Potage
N/a: otro aviso más, en el capítulo habrá narración sobre celebraciones paganas, toda mi investigación de ello está allí, entré a varios foros e incluso las recetas que aparecen son sacados de ellos. También.... adoro cuando Hannibal habla Lituano, hay pocas palabras pero sus significados estarán en paréntesis (..), de verdad no entiendo cuando ponen hasta el final del capítulo el significado, pierde todo el sentido. Hay mención de medicamentos, hice la tarea y lo que se menciona de ellos también es verdad, así que desearía no llegar a ver comentarios como ''ése medicamento no sirve para tal mierda...'' por que sí lo puse es porque sí, fin.
Acto III: Potage.
Parte 1: De las verdades encontradas, de las esperanzas perdidas.
Bedelia du Maurier era una mujer seria, elegante e inteligente; había muy pocas cosas que realmente podrían sorprenderla. Tenía una perfecta máscara -según ella- para sus emociones. Sin embargo, cuando visitó la casa del único paciente que optó por ignorar su retiro no pudo sino sentirse de esa manera; sorprendida, por que la puerta no había sido abierta por Hannibal Lecter, el paciente del cual tenía tanto temor como interés. Los ojos del niño frente a ella eran de un hermoso y brillante verde que estaban llenos de cariño, o al menos eso fue hasta que cruzaron miradas.
Un repentino dolor de cabeza la golpeó pero pudo controlarlo muy bien. Y cuando volvió su mirada al menor frente a ella, ya no había nada de aquella calidez de cuando abrió la puerta, es más, su mirada era aterradoramente parecida a la del médico.
—Estoy seguro de que usted no tiene ninguna cita con el Dr. Lecter, Sra. Du Maurier— la voz del chico era plana, sin emociones sin embargo había cierta aversión hacia su persona mezclada en todo el tono, los ojos y la postura del niño.
—Yo soy...— no pudo terminar, Harry levantó una de sus cejas divertido.
—Su psiquiatra, lo sé. Sin embargo no fui informado de alguna cita para hoy. Por lo que me sorprende su repentina presencia en ésta casa— la mujer no dijo nada, repentinamente se sentía humillada por este... niño. Sus labios se curvaron hacia abajo en signo de asco, no sabía quién era el mocoso, pero era impertinente y desagradable, muy desagradable.
—Espero que no estés siendo grosero con la Sra. Du Maurier, Harry— la voz de Hannibal se escuchó y la rubia dio un saltó asustada, no lo había escuchado llegar.
—Por supuesto que no, sin embargo no me avisate que vendría y sabes que tengo miedo de dejar entrar a cualquiera cuando no estas en casa, papi— los labios de Hannibal se curvaron hacia arriba, Bedelia observaba todo bastante sorprendida, ¿El mocoso insolente había dicho 'papi'? La sonrisita de suficiencia que le mandó el niño lo confirmó. Sin embargo el momento de las sorpresas no había terminado, pues apenas el hombre mayor había abierto los brazos el chico salió corriendo; casi tirando a la mujer para abrazar al médico.
—Bienvenido a casa— ahora se escuchó la voz de Abigail, quien había salido a mirar por qué Harry tardaba tanto.
—He vuelto, Abigail. Mis disculpas Bedelia, déjame presentarte a mis hijos, Abigail y Harry Lecter— las sonrisas de ambos chicos eran tan oscuras en esencia, eran tan parecidos los tres.
—Niños, ella es la doctar Bedelia Du Maurier— los menores asintieron en su dirección y Harry aún permanecía entre los brazos de su padre.
—Un placer— dijo sin realmente sentirlo la mujer, Abigail arrugó la nariz pero no dijo nada, todos ingresaron a la casa donde los chicos fueron directo a la sala y Hannibal y Bedelia marcharon a la cocina.
—No me gusta— Harry hizo una verdadera mueca de asco y sus ojos se pusieron un tono más amarillento, agradeció que su hermana no lo haya notado.
—A mi tampoco, pero pareces tener una especial aversión a ella, ¿Por qué?— esta vez Harry hizo una verdadera mueca de desprecio mostrando sus manos sin guantes -no los utilizaba en casa, conociendo hasta lo más profundo de la mente de su padre y su hermana no necesitaba usarlos, sin embargo, cuando estaba rodeado de extraños era diferente-, Abigail lo miró casi con lástima.
—Está enamorada de papá, lo sentí. Pero también tiene miedo de él— la chica bufó y se recostó sobre las rodillas de Harry, bastante cómoda con esto de ser mimada por el chico; que ahora comenzaba a jugar con sus cabellos. —Lo peor es que aún no se decide por actuar o no. Eso es lo que me preocupa. Quiero que Will sea nuestro otro papá, Abi— ella también asintió, sus ojos brillaban alegres ante la idea de Will como su otra figura paterna, no es que no lo sea ahora, pero aún no se había acercado al psiquiatra y eso los tenía un poco intranquilos, aunque notaran la muy obvia tensión entre el agente de la ley y el asesino canibal.
Ironías de la vida.
No dijeron nada por los siguientes minutos, al menos fue así hasta que timbre se volvió a escuchar y ésta vez fue la mayor quien decidió ir a abrir la puerta.
Bedelia y Hannibal se miraban en un tenso silencio, el hombre le había servido una copa de vino rosado junto con algunos trozos de queso de cabra y algunas galletas saladas que había horneado en la tarde antes de salir y aún permanecía en el horno.
—No sabía que tenías hijos, Hannibal— la mujer habló primero, con ese tonito que usaba en sus sesiones que Hannibal tanto odiaba, su mirado vagó por la cocina deteniéndose un segundo más en los cuchillos; suspiró, quería cortarle la garganta a la mujer.
Le sonrió a Bedelia.
—Bueno, este último mes mi vida ha cambiado mucho, no eres la primera en sorprenderse por la presencia de mis hijos— una de las perfiladas cejas rubias de la mujer se alzaron, había cierto brillo de envidia en sus ojos que solo hizo aumentar la diversión que había dentro del hombre.
—¿Alguien más los conoce?— preguntó en un tono que podría pasar por casual, pero Hannibal sabía que no lo era.
—Por supuesto que Will fue el primero en conocerlos, estas últimas semanas nos hemos acercado más, y los niños lo ven como otra figura paterna— el hombre disfrutaba de la tensión en la mandíbula de la mujer, claramente había cierto tinte de celos y una clara traición en sus ojos, pobre Bedelia, creyéndose impenetrable cuando frente a Hannibal no podría esconder nada.
—¿Y tú como lo ves?— la copa que iba a los labios del médico se detuvo; y éstos se curvaron apenas.
—Espero una asociación en el futuro, sí. ¿Es eso lo que deseabas saber?— una de las casi invisibles cejas de Hannibal se alzaron, pero la mujer no respondió. Durante los próximos minutos permanecieron en silencio bebiendo vino, fue el sonido del timbre lo que los hizo reaccionar.
—¿No irás a ver?— preguntó Bedelia, el hombre negó con la cabeza.
—Los niños atenderán a quien sea que venga— dijo, un tono casi orgulloso filtrándose en su voz.
—Bueno, hay algo de lo que necesito hablar contigo— comenzó Bedelia, como siempre el médico había notado el nerviosismo en su mirada, quizás una pizca de anhelo; pero no dijo nada, como cada vez que lo notaba.
—¡Will!— saludó con entusiasmo Abigail abrazándolo con fuerza en la entrada, el ojiazul le sonrió y dejó un suave beso en su frente.
—Hola Abigail— dijo, antes de ser arrastrado a la sala por la chica, donde el otro menor lo abrazó también.
—No sabíamos que vendrías hoy, Will— dijo un sonriente Harry mientras el agente se sentaba en medio de los chicos.
—No iba venir, entonces recordé que no sé dónde harán su celebración de Litha ni qué ropa debo llevar, iba a llamar a su padre; pero también quería verlos así que vine hasta aquí luego de mis clases— los ojos de Harry brillaban alegres y el corazón de castaño se aceleraba con cada sonrisa del niño.
—Lo haremos en el bosque— dijo Abigail alegre, le gustaban los bosques, su otro padre le había enseñado a cazar y era una de las cosas que los unía, aunque ahora también la unía a su nueva familia.
De formas no muy diferentes.
—Es el que está cerca de tu casa, cuando fuimos a cuidar de tus perros lo vimos y con papá nos pareció encantador hacerlo allí, después de todo debemos hacer la hoguera y no queremos llamar mucho la atención— Will pareció sorprendido por unos segundos antes de asentir, sería bastante cerca de su casa y tal vez podría aprovechar eso para que se quedaran a dormir. Retuvo una sonrisa, sin embargo no pudo ocultar su rubor.
