Entrèe
Acto VI: Entrèe
Parte 2: Del color del infierno.
La mirada cristalina de Lyssanna Rosier quedó conectada a los penetrantes ojos de su hijo, fríos como ninguno otro que haya visto jamás, y se puso a pensar que quizás, el infierno no era como las religiones nomag te hacían pensar; ya saben, la caverna llena de azufre y rojas lenguas de fuego bailando y quemándote por la eternidad por tus males cometidos en vida. De hecho para ella, para ella el infierno era azul, era verde, era gris... era hielo, los fríos ojos de su hijo que ahora la miraban con desafío, como si realmente quisiera saber qué excusa daría.
Y ella no tenía absolutamente ninguna, ninguna más que su cobardía y su incapacidad de deja atrás su estilo de vida lujoso por su hijo y el hombre que alguna vez amó.
Su infierno personal era su hijo, William Graham Rosier. Y su mayor pecado había sido abandonarlo.
Ambos se sentaron uno frente al otro, Will en un sofá de de tres plazas, ella en un sillón individual; más cercana a ella su madre permanecía en silencio analítico. El hombre llamó a Dobby, a quien pidió que preparara un servicio de desayuno y solo después llamara al Señor de la casa. Los labios de Vinda Rosier se apretaron en descontento, ella quería hablar con el Conde a solas, no con ése squib presente.
-¿Qué es lo que necesitan de mi esposo?- preguntó, su mirada adquirió un brillo suspicaz y su posición cómoda en el sillón; con las piernas levemente abiertas en comodidad, demostraban su dominación sobre la situación, el lenguaje corporal de alguien quien no teme a quien tiene enfrente, los hilos de las marionetas los controlaba él, sabía que Dobby estaba atento por si todo se le salía de las manos, pero no había nada que éstas brujas pudieran hacerle si no quieren morir en el intento.
Lady Rosier hizo una muy poco disimulada mueca de asco -Nada de tu incumbencia, squib, ésto es algo que no comprenderías- intentó humillarlo la mujer, sin embargo Will le sonrió; todo dientes puntiagudos y depredadores, de reojo notó las siluetas de Hannibal y sus hijos ingresando muy discretamente a la sala.
-¡Oh! ¿Que no me incumbe? Generalmente todo lo que pasa con mi esposo, o mis hijos me incumbe, porque ellos son lo más importante, claro,éso definitivamente es un rasgo que heredé de mi padre, ya que al parecer ustedes no comprenden el concepto de familia- golpe bajo, Lyssanna, quien desvió la mirada, sintió pequeñas lágrimas deslizándose por las esquinas de sus ojos.
-Mano meilė (mi amor)- la voz del Conde Lecter resonó en la habitación y ambas mujeres dieron un salto del susto -Dobby me informó sobre las visitas, Buenos días- saludó el hombre ataviado en pantalones de pijama de seda negra, mocasines de casa, un sueter de cachemira y una bata color sangre, le sonrió a su esposo con cariño, y la excitación lo recorrió con un latigazo casi doloroso al verlo, sereno frente a esas intrusas pero desplegando un poder inimaginable, sus ojos astutos brillaron brevemente en diversión antes de volver a dirigir su mirada a las mujeres.
-Cariño, Lady Rosier y su hija han venido a visitarnos- habló con tranquilidad Will, el rubio levanto una de sus casi invisibles cejas y se sentó a su lado, su mirada roja paseándose sobre las invitadas con curiosidad.
Sentados ahí, juntos, tanto Hannibal como Will se veían como la epítome del poder bestial y depredador. Imponentes aún en simples pijamas, sus ojos brillantes de algo salvaje. Un silencio tenso se alzó mientras Dobby colocaba unas bandejas con tazas de café y un par de galletas de vainilla hechas por el propio elfo que no quiso molestar a sus amos; nadie tomó ninguna.
-Ya que técnicamente somos familia- comenzó Lady Rosier tras ver que nadie abriría la boca, a lo que ambos varones levantaron una ceja casi al mismo tiempo casi indignados, pero demasiado divertidos como para matarlas en ése mismo instante -Deberíamos hablar del legado y las arcas familiares- un rayo verde impactó en el florero que se hallaba en un estante a centímetros de su cabeza, la varita de Lyssanna salió de su manga y se levantó, con un rostro triste pero determinada a proteger a su madre.
-Harry, ése era uno de los adornos favoritos de tu padre_ regañó Will, casi con cariño - Además, no atacamos a nuestros invitados- continuó -Podría haber testigos- Lady Rosier notó entonces, que solo el muchachito que acababa de entrar tenía la varita en mano. Lord Lecter ni siquiera había parpadeado ante la maldición asesina pasando frente a sus narices. De las sombras había salido Harry, envainando su varita con sus ojos del mismo color que la maldición que acababa de lanzar, tras él estaba su hermana, cuchillo en mano y ojos azules salvajes como los de una criatura nocturna a punto de atacar a su presa.
-Abi, se supone que tú debes cuidar que tu hermano no se meta en problemas- dijo un divertido Hannibal, sus labios mínimamente alzados en una sonrisa.
Ambos menores rodaron los ojos, y con cautela flanquearon a las intrusas, Abigail más cerca de Lissanna Rosier, Harry más cerca de Vinda; jugando con su varita y disfrutando del casi imperceptible estremecimiento de la mujer.
-Es una supremacista de la sangre papá- dijo Harry -El mundo estaría mejor sin ella- se encogió de hombros el menor. Notando con cruel placer como la mujer mayor frente a él se estremecía.
-Éso es irrelevante, ella es grosera- dijo Abigail, mirando a Vinda fijamente con sus profundos ojos azules desde el otro lado de la sala -No nos gustan los groseros-
-En efecto, querida, nosotros no perdonamos la grosería- y hubo una promesa oscura ahí, en esa simple oración.
Lady Rosier tragó grueso, sin embargo, cuando quería, podría ser muy idiota.
-¿Qué se supone es ésta ofensa, Conde Lecter? Aunque solo fuese un squib, ése pordiosero es nuestro, por lo tanto, nos hace familia- exigió la mujer, el hombre mayor sonrió abiertamente, sus dientes de tiburón se mantuvieron a la vista e inclinó suavemente el rostro, como si estuviera confundido.
-¿Ofensa?- preguntó a la nada -Para mí fue una ofensa que llegara sin avisar a mi casa, a una hora ímpia, no solo a exigir hablar de una ''familia'' que no existe, sino que también vino a insultar a mi esposo- a pesar de que la voz de Hannibal no se alzó, es más, permaneció plana y sin dar señal de enojo o alguna otra emoción, las luces de la sala parpadearon ante la agitación de su magia, incluso sufrió una semitransformación de su sangre de criatura, puesto que sus manos negras terminaban en garras y sus ojos también se habían oscurecidos antes de dar paso a una pupila blanca casi fantasmal, el psiquiatra sintió los cálidos dedos de su pareja acariciando el dorso de sus manos oscuras, y solo entonces pareció darse cuenta de lo que ocurría: Abigail tenía un cuchillo de caza en el cuello de Lyssanna quien no movió un solo músculo, mientras que Harry, totalmente transformado en su veela agarraba de los cabellos a Vinda con fuerza.
-Cariño- lo llamó dulcemente Will, sus ojos azul verdoso ahora lo veían con infinito amor, entrelazó sus dedos y alzó su mano antes de dejar un casto beso en el interior de la muñeca de su esposo.
-Me disculpo amor mío- murmuró Hannibal volviendo a encerrar al Wendigo dentro suyo - Sin embargo, Lady Rosier, usted sabe que mi familia fue quien causó la peste negra hace unos siglos atrás, ¿No?- con lágrimas en los ojos la mujer asintió, aún siendo sotenida cruelmente de los cabellos. -Entonces debería cuidarse, el futuro esposo de mi hijo es uno de los mejores pocionistas de Inglaterra- continuó. -Sería una pena si una nueva fórmula de la peste fuera forzada por su garganta mientras duerme- el rubio se levantó, acercándose con movimientos felinos a la mujer. -Usted no tiene absolutamente nada que ver con mi familia, Lady Rosier, no le conviene inmiscuirse en asuntos que no le corresponde- dio una mirada divertida a su hijo que sonrió de medio lado acercándose a la oreja de la vieja mujer.
-¿No querrás terminar como tu amo, verdad?- la voz de Harry fue solo un susurro antes de obligar a su cuello en un ángulo doloroso para poder mirarla a los ojos y así penetrar con fuerza su mente.
La mujer vio los últimos momentos de su amado Lord de la Muerte, cayó de rodillas sintiendo la sangre inundar su boca y aún el piso escupió una masa amorfa de carne y sangre que alguna vez fue su lengua. Harry había usado una antigua maldición utilizada por los magos a los traidores de su patria. Lyssanna intentó proteger a su madre atacando a Abigail, pero la chica apretó contra su cuello su cuchillo, un hilillo de sangre comenzó a caer y ella quedó nuevamente inmóvil.
-Ésa es una muy mala idea- habló en voz baja Abigail, el matrimonio Lecter veía con orgullo a sus hijos, Will se sintió amado, ésta era su familia, su verdadera familia, y estaba seguro que su padre también sería feliz por él, a pesar de todo.
Ahora entendía porqué había veces en las que su padre se le quedaba viendo con tanta nostalgia, se dijo a sí mismo will, debía ser duro ver el rostro de la mujer que lo abandonó en su hijo.
Albus Dumbledore era un hijo de puta, pero sin duda era un hijo de puta inteligente. Desde que Gellert dejó de responder sus cartas supo que algo andaba mal. Él nunca paraba la correspondencia, por más enojados que estuvieran nunca paró, hablaban de planes, de estrategias, pero nunca paraban, mucho menos ahora con el gran problema que representaba Harry Potter perdido en alguna parte de Londres. No, algo estaba jodidamente mal, pero los días antes del inicio de clases no podía tomarse el lujo de visitarlo, no.
Había demasiados profesores deambulando por el castillo, había demasiadas reuniones, preguntas y más preguntas sobre qué hacía y con quién, no lo necesitaba. Gellert era un mago oscuro, lo que sea que sucediera él podría controlarlo. Ahora tenía otras cosas realmente más importantes, como el idiota de Sirius, que al parecer no podía convencer a los Centauros de unirse a su causa ¡Estúpidas criaturas! Una razón más para considerarlos bestias, no usaban la cabeza, observó de nuevo a Sirius, quien lo veía como un perro regañado por su amo, una imagen no demasiado alejada de la realidad a decir verdad, pero no era el único, todos en la reunión tenían alguna clase de expresión negativa en sus rostros; corderos tristes debido a que su perro ovejero, aquél que los protegía de los lobos, había desaparecido, y él, como su bondadoso y amable pastor no estaba haciendo nada.
Dumbledore apretó los labios reteniendo su enojo.
Cada uno de ellos tenía una emoción predominante, la señorita Granger tristeza, a Ronald lo dominaba su ira, Remus y Sirius estaban preocupados, e incluso la recién llegada Nimphadora se veía melancólica, había conocido al pequeño niño Potter en su último año en el colegio. Molly y Ginebra por otro lado, estaban preocupadas, mas no por el chico; no, estaban preocupadas pero por que la oportunidad de volver a las antiguas opulencias sangre pura se les iba de las manos, Molly, quien había sido criada bajo aquellos preceptos deseaba que su única pudiera tener todos los lujos que ella tuvo en su juventud antes de casarse con Arthur.
No podían culparla por solo querer lo mejor para su hija. Ella quería a Harry, pero entre él y sus hijos, estaba claro a quiénes elegiría primero.
Sin embargo, los problemas parecían llegar uno tras otro a Dumbledore, quien, tras la portada del Diario El Profeta del día de ayer no solo lo dejó mal parado frente a la sociedad mágica, sino que causó un pánico generalizado al saberse que su salvador había sido secuestrado, los ánimos ya estaban lo suficientemente bajos tras la ejecución de la fuga masiva de Azkaban por parte de Voldemort.
La tensión ahora podía sentirse en el aire, picando bajo la piel y a punto de estallar en una histeria colectiva.
-Tal vez deberiamos ampliar nuestra búsqueda. Voldemort tal vez pudo habérselo llevado a otro país- dijo Sirius, casi desesperado, miró a varios integrantes de la orden buscando apoyo y sonrió aliviado al ver un par de asentimientos.
-Ya te lo dije, mi muchacho. No creo que Voldemort se haya llevado a Harry- el director trató de que su irritación no se notara.
Ése mocoso había escapado de su destino, y no sabía qué era lo que lo hizo huir y eso lo inquietaba mucho más.
-Ésto no se trata de lo que tú pienses Albus, sino de quemar todas las posibilidades y encontrar al chico- la voz arrastrada del auror Alastor Moody resonó en la cocina de Grimmauld Place.
Un silencio incómodo se levantó tras lo dicho por el auror, conocido por desconfiar hasta de sus amigos, para los miembros de la orden era casi ridículo pensar mal de Dumbledore, pero Alastor no se dejaba engañar tan fácilmente, ni con las palabras azucaradas del hombre ni con las grandes historias que de él se contaban. Severus nunca se había divertido tanto como cuando vio el rostro desencajado del viejo director.
-Por supuesto, Alastor. Sin embargo, lo volveré a repetir, no es probable que él lo tenga secuestrado, pero si realizar ésa busqueda te hace sentir mejor- dejó las palabras al aire, el auror lo miró en silencio durante un buen tiempo, con su ojo mágico examinándolo exhaustivamente.
-Se hará- espetó con autoridad -Ahora, debemos concentrarnos en tratar de triangular al menos una de las ubicaciones del señor oscuro. Si sabemos de los lugares donde frecuenta, encontraremos al chico- Severus resopló y más de una mirada se dirigió a él.
-¿Algo que aportar, Snape?- casi escupio su apellido el viejo Moody, el hombre de negro lo miró y sonrió sarcásticamente.
--¿De verdad crees que encontrarás la guarida del Señor Tenebroso?- preguntó de forma retórica -Y de ser así ¿Crees siquiera que tendrás una oportunidad contra él? El Señor Oscuro no va por ahí diciendo las localizaciones de su guarida- refutó con obviedad, muy poco faltándole para rodar los ojos.
-Para eso estás tú- alzó la voz Moody -No eres acaso tú, el gran espía de Dumbledore- escupió la palabra espía con incredulidad - No debes acaso tú, darnos información de Él- y el rostro de Severus se congeló en una expresión imperturbable, sus fríos ojos hicieron que Moody cerrara la boca, porque incluso el auror, tan altanero como era, sabía que tal vez dio un paso en falso.
-Claro, sólo sería mi vida a cambio de información que puede no ser verídica, permíteme poner en duda tu gran estrategia- la voz de pocionista ni siquiera se elevó -El Señor tenebroso no tiene un solo lugar al que pueda llamar casa u hogar, nunca queda mucho tiempo en ningun lado y por sobre todo, nunca le dice a nadie dónde será la próxima reunión, él solo va a un lugar cualquiera, nos convoca por la marca y nosotros nos aparecemos-
A nadie, salvo a Dumbledore le pareció extrañó el hecho de que Severus se incluyera como parte de los mortífagos, antes solo eran ''Ellos'', Severus siempre había hecho todo lo posible para separarse de ése grupo de magos.
El uso de ''nosotros'' fue más que sospechoso por lo que la mirada azulina del viejo director no se despegó del maestro en toda la reunión.
