpresa general por parte de todo el alumnado que conocía aquella ley —Para defender el honor de mi compañera, a la que intentaste mancillar con suciedad, a la que calumniaste, a la que flagelaste— sus ojos nuevamente sucumbieron a su herencia veela y se volvieron negros y su cabello se volvió aún más claro, sus dientes se hicieron puntiagudos y aquellos que nunca presenciaron la ira de un veela, podían ver porqué éstos eran de temer.
—¿Quién demonios te crees, Malfoy?— gruñó Ronald con el rostro tan o más rojo que su propio cabello, miró con furia al rubio antes de dirigir una mirada acusadora a Hermione, una que prometía terror la próxima vez que se verían. La chica se tensó, sin embargo la mano del rubio se unió a la suya en un gesto consolador que para su propia sorpresa, la ayudó a tranquilizarse. Dio un profundo suspiro, antes de lanzar su más fúrica y herida mirada a quien una vez fue uno de sus mejores amigos.
—Me creo quien soy, Draco Lucius Malfoy Black, heredero de la Casa Malfoy, protegido de la casa Black, de la Casa Potter, de la Casa Lecter, de la Casa Gaunt y de las Casas Slytherin y Gryffindor y tú, bestia sin control, pagarás por los delitos contra mi compañera— el silencio reinó nuevamente y la serpiente nunca se había visto tan imponente como en ése momento.
Ron se veía ultrajado, sobre todo cada vez que escuchaba al rubio decir que SU Hermione era su compañera. Ellos no eran nada.
No serían nada mientras viviera.
Le prometieron que ella sería suya, ¡Ya habían cerrado el contrato!
—Señor Weaaley— habló su jefa de casa con seriedad, interrumpiendo sus pensamientos —Le recomiendo aceptar ése duelo y escoger a su segundo— aconsejó. Ron deformó su rostro en una mueca de confusión y enojo. ¡Era un suicido! No estaba aceptado malditamente pelear por lo que era suyo.
—¿Y por qué lo haría? ¡Él no puede obligarme a nada!— gruñó con fuerza mientras se levantaba de la mesa golpeando su puño en ella, la mayoría de la casa Slytherin se preguntaba qué tan estúpido era, los sangre puras de otras casas solo mostraban temor y cierta decepción.
—No, no puede. Sin embargo si te niegas todo lo que pertenezca a la casa Weasley pasará a manos del Heredero Malfoy— habló esta vez el profesor de Encantamientos, Filius se veía confundido, pues conocía la rivalidad de ambos chicos, así como la amistad entre Hermione y Ronald, por éso le extrañaba ver a la chica aferrada al rubio sangre pura, algo definitivamente malo había pasado —Y si éso no logra compensar todo el daño hecho, su familia pasará a estar a cargo se la casa Malfoy— Ron palideció, éso era casi como ser un maldito esclavo, un jodido elfo doméstico, era ésa la razón por la cual los duelos mágicos dejaron de hacerse, nadie quería enfrentar a nadie y perder y quedar como un esclavo.
No se prohibieron, pero dejaron de hacerse desde hace un par de siglos.
Ron se veía acorralado y miró a todos lados en busca de auxilio, miró a los gemelos y éstos le devolvieron una furiosa mirada, ¡Cómo podía ser tan tonto! no había opción, se giró a sus alrededores para ver quién podría acompañarlo y el alivio pareció recorrerle.
—Neville, podrías...— el chico rubio frunció el ceño.
—Olvídalo, no seré segundo de un cobarde—lo interrumpió, el asco brillando en su mirada, el pelirrojo lo miró confundido pues, no recordaba que fue el mismo Neville quien lo aturdió cuando estaba dándole ''Una lección'' a Hermione. Longbotton miró con intensidad a Hermione, pudo ver como la chica le regalaba una pequeña sonrisa y casi lloró por lo fuerte que era su amiga. Dio otra a Malfoy, un asentimiento entre caballeros que demostraban un apoyo mutuo por el momento, Draco porque sabía que fue el rubio de gryffindor quien impidió que la tragedia ocurriera, Neville por que era Draco quien ahora vengaba el honor y el buen nombre de la chica.
—Tranquilo compañero, yo lo seré— Seamus, el siempre traicionero Seamus le dio palmaditas en la espalda. Y ambos se levantaron con lentitud de la mesa de los leones. La escoria siempre se junta con la escoria, pensó Hermione al ver a ambos comenzar a ir en dirección a ellos.
—Profesor, si podría hacerme los honores de levantar las protecciones para que nadie salga herido— pidió amablemente el rubio al diminuto profesor, quien asintió, bastante curioso y ansioso por ver éste duelo. Filius jamás había visto al Slytherin tan serio, era su naturaleza, sí, pero ésta seriedad era casi la calma antes de la tormenta.
Una vez llegó Ron frente a la mesa de maestros miró con algo de duda a su jefa de casa, ésta le devolvió una fría mirada.
Tampoco parecía que contaba con el apoyo de ella, entonces vio como Hermione se acercaba al sucio mortífago de Malfoy a susurrarle un par de cosas al oído, el rubio asintió antes de guiarla con delicadeza con las prefectas de Hufflepuff y Ravenclaw, acomodó la túnica de las serpientes que la castaña tenía en sus hombros y sus manos se dirigieron a las mejillas de la chica, se vio como el rubio volvió a susurrar algo para Hermione y se acercó a la zona de duelo, su presencia era imponente, como un digno heredero de su casa, Ron por otro lado, se veía como un mago pordiosero.
—Demos inicio a éste duelo mágico— habló Filius con fuerza —Jóvenes si pueden saludarse como corresponde— pidió amablemente, Ron se encontró acatando la orden al pie de la letra, Draco solo inclinó levemente la cabeza, como si no mereciera un saludo real y es que, para él, la comadreja no merecia nada, nada más que una muerte dolorosa. El insulto logró que el león se pusiera más rojo de ira.
Entonces tomaron posiciones y Draco recordó lo que Hermione le había dicho: ''Es bueno con ataques defensivos, pero no es rápido, no puede hacer maldiciones con rapidez ni éxito, apenas puede con encantamientos, pero es un estratega nato, atacará apenas comience el duelo te recomiendo defenderte hasta que se canse, al menos hasta la quinta o sexta maldición, pondrá demasiada magia en ellas para que acabe pronto, así que se cansará''
—Comiencen— dio permiso el antiguo duelista, y apenas lo escuchó, Draco erigió las protecciones más fuertes que se sabía, Filius quedó encantado con tal muestra de talento. Había hechizos que los séptimos años solo aprendían teoría, éstos eran hechizos aprendidos en casa, magia familiar.
Ron comenzó tal y como Hermione había dicho, un par de maldiciones mal hechas así como conjuros en los que resultó extrañamente bueno, pero no logró echar abajo sus escudos. Los hexágonos chocaban con sus protecciones golpeándolas, apenas debilitandolas.
Solo cuando vio la respiración agitada del pelirrojo, Draco comenzó a atacar también.
Eran hechizos simples en un principio, hechizos que cualquier tercer año emplearía, un hechizo de piernas de gelatina bien dirigido, seguido de un difindo bien colocado cerca del cuello; se había desviado hacia la mejilla, esperaba que dejara cicatriz, su mejilla sangraba cada vez más lo que asustaba al pelirrojo, una maldición rompedora de huesos llegó a su hombro por parte de Ron y gritó de furia y dolor, el rubio se cansó de jugar, quería que ése cobarde sufriera. Su criatura rasgaba en el interior en busca de venganza, por la deshonra, por la difamación, por el intento de... sus ojos brillaron peligrosamente mientras devolvía la maldición rompedora de huesos que se dirigía con rapidez al pelirrojo a una de sus piernas y una secuencia de hechizos salían de su varita mientras esquivaba un par de Reductos y Expeliarmus.