—Eso es bueno, es cerca de casa, así podré ayudar con los preparativos— ambos niños asistieron felices. —¿Y su padre? ¿No está?— el rostro de Harry perdió toda felicidad y sus ojos quedaron helados, Abigail también se puso seria.
—Está en la cocina con Bedelia Du Maurier— la chica casi escupió el nombre.
—Esa psiquiatra pretenciosa— murmuró por lo bajo Harry cruzándose de brazos.
—Es la psiquiatra de papá, no nos agrada— dijo rápidamente la chica; ambos se acercaron un poco más a Will en busca de protección, y éste los rodeó a ambos con sus brazos.
—¿Por qué no les agrada?— preguntó, sus dedos comenzaron a dar suaves masajes en la nuca de ambos menores quienes se relajaron ante el contacto. Tanto Abigail como Harry recostaron sus cabezas en cada hombro del agente.
—Ella está enamorada de papá— los niños ocultaron sus sonrisas al sentir cómo Will se tensaba con la declaración. Un sabor amargo recorrió el gusto del castaño de rizos.
—Pero papá es demasiado amable para decirle que no está interesado— ésta vez fue la chica quien habló.
—Por lo que aún tiene esperanzas— habló bajo Harry, el mayor se debatía internamente, no sabía muy bien cómo reaccionar cuando tenía los sentimientos de los niños y los suyos propios enlazándose.
Pero de algo estaba seguro, ninguno de los tres quería a la mujer cerca de Hannibal.
—No es que seamos egoístas y no querramos que papá encuentre a alguien, pero ella...— Abigail dejó de hablar y Will le apretó un poco más en el abrazo.
—¿Qué sucede con ella, chicos?_ preguntó, Harry se mordió los labios evitando sonreír. Era tan fácil que William los protegiera de todo y todos, ponerlo en contra de Bedelia fue un juego de niños.
—Ella se cree superior a nosotros, nos ve como obstáculos para llegar a papá, abrí la puerta sin guantes y lo sentí— Harry hizo un movimiento extraño con los dedos, como si intentara tocar algo en el aire. Para darle más dramatismo.
—¿Tu... lo sentiste?— el de ojos verdes asintió aún escondido en el cuello de Will. Fue en ése momento que tanto Hannibal como Bedelia aparecieron en la sala.
Will observó de reojo la reacción de ambos, el hombre se veía claramente complacido con la escena que ellos estaban montando, la mujer por otro lado; manos en puño, brazos cruzados sobre el pecho, mandíbula apretada... decía a gritos lo mucho que la molestaba la situación.
Era entretenido ver como la rubia trataba de disimular sus celos.
—Hannibal— saludó Will, el uso de su nombre fue dicho adrede, demostrando su cercanía.
—Vine a visitarte pero los niños me arrastraron aquí— dio una suave sonrisa y se quitó los lentes, sus ojos azules únicamente estaban fijos en los granates del hombre.
Los menores soltaron unas risitas.
—Esperábamos entretener a Will para que se quedara a cenar— habló Abigail, Harry rápidamente le siguió la corriente.
—Así podríamos ultimar los detalles de la celebración familiar de mañana, Will está tan ansioso como nosotros< Bedelia observó la sonrisa angelical que obtuvo el de ojos verdes al hablar del agente del FBI, también vio una mirada de superioridad dirigida a ella, una tan obvia como la que el mismo agente le estaba enviando.
—Espero no estar causando molestias— dijo Will, volviendo su mirada a Hannibal, quien dio un suspiro casi placentero, la mandíbula de Bedelia se apretó aún más.
—De ninguna manera, querido Will. Sabes que siempre es un placer tenerte en mi casa— las miradas de anhelo que se enviaban solo servían para avivar la molestia de la mujer rubia; frunció el ceño y entonces los ojos de Will lo recorrieron de arriba a abajo, como si fuera la mierda bajo sus zapatos.
—Mis disculpas por no presentarlos, Will ella es Bedelia Du Maurier— la mirada de la mujer era prácticamente asesina, levantó la barbilla y miró con desagrado al agente quien solo sonrió en respuesta; como si gozara de toda la rabia que sentía.
—Un placer señora, los niños ya me hablaron de usted mientras charlábamos en la sala— dijo Will, su tono era casual y éso era lo que más enojaba a Bedelia, la comodidad y familiaridad de ése hombre con Hannibal y su familia.
—Cosas buenas, espero— respondió la rubia y Harry estuvo tentado a rodar los ojos.
''Ésa mujer adora el sonido de su propia voz'' había sido el susurro del ojiverde; provocando risitas en Abigail y una media sonrisa en el castaño de rizos.
—Por supuesto— hubo un tinte sarcástico pero la rubia notó que solo ella se dio cuenta, o al menos eso creyó.
—Bedelia, creo que iba a acompañarte a la puerta, fue bueno que me hayas visitado, pero como te había dicho; todo está bien— La mujer se vio visiblemente traicionada antes de ''recuperar'' su máscara, y asentir.
Tanto Will como los niños se despidieron de ella con una sonrisa de suficiencia y un gesto con la mano.
Durante lo que parecieron minutos esperaron en silencio en la sala hasta que Hannibal volvió a aparecer, tenía una suave sonrisa y sus ojos brillaban divertidos.
—Ustedes chicos traviesos— Will se sonrojó pero no apartó sus ojos azules de los del médico. —¿Me ayudarán con la cena?— los chicos asintieron y rápidamente corrieron a la cocina, Hannibal y Will se miraron en silencio un par de segundos e instintivamente ambos se acercaron el uno al otro. La atracción era innegable, gravitaban al rededor del otro.
—La cena, Doctor Lecter— murmuró William, su mirada vagaba por su rostro; deteniéndose unos segundos de más en sus labios.
—¿Volvemos a los títulos? Creo que hace mucho nos hicimos lo suficientemente cercanos, Will— el agente pasó su lengua por sus labios, humedeciéndolos, Hannibal jamás apartó sus ojos de la tentadora escena.
—Tienes razón, Hannibal— el rubio sonrió y comenzó a guiar a Will a la cocina.
Y su mano yacía delicadamente posada en la cintura del castaño.
Harry se sentía nervioso, no podía ni siquiera expresar todo lo nervioso y en parte asustado que estaba; no solo iba a revelarle sus secreto a su hermana y a Will, sino que ésa noche su tío Tom sacaría a los mortífagos de Azkaban, sentía el comienzo de un ataque de pánico comenzar y dio gracias a Merlín que su papá se acercó y lo ayudó con sus ejercicios de respiración.
-¿Y si los asusta? ¿Y si Abigail o Will ya no nos quieren?- los ojos de Harry cambiaron a un gris oscuro, estaba asustado, Hannibal lo abrazó mientras observaba a ambos nomag ordenar una mesa plegable de madera que Will les había prestado para poner las comidas para la cena.
—Tranquilo, ellos nos aceptarán, si no... bueno, siempre tienes ése hechizo de la memoria— Harry sonrió y poco a poco el sol se iba poniendo y la hora de celebrar llegaba.
La mesa estaba hecha, finamente decorada con un arreglo de flores que iban desde el blanco hasta el rosa pálido y el coral, siempre yendo por los mismos colores cálidos, un mantel de hilo japonés blanco cubría la mesa de madera y un montón de velas fueron colocadas por Harry entre los platos de comida y las flores, la vajilla no era artesanal -su padre se había negado profundamente en comer en cuencos de madera y barro y no le sorprendió realmente a Harry, por lo que acepto-, sin embargo todo lo demas lo era. Los platillos iban desde frutas de temporada como melocotones, cerezas, albaricoques con miel y canela, pastel de zanahorias, licor de verbena, pastel de verduras hojaldrado, coca de verduras estivales y sopa fría de melón, pepino y hierba buena; había otros platos, la mayoría dulces y casi nada de carne, no era muy común comerlo en la celebración de Litha. Sin embargo su padre, como el hombre caprichoso que era, no evitó poner al menos un plato carne, traído directamente de su carnicería especial.
Entonces ahí estaban, una melodía celta sonando desde un reproductor cercano, Harry y Hannibal armando la hoguera que pronto sería encendida; Abigail hacía algunas coronas de girasoles y de otras flores amarillas como dictaba la tradición, Will comenzaba a encender las velas de la mesa.
—Pronto comenzarán a aparecer, están atraídos por tus dulces— una pequeña sonrisa de suficiencia apareció en el rostro de Hannibal y Harry solo pudo rodar los ojos divertido.
