Entrèe
N/a: Bienvenido a mi ''¿Qué tan gráfico e innecesariamente detallado puedo hacer mi porno antes de que mis lectores se aburran? Parte 1'' las advertencias serán las mismas: canibalismo mencionado, muy sutil, kink de sangre, masoquismo, voyerismo, sadismo, pero es todo consensual así que está bien :'D
La mayor parte del hard lo escribí esperando a que me hicieran una entrevista de trabajo. Entonces... el poder del yaoi me ayudó a conseguir el empleo y aquí estoy, disculpándome por ser un miembro útil de la sociedad y por no haber subido los dos capítulos prometidos.
¡Pero les traje éste cap! ¡Super largo! ¡Y con porno! Es una buena disculpa y lo aceptarán solo por el hard, así que sin más, les dejo continuar:
Acto VI: Entrèe
Parte 1: De la entrega a nuestros instintos.
Otro suspiro dramático.
Will estuvo realmente tentado a rodar los ojos, sin emargo solo apretó los labios mientras cortaba en cubos un riñón para luego mezclarlo con especias aromáticas. Otro suspiro y miró con irritación a Abigail.
—¿Qué le sucede a tu hermano?— preguntó, la chica contuvo una carcajada antes de echar un vistazo a Harry, recostado en la mesada de mármol con la mejilla apoyada en la fría piedra y cara de Winston regañado.
—No sabe si Severus y él son pareja— soltó la chica —Se emocionó tanto en su último encuentro que no pudo aclarar ése punto, ahora no tiene ninguna excusa para ver al hombre y pedirle ser su novio— William sonrió apenas, con un paño se limpió las manos y se acercó al chico.
—Harry, bebé— lo llamó comenzando a acariciar sus rubios cabellos. —¿Y si lo invitas a la ceremonia de enlace? Ya va siendo hora de que conozcamos a ese hombre— dijo con calma, los ojos de Harry se abrieron de golpe y miró a Will como un dios benevolente.
—¿Tú crees?— al ver el asentimiento del castaño no evitó sonreír con felicidad —Iré a escribirle una carta ahora— avisó antes de correr hacia su habitación, Will y Abigail volvieron a permanecer en silencio mientras continuaban preparando el almuerzo.
—Dos días... ¿Estás emocionado?— preguntó Abigail, por un momento Will dejó de moverse, antes de soltar un suspiro tembloroso.
—Mucho. No pensé que tu papá me pediría enlazarnos tan pronto— aclaró con una sonrisa —Pero estoy feliz, éso hará oficial nuestra familia, aunque también tendríamos que ver eso en el mundo no mágico— lo último lo dijo con un toque de preocupación.
—No quiero que nuestro matrimonio sea así de apresurado, pero entiendo lo que Albus Dumbledore podría querer hacer para alejarnos de Harry— Abigail dejó de cortar las verduras y su rostro se desfiguró en una mueca triste.
—Tenemos menos de una semana antes de que Harry vaya a su escuela— dijo con tristeza.
—Parece como si solo fuera ayer cuando apareció en nuestras vidas— aportó Will, la chica asintió. —Tu papá y yo nos sentiremos muy solos cuando tu también vayas a la universidad— la chica hizo un pequeño puchero.
—Ahora ya no querré irme— dijo medio quejándose medio sonriendo, Will hizo un gesto de indignación bastante dramático.
—¿Y dejar al mundo sin otro médico Lecter?— las carcajadas llenaron la cocina, así los volvió a encontrar Harry, quien ya había enviado una carta a través de Dobby a Severus.
—Papá está tan orgulloso— dijo Harry, observándolos desde la entrada de la cocina —Viendo a su niña ansiando convertirse en médico como él— sonrió al ver el sonrojo avergonzado de su hermana —Los sentimientos paternales están a flote todo el rato, créeme— las mejillas de Abigail se pusieron más brillantes.
—Espero llegar a ser tan buena como papá algún día— dijo con una tierna sonrisa comenzando a aparecer.
—Lo serás— aseguró William, sonriéndole desde el otro lado de la mesada, y Abigail le creyó.
Y continuaron preparando el almuerzo sorpresa para Hannibal, quien debería estar tomando sus EXTASIS en MACUSA en ésos momentos; era algo simple, las habilidades culinarias de todos no era refinadas como las del psiquiatra, pero si se unían, podrían lograr algo realmente decente. Harry observó con alegría a su familia, desde que Will por fin se aceptó a sí mismo y a ellos el castaño aparecía por las mañanas antes de sus conferencias y luego por la noche para cenar, eran raras veces las noches en las que se quedaba a dormir y tanto Harry como Hannibal querían remediar éso.
—Papá ¿Ya le pediste a Jack el cambio de psiquiatra?— Will arrugó la nariz antes de suspirar.
—Me temo que no he tenido tiempo para hablar con él, lo haré ésta tarde, antes de entrar a mi conferencia de hoy— murmuró.
—¿Tienes en mente alguien?—preguntó cuidadosamente Abigail —Sé que no quieres a nadie dentro de tu cabeza, pero mientras trabajes con Jack debes tener uno— Abigail odiaba a cada uno de los psiquiatras que le tocó en el Hospital de Port Heaven, entendía mucho a William en ése aspecto. Entendía lo que significaba tener a personas intentando abrir sus cráneos desde adentro.
—Estoy pensando tal vez la Dra. Du Maurier o en la buena Alana Bloom— las carcajadas no se hicieron esperar y ellos continuaron con la comida.
Una hora más tarde escucharon la chimenea de la sala siendo activada por la red flú, segundos después Hannibal aparecía en la cocina con una suave pero cansada sonrisa en su rostro, se veía -muy a pesar de sí mismo- absolutamente derrotado, como cualquier mortal que tiene que pasar por cualquier tipo de exámenes de conocimiento. Will le sonrió y se acercó a darle un suave beso en la mejilla
—Te ves horrible— menciona burlón, el psiquiatra frunce el ceño y arruga la nariz.
—También te quiero, mano mylimasis (amado mío)— el castaño soltó una suave risita.
—Bienvenido mi amor— le susurró sobre los labios y dejó un casto beso, con una sonrisa llena de amor lo lleva hacia los chicos, quienes se pegan a él en un abrazo.
—Bienvenido— dice Harry comenzando a llevarlo hacia el comedor, donde el olor de la comida casera lo embarga. Sonríe a sus hijos y se deja mimar por ellos, hoy es el invitado de honor.
—¿Son tan difíciles como creo que son?— reguntó Harry, interesado por saber acerca de los exámenes que dentro de unos pocos años también tomará.
—Ninguna prueba será difícil si estudias para ella— es la respuesta del rubio, casi ronroneando de placer al probar el dulce vino que acompaña la comida.
— Sí sabes que eso no responde a mi pregunta— vuelve a decir Harry, comenzando a comer, apuñalando uno o dos trozos de carne.
—Significa que debes estudiar mucho porque incluso él ha quedado sorprendido— dijo Will con facilidad, Hannibal ignoró las miradas lanzadas a él y Harry suspiró.
—Entonces debo estudiar malditamente mucho— murmuró con desgana el menor.
—No esperaré menos de mi hijo— fue toda respuesta de Hannibal y el menor comenzó a hacer pucheros.
Tres horas más tarde, los oscuros ojos de Jack miraban seriamente a su sabueso estrella, estaba bastante desconcertado, creía que la terapia con el Dr. Lecter estaban funcionando, jodido infierno, jamás vio a Will tan en sus cabales como ahora. Entonces, que el mismo Will llegara por voluntad propia a su oficina ya debía haberlo alertado de que algo ocurría, que le pidiera un cambio de psiquiatra fue una para nada agradable sorpresa, retuvo un suspiro mientras se masajeaba las sienes pidiendo paciencia al señor.
—Will, sabes que la terapia no está en discusión— observó como el de ojos azules resoplaba con fastidio, apretó levemente la mandíbula, realmente no le gustaba éste Will más confiado.
—No te estoy pidiendo parar la terapia, Jack— dijo con veneno —Te estoy diciendo que ya no puedo tomarlas con el Dr. Lecter— el hombre moreno frunció el ceño.
—Creí que ustedes tenían una buena relación— y el menor suspira antes de removerse fingiendo incomodidad.
—Y no te equivocas, pero... hay conflicto de intereses— murmuró cohibido, Jack levantó una de su cejas con sorpresa, bastante curioso. —Nos hicimos más cercanos, ya no solo somos médico/paciente, Jack. Somos amigos, y sabes que soy bastante cercano a su familia, no me parece correcto que continúe siendo mi psiquiatra— habló atropelladamente, un suave sonrojo subiendo por su rostro, su jefe lo tomó solo como vergüenza por admitir tener un amigo.
—Y realmente puedo ver el valor de la terapida ahora, lo hablé con Hannibal y él también estuvo de acuerdo con éso, ahora solo debo buscar alguien más que desee entrar en mi mente— el hombre moreno soltó un risa, no había ningún psiquiatra que no quisiera entrar en la mente de Will.
—Solo... solo que no sea Chilton— pidió con algo de miedo, la carcajada del otro hombre resonó en toda la oficina.
—De acuerdo, de acuerdo— se tomó un respiro antes de volver al punto —¿Ya tienes a alguien en mente?— preguntó curioso.
—Pensaba en la Dra. Bloom o la Dra. Du Maurier— las cejas de Jack se alzaron bastante en sorpresa.
—No conozco a la segunda— dijo simplemente su jefe.
—Es una conocida de Hannibal, creí que tal vez podría tener una cita con ambas para ver con cuál podría abrirme mejor— el mayor asintió pensativo, y durante unos minutos permanecieron en silencio incómodo.
—Consigue el número de tal Dra. Du Maurier y voy a concretar una cita con ella y con Alana para ti— William asintió y agradeció haber llegado con el tiempo justo pues ya era hora de su conferencia, se despidió con rapidez de Jack y se acomodó los lentes para salir.
Una sonrisa depredadora apareció en su rostro apenas salió del radar de Jack.
Ambas mujeres sufrirían por intentar; de manera poco fructuosa, cabe aclarar, llamar la atención de Hannibal.
Él era suyo.
Severus Snape se sentía nervioso, no había ni siquiera lugar para negarlo, estaba malditamente asustado, por que demonios, conocería a los jodidamente asesinos padres de Harry. Así que sí, demonios que estaba nervioso.
Dio un suspiro suave antes de barrer con su mirada el lugar, fueron muy pocas las veces en las que se permitió visitar el Mercado de Salem y ciertamente era mucho más pintoresco que Diagon, realmente América parecía mucho más tranquila que su tierra natal, tenía su encanto a decir verdad.
Cuando había recibido la carta de Harry, pidiéndole asistir al enlace de sus padres sintió un pequeño calorcito en el pecho al ser considerado por el adolescente para estar presente en tal evento familiar, definitivamente aceptó ir; también quería ver al chico, hubo muchas cosas que no pudieron aclarar en su último encuentro.
Entonces estaba él allí, esperando a la familia Lecter frente al Gringotts americano, vestido en un elegante traje negro hecho a la medida para la ocasión y una bonita túnica abierta del mismo color. Su cabello iba suelto y por primera vez no se veía grasiento debido a los vapores de las pociones, no, había tenido especial cuidado en su aspecto ése día, para su horror, quería verse bonito para Harry y presentable para sus padres, quería dar una buena imagen.
Pasaron unos minutos más con Severus esperando frente al banco, llamando la atención de más de una joven mujer, así lo había encontrado Harry, quien con el ceño fruncido susurró varios hechizos confundus y piernas de gelatina para hacer tropezar a aquella indignas féminas. Cuando el hombre de negro oyó que lo llamaban se giró a ver, Harry era simplemente hermoso.
Lo miró, y le pareció la viva imagen de la perfección masculina, con esa camisa de seda blanca y esa chaqueta de terciopelo de corte impecable, con su melena rubia y rizada peinada hacia atrás, firmando unos airosos y atractivos bucles sobre el cuello de la chaqueta. Le encantaba contemplarlo.
La sonrisa de Harry lo desarmó por completo, una sonrisa brillante; todo dientes perfectos y prelados, una mirada carmesí de infinito amor y Severus solo pudo sentir el calor en sus mejillas mientras respondía con una sonrisa mucho más tímida.
—Severus— saludó Harry antes de abrazarse por completo a él y hundir su rostro en el cuello del pocionista, el hombre de negro cerró los ojos apretándolo hacía sí.
—Harry— susurró aún en medio del abrazó, que duró por algunos segundos más hasta que recordó dónde estaba. —Me imagino que usted es el Doctor Lecter— los ojos negros de Severus se posaron en la figura intimidante del rubio mayor, quien sonrió con fría cortesía.
—Y usted el Maestro en Pociones Severus Snape— extendió la mano y el Jefe de la casa de la serpiente la aceptó; ocultando tras su barrera oclumante todo su temor.
—Un placer, y usted me imagino es el profesor Graham— Will le sonrió con más calidez cuando estrecharon las manos y Severus pudo comprender porqué Harry le profesaba tanto amor a ése hombre en sus cartas.
—Y yo soy Abigail— habló la chica, dejando que los ojos oscuros se posaran en ella —Tu cuñada— agregó después con una una sonrisa pícara, las mejillas del hombre volvieron a estar de un suave rosa mientras volvía a pronunciar un suave ''Un placer''.
—Deberíamos entrar, no queremos hacer esperar a los duendes— informó Hannibal al ver las presentaciones ya hechas, todos asintieron ingresando al banco mágico.
Abigail iba tomado del brazo de Will mientras Hannibal los guiaba, Harry por otro lado, había tomado de la mano a Severus entrelazando sus dedos, ninguno mencionó el hecho y estuvo agradecido por ello.
Era la primera vez que Abigail y Will veían un mercado mágico, por lo que los dejaban ser; observando todo con maravillosa ilusión, Harry se empapaba de sus emociones por lo que se veía de muy buen humor, cuando llegaron a un duende esperaron a que éste los mirara antes de que Hannibal hablara.
—Buenos días, tenemos una cita con Berk— habló con sus excelentes modales, el duende miró ceñudo durante algunos minutos al psiquiatra antes de asentir y pedir -también amablemente- que los siguiera.
Siguieron a la pequeña criatura hasta una simple pero muy bien decorada oficina, esperaron fuera mientras preguntaba algunas cosas en lo que suponía era el lenguaje gobblin, entonces volvió a salir y los miró con un pequeño tinte de curiosidad brillando en sus oscuros ojos.
—¿Lord Potter y Conde Lecter?— preguntó, ante el asentimiento de ambos rubios el duende volvió a abrir la puerta dejándolos pasar.
—Gracias....,— Will esperó que el duende le dijera su nombre para agradecerle correctamente.
—Gisli— contestó el duende, William le sonrió con ternura, sabiendo muy bien el significado de su nombre, demasiado tierno para una criatura con una mirada tan feroz.
—Gracias, rayo de sol— pronunciado con los sentimientos maternales a flote, estaba emocionado, en breve sería su maldito enlace, debían dejarlo ser.
Y ésa sin duda fue la primera vez que Severus vio a un duende sonrojarse y huir.