Esquivó el expeliarmus lanzando otro diffindo al brazo izquierdo del León, escuchó el grito y vio luces de un asqueroso color amarillento dirigirse a él, levantó nuevamente sus escudos mientras lanzaba una maldición de asfixia que el pelirrojo por los pelos lograba eludir también.
Draco tenía el hombro izquierdo roto, y un par de heridas menores en todo el cuerpo por lanzarse a esquivar los hechizos. Ron por otro lado, tenía cortes grandes pero poco profundos en su mejilla y brazo, así como parte de la pierna derecha rota. Pero el duelo no estaba por terminar aún, una serie de hechizos volvieron a salir de la varita del Heredero Malfoy, un expulso, seguido de un incarcerous, y una maldición que convertía sus organos en papilla y luego te obligaba a vomitarlos.
Aquellos que conocían al rubio de Slytherin; imperturbable a excepción de sus burlas al ahora destrozado trío de oro, estaban sorprendidos de ver tal furia en el adolecente, su magia salía de su cuerpo a borbotones y sus cabellos platinos parecían flotar debido al magnetismo de su magia. La magia de criatura siempre había sido más volátil, más salvaje y en las manos correctas, mucho más poderosa.
Ron estaba furioso también, y él no permitiría que el niño de papi de Malfoy le ganara, lanzó una bombarda que iba directamente a su pecho, sin embargo, Draco se tiró al suelo y rodó lejos de la maldición que ni siquiera pudo rozarlo, aquello si lo alcanzaba claramente podría matarlo, con renovado espíritu lanzó otra cadena de hechizos, tal como su padre le había enseñado para los duelos, otra maldición cortante llego a la pierna de Ron, las otras maldiciones apenas y lo rozaron también, debía admitirlo, el pelirrojo era rápido, pero con un brazo perdiendo sangre y la pierna izquierda rota además del corte a su pierna derecha, no duraría mucho, fue por éso mismo que harto del patético pelirrojo que se negaba a perder cuando era más que obvia su situación, decidió ponerle fin a todo ello.
Un hechizo de levitación bien colocado traspasó los escudos del León y un expeliarmus lo mandó a volar lejos, su varita salió disparada hacía la mesa de maestros y Ron quedó tirado al otro lado del gran comedor, respirando de manera entrecortada debido al golpe contra la pared de piedra, Filius Flitwick se acercó a ayudarlo con la enfermera Pomfrey y declaró ganador al heredero Malfoy tras revisar al pelirrojo y devolver su varita al chico.
Filius bajó los escudos que protegían a los estudiantes del duelo y Hermione no perdió tiempo en acercarse al rubio, con la cara enojada y mejillas rojas de enojo.
—¡Eres un inconciente!— susurró con fuerza mientras buscaba heridas en el rubio, lo tomaba de los brazos y revisaba con preocupación, se aseguraba también de limpiar su rotro de cualquier tipo de suciedad —¿Cómo se te ocurre? ¡Enfrentarte a un duelo de magos! ¡Incluso yo sé lo que éso conlleva!— Hermione, siempre regañando a todos como si fuera una madre, estiró de una de las mejillas de Draco, sorprendiendo al muchacho, hace minutos ella estaba callada y sin poder decir nada, completamente asustada. ¿Y ahora lo regañaba? —Gracias— dijo más tímidamente, entonces pudo oírse la electricidad y un rayo violeta se dirigió rápidamente hacia ellos. Draco lo notó primero, e intentó lanzar un escudo pero fue demasiado tarde, cuando supo lo que había pasado sintió el peso muerto de Hermione sobre él, quien había recibido el aturdidor por él y ahora se hallaba inconsciente en sus brazos.
La indignación y furia se alzaron nuevamente en el rubio así como el deseo de venganza, cegado por la ira lanzó una maldición cortante casi al límite entre lo gris y oscuro; nada ilegal desde luego, pero con secuelas permanentes, lo había lanzado exactamente a la mano dominante de Ronald, aquella que sostenía su varita, el corte casi separó por completo su mano del resto de su brazo, se podía ver el miembro amputado colgando solo por la piel mientras la sangre caía a chorros de la herida. El grito de Ronald fue desgarrador y probablemente permanecería en las pesadillas de muchos de los estudiantes, así como la imagen de él tomando lo que quedaba de su mano sangrante contra su pecho y sus rostro desfigurado en el terror y el dolor.
—¡Tú! ¡Maldito cobarde!— rugió de ira el rubio, aún con la chica en sus brazos, Ronald continuaba gritando mientras Poppy trataba de hacer todo lo posible para detener el sangrado. —Todos los bienes de tu familia serán entregados a mi compañera por ésta cobardía, y tu Casa estará bajo mí mandato— gritó furioso, el pelirrojo no podía escucharlo, ni siquiera lo intentaba, puesto que parecía mas centrado en asustarse y vomitar de debido al dolor y a la imagen brutal de ver su mano colgando solo de la piel.
El gran comedor permanece en un ensordecedor silencio, todos los alumnos pasan por diferentes tipos de emociones, desde el terror absoluto no solo por el poder de Draco sino por lo que le había quitado al pelirrojo, hasta sentirse enfermos por tal cantidad de sangre. Poppy llevó a Ron a la enfermería con un hechizo de levitación tras aturdirlo para que dejara de gritar, Severus Snape se acercó para hacer un hechizo de diagnóstico a Hermione, notando que había recibido un fuerte aturdidor también, pero no se hallaba en peligro. Solo permanecía inconsciente.
—La llevaré a la sala del club, debo estar con ella— espetó el rubio, y era necesario, todos los sabían, un veela no le decía a cualquiera que era su compañera y pudieron entenderlo. El hombre de negro pudo entenderlo y asintió.
—Te enviaré algunas pociones para ella con un elfo, pero es imperativo que cuando despierte vaya a la enfermería— el rubio asintió con rigidez, no muy contento de llevar a su compañera al mismo lugar donde su agresor residía, pero no contradijo a su jefe de casa.
—Gracias— dijo al hombre —También usted, profesora McGonagall— se giró ésta vez a la mujer, quien lo veía preocupada, acarició las mejillas de una inconsciente Hermione, para luego dar un apretón al hombro del rubio.
—Mi deber es cuidarlos a ustedes— dijo con convicción —Ahora si me disculpan, les enviaré una carta a los Señores Weasley explicando la situación, ¿Desea que organice una reunión con ellos en Gringotts éste domingo?— era su deber como su segunda apoyarlo en éstos momentos, el menor asintió, mucho más agradecido ahora, notando que no solo Hermione sino, la misma profesora McGonagall estaban más cerca de lo que creían a pertenecer a la causa de Harry.
—Lo apreciaría, profesora— y entonces se giró hacia las chicas restantes del club —Gracias por mantenerse a nuestro lado, las informaré una vez despierte— tanto Susan como Luna asintieron, la primera mostrando mucho más preocupación que la otra.