—¿Puedo encenderlo?— preguntó el médico con curiosidad, mientras su varita salía de entre sus mangas y la tomaba con cuidado.
El menor de los Lecter sonrió sacando su propia varita.
—Éste es el movimiento, hazlo con suavidad y pronuncia bien el hechizo, ''incendio''— y el psiquiatra asintió, aún de espaldas a los demás -para evitar ojos curiosos- hizo el movimiento y dijo el hechizo en un susurro, una pequeña chispa salió de la varita del hombre mayor y el fuego mágico comenzó a consumir la madera.
—Bien hecho papá, este fuego mágico atraerá a las hadas, esperemos que no reacionen mal...— ambos observaron como Abigail y Will colocaban la imagen del venado entre las flores y velas; el animal representaba a Cernunnos, dios celta de la fertilidad y la vida.
—¿Listos para comenzar a cenar?— preguntó el médico, la familia sonrió y asintió, entonces todos comenzaron a comer. Las conversaciones iban desde los perros de Will a Harry y su nueva escuela; en la que fue aceptado luego de un par de cartas entre su padre y la Señorita Quintana y el actual director, así como también los estudios de Abigail.
—Estuve mucho tiempo pensando, yo... Realmente me gustaría estudiar medicina, como papá— Will pudo observar como incluso Hannibal parecía sorprendido, al parecer fue una decisión que la chica tomó en solitario, también vio el orgullo amenazando con desbordar los ojos del psiquiatra, el castaño de rizos tuvo que ocultar su propia sonrisa mientras bebía un poco del licor especial que se había preparado para la cena, la charla continuó hasta que el sol se ocultó por completo, lo único que iluminaba el lugar donde estaban era la gran hoguera, las velas y la luna creciente -Se habían instalado en un claro no muy dentro del bosque-, fue entonces que la mirada de Abigail quedo quieta en una bandeja que contenía dulces.
—¿Esos no se van a comer?— preguntó de repente, Hannibal siguió su mirada y luego negó con la cabeza.
—-Son ofrendas y regalos, Abi— dijo después de un momento Harry, el psiquiatra soltó una suave risita cuando vio las miradas confundidas tanto de Will como de Abigail. —Cuando vas a casas ajenas siempre debes llevar un obsequio, nosotros entramos en la casa de alguien... es justo traerles algo— dijo algo pensativo el menor de los Lecter.
—¿A quiénes?— volvió a decir la chica y entonces Harry levantó su mano haciendo que se callara, Abi hizo un puchero y miró a su papá en busca de explicaciones; notó que el psiquiatra miraba fijamente al chico al igual que Will.
—Gracias por dejarnos verte— La mirada de Harry bajó hacia el suelo en señal de respeto y ofreció un pequeño dulce de melocotón.
Will y Abigail estaban quietos como piedras en sus lugares. Un hada se había acercado a ellos, era tan pequeña como un colibrí y su piel era de color marrón, sus alas parecían hojas vivas de color verde oscuro y sus ojos eran de color amarillo brillante; no había nada que llamara la atención en ella excepto sus ojos, si ella estuviera posada en cualquier lugar del bosque pasaría por un simple elemento más de la naturaleza.
—¿Q...Qué?— preguntó en un susurro el agente, el hada rápidamente se giró hacia ellos, asustándolo tanto a él como a Abigail. Escucharon un chillido bastante suave y hasta tierno y más hadas comenzaron a aparecer rodeando a Will, dejando pequeñas flores en sus cabello.
—Le gustas, te han dado obsequios, debes devolver la amabilidad— Harry acercó la bandeja con dulces e hizo que Will tomara algunas. —A ellas les gustan las cosas dulces, pronto también celebrarán, necesitan energía— el agente asintió en modo automático, bajó la mirada tal y como Harry lo había hecho minutos atrás y ofreció la pequeña tarta a las hadas, quienes felices las tomaron para desaparecer.
Fue entonces que poco a poco más de esos seres comenzaron a aparecer, algunos parecían flores, otros ramas, otros musgo, pudieron ver de reojo algunas que brillaban como fuego alrededor de la hoguera.
—... alguien, cualquiera. ¿Podría explicarme qué sucede?— dijo Abigail, respiraba con fuerza, casi al borde del pánico, Will estaba igual o peor, ambos tenían pequeñas hadas que jugaban con sus cabellos dejando pequeñas florecillas silvestres como adornos de regalo.
—Son hadas Abigail, normalmente no se dejan ver, pero es noche de Litha y estamos celebrando con fuego mágico en medio del bosque, es suficiente para que ellos sepan que también somos mágicos y al darle ofrendas vieron nuestras buenas intenciones— los ojos de Abigail se veían incrédulos a pesar de tener frente a ellos a los seres.
—¿Magia?— preguntó Will, Hannibal sonrió y se acercó a él. Dejó que las pequeñas hadas... temerosas por su sangre de criatura se acercaran a él; una vez tomaron confianza y vieron que el psiquiatra no les haría nada comenzaron también a jugar con sus rubios cabellos, a él le regalaban flores color sangre.
—Éste es nuestro gran secreto Will, queríamos compartirlo con ustedes hace mucho por que son importantes para nosotros; pero temíamos una reacción negativa— comenzó algo temeroso el psiquiatra, el sentimiento era real, el de rizos castaños lo sentía; por alguna razón su empatía mejoró mucho en las últimas horas y no quería creer que era gracias a la celebración o a algo como la magia.
—Yo soy un mago— habló ésta vez Harry.
—Lo supe cuando tenía once años, unos días antes de ingresar al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, allí te enseñan las bases de la magia, o bueno... eso creí— murmuró sacó su varita y comenzó a murmurar cosas en voz baja haciendo algunos movimientos, todo bajo la atenta mirada de Will y Abigail. —Cuando conocí a papá fue al terminar el verano de mi cuarto año, era un poco tarde en la noche y nos cruzamos en la calle mi magia reaccionó a él y un hilo de magia pura se enlazó a él, justo en su pecho— con los movimientos que hizo conjuró un fuego mágico que formó dos siluetas que se cruzaban; un hilo de fuego los unió de repente, estaba dramatizando de alguna manera su historia. —Desde luego me asusté, está prohibido hacer magia frente a muggles— Hannibal vio las caras de confusión de Will y la chica.
—Los muggles son personas sin magia— interrumpió el psiquiatra y Harry lo miró agradecido.
—Pensé en volver a usar magia y tal vez borrar su memoria, pero entré en pánico y corrí— dijo Harry, algo avergonzado. El fuego mágico seguía representando la historia. —No fue una idea muy buena, la curiosidad del buen Doctor Lecter lo llevó la mañana siguiente a mi casa, donde preguntó por un adolescente que viva allí—
—Ni siquiera se imaginaran mi sorpresa al ser presentado a un chico totalmente diferente al de la noche anterior, cuando me recibieron en la casa no parecía haber ninguna otra persona allí, fotos, cuadros, todo gritaba que allí solo vivían tres personas— volvió a hablar Hannibal, su voz era plana, estaba bastante molesto.
—Papá ellos ya no pueden hacerme daño— ambos Lecter se miraron por unos segundos en silencio, Abigail y Will seguían atentos y las hadas hacía mucho que fueron a bailar y festejar alrededor de fuego, solo dos quedaron para disfrutar de la historia, una estaba posada sobre la cabeza de Abi y la otra en el hombro de Will.
—En fin, papá llego a la casa y estaba realmente confundido hasta que yo bajé a la sala y me vio. Tuve que amenazar un poco a mis tíos para que me dejaran hablar con él a solas— confesó avergonzado Harry. —Una vez juntos gracias a mi empatía supe casi todo de él, y luego de ustedes—
—Y tuvimos una charla bastante larga, y entonces volvió a suceder, mi magia salió de mi cuerpo y de enlazó al suyo— todos parecían cada vez más absortos en el relato y Harry terminó el hechizo de fuego. —Fue entonces que se me ocurrió hacer una prueba de enlace, lo cual fue bastante curioso, mi magia se enlazó a la de él— dijo sonriendo.
—La magia de alguien no puede enlazarse a otra persona que no la tenga, eso significaba que mi papá también era mágico— las miradas de todos se dirigieron a Hannibal y él sacó su propia varita, tan blanca que parecía brillar de forma etérea, conjuró unas chispas rojas y Will y Abigail soltaron un jadeo.