—¡Hola Berk! Ha pasado un tiempo, me alegra que hayas podido venir a ésta sucursal— saludó Harry antes que cualquiera, el duende tras el escritorio sonrió.
—Buenos días Lord Potter, he venido hasta aquí puesto que no podría dejarlo sin un duende de confianza— volvió a sonreír, tras insistencia de Harry, fue Berk el único que aceptó ir a la sucursal americana para controlar sus cuentas de manera conjunta con las inglesas.
—Fue por eso mismo que te llamamos, Berk, no dejaría que cualquiera enlazara a mis padres— dijo Harry. Aparecieron dos sillas de madera y un suave sofá lo suficientemente grande para que tres personas pudieran entrar cómodas.
El duende guió a Hannibal y Will a las sillas así como Abigail y Harry con Severus fueron al sofá.
—¿Desean usar el contrato matrimonial estándar o desean hacer uno personalizado?— preguntó, Harry se veía muy ansioso. Inclusl más que la pareja que iba a enlazarse.
—¿Podríamos ver el estándar?— preguntó por primera vez Will, el duende asintió y mostró un pergamino considerablemente largo.
Tenía las mismos cláusulas que un matrimonio no mágico, con excepción de la dote de que debía ser entregado a la esposa o esposo; éstos a su vez deberían haber dejado que sus padres entregaran regalos a la familia de su marido, pero dado a que ninguno de los hombres tenía familia cercana, los regalos fueron hechos por Harry, sutiles cosas aquí y allá que confirmaban el inicio del cortejo de Hannibal hacia Will.
—Dado aque ninguno de ustedes tiene parientes que hayan realizado un contrato por adelantado, ambos deben realizarse pruebas de herencia para saber lo que le ofrece al otro— dijo el duende con seriedad, Will comenzó a removerse incómodo. Él no tenía prácticamente nada para ofrecer, se sentía bastante patético en ésos momentos
—Y-Yo, yo no podría, soy...—
—Por supuesto— interrumpió Hannibal, quien aún mirando al duende tomó de la mano a su amada voluntad.
—Perfecto, entonces solo necesito unas gotas de la sangre de ambos— una daga de plata fue entregada junto con dos pergaminos.
Hannibal; ya diestro en la pruebas de herencia le enseñó a Will cómo hacerlo, el corte que realizó en la palma sangró solo lo suficiente como para manchar el pergamino, desde luego todas las cuentas y bóvedas del psiquiatra aparecieron, cuando fue el turno de Will, con algo se duda realizo el mismo corte, sorprendiéndose al notar que no dolía en absoluto.
Dejó caer unas cuantas gotas y con un hechizo del rubio mayor su herida fue cerrada.
Una vez más, se sorprendió al notar que sí aparecía algo en su pergamino.
El duende observó con curiosidad antes de entregar el pergamino a Will, quien mordiéndose los labios nerviosamente lo tomó.
—La empatía pura es un don mágico, querido. No sé porqué te sorprendes— murmuró Hannibal con una sonrisa mientras dejaba suaves caricias en la espalda baja, acercándose con curiosidad a ver el pergamino
Nombre: William Joseph Graham Rosier.
Padre: Bill Graham (estatus: muerto)
Madre: Lysanna Rosier Weiss (estatus: viva)
Abuela: Vinda Rosier (estatus: viva)
Abuelo: Konrad II Weiss (estatus: muerto)
Cámaras heredadas:
Bóveda de fideicomiso a Will Graham 841
Boveda de Lyssana Rosier 438 (compartida)
Bovedas de la Familia Rosier 217, 218, 219 (compartida con los demás herederos)
Bovedas de la Familia Weiss 267, 268, 269 (compartida con los demás herederos)
Estatus de sangre: mestizo
Herencia mágica: empatía pura (proveniente de la familia materna)
Se deja constancia que dentro de cada bóveda familiar hay existencia de libros, reliquias, cuadros y joyas, solo se podrá acceder una vez los Lores y Ladys de cada familia hayan perecido y se decida un nuevo Lord y/o Lady/Consorte de la casa.
Un breve silencio se instaló en la oficina, el pergamino pasó de las manos de de Will a las del rubio mayor, quien tras repasar con atención lo escrito allí, se lo pasó a Harry.
—Así que eres un Rosier...— murmuró por lo bajo el chico —Tienes más familia de la que crees en Inglaterra— continuó diciendo, dejando a Severus mirar sobre su hombro — Aunque el nombre de tu abuela me suena—
—Éso es porque fue una ávida seguidora de Grindelwald— murmuró sombrío Severus, Harry pareció sopesarlo por un momento antes de asentir.
—Recomiendo una prueba de salud, y un árbol genealógico, por si quieres saber de tus orígenes mágicos, papá— Harry le habló a William, quién aún bastante confundido asintió y Berk volvió a buscar unos pergaminos donde su sangre nuevamente se necesitaba.
En los pergaminos de salud apareció cada una las enfermedades que Will tuvo alguna vez, desde la encefalitis de hace pocas semanas hasta la meningitis que tuvo de niño y que nunca se había curado por completo; lo que había causado la hinchazón de su cerebro casi treinta años después.
Por supuesto no faltaba que recordara que era un squib, pero de todos modos salía el estado de su pobre núcleo mágico inutilizable.
También se veían sus huesos rotos, la cantidad de veces que fue disparado o apuñalado en su trabajo como policía, incluso que aún no tenía ninguna de sus vacunas mágicas.
Era realmente perturbador que apareciera incluso el día en que perdió su virginidad, ignoró deliberadamente esa parte y se la dio a un ansioso Hannibal que realmente deseaba ver si su amado tenía cualquier tipo de enfermedad que aquejaba su cuerpo.
El árbol genealógico por otro lado, mostraba únicamente su lado mágico de la familia, desde sus abuelos, la hermana de su abuela que a su vez tuvo tres hijas Black, el hermano de su madre que tenía también otro hijo, eran muchos, y Will jamás tuvo idea de que toda esa familia existía, porque había sido abandonado por su madre... probablemente por su débil núcleo mágico, Harry le había hablado de ésto, sin embargo, un dolor sordo se instaló en su pecho.
La mano de Hannibal comenzó a acariciarlo con ternura en un intento de consolarlo. Sabía lo difícil que era, él mismo lo vivió.
—¿Hay una manera de poner todo lo que me pueda pertenecer en una cuenta malcomunada?— la voz de Will se oía firme, Hannibal y Harry alzaron una ceja ante éso, fue inesperado.
—Serán ellos quienes se arrastrarán buscando mi perdón— prometió, su rostro era una oda a la venganza y un suspiro tembloroso salió de los labios de Hannibal.
—Mano meile, tu esi graži (amor mío, eres precioso)— y aunque William no pudo comprender del todo, supo que era un cumplido solo por el cariño que destilaba su voz, un suave rosa se instaló en sus mejillas.
—Ciertamente se puede, incluso un par de propiedas pueden ir a usted, lo pondríamos como su dote, después de todo su madre aún vive, es su deber— Berk había sonreído de manera retorcida y Will le respondió de la misma forma.
—Haré un par de pregaminos para entregarlos a la familia Rosier luego del enlace— y rápidamente su pluma comenzó a rasgar el pergamino.
—Me pregunto qué hará Vinda Rosier cuando sepa qué hice con su señor— comentó casual Harry, provocando un par de risitas en Abigail que observaba todo en silencio.
Berk por un momento sintió escalofríos, antes de continuar con lo suyo, Will se dejaba mimar por el psiquiatra; quien aunque lo negara, estaba muy emocionado por el enlace.
—Bien. Ésto ya está. Por otro lado, señor Graham ¿Realizó usted la Proaulia?— preguntó el duende.
—Yo lo realicé con mi hija— respondió Hannibal sin ninguna expresión en el rostro, si Berk se mostró sorprendido, nadie lo comentó y estuvo agradecido.
Según la antigua tradición griega del matrimonio, la proaulia era el momento en que la esposa (o esposo en éste caso) pasaba los últimos días con la madre, parientes de sexo femenino y amigas preparandose para el matrimonio. Hannibal la pasó con su hija en celebrando en su casa, mientras su Harry quedaba ése día con Will explicando qué era realmente la proaulia. Durante la ceremonia, Hannibal realizó más de una ofrenda a los dioses y la magia, invocando protección, fertilidad (innecesaria, pero igualmente lo hizo). Mas significativamente como un rito de paso antes de la boda, era el ritual del corte y donación de un mechón de pelo. Ésa ofrenda significa la separación de la esposa o esposo de la infancia y una iniciación a la edad adulta y el matrimonio. Asimismo se establecía un vínculo entre el novio y los dioses que le proporcionaban protección durante esa transición.
—¿Realizó también el rito del mechón?— preguntó Berk, ante el asentimiento del rubio volvió a lo suyo, era importante seguir las tradiciones del matrimonio para tener uno próspero.
—¿Se realizó el gamos antes de venir al banco?— pregunta nuevamente. El gamos era el día del matrimonio, y consistía en una serie de ceremonias que implicaban la transferencia del esposo de la casa de su padre a la de su nuevo esposo (en éste caso fue Will quien era llevado a la casa de Hannibal). El ritual del día había comenzado con un baño de bodas del esposo. Este baño simbolizaba la purificación y la fertilidad. Ambos novios hacían después ofrendas en el templo con el fin de asegurar una vida futura fructífera. Cómo no había ningún templo cercano, utilizaron el bosque donde habían celebrado litha, ya que en el lugar existían muchas deidades naturales que al ver las ofrendas les dieron sus bendiciones para la boda, sobre todo las hadas, quienes junto con Lexie hicieron un regalo a William, el más importante, de la ceremonia de matrimonio, el anakalupteria, que era la eliminación del velo de la novia.
Esto significaba la finalización de la transferencia a la familia del marido. Y se lo dieron a Will ya que era él quien iba a la casa de Hannibal. Y aunque cada uno hacía algun ritual hecho para las esposas no importaba, por que eran dos hombres y a ninguno había molestado hacerlo.
—Entonces acompañenme a la sala ceremonial para comenzar con el sacrificio— y todo se levantaron y siguieron a Berk, quien dirigió a una puerta contigua en donde había una gran mesa de piedra.
Comenzaron con el sacrificio prematrimonial, un cordero que fue ofrecido a los dioses y la magia para bendecir a los esposos en matrimonio.
A continuación, el esposo debia cortarse el cabello en señal de su virginidad. Y ésta vez fue el turno de Will, ya que para mal de sus horribles celos, Hannibal en su adolescencia ya había tenido a un hombre en su vida (nada serio le había dicho, pero eso no mitigaba los celos) y siendo el psiquiatra el primer hombre de Will, fue él quien tuvo que realizar el rito.
Entonces tanto Hannibal como William cambiaban sus ropas a unas túnicas blancas ceremoniales y se dirigían a un baño abierto, donde Berk los ayudaba a darse un baño ceremonial con agua bendita por los dioses y la magia conocida como loutra. Se vertía agua de un lutróforo. Los lutróforos más pequeños eran dejados al lado del sacrificio del cordero, debían también ser ofrendados a los dioses. Después de la loutra, Hannibal y Will eran llevados frente al sacrificio, donde intercambiaban coronas hechas de flores y plantas como verbena y mirra.
Antes de que Berk pudiera realizar los respectivos hechizos de enlace matrimonial, Lexie apareció frente a ellos, realizó una reverencia hacia el duende antes de acercarse a dejar un beso en la mejilla de Will y otro en la de Hannibal. Un velo tejido con pequeñas plantas y florecillas del bosque de Wolf Trap fue dejada por el hada sobre el rostro antes de sonreír y volar con prisa hasta quedar sobre el hombro de Abigail.
—Inusual familiar, señor Graham— fue lo único que dijo Berk, el castaño sonrió debajo de su velo.
—Nos unimos en la noche de Litha— fue su respuesta, el duende asintió y sirvió vino dulce con miel en dos copas de oro adornadas con runas antiguas.
Dio cada copa a uno de los hombres y comenzó a recitar un antiguo conjuro de enlace en griego antiguo. El conjuro hablaba sobre los compañeros de vida, almas gemelas, el amor, la amistad y la intimidad, también pedía a los dioses por prosperidad, fertilidad y felicidad.
Mientras el duende decía el conjuro, hilos de magia en color dorado iban saliendo de sus manos e iban a ambos hombres, rodeando sus cuerpos, entrelazándose en sus pechos. Mientras el conjuro iba aumentando en intensidad; los hilos de magia se hacían más y más brillantes, entonces Berk dejo de hablar, poco a poco los hilos dorados iban siendo absorbidos por los cuerpos de Will y de Hannibal, dejando una hermosa alianzan de oro puro en los dedos anulares de ambos al desaparecer.
—Conde Lecter. Si levanta el velo por favor— pidió Berk, y con un simple barrido de la blanca varita del psiquiatra, el verlo de Will desapareció.
—Tomen el vino— y Hannibal dio de beber al castaño su copa hasta que sus labios estuvieron empapados de dulce vino, Will realizó la misma acción.
—Bueno, pues pueden besarse. Si quieren— dijo Berk y antes de que Will pudiera hacer cualquier cosa el mayor lo tomó de la cintura y lo besó castamente, transmitiendo todos sus sentimientos en ése beso.
—Felicidades por su unión, señores Lecter— y Harry fue el primero en correr hacia sus padres y abrazarlo, seguido de Abigail que también los abrazó sonriendo, Severus fue más tímido, sin embargo también se acercó a felicitarlos, y como dictaba la antigua tradición mágica (Ahora considerada magia oscura), otorgó bendiciones a los esposos.
Miró con sus ojos brillantes a la pareja mientras con su varita cortaba su dedo índice.
—Por favor, entrelacen sus manos— pidió el maestro de pociones, los esposos se miraron pero de igual forma lo hicieron. Severus tomó sus manos y con su sangre escribió la runa de fortaleza, Uruz, en ambas manos y las extendió hacia el cielo.
—Oh Madre del Cosmos— comienza en un susurro —oh Gran Espíritu del Cielo y de la Magia, contemplen a éstos esposos, encantadores, traídos aquí por su amor, bendíganlos, protéjanlos y concédanle los regalos de la sabiduría, inspiración, y maravilla para ésta nueva etapa de sus vidas — y la runa escrita con sangre brilló un momento antes de desaparecer.
Entonces los miró un momento más antes de indicarles que señalaran con sus manos entrelazadas hacia el cordero sacrificado.
—Mis saludos y respetos madre, Tierra. Madre de todos, Gaia, padre Cazador. Éstos son sus hijos, sus amores y sus joyas, bendíganlos, protéjanlos y concédanles su fuerza, persistencia y tenacidad eternas. Que William y Hannibal Lecter siempre tengan un espíritu que busquen las estrellas y las raíces profundas dentro de vuestro pecho cariñoso— con un movimiento de varita el cordero comenzó a arden en las llamas del fuego maldito.
—Y te agradecemos a ti también, Hestia, por el calor del hogar, por tener siempre un lugar a donde volver— el fuego comenzó a avivarse aún más —Bendice el hogar de éste matrimonio, otorgad a ellos felicidad conyugal y armonía familiar— y el fuego osciló una vez más hasta comenzar a desaparecer poco a poco y que solo queden cenizas de lo que alguna vez fue el cordero sacrificado.