Fue entonces que Luna lanzó un hechizo peso pluma a Hermione y el Slytherin pudo llevarla sin mayor dificultad en sus brazos. Se abrió paso en el gran comedor, una vez pasó al lado de los gemelos Weasley notó como hacían una pequeña reverencia a su nuevo señor, los ignoró, ahora no tenía tiempo para humillarlos, tenía a alguien más importante que cuidar, una vez estuvo fuera del gran comedor se dirigió con prisa al séptimo piso, donde la habitación que los recibió fue una réplica de la suya en Malfoy Manor, dejó a la chica descansar en la gran cama y sobre las suaves almohadas y delicadamente posó una sábana sobre ella, un diván apareció al lado de la cama, justo del lado donde descansaba Hermione y el rubio procedió a recostarse ahí y mirar hacia el techo, sucedieron demasiadas malditas cosas en una sola mañana, había mucho por procesar, un elfo apareció y con una fuerte reverencia dejó una charola con un par de pociones en la mesita de noche, así como una nota que fue entregada en sus manos, el elfo desapareció y solo entonces Draco leyó el contenido de la misma.
Solo un par de instrucciones sobre cómo beber las pociones y una última instrucción acerca de explicar lo sucedido a Harry a través de una carta, el rubio suspiró cuando los elementos para hacerlo aparecieron en una pequeña y casi diminuta mesa de madera frente a él. No tenía de otra, debía advertir de lo ocurrido a Harry.
Con resignación se levantó y tomó un pergamino y empapó de tinta su pluma... ¿QUÉ DEMONIOS SE SUPONÍA QUE PONDRÍA? Ni siquiera él sabía muy bien lo que pasó, solo que, cuando escucho a Hermione decir todo éso, lo que le había hecho ése cerdo...
Un poderoso gruñido se escapó de su garganta y notó como había roto la pluma en sus manos y que sus manos de hecho, parecían terminar en garras. ¡Y maldita sea! Tuvo que liberar su herencia de criatura en ése maldito momento, por que no contento en elegir a una sangre sucia como su compañera, tuvo que elegir a la malditamente más famosa sangre sucia de su mundo.
Por una lado, pensaba que, de hecho, no aceptaría nada más que lo mejor, y Hermione era, muy a su pesar, la mejor sangre sucia que había conocido, la más inteligente, la más hermosa, aquella que no se dejaría intimidar por nadie -su nariz aún recordaba muy bien éso- sería una excelente compañera, digna de él.
Desde luego ésa era su parte criatura hablando ¡Demonios!
Todo era tan... tan malditamente irónico.
Una risa rota escapó de él, ésto iba en contra se todo lo que se le había enseñado, entonces empezó a escribir, todo lo sucedido y el cómo necesitaba unos consejos ahora, después de todo, Harry también había despertado su herencia Veela y él disponía del cuadro de la abuela Cassiopeia, cosa que él no.
Terminó la carta diciendo que no se preocupara por Hermione, la haría dormir hasta mañana antes de llevarla él mismo a la enfermería para que Harry pudiera visitarla allí y de paso mirar al asqueroso traidor a la sangre.
Esperó que aquello fuera suficiente antes de llamar a Dobby, el fiel elfo de su amigo y entregarle la carta, él se encargaría de hacerle llegar lo antes posible.
Una vez en el silencio de la habitación, Draco se giró a ver a Hermione, ella descansaba tranquilamente sobre la felpuda almohada y con las sábanas de seda egipcia cubriéndola del frío, tan delicada y tan fuerte, ni siquiera podía imaginarse todos los problemas que le estaba causando.
Suspiró otra vez mientras se acomodaba mejor de lado, para así poder mirarla con atención.
Quería saber porqué su criatura la había escogido ¿Qué tenía ella de especial aparte de, todo lo que ya había mencionado anteriormente?
También pensó en su madre, ella tuvo la suerte de encontrar en su padre su pareja, alguien digno de ella, aún recordaba todas las veces en las que le había contado cómo había encontrado a su pareja, lo feliz y dichosa que se sintió. Sonreía siempre que recordaba los ojos brillantes de su madre.
Draco creía sentir todo éso también.
Y era horrible. Por que sabía que ninguno de sus padres sentirían su felicidad cuando supieran quién es su compañera.
Con una última mirada al rostro tranquilo de Hermione; una pequeña lágrima cayó de su ojo derecho y se dispuso a dormir, esperaba que Harry lo ayudara a entender, por que nunca se había sentido tan confundido o austado como lo estaba en ése momento.
—¡¿Que Draco Malfoy hizo qué?— medio gritó Albus Dumbledore, veía con sorpresa a sus maestros mientras realizaba una reunión de emergencia para explicar la presencia de los aurores y personal del Ministerio en el castillo.
—Tuvo un duelo mágico el cual ganó— respondió Filius, bastante asombrado de las habilidades de duelo del muchacho, tal vez el chico tenga un futuro prometedor con la guía adecuada, Dumbledore apretó los labios bastante furioso pero sin expresarlo realmente. O al menos tratando de que no se notara.
—Debí ser informado— espetó el mago de la luz, Dolores Umbridge le regaló una sonrisa condescendiente que crispó los nervios del hombre.
—¿Para qué? Era un duelo mágico, un desafío, un lance de honor entre dos casas sangre pura, el señorito Malfoy ya tenía a su segundo cuando asaltó al joven Weasley— hizo una mueca ante el último apellido —No había necesidad de que fuera llamado nadie más, y el Maestro Flitwick fue bastante sensato al levantar escudos para así proteger a los estudiantes— agregó a regañadientes, muy a su pesar era un maestro competente, aunque éso no significara que aceptara su sangre mancillada por ésas horribles criaturas diminutas que eran los gobblins.
—Aún así, debí de estar informado, ¿Quién actuó como el segundo del señor Malfoy?— replicó serio el hombre, Minerva levantó una ceja, había mucha ironía en éso.
—Fui yo— espetó Minerva con firmeza, notando los ojos enormemente abiertos del mago de la ''Luz''— Y ya que desea ser informado, director, le diré que mañana en carácter de jefa de casa denunciaré formalmente al joven Weasley por intento de violación— un pesado silencio se alzó en la oficina y varios maestros se giraron a verla en total conmoción. Otros ya habían deducido lo que había pasado debido a las palabras del joven Malfoy, pero otros eran más lentos al pensar —La razón por la cual fue retado a un duelo mágico, fue por éso, precisamente— continuó aún bastante seria —Lo supimos hoy en la mañana, durante el desayuno la joven Granger pidió hablar conmigo en mi despacho, ahí me confesó lo que sucedió— El director se vio confundido pues frunció el ceño levemente.
—¿No estarás cometiendo una equivocación, Minerva...?— comenzó el viejo mago —Estoy seguro de que el Sr. Weasley y la la Srta. Granger estaban compartiendo un momento de afecto mutuo— terminó con una sonrisa bonachona mientras se acariciaba la barba.
—¿Qué te hace pensar éso, Albus?— habló Minerva con severidad, sus ojos completamente fijos en él y más que dispuesta a atacar de ser necesario—Y más te vale dar una buena respuesta si no quieres que ahora mismo llamemos a los aurores—
Dumbledore tragó nervioso. Jamás había pensado que una de sus marionetas más ciegas le respondería de ésa manera, esa tonta de Minerva parecía que también había sido encantada con las delicias que el maldito Harry Potter le había ofrecido, sin embargo éso no lo detuvo, debía revelar parte de la verdad ahora lo que había abierto la boca, se maldecía por ello, pero no había opción, no necesitaba que hubiera otro escándalo en el castillo, ¡Y ni siquiera había pasado la primera semana de clases! Su rostro adquirió notas tristes mirando a Minerva, debía manipularla todo lo que podía, no podía perder a la cabeza de la casa Gryffindor.
—Bueno, el Sr. Weasley me comentó sus intenciones así que hice todo lo posible para arreglar un contrato matrimonial— soltó con una mueca de preocupación.