—Pero él nunca había hecho magia antes— y las miradas confundidas volvieron. Y un relato editado de la situación fue explicado, la historia de la familia de Hannibal, la historia de la propia vida de Harry, incluido cuando descubrió la verdad sobre su madre, sobre Tom y sobre Dumbledore. Tanto el agente como la adolescente se veían mareados por tanta información.
—Entonces me están diciendo que la magia existe— dijo Will, ambos Lecter se miraron antes de asentir. —Lo que significa que probablemente muchas criaturas mágicas o mitológicas existen— sonaba más a pregunta que afirmación, Harry volvió a asentir. —Y ustedes... ambos. Tienen sangre de éstas criaturas por que en el mundo mágico es común matrimonios entre magos y criaturas semi humanas— asintieron otra vez.
—¿Qué tipo de criaturas son?— preguntó ésta vez Abigail. Harry mordió sus labios.
—Yo tengo sangre de Veela y de Basilisco— Will reía casi histérico.
—¿Y tú?— preguntó ésta vez el castaño de rizos. Hannibal suspiro tomando un pequeño sorbo de su licor.
—Un wendigo— ahora la risa fue mas fuerte.
—Por alguna razón van muy bien con ustedes— y toda la tensión de la noche pareció desaparecer.
Había aceptación en la mirada de ambos. Tanto de Abigail como de Will, había cierta curiosidad pero no había odio, celos o envidia; tal vez por que nadie querría envidiar su vida, a sus cortos quince años su vida estaba plagada de mentiras, de trampas y de dolor.
—Debemos saltar la fogata— dijo Hannibal luego de un momento de silencio, era cómodo, se dedicaron solamente a ver a las hadas bailar alrededor del fuego, Harry había conjurado su patronus, seguía siendo un ciervo; ahora por razones diferentes, ya no representaba a James Potter... sus astas ahora eran debido a Hannibal.
—Es el ritual, para la buena suerte— Hannibal se paró y tomó con delicadeza de las manos de Abigail, Harry tomó con entusiasmo a William, las pequeñas hadas aún pegadas a ellos dieron un chillido emocionado y se agarraron de sus cabellos.
—Necesito ver como tu padre salta sobre el fuego— murmuró por lo bajo Will a la chica, ésta soltó una risita, Harry desde luego fue el primero en saltar, a pesar de su mala salud de años anteriores; los períodos escolares lo mantenía bien alimentado y el quiddich lo ayudaba a ser más ágil, un poco más atlético, por ello su salto fue bastante alto e impresionante.
Hannibal fue el siguiente, Will y Abigail miraron con atención ¿Cómo el psiquiatra daría un salto sobre el fuego en un traje de tres piezas?
Para sorpresa de todos, el rubio se deshizo del saco y del chaleco, incluso llegó remangar su blanca camisa hasta los codos , fue una tortura para Will observar los fuertes antebrazos del hombre, el psiquiatra no debería verse tan sensual de esa manera.
Entonces el rubio dio una vuelta alrededor del fuego, sus movimientos eran elegantes, ágiles y casi felinos, su salto casi hizo jadear a Will, el psiquiatra se vio absolutamente como un depredador que saltaba hacia su presa a devorarla, dio la impresión de ser casi animal.
Will no debería sentirse excitado por tal demostración de fuerza y destreza, pero sin duda aquella imagen quedó grabada a fuego en su retina y la sensación de calor en su bajo vientre aún persistía.
De nada servía que los ojos de Hannibal no se despegaran de los suyos.
—Mierda— fue su susurro, su voz ronca y baja lo hizo sonar aún más rudo.
El turno de Abigail llegó y ella solo tomó con fuerza a la pequeña hada entre sus manos antes de saltar, había algo casi artístico; Will supuso que estudió ballet de niña, solo eso podría explicarlo. El agente dejó que su pequeña hada descansara en las manos de Hannibal, dio una penetrante mirada mientras la dejaba a su cuidado, todo parecía tan correcto, la forma en la que confiaban entre sí, ese instinto animal que ahora los dominaba, Will se sintió como un pavo real al dar algunas vueltas alrededor del fuego; desplegando sus alas y llamando la atención de la hembra, la mirada complacida del psiquiatra no hacía sino alentarlo más, como si él aprobase este tipo casi arcaico de... cortejo.
Sus mejillabas brillaban para cuando saltó sobre la fogata; y no había sido por la exposición al fuego, por su supuesto que no, se sentía casi iluminado, ¿De verdad había sido tan ciego? Todas esas cenas, esas salidas, las llamadas... todo se incrementó luego de su viaje, cuando vino con Harry, ¿Acaso Hannibal planeó que se convirtiera en esa extraña figura maternal para sus hijos?
Fijo su mirada en él, tan tranquilo dejándose mimar por sus hijos, atento a cualquier peligro para protegerlos y aún así se tomaba el tiempo para mirarlo a él también.
Lo quería.
Quería tan mal ser parte oficial de todo aquello, pero años y años de evitar y ser evitado; ya sea contacto físico, visual... conectarse emocionalmente, hacían mella en él. Desvió la mirada, quizás algo triste, decepcionado, sin embargo su autocastigo no duró mucho, Harry lo arrastró nuevamente a la mesa donde todos brindaron.
—Gracias por no salir corriendo cuando descubrieron lo que somos— dijo Harry después de unos momentos de silencio, sin que ninguno lo esperara comenzó a llorar; feliz de haber tomado la decisión correcta y elegir a éstas personas como su nueva familia, el pecho de Will se contrajo de ternura, más aún al ver los ojos también brillosos de Hannibal.
—Ha estado torturándose por días— habló el psiquiatra; observando cómo Abigail abrazaba con fuerza a Harry. —Realmente quería ser aceptado, tanto por Abigail como por ti, William— el agente decidió acercarse un poco más al rubio observando la escena que protagonizaban los hermanos.
—Esa escuela de la que habla tanto, es la escuela de magia de aquí, ¿No? ¿Por que lo has sacado de ese lugar donde está en peligro, verdad?— Un pequeño atisbo de sonrisa apareció en el rostro del psiquiatra; complacido de lo protector que sonaba Will.
—Por supuesto, querido. Desde que llegamos a Estados Unidos hemos investigado una manera de que sea transferido de colegio, ya he hablado con el director de Ilvermony, la escuela de magia de aquí— el castaño de rizos asintió sin pensar demasiado en lo bien que se sentía ser llamado ''querido'' por Hannibal.
—¿Entonces ya está a salvo?— Hannibal no respondió, su mirada volvió a los menores; Harry ya no lloraba, había convocando su patronus nuevamente y ahora los recuerdos felices consolaban a ambos chicos.
—Por ahora... La orden va a buscarlo, Will— dijo Hannibal, si el psiquiatra sintió al otro hombre tensarse no dijo nada, continuó hablando. —Están desesperados por tenerlo bajo su ala y que mate a su tío, Dumbledore aún piensa que Harry es ignorante de su relación con Tom— vio de reojo como Will se mordía nuevamente los labios.
—Esto de los señores oscuros... No lo entiendo realmente— susurró Will.
—Tom Riddle es el mago oscuro más poderoso de los últimos quinientos años, sin embargo él no desea asesinar personas sin magia y volverlos esclavos como todo el mundo cree— El psiquiatra sirvió otra copa de licor para el agente. —Él creció en un orfanato, cuando éso la segunda guerra se alzaba al igual que el señor oscuro Grindelwald estaba en su apogeo. Él es más parecido a Harry de lo que crees, a él también lo maltrataban y cuando supo que era un mago sintió que por fin tenía un lugar en el mundo, él fue el último de la línea directa de Salazar Slytherin; uno de los fundadores de la escuela a la que asistió. Dumbledore lo supo desde el momento en que lo vió, y aún así no lo mandó hacerse una prueba de herencia, pasó sus años siendo marginado en el lugar donde pertenecía y despojado de su herencia— los puños de Will se apretaron. —Fue entonces que comenzó a planear, quería que el mundo mágico en Gran Bretaña sea mejor, que hubiera orfanatos mágicos para aquellos niños abandonados, no quería que nadie sufriera lo que él— la música que estaba de fondo comenzó a sonar con más fuerza y observaron como Harry arrastraba a Abigail cerca del fuego a danzar, las pequeñas hadas chillaron nuevamente emocionadas comenzando también a bailar a su alrededor.