-Incluso si supiera donde se encuentra- volvió a hablar Severus -Perder no sería una opción, pero tampoco tendrías una oportunidad. En todo caso podrías acelerar la muerte del mocoso- y el tenso silencio se volvió a alzar sobre todo el comedor, los menores hacía más de una hora que fueron enviados a la cama, sin embargo, contra todo pronóstico, fue Hermione quien utilizó todos los hechizos que podía para espiar a los mayores, daba gracias a las Salas Black y su magia ancestral que le permitía usar magia dentro de la casa y no ser detectada.
Ni ella ni las personas en la reunión notaron la sonrisita confiada de una mujer rubia dentro de uno de los retratos.
Esa noche Hermione envío una carta a Harry, los siguientes días no recibió respuesta, pero el adolecente, en ése momento muy lejos de Londres, estaba feliz de tener aún la amistad de la chica.
Sin embargo, aún no sabía si devolvería el sentimiento.
En el despacho de la casa Lecter, Harry junto con Severus, Tom, Bellatrix, Abigail, Draco y el matrimonio Lecter estaban en plena reunión, estableciendo un par de medidas a tomar ante los inminentes ataques por parte de Dumbledore.
-Debemos guardar las partes de tu alma en un lugar seguro- mencionó Harry, acariciando su anillo de heredero de Slytherin, era el horrocrux donde el alma de Tom que habitaba en él había sido depositado por los duendes de Gringotts.
Los ojos rojos de Tom se humedecieron en cariño. -Podemos tenerlos aquí- ofreció Abigail, pero su hermano comenzó a negar con la cabeza. No era una buena idea.
-Una vez que Dumbledore sepa de mi relación con mi padrino aquí sería el primer lugar al que vendría. Debemos estar preparados, tener una casa de seguridad- el rubio menor miró a su padre con duda -¿Tal vez el castillo familiar?-
-No- dijo tajante Hannibal, el menor bajó la mirada triste y ya no habló, un silencio incómodo se alzó, Abigail y William se veían más que confundidos,
sentían que se perdían de una parte importante del hombre que amaban.
El resto de los invitados se veían visiblemente incómodos, Severus tomaba fuertemente de las manos de Harry que temblaban sin control, hubo demasiado dolor en la mirada del psiquiatra por un breve segundo, y todos supieron que había algo realmente malo en aquel castillo.
-Tal vez podríamos guardarlos en Gringotts- volvió a hablar Hannibal, ésta vez ignorando las miradas de su familia -No hay lugar más seguro que ése, excepto Hogwarts, que también sería una opción, hay algo poético en la acción de ocultar algo tan valioso bajo las narices de tu enemigo- una sonrisa traviesa surgió de los labios del hombre.
-Es peligroso- negó Will, ignorando los ojos desilusionados de Hannibal y Voldemort.
-Quizás también en Ilvermony- habló bajito Abigail, todas las miradas se dirigieron a ella y se encogió de hombros ¿Qué? Su fundadora hablaba con las serpientes, tal vez tenga pasadizos o habitaciones secretas- una resplandeciente sonrisa apareció en el rostro de Harry.
-O su propia cámara de los secretos- dijo Harry, ya más recuperado. -Isolt creció con las historias de Hogwarts, significa que también debió oír de la cámara ¿Qué nos dice que no hizo también su propia cámara de los secretos en Ilvermony?- un atisbo de sonrisa llegó a su rostro -Trataré de preguntar a todas las serpientes del colegio si saben algo- aclaró, todos asintieron conformes.
-Mientras podría ir quedando en nuestras diferentes cámaras, Gringotts no daría jamás a nadie acceso a ellas, ya que solo congelará las cuentas. Incluso Abigail podría tener una- mencionó Draco, la chica hizo una mueca de confusión.
-¿Tengo una bóveda en gringotts?- dijo casi jadeando de la sorpresa. Harry soltó una risita mientras Hannibal le respondía divertido.
-La tienes desde que te adopté, tanto Harry como yo hicimos una para ti, la mía tiene joyas y libros para ti, la que hizo tu hermano creo que tiene más cosas- dijo.
-Vestidos de gala, joyas y un huevo que tiene que eclosionar para ser tu familiar-los ojos de la chica se llenaron de lágrimas.
-Pero no tengo magia- dijo en un susurro.
-Y aún así ésa criatura se convertirá en tu familiar, no necesitas tener magia, eres mi hermana, Abigail, tendrás todo lo que tengo y si puedo darte más, lo haré- la chica comenzó a dejar caer lágrimas y rápidamente fue abrazada por su hermano.
-Las maravillas del mundo están al alcance de tu mano, hermana- comenzó a susurrar sobre su oreja Harry -Tú solo debes pedir y lo tendrás, tú solo debes cazar y lo obtendrás. Después de todo, eres el depredador, no la presa- la chica sonrió oculta en el cuello de Harry, y ninguno mencionó nada del pequeño escalofrío que recorrió el cuerpo de Draco, quien aún no se acostumbraba a éste nuevo Harry.
-Me parece entonces que tenemos un plan-mencionó Tom, interrumpiendo el momento de amor fraterno psicológicamente inestable. Abigail se separó de Harry y limpió las lágrimas.
-Me encantaría cuidar de uno de tus horrocruxs, tío Tom- la chica le sonrió al mago y éste se la devolvió, asintiendo con la cabeza.
Aquella tarde, una vez los invitados se habían marchado, fue el momento de una de las charlas más dolorosas para la familia Lecter, aún más para William y Abigail, que aún no sabían de toda la historia de Mischa y del último cerdo que se había atrevido a comerse a la hermana del psiquiatra, ése que aun vivía en las mazmorras de su castillo, con Chiyo como su carcelera.
Hannibal se había quitado la última de sus máscaras, revelando así su incapacidad para volver a su hogar de infancia debido al trauma.
Ver al rubio desmoronarse, ver aquella prístina máscara caer de su lugar, ver al humano y al monstruo estremecerse en una expresión de dolor; fue inquietante y hermoso, como una criatura salvaje que se dejaba observar a la luz de la luna, tan vulnerable.
Aquello los unió más como familia, esa noche Will abrazó a Hannibal hasta el amanecer, lo dejó descansar sobre su pecho y veló por sus sueños, cuando Hannibal despertó, encargó a Dobby de llevar una emotiva carta a cierta chica que permanecía cautiva en su antiguo Castillo.
Presa y carcelera en el lugar donde prometió a Mischa su lealtad.
El día anterior al inicio de clases, Will había sido llamado por Jack, por lo que estaba lo que le sigue a frustrado; pasar el último día de vacaciones con su jefe y un asesino narcisista que mató a su propio hijo sin saberlo, era simplemente patético. Y no dudó en hacérselo saber a Jack.
Will, de por sí ya siempre está de mal humor, negarle estar con sus hijos y su esposo era lo suficiente como para hacerlo aún más huraño de lo normal. Sin embargo, debía permanecer, ya sea como agente especial o como profesor en Quantico, su trabajo era ser el chivo expiatorio en el FBI. Tener un asesino en serie canibal como esposo era un trabajo duro, pero Will podría sacrificarse un poco permaneciendo como otro agente más del montón bajo la tutela de Jack.
Harry por otro lado, junto con su hermana y su padre continuaron organizando lo que sería la ceremonia civil de su matrimonio de manera no mágica, sería un día después del regreso de Harry a clases, por la mañana, solo un almuerzo con los testigos tras la firma del documento, Harry se carcajeó al saber que la testigo de su papi sería la doctora Du Maurier y la de su papá Will sería la doctora Bloom, cómo ansiaba ver sus caras de sufrimiento al ser testigos de la unión de ellos, no sería lo mismo que la ceremonia mágica, pero estaba seguro sería igual de espectacular. Después de todo su papi Hannibal realizaría un gran banquete en honor a su unión como pareja.
Sin embargo se sentía nervioso, una vez ingresara a Ilvermony ya no podría ver a Severus, no quería dejarlo solo en Hogwarts y no quería estar lejos de él. Fue por éso mismo que ésa noche, bastante tarde lo llamó por flú, sus padres permitieron que se quedara con él, pero debían dormir en camas separadas, su papi no especificó si no podrían hacer nada fuera de ella, así que se dijo que aprovecharía aquella laguna legal.
Entonces allí estaban, en la sala con la chimenea encendida y ambos acurrucados en el sofá. Harry yacía recostado sobre el hombro del maestro pocionista, silencioso como nunca antes.
-No quiero ir- dijo tras unos minutos, Severus suspiró mientras que con timidez, tomaba su mano y entrelazaba sus dedos, su mirada jamás apartándose de la chimenea.
-Debes ir y completar tus estudios Harry, ¿No quieres al menos un poco de normalidad en ésta loca vida que llevas?- preguntó, sintió como el chico se acomodaba mejor para abrazarlo -¿No deseas acaso solo ser un adolecente más, común y corriente en ésa nueva escuela?- Harry se hizo aún más pequeño al lado de Severus, la fuerza de su abrazo era dolorosa pero el mayor lo soportaría, como todo lo que venía de Harry.
-No soy una persona normal, Severus- murmuró -¿Por qué querría serlo? Ser ordinario no está en mis planes- Severus sonrió.
-Entonces te visitaré, todas las noches si es posible, seré tu esposo, mi lugar es a tu lado, algo de peso tendrá éso- murmuró con timidez, la sonrisita de Harry se ensanchó y levantó el rostro mirando el perfil del hombre que amaba.
Severus se giró apenas para rozar sus labios en un tierno beso -Haremos todo lo posible para poder estar juntos- prometió.
Y Harry devoto de sus palabras creyó ciegamente.
Al día siguiente se desataría el pandemoniun. Y sólo los más fuertes sobrevivirán, y los pilares de la luz comenzarán a agrietarse.
La sonrisa de Harry se amplió aún más, ya pronto obtendría su venganza.
-Severus, querido. Dame un beso- susurró de buen humor el menor sobre la oreja del pocionista, quien solo reprimió un estremecimiento antes de arrasar con su boca.
Había pasión en la furia de sus besos, anhelo y un palpable temor a la separación. Pero si estuvieron tanto tiempo separados y sobrevivieron sin el otro, podrían soportarlo unos cuantos meses.
Harry soportaría todo por Severus, y estaba seguro de que el pocionista pensaba de la misma manera.
-¿Irás a despedirme en la estación?- preguntó Harry una vez se separaron sus labios, el mayor dio una profunda respiración en el cuello de su compañero.
-Por supuesto- murmuró -También esperaré recibir una carta tuya por la noche-
-La mandaré con Dobby- prometió el chico y Severus volvió a unir sus labios en un beso apasionado.
Esa mañana, cuando Harry había despertado, observó el rostro de Severus deformado por el dolor de la separación, y aunque había una particular elegancia en la angustia del hombre mayor, algo insondable y vulnerable que Harry ve florecer en las características del pocionista, Severus no era un hombre para sentir 'dolor', en lo absoluto, pero en el momento en que la separación fue inevitable, el dolor aplastante casi le arrancó el aliento de los pulmones. La realización no desvanece y cada momento con Severus se había convertido en una apuesta.
Necesitaba ir a Ilvermony, pero actualmente no le gustaba esa realidad.
Harry tomó con fuerza la mano de Severus, frente a él, la estación Gran Central se alzaba imponente, miró con sus brillantes ojos verdes al rostro resignado de su compañero.
-Papá hablará con el actual director, le dirá de ti, esperamos que al menos al final de la semana puedas hacerme visitas- la oscura mirada de Severus bajó al suelo.
-¿Éso sería lo correcto?- preguntó, la mano de Harry subió a la mejilla del hombre, una caricia delicada fue dejada para que con la misma firmeza de hierro que el menor demostraba en sus asesinatos, obligara al maestro a conectar miradas. Sus miradas se conectaron.
-Lo es para nosotros- fue su respuesta, fue todo lo que se necesitó para que Severus lo aceptara. Un casto beso fue dejado en los labios del mayor antes de volver a reunirse con el resto de la familia Lecter.
Aunque lo negase, Hannibal fue el más emocional en su despedida; enterró su rostro en el cabello de su hijo intentando que el aroma de su retoño perdure en su nariz, lo abrazó con fuerza -No hagas nada que no haría, ni hagas lo que yo haría, si lo haces... que se vuelva tuyo- Severus ignoró que probablemente estaban hablando de asesinatos, por lo que simplemente observó en silencio.
William por otro lado sonreía triste mientras abrazaba a su hijo, dejó un montón de besos en sus mejillas y solo le deseó suerte.
-Recuerda, Abi... Eres el cazador-
-No la presa- terminó la frase la chica, Harry le sonrió con orgullo antes de abrazarla.
Harry dio una última mirada a Severus, una que prometía muchas cosas, sin embargo solo dijo una cosa: -Volveré- e ingresó al vagón del tren.
Y Severus se aferró a ésas palabras como si su vida dependiera de ello.
-Vamos, Severus, tenemos muchas cosas por hacer en casa- Abigail le sonrió y tomó de su mano, guiándolo hacia la familia asesina.
-Espero que puedas encontrar espacio en tu agenda para estar en la ceremonia no mágica de nuestro matrimonio, Severus- pidió con timidez William, sus ojos azules lo veían con el mismo cariño que daba al resto de la familia. El hombre de negro sintió un dolor agudo en su corazón, la sensación de pertenecer, la sensación de familia... nunca antes había sido tan fuerte como ahora, pero no era un dolor malo, se dijo, regalando una suave sonrisa al hombre de rizos castaños.
-Por supuesto, estaré ahí. Harry pidió un montón de fotografías- y la risa del émpata fue musical, Abigail se veía satisfecha y Hannibal veía todo ello con aprobación.
Eran la estampa perfecta... solo superficialmente.
Ilvermony era precioso, se dijo Harry, desde su arquitectura hasta la magia salvaje que recorría en el aire, ayudaba que el colegio estuviera en Massachusetts, muy cerca de casa.
Más cerca que Hogwarts al menos... y más seguro.
Durante el camino ignoró a aquellos que quisieron acercarse, solo podía pensar en Severus, que probablemente ya estaría en Hogwarts, muy cerca de ése demente de Dumbledore, tenía los nervios de punta y estaba prepcupado, y extrañaba a su compañero. No podían culparlo por ser un maldito asocial dentro del tren, supuso que tal vez era la influencia de su papi William, pero todo cambio una vez estuvo en el colegio, con la perfecta máscara de amabilidad que su padre le había enseñado comenzó las relaciones sociales, debía buscar aliados fuertes, magia nueva y única para que le sea enseñada, sonrió mientras ayudaba a una pequeña niña de unos trece años a subir las escaleras luego de tropezar torpemente, tenía fuertes rasgos latinos, la niña se vio maravillada y se sonrojó, sin embargo le sonrió y asintió en su dirección murmurando un suave gracias antes de salir corriendo hacia lo que suponía sería el comedor del colegio.
Harry miró curioso el lugar, grandes planicies alrededor del castillo, un bosque a lo lejos, detrás del mismo, y un imponente castillo de magnífica estructura, de altas torres de granito, pero algo brusca, al menos la entrada lo era, acarició una de las estatuas que se encontraban en la entrada, sus largos dedos delinearon la mejilla de la fémina de roca, y ésta se movió empezando a susurrar.
-''Bienvenido, pequeño estudiante''- fue el siseo de la mujer, que habló en parsel, Harry la miró fijamente, notando que la misma magia de los retartos parecía estar empapada en la piedra.