—¿Y con la autorización de quién lo hizo, director?— preguntó Dolores, levantando una de sus cejas e intentando parecer intimidante. A Minerva no le gustaba la idea de aliarse con esa bruja, pero si éso servía para saber qué demonios había hecho el Director, lo aprovecharía. ¡Con un demonio! Estaba malditamente segura de que ya debería haber llamado a los aurores.
Albus sintió el nerviosismo crecer dentro suyo al ver como esas dos mujeres parecían haber unido sus fuerzas. Sería un gran dolor de culo.
—Pues con el de los padres del joven Ronald, por supuesto— respondió como si fuera algo bastante obvio, pero Severus, quien también estaba en el lugar y no iba a perderse aquello por nada del mundo decidió hablar. Después de todo, cuántas veces podrías ver a Albus Dumbledore siendo escoltado por aurores al Ministerio.
—¿Y quién actuó como guardián de la Srta. Granger?— inquirió. El viejo casi gruñó con la pregunta, pero aún así continuó con su mueca de falsa tristeza. Como si realmente estuviera arrepentido de lo que había hecho.
—Yo...— comenzó Albus, pero Severus solo entrecerró los ojos.
—¿Tú actuaste como tutor de Granger?— Severus trataba por todos los medios de verse serio, casi escandalizado, pero en realidad quería reír, el abuelo estaba cavando su propia tumba. Y ni siquiera lo estaba intentando.
—Eso es ilegal— murmuró Pomona, más fuerte de lo que esperaba, siendo escuchada por la mayoría de los maestros.
—Prácticamente la regalaste— gruñó Filius bastante enojado —Ultrajaste su confianza— volvió a decir.
—¡Ni siquiera la vendiste como lo hacen la mayoría de los padres!— gruñó Severus.
—Ellos buscan alguien adecuado para casarlas y crean un contrato en el que sus hijas se beneficiarán y tendrán un buen futuro, ¿Y qué haces tú?— refutó con fuerza Pomona para sorpresa de todos —¡Vas y la regalas!— prácticamente gritó.
—Un contrato de matrimonio es algo serio Albus— habló Snape, sospechosamente sereno —Puede que sea algo bárbaro para nuestros tiempos, pero se hace con el fin de que los padres sepan a quién están entregando a sus hijas— un tenso silencio se levantó en el despacho del director. Todos permanecían serios, Pomona aún parecía querer hechizar al hombre y fue Minerva, con su voz filosa quien habló de nuevo.
—La regalaste— atacó —A un niño sin futuro, sin herencia, sin un legado— Dumbledore sentía la furia bullir en su sangre y no pudo detener su lengua cuando atacó también:
—Jamás creí que fueses alguien tan superficial, Minerva— la mujer le sonrió con crueldad, una sonrisa demasiado parecida a la Severus.
—Lo seré cuando debo proteger a una de mis leonas de un cerdo agresivo que no sirve más que para llenar su boca de comida y gritar como si fuese un gran señor— su respiración estaba agitada y parecía que en cualquier momento otro duelo se desataría en Hogwarts. Dumbledore sentía que realmente la había cagado, pero él era el jodido Albus Dumbledore, no podrían hacer mucho.
—Bueno, el contrato ya está hecho— dijo con fuerza el hombre. Les regaló una sonrisa bonachona a cambio, tratando de aligerar el ambiente.
—¡Es ilegal!— volvió a gritar Filius.
—No quita el hecho de que ya fue cerrado el contrato— ésta vez fue el turno de Minerva de sonreír bonachonamente. Un escalofrío recorrió la espalda de Dumbledore.
—Igual no servirá— respondió, su ojos brillando peligrosamente —La srta. Granger es la compañera del joven Malfoy, lo que sea que planeabas con ése contrato no servirá— la sonrisa de Albus pareció desmoronarse antes de de tensarse al oír lo siguiente:
—Éso no importa por que, ante todo, cometió un acto ilegal, Dumbledore— Dolores le regaló una sucia sonrisa. —Podría llamar alguien a los aurores del pasillo, yo misma acompañaré al director a declarar los hechos— la mujer se levantó de su asiento, sonriendo de manera condescendiente al abuelo que apenas y podía mantener la boca cerrada.
—Yo explicaré al resto del plantel la razón de que ellos estuvieran aquí— Habló Flilius con seriedad, un confundido Albus Dumbledore era custodiado por un auror bastante nervioso, un novato probablemente, y Dolores Umbridge que sonreía de manera maníaca mientras los guiaba a la chimenea, una vez las llamas verdes los llevaron al Ministerio, el Maestro de Encantamientos se giró para mirarlos seriamente.
—El mago tenebroso Grindelwald fue encontrado muerto en la torre de Astronomía— soltó. Un jadeo generalizado pudo escucharse.
Lord Voldemort era una mago tenebroso y disfrutaba de la crueldad y el horror que provocaba la sola mención de su nombre, sin embargo, con su familia era simplemente otra historia, porque sí, incluso a Hannibal Lecter ya consideraba su familia, y William tenía una gran inteligencia y lo ayudaba mucho con sus planes, aunque admitió que sintió pánico cuando lo vio hablar con Bellatrix y provocó una sonrisa en ella; pero no una de esas maníacas, no, ésta era suave, casi linda, y tierna... y Bellatrix no era tierna, en lo absoluto.
Pero disfrutaba de los momentos familiares como éste, disfrutaba de las cenas de Hannibal y su exquisitez, disfrutaba de la calidez.
La calidez que no había sentido desde Lily, su adorada Lily.
El dolor de la perdida de su hermana pareció filtrarse en sus facciones por que, Will rápidamente decidió hablar.
—Debemos advertir a Lord Malfoy si es que Harry mañana va a tener su reunión con el Consejo— Soltó mientras bebía un poco de su vino, los platos habían sido retirados hace unos minutos y ahora se hallaban en la sala. Harry les había contado a todos de la enemistad que se había creado con el hombre al haber liberado a Dobby.
—Me encargaré de éso, hoy cuando vuelva a la mansión Malfoy le diré sobre mi heredero y el de Hogwarts— una risita llegó desde el otro lado de la sala, donde Bellatrix permanecía al lado del retrato se Nigellus Black.
—Cómo quisiera ver el rostro de Lucius cuando sepa quién es su nuera— los ojos de un gris violáceo pertenecientes a la mujer parecieron brillar en aquel rincón oscuro de la habitación. —Quién lo diría, Lucius Malfoy siendo suegro de una Sangre Sucia— otra risa, un poco más maniática salió de ella y Voldemort la siguió con una un poco más baja.
—Aún me cuesta creerlo— mencionó Abigail, sus grandes ojos azules concentrados en el libro de astrología —Harry dijo que se llevaban como perros y gatos— murmuró pasando de página.
—Y que le rompió la nariz una vez— agregó Will, provocando que Bella y Abigail rieran por lo bajo.
—Las herencias de criatura son fascinantes, tu puedes odiar a una persona o puede ser completamente indiferente para ti, pero cuando tu herencia aparece, ésa persona puede ser el centro de tu mundo— explicó, Hannibal asintió mirando levemente a William. Él lo había elegido como hombre y como monstruo, lo había permitido mirar y ver más allá.
Lo dejó ser parte de la familia, la familia se alzó en torno a él, su mano tomó la de su esposo y entrelazó sus dedos mientras seguía escuchando al padrino de su hijo hablar.
Mañana sería un día bastante ajetreado, no solo para su hijo, sino también para ellos, el próximo regalo para Alana no se haría solo, envió una sonrisa suave a su compañero quien lo miró con unos ojos especialmente crueles, como si supiera exactamente lo que pensaba.