—Era un revolucionario, no había orfanatos en el mundo mágico y también quería que se volviera a utilizar un hechizo para proteger su mundo; no temía a las personas sin magia, es más, reconocía su potencial, cada día la tecnología avanzaba más y más, él solo quería protegerlos. Había un hechizo que se utilizaba con aquellos niños mágicos que venían de familias sin magia, los vinculaba, tenían prohibido hablar de ése mundo con sus padres y familiares, tenían hasta el último año de sus estudios para decidirse, quedaban dentro del mundo mágico o volvían a sus casas... sin varita—
—Es bastante poco ortodoxo pero la mayoría decidía quedarse con su magia y formaba su propia familia; lo utilizaban en los tiempos de la cacería de brujas, funcionó en ése tiempo y funcionaría también en éste... pero Dumbledore al haber derrotado al anterior señor Oscuro tenía en sus manos a la población mágica, su palabra era ley y tachó al tío de Harry como Oscuro, y no pudo ejercer como maestro en Hogwarts, no pudo tener un trabajo en el Ministerio, no pudo hacer nada; más que iniciar una guerra contra él—
—Dumbledore es bastante inteligente si me lo preguntas, con un Señor Oscuro en guerra contra la nación mágica, puede ayudar a anterior a moverse bajo las sombras; después de todo es su amante— Will se giró a verlo con asombro, también con una ira que poco a poco iba en aumento.
—¿Qué es lo que busca Dumbledore?— preguntó por lo bajo Will, se escuchó un suave suspiro del psiquiatra.
—No lo sabemos, tal vez dinero, tal vez poder político, poder mágico, nunca lo sabremos y Harry no quiere detenerse para saberlo tampoco— el agente asintió y tuvo que dar otro sorbo a su licor, era demasiada información.
—Se ve feliz— dijo después de un momento de silencio Will, el rubio sonrió.
—Es por que ya no tiene la presión de que será rechazado por su magia— fue entonces que sintió la tibia mano del psiquiatra tomando sus muñecas y llevarlo hacia los niños. _Vamos, debemos celebrar— vio la suave sonrisa del hombre rubio y no pudo negarse a él, se dejó arrastrar hacia los adolecentes que rápidamente le tomaron de las manos y comenzaron a bailar en rondas, la música sonaba fuerte y la luna se alzaba en el cielo de manera hermosa, la escena se veía etérea, ellos estaban vestidos en colores claros y calidos, Abigail llevaba un hermoso vestido color crema que se seguía sus movimientos de baile de forma bella, parecía una de esas ninfas que seducían a los hombres en la antigüedad.
La noche avanzaba y la madrugaba llegaba con rapidez, fue entonces que Harry se acercó a su padre con una sonrisa traviesa.
—Llegó el momento de buscar las hierbas, papá, tú y Will irán por verbena juntos, Abi y yo iremos por las demás; recuerda pedir permiso para tomarla— Harry no dijo más y huyó con su habitual bolsa de piel de dragón mientras arrastraba a su hermana soltando algunas carcajadas muy poco disimuladas, Will se giró a ver al rubio confundido solo para encontrarlo cubriendo su rostro con su mano, ocultando un rubor que en definitiva no era por el anterior ejercicio o el calor del fuego.
—Siento que me estoy perdiendo de algo— fue lo que dijo el agente, tomó un tiempo antes de que Hannibal tomara otra bolsa parecida a la de Harry solo que de color negra.
—Es una costumbre que las doncellas en edad de casarse fueran a recoger verbena en la noche de Litha— dijo en un murmullo poco entendible el psiquiatra, pero Will lo escuchó perfectamente bien, y su única reacción fue un sonrojo.
—Bueno, no conozco éste bosque, así que no debemos alejarnos demasiado, ¿Vamos a buscarlos?— Si el psiquiatra se mostró sorprendido; el castaño de rizos no dijo nada, solo esperó a que el hombre mayor se acercara. Y cuando lo hizo ambos se dirigieron más adentro del bosque, por fin se encontraban solos.
—¿Cómo te sentiste cuando supiste que tenías magia?— preguntó de repente Will, por unos segundo ambos estuvieron en silencio, la pregunta había salido cuando Hannibal tomó su varita y pronunció un susurrado ''Lumos''.
—Me sentí un ignorante— fue la respuesta del rubio.
—Más de doce generaciones de mi familia siendo ignorantes de la magia, de nuestra propia historia como una de las veintiocho familias sagradas— Will se acercó un poco más al hombre, por alguna razón quería confortarlo. —Había tanto que no sabía de éste mundo al que pertenecía, pero al cual nunca tuve acceso— sonaba disgustado y Will realmente lo entendía, el ser despojado de un conocimiento que por derecho debías tener era simplemente un acto horrible. —No fue agradable reconocer que ni siquiera sabía de mi propia familia— la voz del mayor era apenas un susurro, pronto encontraron un pequeño matorral de verbenas, sus pequeñas florecitas de colores liláceos eran bastantes reconocibles.
—Harry fue más una salvación para mí que yo para él, me veo reflejado en él pero dejo que sea su propia persona, que tome sus propias decisiones. Él no es un niño, se comporta como uno; con Abigail, contigo... lo hace por que desea disfrutar de la infancia que le fue negada. Pero mentalmente ya es un adulto, sabe lo que quiere y qué hacer para lograrlo— en un murmullo Hannibal pidió permiso para tomar un par de flores y hojas de la planta; Will vio con fascinación como la planta se movía sola; dejando caer dos espigas llenas de flores, era las que les había regalado.
—¿Qué es lo que quiere?— preguntó Will un poco nervioso, durante unos segundos el psiquiatra no dijo nada, como si dudara en decirlo o no.
—Él quiere destruir la Orden y a Dumbledore con ella— dijo, el agente comenzó a morder sus labios, demasiados maltratados para el gusto del rubio.
—Yo también lo querría si me hiciera todo lo que le hizo a él— dijo después de un rato, Hannibal lo miró, parecía aliviado, sus ojos brillaban con un sentimiento que no parecía entender. No dijeron más durante la búsqueda de hierbas.
Will decidió no comentar acerca del cambio en los ojos del hombre mayor, sus normalmente oscuros ojos del color de la sangre vieja ahora eran de un profundo color negro, quizás era parte de ser criatura o algo así, sin embargo era impresionante y no quería ser privado de ese pequeño espectáculo.
La noche pasó con rapidez después de eso, Harry llegó a ellos con un montón de hierbas que según él servirían de regalo especial para ''alguien'', nadie lo dijo, pero sus ojos cambiaron a amarillo brillante por la felicidad contenida. El amanecer pronto llegaría por lo que los Lecter empezaron a ordenar los artículos utilizados para la celebración, Will los había invitado, con mucho nerviosismo a pasar lo que quedaba de la noche en su casa y todos asistieron felices de poder pasar más tiempo juntos. La casita del agente el Wolf Trap solo tenía dos habitaciones en el piso de arriba, se decidió que en una dormirían los hermanos, compartirían cama pero ellos estaban igual de felices por la idea de hacer una pijamada de hermanos. La habitación que sobraba era la de Will, sin embargo, tras mucha terquedad tanto del castaño de rizos como por parte del psiquiatra; éste último quedó allí.
—Ahora eres mi invitado, es mi momento de consentirte un poco— y aunque no era nada extraordinario el que dejara que el rubio durmiera en su cama, la forma en la que lo había dicho, el tono e incluso la expresión que había puesto fue tan tierna que desarmó por completo a Hannibal, quien casi tímidamente se dejó guiar por Will hacia la habitación.
—Solo tengo un par de pantalones de pijama que le quedaran, me temo que no tenemos la misma talla en camisetas— dijo un poco avergonzado el castaño, los labios del psiquiatra se levantaron apenas.
—No te preocupes, mano brangus* (querido mío). Puedo dormir sin una— y el agente lanzó una maldición en su mente. Maldita imaginación tan activa que ya se hizo todo un catálogo con un Hannibal usando uno de sus pantalones y sin nada arriba. Maldito Hannibal por hablarle en esa lengua extraña de una forma tan estúpidamente hermosa y sensual que le aceleraba el corazón. Maldito él mismo por emocionarse. Maldito todo.
—De acuerdo... que descanses— dijo suavemente Will. Sus miradas nuevamente quedaron conectadas y permanecieron en silencio, hasta que el castaño con timidez rompió el contacto visual, e igual de silencioso se deslizó fuera de la habitación.
Con un suspiro cansado Will ingresó al baño que había en la planta baja; una rápida ducha después ya se estaba acomodando en la cama plegable que había en su sala, dejó por primera vez que su paquete durmiera con él y se sintió relajado, hasta que despertó en medio de la carretera con Winston a su lado y una patrulla frente a él.
Fue llevado a casa, donde unos preocupados Harry y Hannibal lo esperaban fuera de la casa, no quisieron despertar a Abigail, por lo que la chica no tenía ni idea de lo que había sucedido. Y no querían preocuparla.