-''Gracias, Fundadora''- fue su respuesta baja, la estatua pareció sorprendida, sin embargo asintió, y Harry continuó su camino con los primeros años -todo ésto gracias a la indicación de una maestra que los guiaba- hacia el gran salón tras unas pesadas puertas de madera, donde sería la ceremonia de selección.
Observó los cuatro paneles de madera tallada que decidirían su destino dentro de las paredes de aquél castilllo con la misma emoción que los niños de primer año. Cuatro criaturas mágicas muy bien talladas se hallaban ante él, una serpiente cornuda, un Thunderbird, un Wampus y un Pukwudgie, a diferencia de su antiguo colegio que utilizaba animales comunes, aquí utilizaban éstas grandes criaturas en honor a la historia del colegio.
Por motivos estratégicos, fue el último en ser llamado, cuando la sub-directora; una mujer delgada, de brillantes ojos marrones y cabello castaño, con menos edad de la que aparentaba, gritó su nombre, varios susurros se esparcieron por el lugar, desde luego, ser llamado como ''Lord Harry James Lecter Potter-Gaunt'' causaba una gran impresión, pero no se sintió cohibido, es más, con una sonrisa tranquila y encantadora caminó hasta las grandes estatuas, saludó con un asentimiento de cabeza a la sub-diretora y hacia la mesa de maestros antes de dirigir su mirada a la serpiente cornuda. Se ubicó dentro del nudo tallado donde todos los niños se habían posicionados para ser elegidos por una casa. Sin embargo él tenía otros planes.
-''Permítame quedar en su casa, Gran Serpiente-'' pidió en parsel, un silencio se extendió por todo el comedor, los alumnos obserbaban curiosos, los maestros intrigados, el director Fontaine -un hombre demasiado parecido a los antiguos médicos brujos por su atuendo- lo veía... fascinado. Tal vez tendría otro director excéntrico.
-''¿Qué te hace pensar que eres digno de mi casa, viboríta?-'' responde la serpiente de piedra.
Harry solo sonríe en respuesta, dejando ver sus ojos cambiantes que tomaron un poderoso tono amarillento con delgadas motas rojas y verdes, el siseo de la serpiente pareció una risa apenas sofocoda.
-''Bueno, tal vez no seas una simple viborita-'' sus siseos eran bajos y se oían casi risueños, el cabello y los ojos de Harry cambiaron a un amarillo chillón cuando la corona de la gran serpiente brilló, y entonces ya era miembro oficial de la casa de las serpientes. Los aplausos retumbaron en la gran sala y el chico fue acompañado por otro maestro hacia los balcones, tomando asiento con los otros alumnos de su edad, el menor agradeció con una sonrisa encantadora que dejó a más de uno embelezado.
Su corazón latía con prisa, mañana por fin vería a Severus; a pesar de haberse despedido de él en la mañana, a Hermione, y el patético rostro de Albus Dumbledore.
-Dobby- llamó en un susurro, el pequeño elfo de ojos verdes apareció con un ¡Pop! bajo la mesa, pasando desapercibido para los demás estudiantes.
-Necesito que lleves un pequeño presente a Albus Dumbledore, en la torre más alta- susurró lo último, el elfo asintió y con chasquido de dedos volvió a desaparecer.
La sonrisa de Harry volvió a ser encantadora, parecía atento a las palabras de director Fontaine, sin embargo, sus ojos recorrían sutiles entre los estudiantes, en busca de alguien que llamara su atención.
Por otro lado, el ambiente durante la cena de bienvenida era oscuro y lúgubre, los estudiantes se encontraban inquietos luego de que la noticia sobre la desaparición de Harry saliera a la luz, los Slytherin dirigían miradas sospechosas al director Dumbledore, los Ravenclaw se ponían a hacer varias teorías acerca del porqué, los Hufflepuff se dividían entre la histeria y el pánico, los leones no dejaban de hacer preguntas a Ron y a Hermione, quien permaneció en absoluto silencio durante toda la cena, ni siquiera había podido comer la mitad de su plato, ignorando las advertencias del director; sobre la unión de las casas en tiempos de guerra, las presentaciones de una horrible nueva maestra de defensa, apenas había terminado la cena ella se marchó, dejando a Ronald disfrutar de la atención que recibía, siendo los mejores amigos del desaparecido Harry Potter, las preguntas iban a ellos, y Hermione realmente no tenía la intención de responder ninguna de ellas. Con un suspiro bajo salió del gran comedor y se internó en los oscuros y vacíos pasillos de piedra.
Todo era tan silencioso ahora, oscuro y ni siquiera las antorchas proporcionaban una fuente de calor. Todo era tan vacío sin Harry, sin su mejor amigo.
Lo extrañaba tanto, no debió dejar de escribirle en las vacaciones por orden de Dumbledore, no debieron haberlo dejado en la casa de sus horribles parientes... Ella lo notó, ¡Siempre se nota! y aún así no dijo nada, porque Harry parecía no querer hablar del tema. Había sido tan mala amiga, la peor, y ahora su amigo había desaparecido y no podría hacer nada para remediarlo.
Era tan débil.
Pequeñas lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, y sin embargo, se negó a dejar salir sus sollozos, no podía caer más bajo que éso.
-Granger- oyó una voz detrás de ella y no dudó en girar con la varita bien en alto. Draco Malfoy permaneció quieto, sereno, con el rostro imperturbable.
-¿Qué es lo que quieres, Malfoy? No estoy para tu juegos- dijo dura, con el ceño fruncido y la varita aún en alto.
Los ojos grises de Draco se entrecerraron, sin embargo, poco asustado se acercó a ella con un fino pergamino enrollado en cinta verde en la mano.
-Léelo cuando estés sola- murmuró, acercándose aún más para poder dejar el pergamino en su mano -Él está por venir, y cuando aparezca deberás decidir tus lealtades- Hermione lo miró confundida, sus ojos brillantes a punto de derramar las lágrimas que con tanta vehemencia había aguantado.
-No confíes en Dumbledore, el marcado no lo hace- la chica abrió enormemente los ojos, intentó decir algo, preguntar por Harry, pero el rubio simplemente negó con la cabeza y apuntó el pergamino.
Oyendo el sonido de los pasos, Draco aprovechó para retirarse, dejando a una leona confundida pero feliz en medio del pasillo oscuro. Apretó contra su pecho el pergamino y corrió hacia el séptimo piso, en la sala de Menesteres no habría nadie que la moleste. Con las manos temblando, se dispuso a leer la carta.
Esa misma noche, Draco Malfoy se dirigía hacia el despacho de su jefe de casa, los eventos del día siguiente definiría quien estaría del lado de Harry y debía informar sobre los avances con Hermione, contuvo una sonrisa arrogante mientras dejaba un par de suaves golpes a la puerta del maestro de pociones.
Nadie jamás creería de una sangre sucia mortífaga.
Cuando Will le había pedido un favor, Alana había estado bastante dudosa, casi al borde del pánico, no sabía qué le pediría este nuevo Will, un hombre tan desconocido para ella; tal vez siempre habia sido así, se dijo la mujer notando la oscuridad bailando tras la aparente mirada nerviosa de Will, tal vez siempre fue así y ella siempre fue ciega.
Tan ciega.
¿Cómo no había podido notarlo antes? ¿Qué hacía florecer ésta oscuridad en él?
¿Cuándo se había convertido Will en tan buen actor? ¿Cuánto tiempo estuvo él ocultando todo éso? ¿Y porqué decidió mostrarse ante ella ahora? ¿Por qué? ¿Qué ocurrió ahora que ya no puede ocultar la maldad en sus ojos? ¿Qué obtuvo? ¿A quién obtuvo?
Había tantas preguntas...
Alana no era una mujer que temiera, sin embargo, el saberse engañada por tanto tiempo, el saber que estuvo al lado de toda esa maldad por tanto tiempo, sin sentirla, sin siquiera reconocer su existencia... definitivamente la hizo tener miedo.
Ahora, en aquél edificio gubernamental que se alzaba imponente frente a ella, se sentía nerviosa, mucho más que Will, no entendía qué hacían en aquél juzgado, miró al hombre a su lado, ataviado en un elegante traje negro, el émpata se veía demasiado atractivo, apretó los labios, se sentía casi fea a su lado, indigna.
No le gustaba ésa sensación.
Y un sentimiento oscuro empezó a crear un nudo en su estómago, algo estaba mal, definitivamente mal. Lo supo cuando, al ingresar al edificio los esperaba un Hannibal igual o más guapo, acompañado de una despampanante rubia con expresión de sufrimiento.
-Mano meilè- habló el hombre mayor, sus ojos únicamente fijos en Will.
-Mon chéri - fue la respuesta del agente del FBI, y Alana no tuvo ni siquiera que pensar mucho en aquellas palabras para saber su significado, un fuerte escozor llegó a sus ojos.
Quería gritar, quería llorar, quería desaparecer y todo al mismo tiempo, no quería soportar todo éso, no lo haría, no dejaría a Hannibal cometer una estupidez y por sobre todo...
No iba a llorar.
William estaba emocionado, ya había pasado por ésto y aún así se ponía nervioso ante la idea de contraer -de una forma no mágica- matrimonio con Hannibal.
Durante todo el camino en taxi pudo sentir la ansiedad de Alana, la mujer no era nada sutil, su mirada barría el cuerpo del hombre, quien traía puesto un elegante traje; los pensamientos de la mujer acerca de lo guapo que se veía y como no merecía un traje tan elegante y sobre la maldad oculta tras sus ojos azules parecían casi ser gritados. La mujer era casi un libro abierto, y con su empatía mejor desarrollada -cortesía de su tratamiento con pociones- era incluso mucho más fácil deslizarse en las mentes de las personas.
Tanto un don como una maldición.
Cuando el taxi paró frente al juzgado, la confusión de la mujer fue superada por su ansiedad, con pasos firmes se adentró al edificio gubernamental seguido de la despampanante mujer, más de uno se volteó a verlos, sin embargo una vez que su mirada se conecto con la de su compañero, todo a su alrededor pareció dejar de importar.
Hannibal se veía igual de impresionante en su traje, de un color carmín muy osado, pero que sin duda solo él podría usarla con tanta elegancia.
-Mano Meilé (mi amado)- lo saludó y sus manos acariciaron con cariño sus mejillas limpias y sonrosadas. Sus hijos le habían dicho que libre de vello facial se veía mucho más joven y atractivo, jamás pensó en serlo, nunca trato de impresionar a nadie, sin embargo, todos los días se descubría intentando ponerse bonito para su esposo.
Y era un sentimiento terrible, nunca había sido tan vanidoso y aún así, eran apreciados los halagos que bebía de los labios de su esposo.
-Hannibal- el menor le sonrió y se inclinó casualmente, siendo recibido por los labios del psiquiatra en un beso cálido y casto. Escucharon un chillido ahogado y un par de risitas, probablemente vinieron de Alana y Abigail respectivamente. Se separó del hombre con un sonrojo y una sonrisa encantada, un brillo de crueldad apareció en sus ojos cuando cruzó miradas con Bedelia y le sonrió.
-Mis diculpas por haberlas traído aquí sin ninguna explicación- comenzó Hannibal -Pero dado a que ustedes son las mujeres más importantes de nuestras vidas... después de ti, querida Abigail- la chica le sonrió desde su lugar, al lado de un hombre oscuro que Bedelia no conocía, pero Alana sí; Severus Snape lo miraba con una ceja arqueada en burla y la mujer de cabellos oscuros apretó los labios.
-Queríamos que fueran testigos de nuestra unión- terminó Will, sonriendo felizmente y regodeándose en su cruel placer al ver los rostros compungidos de ambas psiquiatras -Nosotros... hace mucho que hemos pensado en ésto, puede parecer apresurado- continuó, de repente poniéndose tímido y buscando la mano de Hannibal para entrelazar sus dedos.
-Pero es lo que queremos- finalmente habló el rubio mayor -Y nos alegraría mucho que compartieran con nosotros éste momento especial en nuestras vidas- su mirada carmesí pasó de Alana a Bedelia observando la reacción de cada una.
La elegante mujer rubia solo asintió, con la mandíbula apretada, no quería estar allí, éso se veía a leguas, Alana por otro lado, rió casi histéricamente, luego frunció el ceño.
-¿Estás hablando en serio?- dijo groseramente, su rostro deformado en una mueca de desagrado. Tanto Abigail, como Severus se tensaron y sigilosamente se acercaron, Hannibal cerró completamente su rostro y todo rastro de alegría desapareció, solo quedó una máscara de frialdad que heló el corazón de la mujer castaña. Will apenas y pudo contener su sonrisa, aunque sus ojos brillaron peligrosamente.
-Es tu paciente, Hannibal. Jamás creí que tu interés por su mente llegaría a este nivel, ¿Casarse? ¿Hace cuánto se conocen? ¿Son acaso un par de adolescentes que planean fugarse? ¿Porqué no fueron a Las Vegas? Así lo hacían todo más dramático- y Alana tuvo la osadía de rodar los ojos, Bedelia sintió pena por ella; sobre todo cuando la otra mujer recién pareció caer en cuenta de todo lo que había dicho y de la tension que había generado.
Tonta mujer, ciega... se dijo la mujer rubia, ella no conocía por completo a Hannibal, pero sin duda podría ver las sombras de que bailaban bajo la tranquilidad de sus ojos carmines.
La temperatura bajó en todo el lugar y ambas psiquiatras no ocultaron el escalofrío que les recorrió, sorpresivamente, fue Will quien habló; Alana ni siquiera lo había notado acercarse, pero cuando habló, con aquella voz tan suave, sintió un verdadero terror.
-La decisión fue tomada, Alana- murmuró tras ella, la castaña reprimió un grito y un salto del susto, pero se vio visiblemente afectada, Will pasó a su lado para poder colocarse a un lado de Hannibal, llevando sus manos a la cintura del mayor con delicadeza, una clara muestra de posesividad, sus ojos azules se clavaron en ella -Te considerábamos una persona lo suficientemente cercana para estar presente, para ser parte de ésto- sin poder contenerse dio un bufido bajo -A pesar de tus confusos sentimientos hacía ambos- fue un golpe bajo para la mujer que se vio visiblemente avergonzada -A pesar de que trataste de poner a Hannibal en mi contra- había una acusación allí y Alana desvió la mirada -A pesar de todo ello aún te apreciábamos, sin embargo lo primero que haces es juzgarnos- la mujer miró a Hannibal y éste le devolvió la mirada, la decepción brillando en sus ojos.
-Podría decir que me sorprende...- murmuró Hannibal -Pero realmente no lo hace, siempre fuiste de ésa manera, Dra. Bloom, atacas a quien no sigue tus deseos- Alana, la dulce Dra. Alana Bloom, siempre tan expresiva, con sus enormes ojos azules que ahora parecían brillar de indignación, todo en su postura estaba a la defensiva -Muy grosero- volvió a hablar. Y absolutamente todos sabían que Hannibal Lecter no soportaba la grosería. Alana, completamente ultrajada tras lo último que había dicho el buen doctor, no lo soportó y con fiereza se acercó a él con la mano levantada.