La sala permaneció en silencio, Severus se veía bastante agotado, una fina capa de sudor cubría su frente y su respiración estaba agitada, pero aún así se giró hacia los nuevos esposos.
—Sé que no es mucho— comenzó el pocionista —Pero considero que lo mínimo que podría otorgarles es una bendición— Berk estaba al borde del desmayo, ¿Qué clase de maldita familia eran los Lecter? ¿Wendigos con crías veelas? ¿Esposos émpatas? ¿Un yerno capaz de otorgar bendiciones con magia roja? Éstos magos algún día lo matarían.
—Muchas gracias Severus, de verdad lo apreciamos— fue Hannibal quien habló, dejó un apretón en el hombro del pocionista y le sonrió, ésta vez más sincero y con un brillo de verdadera felicidad en sus ojos.
—Gracias— murmuró un tímido y casi al borde de las lágrimas William. No es que sea un llorón, es solo que, fueron tantas emociones por un día, entonces llegaba éste hombre; el futuro esposo de Harry, y hacía esas cosas raras con su magia y le daba lo que al parecer eran maravillosos regalos, que simplemente no podía, su conexión con Hannibal ahora era palpable, lo era ahora que ambos tenían el mismo anillos de oro en sus dedos anulares.
—¿Podemos continuar? Aún falta la epaulia— y nuevamente los ahora esposos Lecter se dirigían al baño, pero ésta vez juntos, el esposo lavaba a su marido y viceversa. Una vez terminado el ritual de baño, dejaban sus túnicas blancas atrás y volvían a los trajes que habían tenido antes de los rituales.
Parte de la epaulia era también el recibimiento de los dones y la preparación para el viaje como esposos. Por lo que nuevamente volvieron a la oficina de Berk y, con una pluma negra ambos firmaron un contrato matrimonial. Al menos un cuarto del contenido de las cámaras de la Familia Rosier y Weiss fue a parar a una cuenta conjunta en la que Hannibal también desvió parte de su fortuna mágica. También fue a aquella cuenta todo su oro de la bóveda de fideicomiso que su madre realizó y parte de las reliquias de las bóvedas de la madre de Will.
—Dentro de cinco días éstas cartas con los movimientos bancarios llegaran a Lady Rosier, hasta entonces pueden estar tranquilos, ¿Desean que otorgue su dirección en caso de que Lady Rosier quiera hablar con usted?— preguntó Berk al émpata —Usted ya no pertenece a su casa, sino a la de su esposo, por lo que si se niega no daremos la información— Will lo pensó durante algunos minutos antes de suspirar.
—Si Lady Rosier desea hablar conmigo puede otorgar la dirección de nuestra casa, Berk— el duende asintió y entonces otra criatura, un poco más joven apareció la oficina tras dar un par de toques la puerta y que se le permitiese la entrada. Traía una fina caja de madera con el emblema de la casa Lecter, allí dentro estaban los anillos de Lord Lecter y Consorte Lecter.
—Sus anillos, señores— desde que supo de du herencia, Hannibal había decidido no usar su anillo de jefe de casa hasta que hubieran encontrado uno igual para Will, había únicamente anillos de Lady y Will no era una dama, pero para fortuna suya, en el siglo VII, unos doscientos años antes de que Hannibal el Macabro existiera, hubo un Jefe de la familia Lecter que decidió tener un consorte, el anillo del amado de aquél hombre del pasado era el que ahora portaba Will en su dedo medio, justo al lado de la alianza que lo marcaba como suyo. La vida era buena, pensó el psiquiatra.
—Señores Lecter, ante la magia ustedes ya son esposos ¿Hay algo más que pueda hacer por ustedes?— los nuevos esposos se miraron y luego miraron a sus hijos.
—¿Tiene usted a mano pociones de adopción?— preguntó Will con una pequeña sonrisa, esos dos niños ahora serían realmente suyos.
La fiesta se había celebrado en el jardín trasero de la casa de los Lecter, había una larga mesa que fue llevada por medio de magia al lugar y un montón de platos hechos a base de carne fueron dejados allí, también había un par de verduras asadas y glaseadas así como frutas de la temporada, el buen vino dulce tampoco faltaba. Aparte de la familia estaban Severus, la Sra. Quintana a quien muy amablemente invitaron por toda la ayuda que les brindó en MACUSA, Bellatrix y Draco Malfoy también estaban presentes, lastimosamente ése día Tom no pudo asistir, pero mandó sus más sinceras disculpas y felicitaciones a la pareja y prometió visitar a su ahijado en la brevedad antes de que marchara a su colegio. Lucius y Narcissa no fueron invitados a la fiesta debido a que ellos aún no sabían de la naturaleza de la relación de Harry con el Lord, por lo que los invitados fueron pocos, sin embargo la compañía era buena.
Mientras Hannibal hablaba con la Sra. Quintana, Will aprovechó para entrablar charla con Bellatrix, según su árbol genealógico ella era su prima tercera, o tal vez segunda, quien sabe, el punto es que eran familia.
Desde un rincón no muy lejano, bajo la sombra de un árbol, Harry observaba a su familia y no pudo sino suspirar satisfecho y feliz.
''Se ven tan felices''
—Lo sé, también lo soy— respondió en un susurro bajo.
~Yo digo que deberíamos aprovechar y encerrarnos con Severus en el estudio~
—Serpent— advirtió el adolescente con un arrastre de voz.
~Solo decía~
''Aún recuerdo el sabor de sus labios manchados con la sangre de Grindelwald'' ésta vez fue Lion ''Fue casi celestial''
~Casi eyaculamos~
—Grosero— murmuró Harry.
~No. No. No. A mí no me eches la culpa, fuiste tú quien se puso demasiado feliz al besar a Severus todo preocioso bañado en sangre~
''Opino que tal vez deberíamos hacer caso ésta vez a Serpent''
—No— dijo Harry.
''PERO SI QUIERES ESTAR CON ÉL A SOLAS''
~Y abrazarlo~
''Y tocarlo''
~Y joderlo sobre ése bonito sofá de cuero negro en el estudio~
Harry iba a responder cuando notó la mirada que le manda Severus desde el lugar donde estaba con Draco, sus ojos brillaban de anhelo apenas contenido, Harry lo vio humedecer sus labios con su lengua, también lo vio disculpándose con su ahijado antes de levantarse, darle una última mirada ardiente a Harry e ingresar a la casa.
~Uhhh te dio la mirada de ven y follame~
''Yo digo que deberíamos ir tras él, tal vez se siente mal''
~Y luego lo follamos hasta que diga que se siente bien~
—Basta, iremos solo a ver si está bien— murmuró Harry avanzando hasta las puertas de cristal que daban al comedor por donde Severus habia desaparecido. Ninguna de las voces en su cabeza dijo nada acerca del hechizo de bloqueo que lanzó a la puerta.
Cuando encontró al pocionista en la cocina con una copa de vino y mirando el vacío, éste con lentitud dirigió su mirada hacia el adolescente, una cosa hermosa, llena de de sentimientos oscuros, una mirada ardiente, anhelante, lujuriosa. Harry ni siquiera lo pensó, se acercó y acorraló al hombre contra la mesada de mármol, su rostro fue directo al espacio entre su cuello y hombro y con su nariz comenzó a acariciar la vena yugular. Dio una profunda respiración y sus pulmones se inundaron del exquisito aroma del hombre.
Siempre fresco y refrescante, pero deseaba tanto volver a mezclarlo con el olor hierroso de la sangre, sus dientes picaban por marcarlo como suyo.
—Dulce Severus— murmuró sobre su oreja, sonriendo ante el estremecimiento del mayor —¿Qué se supone que haces?— preguntó, sosteniendo las caderas del pocionista —Seduciéndome así, guiándome a un lugar oscuro y solitario— suaves besos fueron dejados en el pálido cuello del hombre.
—Harry— murmuró, el tono de devoción hacia el menor complamente presente, el rubio juntó sus caderas y un jadeo escapó de ambos, las manos del maestro se aferraron a los hombros del adolescente.
—Pide, pide, pide, pide, pide— susurraba con rapidez, una fuerte mano de Harry sostuvo la mandíbula de Severus y lo miró a los ojos. El negro brilló con lujuria y tras humedecerse los labios, susurró:
—Por favor— y los labios de Harry se estamparon con los suyos, un cosa viciosa, llena de sentimientos, caliente, húmedo, audaz.
Severus podía sentirse a la deriva en un espacio más allá de su espalda presionada contra la mesada de mármol y los verdes ojos vidriosos que lo miraban, fue superado por su propio placer y limpió su mente de todo lo que no fuera Harry.
Harry, Harry, Harry ¿Qué era la vida sin ésto? ¿Sin él? ¿Y podría vivir sin éso después de haber ido tan lejos en la oscuridad como lo hacen las criaturas salvajes y nocturnas, indómitas, cediéndose a los caprichos de los demás y sus deseos?
No podía imaginarse haciéndole ésto a nadie más. No podía imaginarse con cualquier otra persona.
Cuando empezó a rodar sus caderas experimentalmente, lanzó un gemido áspero, y su cabeza cayó hacia atrás mientras arqueaba su columna vertebral contra la mesada, lastimándose, pero no importaba, no cuando la extensión de su cuello y su pecho se ofreció como un animal en sumisión. Y Harry, tambaleándose contra él atacó la carne ofrecida; lamiendo sobre la vena.
Con los ojos entrecerrados Severus observó el cambio de Harry, su cabello más claro, sus manos que terminaban en garras, sus ojos completamente negros y sus colmillos afilados, y luego tras una última mirada al rostro de Severus, el adolescente; con una sonrisa que provocó temblores en las rodillas del pocionista, mordió con la fuerza suficiente para sacar sangre en la unión del cuello con el hombro.
Y Severus apretó los labios reteniendo su grito, la sangre caía por sus clavícula y la lengua de Harry acariciaba con ternura la carne magullada de su cuello, estaban pecho contra pecho, con la pelvis del menor meciéndose hacia adelante y hacia atrás, adelante y atrás sin apenas sobresalir un poco antes de empujarse otra vez.
Tan lleno, tan poseído como estaba, Severus sintió la adrenalina correr por sus venas, lujuria ardiente pesada sobre su vientre, y su mente embotada, pensamientos únicamente de Harry allí dentro; como las manos de Harry arañando su espalda bajo su camisa ¿En qué momento logró meterlas? La lengua de Harry adentrándose en su boca en una danza ardiente con sabor a sangre, posividad y robándose cada uno de sus gemidos y suspiros, el falo del Harry, grueso y pesado frotándose sobre el suyo y Severus ya ni siquiera podía pensar otra cosa que no sea Harry y su cuerpo cubriendo el suyo.
—Llevo muchas de sus marcas, profesor— murmuró Harry contra sus labios —Pero ninguna sola hecha por su mano—
Harry buscaba estimularlo, por supuesto ¿Por qué deberían detenerse aquí? Lo estaba invitando a abrir más la puerta y dejar escapar más sombras; de esas que siempre intentó ocultar.
¿Quién era Severus Snape para negarse el deseo de dejar una impresión duradera? ¿De probar la sangre de Harry? Era hora de un acto de reciprocidad, es justo y Harry sabe éso.
Lo que había dicho era verdad, no se habían dejado marcas hechas por sus propias manos. Era hora de remediar éso. Severus quiere remediar eso.
—Harry...— el mayor exhala el nombre con solo la más mínima vacilación, observa al chico, todo ojos oscuros que desean devorarlo en más de un sentido, lo ve desabotonar su camisa, hasta que su pecho pálido y lleno de cicatrices queda expuesto y la ira creciente de los celos se levanta dentro del cuerpo del pocionista.
Odiaba no ser él quien marcó ese perfecto cuerpo, esa piel suave, con una delicadeza contradictoria a sus pensamientos de odio, acaricio con las llemas de los dedos cada una de las cicatrices que encontraba, un suspiro tembloroso salió de los labios de Harry y con sus uñas intentó borrarlas, no las quería, si no eran hechas por él no las quería en el cuerpo de su amado, con un gruñido bajo acercó su rostro al cuello de su antiguo alumno dejo pequeños y suaves besos allí, respirando con fuerza, embrigándose con el aroma del chico.
—Te deseo— murmuró Severus sobre el cuello del chico —Te quiero en la forma en la que los animales se quieren, todo dientes y sangre— un suspiro tembloroso sale de los labios del menor —Te quiero como los pecadores quieren misericordia, como los sedientos quieren el agua. Quiero la huella de tus dientes en la punta de mis dedos— aún con la cabeza metida en el hueco entre el cuello y el hombro de Harry, el pocionista llevó pulgar a los labios del rubio, sintiendo las pequeñas mordidas que dejaba en el dedo.
—Quiero tu lengua en mi boca— volvió a hablar, saliendo de su escondite para mirar a los vidriosos ojos verdes que lo veían con amor enfermizo y Severus lo quería tanto, quería todo de él.
Unieron sus bocas y tal y como el mestro lo había pedido, la lengua de Harry se reunió con la suya en caricias lentas sensuales, se separaron con un pequeño chasquido y el mayor dio una pequeña lamida al labio inferior del adolescente.
—Te quiero como los hombres codician las cosas bonitas, solo para destruirlas más tarde— unieron sus frentes y Severus cerró los ojos mientras comenzaba a peinar los largos cabellos rubios de Harry —Quiero romper la laca pulida de tu sonrisa. Quiero derretir la filigrana de tus puertas doradas. Quiero pintar las paredes con los colores en tus ojos. Quiero hacer temblar la tierra para que tus cimientos se desmoronen— otro suave suspiro sobre los labios de Harry.
—Te quiero fuerte. Te quiero vulnerable e invencible y en todos los sentidos en que no debería ni siquera pensar tenerte— Severus se separa y toma con sus manos ambas mejillas de Harry y se obliga a mirar los ahora llorosos ojos rosados.
—Te quiero como lo hacen los animales. Te quiero cálido y dispuesto, sentir tus muñecas dentro de las esposas de mis dedos, quiero poner tu pulso contra el mío y ver si coinciden; para ver sí, tal vez, algún día, podría hacer que la tuya corra, que se acelere como la hace el mío caba vez que estoy cerca de ti, cada vez que miras, cada vez que me tocas— un breve silencio se instaló, pero fueron apenas solo segundos en que ambos parecieron perderse en la mirada del otro cuando Severus volvió a hablar:
—Te quiero como los justos quieren justicia, algo que me quema en el fondo. Algo que me mantiene despierto por la noche y nunca me deja descansar. Una forma que me obliga a mirar las estrellas y esperar, y desear que las estuvieras viendo conmigo. Te quiero de una manera que se siente como la luz de las estrellas: distante, fría y cuanto más me acerco, más peligro tengo, hasta que me sofoco o me quemo hasta las cenizas— lentamente Severus comenzó a acariciar los pómulos más pronunciados de Harry, con delicadeza y suavidad, como si sostuviera algo realmente frágil y precioso, algo solo suyo y que recelaba de todo y todos —Me duele por ti como lo hacen los animales cuando llega una tormenta: me siento, espero, tiemblo y busco que vengas por mí, que me rompas. Quiero despertar cada mañana con tu pesadilla en mi puerta. Quiero que abras y separes el cielo, que derrames tu amor y tu ira sobre mí y me marques como tuyo— las primeras lágrimas comenzaron a caer y Severus se empeñó en limpiar cada una de ellas, le regaló a Harry una sonrisa suave, llena de tranquilidad.