¡Ah! La vida de un hombre casado era especialmente cómoda para él, la conexión con su pareja era perfecta y tenía preciosos hijos a los cuales malcriar, su familia poco a poco iba creciendo y, esperaba que pronto un nuevo miembro fuese agregado a ella.
La carta que había llegado ayer de su antiguo país le daba esperanzas.
Esperanzas de que ella volviera a él.
Harry iba con porte elegante caminando por los pasillos de Hogwarts, había ido especialmente preparado para la reunión con el Consejo de Padres, usaba una elegante túnica negra con detalles en plata y unas botas de piel de dragón a juego, había encontrado muy útil el bastón la vez anterior así que nuevamente lo llevaba; éso, y que sin duda quería ver el rostro de Lucius Malfoy cuando sepa que él es el heredero se su señor. Su padrino le había dicho que llevara un bastón en forma de serpiente que le había pertenecido a él y que se presentara como heredero de la casa Gaunt y Slytherin, cosa que ya planeaba hacer.
Pero aún era temprano para éso, de hecho, la reunión sería a las nueve de la mañana, faltaba un cuarto de hora para las ocho, Harry tenía otros menesteres, como visitar a cierta pareja en la enfermería. Sonrió por éso, la unión entre Draco y Hermione había logrado atar a la chica a él y a su causa. Ya no podría oponerse ni aunque quisiera, pero siempre era mejor la lealtad al miedo, y realmente extrañaba a Hermione... como amiga.
Las pesadas puertas de la enfermería se abrieron en silencio; habiendo lanzado un hechizo antes para no ser descubierto con rapidez, entonces los notó, ambos estaban despiertos y Hermione, quien se encontraba sentada en la cama, era cuidada por su rubio amigo.
Draco le entregaba las pociones que había en la mesita de noche al lado de su camilla en absoluto silencio, pero había algo en los ojos de ambos, un brillo de entendimiento. Se miraban, se veían a los ojos y notaban la oscuridad bailando bajo sus trajes de persona. Ellos sabían lo que sucedió y hasta ahora lo dimensionaban, realmente lo dimensionaban y ya no había soledad.
Ya no estaban solos.
Harry sonrió satisfecho entoces y se hizo notar en la habitación, avanzando hacia ellos. La chica fue la primera en verlo, parecía dudosa pero también había esperanza, lo sentía casi dolorosamente gracias a su empatía, Draco se veía aliviado, aunque también muy contrariado pero era normal, todo había pasado tan rápido. Él al menos tuvo su tiempo para procesarlo todo cuando se enteró de que Severus era su compañero. Draco no tuvo éso.
Él solo despertó y se batió a un duelo por su compañera y luego de encerró con ella preocupado por su salud, no se había tomado el tiempo de pensar en su propio corazón, no sabía como separar la mente de sus instintos. Pero aprendería, lo haría de una forma u otra. Todos lo hacían.
—Draco— lo saludó, el rubio lo miró, sus ojos plateados brillando en confusión y Harry solo pudo brindarle una sonrisa tranquila antes de abrazarlo. Y como un niño perdido que es encontrado por su madre, Draco se aferró a Harry con fuerza mientras respiraba profundamente y con fuerza, negándose a dejar caer las lágrimas que amenazaban en las esquinas de sus ojos.
—Harry, mi padre— susurró el adolescente angustiado —Cuando se enteré él...—
—No hará nada porque mi padrino ya lo sabe, y él la acepta— Draco se separó de inmediato para mirarlo a los ojos en busca de cualquier mentira, en busca de cualquier rastro de falsedad.
—¿En serio?— preguntó, su voz sonó como la de un pequeño asustado, Harry volvió a sonreírle con cariño, sus manos viajaron a su mejillas para acariciarlas con ternura, Draco era casi como un hermano para él ahora, tan cercano y tan lejano, era su mejor amigo, y le agrada, en serio le agradaba mucho.
—De verdad— aseguró, antes de soltar una risita —Pero ella debe aprender, Bella se ofreció enseñarle, y tú debes aprender también, la abuela Cassiopeia está feliz de tener otra cría a la cual enseñar— la sonrisa de Draco fue más aliviada que feliz, entonces se separaron y algo torpe dejó que ésta vez Harry se acercara a Hermione, quien permaneció callada desde que lo vio aparecer.
El muchacho de ojos verdes se sentó en la silla que anteriormente Malfoy había utilizado y se acercó lo más que pudo a la chica y con confianza le tomó de la mano, tímidamente Hermione lo miró a los ojos con un torbellino de emociones intensas, sentía culpa por no haber hecho nada, tristeza, dolor, confusión y una pizca de esperanza al verlo allí, todo ello sintiéndolo el muchacho pelinegro a través de su don. Los ojos verdes la miraron con ternura.
—¡Oh mi pequeño petirrojo!— su mano subió a su mejilla —Ahora todo estará bien— unió sus frentes y cerró los ojos, la chica lo imitó y dejó que la magia que salía de su amigo la cubriera como un manto cálido.
Los ojos de Harry cambiaron de verdes a rojo en el momento en que se giró a mirar a Draco, el pobre muchacho estaba tan asustado y confundido, pero en ningún momento un sentimiento negativo lo invadió y éso era algo que también lo preocupaba, no podría negarlo, la enemistad entre Draco y Hermione era incluso mucho más fuerte que la que ellos tuvieron. Pero la sangre es más espesa que el agua. Y la criatura en Draco lo influenciaba mucho más de lo que creía.
—Hablaré con tu padre una vez termine la reunión y luego irá con mi padrino— se levantó nuevamente y dejó caer sus manos en los hombros de su rubio amigo brindándole algo de consuelo —Si no logro convencerlo... Sé que el tío lo hará, él te tiene en alta estima— aquello alivió un poco el pobre corazón de Draco quien asintió entendiendo. Solo entonces se giró para encontrarse nuevamente con Hermione.
—Hay mucho que contarte, Hermione, pero creo que debería comenzar con el inicio de todo, cuando Dumbledore me traicionó— notó la mirada sorprendida de la chica, quien aún en silencio asintió. —No interrumpas hasta que termine, luego vendrán las preguntas, las responderé todas— prometió. La chica volvió a asentir y solo entonces los ojos del pelinegro cambiaron a un profundo azul, denotando así su tristeza.
Relató los sucesos desde el verano de su cuarto año, lo que escuchó ésa noche con los Dursley, su posterior visita a Gringotts donde descubrió quién era su padrino, para ése momento Hermione estaba a punto de hablar pero con una mano arriba; Harry la detuvo, le contó cómo encontró a su padre ésa misma noche y como al día siguiente habló con él. Le habló de su madre y sus sueños junto con su padrino, dejó caer ésa venda que yacía fuertemente atada sobre los ojos de Hermione y notó que le regaló la misma mirada que Abigail le había dado cuando le dijo que era un mago, era una mirada que gritaba por aprender, por entender... ella por fin había dejado de lado su admiración por Dumbledore y estaba dispuesta a aprender de su mundo, ya no a imponer sus pensamientos de sangre sucia orgullosa de sus orígenes muggles, no, ahora veía frente a él el nacimiento de una bruja de verdad. Dejó entonces caer la información de que aparte de su padre tenía otro y una hermana y que vivían en Estados Unidos, que estudiaba en Ilvermony y que debido a sus altos estándares en educación pudo ver cuán horriblemente atrasados estaban en Hogwarts, la supuesta mejor escuela de Magia y Hechicería. Aquello había bastado para que Hermione hablara, preguntando tanto como podía de ésa escuela, la chica sonreía mientras hacía sus preguntas hasta que se detuvo y observó los grandes e inquietantes ojos ahora negros de Harry.