En esa fracción de segundo sucedieron muchas cosas a la vez que confundieron por completo a la mujer. La primera fue, que de manera totalmente experta Abigail había llegado con sigilo hasta donde ella se encontraba, tomándola con una fuerza no proporcional a su frágil aspecto de la muñeca, retuvo un grito de dolor y pareció que incluso a pesar de éso la chica no se movería, notó entonces, sus ojos azules demasiado parecidos a los de Will, que la miraba exactamente de la misma manera que el hombre lo había hecho en su consultorio. Lo siguiente fue que un par de oficiales comenzaron a acercarse debido a que fue ella quién había levantado la voz.
-Abigail, déjala- la voz de Will resonó y la chica miró con profundo odio a la mujer mayor antes de soltarla e ir con su padre.
La castaña mayor sintió su estómago retorcerse, no era posible que una adolescente reflejara tanto odio en su mirar.
-¿Ocurre algo señores?- preguntó un oficial, viendo con sospecha a Alana, quien veía de manera fúrica y tal vez, con una pizca de miedo a la adolescente mientras sostenía su mano lastimada en su pecho, protegiédose.
-Llegaron en el mejor momento, oficiales- pronunció Hannibal con su encantador acento -Fue una suerte que nuestra diferencia de opiniones no llegara a mayores, sin embargo, creo que la Dra. Bloom agradecerá que la acompañen fuera del establecimiento- ninguno notó el hechizo de compulsión que fue lanzado por Severus a los agentes de la ley, quienes, para mayor indignación de la psiquiatra, la tomaron del brazo conduciendo a la mujer hacia la salida, no sin antes disculparse con los demás.
Antes de que saliera completamente del lugar, Alana se giró para mirar hacia la pareja. Hannibal se vio inusualmente serio, y apenas cruzaron miradas sus ojos se volvieron más fríos y sus labios se distorsionaron en una mueca de asco, y algo en su pecho pareció romperse y dolió. Will por otro lado, así de hermoso como se veía; con sus rizos oscuros enmarcando su bonito rostro angelical... se veía satisfecho, sus ojos azules se conectaron con los de ella y él le sonrió, le sonrió de manera malvada mientras la mano del perfilador rodeaba la cintura del psiquiatra mayor.
Todo había sido adrede.
La invitación de verse hoy sin decirle nada, darle la noticia así de repente. Will había planeado todo éso e incluso pudo prever su reacción, porque quería alejar a Hannibal de ella incluso mucho más de lo quebya estaban.
Will era peligroso, y no hacía más que confirmarlo más y más a cada momento.
-Bien, eso fue muy inoportuno... ahora te has quedado sin un testigo, mi amor- fue lo primero que dijo el rubio. El rostro de Will era una mezcla de diversión y crueldad que que dejó con los pelos de punta a Bedelia. La mirada que Will le había dado significó nada y todo al mismo tiempo. Estaba más que claro quién ocuparía el lugar de Alana como psiquiatra de Will en caso de que la misma no quisiera continuar con la terapia; lo cual era casi seguro.
-Si me permiten...- comenzó Severus, algo dudoso de lo que vendría a continuación -Me sentiría muy honrado de ayudarlo, Sr. Graham- Bedelia miró con ojos calculadores al atractivo hombre de negro que había venido con los Lecter al juzgado, no lo conocía, sin embargo transmitía la misma aura aterradora que toda la maldita familia. Notó entonces, aún más interesada, la reacción de Will. Sus facciones parecieron relajarse, una sonrisa suave, para nada malvada se instaló en sus labios y se acercó con los ojos brillantes al hombre.
-Estoy seguro que a Harry le alegrará mucho tu decisión, Severus- comenzó Will, acercándose al hombre y dejando su mano en la mejilla del pocionista, quien se veía visiblemente avergonzado, aquella aura maternal que poseía William parecía crecer cada día más, y parecía tener un especial cariño con Severus, quién poseía un alma rota como la suya -Me encantaría que fueses mi padrino- dijo al fin, con toda esa aura rodeando todo el cuadro y aunque Hannibal quiso sentirse celoso, realmente no podía, porque comenzaba a ver a Severus como familia también.
Abigail sonrió, mientras se acercaba feliz a los mayores -Bueno... entonces ¿Qué esperamos para que se casen?- dijo con emoción, la pareja asintió mientras iban hacía una de las oficinas, Bedelia comenzó a seguirlos una vez que recibió una profunda mirada de Hannibal.
Ésta vez, no hubo una gran ceremonia con mucha simbología y rituales como en el enlace mágico, sólo se acercaron a un juez, que con voz monótona empezó a explicarle todos sus derechos y obligaciones para con el otro al contraer matrimonio, una vez todo estuvo dicho, entregó un certificado matrimonial con sus nombres y tanto Hannibal como Will plasmaron sus firmas al final de la hoja, poco después, los testigos hicieron lo mismo y más por compromiso que por otra cosa, el juez felicitó a los nuevos maridos.
-Felicidades- habló Bedelia, mirando con detenimiento a la pareja, su felicidad notándose a leguas. Ambos hombres agradecieron por cortesía y la invitaron a almorzar ése día, Severus no pudo quedarse mucho tiempo más, la hora del desayuno en Hogwarts estaba a tan solo cuarenta minutos de terminar y debía estar allí para cuando Harry apareciera.
Se disculpó con la familia, prometió reunirse con ellos en la brevedad y Abigail le pidió que mandara a Harry sus saludos. El hombre de negro asintió y sonrió una última vez antes de marcharse.
-Bueno- comenzó Hannibal tras un momento de silencio una vez que Severus se fue -¿Quién tiene hambre?- preguntó, y tras unas suaves risas por parte de su familia y junto con su invitada, se dirigieron a la estancia del hombre mayor, que ahora, ante la ley mágica y muggle, era de Will también.
Las pequeñas piezas comenzaban a moverse en el tablero de Will, quien tras disculparse brevemente se dirigió a un silencioso pasillo.
-Lexie- llamó en un susurro, y a pesar de que la pequeña hada no era visible, Will pudo oír el susurro de sus aleteos.
-Necesito que hagas algo por mí- continuó una vez sintió el pequeño peso extra del hada en su hombro.
Pensó entonces en Alana, en la grosería cometida hacia su familia, pensó entonces en todo de lo que ella se sentía que era para enorgullecerse; su amistad con Hannibal, su ética profesional, su prestigio como psiquiatra dentro del FBI... su estabilidad emocional. Will sonrió de forma macabra, apenas y estaba empezando.
A diferencia de Hogwarts, las clases en Ilvermony empezaban a las ocho y media de la mañana, por lo que el desayuno se servía desde las siete hasta las ocho, la media hora que quedaba los estudiantes lo utilizaban para prepararse para sus clases de la mañana. El dos de septiembre, a las ocho con diez minutos, Harry se encontraba tocando la puerta del director Fontaine. La pesada puerta de madera se abrió y el adolescente lo tomó como una invitación no dicha, al ingresar a la oficina, Harry notó el montón de retratos que fijaron sus ojos en él -algo que tenía en común con el bastardo de Dumbledore-, su mirada quedó sobre el hombre tras el ordenado escritorio.
-Joven Lord- lo saludó el hombre, indicándole que tomara asiento, Harry asintió en su dirección obedeciendo.
-Buenos días director- el hombre lo miró con curiosidad.
-¿A qué debo su visita, joven Lord?- preguntó el hombre -¿No se siente cómodo? Puedo asegurarle que todos se sienten de ésa manera en un principio, y que extraña su antiguo colegio, pero espero que pueda darle una oportunidad a Ilvermony- habló apresuradamente el hombre, desde la primera carta que habían enviado al director, supieron que estaba encantado de recibirlo, y Harry no sería un digno descendiente de Salazar si no supiera aprovechar ésta ventaja para lograr sus objetivos.
-No es éso, director- pronunció tímido, antes de sonreír apenas -Desde ayer he quedado encantando con el castillo, es bueno saber que no seré perseguido aquí por mi don- los ojos del director Fontaine brillaron.
-Usted es el primer parselthongue que recibimos desde los descendientes directos de la fundadora Isolt- los ojos de Harry cambiaron a amarillos por la emoción.
-Lo sé, por éso mismo quería preguntarle si no le molestaría que dejase un retrato de Salazar para que los alumnos tengan acceso a él y a sus conocimientos- el director Fontaine se veía visiblemente sorprendido, aunque no por ello menos maravillado por el joven frente a él.
-Éso sería simplemente un gran honor, pero Joven Lord, ¿no sería más adecuado que llevara ése retrato a Hogwarts? Después de todo Salazar Slytherin fue su fundador- Harry asintió, ésta vez con seriedad.
-Lo sé, dispongo de tres retratos de Salazar en mi bóveda, una permanece en mi casa, sin embargo, dado que esos retratos serían considerados reliquias históricas, me gustaría que alumnos, jóvenes quienes tienen sus mentes abierta a todo tipo de información, todo tipo de magia, se empapen de todo el conocimiento de mi ancestro- el director se veía conmovido, por lo que asintió con rapidez.
-Lo volveré a repetir, joven Lord...- sin embargo, el menor lo interrumpió.
-Solo Harry, por favor, o puede llamarme por mi apellido, Lecter. Es verdad que soy Lord de la casa Potter, pero me siento más cómodo siendo llamado simplemente por mi nombre- el director comprendió su incomodidad y simplemente asintió con una sonrisa suave.
-Entiendo, señorito Lecter, sería un honor tener ése retrato en nuestra escuela- el chico sonrió, pero luego se puso un poco más serio.
-Sin embargo, ésa no fue la razón principal por la cual quise hablar con usted, señor- el director Fontaine entonces notó que mostraba un pedazo de pergamino algo rústico, era papel artesanal, notó con curiosidad.
-Debido al ser descendiente de Godric Gryffindor, otro de los fundadores de Hogwarts, el cuidado de los centauros del bosque prohibido de ése colegio recae en mí debido a un pacto hecho por el fundador y la primera manada de centauros- comenzó a explicar Harry -Una vez reclamé mis herencias, me puse en contacto con los centauros, más específicamente con Firenze, siempre fue más accesible en cuanto a los tratos con los magos, el tratado de otro de mis antepasados está en peligro por una estúpida guerra, y no permitiré que aquellos bajo la protección de mis antepasados sufran por los delirios de grandeza de un anciano- su voz se hizo cada vez más amarga a medida que iba hablando.
-Entiendo perfectamente a lo que se refiere, joven Lecter- habló el director -¿Hay algo más que quieras decirme?- preguntó.
-Quería pedirle un permiso, para poder ir a hablar con los centauros, hablar con los jefes de casa de Hogwarts acerca de los cuadros que quería donar... Sé que la srta. Quintana le contó todo lo que el director Dumbledore me hizo, y quién es el otro heredero de Slytherin, mi tío- el hombre frente a él asintió -Quiero que sepa que jamás pondría en peligro a los alumnos de éste colegio, éste es mi nuevo hogar ahora, sin embargo mi guerra contra Dumbledore no ha terminado, debo ir, y tomar mi lugar como heredero de la mitad de Hogwarts, para hacerle saber que no es dueño y señor de mí castillo- los normalmente alegres ojos del director cambiaron, se hicieron fríos y calculadores. Incluso pareció crecer unos centímetros.
-He de decir que encuentro la guerra del Ministerio Británico contra Lord Voldemort una completa estupidez- comenzó -No pondré en peligro a mis estudiantes, joven Lecter, ni siquiera dude en que desataré toda mi ira contra aquellos que intenten atentar a éste colegio... sin embargo, usted también pertenece a ése grupo, ya es parte de éste colegio, por lo que cuenta con mi protección- Harry casi quiso sonreír, sin embargo solo bajo la cabeza algo avergonzado -Aunque sinceramente no creo que la necesite- levantó una ceja en su dirección y Harry soltó una leve risita.
-No, creo que no. Pero aprecio el gesto, señor- el director rió también, más calmado ésta vez.
-Usted tiene el permiso, señorito Lecter, si el señor Dumbledore intenta algo contra usted, o contra su familia, sabe que puede contar conmigo, sin embargo, tome éste consejo... Envíe una carta a la Presidenta, siempre es mejor estar en buenos términos con la política, sé que la Macusa estará muy satisfecha al saber que una gran reliquia de la historia de la magia sea donada al colegio- Harry asintió comprendiendo.
-Redactaré ésa carta ahora mismo, señor ¿A qué hora cree que puedo ir a Hogwarts?- preguntó.
-Sé que como dueño de la mitad del colegio tienes muchas responsabilidades, hay mucho peso sobre tus hombros, Harry- usó su nombre de pila -Sin contar con tus deberes como Lord de tan ancestres casas, supongo que podría darte un permiso permanente con la promesa de que no descuidará sus estudios- lo miró de forma inquisitiva.
-Por supuesto que no señor, estoy muy comprometido con mi educación, debo enorgullecer a mi familia- el director Fontaine sonrió.
-Puedes ir después de mandar vía lechuza ésa carta, Señorito Lecter- el más joven sonrió, sus ojos brillando de color naranja antes de agradecer y despedirse.
Una vez llegó a su habitación comenzó a redactar una carta para la Presidenta, la selló con el emblema de la casa Potter y firmó en ella como Lord Harry James Lecter Potter - Gaunt, después de alimentar a Hedwig, le entregó la carta para que luego saliera en dirección al Congreso.
-Dobby- llamó Harry al elfo, que no tardó en aparecer.
-¿Que puede hacer Dobby por usted, amo?- preguntó la criatura.
-Avisa a Severus que en exactamente en diez minutos iré- el pequeño elfo asintió y lo miró con sus grandes ojos verdes brillando de emoción.
-También prepara el regalo de Dumbledore, debiste dejarlo en la torre de Astronomía, no olvides las flores que te dije, lo encontraran los de séptimo año hoy por la noche, éso si nadie pasa por ahí antes- sonrió, sus ojos pasaron del verde habitual a un rojo sangre mientras su cabello se hacía más y más claro, sus dientes en forma de picos hicieron acto de presencia apenas sonrió de forma macabra.
-Has sido un buen elfo, Dobby, sin embargo, ahora deberé darte otro trabajo- la criatura llorosa asintió tras el cumplido, completamente dispuesta a recibir su siguiente tarea.
-Verás... necesito que me consigas información de ciertas familias- dijo, recordando cierta historia sobre la familia de su padre.
En el gran comedor se extendía un silencio casi estremecedor, la casa Gryffindor no era bulliciosa como siempre, los Ravenclaw y Hufflepuff permanecían en un silencio apreciativo, e incluso los Slytherin respetaban el luto de todas las casas por la desaparición de Potter.
La casa de la serpiente sabía; aunque fuera absolutamente loco, que lo que dijera Potter sobre el Señor Tenebroso, era real. Era el maldito elegido, por supuesto que tendría alguna especie de conexión con el Señor Oscuro, si decía que volvía, por la tanga de Morgana que lo haría, y en los últimos días de clases en el año anterior, se habían preparado para ello, y les sirvió, porque el Señor Oscuro anunció su regreso a sus mortífagos, e incluso aquellos de cursos mayores ya habían tomado la marca.
En medio de todo el silencio, Hermione Granger, desde su asiento habitual al lado de Ronald Weasley, observaba con atención al príncipe de Slytherin; Draco, que solo unos minutos atrás había conjurado un tempus para dejar de lado su desayuno, ni siquiera lo había terminado, pero lo apartó, y comenzó a mirar fijamente la entrada del gran comedor, en la espera de alguien.