—Te quiero como los animales se quieren, puramente, sin pensar en las consecuencias. Sé el lobo o el cordero, la mantis o la viuda, sé el cadaver de una especie muerta hace mucho, aún así haré un hogar para mí en tus costillas, suave y cálido, solo para mí, un lugar para volver. Te quiero en la forma en la que un viajero anhela su cama—
—Te quiero a ti dentro de mí. Quiero tu sangre, y tu carne, y tu deseo, todo. Quieo tocar cada vena que posees, quiero tocar cada nervio que poseas, iluminar y lanzar tension a través de cada músculo. Quiero mi espada en tu corazón y tus garras en mi cuello. Te quiero de la misma forma en la que los peces quieren que la superficie del lago sea sólida. Sea seguro, pero no demasiado, para que no muera de frio— las manos de Harry se aferraron a la camisa manchada de sangre del mayor con fuerza, como si estuviera a punto de perder el equilibrio, como si de un momento a otro todo lo que lo ata a la tierra desapareciera y solo Severus estuviera allí para anclarlo.
—Eres mía como el hambre es invierno. Una consecuencia inevitable de un evento inevitable. Llega el invierno y todo muere. Te quiero a mi lado, quiero tu sonrisa, todo dientes puntiagudos y manchados de sangre tras desgarrar la carne del enemigo. Te quiero como lo animales quieren la primavera— confiesa antes de abrazarse al cuerpo de Harry.
—Te quiero débil, apestando. Te quiero marcado, te quiero cicatrizado, temblando y aterrorizado, pero solo por mí. Por que quiero que confíes en mí. Y quiero que también me desprecies, y quiero tu ira, tu odio, y tu miedo, tu vulnerabilidad y tu debilidad. Quiero dolerte en lo más profundo de tu alma por que yo... — un suspiro tembloroso abandona sus labios antes de enterrar su rostro en los cabellos de Harry.
—Quiero destruirte— susurra —Convierte tus dientes en mantequilla y pon tus huesos en mi pan. Quiero aprender a hacer vino con tu sudor y tu sangre. Quiero devorarte y consumirte. Y quiero tocar las entrañas de tu cráneo y probar la fuerza de tu mandíbula juvenil—
—Y quiero tu boca a mi alrededor, y acurrarme en tu estómago y dormir allí. Por que ya no puedo hacerlo, no puedo dormir sin pensar en ti, en cómo hueles ¿Y no es extraño?— se pregunta —Ni siquiera recuerdo haber experimentado una necesidad así, pero lo hago. Lo hago ahora. Quiero verte. Me morizar tu rostro en todas las facetas, aquellas que ya conozco y las que aún me vas revelando— su abrazo se apretó con más fuerza cuando Severus murmuró lo siguiente:
—Quiero tanto estar dentro se ti. Quiero ser veneno en tus venas, ennegrecerlas, juntar tus muñecas y columna vertebral y contaminar tu lengua— la respiración de Harry tartamudeó —Quiero ennegrecer tus dientes con el veneno de mi sangre. Te quiero amordazado, atado y libre como un pajaro. Porque te quiero como los animales se quieren. Te deseo. Quiero destrozarte y reconstruirte. Te necesito como el agua, como el aire. Te quiero como un ahogado quiere la superficie del océano— Harry volvió a levantar la mirada aún entre lo brazos de Severus para conectar miradas y el hombre de negro le regaló un casto beso lleno de promesas.
— Porque te quiero como eres, violento y despiadado, cruel, desviado y mortal. Quiero penetrar en tus huesos y hacerte doler, quiero hacerte daño. Quiero que llores por mí en la noche y que tiembles hasta que te toque— la mirada de Severus estaba llena de devoción. —Y quiero que me quieras como los animales se quieren. Con dientes, garras y sangre. Quiero que me marques, quiero borrar todo lo demás que me tocó, que no somos nosotros. Quiero tu boca en mis cicatrices mientras abro las tuyas. —
—Te quiero como los fieles quieren a sus dioses— dijo con profunda reverencia —Quiero tu mejor naturaleza, tus peores convulsiones. Me duele por ti como el océano que lame en las fronteras de la tierra. Quiero encerrarme en ti y comer tus acantilados— sus manos ahuecaron sus mejillas de nuevo.
—Porque realmente te deseo— murmuró conectando su mirada oscura a los ojos rosados — Verdaderamente te amo— las respiraciones de ambos estaban aceleradas tras la hermosa declaración que el mayor había hecho, lad mejillas de ambos estaban rojas y sus ojos brillaban de amor apenas contenido —Dime, Harry. ¿Cómo me quieres?— pregunta en un susurro el hombre de negro.
Harry sonríe llevando un mechón del cabello oscuro de Severus tras su oreja.
— Como siempre lo he hecho, amado mío. Totalmente y para siempre— y Severus gimió, apretando los dientes y cerrando los ojos, su respiración pareció detenerse y solo pudo concentrarse en la magia de Harry, ardiente, acariciando la suya con cariño, como un dios benevolente y Severus se deja, deja que las manos de Harry vaguen bajo su camisa manchada y él no duda
en marcar su pecho con sus uñas cuando sus pezones son estimulados. Su ritmo cardíaco aumenta cuando Harry voluntariamente ofrece su cuello, y los ojos del mayor se nublan de placer cuando prueba el sabor de la tibia piel suave, lame y chupa un par de veces antes de morder con fuerza, más de la necesaria, pero el quiere marcar y dejar huella en su compañero. A medida que la sangre inunda su boca, rápidamente su mano comienza a desabrochar el fastidioso pantalón de vestir del adolescente quien jadea, mitad dolor y mitad placer cuando su mano se encuentra con la caliente carne, bombea con suavidad escuachando los suaves gemidos de Harry, cuando la herida del cuello dejó de sangrar, lamió una última vez la carne desgarrada antes de volver a juntar sus labios con los del menor.
La sangre mezclándose con su saliva parecía ser un afrodisíaco intoxicante, Severus se perdió en la sensación de su boca siendo sometida por la lengua de Harry, tanto así, que no sintió las manos del rubio en sus pantalones hasta que su miembro hizo contacto con el de Harry.
Severus gimió alto, una sonrisa descarada llegó a los labios de Harry antes de silenciarlo, metiendo un par de dedos en su boca; los chupó debidamente, llenándolos de saliva y mordiendo de vez en cuando al sentir al menor embestir hacia su polla.
—Mi dulce Severus— murmuró sobre su oreja retirando los dedos de su boca, poco a poco el rubio comenzó a embestir con más rapidez manchando el vientre de ambos con el pre-semen que salía de la punta de sus falos, todo era tan resbaladizo, tan caliente... el aire ya no parecía suficiente para Severus, quien sollozó al sentir un dedo tanteando su esfínter.
—Por favor, por favor por favor— comenzó a suplicar en susurros el pocionista mientras se abrazaba a Harry, abriendo más sus piernas para dar un mejor acceso a su parte trasera.
Y no lo vio venir.
Dos dedos entraron de golpe mientras que la otra mano de Harry apretaba con fuerza sus miembros juntos, un grito silencioso salió del hombre de negro, arqueó la espalda apretándose alrededor de los dedos, y Harry comenzó a lamer nuevamente la mordida que había hecho solo minutos antes en el cuello de su compañero.
Los dedos se mantuvieron quietos por lo que Severus creyó una eternidad antes de empezar a entrar y salir con rudeza de su agujero, los movimientos sobre su pene seguían el mismo ritmo, cuando ya no pudo sostenerse más; recostó su espalda en la mesada de mármol y alzó una de sus piernas para rodear la cadera el menor.
Aquello provocó que Harry tuviera un mejor acceso al interior del pocionista y curvando sus dedos comenzó a atacar con fuerza la próstata de Severus. Que solo podría abrazarse a su antiguo alumno mientras lo jodía en su cocina en el día del enlace sus padres.
Comenzó a temblar sin control cuando sintió que los bombeos a su pene aumentaron su ritmo, observó con ojos entrecerrados la sonrisa satisfecha del menor al verlo en un estado sollozante en el que apenas y podía pensar con coherencia. El hombre mayor llevó una de sus manos al pecho de Harry, notando su corazón acelerado, su pecho cubierto de una fina capa de sudor, su abdomen levemente cincelado con suaves músculos, el rubio se inclinó sobre él antes de murmurar sobre su oreja:
—Mío— fue lo último que logró procesar antes de venirse tan fuerte que creería si le dijeran que cayó inconsciente por algunos segundos, su cuerpo temblaba completamente sudoroso, luces brillantes aparecían tras sus párpados y chorros de su venida mancharon su camisa y parte del andomen y pecho desnudo de Harry.
Observó el miembro del adolescente, no tan grande como el suyo pero con un tamaño considerable para su edad, era de un bonito color rosado con rojo en la punta y había apenas un ratro de vello púbico asomándose en la base, pero por sobre todo, notó Severus, seguía erecto.
Tenía que remediar aquello.
Fue entonces que con la respiración aún pesada, Severus decidió subirse a esa ostentosa mesada de roca, un movimiento de mano y sus pantalones yacían doblados en una olvidada butaca a su izquierda, se estremeció al sentir la fría piedra en sus nalgas, pero la mirada oscura y roja de Harry lo valía. Entonces se decidió a ayudar a su compañero con sus problema.
Abrió sus piernas dando una impresionante vista a su joven amante, los ojos rojos se clavaron en su agujero y Severus observó Harry se humedecía los labios.
—Harry— dijo el mayor un suspiro, mientras comenzaba a acariciar sus pezones sobre la tela de su camisa, su otra mano iba bajando en un ritmo constante por vientre hasta llegar a su polla ya medio erecta; la imagen del rubio comenzando a masturbarse envió profundas oleadas de calor a todo su cuerpo, concentrándose toda en su bajo vientre.
—Tan bueno para mí— murmuró Harry aún observando, tres pasos alejado del hombre mayor, quien masajeaba su pene con una mano y la otra desabotonaba su camisa para dar una mejor vista de sus rosados pezones erectos.
La respiración de Harry comenzó a acelerarse al igual que los bombeos a su miembro, Severus aprovechó aquello para pasar la mano que masajeaba su pene a su agujero y comenzar a penetrar con dos de sus dedos, lo suficientemente profundo como para rozar aquél dulce punto en su interior.
—Harry... Harry... Harry— murmuraba Severus con los ojos cerrados mientras se penetraba con más rapidez, la mano del menor instintivamente comenzó a seguir el ritmo de Severus y dio un paso más cerca, con su mano libre comenzó a dejar pequeños patrones abstractos en el interior del muslo del mayor; las yemas de sus dedos dejaban una caricia casi fantasmal sobre su piel.
Severus volvió a arquearse, contorsionando su cuerpo en una posición dolorosa sobre el mármol duro y frío, y chorros de su semen nuevamente mancharon su pálida piel. La imagen en sí misma era una oda al pecado a los ojos de Harry, quien mordiéndose los labios con fuerza, se frotó con rapidez y se obligó a observar como su propio semen manchada el pene de Severus y el interior de sus nalgas.
Con la respiración agitada se acercó a su compañero, cubriéndolo con su juvenil cuerpo, ambos aún mareados por el orgasmo, Severus sobre la mesa completamente abierto y accesible para Harry, con solo una camisa abierta y un par de calcetas negras encima. Harry por otro lado, sonreía recostado sobre el pecho lampiño de su compañero, dejaba pequeños besos cada pocos minutos, y permaneció allí por un tiempo, escuchando los latidos acelerados del corazón del mayor que por más que pasaban los minutos nunca tranquilizó su cadencia.
Fue solo un temblor de Severus y un frío en las nalgas que alertó a Harry de que aún seguía con los pantalos en las rodillas y con su amado semidesnudo, un movimiento de manos logró limpiarlos, y otro más lanzado a toda la superficie que utilizaron, el rubio se subió los pantalones mientras observaba a Severus ir por los suyos y hacer lo mismo.
Su miembro palpitó interesado al ver nuevamente las blancas nalgas de su compañero. Dio un suspiro satisfecho antes de sonreír y acercarse a Severus, ayudándole a abotonar su camisa. Una vez terminaron de vestirse las manos del menor viajaron a la cintura del pocionista y éste se abrazó del cuello de Harry.
—Eres preocioso— murmuró sobre los labios del hombre de negro y comenzó a besarlo de forma bastante lenta y perezosa. Sus manos buscaron las de amado y cuando lo encontraron, una bonita sortija platrada era colocada en el dedo anular del maestro. El beso terminó —Y eres mío—
Severus miró con asombro y felicidad el anillo en su dedo, con ojos brillantes se acercó nuevamente para besar a Harry, ésta vez con más avidez, todo dientes fuertes y lengua y sangre mezclándose con su saliva.
Fueron los pequeños golpes en la puerta de vidrio lo que hizo que se separaran, Severus frunció el ceño antes de suspirar y descansar su frente sobre la de Harry, quien tomó su mano y entrelazó sus dedos.
—Ése es nuestro llamado, debemos volver a la fiesta, es el día de tus padres— murmuró el picionista no muy convencido.
Harry hizo un pequeño puchero pero asintió, aún con sus manos entrelazadas se dirigieron al comedor, en donde en la puerta de vidrio Draco los miraba desde afuera con una ceja alzada antes de rodar los ojos.
—Ya era hora, tus padres hace rato que te buscan— murmuró el rubio apenas abrió la puerta, Harry sonrió y agradeció a Draco quien asintió y volvió para hablar con Abigail y el émpata buscó a sus padres con la mirada. Cuando cruzó miradas con un muy poco sorprendido Hannibal trató de hacerle llegar sus pensamientos.
Sonrió al recibir un asentimiento.
—Oye, Severus... mis papás irán a la casa de verano a pasar su noche de bodas— comentó Harry, girándose para ver al pelinegro, quien alzó una de sus cejas en dudoso sobre lo que aquello significaba.
—Quédate ésta noche— pidió Harry, sus ojos verdes volviendo ahora al habitual rosado que expresaba su amor hacia Severus, ¿Y qué podría decir él sino sí a todo lo que éste muchacho le pedía? —Prometo portarme bien— volvió a decir al ver que aún no recibía una respuesta verbal, Severus parpadeó un par de veces antes de asentir. La sonrisa emocionada de Harry causó estragos en su corazón.
~Sí, claro~
''Creo que será una gran noche''
—No hay duda de eso— murmuró Harry, antes de atraer a su compañero a un caluroso beso cuando nadie miraba.
