Coquilles
Advertencias: Uh ... ¿canibalismo? En serio, si tengo que advertir es posible que estés perdido, canibalización de personajes no canibales(? Nivel de violencia medio, kink de sangre, nivel de actividad sexual... cero, no, no hay porno.
Aún 7w7
Acto V: Coquilles
Parte 2: De la visión de nuestras almas.
El terror más grande de Harry, era sin duda alguna ser comparado con su madre por Severus.
Él no quería parecerse a ella, no quería ser un reemplazo de ella.
Podría aguantar cualquier cosa, menos el ser comparado con ella.
Por que el pocionista la amó, tan intensamente que su probre corazón sufría ante la sola mención del recuerdo de su amor pasado.
Harry no era Lily. No tenía sus ojos; los suyos eran más brillantes y dorados. No tenía su cabello; al menos el bastardo de su padre y padrino pudieron evitar eso con su herencia. No tenía sus rasgos, tras la adopción de Hannibal tenía rasgos de la casa Lecter y la casa Gaunt, definitivamente NO SE PARECÍA A SU MADRE.
Miró; no por primera vez, con odio el retrato de su madre, que no tenía ni idea de lo que pasaba por su mente. Apretó los puños y cerró con fuerza sus ojos, liberando magia pura que hizo temblar casi toda la casa.
Poco después llegó su padre y su hermana a la habitación, ambos se veían prepcupados y la chica no dudó en acercarse a él y hacerse bolita a su lado en la cama, Hannibal suspiró, pero también se acercó a ellos, sentándose del lado contrario a la chica, Harry no tardó mucho en acurrucarse sobre sus rodillas y la mano del psiquiatra se dirigió a peinar los cabellos en las cabecitas de sus hijos.
-¿Quieres hablar, Harry?- preguntó su hermana, abrazándolo con más fuerza desde atrás, el chico dudó un momento antes de decir algo.
-Estoy triste, y también enojado, todo es culpa de Severus... de acuerdo, no es su culpa, es solo que tengo miedo- confesó, el psiquiatra apretó los labios y conjuró un tempus, eran las diez de la mañana, en casi nada Will arribaría en la casa Lecter para acompañarlos en el almuerzo para celebrar que estaba de regreso.
-Will vendrá dentro poco, ¿Quieres que lo llame y así dejamos el almuerzo para otro día?- preguntó el mayor, Harry comenzó a negar rápidamente con la cabeza.
-No, no, no. Es la primera vez que vendrá Will después de todo lo que pasó, quiero que esté aquí- pidió con ojos llorosos el chico -Quiero hablar de ésto con todos ustedes- pidió, Hannibal asintió y dio una rápida mirada a Abigail, quien hizo un puchero y dio un fuerte abrazo a su hermano antes de separarse de él.
-¿Por qué no lees algo o haces alguna poción para distraerte?- preguntó la chica, Harry lo pensó un momento y asintió, tal vez podría hacer algo de poción para dormir sin sueños y dárselo a Will, o intoxicarse con ella y morir... su padrino tenía razón, era tan dramático, y suicida.
-Iré a hacer algunas pociones- dijo finalmente, Abigail le sonrió antes de estirar juguetonamente de su mejilla -¡Ya! Me cambiaré de ropa e iré al sótano- dio una mirada seria a su padre quien asintió un poco más tranquilo.
-De acuerdo, pero no molestes a los invitados- los tres compartieron una sonrisa oscura antes de abandonar la habitación y dejar solo a Harry.
Pasaron varios minutos en los que se cambió de ropa a una más informal, solo un par de pantalones deportivos y una camiseta que parecía vieja; pero probablemente era más nueva que cualquier otra prenda -de verdad, su padre tenía una obsesión con las compras-, tomó un viejo libro de pociones de su baúl antes de comenzar a ir hacía su pequeño laboratorio en el sótano, justo al lado de la linda, encadenada, y casi moribunda Miriam.
Fue entonces que se detuvo en medio de la habitación, y su mirada quedó fija en el retrato de su madre que hacía algunas semanas había estado evitando mirar. ¡Ah! Su bella madre, con sus rizos de fuego y su mirada verde que parecía incluso atravesar tu alma, ya no traía esa pequeña sonrisita salvaje de siempre, aquella que le regalaba cada vez que le contaba alguno de sus planes, no, ahora había un ceño fruncido y una mirada rayando lo triste, Harry dio un suspiro, sin ganas de retrasar más lo inevitable.