—Duerme un poco más, mañana hablaremos de ésto— fue todo lo que dijo Hannibal, no lo miró siquiera al rostro; estaba enojado... no, furioso, y Will tenía pánico de que fuera con él, pero Harry había negado con la cabeza, sus ojos se veían celestes, estaba triste -recordaba vagamente la explicación que Harry le había dado a lo que significaba ser metamorfomago- y el agente solo pudo ver como el rubio llevaba a su hijo escaleras arriba.
Fue doloroso como no giró en ningún momento a mirarlo.
Está demás decir que no volvió a dormir. Durante las siguientes horas miró el techo hasta que cansado se preparó un café y salió afuera de la casa a sentarse, dejó que los perros salieran a jugar mientras pensaba. Desde luego no sintio la presencia de Hannibal a su lado hasta que el hombre tomó su mano con delicadeza y dio un salto del susto, casi soltando un gritillo indigno. Will lo miró interrogante. Todavía temeroso de recibir la misma rudeza de la madrugada.
—Un episodio de sonambulismo en la edad adulta es mucho menos frecuente que durante la niñez— fue lo único que dijo el rubio, Will permaneció en silencio, observando como los perros jugaban entre sí. Hannibal no estaba haciendo contacto visual. _Puede ser una consecuencia del estrés postraumático— decide continuar el psiquiatra. —Tus recientes casos han sido emocionalmente intensivos. Y Jack Crawford no es el jefe más escrupuloso cuando se trata de tu manejo en la experiencia, todos estos puntos están empezando a pasar factura a tu mente, Will— tercamente, el castaño continuó en silencio.
—¿Estás tratando de ponerme en contra de Jack?— preguntó finalmente Will, el rubio giró apenas la cabeza a un costado y el agente no pudo evitar compararlo con uno de sus cachorros. Hannibal por fin lo miró, no había esa furia en sus ojos, no había enojo, solo preocupación. Will sintió que todo el temor que había estado sintiendo desde que la policía lo llevó de vuelta a casa había desaparecido.
—¿Lo hago? Dime Will... ¿Te has sentido abandonado?— el castaño casi saltó con un insulto por simple costumbre, sin embargo, en la mirada del médico no había burla o algún sentimiento negativo, simplemente curiosidad.
Entonces pensó profundamente en la pregunta y sonrió luego de un momento.
—No— fue su respuesta, con timidez su dedo meñique se enlazó con el del rubio; quien también le sonrió, con más calidez ésta vez.
—Me alego por eso, mano brangus (querido mío)— y quedaron allí, Will bebiendo su café observando a los perros y Hannibal a su lado, ahora posando toda su manos sobre la suya, e iban a continuar así si los niños no se hubiesen levantado.
—Buenos días— saludaron alegres pero aún soñolientos. Ambos se pusieron de cuclillas para recibir a los perros.
—Creo que es hora de desayunar. Tienen suerte de que ayer fui de compras, así que intentare hacer un poco de la magia de su padre en la cocina para ustedes— los niños chillaron emocionados y fueron a lavarse, Will y Hannibal avanzaron hacia la cocina, donde el agente comenzó a sacar los ingredientes para el desayuno.
—Planeaba servirles cereal con leche— Will ignoró deliberadamente la mirada herida de Hannibal con una sonrisa casi malvada.
—Pero supuse que te ofendería demasiado, por lo que compré algunas cosas para un desayuno decente— dijo comenzando a cocinar, unos huevos revueltos por aquí, algo de salchichas y también algo de beacon crujiente, pidió ayuda con el jugo de naranja mientras comenzaba con el café; una mezcla mucho más cara a lo que está acostumbrado, sin embargo el precio valía la pena por su buen sabor.
La mañana pasó sin real contratiempo, después del desayuno los niños estaban reacios a abandonar a Will y a los perros, aún más después de la noche anterior, donde muchos secretos fueron revelados, sin embargo la promesa de ir a visitarlos prontos pareció calmar -solo un poco- a los menores. La despedida de Will y Hannibam fue un poco diferente, hubo miradas de anhelo y promesas no dichas; el castaño iría con el psiquiatra apenas piense que ya no pueda más, él estaría ahí para recibirlo.
Siempre.
Will quería vomitar, pero su desayuno con los Lecter había sido demasiado bueno como para escupirlo, no, no lo haría. Miró detenidamente los cuerpos, ambos desnudos; un hombre y una mujer, exhibidos con alambre de pesca al pie de la cama. Tanto el hombre como la mujer fueron colocados en una posición de oración tradicional y la carne de su espalda fue mutilada de forma en que sus pulmones colgaran extendidos simulando ser alas. El asesino durmió en la cama después de cometer el crimen y vomitó en la mesita de noche antes de irse. Con resignación Will había pedido una lámina de plástico para poder acostarse y entrar entrar en la mente del asesino.
Y el péndulo comenzó a moverse.
La cena con los Crawford había salido tal y como los Lecter habían esperado, había una fuerte muralla entre Bella y Jack que el psiquiatra supo aprovechar, los hechizos de compulsión fueron lanzados a ambos; a la esposa por simple capricho de Harry, él creía que tambalear su muy fuerte matrimonio sería conveniente y alentaría a Jack a liberar sus frustraciones en el trabajo.
Pociones controladoras de mentes fueron disimuladamente colocadas en ciertos alimentos que los Lecter evitaron. A pesar de la creciente incomodidad de tener a Abigail sentada frente a él, Jack se comportó de manera decente, tal vez la presencia de Bella ayudó en eso, no lo sabían. Sin embargo estaban complacidos, los primeros hilos de su telaraña para atrapar a Will fueron firmemente puestos, ahora solo debían esperar.
Un nuevo cuerpo había aparecido y William descubrió que la obsesión angélica de éste asesino no era bíblica. Le costaba mucho leerlo, su mente parecía ponerse en su propia contra y en medio del terreno los forenses habían encontrado un genitales masculinos cercenados.
El asesino está aceptando la idea de la muerte y se está preparando para convertirse en su propio ángel. El tiempo comenzaba a agotarse y la presión de Jack a Will debido a las compulsiones aumenta.
Y el émpata sucumbió a su enojo:
—Si no me crees ¿Para qué me pediste? Eres el director de la BAU busca tus propias respuestas si no te gustan las mías— y un tenso silencio siguió a sus palabras. Se pudo ver la mirada asombrada de Katz, Zeller había abierto la boca incrédulo y los policías creyeron que era buen momento para una estratégica retirada.
—No escuché eso— dijo Jack con la mandíbula apretada de enojo.
Will se arrepintió de inmediato, se arrepintió de no haberse dado cuenta antes, algo cambió en Jack desde la última vez que lo vio y ahora ya no había filtro entre sus pensamientos y sentimientos.
La desconfianza siempre había estado allí junto con un miedo punzante de que se convirtiera en un monstruo. También estaba esa ambición por utilizar su don -gracias a Harry poco a poco comenzaba a verlo como tal- a su conveniencia y la satisfacción de poder manejarlo.
Había manipulación brillando en sus ojos oscuros.
—Ya no puedo seguir con ésto, Jack. Cada vez es más difícil poder ver— dijo el de rizos, por supuesto que mentía, desde que supo del secreto de los Lecter varones ellos decidieron ayudarlo con posiones -asquerosos brebajes, la mayoría de ellos-, su salud físico y mental habían mejorado gracias a ellos.
—Entonces has algo, tómate un tiempo, ve a terapia, unas malditas vacaciones. Pero pon todo en orden allí— dijo con fuerza Jack, poniendo su dedo índice en la sien de Will y empujando con rudeza. El de ojos azules tuvo que morderse el interior de las mejillas.
—No.es.tan.fácil— respondió, el enojo apenas cubierto con una fina capa de desesperación fingida.
—¿Y qué planeas entonces? ¿Volver a dar clases? ¿Arreglar motores?— el sarcasmo que destilaba la voz de Jack era vicioso.
—Tal vez debería— respondió, sus ojos se conectaron en una batalla por ver quién ganaba, desde luego William; siempre muy poco adepto al contacto visual, desvió primero la mirada.
Jack se marchó del lugar sin siquiera darle volverse a él una última vez, la satisfacción saliendo a montones de él y el sentimiento de abandono ahora era como un dolor sordo en Will.
Tuvo demasiadas expectativas con Jack.
—Dime de nuevo por favor, ¿Por qué estamos mancillando el santuario que es la cocina de tu padre?— Abigail le sonrió mientras con destreza cortaba la carne para el almuerzo.