Cuando llegaron por flú a la casa, Will pudo oír el sonido de las olas impactar contra las rocas, era fuerte y furioso, el olor de la sal inundaba todo el lugar y la brisa marina le irritaba la piel, se acercó un poco más a la puerta de vidrio observando a lo lejos un acantilado.
la vista fija en su vaso medio vacío.
—Me gusta la vista— murmuró, a los lejos se veía el final de la tierra, luego el mar y el atardecer pintando el cielo en tonos rojizos, rosas, naranjas y violetas.
Las manos de Hannibal rodearon su cintura desde atrás y su mentón descansó sobre el hombro del castaño, el perfilador fue envuelto en un abrazo apretado lleno de cariño y amor.
—Aún no puedo creer que estemos enlazados— murmura Will, recostando su cuerpo sobre el del psiquiatra. Un sonrisa escapó de sus labios. —Todo se siente tan irreal— continúa, luego se gira aún en el abrazo del hombre mayor —Pero sucedió, y no puedo ser más feliz por ello— los brillantes ojos azules de Will lo veían con tanta emoción, con tanto amor.
Will había provocado un dolor profundo en Hannibal, uno que le quemaba a fuego lento en las entrañas, uno que aceleraba su corazón, uno que no salía de sus pensamientos, un dolor que nunca se iría, un dolor llamado amor.
—A folie à deux— murmura Hannibal, ahora inclinado sobre los labios de su amada voluntad, por fin suya. Su manos se apretaron en la cintura del castaño y Will alzó el rostro, logrando así que sus labios rozaran los del rubio mientras susurraba:
—Dos personas afligidas por la misma locura— sus ojos brillaban como locos mientras entrelazaba sus brazos al rededor del cuello del psiquiatra.
—Una locura compartida— dijo a su vez Hannibal.
—Prefiero llamarlo amor— fue la respuesta de Will antes de unir sus labios.
—¿Te amo?— pregunta Hannibal, suavemente, su voz increíblemente débil.
—¿Lo haces? Dime como se siente—
—Debajo de mi piel, como un dolor— murmura el rubio, dejando perqueños besos en la mandíbula afeitada de Will. —Se siente como lastimar, el quererte— admite.
—Nada más me toca, excepto tú— responde William, sus manos yendo a parar en las finas hebras doraras de su esposo, sentía morbosidad por desordenarlo
Hannibal levanta la cabeza mientras agarra el botón de los pantalones de Will. Se miran el uno al otro, ésta vez, con sonrisas petulantes y sombrías —¿Está satisfecho con mi declaración de amor, Doctor Lecter?— pregunta el castaño.
—Infinitamente— dice Hannibal.
Una letanía de versos se acumulan en él, pero se queda sin palabras. Su pulgar comienza a acariciar la punta de su falo antes de que sus dedos tiren de los pantalones de Will y éstos caigan hasta las rodillas de él.
Y entoces, con los brazos como el cayado de un pastor, Hannibal acerca a su cordero perdido y le apoya la cabeza contra el corazón.
Luego toma el rostro de Will en sus manos y lo inclina hacia arriba para poder caer en la hermosa rabia de su mirada violenta.
—Te he hecho casi perfecto— murmura el psiquiatra al fin, incapaz de manejar mucho más porque cada gota de sangre se ha drenado de su cerebro a su pene, que está salvajemente erecto.
—Y te he hecho a mi imagen— dice Will con voz estrangulada mientras desabrocha la camisa del rubio y pasa sus manos por su amplio pecho maravillándose ante lo peludo que es. Lame cada pezón de Hannibal y luego lo muerde con fuerza —Puedo sentir cuánto ha cambiado en los latidos de su corazón, Doctor Lecter— murmura saliendo de sus pantalones y dejando caer al suelo la camisa y el saco del psiquiatra.
—Únicamente por ti y nuestra familia, mano mylimas vyras (mi amado esposo)— responde —Tal vez deberíamos subir a la habitación principal, querido— vuelve a unir sus labios con los del castaño, que se aferra al hombre mayor como si su vida dependiera de ello.
—Ésa es una magnífica idea, cariño— le responde.
Y solo en la habitación, con la oscuridad rodeándolos y la cama a pocos centímetros de ellos, la parte posterior de los nudillos de Hannibal acariciaron el rostro suave de William mientras lo miraba con adoración. ¿Qué había hecho para merecerlo? No merecía tanta lealtad, tanta confianza, un amor tan irrevocable de un hombre tan hermoso. Will merecía a alguien mucho mejor, mucho más que él.
Y de repente, Hannibal pensó fugazmente en entregarse a las autoridades y admitir sus crímenes, tanto pasados como presentes. Si lo hiciera, no estaría poniendo a Will en peligro de ser atrapado al protegerlo, asegurando una sentencia de prisión para él en el proceso.
Además, se aseguraría de que Will estaba a salvo lejos de él y capaz de encontrar a alguien más a quien amar. Alguien que no tenía tanto equipaje y un pasado tan macabro e inquietante.
Tan mal como Hannibal deseaba tener el coraje para entregarse, y tan fuerte como sabía que era lo correcto, no podía soportar la idea de estar sin Will. Si estaba encerrado, ¿Quién estaría cerca para cuidar de Will cuando estuviera encerrado entre cuatro paredes de una pútrida celda?
Observó nuevamente los ojos azules de su amado, observó la violencia, la sed de sangre, la protección férrea hacia quienes le importaban ¡Tonterías! Will no necesitaba que lo protegieran, era su igual, perfectamente capaz, no tenía que dejar que aquellos pensamientos volvieran a envenenar su mente ¿Cómo podría siquiera pensar en vivir con su compañero alejado de él? ¡Impensable! Will era suyo, ya nada podría apartarlo de él.
Y Hannibal le sonríe al castaño, su esposo, ¡Merlín que bien se sentía decirlo! Una sonrisa viciosa, mortal, oscura, y no era una burla, por supuesto que no, sino más bien era una invitación, un desafío solo para Will.
Y así, Will, quien nunca aprendió realmente a resistir el cebo, incluso incluso cuando sabe que es una trampa, aparta sus ojos de la deliciosa y pecaminosa boca de su compañero, se acercó a Hannibal aún más y ésta vez fue su turno de acariciar la mandíbula del rubio y conectó sus miradas.
Y lo vio.
Oscuridad. Sin pensamientos errantes, sin reflexiones ociosas. Un lago escondido en la profundidad de sus ojos, claro, suave y tranquilo, pero Will puede ver que hay monstruos que nadan bajo la superficie. Controlado y preciso, cada movimiento se ajusta a la perfección, como un traje de persona, pero William, él puede ver las grietas que susurra y arroja promesas oscuras y sentimientos profundos y salvajes.
Es feroz, grotescamente hermoso.
Y se estremece, cuando en un suspiro sus ropas desaparecen, bendita magia, y Hannibal; hermoso en su piel bronceada, en sus cabellos dorados y platas, en sus pómulos afilados y sus labios prominentes, Hannibal, hermoso en su desnudez, se recuesta en la cama, rodeado de las sábanas de seda en color carmín, casi parecía rodeado de sangre y su corazón se sintió detener por un segundo, era tan bello.
Y siente la felicidad desbordar de su ser por la otra cosa que ve en sus ojos, lo caliente que es no menos peligroso, incluso a pesar de la suavidad de su mirar, de la postura de su cuerpo invitándolo a avanzar.
Esa parte de los ojos le dice a Will que te voy a mantener, unido, a mi lado. Te voy a llenar con el oleaje de mi semilla hasta que olvides lo que se siente estar solo en tu propio cuerpo. Te daré el mundo, te colocaré en el trono al lado del mío y gobernaremos juntos nuestro pequeño reino improvisado de muerte y belleza. Voy a regalarte el corazón de todos los que alguna vez te hicieron derramar una lágrima, y haré lo mismo por nuestros hijos, porque serán lo mejor de nosotros, arrasaré ciudades y arrasaré imperios por la familia que hicimos.
Ahí estás, esa mirada, ésa mirada terrible, hermosa y ardiente dice: Te he estado buscando por siempre.
Nunca te dejaré ir.
Y Will piensa que vale absolutamente la pena, Hannibal lo vale, se dijo al ver la mano del hombre extendida en una clara invitación.
Tan sensible como era, Will se puso a pensar en lo mucho que no necesitaba a nadie durante su tiempo antes de Hannibal, siempre encontrando a amantes e incluso amistades incorrectas, y fue entonces, en sus momentos de soledad que Will lentamente obtuvo una visión de lo que sí necesitaba. Necesitaba a alguien organizado, una línea simple entre id, ego y super ego, lo quiero y lo tomo, me gusta y me importa.
Alguien con pasiones que ardían y consumían, pero con un control tan fuerte como el hierro. Alguien de inteligencia e ingenio que no retrocedería cuando Will soñaba con el asesinato y la muerte, que podría poner los dientes en el cuello de William y abatirlo, enterrarse tan profundamente dentro de él que no habría lugar dentro de su cabeza para pensar en algo más.
Y Will enterró ferozmente esa pequeña voz dentro de sí mismo que susurró, desde un lugar justo debajo de donde la civilización no podía llegar, el cerebro de largo de antaño que le decía que necesitaba de un asesino.
¿Y entonces?
Entonces conoció al hombre que ahora mismo lo acunaba entre sus piernas, que lo besaba con tanto cariño y amor, lo besaba con esa boca que podía susurrarte al oído mil y un manjares de la vida pero que también podría llevarte a la locura con el suave sonido de las pesadillas murmuradas. Los brazos del psiquiatra rodearon el cuello del castaño acercándolo más hacia sí, más a su boca dándole la bienvenida con su lenga, no podía tener suficiente, y su compañero lo besaba con entusiasmo, Will cree que siente lo mismo y más.
Hannibal se separó apenas unos pocos centímetros sosteniendo a Will de los hombros, disfrutando las caricias que le dejaba con las yemas de los dedos. Pero la excitación baja y se acumula en el vientre de ambos, Hannibal parece notarlo porque muele descaradamente su pene contra el miembro de Will. La fricción se hace más fácil gracias a que ambos ya tenían fugas de pre-semen.
—¡Joder, Hannibal!— Will respira agitadamente llevando su mano a la nuca del rubio.
—Estamos llegando a éso, querido muchacho— el cariño sueña sucio en el acento de Hannibal que se había vuelto espeso por la excitación. Y está algo impresionado por la gracia que aún muestra su amante, quien con un suave hechizo susurrado invoca un pequeño frasco de vidrio, y realmente no está sorprendido de que haya éso en la casa, probablemente hace mucho que el lugar había sido preparado para ello.
La lengua de Hannibal invade la boca del castaño y la saquea con gula. Chupando su lengua se siente casi mareado del deseo. De repente, aún en su desnudez parece haber una barrera demasiado ancha entre ellos, Will lo abraza y lo levanta un poco de manera que su pene acaricie entre las nalgas del rubio y se acurruca contra él, escuchando la respiración acelerada de su compañero.
—¿He despertado a un monstruo?— pregunta Hannibal con una sonrisa, moliendo sus glúteos contra el miembro de Will, sus uñas comenzaron a rastrillar líneas sobre su espalda.
—La pregunta es... ¿Te gusta el monstruo que has creado?— la voz de Will se oía baja mientras dejaba pequeños besos en los hombros fuertes del psiquiatra.
—Mucho sí. Amo mi creación— responde hundiendo una de sus manos en los rizos de su amante.
—Si no puedo inspirar amor, causaré miedo— da una suave mordida a un pezón, Hannibal se arquea en éxtasis.
—Citando a Frankenstein para llevarme a la cama, es usted diabólico, señor Graham Lecter— y Will sonríe aun lamiendo perezosamente su pezón.
—Lo creí bastante apropiado, amado esposo— dice mientras mueve las caderas, la polla de Hannibal está caliente contra su abdomen y crea una fricción deliciosa.
Y los brazos del mayor nuevamente lo atraen hacia sí y rodea su cuello con sus brazos mientras lo besa, parecía no cansarse de hacerlo, muerde los labios de Will, pequeños pellizcos hechos con sus pintiagudos dientes, sin apartarse del todo de la boca contraria susurra entrecortadamente:
—Fragmentaré tu cuerpo y tu mente en todos los colores de la lujuria—
¡Cristo!
El nivel de excitación para Will era casi brutal, inhala temblorosamente algo de aire, menea la cabeza con una sonrisa y termina en un suspiro —Si usted va a conseguir delirios de importancia aquí, es mejor hacer que sea muy buena, mon amour— se lame los labios, la resolución de mantener el hecho de que nunca tuvo una relación sexual con una pareja masculina para sí mismo, Hannibal hace un buen trabajo al destruir ése tren en particular de pensamiento, tomando la mano de Will y llevándola a su entrada, su mirada se paraliza mientras mira, observa cómo el rubio abre más las piernas y con una sonrisita casi pecaminosa levanta un poco la cadera, un brillo particular le llama la atención; descaradamente bebe la imagen de la joya anal con brillos en oro y un gran rubí en la cabeza —Estás más que hermoso— murmura Will. —¿Cuánto tiempo llevas ésto en ti?— pregunta, llevando su dedo a la joya y empujándola un poco hacia adentro.
Hannibal tembló un poco antes de jadear, el castaño notó que había bastante lubricante en el interior de la entrada de su compañero y que solo la joya impedía que se saliera, su pene dio un salto entusiasmado.
—Todo el día— fue la respuesta del mago, quien arqueo la espalda soltando un gemido alto cuando, gruñendo de forma casi animal, Will estiró de la joya hasta casi sacarla para volverla a meter con fuerza.
—Me séduire ainsi… Je veux baigner votre corps de sang et vous emmener sur le corps de nos ennemis (Seduciéndome así... Deseo bañar tu cuerpo en sangre y tomarte sobre los cadáveres de nuestros enemigos)— susurraba con pasión Will, dejando pequeñas mordidas en el hueso de la cadera del rubio, los labios de Hannibal se abrieron en un gemido silencioso y su cuerpo tembló, con una sonrisa malvada, el castaño comenzó a jugar con la joya en el esfínter de su pareja, quien muy a pesar de sí mismo comenzó a retorcerse.
Los brazos de Hannibal subieron, sosteniéndose de las almohadas en un intento por controlar su excitación. Will continuaba jugando con su entrada mientras pequeños besos eran dejados en el interior de los muslos del mayor, quien estaba lo suficientemente dilatado, pero se burlaría un poco más por haberle ocultado el delicioso hecho de que todo el día estuvo con el juguete taponando su agujero en la espera de que lo llenara.
—Eres absolutamente precioso— murmura, sus labios evitando conscientemente el pene rebosante del psiquiatra —Todo éste tiempo aguantado, soportando con un juguete... esperando a que te llene— la voz de Will se volvía más ronca a medida que hablaba, aún desde el lugar entre las piernas de Hannibal lo observaba, cada contracción de músculos, cada temblor, cada estremecimiento.
—¡Sí!— gimió Hannibal a su declaración anterior, abrió aún más las piernas -como si eso fuera realmente posible- incitando aún más a su compañero, que con lujuria iracunda retiró bruscamente la joya, que se perdió en algún lugar de las sábanas carmín.