Durante once años de mi vida crecí con la idea de que mis padres eran alcohólicos y que por eso habían muerto en un accidente de automóvil, que mi madre no se prepcupaba por mí y que mi padre era un inútil- ignoró la mirada furiosa de su madre, sabiendo que probablemente ésa era una idea que Petunia había implantado en la mente de su hijo -Durante once años les creí y sentí rencor hacia ustedes, entonces ingresé a Hogwarts, y me dijeron ésta verdad- continuó Harry -Ésta verdad en la que mi padre era un gran mago, en la que mi madre era una inteligente bruja que se preocupaba por los demás-una sonrisa nostálgica apareció en su rostro -Solo cambiaba una mentira por otra, ¿No?- hizo una pregunta retórica.
-Pero el rencor siempre estuvo asentando en mi corazón- el rostro de Lily en el retrato cambió, se veía sorprendido y un rastro de tristeza cruzaba sus facciones a la vez. -¿Estoy siendo cruel? Nunca te conocí, ni a James, pero aún así les guardaba tanto rencor, desde mi perspectiva ustedes habían tomado su decisión, la guerra por sobre mí- la expresión de dolor en Lily ahora era evidente, y Harry la ignoró por abrir su corazón, la ignoró para poder por fin expresar aquello que siempre había ocultado.
-Cuando supe la verdad, la real, el sentimiento no cambió- confesó, sus ojos verdes se conectaron con los de su madre en el retrato, tan parecidos pero tan diferentes en esencia. -Sentí tu amor, sí, pude ver que lo mucho que me amabas a pesar de ser hijo de Potter... la persona que tanto detestabas, que tanto odiabas, realmente pude sentir tu amor de madre- dio una pequeña y triste sonrisa al retrato.
-Pero eso no fue suficiente mamá- su voz se quebró -Me amabas, pero no más de lo que amabas el poder, no más de lo que amabas la idea de controlarlo todo con mi padrino- golpeó con sus palabras y fue doloroso, tan doloroso admitir esa verdad oculta -Yo jamás haría algo así, tú, que tuviste la oportunidad de tener un hijo salido de tu vientre, tuyo y solo tuyo, decidiste no anteponerlo a tus sueños de poderío- la voz de Harry no era acusatoria, era tan plana y carente de emoción que hacía que el dolor fuera mucho más profundo -Pero no me importó, nunca lo hizo, ya estás muerta y es irrelevante, pero hay solo una cosa que no puedo permitirte mamá... una sola cosa que verdaderamente odio de ti- volvió a decir, su herencia veela se reveló nuevamente, sus ojos completamente negros, su piel palideció y su cabello se aclaró.
-Odio que tu recuerdo persiga a Severus y no lo deje vivir- el rostro pintado de su madre abrió los ojos con asombro -Odio que el fantasma de su amor por ti no le permita poder verme. Porque madre, Severus fue, es y siempre será mío- soltó con brusquedad, posesivo como sólo él podía para con el maestro de pociones.
-Él es mi alma gemela, mi compañero, y no permitiré que tu recuerdo impida enlazarme con él, mataré cada pensamiento suyo que se dirija hacia ti... Severus solo me mirará a mí, pensará en mí, me amará a mí y vivirá por mí, por que yo le corresponderé con la misma intensidad, ése es mi grado de compromiso con él, éso es lo que le ofrezco e incluso si pide más, lo conseguiría, solo por él, y si debo eliminarte incluso de los pasillos de su palacio de la memoria... entonces lo haré, no tendré piedad- Harry suelta un suspiro al ver a su madre dentro de su retrato llorar con fuerza, estaba seguro de que si no estuviera dañado; no soportaría oír su llanto.
-No te odio, no a ti. Aprecio inmensamente que me hayas tenido, que me permitiera vivir y que me hayas amado desde que supiste de mi existencia- el chico se acercó depositando su mano en el marco del retrato, dejando una suave caricia -Lo agradezco, pero no puedo corresponder de la misma forma, no te conocí, no podré hacerlo; no puedes extrañar o amar algo que nunca has tenido, y ahora solo representas un obstáculo para mi unión con mi compañero, ahora solo me eres indiferente, no estoy seguro de si algún día podré tener sentimientos sinceros hacia ti, sigues siendo una desconocida para mí a pesar de los libros y diarios escritos por ti que me has dejado- reveló y la noticia impactó duramente en la consciencia de Harry -Por mucho tiempo creí que realmente te quería, pero mi nueva familia me enseñó lo que realmente es un amor filial... y ya hay alguien que llena mi corazón con sus afectos maternales- ésta vez una sonrisa sincera y mucho más feliz se plantó en su rostro y sus ojos brillaron amarillos.
-Will es, sin duda, una de las personas que más amo, él es más que solo la pareja de mi padre, me cuida como supongo una madre lo haría, me cobija, y siento tranquilidad a su lado. Como has visto, ya he elegido a mi familia, solo quería decírtelo, así mi corazón y mi propia mente estarían en paz- ignoró deliberadamente a la mujer que lloraba en su retrato, y durante unos minutos se negó a irse, esperando alguna media respuesta por parte de la mujer; que no tardó en calmarse y con su varita escribiera en letras de fuego:
''Yo solo quiero que seas feliz''
Lily se limpia los rastros de lágrimas y observa, por primera vez un suave estiramiento en la comisura de los labios de chico, la primera sonrisa verdadera que le dirigía a ella.