—Lo siento— susurró —Siento tanto no haberte escrito ninguna carta hasta que ya era realmente tarde— bajo la mirada a sus manos en puños —Debí estar para ti éste verano y todos los anteriores... fuiste mi primer amigo Harry, fuiste el único que se acercó a mí a pesar de lo arrogante y desquiciante que era y sigo siendo—
—Hermione no debes...— Harry fue interrumpido ésta vez por la chica, una sonrisa triste apareció en el rostro de la leona.
—No Harry, déjame decirlo, necesito hacerlo porque sino nunca dejaré que me perdones y yo tampoco podré perdonarme— Harry solo asintió comprendiendo —Dumbledore me llevó a la madriguera apenas supo que desapareciste, yo quería escribirte cartas, sabía que no fuiste secuestrado, pero al parecer solo yo y el Director lo creíamos, los demás pensaban que Voldemort te tenía preso— sus manos temblorosas comenzaron a jugar con las sábanas sobre sus piernas —Pero él nos lo impidió y Ron empezó a decir que te volviste oscuro y yo no sabía qué creer...— sus manos dejaron de temblar —Creo que el respeto que tenía por Dumbledore poco a poco fue desapareciendo, comenzó cuando obligó a Sirius a escribirte aquella carta ¡¿Cómo se atrevía?! De por sí el Ministerio te tomaba por un loco con todo lo que pasó en el torneo, pedirte que hicieras magia fuera de la escuela ¡Magia avanzada! Era prácticamente un suicidio, Sirius y el profesor Lupin se lo dijeron y aún así insistió— un profundo suspiro salió de sus labios —Ahora entiendo porqué lo hacía, bastardo enfermo— susurró.
—Cuando te envié esa última carta fue cuando los miembros de la orden mencionaron buscar fuera del país, rastrearían cualquier escondite que el Señor Tenebroso tuvieran para poder hallarte, ellos continuaban creyendo que él te tenía y yo estaba tan asustada. Ignoré sus órdenes a favor de saber cualquier cosa de ti, no creí que responderías, sabía que si no querías ser encontrado nadie lo haría, pero quería que supieras que estaba ahí para ti, que a pesar de mis errores, que a pesar de mis dudas, aún confiaba en ti como mi mejor amigo— un pequeño sollozo escapó de sus labios —Me di cuenta tarde, tan tarde Harry... pero éso no hace menos verdaderos mis sentimientos por ti— y el helado corazón de Harry pareció entibiarse, solo un poco, pero lo suficiente para que un atisbo de su antiguo yo apareciera, con delicadeza se acercó y abrazó a la chica, su mejor amiga, su petirrojo.
—Ésa carta fue cómo un soplo de vida en mi agonía diaria— le respondió Harry y se separó de ella, con suavidad le tomó de las mejillas —Si no hubieras enviado aquella carta, probablemente te habría matado si llegabas a interferir en planes— le sonrió con los ojos cerrados sin tomar en cuenta la tensión tanto en la chica como en el rubio tras él —Pero ahora eres mi amiga, como Draco— y sus ojos pasaron de negros a rojo brillante —Sin embargo te daré la misma advertencia que le di a él— su tono de voz cambió una octava más bajo, y su rostro perdió toda emoción —Vas a ser mi amiga, Hermione. Pero no dejaré que interfieran en lo que planeo y la mayoría de mis planes incluyen homicidios— inclinó levemente la cabeza como un animal curioso y sus ojos brillaron del mismo color que la sangre vieja —Pero si no pueden aceptar eso no necesito de su amistad, o que vivan— y un tenso silencio se levantó sobre ellos, fuera de la burbuja con el encantamiento de silencio en la que estaban y en la última cama de la enfermería, podía verse a Ron Weasley comenzar a despertar. Una mueca de asco llego al rostro de Draco al ver como se retorcía en la cama.
—Creo que hablo por ambos al decir que somos tus amigos, Harry— habló primero Draco, notando que Hermione estaba asustada y difícilmente podría dar una respuesta —Tal vez Hermione aún no entienda muchas cosas, pero le enseñaré, no te abandonaremos, nosotros no— y los ojos de Harry se vieron tristes mientras les sonreía a ambos. Esperaba que fuera verdad, realmente quería creerle a ambos, pero una vez más, Harry ya no era conocido por confiar en los demás.
—Eso espero, Draco— y de pronto el pelinegro se vio tan cansado, como nunca antes, y la chica tal vez comenzó a comprender un poco lo que conllevaba ser Harry Potter, o ser su amigo.
—Aprenderé Harry, lo prometo— Ella intentó levantarse, pero ambos muchachos se acercaron a la cama donde descansaba, Hermione tomó tentativamente de la mano de Draco, quien sintió sus mejillas levemente calientes, tomó también, con más seguridad de la mano de Harry. —Como le dije a Draco...— dio una profunda mirada al rubio —Quiero pertenecer—
—Y lo harás, mi pequeño pelirrojo— Hermione se sonrojó ante el cariño que desbordaba el apodo —Pronto aprenderás a volar— y un sentimiento de felicidad y esperanza mucho más palpable se instaló en los corazones de los dos estudiantes de Hogwarts. Mientras que Harry solo pudo sentir la calma inundar su ser.
—Harry— una voz conocida los interrumpió.
Los tres adolescentes se giraron hacia la voz que pertenecía a cierto pelirrojo, Draco entrecerró los ojos, su varita descansando en su mano, lista para cualquier hechizo a ser lanzado, para matar o proteger. Hermione frunció el ceño y con algo de temor se aferró con una mano a los pantalones oscuros de Malfoy, el Slytherin dejó caer su mano sobre la de ella y le dio un apretón a modo de consuelo, transmitiéndole así que no dejaría que nada le pasara. Harry en cambio, lo miró con sus grandes ojos ahora naranjas, con curiosidad.
—Ronald— lo saludó con un cabeceo —Bonita cicatriz— sonrió con saña, mirando descaradamente la horrible cicatriz que trazaba desde el dorso de la mano, en sus huesos metacarpianos, pasando por la muñeca para detenerse en el antebrazo, Ron tenía el brazo pegado a su pecho, como si tratara de protegerse, los recuerdos del duelo del día anterior así como la imagen de casi perder su mano le provocó náuseas al león, era increíble ver el temblor permanente que quedó, Harry pensó necesitaba saber qué hechizo utilizó Draco. Para fines ociosos, quizás podría usarlo en Jack Crawford, solo Merlín sabía cuánto odiaba al hombre.
—Maravilloso trabajo, Dragón— felicitó Harry, y solo entonces Ron miró al rubio que sostenía de la mano a la leona. La traición caló profundo en su pecho y vio rojo nuevamente debido al enojo.
—¡Tú! ¡Maldito mortífago!— gritó hacia la serpiente.
Draco le sonrió, todo dientes puntiagudos y ojos negros, su veela listo para atacar, para proteger a su compañera, Ron tenía una forma especial de hacerle perder los estribos, Hermione le volvió a dar un apretón al rubio, provocando que éste bajará la cabeza para mirarla.
—No vale la pena— le susurró la chica, el rubio asintió aún sumergido en sus instintos de criatura, por lo que terminó acariciando las mejillas de la chica con cariño, se escuchó una especie de ronroneo venir de él.