Frunció el ceño, se sentía herida ¿Porqué Harry le había dado una carta para a ella a Malfoy? ¿Acaso confiaba más en él? ¿Y de ser así, por qué? ¿Qué hizo Draco Malfoy para ganarse el favor de Harry? Aquel a quien consideraba su mejor amigo.
La chica apretó los puños bajo la mesa mientras sentía sus ojos picar nuevamente, sin apartar sus ojos del rubio sentado en el otro extremo del gran comedor. Notó entonces como el chico comenzó a masajearse las sienes, como si estuviera harto, y sus fríos ojos grises se conectaron con los suyos: ''Superalo'' era todo lo que transmitía esa mirada, no había la arrogancia típica del chico, no había emoción, o la intención de querer hacer daño, simplemente le decía que lo superara, era algo que no podría cambiar. Y al parecer, ser el nuevo favorito de Harry no le agradaba demasiado a Malfoy tampoco.
Pero no era algo que simplemente pudiera ignorar, o en su defecto, aceptarlo.
Fue así que ambos comenzaron a notar la electricidad que iba acumulándose en el aire, entonces todas las antorchas del gran comedor se apagaron, los maestros se extrañaron y miraron a Dumbledore en busca de una explicación, pero el mismo mago se veía sorprendido; más aún cuando las paredes del castillo comenzaron a vibrar y truenos comenzaron a oírse dentro del gran salón.
Entonces un enorme rayo aterrizó en la entrada mismo del gran salon, provocando que los estudiantes más cercanos, gritaran. Sin embargo, grande fue la sorpresa de todos cuando, apenas se disipó el humo tras la caída del rayo, un joven apareció, de porte aristocrático; traía puesto unos pantalones negros, botas de piel de dragón, una camisa de seda color carmín y una túnica abierta también negra, su cabello de un rubio oscuro fue lo primero que se vio, seguido de su ojos, unos de color verde brillante como la maldición asesina... lo último que vieron, fue su cicatriz, apenas visible ahora que su horrocrux estaba fuera de ella, pero aún así muy reconocible.
Los primeros jadeos no se hicieron esperar, Harry Potter se había aparecido en el gran comedor, algunos maestros se habían levantado de su silla, sin embargo, al ver al director aún sentado no se movieron más.
Harry, con paso seguro avanzó por entre las mesas de las casa de Hogwarts hasta quedar frente mismo a la mesa de los maestros, sin mirar siquiera una vez al director, pasó su mirada por cada uno de los jefes de casa, aplicó un sonorus sobre sí y habló:
-Saludos, maestros de Hogwarts- realizó un asentimiento hacia la mesa frente a él -También a ustedes, estudiantes- dio una media vuelta saludando así también a las cuatro casas.
-¿Qué se supone que es ésto, Potter?- el primero en hablar fue Severus, con su ceño fruncido, y Harry no pudo evitar pensar en lo bonito que se vería totalmente abierto y dispuesto a recibirlo ahí, sobre esa mesa casi sagrada. Sus ojos cambiaron de verdes a un rosa brillante cuando dirigió su mirada al hombre, hubo otro jadeo generalizado, ésta vez por los profesores.
-Primero que nada, Maestro Severus, vengo aquí en caracter oficial, como Lord de la casa Potter, de la casa Peverell y de la casa Gryffindor- los murmullos comenzaron a circular por todo el gran comedor -Así también, como heredero de la casa Black, de la casa Lecter, de la casa Gaunt y de la casa Slytherin- nuevamente los murmullos comenzaron, y el muchacho dio unos pasos acercándose al oscuro maestro. De reojo notó la tensión generada en los cuerpos de casi todos los maestros, especialmente en Albus Dumbledore.
-Aquí puede ver, los Centauros me citaron éste día para una reunión con ellos- entregó la carta y Severus dio un rápido vistazo, como si ya no supiera el contenido de ésta. Harry le miró, con una sonrisa casi malvada pintada en sus labios.
-Es verdad- dijo más para los maestros que para cualquier otra persona -¿Planea algo más aquí, Lord Potter?- la nariz de Harry se arrugó con desprecio, pero el gesto pasó desapercibido para todos.
-Me gustaría contar con la presencia de todos los Jefes de Casa- dijo mirando a cada uno de los maestros -Planeo tener una reunión con ustedes en la cámara de los secretos de Salazar Slytherin- se escuchó un grito en algún lugar dentro del gran comedor. Así como los susurros amargos de una maestra desconocida para él, no giró para observarla, mas la reconoció como la rosa al costado de McGonagall.
-Me temo que éso no se podrá, mi querido muchach...-
-Me temo que el que no entiende es usted, Dumbledore- lo interrumpió, su magia se agitó y los ventanales vibraron con fuerza. -Yo no necesito su autorización para entrar o salir de mí casa, es más es usted quien no puede hacer malditamente nada sin la mía- un silencio sepulcral se alzó en el comedor, ni si quiera se atrevían a respirar con fuerza -Disfrute mientras pueda su posición como Director, Dumbledore. No lo tendrá mucho tiempo- su cabello cambió a un rubio mucho más claro, casi del mismo tono que el de los Malfoy y se giró nuevamente a Severus.
-Me gustaría que los Jefes de cada casa me esperaran frente al baño de mujeres abandonado del segundo piso. Maestro Severus, ¿Quiénes son sus prefectos?- preguntó.
-Draco Malfoy y Pansy Parkinson- Harry lo pensó durante un rato.
-Que lo acompañe el heredero Malfoy- y el hombre de negro simplemente asintió, Harry se giró a su antigua jefa de casa.
-Profesora McGonagall, también necesitaré uno de sus prefectos- dijo observándola. La mujer se debatía entre responder o no, su mirada iba de Harry a Dumbledore, pero el viejo mago parecía en un estado de Shock, aún sin poder responder a lo último que le había dicho wl adolecente.
-La señorita Granger y el Señor Weasley son los prefectos de Gryffindor- respondió la mujer. Harry ésta vez ni siquiera lo pensó mucho.
-Me gustaría que fuera la señorita Granger- respondió con rapidez, se giró hacia el profesor de encantamientos y la profesora de Herbología.
-Me temo que sólo pensé en prefectos de las casas a las cuales me encuentro vinculada como heredero, sin embargo, sería injusto para las demás casas, espero que elijan sabiamente a la persona a quien darán acceso a la cámara de los secretos- sin más se giró para empezar a ir hacia la salida.
-Los veré en el segundo piso en una hora- y antes de llegar a la salida del gran comedor, volvió a desaparecer.
El silencio se extendió por alrededor de cinco minutos antes de que la mayoría salga de su estupor, Severus terminó su desayuno en tiempo récord antes de levantarse, provocando que los maestros lo siguieran con la mirada.
-Si me disculpan, iré a hablar con mi prefecto, ustedes deberían hacer lo mismo-
-No me digas que realmente le haras caso, Severus- dijo Albus, un brillo divertido en sus ojos, pero apenas cruzó miradas con el maestro de pociones supo que, de hecho, lo haría.
-Por supuesto que lo haré, el mocoso demostró ser dueño de la mitad del castillo, ¿Porqué otra razón podría aparecerse aquí dentro? ¿Porqué otra razón los centauros pedirían una reunión con él, como Lord Gryffindor?- alzó una de sus cejas como si acabara de decir algo realmente estúpido.
-No sé ustedes, pero yo no me privaré de conocer la Legendaria cámara de los secretos, y a diferencia de muchos, antes de sacar conclusiones, escucharé al chico- y se giró, ondeando la capa de su túnica tras él, acercándose a Draco Malfoy y viendo como ambos desaparecían del gran comedor. Tras un momento de duda, Minerva siguió su ejemplo, y a ella lo siguieron Filius y Pomona.
El director mantenía una sonrisa amable en su rostro, tratando de tranquilizar tanto a los profesores restantes como a los alumnos.
Nadie notó como la fuerza destructiva de su magia había agrietado el suelo de piedra bajo sus pies.
Nadie notaría su enojo.
Nadie notaría que el brillo de sus ojos había sido reemplazado por una fría capa de ira.
Apenas encontrándose a unos metros del bosque prohibido, Harry notó como Firenze aparecía. Con su cabello rubio platinado, y sus ojos asombrosamente azules, Firenze era sin duda el centauro más hermoso que había visto Harry. El menor saludó con una pequeña reverencia que la criatura imitó y durante algún tiempo solo se miraron.
-Marte brilla intensamente sobre tu silueta, joven mago- fue lo primero que dijo Firenze, Harry sonrió, todo dientes afilados.
-Espero que brille de manera favorable- respondió, sabiendo que el planeta de la guerra lo seguía.
-Lo hace, sin embargo, éso no significa que sea favorable para los demás- volvió a hablar y comenzó a andar dentro del bosque, Harry comenzó a seguirlo aún sonriendo, no dijo nada más en todo el camino, y el centauro parecía no querer hacer conversación.
-Magorian no estaba feliz con la visita de un mago- comenzó Firenze, cuando comenzaron a ver varios miembros de la manada, algunos potrillos lo observaban con curiosidad, pero no pasaba mucho hasta que sus madres los alejaban -Pero sin duda era mejor hablar con el heredero de nuestro trato con Gryffindor que con un perro de Dumbledore- Harry supo muy bien a quien se refería como ''perro''. Asintió ésta vez más serio, y cuando llegaron, Magorian los esperaba, junto con Ban y Ronan.
-Saludos, centauros. Vengo aquí como heredero de Gryffindor a hablar del trato que ustedes tuvieron con mi ancestro- inclinó su cabeza para saludar, ninguno de los centauros frente a él tuvo la misma delicadeza que Firenze al saludarlo.
-Tu ancestro nos dio éste lugar y dijo que ningún descendiente podría quitarnoslo- habló primero Ban, los ojos de Harry se volvieron de color celeste pálido y su mirada se giró bruscamente hacia él.
-¿Éso fue lo que dijo Dumbledore? ¿Que si no seguían sus órdenes, los desterraría de su hogar?- preguntó, y aunque su voz no sonaba más fuerte que antes, la rabia era muy notable en su tono.
-Lo hizo- ésta vez fue Magorian quien habló -Dijo contar con el apoyo del heredero del castillo, y que si no seguíamos su causa, era muy fácil que utilizaran el espacio que ocupa nuestra manada para otras criaturas que sí estaban dispuestas a ayudar- terminó, notando como los ojos del pequeño mago frente a él se ponían de color rojo, más de uno de sus guerreros agitó su cola nerviosamente ante la mirada de muerte del chico.
-Pues mintió- aclaró Harry -Desde el verano pasado no tengo contacto con Dumbledore, y él no puede hablar por mí- miró a cada uno de los presentes con seriedad -Me gustaría que dejaran que Firenze fuera el contacto directo conmigo para ustedes, no será la primera ni la última vez que Dumbledore mande a sus lacayos o él mismo venga a amenzar su hogar- la electricidad en el aire pareció aumentar y rodear el cuerpo del joven mago -La protección no solo de la casa Gryffindor, sino la de la Casa Potter y la Casa Lecter está a su disposición- notó como algunos de los centauros fruncían el ceño en descontento, sin embargo alzo la mano antes de que cualquiera pudiera replicar -Sé que ustedes son guerreros y que no necesitan la protección de nadie, pero es Dumbledore de quien estamos hablando, y él no dudará en exterminar ésta manada si no lo obeden, mi guerra es contra él, pero ése hombre no dudará usar trampas para herirme- dio un suspiro y miró a Magorian con sus profundos ojos ahora negros, debido a que su herencia veela fue activada por la furia que sentía en éstos momentos -Hogwarts es mi hogar tanto como el suyo, no podría dejar que alguien con un alma podrida como el director les arrebate todo lo que conocen por sus ansias de poder- fue lo último que dijo, y un silencio sepulcral se levantó sobre la reunión.
-¿Buscas apoyo nuestro en tu guerra?- preguntó Ban ésta vez, Harry comenzó a negar con la cabeza.
-No, busco que se mantengan al margen, que no sean aliados de Dumbledore, siempre se mantuvieron neutrales en las guerras de humanos, espero que continúen así- fue su sincera respuesta.
-¿Qué es lo que buscas, joven potro?- preguntó Magorian, sus ojos eran de color celeste, casi blanco, y te daba la misma sensación que Ollivanders, la de que estaba mirando tu alma.
Harry sonrió y sus ojos y su cabello se tornaron de negro.
-La destrucción de Dumbledore- fue su respuesta. Otro momento de silencio pareció extenderse en el lugar. Hasta que el jefe de la manada asintió.
-Bien, Marte brilla de manera favorable sobre ti, joven potro, vamos a mantenernos al margen, sin embargo, es seguro que Dumbledore volverá, ésta misma tarde, de hecho- Harry asintió, seguro de ello.
-¿Hay alguna roca o arbol que ustedes consideren sagrado? Me gustaría ponerles protecciones de sangre al lugar donde habita su manada- habló Harry. Magorian miro a sus potros, potras y potrillos, todos ellos se veían asustados por la amenaza de Dumbledore, si venía éste mago, a ofrecer su protección a cambio de mantenerse alejados del director, lo tomarían.
-Tenemos unas rocas que nos entregó Godric hace más de mil años, tiene sus propias protecciones, dijo que era en caso de que algún día estuvieramos en peligro, nos ayudó durante la primera guerra, pero las volvimos a guardar hace casi quince años- El mago asintió, y pidió que por favor le mostrasen las rocas.
Tras unos minutos de silencio, llegó Ronan con un par de pieles que parecían guardar algo precioso dentro, y no se equivocó, dentro había cuatro cuarzos del tamaño de una bludger, había un leve rastro de magia que pulsaba desde dentro de las rocas que tenían un centro rojo escarlata, seguramente del ritual de sangre que realizó su ancestro hace más de mil años, por éso es que la magia que venía de ellos era tan débil.
-Está muy debilitada- dijo para nadie en concreto -Necesitaré además de ésto, sangre del jefe actual y del próximo, para mezclarlo, cada vez que un nuevo jefe llegue, debera poner una gota de su sangre en cada roca, como prueba de su amor por ésta comunidad y su compromiso en protegerlos. Si no están seguros de ésta tarea, entonces la roca absorberá toda la magia de ése jefe para complir con el deber que ése centauro no pudo- fue serio, lo que realizaría sería prácticamente magia oscura y la manada lo sabía, sin embargo, era por un buen motivo, y quiénes eran ellos para clasificar la magia en luminosa u oscura, la intención era todo lo que valía.
Magorian y Ban se acercaron, y Harry sacó su varita, se hizo un corte en la palma de su mano y las paso por cada una de las rocas, siendo generoso en cuánta sangre dejaba a cada una, cuando terminó ambas criaturas se hicieron un pequeño corte en la palma también, no tan profundo como el de Harry, pero sí lo suficiente como para dejar libre unas cuantas gotas de sangre, las cuales cayeron sobre las rocas manchadas y éstas brillaron en dorado, con un movimiento de mano, el mago curó las heridas de los dos Centauros, y sin dejar que estos quedaran asombrados por la magia curativa sin varita, el joven mago comenzó a susurrar cosas en parsel.
-Ésta manada ahora no solo está protegida por la descendencia de Godric Gryffindor, sino también por la de Salazar Slytherin- anunció Harry, algo pálido por haber realizado magia avanzada en parsel.
-Gracias, joven potro- pronunció Magorian, dejando sorprendido a muchos. -Querías que Firenze fuera tu contacto entre la manada y usted, lo será- acordó el jefe, Harry sonrió, sin embargo poco a poco comenzó a verse más tímido, dejando atras al chico que acababa de hacer un ritual oscuro de protección.