-Lo soy ahora con mi familia- respondió -Y lo seré muy pronto con Severus- recalcó nuevamente, Harry la vio asentir en su cuadro con una expresión de profunda tristeza y con esa imagen salió de su habitación y marchó hacia el sótano, donde esperaba al menos internarse unas tres horas antes de salir para almorzar y hablar con su familia.
No pasó mucho hasta que Hannibal ingresara a la habitación junto con Abigail, ambos habían escuchado todo y estaban increíblemente orgullosos de la forma madura en la que había abordado el tema -al menos parte de él-, miraron en silencio a la mujer pelirroja antes de que el psiquiatra hablara.
-Como ha oído de Harry, él se encuentra bien y es nuestro deseo que permanezca así- comenzó tranquilo -Sin embargo, me temo que la presencia de su retrato en la habitación de mi hijo ya no sería del todo agradable para él. No se preocupe, estoy seguro de que apreciará su nuevo lugar- sin decir una palabra con un movimiento de varita despegó el gran cuadro de la pelirroja de la pared, la adolecente le sonrió apenas.
-Me agrada, señora L, pero yo amo más a Harry y ahora solo buscamos su comodidad- sin nada más que añadir, ambos decidieron que la biblioteca sería un buen lugar para dejar el cuadro de la madre de Harry. Allí casi no había visitas innecesarias y a la mujer le gustará estar entre tanto conocimiento, ahora solo deseaban que Harry estuviera bien y no tuviera ningun tipo de colapso por pensar demasiado.
Cuando el timbre de la residencia Lecter sonó apenas dos veces, el rubio supo con certeza que se trataría de Will, apenas conteniendo su sonrisa dejó a Abigail a cargo de su cocina; la chica le dio una mirada pícara, sin embargo no dijo nada y siguió con sus ojos puestos en el estofado de nombre absurdamente difícil que el psiquiatra decidió hacer ese día.
Cuando Hannibal abrió la puerta de la entrada, y se encontró con la mirada de azulina de Alana y no la de Will, sintió su sonrisa flaquear, pero rápidamente se recompuso y saludó.
-¡Alana! Qué grata sorpresa, por favor pasa- pidió, internamente frustrado, pero también anticipando una insana diversión al imaginar qué haría Will en una situación así.
-Lamento importunar, pero dado a que no nos hemos visto durante mucho tiempo, decidí que debía visitarte- la mujer dio una sonrisa encantadora, iba maquillada para la ocasión, a pesar de no ser muy adepta al uso de maquillaje, pero se dijo que si quería conquistar al hombre debería saltar hacía nuevas posibilidades.
-Espero no estar interrumpiendo- dijo poco después, algo incómoda al no recibir contestación, el rubio parpadeó unas cuantas veces antes de sonreírle.
-Para nada, querida- Alana se deleitó en el apodo cariñoso y Hannibal no podía evitar burlarse, esperaba que Will llegara pronto, necesitaba reírse un poco a costa de la incomodidad de su colega -Estábamos preparando el almuerzo, si quieres unirte a la cocina conmigo, aún tengo esa buena cerveza tuya- la castaña asintió con emoción y lo siguió a la cocina con una sonrisita ganadora.
-Papá ¿Quieres que llame a Harry? ¡Doctora Bloom!- los ojos de Abigail se abrieron enormemente, miró con el ceño fruncido en confusión a la mujer y al hombre.
-Querida, la buena Dra. Bloom vino de visita, ella mirará mientras nosotros hacemos el almuerzo- habló el rubio mientras tomaba algo de aquella cerveza artesanal que elaboraba con más de uno de sus ingredientes especiales y la servía en un largo vaso, estaba helada, justo como le gustaba a la mujer.
-Oh, bueno. Papá, éstos ya casi están- comentó la adolescente mirando que en una de las ollas las pastas para acompañar el estofado ya casi estaban en su punto. Los ojos del hombre la miraron con orgullo y no pudo contener su pequeña sonrisa.
-Estás aprendiendo muy rápido ma petite (mi pequeña)- la chica lo miró con tanto cariño que incluso Alana -quien había estado bastante incómoda ya que tontamente había pensado que estarían solos- sintió ternura. -Déjame el resto a mí- Abigail asintió y se recostó sobre la gran mesada de mármol a observar -¿No quieres picar algunas verduras?- preguntó el rubio.
-¿Picar? ¿Cortar? ¿O rebanar?- Alana veía confundida el intercambio entre padre e hija y Hannibal volvió a sonreír.