Hermione se dejó hacer, sabiendo que probablemente lo que sea en lo que Draco se convertía, tenía un especial cariño por ella. —Shhh... tranquilo, Draco— murmuró, observando con cierta fascinación los ojos completamente negros del rubio —Aquí estoy— Harry levantó levemente la ceja, bastante curioso por la forma en la que ambos reaccionaban al otro. Era como si dejaran de pensar y simplemente siguieran a su magia, a sus instintos, sabiendo que uno no podría estar bien sin el otro.
Era hermoso.
—Te cuidado de cómo le hablas a tu amo, Ronald— la fría voz de Harry llenó el lugar, los otros tres adolescentes se giraron al verlo, y se estremecieron pues, a pesar de la fridad de tono de voz, sonreía con toda la inocencia del mundo, tanta belleza, mancillada hasta el tuétano de oscuridad —No querrás que Draco simplemente se canse de ti, y ejerza su derecho como tu dueño y te mate— los ojos verdes de Harry pasaron a un amarillo brillante y soltó una risita que, lejos de oírse tierna, fue escalofriante, Draco se tensó, pues conocía muy bien esa risilla malvada —Pero... ¿Nunca nadie te notó, verdad? Siempre eclipsado por tus hermanos, el mayor que trabaja en Gringotts, impresionante para un traidor a la sangre, el otro con Dragones, oí por los pasillos que Percy trabaja en el Ministerio, y no olvidemos a los gemelos...— sonrío grande hacia Ronald que estaba rojo de ira, los labios del rubio se crisparon en una sonrisa apenas sofocada y Hermione permanecía en silencio, pero mirando con atención esta nueva y cruel faceta de Harry —Ginny es la primera mujer en casi cinco generaciones, la pequeña princesa de los pobres, siempre tendrá la atención... Dime Ronald ¿Quién eres tú? ¿Y qué tienes para que no te olviden?— sus ojos nuevamente cambiaron de color, ahora eran totalmente rojos, como los de su padrino. Aquella nunca era una buena señal, se dijo a sí mismo Draco.
La habitación pareció enfriarse, como si un dementor hubiera entrado y Hermione pudo dislumbrar parte de lo que era Harry, alguien mortal con una lengua viciosa cuando lo requería, alguien calculador que ejercía violencia de la forma menos violenta cuando lo amenazaban y alguien poderoso, alguien muy poderoso que podría aniquilarte si así lo quería, pero sus ojos; llenos de oscuridad y locura parecían reírse de ti diciendo: ''¿Qué habria de divertido en éso?''
Hermione tenía miedo, es más, estaba aterrorizada de en lo que se había convertido su amigo y aún así, quería tanto aprender a ser así. Ya no quería estar de aquél lado del espectro, ahora quería ser ella quien provocara el miedo... se giró hacia Draco, notando que veía todo con diversión y una pizca de ésa locura que había visto en los ojos de Harry también, dejó salir un suspiro casi aliviada, se sentía confundida pero éstos hombres aquí fueron quienes la habían protegido, les debía todo lo que era a ellos y quería entender, entenderlos por completo y sabía que si continuaba al lado de ellos lo haría.
Aquello era de lo único que estaba segura.
Y no estaba mal, había aceptado hace mucho que había tanto que no sabía, pero nunca le daría la espalda al conocimiento y sospechaba que Harry había utilizado éso a su favor para atraerla a lo que sea que estaba planeando, no es que le importase mucho, si el lado de la luz tenía a personas como Ronald con ellos, definitivamente ese no era el lugar para ella, y solo entonces se permitió ver a aquel que fue también uno de sus mejores amigos en el pasado.
Ronald, que en un principio se vio confundido, pues tontamente creyó que Harry estaría de su lado, después de todo, no sería la primera vez que le daba la espalda y luego volvían a ser mejores amigos, sin embargo, ésto parecía ser diferente, la forma en la que Harry hablaba, como se vestía, su postura.. todo gritaba que algo estaba mal, y Ron odiaba cuando algo no estaba dentro de lo que su tonta mente cerrada le decía que era lo correcto, la confusión dio paso a la rabia y ésta a la furia desbordante, pero antes de que pudiera hacer algo, Madame Pomfrey apareció en el área común de la enfermería.
—Señor Weasley— lo interrumpió con fuerza, sintiendo aversión por el chico ahora que sabía la historia completa del porqué de duelo—Si tiene la fuerza necesaria para amenazar estudiantes, estoy segura de que puede ir a desayunar al gran comedor— lo regañó la vieja mujer, Ron se sintió nuevamente humillado, pero se dijo que no volvería a pasar, con toda la poca dignidad que pudo reunir, escupió en dirección a los otros tres adolescentes y marchó de la enfermería, su mano con las cicatrices acunada en su pecho y el fuerte deseo de venganza creciendo en su interior.
—Bienvenido de nuevo, Lord Potter— Saludó la enfermera, Harry dio un asentimiento en su dirección —Si me disculpan, debo revisar a ésta jovencita para ver cómo se encuentra— muy renuente, Draco se separó de la chica y dejó que la mujer lanzara hechizos de diagnóstico, satisfecha de que no haya nada grave.
—Se encuentra perfectamente, señorita Granger, solo debe descansar un poco más— habló la mujer antes de sonreírle —Iré a traer su desayuno, Lord Potter, por muy heredero que seas, no quiero que mi paciente sea molestada, usted también, señor Malfoy— los miró con detenimiento antes de girarse para recoger el desayuno de la chica.
—Bueno, la hora de la reunión se acerca— murmuró conjurando un tempus —Deberías explicarle tu herencia y todo lo que éso conlleva— miró a Draco quien asintió, era algo que no podría retrasarse entonces se giró hacia Hermione. —Quiero que éstes abierta a todo lo que él te diga— habló ésta vez a la chica, el rostro serio de Harry le dijo que era importante —Todo lo que dirá, es verdad— Hermione asintió con determinación.
—Por supuesto Harry, ya... ya habíamos hablado de ésto antes, Draco dijo que me enseñaría— y a ninguno de los dos pasó desapercibido que la chica llamó por su nombre de pila al rubio, no era la primera vez, y era un excelente comienzo para el rubio, que poco a poco creía que era posible que su enlace con su compañera funcionara.
El pecho del Heredero Malfoy se calentó asquerosamente y tuvo que desviar la mirada con las mejillas rojas que delataban su sentir. Harry ocultó su risita tras un tos absurdamente falsa y sus ojos brillaron amarilllos y llenos de felicidad.
—Me retiro para darles algo de espacio, una vez hable con tu padre volveré— vio el asentimiento del rubio y se acercó a él para darle un apretón de hombro confortable, luego se giró a Hermione y dejó un beso suave en su frente —Nos vemos más tarde— regaló una última sonrisa antes de marcharse.
En el pasillo, recostada por una de las grandes paredes de piedra fuera de la enfermería, se hallaba Minerva McGonagall. Su habitual rostro serio permanecía fijo en el suelo y su postura gritaba tensión, sus ojos calculadores se posaron en Harry una vez estuvo fuera de la sala, el joven le había enviado una misiva la noche anterior diciéndole que estaba al tanto de lo ocurrido y que iría por la mañana a visitar a sus amigos.
—Buen trabajo manteniendo a Dumbledore fuera del castillo— felicitó el chico, sabiendo todo lo que la noche anterior había hecho la mujer en el despacho del director también.
—¿Cómo...?— la mujer iba a preguntar pero al ver que Harry no se detuvo y siguió caminando por el pasillo, decidió sabiamente ir tras él.
—Los retratos, Minerva, varios me son leales solo a mí— desestimó su pregunta el chico. La mujer apretó los labios.