Las respiración del rubio era agitada, su pecho dorado bañado en sudor subía y bajaba con rapidez y su manos en puño no soltaban las sábanas, sus ojos permanecían cerrados y su expresión denotaba lo frustrado que estaba de no tener a Will dentro suyo. Y el castaño, bueno, él observaba con atención como el agujero de su esposo se contraía dejando salir pequeños chorros de lubricante que había mantenido adentro con la joya, sin esperar un segundo más llevó dos dedos dentro, Hannibal era un ser demasiado táctil y estaba más que receptivo al contacto, se apretaba al rededor de sus dedos y los succionaba como si deseara que lleguen a lo más profundo suyo, Will ingresó otro dedo más, intoxicado por el ardiente interior del rubio, abría los dedos dilatando aún más.
Hannibal se retorcía bajo las atenciones, movía sus caderas para que éstas se encontraran con los dedos de su voluntad e ingresaran más, más profundo, más duro, más de él. Decidió darle un mejor uso a sus manos, acariciando delicadamente su vientre plano y subiendo a sus pezones, pellizcando apenas.
—Will— susurró casi en un sollozo. Los ojos azules conectaron miradas con aquellos con el color de la sangre seca y con pura fuerza bruta se irguió, tomó a Hannibal debajo de las rodilla y lo estiró hacia sus caderas, rozando su entrada con su miembro ya hinchado y goteando.
—En cualquier otro caso, te diría que sería mejor si te pusieras sobre tus rodillas...— susurraba en tono bajo, su dedos dejando pequeñas caricias en la cintura y el vientre del mayor. —Pero quiero verte—
Y entonces Hannibal lo miro, tragando saliva y asintiendo de manera apenas perceptible, tratando de mantenerse relajado sin tensarse con anticipación.
Por que Will quería que lo sienta.
Por días.
Él exhala una respiración temblorosa, parpadeando rápidamente.
Porque solo Merlín sabe, que él también lo desea.
William lo levantó de la cama a un beso hambriento, todo dientes y lengua, su cuerpo cubrió el del mayor rodeando su cintura y su espalda, sus dedos con curiosidad tocaban cada una de las vértebras, uno.., dos..., tres..., aún besando su boca sus manos se trasladaron a sus costillas, arañando y dejando líneas rosadas a su paso.
Algo frío y duro presionó su clavícula, Will silbó ante el ardor que siguió después en su pecho, su agarre en la cintura del rubio se hizo más fuerte cuando se repitió el mismo proceso en su abdomen.
—Respira— murmuró Hannibal, su voz extasiada al sentir el líquido tibio caer sobre sus muslos. Frotó su nariz confortablemente a lo largo del cuello de su amado. El castaño aspiró entrecortadamente, la adrenalina corriendo a través de él. —Eres tan perfecto, Will— la euforia lo asaltó, estaba demostrando ser un compañero realmente digno. El rubio realmente creía que lo era.
Hannibal continuó asaltando los sentidos de Will. Una mano lo consoló mientras que la otra creó más escozor, más dolor, en pequeñas ráfagas en todo su pecho. A través de la neblina de las endorfinas, William se preguntó vagamente con qué le estaba cortando Hannibal. Sabía que sus cuchillos siempre se mantenían afilados, y no podía decir cuánta presión estaba aplicando realmente. Suspiró temblorosamente mientras miraba la mancha de sangre que estaba causando, y entonces supo que no era un cuchillo de cocina lo que lo estaba cortando, por supuesto que no, eran las manos del rubio, ahora negras hasta el antebrazo y teminando en frías y mortales garras, Will gimió ronco.
—Ése es...— no pudo terminar la frase sin antes dar un profundo suspiro.
—El wendigo, sí— murmura besando su cuello Hannibal —Apenas y es una media transformación, aún no lo controlo del todo— y la euforia nuevamente se desató dentro del castaño, que flotaba en un mar de dopamina y endorfinas, demasiado ocupado para poder saber en qué momento su compañero había dejado de rasgar su carne, lo cual no lo sorprendió realmente, ni lo desconcertó, continuó dejando que Hannibal besara su cuello y dejara lo que serían muy obvias marcas de amor.
.
La parte baja del cuerpo de Hannibal estaba cubierto por la calidez de su sangre, resbaladizo, como si no lo estuvieran ya antes de eso. Con manos fuertes, agarró con firmeza al rubio antes de recostarlo suavemente, las sábanas brillaban en sangre, sudor y lubricante, y antes de que el mayor pudiera decir nada, Will lo abrió por el culo cuando lo atravesó, clavando su polla hasta la base, forzándose a entrar con brutalidad, sin advertencia.
Hannibal gritó sorprendido.
Fue violento.
Fue doloroso.
Fue sangriento.
Fue hermoso y Hannibal casi se corrió con alegría.
Con otro aspero empuje se enterró hasta las bolas, completamente empalado en el perfecto cuerpo de su esposo, bañado en su sangre, el mayor encontró el rechinido de la cama como un eco lejano mientras Will salía de su interior antes de volver a enterrarse hasta la base, su cuerpo había comenzado a acomodarse al castaño, aceptarlo, dar la bienvenida a la intrusión. Debido al movimiento constante, más sangre comenzó a caer sobre ellos, cubriendo el culo y la polla de Hannibal, permitiéndole deslizarse rápida y fácilmente dentro y fuera de él. El libertino sonido del choque de sus pieles pegajosas resonaba en toda la habitación, las garras del rubio parecieron encontrar un lugar interesante en su espalda pues no se movían de allí, con una sonrisita malévola, Will se inclinó a besar al otro hombre, rodeando sus manos en los hombros contrarios para comenzar un vaivén mucho más brusco.
Los ojos de Hannibal soltaban lágrimas de placer, de felicidad, de euforia, y no podía mas que sollozar mientras movía sus caderas al ritmo desorganizado que Will empleaba en cada empuje.
Para Hannibal, la inquietante realidad de que se estaban uniendo con la sangre de su amado como un manto tibio y pegajoso sobre ellos lo llenaba de visiones de él y su compañero, trazando un camino hecho de sangre y fuego. Y no pudo contener el gemido que se le escapó ante la imagen.
—¿Qué ves, Hannibal?— preguntó William aflorando su agarre en los hombros de su compañero —¿Qué fantasías bailan detrás de tus ojos?— murmura contra su cuello mientras las embestidas poco a poco iba ralentizándose, volviéndose lentas y profundas.
Llegando tan dentro del rubio que no evitó sollozar nuevamente.
—Futuro— jadeó, incapaz de expresar más en ese momento —Nuestro futuro— volvió a mencionar, abriendo nuevas líneas en la carne de su espalda, dejando caer el líquido carmesí. —Rodeados de sangre— se arqueó contra el cuerpo de Will y sus garras fueron a sus rizos castaños —De pie sobre los cadáveres de los groseros—
Las embestidas comenzaron a acelerar nuevamente. Will tembló, cerca del éxtasis cuando Hannibal trazó caricias amorosas y dolorosas en su pálida piel. Sus garras, una vez hechas para cortar y desgarrar la piel de sus presas, ahora era más sexual, y realmente debería sentirse asustado, por la cantidad de sangre que estaba perdiendo, por la profundidad de las heridas, sin embargo emitió un sonido ronco y casi necesitado cuando las sintió volver a su forma humana. El tallado casi al borde de lo ritual de su piel y la representación de la carne desesperada de Will se pospusieron por un momento.
—No llores por misericordia, amor mío— la mano ensangrentada de Hannibal acarició sus mejillas —Todavía hay más dolor por venir— el calor de la promesa oscura de Hannibal se avivó aún más cuando su lengua tomó su lugar dentro de su boca, reclamándolo como suyo.
Agitando la respiración del émpata.
—No sabes cuántas veces me he imaginado ésto— sus manos comenzaron a apretar las nalgas del Will y a empalarlo más hacia sí —Desde la primera vez que te vi. Paseando por la ridícula oficina de Jack. Un revoltijo de rizos castaños atrapados en la brillantez de la luz artificial— Will gimió bajo cuando el rubio atacó su garganta con besos y susurró confesiones.
Hannibal llevó sus dedos a la espalda de su amado y los empapó de sangre, aún de espaldas en la cama, atrajo más a Will para trazar la longitud de sus falanges lubricadas en el interior de su fruncido agujero, las embestidas del menor tartamudearon antes de reanudar con más fuerza, un gutural jadeo salió de Will al sentir como era abierto por dos de los largos y resbaladizos dedos del rubio —Mierda, Hannibal. ¡Por favor!—
—Estabas rodeado de un halo... en mi mente lo estabas— continuó el psiquiatra —Un dios del Sol. Y yo tu suplicante dispuesto. Deseando que solo honres mi mortal presencia con toda tu atención— con la polla de Will enterrándose en lo profundo de él, y con una de sus manos burlándose y masajeando la hendidura de su compañero, Hannibal decidió que era hora de repartir atención a los pezones de Will con su mano sobrante.
—¿Sabes cómo se siente ser el centro de atención de un Dios, Will?—sintió las nalgas de su amante retroceder para presionar contra sus dedos, alentando al mayor a profundizar.
—Sí, justo como ahora— susurró sobre su oreja. Con cada confesión, Hannibal penetró al castaño un poco más, moviéndose más profundo mientras Will se balanceaba hacia adelante en su culo y hacia atrás sobre su dedo hasta que se hundió por completo y comenzó a acariciar al émpata desde adentro. —Me estás mirando. Tu polla envuelta alrededor de mi agujero. Yo, disfrutando de la atención que me has puesto. Codicioso de todo lo que me das— rozó levemente los labios cotrarios con los suyos.
Y el aliento de Will se enganchó ante la embestida de las palabras de Hannibal. La sensación física de follar y ser follado era casi abrumadora en su intensidad. Y gimió al sentir que el psiquiatra alternaba entre golpes provocativos a su próstata y una presión firme de los músculos de su culo alrededor de su pene.
—Te bañaría en ofrendas sacramentales, haría cualquier cosa para mantener esa atención— el rubio puntuó su confesión chupando magulladuras en el cuello del castaño —Cualquier cosa para ser digno.de continuar adorando en tu altar. Mi Dios del Sol—
—Joder, ¡Sí!— Will aguantó, las lágrimas se acumularon en las esquinas de sus ojos por apretarlos tan fuerte. Se sentía tan elemental como Hannibal lo había descrito.
El mayor hizo pequeños círculos con la yema del dedo y aumentó la presión sobre la próstata de Will —Cualquier cosa—
—Dios ¡Hannibal!— Will se aferró a él de los hombros, le temblaron las piernas cuando el psiquiatra apretó fuertemente alrededor de su polla y echó la cabeza hacia atrás.
—Todo— Hannibal atacó su cuello nuevamente con adoración cuando el castaño se derrumbó sobre su pecho.
El clímax de Will creció hasta que pudo sentirlo ondular en su abdomen. Se apretó con fuerza alrededor del dedo de Hannibal y soltó su semilla en oleadas de placer cegador dentro de su compañero que lo acarició hasta que su propia liberación llegó y arqueó su cuerpo contra el de Will.
El émpata lo miró mejor entonces, su rostro descompuesto en puro agotamiento, su rostro aflojado, casi inocente, casi dulce en sus ángulos.
Su mano subió a acariciar los pómulos afilados con reverencia y Hannibal se inclinó al tacto, una pequeña sonrisa apareció en su rostro, la más hermosa que jamás haya visto, apenas un levantamiento de las comisuras de sus labios, pero reflejaba su infinita felicidad al lado de Will.
—Hola— saludó una vez abrió los ojos, fue recompensado con la brillante mirada del émpata.
—Hola— respondió, dejó un pequeño beso en su hombro antes de recostar su mentón en el pecho del mayor —¿Te he dicho alguna vez que te amo?— preguntó Will, sintió como la respiración de Hannibal se detenía abruptamente antes de dar un suspiro tembloroso.
—No, nunca lo has dicho correctamente—
—¡Oh! Pues ya sabes... Te amo— le dijo Will, soltó una risita avergonzada antes de besarlo castamente, como nunca nadie lo había besado, lleno de amor y devoción absoluta.
—También te amo, Will— respondió Hannibal, rodeando el cuerpo del castaño y atrayéndolo a un beso más necesitado.
Ninguno mencionó las lágrimas que corrían por el rostro del psiquiatra. No hacia falta.
Los bonitos ojos azules de Alana Bloom -ahora ya no tan bonitos para Will-, quedaron estancados sobre su figura, observando su postura erguida llena de confianza en el sillón frente a ella, la ropa fina que traía; ya no viejas botas y pantalones de vestir con camisas de franela de Walmart, no, ahora traía una camisa de seda en color gris junto con unos pantalones a la medida y zapatos lustrosos a juego, se sentaba de una forma que se parecía demasiado a la de Hannibal, Alana reprimió una mueca.
Will reprimió una sonrisa, bastante al pendiente de sus emociones.
—Me sorprendió bastante cuando Jack llamó a mi consultorio hace unos días— comenzó a hablar la mujer —Más aún cuando pidió una consulta para ti—
Will sonrió sin gracia y por fin se giró a verla, sus ojos brillaban, sin embargo eran más fríos y ausentes que nunca —Con Hannibal creímos que sería mejor que cambiara de psiquiatra— los labios de la mujer se apretaron ante lo cercano que Will se oía al otro psiquiatra —Hubo un conflicto de intereses, entonces decidimos que se haría así, tendré una sesión contigo y otra con una psiquiatra amiga suya, con quien me sienta mejor me quedaré— Alana levantó una de sus cejas pero no dijo nada esperando a que terminara —Aunque creo que terminaré contigo como mi psiquiatra, tengo fe en ello—
—En el pasado nunca fuiste un hombre de fe, Will— acusó Alana.
—¿No? Bueno, en el pasado nunca habría tomado terapia. Pero heme aquí, en el consultorio de la buena doctora Bloom, la única que no podía permanecer a solas conmigo en cualquier habitación— fue el momento de Will de levantar la ceja y aunque la psiquiatra quiso desviar la mirada, no lo hizo, no podría mostrar debilidad frente a sus pacientes. Mucho menos frente a Will.
—¿Quieres hablar de la razón por la cual ya no es Hannibal tu psiquiatra?— el castaño soltó una risita y su mirada nuevamente se desvió y vagó por la sosa habitación de consulta.
—De hecho. Nos hicimos demasiado cercanos— murmuró observando por la ventana cercana —Nuestra amistad creció y floreció, además, Harry y Abigail se acercaron aún más a mí—
—Nunca mostraste interés por niños antes, en éste caso adolescentes, por cualquier ser humano en realidad, a lo que voy es... ¿No crees que estás proyectando las emociones de Garret Jacob Hobbs en Abigail? ¿O los de Hannibal en Harry?— el ceño de Will se frunció y conectó miradas con Alana.
—Mis sentimientos por los niños no son proyecciones de nadie más, después de mi tratamiento por encefalitis no he tenido ningún síntoma, ya no hay terrores nocturnos, ya no hay alucinaciones y por sobre todo ninguno de los asesinos que veo se queda dentro— miró con desprecio a Alana —Los sentimientos que tengo por la familia Lecter son los más sinceros que he tenido— y la mujer aprieta con fuerza el bolígrafo entre sus manos.