-Alguien ha estado leyendo los libros de su hermano- acusó divertido y la chica soltó risitas, como si la atraparan haciendo una travesura.
-Se siente como si ustedes hubieran vivido juntos por años- comento la psiquiatra, la sonrisa de Abigail se tensó.
-Bueno, somos almas afines, junto con Harry y William- aún de espaldas fue Hannibal quien respondió -Es normal que en tan poco tiempo nuestra relacion creciera, nos tomamos cariño muy rápidamente- continuó hablándole, y cuando la castaña estaba por dar lo que el mayor catalogaría como una respuesta grosera, el timbre volvió a sonar.
Y Hannibal no se molestó en ocultar su alegría.
-Disculpen, Abigail controla la comida, iré a ver- la chica asintió con una sonrisa y con rapidez fue hacia la entrada, Alana no tuvo tiempo de nisiquiera preguntar qué sucedía.
-¿Esperan a alguien?- miró la espalda de la adolescente con confusión, ella asintió distraída.
-De hecho sí, íbamos a tener un almuerzo familiar- soltó casual, un pinchazo de cruel placer recorrió a Abigail al ver a la doctora Bloom ya no parecía tan confiada como antes y sí más incómoda.
Y en la entrada, Hannibal y Will estaban asaltando la boca del otro como si no hubiera un mañana, los dedos del menor se enredaban en los finos cabellos rubios de Hannibal ¡Como le gustaba desordenarlos! Su otra mano sin embargo, no dejaba de acariciar la cintura de su compañero, eran todo besos rudos, lenguas frotándose y dientes mordiendo.
Había algo excitante en la idea de que ésa boca; aquella que era capaz de arrancar un pedazo de la garganta de cualquiera, lo besara con tal pasión, con tanta reverencia. Hannibal era simplemente hermoso para Will, perfecto para él, se dijo al separarse y cruzar miradas, el color de la sangre seca parecía fusionarse con los azules y verdes que conformaban los ojos del agente.
-Mano meilė (mi amor)- susurró con éxtasis Hannibal, el de rizos castaños le sonrió con timidez, una caricia suave fue dejada en los pómulos del mayor, y volvieron a fundirse en un beso, esta vez más tranquilo, más amoroso, desbordando ternura.
-Mon amour, tu m'as tellement manqué (mi amor, te he extrañado tanto)- habló con perfecta pronunciación Will, la forma en la que enredaba su lengua al hablar no hacía sino avivar las llamas de la excitación del médico, que no dudo en volver a besar a Will, aunque eran más mordiscos de amor a sus labios que besos en sí, el castaño simplemente se dejaba hacer, mientras volvían a salir sus palabras susurradas -être sans toi était une torture (estar sin ti fue una tortura)- otra mordida a sus labios y gimió en la boca del rubio con placer -Tu ne sais pas combien j'avais envie de te voir (No sabes cuánto ansiaba verte)- las manos de Will se posaron en las mejillas del hombre mayor -Vous caresser (acariciarte)- volvió a decir, y acunó las mejillas del hombre mientras sus pulgares acariciaban de nuevo sus altos pómulos -t'embrasse sur tes belles lèvres (besarte en tus hermosos labios)- y para confirmar lo dicho, dejó un casto y último beso -por ahora- en los labios del mayor, quien con los ojos brillantes lo miraba, hasta que lo abrazó con fuerza, demasiado felices que no sabían cómo expresarlo.
William sonrió con su rostro oculto en el cuello del psiquiatra, disfrutando de las dulces caricias que dejaba en su espalda baja.
-Aš tave myliu (te amo)- y aunque Will no supiese lituano, el sentimiento que evocó en esa frase le dio una pista de lo que significa, se apretó más al pecho del mayor. Él también lo amaba.
-Creo que deberíamos ir a la cocina, el almuerzo está casi listo- murmuró sobre su oreja el rubio.
-Quería ayudar un poco- se quejó el castaño, separándose de su pareja, que le sonrió apenas.
-Quería sorprenderte, sin embargo, me temo que el sorprendido fui yo- la irritación en el tono del hombre no le pasó desapercibida a Will, quien levantó una ceja en confusión, Hannibal le dio una sonrisa algo tensa y eso no hizo más que avivar su curiosidad.
Para cuando Will Graham cruzó la habitación de la cocina, ya sabía de la visita indeseada de Alana, durante los pocos pasos que tuvo para calmarse no hizo más que maldecir, pero cuando ingresó al terreno sagrado que conformaba la cocina todo su enojo desapareció cuando vio a Abigail, que la miraba tímida y con anhelo, ella fue la que más sufrió la separación, ya que Harry y Hannibal tuvieron al menos un par de veces contacto con él en el tiempo que estuvieron ''separados''. William le sonrió a la chica y abrió los brazos para recibirla, ni dos segundos habían pasado y la chica ya lo abrazaba, pequeñas lágrimas en las esquinas de sus ojos amenazaban con salir.