-Jefe Magorian, verá... yo tengo una hermana- comenzó a hablar, picando la curiosidad del viejo centauro -Es una humana, sin magia- aclaró, dejando estupefacto a más de uno -Sin embargo, ella ha estudiado más que nadie el arte de la adivinación y la astrología, es mimada por las hadas del bosque y está esperando a que su familiar nazca- gracias a sus nervios comenzó a hablar demás provocando gracia en Magorian, quien pensaba que aún había inocencia en el joven potro.
-Es raro que un humano sin magia sea mimado por las hadas, generalmente ellas suelen ser llamadas por más magia, o un corazón demasiado puro... o demasiado oscuro- Harry sonrió enigmático. Magorian creía que probablemente sea lo último.
-Ella es mi hermana mayor, si ella me pide algo, no importa lo que deba hacer, se lo conseguiré para no afligir su corazón- dijo Harry -Por eso, quería saber si alguno de su manada estaría dispuesto a enseñarle, es una buena estudiante, incluso Severus Snape piensa éso- y al parecer, mencionar al mago que siempre les regalaba pociones para sus males del cuerpo, terminó por convencerlo.
-Si dices que incluso el mago curandero ha dicho que es buena estudiante, entonces debemos verlo con nuestros propios ojos, traela un día, y nosotros juzgaremos si es digna de nuestros conocimientos- Harry contuvo una gran sonrisa, sin embargo solo asintió y realizó una reverencia.
-Les informaré mediante Firenze qué día vendremos, ya que actualmente no estoy estudiando dentro de éste castillo- eso pareció sorprender a la criatura, pero asintió.
Las rocas fueron entregadas con sumo cuidado al jefe, que vería dónde ocultarlos de la vista de intrusos. Harry se despidió y fue guiado nuevamente por el centauro rubio a las afueras del bosque.
-Ten cuidado con aquellos que se acercan demasiado a ti, joven Potro- mencionó Firenze mirando el cielo -Hay quienes van tras tu compañero de alma- y a lo lejos, Harry podía ver a una furiosa mujer vestida de rosa y con cara de sapo, parecía querer colapsar por verlo caminar con un centauro, sin hacerle mucho caso a la mujer insignificante, se giró hacia Firenze.
-Gracias por guiarme de vuelta, Firenze. Tomaré en cuenta lo que me has dicho- la criatura rubia asintió y con un suave trote volvió dentro del bosque.
Observó la silueta del centauro desaparecer antes de dar una rápida caminata al lago negro, según Tom, las sirenas nunca habían sido tomadas como una fuerza a tener en cuenta en la guerra por obvias razones, sin embargo, con el incentivo correcto y con su carisma heredado del propio Voldemort, tal vez lograría convencer a la reina de las Sirenas para una conferencia con él.
Por ahora, solo debía poder hablar con alguna de ellas para que entregara la carta a la reina.
Fue así, como esperó al menos veinte minutos agachado cerca de la orilla del lago negro, había utilizado un montón de hechizo para llamar la atención de las criaturas, sin embargo, al parecer solo tenía que recurrir a la belleza de las flores para tener la atención de la mayoría de ellas.
Entonces fue que, tras un hechizo para invocar flores de Lirio y Petunias sobre toda la extensión de agua y comenzar a moverlas en un patrón abstracto sobre la superficie que notó varias cabezas saliendo para observar más de cerca, Harry aprovechó ésto para conjurar algunas coronas de las mismas flores e iba dejándolas sobre las cabezas de las criaturas con un básico Wingarium Leviosa.
Las sirenas chillaron al sentir como las coronas de flores eran dejadas sobre sus cabezas, Harry comenzó a atraer las flores de la superficie del agua hacia él y sólo así parece que notaron su presencia, el joven les dio un asentimiento a modo de saludo, alguna que otra osada se lo devolvía, otras más tímidas se escondían aún más en el agua.
Harry extendió la mano con una carta con varios hechizos para que la tinta no se borrara con el agua o el papel se deshiciera hacia la criatura más cercana a él.
Realmente había muy poca información sobre las Sirenas o su reina, sabían poco o nada sobre su civilización y tal vez ésta carta sellaría su destino con ellas, un futuro con pronóstico positivo o negativo, dio una profunda inspiración cuando la carta le fue arrebatada con rapidez de las manos.
Allí iba prácticamente el destino de los magos para con aquellas criaturas, una palabra mal escrita en ésa carta, una frase que no sea tomada de la manera deseada, y éstas criaturas aborrecerían a los magos para siempre, hasta su extinción.
-¿Podrías llevárselo a tu líder, por favor?- preguntó, la criatura miró con sospecha la carta, pero igualmente asintió. Harry le sonrió antes de dar un asentimiento en su dirección.
-Gracias- murmuró antes de lanzar otro hechizo que haría que lloviera sobre ellas más flores, escuchó nuevos chillidos de alegría y les sonrió una última vez antes de dirigirse al interior del Castillo, agradecía que ningún maestro permitió salir a los alumnos, no tenía ganas de explicar lo sucedido.
Bueno, se dijo Harry sonriendo de manera macabra una vez comenzó a subir las escaleras hacia el segundo piso, era hora de comenzar el show.
Harry sonreía mientras caminaba por los pasillos del castillo, hizo aparecer un largo bastón negro, muy parecido al que utilizaba Lucius Malfoy si mal no recordaba; observaba a los curiosos estudiantes que lo miraban casi con terror, como si ante ellos estuviera el alzamiento del próximo Señor Oscuro de Inglaterra, algo no muy alejado de la realidad. Sin embargo, una vez estuvo en el segundo piso; más específicamente en el pasillo que lo llevaba al baño de niñas abandonado, su sonrisa desapareció al ver a la horrible mujer de rosa al lado de Severus, al lado de SU Severus, toda emoción existente en su rostro desapareció y liberó adrede una parte de su magia; los primeros en sentirlo fueron Draco y Hermione, seguido del Maestro de pociones, ya que eran los más cercanos a él y conocían su magia. Entonces, a medida que iba acercándose, poco a poco los maestros y perfectos comenzaban a sentir la presión ejercida por su magia, la mujer con cara de sapo y la maestra de Herbología fueron las más sensibles, que incluso tuvieron que sostenerse de alguien cercano para no caer ante tanta presión mágica.
La horrible mujer de rosa se sostuvo de SU Severus. Su mano tembló de ira, sería tan fácil solo matarla.
-Creí haber sido específico con respecto a quiénes me acompañarían a la cámara- su voz helaría la sangre de cualquiera, todos dieron un brinco cuando llegó frente la a la entrada del baño de mujeres donde se encontraba la cámara y dio un golpe con su bastón -Entonces, si lo fui ¿Qué hace ésta mujer aquí?- dejó la pregunta al aire, mirando con una ceja levantada a todos, sus ojos pasaron por cada uno de los Jefes de Casa hasta terminar sobre el feo rostro de la mujer de rosa, quien con una mirada altanera dio un paso al frente.
-Yo soy Dolores Umbrige, sub secretaria del Ministro y...- no pudo terminar pues rápidamente fue interrumpida por Harry. Quien a pesar de no mostrar su ira, tampoco ocultaba su desagrado por la mujer.
-Nadie preguntó saber quién era- dijo el rubio, sin siquiera alzar la voz, pero estaba potenciada sí, con su magia.
La mujer abrió enormemente sus ojos de anfibio y lo miró con odio, apretando con fuerza su varita, Harry levantó una de sus cejas divertido, en un gesto demasiado parecido a su amado, que permanecía en silencio detrás de la mujer.
-Usted no debería estar aquí, mujer. El Ministerio no tiene poder sobre mí castillo- volvió a hablar Harry.
-Solo la mitad de éste castillo es suyo, Sr. Potter- gruñó la mujer de forma grosera, sin dirigirse a él por su título.
-¿Y quién lo decidió?- Harry dio un paso más cerca, intimidando a la mujer -Quién dice que no puedo llamar a uno de los retratos de los fundadores restantes y que ellos me hagan su heredero- le sonrió de manera arrogante a la mujer. -No se meta en asuntos en los que no tiene ni voz ni voto... sobre todo porque ni siquiera tiene el poder para hacerlo- los ojos saltones de la mujer parecieron querer salir de sus cuencas debido a la furia que sentía.
-Soy una maestra de ésta institución, señor Potter, no puede hablarme de ésta manera-
-Es una maestra de ésta institución por ahora- respondió el muchacho -Ahora, si me disculpa, ésta reunión es únicamente con los Jefes de Casa y sus prefectos- la mujer abrió la boca, claramente indignada y sin embargo, no dio un indicio de querer salir del lugar.
-¿Qué espera para retirarse?- Harry entrecerró los ojos mientras su cabello y ojos comenzaban a cambiar a un rojo vivo.
-Como maestra de Defensa y miembro del Consejo de Magos del Ministerio, es mi deber estar presente si es que realmente existe tal cosa como la cámara de los secretos- habló la mujer, sin dejarse intimidar o al menos aparentando.
-¿No pudieron conseguir a alguien mejor como Maestro de Defensa?- ésta vez se giró para hablar con Severus, quien solo levantó una ceja, era lo máximo que recibiría frente a otros, Harry rodó los ojos y se acercó a la mujer, al grado de prácticamente invadir todo su espacio personal -Si no quiere que la destierre de éste castillo, a usted y a cualquier otra persona del Ministerio, más le vale marcharse, yo no seré como Dumbledore y no dejaré que mancille el honor de ésta institución- y con un movimiento de manos, expulsó a la mujer del segundo piso, al menos por el tiempo que estaría en la cámara.
-Muy bien, ya que estamos todos, es hora de ingresar- Harry les sonrió, como si no hubiese amenazado recientemente a un miembro del plantel docente.
Ingresó al baño de mujeres, y se acercó hasta el lavado, tras él iban los profesores y tras ellos los alumnos, en caso de que algo malo ocurriera y tuvieran que defenderlos. Pero Harry sólo abrió la puerta.
-''Ábrete''- siseó en parsel, la puerta apareció y con ella una escalera de caracol que en su segundo año no había aparecido.
Se encogió de hombros e ingresó, siendo seguido por Severus, Minerva, Filius y Pomona, los alumnos que cada maestro habían elegido iban en el mismo orden de casa; Draco Malfoy, Hermione Granger, Luna Lovegood y Susan Bones.
Las paredes de roca era todo lo que se veía, por lo que con un movimiento de manos por parte de Harry, el fuego de las antorchas se encendió, mostrando que había más que solo paredes de piedra. Los maestros no solo quedaron sorprendidos por el despliegue de magia sin varita, sino por lo que se escondía en las paredes y gracias al fuego podían observar
-Si miran al techo, encontrarán representaciones de los inicios de Salazar y de como fue conociendo, uno a uno a los demás fundadores- y, en efecto, el techo estaba cubierto de muchas escenas, en todas ellas apareciendo el mismo hombre de cabello negro como la noche y ojos verdes como la maldición asesina, la pintura se movía, pero apenas, como los libros de texto, no eran como los retratos que tenían consciencia propia, ésto era algo mucho más rupestre en comparación.
-Ésta es la ante cámara, me disculpo por el desorden- habló nuevamente Harry, mostrando los escombros que había a un lado de la entrada -En mi segundo año el profesor Lockhart trató de matarme, así que éste es el resultado- hizo un movimiento de manos y llegó a la gran puerta de metal, volvió a susurrar en parsel que ésta se abriera y segundos después ocurrió. -Bienvenidos a la cámara de los Secretos- les sonrió, ingresó y los invitados lo siguieron, escuchó el jadeo generalizado al ver el cadáver conservado del basilisco y nuevamente se giró a verlos.
-Como sabrán, ésta cámara tiene un montón de hechizos de preservación, ésa es la razón, por la que aún el cadáver del basilisco permanece intacto, sin embargo, permítanme llevarlos a un lugar más cómodo- entonces ingresó por una puerta oculta al lado de la estatua de Salazar, donde una gran bibliotecase alzaba, con una chimenea apagada y un par de sillones con polvo encima. Un movimiento de varita y el polvo desapareció, la chimenea se encendió y un par de sillones más aparecieron -Les pido que por favor tomen asiento- indicó los sillones y él se sentó en una gran silla de madera oscura, más parecida a un trono que otra cosa.
-¿Porqué nos has traído aquí, Harry? ¿Qué es lo que deseas?- la primera en hablar fue McGonagall. El ambiente dentro de la sala cambió, y la temperatura bajó, considerablemente.
-Busco simplemente ayuda, profesora- habló suavemente -Durante años, he visto como ésta enemistad entre casas ha causado un gran prejuicio contra la casa de mi ancestro- un silencio pesado se alzó en la sala -Un prejuicio que fue alentado por cada uno de ustedes en ésta sala- y su bastón dio un golpe al suelo que avivó de manera considerable las llamas de la chimenea.
Todos los maestros se veían bastantes avergonzados y Harry no hizo absolutamente nada para calmar el sentimiento, es más pareció intensificarlo con la mirada absolutamente acusadora que le daba a todos ellos.
-Sin embargo, para cambiar éso, es que necesito de su ayuda- Harry se inclinó hacia ellos, su cabello haciéndose de un rubio platinado y sus ojos cambiando de color, a uno absolutamente negro -Pienso que sería prudente demostrar a las demás casas que los Slytherin no son futuros magos tenebrosos- Minerva apretó los labios disconforme, los ojos negros de Harry se clavaron en ella.
-¿Algo que le molesta, profesora?- preguntó Harry, el ambiente pesado se alzó nuevamente.
-Ciertamente, parece que ésta reunión es únicamente para demostrar la ''grandeza'' de Slytherin- Harry sonrió, todo dientes puntiagudos con su herencia veela saliendo a la luz.
-En efecto, de éso se trata, ya que ninguna otra casa fue despreciada durante más de mil años como lo fue Slytherin- la mujer quiso protestar sin embargo, Harry no la dejó -Draco- llamó al rubio, que se encontraba sentado al lado de Severus, el muchacho dio un pequeño brinco en su lugar pero asintió en su dirección.
-Lord Potter- lo saludó, dejando sorprendidos a todos, pues su enemistad era más que conocida.
-Dime Draco, ¿Por qué los Slytherin siempre andan en grupo?--
-Para no ser atacados, por supuesto- dijo como si fuera lo más obvio, Minerva se veía escéptica.
-Maestro Severus, ¿Tiene un aproximado de cuántos estudiantes, ya sean primeros años o grados superiores van por año a la enfermería o son curados por usted mismo debido a ataques de estudiantes de otras casas?- preguntó nuevamente Harry.
-A la enfermería van solo aquellos que necesitan de una atención médica específica, al menos unos cincuenta por año, sin embargo, yo atiendo a más de veinte niños por mes en mi despacho, ya sean por bromas crueles o inclusos hechizos mal lanzados- Minerva se veía positivamente pálida.
-Desde luego, estoy seguro de que más de la mitad de los atacantes son Gryffindors, ¿No es así?- volvió a hablar Harry.
-Lo son, sin embargo los estudiantes de otras casas no se quedan atrás, los Ravenclaw y Hufflepuff de grados superiores son especialmente crueles con mis primeros años- confesó Severus, y tanto Filius como Pomona se veían escandalizados, sin embargo, la mirada que Harry les daba les hizo mantener la boca cerrada.