—He notado que has evitado estar en los últimos asesinatos del Admirador, Jack dijo que has tenido una recaída— acusó la mujer, Will jamás apartó su mirada de la de ella.
—Tuve fiebre por un par de días, fui al médico apenas me di cuenta que no bajaba, un par de medicamentos y unos días de descanso lo solucionaron. El neurólogo dijo que debido al tipo de encefalitis que tenía era normal tener algunas recaídas en el proceso de sanación— y su mirada volvió a la ventana.
—Entiendo, también he notado que hubo un gran cambio luego de éso, no solo a nivel conductual, tu aspecto también lo ha hecho ¿Hay alguna razón para ello?— Will sonrió aún sin fijar su mirada en ella.
—Bueno, quiero verme deseable— fue lo que dijo, en tono de confesión.
—¿Aún crees que estás enamorado de Hannibal?— preguntó Alana, su rostro se veía duro, como si no aprobara lo que Will hacía.
—Por supuesto que sí, te lo había dicho ése día que fuiste a Wolf Trap, estoy enamorado de él. Y haré todo lo posible para que también me mire, yo...— para ése punto su rostro fingió una expresión más tímida —Creo que tal vez tenga una oportunidad— empezó a jugar nerviosamente con sus manos.
—¿Qué te hace pensar éso?— deliberadamente, Will ignoró el tono de Alana, ése que le decía que no lo creía ni un poco.
—Ummm, bueno, hace como una semana empezamos a vernos más seguido, y se despide de mi con un beso en la mejilla— y como para ponerle más dramatismo llevó su mano a su mejilla y sonrió —Nunca antes hizo éso— y Alana solo permaneció en silencio —No sé si él sea con todos una persona muy táctil, conmigo siempre lo ha sido, ahora que me pongo a mirar hacia atrás eran pequeñas cosas en un comienzo, una simple caricia en el hombro que fue escalando hasta el punto de que su mano permanece en mi espalda baja— un suave rubor llegó a sus mejillas.
—Ciertamente nunca fui un hombre adepto al contacto físico, pero con él siempre fue tan natural, hay veces en las que tengo que recordarme que no puedo simplemente inclinarme y pedirle un beso— suelta una risita tímida —Ciertamente cuanto más permanezco en presencia de la familia Lecter, más vienen a mí éstos pensamientos domésticos—
—¿Sientes que quieres una familia, Will?— preguntó Alana incómoda.
Will la miró, sus ojos azules brillando como locos mientras inclinaba la cabeza justo como Hannibal lo hacía, le sonrió mostrando todos sus dientes.
—Siento que ya la he encontrado—
Y Alana tuvo que tragarse la rabia y permanecer impasible.
—Es bueno que tengas un ancla Will, sin embargo debes tener en cuenta que Hannibal tiene otras responsabilidades, tiene hijos— comenzó la mujer de mirada ahora helada —Él no puede hacerse cargo de ti cuando ya los tiene a ellos— el pequeño golpeteo que el hombre estaba haciendo en el brazo del incómodo sillón de cuero cesó de repente, con una lentitud aterradora se giró para mirar a Alana quien tragó con fuerza y apretó la libreta entre sus manos. Éste no era el Will que ella conocía.
—Creo, doctora Bloom— comenzó a hablar con voz suave —Que no solo me subestima a mí, sino también a Hannibal— se irguió en el estúpido sillón y se inclinó hacia adelante.
—Yo no necesito que me cuiden y cambien, sino que me acompañen y no se alejen. Ésa es la razón por la cual nunca me acerqué a ti— un sabor amargo subió por la garganta de Alana hasta instalarse en su boca, en definitiva no estaba preparada para ésa declaración.
—¿Crees que no necesitas ayuda, Will?— y el hombre rodó los ojos, ni siquiera lo estaba intentando, se sabía cada una de las tácticas psicológicas y aún así Alana no intentaba hacerlo más interesante.
—Creo que necesito apoyo— dijo tajante —Soy dueño de mis propias decisiones, y aunque no lo creas soy capaz de manejarme a mí mismo— Alana se veía visiblemente indignada por la acusación —Lo que yo necesito es alguien que me acompañe, que no intente cambiar mis decisiones aún si son las equivocadas. Alguien que permanezca a mi lado—
—¿Te sientes solo, Will?—
—Ya no—
Un tenso silencio pareció instalarse en la habitación, uno que William no tuvo la intención de romper. Alana parecía estar demasiado ensimismada en sus propios pensamientos como notar la mirada insistente del émpata sobre ella.
—Últimamente me he sentido más lúcido— admite de la nada, los ojos de la mujer parecen volver a enfocarse, parpadeó rápidamente antes de volver a fijar su mirada en Will.
—¿No lo estabas?— preguntó la psiquiatra.
—No, antes de tratarme por mi enfermedad era sonámbulo— confesó —Hannibal creía que era debido al estrés del trabajo, entonces notó ciertas cosas y me pidió acompañarlo a un neurólogo— su mirada volvió a la ventana —Iba a hacer lo que sea para demostrar que no estaba loco—
—Nadie cree que estás loco, Will—
—Por supuesto que sí, era la taza de té medio rota que Jack usaba para ocasiones especiales— la mirada de Alana se volvió aguda.
—¿Éso es lo que sientes que eres? ¿Un objeto para Jack?— pregunta. Will parece realmente pensar en su respuesta.
—Las personas sienten aprecio y celos de los objetos que valoran. Jack más bien me utiliza como una mascota, un sabueso que solo utiliza cuando caza a sus demonios, pero una vez lo encuentra, lo encierra para dejarlo morir de hambre— otro tenso y cargado silencio se alza y ninguno habla por lo que parece una eternidad, aunque solo sean unos minutos.
—Hay días en los que me siento invadido por una gran melancolía— nuevamente vuelve a llenar el silencio Will, sin embargo ésta vez se levanta del tonto sillón y se acerca a la ventana —Por un sentimiento oscuro y pesimista; debo confesarlo, siento un profundo desprecio por los hombres— observa a las personas ir y venir por las calles, sin siquiera saber del depredador que los acecha, criados en la burbuja de la normalidad, como cerdos para el matadero. Ignora la mirada ardiente de Alana en su nuca. —Y para que no haya ninguna duda sobre lo que desprecio y a quién desprecio, lo diré claramente: mi desprecio es por el hombre de hoy, por el hombre moderno, con el cual desgraciadamente me toca vivir— observó de reojo la expresión de la mujer — Me siento asfixiado, contaminado con su sucia respiración. Su aliento impuro me ahoga, su manera de pensar me avergüenza amargamente— hay otro silencio que se alza y ésta vez, Will sí gira para ver el rostro desconcertado de Alana.
—Nunca habías demostrado éste tipo de sentimientos antes— murmuró la mujer confundida, notando por fin que Will nunca fue lo que ella pensó.
—No tenía por qué decírtelo— fue la respuesta del hombre.
—Éramos amigos— un tinte de exasperación llegó a su tono y miró a William herida. Él simplemente inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Lo éramos?— preguntó.
Y los labios de la psiquiatra se apretaron con fuerza, ¿Lo eran? ¿Lo habían sido? No, no lo creía, Will tampoco, y ahora era su momento de echárselo en cara.
—El mejor truco del diablo, es persuadirte de que no existe— murmura volviendo a sentarse en el sillón, enfrentado los ojos azules que lo miraban con una pizca de miedo.
—Suenas admirado, Will— es lo único que aporta la mujer.
—Difícil de negar, el diablo funciona bien— contesta sin inmutarse, la postura de la psiquiatra se vuelve cada vez más tensa.
—¿Crees que eres el diablo, Will?—
—¿El mayor admirador de Dios y el mejor alumno?— preguntó, el rostro de Hannibal inundando su mente —Absolutamente— declaró.
—¿Quien es Dios para ti, Will?— preguntó Alana, sin querer realmente saber la respuesta.
El castaño de rizos solo pudo mirarla directamente a los ojos y sonreírle, todo dientes puntiagudos, una sonrisa depredadora que le erizó la piel de miedo.
—¿Quién es dios para ti, Doctora Bloom?—
Cuando Will se marcho del consultorio de Alana con una sonrisa suave, demasiado satisfecho, demasiado complacido de sí mismo; ella quiso gritar.
Estaba mal, mal, habían tantas cosas que estaban mal. ¿Cómo era posible que Hannibal quisiera estar cerca del inadaptado social de Will? ¿Cómo es que le gustaba ése psicópata? Por que ella malditamente conocía a un psicópata cuando lo veía y Will era peligroso. Lo sabía, siempre lo supo y ahora que estaba sano, o al menos ahora que su cerebro no estaba en llamas sería absolutamente peor, por que ya no eran los fantasmas de viejos asesinos los que lo harían actuar, ahora era su propia mente, liberada de otros. Y sabía que éso sería más que dañino para todos los que lo rodeaban.
Debía llamar a Jack ¡Debía llamar a Hannibal! ¡Advertirle!
Dando un profundo suspiro enterró su rostro entre sus manos.
¿Qué es lo que debería hacer?
Dos días habían pasado pero Alana no había llamado a Jack, o a Hannibal, sin embargo el Jefe de la Unidad de Análisis conductual sí había llamado a Will, un nuevo asesino se alzaba y Jack parecía ver al Destripador en todos lados, por lo que tuvo que llamar al émpata para sacarse las dudas.
Insípido, sería la primera palabra que Will utilizaría para describir el trabajo del nuevo asesino, entendía a la perfección el mensaje pero no dejaba de ser insípido, sin clase, vulgar.
Insignificante, apenas una partícula de luz en el basto océano que era Hannibal y su oscuridad.
No lo sorprendía.
Miró indiferente el tótem humano que se alzaba en la playa.
—¿Es alguna clase de sacrificio a algún Dios?— oyó la voz de Zeller, casi quiso reír de lo absurdo.
—El primero y el último— dijo a la nada, todo el equipo forense detuvo lo que estaba haciendo para mirar a William.
—Algo tienen de especial ellos, busquen conexiones allí y encontrarán al asesino— dio una última mirada al tótem que para cualquiera podría parecer impresionante, sin embargo él... sólo pudo ver cuán patético era el hombre que lo hizo.
—Me voy Jack, éste no es el Destripador y mucho menos su admirador— el hombre de color lo miró con sorpresa antes de asentir y dirigir su mirada a Alana, quien ahora tomaba el papel de Hannibal como su psiquiatra y consultor.
Will apenas miró de reojo a la mujer y volvió hacia su vehículo donde tomó su celular.
''—Alana sospecha—'' fue lo primero que dijo apenas se descolgó el teléfono celular del otro lado. Hubo un breve silencio antes de que una risita pretenciosa llegara a los oídos del castaño.
''—Mi precioso Will, ya tenía conocimiento de ello. Alana ha estado llenándome de mensajes en clave, la invité a cenar ésta noche—'' un gruñido se escuchó por parte del émpata quien con saña encendió el motor del automóvil.
''—No sabes cuánto te detesto en estos momentos—'' murmuró con los dientes apretados.
''—Pero mon chèri... tú estarás presente también para la cena—'' dijo Hannibal, escandalizado de que siquiera pensara en no estar allí.
''—Ok pero llegaré sobre la hora, debo alimentar a los perros y aprovecharé para pasar algo de tiempo con Lexie ¿Puedo llevarla a casa?— preguntó.
''—Mi amor, tú mismo lo has dicho, también es tu casa, no tienes ni siquiera que preguntar—'' el acento del mayor se hacía cada vez más espeso.
''—Lo siento, aún no me acostumbro a ésto de todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío—'' murmuró avergonzado.
''—Eres exquisito, Will—'' la voz sonó como apenas un susurro.
''—¡Alto! No estaremos haciendo ésto por teléfono, mejor dime como están los niños—'' dijo rápidamente, sus mejillas ardían, conocía ése tonito de Hannibal, durante dos días seguidos luego de su enlace lo había oído, no necesitaba una erección en medio de la carretera, muchas gracias.
''—Me tientas, William... pero no haré nada que no me pidas—'' había una promesa oscura allí ''—Los niños están ahora en el mercado de Salem, están comprando lo último para que Harry vaya al colegio—''
''—¿Solos?—'' preguntó, una pizca de preocupación en su tono.
''—Harry va con Severus, curioso muchacho ése maestro de Pociones, siempre oliendo a sangre—'' murmuró apreciativamente, Will no podía creer que Papi caníbal realmente haya aprobado a su yerno ''—Abigail va para atormentarlos a ambos, aunque dijo que quiere comprar un par de ranas de chocolate y libros de astrología—'' terminó.
''—La clarividencia y la astrología son ciencias inexactas, incluso en el mundo mágico—'' comenta Will, comenzando a andar el carro en dirección a Wolf Trap.
''—Sin embargo aún así ella ha estudiado tanto... siente que así puede pertenecer a nosotros—'' el castaño frunció el ceño aún sin apartar la vista del camino.
''—Ella pertenece. Es nuestra hija—'' dijo con fuerza Will, como si cuanto más fuerte lo diga más verídico fuera.
''—Lo es. Pero tiene complejos. Incluso tú has demostrado tener ascendencia mágica—'' habló Hannibal ''—Harry ya está viendo cómo hacer para que posea el don, incluso planea chantajear a los Centauros para que le enseñen solo para que su hermana no esté triste—'' un tenso silencio se levantó y Will comenzó a pasar los dedos entre sus rizos.
''—Ni siquiera preguntaré cómo diablos hará Harry para chantajear Centauros. ¡Centauros! ¡Dios mío!— gimió con cansancio mientras seguía conduciendo.
''—¿Qué crees que dirá Alana?— preguntó Hannibal, el suspiro de Will se oyó incluso desde el otro lado de la línea.
''—Probablemente que soy un psicópata, que ¡Oh sorpresa! Debes alejarte de mí por que soy demasiado peligroso, no olvidemos inestable—'' aún sin poder verlo, Hannibal sabía que Will había rodado los ojos, cosa preciosa su esposo.
''—Bueno, tal vez deberíamos aprovechar la cena para pedir ciertos favores a Alana—'' el psiquiatra bebió de la dulce y macabra risita de su voluntad.
''—Usted, Conde Lecter es diabólico—'' los ojos azules de Will brillaban con diversión mientras conducía.
''—No más que usted, señor Graham-Lecter—'' fue bueno que Hannibal no viera su furioso sonrojo, o la sonrisa complacida que le provocaba ser llamado así.
''—Entonces... ¿Te veo en la cena?—'' preguntó Will, una sonrisa suavemente marcada en su rostro.
''—Nos veo en la cena, milymasis—'' y la llamada se cortó, y el pecho de Will se calentó con lo último, debía decirle a Harry que lo ayude con un hechizo para aprender Lituano.
Cuando la puerta fue abierta, y William fue recibido por un beso en la mejilla se sorprendió, Hannibal jamás desaprovechó una oportunidad para besarlo en los labios, aunque rápidamente se recuperó al ver a Alana detrás del psiquiatra, sonrió con timidez al hombre mayor y pasó, carcajeándose mentalmente ante el rostro estupefacto de la mujer.