-Te extrañé tanto- murmuró la chica, y el rostro de Will se suavizó, una mirada cariñosa se instaló en sus ojos y su voz se hizo más suave.
-Mi niña, también te he extrañado, muchísimo- le aseguró, peinó sus cabellos con lentitud, y no podía parar de tocarla, estiraba sus mejillas con cariño, la abrazaba con fuerza.
Ésta era Abigail, su hija, a la que tanto había extrañado. Ambos hombres cruzaron miradas amorosas y se sonrieron, Will aún con Abigail en sus brazos, Hannibal con una cuchara de madera en la mano y un profundo sentimiento de orgullo en sus ojos.
Pero no todo podía ser tan bueno.
-Hola, Will- saludó Alana interrumpiendo el momento familiar, y nunca antes los presentes quisieron asesinar a alguien tanto como en ése momento, la mujer mayor retrocedió ante la mirada helada de los ojos azules de Abigail y Will a pesar de que todas las miradas estaban posadas sobre él, le sonrió con orgullo a su hija ¡Ésa era su chica!
-Hola Alana, no sabría que vendrías hoy- saludó el agente y la psiquiatra le regaló una sonrisa tensa.
-Sí, bueno, es solo una visita social, hace mucho que no veía a Hannibal- explicó la mujer -Tampoco sabía que tú vendrías- confrontó luego de una pausa, Will le sonrió con burla.
-Bueno, hoy ibamos a almorzar todos juntos, Hannibal limpió su agenda para que podamos estar juntos todo el día- levantó una ceja hacia Alana como si esperara que pudiera replicar de alguna manera -¿No es así?- se giró para mirar la espalda del médico, quien giró su cabeza sobre su hombro para mirarlo.
-Por supuesto- fue su respuesta antes de sonreír -Lo que sea por ti, querido- le guiñó un ojo y un rubor notable subió a las ahora afeitadas mejillas de Will.
Se veía más joven cuando no estaba cubierto de vello facial y con jeans y camisas de franela a cuadros; pensó el mayor, observando con deleite que Will traía pantalones de vestir grises y una camisa ajustada de color azul oscuro, hacía resaltar sus ojos, notó. Se veía hermoso, y si bien no se veía como aquella noche que fueron a la ópera, había una belleza suave en él, rodeando con sus brazos a su hija como si fuera su posesión más preociosa. Si, definitivamente él era hermoso.
-¿Y Harry?- preguntó unos minutos después, decidiendo que ya había mimado lo suficiente a la chica y notando que el menor de los Lecter no estaba.
-Está leyendo, iré a buscarlo, estoy seguro de que solo saldrá si le digo que ya llegaste- el de rizos castaños asintió y dejó que la chica corriera por los pasillos con una sonrisa.
-Te ayudaré a poner la mesa, mon chéri (querido)- murmuró Will, ignorando a Alana y comenzando a pasearse por la cocina del rubio, como si la conociera de toda la vida -¿Qué almorzamos? Para así saber qué vajilla usar- preguntó el agente.
Alana hervía de celos, sus pequeñas y bonitas manos con manicura apretaban con fuerza el vaso ahora casi vacío de cerveza, por que solo Dios sabía cuánto necesitaba un trago. Observaba a Will y Hannibal gravitando el uno hacía el otro, como una de esas parejas casadas de abuelitos que aún se amaban y eso no hacía más que enojarla, ¡Cuántas ganas tenía de alejar a Will del psiquiatra y tomar su lugar! ¡Ella lo conocía de mucho antes! ¡Era con ella con quien debía preparar almuerzos para sus hijos!
-Comeremos Daube, un estofado de carne francés con un acompañamiento de pastas- agregó, sacando la antes mencionada del fuego y la colocaba en un fuente de agua fría para cortar la cocción. - Las artes culinarias de Abigail han mejorado mucho- volvió a decir, Will se acercó para mirar sobre su hombro el estofado que aún seguía a fuego lento en la olla, a la silenciosa mujer no le pasó desapercibido la mano de Will en la cintura de Hannibal, un agarre posesivo que se veía tan casual, y para mayor indignación de ella; observó que su antiguo mentor se recostaba por el pecho de Will ¡Qué descaro! ¡Qué horror! ¡Que repulsivo! Pensó mientras fruncía el ceño.
-Ésto huele maravilloso- murmuró sobre el hombro del rubio antes de volver a su labor -Estoy feliz de que Abi comparta tu gusto por la cocina y que esté aprendiendo ¿Ha comentado algo sobre la Universidad?- la conversación fluía con facilidad entre ellos y a pesar de que trataban de incluir a la mujer, debido a la frustración, ésta solo contestaba con monosílabos. Mal si tratabas de conquistar a alguien.