-Me imagino también que el director no toma ninguna medida contra éstos abusadores-
-No son abusadores- exclamó Minerva, y para sorpresa de todos, Harry se rió, una risa amarga y cruel.
-Claro que no lo son, simplemente son adolescentes rebeldes, como lo eran Sirius Black y mi padre, ¿No? Cuántas crueldades dejó pasar solo porque eran miembros de su casa, es usted misma quien incita éste horrible comportamiento y me sorprende, pues como maestra, en su salón de clases no tengo una sola queja, sin embargo, fuera de ella da mucho que desear- se sintió como un valde de agua fría sobre todos los maestros, nadie, nunca le había hablado de ésa manera a Minerva McGonagall.
-Yo mismo siempre fui uno de los beneficiados de su mandato de favoritismo- la acusó y la mujer no pudo objetar al respecto.
-Estos estudiantes... éstos niños que van a Slytherin, lo primero que aprenden es a que no deben andar solos por los pasillos de este castillo, aprenden que deben ser buenos alumnos, excelentes, por que de por sí ya son perseguidos por las demás casas como para también ser humillados por malas notas- las llamas del fuego parecían avivarse a medida que su tono de voz se alzaba y nadie podía hacer nada para impedirlo.
-No esperaba absolutamente nada de ustedes, y aún así logran decepcionarme- terminó de hablar, y un sentimiento de malestar se instaló en la boca del estómago de todos los maestros.
-Bueno, ahora que ya vieron por todo lo que pasan sus estudiantes, por que sí, aunque sean de otra casa, siguen siendo sus estudiantes- los miró a cada uno a los ojos con furia mal contenida -Quiero saber si me ayudarán o deberé utilizar mi influencia como dueño de éste castillo no solo para cambiar a los jefes de casa y maestros, sino también al director- todos los maestros se tensaron, más ninguno habló por unos minutos.
-Entendemos la gravedad de nuestros errores- inesperadamente fue Pomona quien habló primero.
-De nuestra inacción- continuó Filius -Pero Hogwarts es nuestro hogar también, suyo, nuestro, y el de todos ésos niños que día a día estudian aquí-
-Permítanos continuar como maestros aquí- terminó Pomona. Quién se veía visiblemente herida tras las palabras de Harry, al borde de las lágrimas.
-Lo único que quiero es que los alumnos permanezcan seguros dentro de las paredes de éste castillo- Habló nuevamente Harry, suspirando como si un gran peso estuviera sobre sus hombros, viéndose cansado, no como un adolescente más, sino como un hombre que ha pasado por demasiado -Si toda una casa, aprende desde los once años que son perseguidos sin ninguna razón... entonces definitivamente estamos haciendo mal las cosas- terminó, desordenando su cabello en un gesto nervioso.
-¿Qué es lo que planea, Lord Potter?- preguntó Pomona, verdaderamente interesada en hacer un cambio, y por primera vez, no había compulsiones o seducción veela por parte de Harry para que éso ocurra.
-Déjenme hablarles del Proyecto Warlock- habló Harry, con una sonrisa, sin embargo rápidamente su rostro se volvió serio -Pero escuchen, ésto está más allá de la guerra, a mí no me importa el Señor Oscuro Voldemort o Albus Dumbledore- los maestros y alumnos se estremecieron ante el nombre del Señor Tenebroso.
-No entiendo, Lord Potter- Filius se veía confundido.
-Significa que hace ésto por nosotros, para que no pasemos lo mismo que él, no por la guerra, no por el lado de la luz, sino por nosotros, ve por nuestra seguridad, por nuestra educación, es heredero de los fundadores, solo busca el bien de los estudiantes- la suave vocecita de Luna llenó el espacio de la biblioteca. Sus enormes ojos celestes parecían atravesar su sucia alma, Harry le sonrió, todo dientes puntiagudos y maldad en su mirada. Se divirtió ante el leve estremecimiento de la chica, demasiado en contacto con todo a su alrededor como para reconocer el peligro que salía de él a montones.
-En efecto, querida- dijo Harry -Dada a mi decadente situación prácticamente desde que fui dejado con los Dursley, no deseo que la educación de ningún joven se vea comprometida- habló con seriedad.
-El proyecto Warlock es éso, básicamente. Un proyecto busca alzar el rendimiento de los alumnos, implementar nuevas materias, materias que al pasar de los años fueron olvidadas o simplemente desechadas por el actual director- se levantó del sofá y se acercó a la chimenea -Durante todas las vacaciones estuve realizando un plan de estudios con el mismo Salazar y Godric- un jadeó se escuchó venir de Minerva. -También me ayudaron algunos antepasados que estuvieron en Hogwarts, poseo los retratos de varias personas, entre ellos estaba el Director Black, fue estimulante hablar con él, y ayudó bastante también con el plan de estudios- terminó, girándose hacia los maestros -Sin embargo éso no sería todo, me gustaría que cada uno de ustedes solicite una reunión con el Consejo de Gobernadores, estoy más que seguro de que el Director Dumbledore no aceptará tal proyecto, no es que lo necesite, pero no podría refutar la decisión si es que el consejo y los Jefes de Casa lo apoyan- volvió a tomar asiento, cruzando sus piernas una sobre la otra -Somos el colegio con el nivel más bajo de educación, no podemos permitir que el prestigio de nuestra institución se pierda- habló con fuerza -Aparte del plan de estudios, quería también donar dos retratos al colegio, uno de Salazar Slytherin y otro donde permanecen los cuatro fundadores- sonrió ante los rostros estupefactos de los profesores, ni siquiera Severus sabía por completo de qué se trataba el plan -Es imperativo que los alumnos sepan que Godric y Salazar nunca fueron enemigos, solo de ésa manera poco a poco, y con perseverancia lograremos romper ése estigma sobre la casa Slytherin y Hogwarts en general- un silencio apreciativo se alzó en la biblioteca y durante algunos minutos los observó pensar y analizar todo lo que había dicho.
-¿Cuándo querría que se realizara la reunión con el Consejo?- preguntó Pomona, el adolecente suprimió una sonrisa, al parecer, la Jefa de la Casa Hufflepuff sería una gran aliada a tener en cuenta.
-Preferiría que se realizara un fin de semana, ya que aún continúo con mis estudios, pero cuanto más pronto mejor- dijo ésta vez, un poco tímido -La verdad no quisiera interrumpir mis clases por nada, hoy fue un casi excepcional, ya que mi reunión con los Centauros era de carácter urgente- explicó, vio los asentimientos de los maestros, sin embargo, hacía rato que notaba la mirada de Hermione, una que deliberadamente estuvo ignorando, dio un bajo suspiro y lanzó una mirada de soslayo a Draco.
-¿Algo que desee preguntar, señorita Granger?- sus ojos, ahora verdes se posaron en ella, provocando un leve escalofrío en la chica. Su antigua mejor amiga, se sentía extraño volver a verla, sin embargo no era un sentimiento negativo, era más bien expectativa ¿Se convertiría Hermione alguna vez en lo que estaba destinada a ser?
Probablemente ahora lo vería.
-Si bien el proyecto Warlock incluye esclusivamente a los maestros... ¿Qué hacemos los prefectos aquí?- Harry le sonrió de oreja a oreja.
-Tan inteligente como siempre- señaló en voz baja. Haciendo sonrojar a la chica -Llamé a los Jefes de Casa y a sus prefectos para una tarea muy importante, deseo que ustedes como alumnos organicen un club- un movimiento de manos después y un par de papeles llegaron a sus manos. Entregó éso a cada uno de los maestros y alumnos presentes.
Un simple folleto donde explicaba de manera fácil y sencilla el motivo detrás del club y sus objetivos.
-Deseo que cada mes, se realice una visita guiada a la Cámara de los Secretos, únicamente para Alumnos de quinto curso para arriba, si las visitas son bien recibidas, entonces espero poder incluir a los cursos inferiores y luego quizás a personas ajenas a la institución, por lo pronto, lo que quiero que hagan con éste club es que se reunan la cantidad de veces que encuentren necesarias, planeen actividades dentro de la cámara, prepárense. En el caso de que acepten, me reuniré con ustedes los fines de semana aquí y les enseñaré el lugar, aparte de ésta habitación, existe un laboratorio de pociones, otra biblioteca, las habitaciones personales de Salazar, la guarida del basilisco y desde luego, varios retratos de personajes históricos que deseo cambiar de sus rincones oscuros para que vean nuevamente la luz e iluminen las mentes de los estudiantes con su sabiduría- Harry sonrió, realmente emocionado, todos vieron una chispa de humanidad en aquellos fríos ojos que permanecieron al joven más bondadoso alguna vez.
Hermione se preguntó entonces ¿Qué era el infierno? ¿Y cómo el ser humano, en su infinita ignorancia fue capaz de dar significado a un concepto tan abstracto? Desde niña nunca había creído en algo tan banal como un Dios supremo, omnipresente y omnipotente, no, por supuesto que no... entonces supo que podía hacer magia, y fue como si ése dios le escupiera en la cara.
Pero el infierno... Hermione notó el cambio de postura en Harry, la tensión en sus hombros, la frialdad de sus ojos, creía que tal vez estaba a punto de conocerlo.
-Las personas cambian- habló, como si hubiese leído los pensamientos de los presentes -Ser obligado a participar en un torneo dónde la muerte es prácticamente un hecho y que ningún maestro, absolutamente ninguno haya reclamado la decisión del director Dumbledore, me hizo dar cuenta que no pertenezco a éste lugar- aquello había sido un golpe bajo para todos, y apenas vio que McGonagal planeaba replicar, volvió a hablar: -Por éso me marché, busqué otra escuela, en la que soy bien recibido, y mis dones no son catalogados como oscuros- dio una dura mirada a su antigua jefa de casa, aún recordaba su mirada de horror cuando habló parsel por primera vez -Vi morir a mi amigo con el alzamiento de Voldemort, no me quedaré en un lugar en el que no solo son prejuiciosos con mis dones mágicos, sino en el que también no me protegen en lo absoluto, se supone que soy su maldito elegido, el jodido niño de la profecía que los salvará de Voldemort- tanto Minerva como Severus se tensaron, o al menos éste último lo fingió, solo ellos sabían de la profecía y ahora la mujer se veía visiblemente herida -Ahora ustedes tendrán que pelear- murmuró Harry. -Porque yo solo velaré por el bienestar de los alumnos dentro de éste castillo. No veré por nadie más-
Un silencio incómodo se alzó sobre la habitación, uno que nadie se atrevió a interrumpir.
-¿Deseas realizar la reunión con el Consejo aquí? ¿El próximo fin de semana?- habló Severus tras unos minutos de silencio, rápidamente Harry giró hacia el hombre.
-¿Podrían lograr que todos los miembros estuvieran presentes en tan poco tiempo?- preguntó, sin una pizca de humanidad en su expresión, toda la emoción anterior, ya sea positiva o negativa desapareció de su rostro.
La seriedad que mostraba, sus movimientos clínicos, ésa seguridad que mostraba ante sus antiguos maestros, era una mezcla de las actitudes de su Padre y de Severus; mostraría solo lo que quería mostrar, manipularía a quien necesite, para conseguir sus objetivos.
-Estoy seguro de que si los Jefes de las cuatro casas enviamos un par de cartas en estado de emergencia, aparecerán todos y cada uno de ellos- la sonrisa que Harry le dio al hombre era malvada.
-Lo agradecería mucho, maestro Severus- dio un asentimiento hacia el hombre antes de mirar a los otros jefes de casa -Espero poder contar con el apoyo de todos ustedes- dejó la pregunta no dicha en el aire.
-Por supuesto- fue Pomona quien reaccionó primero. Seguido de los asentimientos de Filius y uno no tan seguro de Minerva.
-Ustedes son maestro de Hogwarts, no lacayos de Albus Dumbledore- dijo con fuerza, sus ojos rojos se clavaron en Minerva McGonagall -Están para educar, proteger y cuidar a los alumnos de ésta institución, ustedes ya me fallaron y aún así les doy una nueva oportunidad- dio un vistazo general a los maestros -No habrá una segunda o tercera vez- aseguró -Una vez que entiendan éso, será mucho más fácil que realicen sus tareas de manera correcta-
Se levantó del sillón en el que se encontraba para luego llamar a Dobby, quien apareció con un par de libros, entregó uno a cada maestro -Éstos son los planes de estudio que estuve elaborando, léanlo, analícenlo, porque éste es el futuro de Hogwarts- Otros folletos fueron dejados a los alumnos, aún más largos que los anteriores -Ésta es la historia general de la Cámara, todos ustedes, si quieren saber algo más de alguna información puesta en sus libros o folletos, puede enviarme una carta y responderé sus dudas- notó entonces Harry, la pequeña Susan levantando su mano, ella era bonita, callada, tímida y trataba de no llamar la atención, pero Harry la conocía bien, podía ser tan o más valiente que su tía.
-Estoy a favor de la integración de las casas, yo tengo varios amigos en Ravenclaw, y muchos Slytherin han sido amables conmigo, pero no todos lo aceptaran, y usted los sabe- Harry la apreciaba por seguir las normas sangre pura y hablarle de usted a pesar de ser de la misma edad por el simple hecho de su título de lord, no estaban a la misma altura, desde luego, más bien debía decirle mi señor, o su alteza, pero ahora no estaba para hacer caso a los delirios de grandeza de Serpent, por supuesto que no.
-Lo sé, sin embargo es por éso que pedí que viniera un alumno con su respectivo maestro en Jefe, ustedes presentarán el proyecto del club como un equipo, no como individuos separados uno del otro. En el transcurso de la semana irán acompañados de cada Jefe de Casa y darán una presentación de lo que será el club, qué harán, cómo la harán y por qué lo harán- Dio una profunda mirada a los alumnos -No quiero que alumnos de la casa Slytherin se acerquen a Draco Malfoy solo porque es miembro de su casa, por que no siempre él estará a su disposición, quiero que los Slytherin sepan que sin ningún problema podrán acercarse a Susan Bones para ingresar al club, o a Luna Lovegood, o a Hermione Granger- hubo otra mirada apreciativa a los más jóvenes.
-¿Están preparados para ése desafío?- vio el asentimiento de todos y sonrió -La primera visita a la cámara lo haré con ustedes, veré cómo se manejan e intervendré solo si es necesario- miró a los alumnos notando que todos estuvieron de acuerdo -Perfecto, entonces, las reuniones las harán en la sala de menesteres, se encuentra en el séptimo piso, solo deben ir al tapiz de Barnanas el chiflado y en la pared despejada a un lado deben pasar tres veces frente a ella, con una idea clara, como por ejemplo ''Quiero una sala para el Club'' y aparecerá, pero deben desearlo realmente, sino no funcionará-
-Susan... Luna, cuento con ustedes como los mediadores de éste club- miró a ambas con seriedad -La rivalidad entre Gryffindor y Slytherin está mucho más aspera en comparación a años anteriores, quiero que su presencia actúe como una distracción de Draco y Hermione, por que ustedes serán el gran problema del club- miró a ambos seriamente -No dudo de la capacidad y ni de la inteligencia de ninguno, pero deben saber que ahora serán mucho más que compañeros, serán hermanos de club, deben confiar entre ustedes, serán las cuatro cabezas de algo mucho más grande que ustedes mismos- a la mente le llegó la imagen de los cuatro jinetes del Apocalipsis, Harry pensó que aquello sería una muy buena comparación, ellos serían sus jinetes, recolectando seguidores para su tío en su causa... retuvo su sonrisa macabra -No les pido que se gusten desde el principio, ni que sean amigos, pero quiero... no, les exijo cordialidad entre ustedes- miró fijamente a ambos.