—Querido, no te esperaba sino hasta un poco más tarde— murmuró Hannibal.
—Lexie me pidió que pasara antes, quería hablar con Abigail— murmuró en respuesta, a pesar de saber que Alana los oía continuaban hablando en voz baja.
—Oh, ella está arriba, en el estudio con Harry y Severus, él también nos acompañará ésta noche— el ceño de Alana cada vez iba frunciéndose más, sin embargo permanecería con los labios fuertemente apretados.
—¿Severus aún está aquí? Creí que solo iría de compras con los niños— Hannibal le sonrió encantadoramente.
—Al parecer encontró a Abigail lo suficientemente inteligente como para darle algunas charlas sobre ciertos temas que a ella le gustan— Will frunció el ceño antes de suspirar y asentir.
—Iré a saludarlos, ¿Luego quieres que te ayude en algo en la cocina?— preguntó, mientras le daba al mayor su abrigo para que lo cuelgue en el armario al lado de la entrada.
—No es necesario, querido. Puedes quedarte con los niños hasta que los llame a cenar— Will asintió apenas levantando la comisura de los labios cuando la mano de Hannibal se instaló en su espalda baja y los ojos de la mujer parecían atravesarlo.
—De acuerdo, nos vemos para la cena, buenas noches, Alana— saludó antes de sonreír y comenzar a subir las escaleras.
Y mientras los pasos de Will se alejaban y subían las escaleras, ambos psiquiatras permanecieron unos segundos más en la entrada, pero fue la mujer quien habló primero —No sabía que habría otros invitados aparte de mí— murmuró. Hannibal se giró a mirarla con una sonrisa encantadora, como pidiendo perdón.
—Bueno, lo de Severus fue ciertamente una sorpresa, aunque realmente no debería de, era el profesor favorito de Harry, ciertamente debería de haber previsto que me pediría que se quede para la cena— los ojos de la mujer se veían curiosos —Sin embargo a Will lo llamé ésta mañana para confirmar— Alana permaneció callada mientras lo seguía a la cocina nuevamente, se acercó a su olvidado vaso de cerveza y soltó un suspiro.
—De hecho, quería aprovechar para pedirte un par de consejos, querida. Me temo que Will es impredecible incluso para mí, pero realmente siento que mis afectos son... mutuos y bien recibidos— fue entonces que fingió notar el rostro perturbado de la mujer —¿Hay algo que te aqueja, querida?— pregunta el rubio, sus ojos nuevamente puestos en la comida.
—Es sobre Will— por fin soltó lo que desde hace días la torturaba —Supongo que ya sabrás de la consulta que tuvo conmigo—
—Por supuesto, mañana tendrá una con otra amiga mía y el lunes le dirá a Jack su decisión sobre quién será su nuevo psiquiatra—Alana continuaba con la vista fija en su vaso medio vacío.
—Will me explicó— murmuró, comenzó a jugar con un anillo que traía antes de suspirar preocupada —No debería decirte ésto, Hannibal, pero...—
—Entonces no lo hagas— la interrumpió el hombre, aún sin girarse a verla.
—Es que no entiendes, Hannibal. Estoy preocupada, hay algo mal con Will— el movimiento del rubio se detuvo y un pesado silencio se alzó.
—Realmente no logro comprender lo que tratas de decirme, Alana— lentamente se giró para verla y la mujer aprovechó la oportunidad para acercarse.
—La terapia... hubo algo extraño en ella con Will— murmuró la mujer una mano consoladora cayó sobre su hombro —Sentí miedo— su voz bajó aún más y Hannibal aprovechó éso para tomar sus manos y sacarla suavemente de su hombro.
—Alana, no se qué es lo que sucedió, pero estoy seguro de que nada malo sucede con William, está más lúcido de lo que ha estado en años— el rostro de Alana permanecía con la misma expresión de miedo.
—Es éso lo que me preocupa— ninguno volvió a decir nada y el resto de la preparación de la cena continuó en un silencio tenso. Uno bastante perturbado de parte de Alana. Uno más apreciativo por parte de Hannibal, pensando en las posibilidades que había de utilizar a la mujer en tal o cuál platillo.
Para cuando la mesa estuvo completamente puesta, Hannibal subió al estudio a llamar a lo que quedaba de su familia. Nada lo había preparado para la escena llena de domesticidad que había cuando ingresó a la habitación.
Harry le mostraba un par de hechizos a Will mientras Severus parecía darle una extensa charla sobre algo a Abigail. Se inclinó apenas sobre el marco de la puerta dejándose se embargar por el sentimiento de felicidad.
Will fue el primero en darse cuenta de su presencia, le sonrió con ternura y sus brillantes ojos azules le gritaban todo el amor que sentía.
—Mon chèri— lo llamó y extendió el brazo en su dirección y lo invitó a acercarse, notó la mirada de Severus pararse por un momento sobre él antes de continuar hablando con Abigail.
Se acercó a Will despacio, dejando una caricia en su cabello y pasando por sus mejillas, acercó su rostro al de su compañero y dejó un casto beso sobre sus labios.
—Ya es hora de la cena— anunció a nadie en concreto, Abigail fue la primera en levantarse seguido de Harry y Severus quienes salieron dejándolo unos momentos a solas.
—Sospecha demasiado— murmuró Hannibal contra los labios de su esposo. Will hizo un ruidito descontento antes de besarlo.
—Deberíamos darle razones verdaderas para sospechar— Will mordió el labio superior del rubio mientras llevaba sus manos a la cintura del mayor.
—¿Deberíamos?— preguntó a su vez Hannibal, acercándose aún más a su esposo, el rostro anguloso del psiquiatra se ocultó en el cuello de Will aspirando de su aroma.
—Peut-être une mort ou deux, un peu de torture ... vous devez être subtile juste pour elle de voir (Quizás una muerte o dos, un poco de tortura... hay que ser sutiles sólo para que ella lo vea)— un estremecimiento apenas sutil atacó al rubio quien dejó un casto beso en el cuello del émpata.
—Oh mon amour. Je t'ai déjà dit à quel point j'appréciais que tu planifies des meurtres pendant que tu me parles en français (Oh, mi amor. Te he dicho alguna vez lo mucho que me gusta que planees asesinatos mientras me hablas en francés)— los dientes afilados del rubio mordisquearon la oreja del menor con sensualidad.
—Non, mais je l'ai peut-être déduit seul, chérie (No, pero tal vez lo haya deducido solo, cariño)— una mano traviesa de Will bajó de la cintura del médico a sus nalgas, apretándolas con fuerza, un jadeo bajo se escuchó de parte de Hannibal quien se abrazó al cuerpo del castaño con fuerza.
—Le dîner devient froid, mon amour. (La comida se enfría, mi amor)— murmuró contra sus labios, Hannibal.
—Nos invités ne peuvent pas attendre (Nuestros invitados no pueden esperar)— acotó Will también.
Se miraron un largo tiempo a los ojos antes de lanzarse a besarse con lujuria y de forma casi agresiva.
—Que vois-tu, bien-aimée? (¿Qué ves, amado?— pregunta Hannibal, sus manos desordenando sus rizos castaños mientras besa sus clavículas.
—Un avenir baigné de sang. C'est ce qui nous attend (Un futuro bañado de sangre. Éso es lo que nos depara)—tomo de las mejillas a Hannibal para mirarlo con seriedad a los ojos. La mirada rubí del hombre desbordaba un amor más allá de lo que imaginaba. Y es que para el psiquiatra, que había pasado años en soledad, el sentimiento que lo poseía era casi divino, ambrosía de los dioses. Y era suyo, Will y todo lo que él representaba era completa y absolutamente suyo. Cómo no le dolería éste tipo de amor.
Tan puro.
—Aš tave myliu.....¿Lo pronuncié bien? (Te amo)— los ojos brillantes del psiquiatra fueron toda la respuesta que obtuvo antes de que el rubio lo abrazará, con demasiada fuerza, ¿Y acaso aquello no demostraba lo feliz que era? Will sonrió antes de esconder su rostro en el cuello de su compañero. Sus ojos picaban y sentía que en cualquier momento lloraría de felicidad pura.
Cuando llegaron nuevamente al comedor, sus hijos mantenían una charla con Severus y Alana se veía visiblemente incómoda con Abigail a su lado. Hannibal les sonrió y se disculpó por su tardanza, ignoró muy dignamente las miradas poco sutiles de sus hijos y se sentó a la cabecera, con William a su izquierda y seguido de él Harry y Severus. Ambas mujeres se encontraban su derecha.
—Alana, me gustaría presentarte al Maestro Severus Snape, fue profesor de química de mi hijo en su antiguo internado. Severus, ésta es la Doctora Bloom, una colega— el pecho de la mujer dolió al ser llamada colega, ya no era la amiga cercana, el hombre de negro por otro lado, la evaluó con su mirada penetrante antes de simplemente darle un asentimiento con la cabeza.
—Un gusto— murmuró sarcástico, aunque solo Harry y Hannibal parecieron notarlo. Alana le sonrió tensa.
—Un gusto también, ciertamente es increíble saber que enseñó a Harry, tengo entendido que el internado era en Escocia— Harry se detuvo estando a punto de empezar a comer, bruscamente se giró hacia la otra psiquiatra.
—Vine por un seminario que se realizará en Carolina del Norte, como siempre estoy en contacto con Harry se lo comenté y me ofreció estadía en lo que terminaba el evento— mintió, bebiendo un sorbo del vino que acompañaba la cena. Harry apretó fuertemente su cuchillo al ver que Alana frunció el ceño descontenta.
—¿Generalmente visita las casas de todos sus alumnos?— la mujer levantó una ceja, intentando parecer intimidante. Y ¡Oh dios! Éso era algo que simplemente NO debías hacer con Severus Snape.
—Dios me libre de que Lecter continúe siendo alumno mío, sólo él sabe en cuantos problemas se metió a pesar de sus buenas calificaciones— el chico sonrió tímido.
—Los problemas me seguían a mí, Severus— Alana se vio escandalizada al ver como el menor lo llamaba por su nombre.
—Y continuando con su pregunta, es de muy mal gusto acusar a alguien sin saber. A Harry lo conozco desde niño, y sus padres fueron compañeros míos en el mismo internado al que el asistía, así que este mocoso de aquí siempre se tomo libertades conmigo— Alana ahora se veía visiblemente avergonzada y Harry soltó una risita.
—¡Oh! Profesor Snape, no sabe cuánto extrañé sus clases— fingió Harry con una sonrisa descarada mientras inclinaba su cabeza hasta colocarla en el hombro del pocionista, que solo suspiró y continuó comiendo.
—Coma su cena, Lecter— murmuró al sentir la mano de Harry acariciando sospechosamente su pierna.
—No eres divertido, Severus— murmura antes de colocarse de mejor manera y continuar con su comida.
La cena había sido un suplicio para Alana, la pobre mujer solo había ido en su afan de advertir a Hannibal y de una vez por todas separarlo de Will. No entendía como terminó en una cena con el que seguramente era el profesor más estricto que había conocido alguna vez y notando por fin que, era realmente imposible pensar en su antiguo mentor y su antiguo amigo como dos entidades separadas. Las señales siempre estuvieron ahí y ella, tonta en su afán de que algún día conseguiría conquistar a Hannibal no vio.
Fue un trago duro y amargo, pero podría con éso. Tardaría, pero lo lograría, aunque eso no significa que dejaba de doler.
Esas miradas brillantes, esos pequeños toques sobre la mesa, las sonrisas, el gesto abierto del rubio en dirección a Will, el gesto cómodo de él siempre en las de cercanías del psiquiatra. Había sido tan ciega.
Sin embargo, eso no excusaba que aún seguía sin confiar en William, notó que se a veces se la quedaba mirando y luego sonreía de manera oscura, a veces lo atrapaba y le sostenía la mirada y un miedo intenso parecía calar en su piel para instalarse en sus huesos, desde luego ella era la primera en desviar sus ojos a otro punto. Había algo malo, algo verdaderamente malo con Will y no pararía hasta descubrirlo y luego decírselo a Jack.
Fue la cena más malditamente incómoda que tuvo, trató de entablar conversación tanto con los menores como con el invitado, y sus respuestas solo fueron monosílabos. No había caso por lo que terminó retirándose nada más terminaron el postre.
Tras las despedidas aún más incómodas, Alana Bloom se marchó de la residencia de los Lecter, dejando a todos en la sala con una bebida -sin alcohol para los menores- en mano.
—Algo trama— murmuró poco impresionado Severus, sentado a su lado en el sofá, Harry sonreía complacido mientras recostaba su cabeza en el hombro del pocionista, que no se molestó ni siquiera en regañarlo, ya sabía que no había caso.
—Así parece— murmuró sonriendo Will.
—Ni siquiera preguntaré— murmuró Harry soñoliento.
—Siento que es el comienzo de uno de los juego mentales de papá— dijo Abigail mirando al psiquiatra, que levantó una ceja divertido.
—Me halagas, hija. Sin embargo ésta vez el crédito es únicamente de nuestro querido Will— y el émpata mayor solo sonrió aún más abiertamente.
Por primera vez se sentía como el máximo maestro de marionetas. El que controla las cuerdas de todos alrededor. Aunque algunos tomarían esa creencia y se imaginarían a sí mismos como un Dios entre los hombres, pero Will no estaba interesado en la falsedades de la divinidad.
Mas bien estaba interesado en mancharlo o desafiarlo. O cambiarlo por completo.
Will no se creyó un Dios.
Simplemente ahora le gustaba jugar juegos y estudiar cómo reaccionaba la mente humana bajo niveles específicos de estrés y peligro. Y a él le interesaba especialmente verlos caer y luego dejarlos ir. Y ése tipo de poder fácilmente podría subir a la cabeza de una persona menor.
Pero Will no era menos que nadie, y tenía un prefecto compañero de inmaculada destreza mental.
Por experiencia Will sabía que a veces sus planes se realizaban de inmediato, y otras veces demoraba un poco. Pero una cosa siempre fue segura, pensó, notando su mano siendo cubierta por la de su esposo, cálida y más grande que la suya; entrelazó sus dedos.
Sus planes siempre funcionan al final.
La mañana siguiente, cuando insistentemente el sonido del timbre de la casa amenazaba con destrozarle los tímpanos a toda la familia, fue William, de un genio terrible quien abrió la puerta bruscamente.
—¿Sí?— preguntó, reuniendo todo el autocontrol posible para no tomar el adorno de la mesa más cercana y lanzarlo hacia el rostro de la anciana mujer que tenía enfrente.
—¿Ésta es la Residencia Lecter?— preguntó la mujer mayor, entonces Will por fín decidió ver más allá de su enojo.
Notó un ceño fruncido demasiado parecido al suyo junto con ojos de una azul verdoso, tras la anciana mujer había otra, un poco más joven pero igualmente de mayor edad, cabellos castaños y de rizos. Tragó con fuerza antes de soltar un suspiro.
—Ésta es, sí. ¿Quién la busca?— preguntó, ya sabiendo de antemano la respuesta.
—Lady Vinda Rosier—
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