Cuando se dijo que se estaba comportando como una niña mimada, y que debería comenzar a interactuar más con Hannibal tratando de dejar en ridículo a Will -era una psiquiatra, maldita sea, podía manipular a cualquiera si se lo proponía-, pues sabía de lo mucho que molestaba al médico las groserías, fueron interrumpidos nuevamente, ésta vez por que pequeño Harry, que como una bala había corrido hasta William para abrazarlo.
-¡Will!- la sonrisa del chico parecía tan aliviada, llorosa y un amor infinito parecía escurrise como miel de su mirar, Alana llegó a preguntarse qué tan fuerte había sido la discusión entre ellos que los chicos actuaban de esa manera, y qué debería hacer para que volvieran a pelear y ya nunca más se reconciliaran.
-Ma petite terreur (mi pequeño terror)- lo llamó; hacía mucho que los apodos en otros idiomas estaban a la orden, riéndose de aquello que no tenían el conocimiento para saber qué decían, sus manos en sus mejillas limpiaban las pequeñas lágrimas que comenzaron a caer. -Shhh... tranquilo, ya estoy en casa- le murmuraba con suavidad al oído, abrazó con fuerza al chico y se empapó de los sentimientos de alivio y amor que rodeaban al adolescente.
Harry, que se encontraba de espalda a la única intrusa dentro de la cocina miraba únicamente a Will, por lo que pasó desapercibido para los demás el cambio de color en sus ojos, de un azul intenso con motas de color verde y dorado. Ojos idénticos a los suyos mirándolo llenos de amor.
-Te extrañé- murmuró, las manos de Will comenzaron a peinar los cabellos claros de Harry -Siento mi comportamiento anterior pero, tú sabes, yo...- el agente comenzó a negar con la cabeza con una sonrisa.
-Intentabas protegerlos, lo sé- el alivio fue evidente en el rostro del menor, se fundió nuevamente en un abrazo y antes de separarse con las mejillas rojas.
Fue entonces que Harry notó a la mujer mayor, frunció el ceño, bastante confundido sobre qué hacía allí la maldita mujer, dio una mirada rápida a su padre antes de suspirar.
-Hola Dra. Bloom, no sabía que vendría- el menor le sonrió tenso, se suponía que sería una cena familiar, solo los cuatro y nadie más. La castaña le devolvió la sonrisa igual o más tensa.
-Hola Harry, es un gusto verte- saludó la mujer, el chico asintió cortésmente y se giro en dirección a Will.
-¿Te ayudo?- preguntó, y esa suavidad maternal nuevamente envolvió al agente quien asintió.
-Vamos al comedor, tu padre me dijo que querías hablar de algo importante con nosotros, tal vez podrías adelantarme algo- dijo en tono conspirador, Harry asintió con rapidez antes de mirar a Hannibal.
-Papá, hablaré con Will en el comedor, ¿No importa que lo haga? ¿Verdad?- puso cara de cachorro -Luego cuando vayan a dormir, podrán hablar de eso juntos- dijo con una mirada pícara. Hannibal sonrió y asintió, Will desvió la mirada sonrojado comenzando a llevar la vajilla y Alana se veía positivamente a punto de morder a alguien.
-Pueden ir, en unos quince minutos iremos para allá, espero que sea suficiente- advirtió el rubio, Harry sonrió antes de tomar un par de copas de cristal.
-Es más que suficiente- y desapareció por el pasillo siguiendo a Will.
-Es interesante como actúan con William alrededor- dijo tras un breve momento Alana, los celos notándose a kilómetros, sin embargo su rostro estaba casi sereno, a excepción de la mandíbula apretada con fuerza al igual que sus manos con su vaso de cerveza.
-Ellos confían plenamente en él, de la misma manera en la que yo lo hago- fue la respuesta del rubio, Abigail murmuró algo sobre ir a lavarse las manos y huyó del lugar. Alana tomó esto como una oportunidad y lanzó la pregunta que quería hacer desde que llegó el otro hombre.
-Hannibal- llamó la mujer -¿Will y tú están saliendo?- preguntó, la cerveza quedó olvidada en la encimera y ella decidió acercarse un poco más, aunque tuvo la sensación de que había enojado al hombre, que ahora la miraba con mucha seriedad.
-No me gusta para nada ser emboscado de esta manera, Alana. Es grosero- fue lo primero que dijo -Y respondiendo a tu anterior pregunta, no, no estamos saliendo- reprimió una carcajada al ver como las facciones de la mujer se suavizaban y el brillo de la esperanza comenzaba a crecer en su mirada -Sin embargo, realmente espero que en la posteridad podamos tener algún tipo de asociación. Ciertamente encuentro a William encantador- le sonrió a Alana quien ya no pudo decir más pues Abigail había vuelto y el almuerzo comenzó a servirse.