-Por mí no hay problema- comenzó Draco para sorpresa de todos, pero no para Harry -Ésta es una oportunidad de aprender más de mi casa, no pienso desaprovecharla- continuó y miró a Hermione, esperando una respuesta de ella, el destino de la chica se definiría en la forma en la que contestara, decía algo malo.. y Harry nunca más confiaría en ella.
-Mientras no sea molestada, yo no reaccionaré- no fue una respuesta ni buena ni mala, pero por el rostro de Harry, supo que no fue la que esperaba de ella, se veía insatisfecho, casi decepcionado de ella.
Un sentimiento pesado se instaló en la boca del estómago de Hermione, quien comenzó a jugar con sus dedos con nerviosismo.
-¿Alguna duda sobre todo lo que hemos hablado ésta mañana?- preguntó de forma general, ningún maestro pareció tener ninguna en realidad, sin embargo, la voz de Luna se escuchó.
-Cualquier club debe estar autorizado por el director- Harry levantó una ceja, casi se sintió indignado, casi.
-Tengo más autoridad que Dumbledore tanto dentro de las paredes de éste castillo como en el Ministerio- comentó casual, mirando sus uñas con una sonrisa sarcástica, Draco se abstuvo quiso rodar los ojos -El club tiene mi aprobación, no necesita la de nadie más- Luna asintió y no se dijo más.
-Maestro Severus, me gustaría que me ayudara en la recolección de ingredientes para pociones del Basilisco, no durará mucho en ése estado y creo que lo mejor será sacarlo de la sala y solo mantener sus huesos aquí- los ojos del hombre parecieron brillar.
-No me molestaría, sin embargo un basilisco es demasiado grande para solo dos personas- dijo con su habitual voz aburrida, los ojos de Harry cambiaron de verdes a rosas, quería tanto tomar a Severus al lado del cadáver del basilisco... llevó una mano a su frente alejando ésos pensamientos, dio una profunda mirada a Severus antes de girarse a los demás invitados de la Cámara, tratando de no sucumbir a sus bajos instintos -¿Serían tan amables de ayudarnos?- pidió el adolecente-Creo que tal vez los prefectos podrían juntar las mudas de piel del Basilisco y los profesores ayudar al maestro Severus con los ingredientes- ninguno se negó, y así, cada uno se levantó para ir a la gran sala principal.
Dejó a los maestros a un lado del basilisco y frente a la estatua de Salazar, Harry murmuró un par de palabras en parsel y la gran estatua dio paso al antiguo nido de la criatura.
-Éste es el nido del basilisco, no debería haber ningun peligro, pero cuento con que me informarán si encuentran algo- era una advertencia más que otra cosa, los prefectos asintieron e ingresaron al lugar -Draco, podrías venir- llamó Harry, y el rubio se acercó a él ante la intensa mirada de Hermione, quien ya había ingresado por completo al nido y se encontraba bastante alejada de ambos. Sin la posibilidad de espiar.
-¿Qué sucede Harry?- le susurró el rubio, mirando de reojo a los profesores que revisaban con curiosidad la criatura muerta a unos metros de ellos.
-Vigila a Hermione- dijo con seriedad, los ojos del Lord volviéndose de un negro profundo -Quiero que estés atento a todos sus movimientos, con quién habla, cuándo lo hace y de qué hablan- dio una rápida mirada a la chica que aún los miraba de lejos -Ahora tú eres mi amigo, Draco, si me dices que no confías en ella, no lo haré, creeré completamente en ti, tú eres mis ojos y oídos en éste lugar, ahora más que nunca te necesitaré- dio un apretón a su hombro.
Había una gran diferencia entre Lord Voldemort y Harry Potter, en donde Tom Riddle te hacía temer y obedecer, Lord Potter te seducía con sus palabras, había un carisma impreso en ellas, te hacía sentir que no querías decepcionarlo y una vez que te dabas cuenta del poder que tenía sobre ti, era simplemente aún más aterrador que su tío.
-No te decepcionaré Harry, seré justo y sincero con mi evaluación de la sangre sucia- dijo el rubio y Harry le sonrió, le agradeció y lo despidió para volver a acercarse a los maestros.
Para Hermione, quien cruzó miradas con Malfoy, el infierno era verde, pero también frío como el mercurio en los ojos del prefecto de Slytherin... ¿Qué debía hacer para recuperar a su amigo? Se preguntó. La respuesta le fue dicha ésa misma tarde y ella ni siquiera se percató de que las señales estaban allí.
-Bien- dijo Harry mientras tocaba con reverencia el frío cuerpo de la serpiente gigante -¿Quién quiere destripar un basilisco?- sonrió lanzando una mirada nada discreta a un Severus demasiado pálido para el gusto de una sospechosa Minerva.
''¡Ja! Juego de palabras de asesinato'' escuchó el susurro de Lion en su mente.
~Tan obvio~ fue la respuesta de Serpent.
''Y aún así nadie se da cuenta'' y las voces se habían silenciado.
Harry se acercó suavemente a su antigua maestra mientras los demás iban sacando de a poco las escamas del rostro de la criatura, sin darse cuenta, la mujer fue emboscada por el adolecente que solo miraba sonriente a los demás profesores.
-¿Qué la aqueja, profesora?- preguntó, la mujer dio un salto cuando Dobby apareció de nuevo, ésta vez con un maletín negro que fue entregado al rubio cenizo.
-¿Qué te pasó Harry?- preguntó la profesora de transfiguraciones, la sonrisa de Harry se volvió tensa, pero dirigió una mirada carmín a la mayor.
-Las personas cambian- repitió lo que había dicho en la biblioteca, abrió el maletín sacando un escalpelo, el que le había regalado su padre, aún tenía rastros de la sangre de su última víctima, su sonrisa se amplió al recordar.
Mentiras, mentiras, mentiras, se dijo McGonagall, una persona no podía cambiar tanto en tres meses de vacaciones, siempre había sido así, solo que no era consciente.
Una profesora tonta, incapaz de notar la verdad frente a sus propios ojos.
-Sé ciego, no valiente- fue el susurro cruel de Harry antes de sonreír una vez más, la miró directamente a los ojos y éstos cambiaron de verdes a rojos en un parpadeo y se acercó a la mujer, que quedó como piedra en su lugar.
Bastardo, aquello era una amenaza para nada sutil, como si ella pudiese volver al tiempo en el que pensaba lo mejor de él, su alumno estrella, casi como su nieto.
Ya no.
No después de escucharlo hablar así y de ver ésos movimientos calculados, ésos movimientos exactamente iguales a los de... Incluso su sonrisa era parecida a la de él.
¿Qué habían hecho? ¿En qué habían convertido a su salvador?
-A qué te refieres- mencionó en un susurro la mujer, casi al borde de un ataque de pánico.
-Huelo sospecha en ti, Minerva- utilizó su nombre de pila y dio un paso más cerca, amenazante; y acercó un poco más su rostro, aspirando fuertemente un poco de aire.
Ella intenta mofarse de la refinada actitud de su antiguo alumno que se inclinaba sobre ella, paso saliva visiblemente incómoda y se abrazó a sí misma en un gesto protector automático.
Había una amplia sonrisa tensa en el rostro de McGonagall, como si intentara aligerar el ambiente, pero el menor no parecía gustar de su burla, y aún así, tampoco se veía ofendido, simplemente la observaba fijamente, esperando una reacción de ella.
-¿Y a qué huele exactamente éso?- preguntó. Y la curvatura de labios de Harry pareció agregar aún más tensión a su viejo cuerpo. Había algo maniático y desquiciado en el brillo sobrenatural de sus ojos rojos.
-Amargo- dice, luego parece pensarlo mejor -Húmedo, agrio, más parecido al acre... casi terroso-
-¿Terroso?- la mujer lo miró, expectante y Harry asintió.
-Tanto como la tierra que es dejada atrás cuando la liebre se da cuenta de que el zorro no se acerca para ayudar- y ninguno de los dos volvió a hablar, escucharon a Filius llamar a Harry y rápidamente el rostro del chico se distorsiona en algo más suave y amable... pero falso, notó Minerva.
Ahora entendía lo que Harry le había dicho, era mejor fingir ser ciego, porque ser valiente solo la llevaría a una muerte prematura; una demasiada cruel y dolorosa si sus instintos no la engañaban, tragó con fuerza, notando el maletín de Harry semi abierto, un montón de instrumentos manchados de sangre se alcanzaban a ver si te acercabas lo suficientemente.
Unos metros más alejado Harry controlaba lo que su antigua jefa de casa haría, sus ojos se volvieron amarillos cuando notó que, con manos temblorosas la mujer mayor cerraba su maletín, ocultando de miradas curiosas su juguetes, dio un rápido vistazo a Severus y asintió... hoy no matarían a nadie.
Durante toda la mañana y el inicio de la tarde, los maestros se dedicaron a desmantelar los restos del basilisco, despojaron de sus escamas a la criatura, de su veneno, de sus órganos internos y su carne, los estudiantes lograron recolectar mas de cincuenta metros de muda de piel de Basilisco, cada metro de ella valía una pequeña fortuna, también encontraron en su nido restos de otras criatuas; como unicornios y acromantulas, también recogieron ésos restos para utilizarlo en pociones, había muchos retazos de crin de unicornio e incluso de centauro, probablemente muchos habían caído en la trampa natural que estaba sobre el nido y daba al bosque prohibido.
Una vez que sus actividades terminaron, Harry entregó un metro de muda de piel de Basilisco a cada alumno y maestro.
-Una muestra de mi agradecimiento por su ayuda el día de hoy- sin embargo, a Severus le dio otra pequeña caja de terciopelo con los ojos de la criatura dentro.
-Ésto es para usted también, Maestro Severus- ninguno de los presentes mencionó la muy poco disimulada admiración de Lord Potter hacia el Maestro de Pociones y simplemente lo dejaron ser tomándolo como una de sus excentricidades. Ninguno notó la mirada llena de amor de Severus.
Harry los guió de vuelta fuera de la Cámara, donde Dumbledore con Dolores los estaban esperando, los prefectos de las cuatro casa fueron despedidos, probablemente yendo hacia el séptimo piso, conociendo a Draco seguramente actuaría como líder y los guiará hacia allí. Confiaba en el rubio para hacerlo, una vez que los demás adolescente desaparecieron por el pasillo, Harry se giró a ver a los dos invitados indeseados.
-¿Necesitan algo?- preguntó, sus ojos azules recorrieron a ambos con aburrimiento, los cuatro Jefes de Casa se pusieron detrás del chico y permanecieron en silencio.
-Harry, mi muchacho- comenzó Dumbledore -Creíamos que fuiste secuestrado, el Ministerio te buscó tanto, tus amigos estaban tan preocupados- su rostro traía la típica máscara de abuelo bonachón que siempre utilizaba y Harry sintió asco.
-Pues al parecer no buscaron bien, siempre estuve al alcance de una carta- mintió, y sonrió con descaro hacia el director, pues ellos sabían que había recibido la carta de Sirius -Sin embargo me sorprende que el Ministerio haya decidido buscarme con ''tanto afán''- encarnó una ceja con curiosidad.
-Bueno, mi querido muchacho, bien sabrás que nunca es bueno que un menor ande solo por las calles de Londres, además...-fue interrumpido por la risa de Harry, quién comenzó a disculparse por su arrebato.
-Mis disculpas, pero que usted diga de los peligros de un menor suelto por la calles, cuando fue usted mismo quien me obligó a participar en el torneo de los tres magos, dándome así mi emancipación... es realmente divertido- sonrió de forma oscura al ver la sorpresa en los ojos del mago mayor. -Ironías de la vida- dijo, calmando su risa -Las cosas han cambiado en el castillo, Dumbledore. Los jefes de cada casa le informarán de todo, ahora si me disculpan, voy a retirarme- dio unos pasos para alejarse antes de volverse al grupo de magos tras él, dio una mirada a cada uno de ellos, Dumbledore vio sus ojos cambiar de verde a rojo en cuestión de segundos y se regocijó en la leve contracción de sus músculos, a la espía del Ministerio ni siquiera dio una segunda mirada, sin embargo, con Severus... sus ojos se volvieron nuevamente rosas, le regaló una sonrisa que para cualquiera resultaría macabra pero el pocionista sabía que era una cariñosa... sus ojos se habían vuelto rosas justo antes de que diera un suave golpe con su bastón al suelo, para desaparecer justo frente a ellos.
-Éso ha sido sumamente extraño- comenzó Filius antes de soltar una leve risita -Parece que tienes un admirador, Severus- comentó casual, causando un rostro de pura indignación en Dolores, sorpresa en Albus y contradicción en el propio Severus quien actuaba acorde a su papel.
-Lo único que me faltaba- murmuró con desdén el hombre de negro, implorando en su interior poder volver a ver a su niño y besarlo.
-Bueno, creo que nosotros debemos ir a mandar unas cartas, señores- comenzó Pomona muy seriamente -Tenemos solamente tres días para contactar con todo el Consejo- y comenzaron a caminar por los pasillos, ignorando al director y su acompañante; comenzando a hablar entre ellos.
-Disculpen, pero no pueden retirarse así como así- comenzó el viejo mago, siguiendo al grupo de profesores.
-Estamos ocupados ahora, Albus. Nos reuniremos contigo y con el resto del plantel después de la cena- comenzó Minerva sin girarse, hasta que dejó de caminar -Asegúrese de llamar a todos y cada uno del personal- y continuó su camino junto al resto de maestros.
Las patrullas comenzaron a rodear la escena, había un montón de oficiales y el equipo forence de Jack investigando el lugar. Incluso Alana estaba presente, bastante alejada de él; sonrió por éso, habían pasado exactamente dos días desde la celebración de su matrimonio muggle; aún recordaba la expresión de sufrimiento de Bedelia durante todo el almuerzo, ése día estuvo especialmente sádico, después del numerito de Alana decidió que realmente quería que la mujer sufriera cada segundo posible estando dentro de las paredes de su casa con Hannibal. Fue más cariñoso de lo normal, mucho más táctil, las caricias estaban a la orden junto con las sonrisas de superioridad hacia la mujer.
Sí, a pesar de toda la mierda de Alana, había sido un buen día.
Sobre todo cuando al despedirse de ella en la puerta, Will le había dicho que probablemente después del incidente con la Doctora Bloom, ella sería su nueva psiquiatra.
Ahora, dos días después, Will había dejado un pequeño regalo para la mujer que decidió ofenderlo el día de su maldita boda no mágica, y aquí estaba, frente a un cuerpo de la víctima, reprimiendo una sonrisa mientras Alana intentaba no sucumbir a las náuseas.
-Es una víctima del Admirador- le dijo a Jack, entonces dio una pronfunda mirada a Alana quien no pudo ocultar el escalofrío que la recorrió.
Jack comenzó a gritar a su equipo a que despejaran el área, llegó el turno de William para hacer su propio Show, si había algo en lo que Harry y Will se parecían, era sin duda en su sed de sangre y venganza.
William le sonrió a Alana, todo dientes afilados y oscuridad en sus ojos, aunque fuera de muy mala educación, a Will le gustaba jugar con la comida.
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