—Papá fue en la mañana con Harry a MACUSA, hace dos días presentó sus TIMOs y hoy deben recoger sus notas, me pregunto cómo harán sus evaluaciones, Harry no me dijo muy bien— las verduras salteadas fueron puestas en un recipiente para horno con la carne ya sellada, debían dejar que se cocine por lo menos una hora más, Will miró el desastre de la cocina y se dedicó a limpiar mientras Abigail comenzaba a hacer una ensalada verde y leía atentamente una receta hecha por Harry para el jugo de calabaza; ambas tareas al mismo tiempo.
—¿Qué son los TIMOs?— preguntó el agente, comenzando a lavar la mayoría de los utensilios de cocina.
—Título Indispensable de Magia Ordinaria, es como una especie de prueba de conocimientos, dependiendo de la nota que cada mago saque en sus TIMOs podrá cursar para presentarse al EXTASIS... sigo preguntándome cómo evalúan, ¿Utilizarán el sistema académico no mágico?— la pregunta era retórica pero Will igualmente se encogió de hombros.
—Es ahora cuando debes decirme qué son los EXTASIS, Abi— dijo tras un momento de silencio el agente, la chica sonrió guardando los ingredientes de la ensalada y el jugo en el refrigerador.
—Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas, lo sé, los magos se inventan unos nombres demasiados guays para sus pruebas, Harry no me contó mucho de ello, solo sé que lo hacen en el último año de educación, pero papá lo hará una semana antes de que mi hermano vaya a su nueva escuela— Abigail miraba al pastel que realizó antes del almuerzo como si fuera el responsable de todas las desgracias del mundo -no podían culparla, lo hizo con tanto amor y el muy descarado no aumentó su tamaño, eso de hacer los postres con mucho amor para que salgan perfectos era una vil mentira-, sin embargo se encogió de hombros y comenzó a preparar el relleno de frutas y crema de mantequilla.
—Entonces... ¿Hannibal tiene menos de dos meses para aprenderse siete años de educación mágica?— preguntó incrédulo William, la chica se volvió a encoger de hombros.
—Técnicamente solo debe aprender tres años, los otros cinco ya lo sabe, sino... no podría presentar los TIMOs— el de rizos se sintió mareado, ¿Es que acaso no había nada que el hombre mayor no pudiera hacer? Ahora resultaba ser una especie de genio en los estudios. Will suspiró pero poco a poco su sonrisa apareció, de alguna manera se sentía orgulloso del psiquiatra.
Para cuando ambos magos llegaron por flú al hogar -apenas instalado desde hace una semana-, el olor de la carne asada les llegó desde el comedor, con una ceja levantada ambos dirigieron sus pasos allí, donde un jovial Will y una demasiado feliz Abigail ponían la mesa sin reparar en la llegada de los hombres.
—Espero que lleguen pronto— había dicho Will, poniendo un juego de copas de cristal en la mesa.
—Hermosa imagen— dijo en voz suave Hannibal, tanto Abigail como Will miraron a los recién llegados como venados asustados antes de que la chica corriera hacia ellos, los saludos llegaron y desde la mesa el agente los miraba con cariño.
—Que agradable sorpresa verte, querido— le había dicho el rubio al agente apenas se había acercado a ellos. Will tuvo el impulso doméstico de inclinarse a pedir un beso del mayor y se sonrojó por el rumbo de sus pensamientos.
—Abi me llamó, estaba emocionada preparando una comida especial para ti, dijo que retirarías tus notas del Congreso_ Hannibal lo recompensó con una perezosa sonrisa y sacó un considerablemente grande sobre, dentro había bastantes pergaminos de sus exámenes. Will dejó que los niños fueran a la cocina dejándolos solos.
—Todos mis exámenes recibieron un Extraordinario— dijo como quien no quiere la cosa el psiquiatra, le entregó los pergaminos a Will que con curiosidad comenzó a mirarlos, eran demasiados.
Había por lo menos diez materias totalmente diferentes una de la otra.
—Es impresionante— dijo algo abrumado el de rizos castaños, pero poco después sonrió, sus ojos brillaban felices y alegres. —¿Está mal que me sienta orgulloso de ti ahora?— preguntó con algo de vergüenza Will, el rubio lo miró con sus ojos granates llenos de afecto.
—De ninguna manera dievina (adorado) Will, me hace feliz saber que tienes tales afectos en mí— las mejillas del menor se sonrojaron de golpe y desvió la mirada, no dijeron mucho más hasta que los niños llegaron con los platos listos y servidos.
—¡Papá! Harry me dijo que sacaste la nota más alta en todos tus exámenes ¡Sabía que lo lograrías!— Abigail sonreía mientras traía una jarra de jugo de calabaza, la sonrisa le fue devuelta.
El almuerzo pasó en un borrón alegre, Will pensó que así se sentía esos almuerzos familiares que se imaginaba de niño; solo que la amable esposa era reemplazado por un fuerte y muy sensual psiquiatra, y los niños eran dos adolescentes astutos que lo amaban como nadie. Cuando terminaron de comer, Harry y Abigail fueron a la sala a hablar sobre la nueva escuela de Harry y sus materias, ambos hombres mayores quedaron para lavar la vajilla que utilizaron.
—¿Cómo va el trabajo, querido?— preguntó casual el rubio, una copa de vino fue servida para ambos y se sentaron en una de las butacas de la isla de la cocina.
—Tal vez el de ahora sea mi último caso— el psiquiatra levantó una de sus cejas y Will se encogió de hombros.
_Tuve una pequeña discusión con Jack, está presionando mucho más de lo común, ya ni siquiera teme que lea sus emociones y tuve otros dos episodios de sonambulismo— soltó un suspiro; tomó su copa, un suave vino rosado, aspiró su aroma notando las pequeñas notas frutales.
Hannibal reprimió una sonrisa, la postura e incluso la manera en la que tomaba la copa eran idénticos a los suyos.
—Hay algo que no te he dicho Will— murmuró el rubio, su mirada fija en la brillante mesada de la isla. —No quería decirlo antes pues no estaba seguro pero... tal vez deberías ir a una consulta, con un neurólogo— toda emoción abandonó el rostro del agente y sus ojos azules miraron con seriedad al psiquiatra.
—¿Qué quieres decir con eso?— preguntó.
—Tengo hiperosmia, Will. Lo que supone que tengo un aumento exagerado de la sensibilidad hacia los olores, lo detectaron cuando tenía seis años y descubrí que mi tutor tenía cáncer de páncreas— el agente permaneció tercamente en silencio.
—Hay un olor diferente en ti en las últimas semanas, más dulce y febrirl. Tengo un conocido médico, me encantaría llevarte con él, acompañarte, para mi propia tranquilidad— Will observó los ojos granates mirarlo suplicantes, el hombre suspiró.
—Yo... ¿Me haría una cita para mañana?— Hannibal le sonrió.
—Por supuesto, querido— y el tema no se volvió a tocar de nuevo, volvieron con los chicos y Harry tenía preparado un par de libros para Will. Desde Historia de Hogwarts, Bienvenido al mundo mágico, para nacido muggles y su libro de Historia de los últimos cuatro años.
—Para que comprendas un poco mejor nuestro mundo— Will agradeció y se sentó junto a ellos en el sofá de la sala, la tarde pasó sin mayor contratiempo hasta que Jack lo llamó y todo el buen humor que tenía se fue al retrete.
—Debo ir— dijo con un suspiro, realmente no quería.
—No te preocupes, entendemos tu trabajo, siempre eres bienvenido a nuestro hogar William— el agente le sonrió. Se despidió de los adolecentes con un beso en la frente y se dejó guiar por Hannibal hasta la puerta de entrada.
—Mañana pasaré por usted después de clases para llevarlo al hospital— prometió el hombre, Will asintió y lo miró a los ojos, ¿Por qué demonios esperaba un beso de despedida?
Dio una última mirada y con un dolor en el pecho se marchó.
Will estaba en la granja en la que alguna vez Elliot Buddish siendo niño había tenido su experiencia traumática, ignoraba de manera terca a Jack, quien le respondía de la misma manera; el hombre ni siquiera sabía lo que le esperaba, dependía totalmente de la opinión del neurólogo y de su diagnóstico si seguía ayudando o no al director de la BAU, y por como iban aumentando sus síntomas era bastante claro.
Observó a Elliot, colgado de las vigas de la granja, tan angelical como sus víctimas anteriores. Era el último, y aún así el no haberlo atrapado pesaba sobre el agente, realmente no sabía cuánto tiempo más duraría en ése trabajo, lo estaba matando y cada día era más difícil entrar en la mente de los asesinos, aún con toda la ayuda que le brindaban los Lecter con las pociones.