—No me gusta ser observada de tal manera, Lord Potter— el muchacho agradeció que su antigua maestra no haya usado la palabra espiar. No se oía nada bonito aquello. Y sería grosero.
—Hasta que no confíe plenamente en usted, me temo que así será— la mujer mayor volvió a apretar los labios, sus ojos picando sospechosamente. No volvió a hablar el resto del camino a la reunión.
Ninguno lo volvió a hacer.
Se dirigieron a la torre norte, donde una gran sala de conferencias los esperaba con todos los miembros del Consejo de Padres dentro, los otros tres jefes de casa ya estaban allí y aunque fue Severus quien quiso ir a recoger a Harry de la enfermería, Minerva se había ofrecido primero.
Y ninguno quería levantar sospechas antes de tiempo por lo que tuvo que quedarse con las ganas.
Una vez llegaron frente a la puerta de aquél gran salón, Harry permitió que su antigua Jefa de casa ingresara primero anunciándolo, unos segundos bastaron para que pudiera dar una fuerte inspiración y su máscara quedara puesta en su lugar, de uno de los compartimientos de su túnica sacó su bastón encogido; aquél que su padrino le había enviado con Dobby para que Lord Malfoy pudiera reconocerlo como su heredero. Una sonrisa puntiaguda apenas se logró dislumbrar antes de que ingresara al salón, siendo expuesto a diferentes miradas, una más sorprendida que la otra, cuando cruzó miradas con Lucius, no pudo sino sonreírle con crueldad tras golpear el suelo con su bastón, un artículo que el rubio conocía tan bien.
Cuando la mirada de sorpresa se Lord Malfoy pasó del bastón a su rostro, sus ojos cambiaron y con diversión conectó su mirada sangrienta a los plateados del padre de su mejor amigo. Había una insana diversión en dar a conocer su lugar a los gusanos, solo entonces se presentó:
—Buenos días, Honorables Cabezas de Familias, es un gusto conocerlos al fin, Soy Lord Harry James Lecter Potter - Gaunt, Lord de la Noble y Ancestral Casa Potter, la Antigua Casa Peverell y la Valerosa Casa Gryffindor, así como heredero de la Noble Casa Lecter, de la Antigua y Noble Casa Gaunt, de la Ancestral y Noble Casa de los Black y de la Ambiciosa Casa Slytherin— sonrió a los presentes tomando asiento y dejando su manos entrelazadas sobre la gran mesa redonda en la que todos se hallaban sentados, aquello había sido un movimiento estratégico suyo para poder mostrar los anillos de cada Casa a la que pertenecía —¿Podrían presentarse, por favor? Hoy tenemos mucho que discutir— volvió a sonreír, un estrenecimiento llegó a Lord Malfoy cuando nuevamente los ojos carmínes se posaron en él.
Harry sentía que sería un muy buen día.
William sonreía mientras daba los últimos detalles a la gran caja de regalo que tenía sobre la mesada de la cocina, en su hombro, su familiar Lexie dejaba caer pequeñas flores silvestres y venenosas dentro de la caja con su magia rara y especial de hadita del bosque.
Abigail leía un libro sobre astrología que le había regalado Severus en el otro extremo de la mesada y Hannibal cocinaba una exquisitez al lado de Will, sería la estampa de una familia perfecta de no ser por que dentro de la caja había parte de un cadáver y que, los ingredientes que su adorado esposo utilizaba venían de él.
Una sonrisa salvaje apareció en el rostro del émpata, mientras terminaba lo suyo, se acercó a su esposo abrazándolo por la espalda y dejando pequeños besos sobre su camisa en sus hombros.
—¿Podrías aparecer éso en la casa de Alana, Dobby?— pidió amablemente al elfo que ayudaba al psiquiatra en la preparación de la cena —Quisiera que lo dejaras frente a su chimenea, asegurate de que ya esté dormida cuando lo hagas— el elfo asintió mientras se acercaba a la caja para tomarla.
—Dobby lo hará, Amo William, señor— y con un chasquido de dedos desapareció con la caja, en la espera de que sea un poco más tarde antes de llevar el regalo de su amo a la mujer sin magia que siempre los molestaba.
—Lexie, tú sabes que hacer después de éso— habló otra vez Will. La pequeña hada comenzó a volar frente a su rostro antes de abrazarse a su mejilla.
—Eres cruel, Will— murmuró la criatura —Me agrada éso, es un rasgo que siempre me interesó de los humanos— se separó de él sonriendo, todo dientes puntiagudos como los de un tiburón, listo para desgarrar a cualquiera —Estoy feliz de haberme convertido en tu familiar— dio un besito a la punta de la nariz del humano y con un pequeño destello de luz, desapareció.
—Espero que mi familiar pronto eclosione— murmuró Abigail con una sonrisa tras ver la relación de su padre y Lexie.
—Estoy seguro de que los duendes nos llamaran cuando éso esté por pasar, y cuando llegue ése día, traeremos el huevo para que lo cuides tú misma— la chica sonrió más animada, dejando su libro de lado y acercándose también a sus padres, no había nada que pudiera separarlos ahora.
Nada. Ni siquiera la promesa de Albus Dumbledore podría, porque prácticamente tenían a toda MACUSA de su lado y sabían que más temprano que tarde, los problemas en forma de ése anciano vendrían hasta ellos, y aunque no debían subestimar al hombre, aún tenían un par de días de tranquilidad, Will miró nuevamente a su familia; la felicidad recorriendo cada parte de su ser... Albus Dumbledore sería un hombre realmente estúpido y muy, muy muerto si es que intentaba algo en contra de ellos.
Ésa madrugada, Alana había despertado con ganas de ir a orinar, culpaba a Will por éso, haciéndola escuchar sus bonitas conversaciones sobre su bonita familia y su bonito matrimonio, si claro, ¡Era un psicópata! ¿Porqué nadie lo veía?
Ésa era una de sus muchas razones por la cual había bebido mucha cerveza por la noche y ahora quería mear, sin embargo, nada más la consciencia le llegó, el delicioso aroma de las flores la despertó por completo, confundida abrió los ojos solo para encontrar su cama llena de flores de color azulado en espigas, la mujer la reconocía como las viboreras, también había otras flores que pasaban por todos los colores del arcoiris. Sintió su pecho apretarse en miedo al saber que alguien había entrado a su casa por la moche cuando dormía, se levantó con cuidado y porque negarlo, con un terror absoluto por si aún había alguien en su casa mientras una camino de tréboles la llevaba hasta la sala, decidió seguirlo, siendo presa de su curiosidad y notó que un gran paquete la esperaba frente a la chimenea.
Notó entonces que alrededor de la sala también habían un montón de flores diferentes que sabía, muy en el fondo sabía que no fueron dejados al azar ahí, tenían un significado, tenían un mensaje para ella.
El sentimiento de peligro aumentaba con cada latido acelerado, la seguridad de su hogar poco a poco desvaneciéndose y con un terror absoluto decidió abrir el paquete.
Un grito desgarrador llenó el silencio de la madrugada cuando abrió aquella caja, cayó en el suelo mientras retrocedía y con manos temblorosa tomó el teléfono fijo de la sala llamando a Jack.
Mientras con la voz entrecortada cambiaba palabras con el hombre, un par de ojos muertos la miraban desde el interior del paquete.
(N/a: en el próximo capítulo habrá mucho del lenguaje de las flores, como ya lo habrán notado, pero descuiden, sus significados estaran justo al lado para que puedan entender. Mientras, les dejo el significado de las ahora mencionadas:
Viboreras: Falsedad.
Trébol: Venganza.)
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