Por otro lado, en la sala, una vez la vajilla había sido ubicada en el comedor, Harry y Will habían decidido hablar allí, por lo ahora se encontraban en el sofá, con el castaño acariciando los rubios cabellos del adolescente mientras éste terminaba de explicar su problema.
-No quiero que Severus piense que estoy confundido- continuó el chico -Que piense que mi amor por él fue infundado por el diario de mi madre- dijo en tono de tristeza.
-¿Entonces por qué no le dices la verdad?- preguntó Will, la mirada de ambos se cruzaron y Harry se veía muy confundido. -Tú papá me explicó sobre ése encantamiento raro que utilizaste en el hospital cuando me ingresaron allí- comenzó.
-El encantamiento patronus- dijo Harry, y el mayor asintió.
-Ése mismo, me dijo sobre lo que sucedía cuando dos personas tenían uno igual- pudo ver la chispa de emoción en los ojos del adolescente ante el solo pensamiento de su compañero -Si ése hombre es como creo que es, querrá la verdad absoluta de ti, Harry- los dedos de William volvieron a su trabajo de acariciar los cabellos largos del mago -El hombre vivió toda su infancia marginado y la única mujer que amó lo abandonó por su peor enemigo. Debes demostrarle que eres diferente, que eres sincero y que no cometerás el mismo error de tu madre... abandonarlo- el ceño de Harry se frunció nuevamente, ésta vez de enojo.
-Es eso lo que más temo, que me compare con ella, no ser suficiente para él- murmuró bajito.
-¿Se lo has dicho? Yo sufrí mucho cuando descubrí quién era tu padre, pero fue el que me ocultara la verdad y sus propios sentimientos lo que dolió más, debes ser valiente, mi pequeña serpiente- dijo con cariño Will y el menor no pudo más que sonreír, lo había extrañado tanto.
-Will- llamó tras unos minutos de silencio. El mayor lo miró curioso.
-¿Qué sucede, Harry?- preguntó.
-Realmente quiero que seas mi papá también- confesó, con las mejillas rojas y los ojos brillantes. Cuánta inocencia podía esconderse dentro de su propia oscuridad. En cuánta soledad vivió en el pasado, notó no sin cierta tristeza, William. -No puedo esperar la hora en la que pueda llamarte así- el corazón de Will se apretó y no pudo sino abrazar con más fuerza a Harry.
-Tú puedes llamarme como quieras Harry, sí así quieres hacerlo nada me haría mas feliz- el chico se levantó antes de mirarlo a los ojos
-¿Papá Will?- saboreó la palabra en su lengua e inclinó la cabeza hacia un lado, justo como solía hacerlo Hannibal, con ojos llorosos Will decidió que no tuvieron suficientes abrazos por el día de hoy.
Así los había encontrado Abigail, quien decidió unirse a ellos unos largos minutos antes de avisar que el almuerzo estaba servido.
Alana estaba furiosa, siendo testigo de cada toque de una mano, cada bocado en el tenedor, la forma en la que los dos hombres mayores compartían una sonrisa y las miradas que se enviaban al otro, destrozaban su corazón y ella quería destruirlo.
Destruir a Will y destruir a su conexión con Hannibal. Podía ver los sentimientos evidentes de su antiguo mentor en su rostro, un hombre famoso por su máscara en blanco y que rara vez mostraba emociones, incluso hacia sus amigos. Estaba mostrando sus emociones libremente por Will, por William. Y eso dolió más que nada por que nunca en su amistad Hannibal había expresado sus sentimientos con tanta libertad.
Y Alana solo podía mirar, ver como los hijos de Hannibal solo buscaban la aprobación de un Will con un aura demasiado maternal, y cuando ya no pudo soportarlo más, se disculpó alegando que necesitaba usar el sanitario. Y una vez estuvo en soledad, observó como su máscara de calma se rompía y los celos y el odio se filtraban como el alquitrán. Quería destruir a Will, él, que no merecía a un hombre tan sofisticado como Hannibal y aún así, aún así él, tan inepto socialmente como era tenía a Hannibal. Lo tenía.
Finalmente, cuando regresó y el postre fue servido, apuró y terminó su comida y se despidió inmediatamente después. Ella maldijo el momento en que se le ocurrió visitar a Hannibal. Había ido con la esperanza de al menos intentarlo, pero solo chocó contra una enorme y muy poco bonita pared llamada Will Graham.
Pero no se detendría, por supuesto que no, si había algo que la caracterizaba era su terquedad.
Hannibal sería suyo.