Will escucha la perorata sobre no hacerlo solo, como si realmente le importara a Jack su mente, como si no fuera sólo su taza de té medio rota para ocasiones especiales.
—Si quieres dejar de fumar todo ésto, renuncia— fue lo que dijo como si el de ojos azules no lo hubiera pensado ya, como si no estuviera casi seguro de hacerlo.
Una mueca de desprecio absoluto apareció en su rostro sin que ni siquiera lo notara.
Se volvió para mirar de nuevo el cadaver de Elliot pero ya no estaba, en un parpadeo había aparecido frente a él y en sus ojos se vio reflejado.
_Veo lo que eres... y puedo sacártelo— dijo Elliot tomándolo del rostro, asustado, Will intenta tomar su arma pero antes de siquiera tocarla su alucinación ya había terminado y el asesino seguía muerto, colgado desde las vigas con una mirada apacible.
La imagen de su rostro completamente oscuro y de las astas sobre su cabeza lo perseguiría en sus pesadillas.
La mañana siguiente Jack lo había interceptado apenas terminando su conferencia, desde luego lo ignoró en pos de recoger sus cosas, Hannibal ya lo esperaba afuera y debían ir a la consulta en el Hospital de Baltimore, observó de reojo como hombre de color apretaba la mandíbula y fruncía los labios.
—Tengo que hablar contigo, Will_ la voz de Jack resonó en el auditorio.
—Ahora mismo no puedo. Estoy retrasado— contestó sin mirarlo, su computadora portátil era cerrada y puesta dentro de su bolsa.
—¿Algún compromiso?— pregunta intrigado el hombre. William suspira harto.
—¿Así me dejarás?— pregunta a su vez, Jack vuelve a apretar la mandíbula. No le gustaba cuando su taza rota respondía. —Voy al hospital— respondió resignado. Frente a él, Jack se tensó. Will debía informarle todo lo que sucediera con él, ¿Por qué no sabía de esa consulta?
—¿Por qué?— preguntó, el de rizos castaños comenzó a avanzar hacia la salida.
—Lo que me pasa tal vez no es mental, quiero asegurarme de ello. Cada vez es más difícil, solo una mirada y llego a lo más profundo de sus mentes Jack, pequeños detalles y ya sé todo...— los ojos de Will se veían oscuros, el hombre mayor frunció el ceño, confundido.
—¿Pero acaso eso no es de ayuda? Es mucho mejor, más rápido los atrapamos— Will rió sin una pizca de gracia y pasó a su lado. Su jefe ni siquiera escuchó lo que le había dicho, ahora, gracias a las pociones todo era mucho más fácil de ver... pero también más fácil de perderse. No volvió a mirar atrás, a pesar de la furia que surgía de todo el cuerpo de Jack no volvió a mirar hacia atrás, salió de las instalaciones de Quantico y subió al ya tan conocido Bentley.
—Hola, William—saludó Hannibal, el de ojos azules sonrió. Harry le había dicho el significado de la mayoría de las palabras en Lituano que el psiquiatra le había dicho, era su turno de sorprender al hombre.
—Salut mon cher (Hola, querido mío—-se regocijó al ver el estremecimiento del hombre, sus ojos del color de la sangre vieja lo veían con intensidad, una sonrisa algo un poco descarada fue la respuesta de Will, Hannibal le correspondió y no dijeron más.
Si el psiquiatra se mostró sorprendido de su dominio del francés no lo demostró, había nacido en Nueva Orleáns; era su segunda lengua y aunque hacía mucho que no la utilizaba seguía teniendo el mismo timbre sensual en su voz al hablarlo... no podían culparlo, hacía tanto que quería alagar en francés al apuesto hombre.
Donald Sutcliffe se creía un hombre inteligente, no uno demasiado, pero sí lo suficiente como para comprender una sutil advertencia del psiquiatra -aunque más que advertencia fue un sutil hechizo de compulsión-, solo bastaba llamar a Jack y decirle que la encefalitis podría afectar a Will en el trabajo; lo cual era cierto, ya que al recibir el tratamiento estaría fuera por lo menos las siguientes dos semanas.
Pero si lo convencía para que utilizara cierto tratamiento viral para una enfermedad claramente autoinmune... Hannibal sonrió, sería tan fácil tener a Will entre sus manos.
Cuando Jack supo -gracias al buen doctor Sutcliffe- que su mejor agente tenía encefalitis y que el tratamiento lo dejaría fuera del ruedo por casi un mes -una exageración por parte del hombre- echó un grito al cielo.
No podía, no cuando al fin después de años tenían noticias del Destripador, furioso exigió al médico una solución que no llevara a Will a internarse en el hospital y Sutcliffe le ofreció pasar a su consultorio para entregarle un medicamento.
Jack jamás supo que Will tenía encefalitis autoinmune, tampoco que Will aceptó ir a ver una segunda opinión a petición de Hannibal; la cual fue bastante franca, su vida estaba en juego, la fiebre, la sudoración excesiva, las alucinaciones, era su cuerpo advirtiendo que algo estaba mal.
Lo mejor para él sería la entrada al hospital y la rápida aplicación de esteroides.
Will estaba en su oficina, había mandando correos a un par de maestros para que cubran su baja médica y para su suerte habían dos maestros que podría suplirlo por esas casi tres semanas, estaba realmente agradecido, solo para éso había vuelto al día siguiente a Quantico, sin embargo tuvo que ahorrar un suspiro cuando la figura de Jack apareció a un costado suyo. Pidio a cualquier ente divino una pizca de paciencia para lo que se venía.
Sin embargo nada lo preparó para lo que sucedió, una pequeña botella de medicamento fue dejada en su mesa de trabajo, frunció el ceño.
—Tomarás una dosis de ésto diariamente y te sentirás mejor, ya hablé con tu médico, podrás trabajar bien y me ayudarás en el nuevo caso, creemos que puede tratarse del Destripador— dijo Jack, una gran montaña de informes fue dejada al lado de las pastillas.
—¿Piensas darme medicamento para el herpes?— preguntó levantando una ceja Will, observando claramente la identificación de la droga; Aciclovir. Era lo que normalmente se recetaba para una encefalitis viral, pero él no la tenía y sus efectos secundarios serían desastrosos para él, quien ya tenía bastante comprometida la salud. Jack frunció el ceño.
—El doctor Sutcliffe me dijo que si tomabas esto no sería necesario que estuvieras un mes en el hospital haciendo el tratamiento— el de rizos castaños tuvo la osadía de rodar los ojos.
—¿Y si te dice que debo tomar arsénico para curarme también me los darías, Jack?— dijo con todo el sarcasmo del mundo.
—Tengo encefalitis, ¿Entiendes? Mi cerebro se está inflamando, no pienso tomar nada que mi médico no me haya recetado y no pienso arriesgar mi vida por tu vendetta personal contra un asesino al cual no pudiste atrapar— Will apagó su computadora y la guardó en su bolso -se sentía como un deja vú-, ya no tenía nada que hacer allí, también aprovechó para tirar esas sucias pastillas en el bote de basura a un lado del escritorio.
—Quiero tu mente en éste caso, Will— dijo serio el hombre mayor.
—Y yo quiero mi cordura de vuelta, Jack— fue su respuesta. Golpe bajo. —Tengo suficiente con mis propias alucinaciones como para tomar un antiviral que me las provocará, y sorpresa Jack, mi encefalitis es autoinmune, no viral. No sé que clase de agente de la ley seas pero deberías investigar mejor, esa porquería que me trajiste iba a matarme, no a curarme, ahora... si me disculpas, debo preparar todo en mi casa antes de irme al hospital— y se marchó.
La rabia hacia temblar sus manos y sus ojos poco a poco iban oscureciéndose, toda esperanza que alguna vez tuvo en Jack, en la ley, cayó a la basura junto con esas pastillas. Después de todo ¿Qué clase de justicia ponía en riesgo la salud de aquellos que atrapaban a los criminales? ¿Que clase de Jefe mataba a sus subordinados por culpa del trabajo?
Harry miraba con una sonrisa desquiciada una copia del diario ''El Profeta'', la fuga de Azkaban había sido un éxito, con una insana alegría comenzó a escribir una carta dirigida a su querido tío. A su lado Abigail miraba curiosa la fotografía de la torre con algunos dementores en movimiento, Hannibal los observaba complacido desde la cocina, todo estaba saliendo como lo esperaba.
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