Harry se encontraba frente a Severus una vez más en el estudio de su padre, y no pudo evitar pasar su mirada depredadora sobre el hombre, nunca había visto a su maestro más que con sus habituales ropajes de enseñanza; verlo ahora, con un par de pantalones de vestir y una camisa blanca, con su cabello sujeto en una coleta baja, simplemente encendía sus más bajos instintos, el hombre era caliente y él solo era un adolecente, no podía evitarlo ni quería. Casi sonrió ante el estremecimiento que recorrió el cuerpo de Severus por su mirada, sus ojos cambiaron a un brillante amarillo y sus pupilas se rasgaron como los de una serpiente, rápidamente alejó sus ojos del mayor y comenzó a parpadear con rapidez.
-Lo siento- murmuró llevando su mano derecha a su frente, intentando ocultar sus ojos -Ésto no suele pasarme a menudo, me disculpo por ello- continuó hablando y Severus se acercó a él.
-No hace falta disculparse, Harry. No es algo que puedas controlar realmente, al menos no aún- consoló el mayor, el pecho del chico se apretó en infinito amor y con los ojos cerrados le sonrió al pocionista.
-Gracias- susurró -Me gustaría hablar contigo después de regresar- pidió al hombre, aún mantenía sus ojos cerrados por lo que no podía ver la expresión curiosa del hombre mayor.
-¿Acaso hay aún más cosas por mostrarme, Harry?- preguntó con una ceja arqueada y una suave sonrisita, ésa fue la imagen que recibió el adolescente cuando abrió los ojos.
-Hay mucho más- susurró, y fue entonces que Dobby apareció para llevarlos al castillo.
El pequeño elfo había sido encomendado a vigilar a cierto mago prácticamente desde que había llegado a la casa Lecter. En ése punto, Harry sabía todo lo que se podía saber de Gellert Grindelwald, sabía que todos los días se sentaba en una silla de mimbre al lado de una de las ventanas de su habitación en Nurmengard a tomar té tilo y leer algun libro; generalmente de pociones o artes oscuras. Sabía que recibía comida gourmet barata -todo lo que no era preparado por papi Hannibal, lo era- para el almuerzo y la cena, todos ellos llevado por un elfo desconocido. Sabía que había veces en las que una elfina de Hogwarts le llevaba pociones, ingredientes, libros e incluso a veces dulces y pensamientos probablemente de Dumbledore, sabía también que el director lo visitaba al menos una vez por semana; los días variaban, pero siempre eran los mismos, viernes o sabados. Sabía gracias a Dobby, que la última semana antes de que comenzara las clases en Hogwarts, Dumbledore no podría visitarlo, por lo que por eso el plan se llevaría acabo ése día. Sabía cuántas veces el maldito iba al baño, así que nada de eso podría salir mal, esperarían en la habitación mientras Gellert iba a la muy bien surtida biblioteca y entonces lo emboscarían, el resto sería puramente instinto, se recordó.
Harry se preguntaba cómo es que nunca se dieron cuenta de que el hombre vivía como un rey en su prisión, iba y venía por donde se le apetecía, esperando a que el Ministerio Inglés estuviera más debilitado y así atacar. Fabuloso plan, pero las cosas no saldrían según su ideal, por supuesto que no, él se encargaría de ello.
Entonces ambos fueron tomados de las manos por Dobby y aparecieron en una de las habitaciones más ostentosas y con menos clase que haya visto jamás.
Harry conectó su mirada con la Severus, y le sonrió mientras se ocultaban en la oscuridad, una cosa viciosa y macabra que prometía sangre.
Y no tuvieron que esperar demasiado, por supuesto que no, menos de cinco minutos habían pasado y el primer hechizo fue dicho y en un solo instante Gellert Grindelwald estaba petrificado y despojado de su varita; una copia de la de Dumbledore, notó Harry, o tal vez la del hombre barbudo era la falsa. En todo caso la guardó, tal vez podría estudiarla y ver qué hacer con ella.
El mago oscuro fue colocado cuidadosamente en su cama y Harry sonreía regocijado en la furia de sus ojos bicolores, Severus se mantuvo callado y atento a cualquier acción, un glamour ocultaba su rostro; fue un consejo de Harry, pero el pocionista sabía que si lo decía era por algo, y entonces, el adolecentes de su bolsillo sacó un reducida caja que con un movimiento de manos la volvió a su tamaño normal, el mestro intentó no jadear por aquella clara demostración de poder. Magia sin varita, solo Voldemort y Dumbledore habían mostrado tal habilidad.
-Buenos días, señor Grindelwald- saludó Harry mientras tomaba una jeringa llena hasta el tope con un líquido incoloro, lo inyectó en el cuello del hombre petrificado y sonrió de manera amable -Mi nombre es Harry, pero estoy seguro de que Dumbledore ya le habló de mí en sus visitas que le hace, ¿No?- notó la sorpresa en mirar y luego otra vez enojo, era increíble ver como un hombre cómo él, tan poderoso y de magia tan oscura y espesa como el alquitrán se dejara llevar tanto por sus instintos y emociones, le regaló otra sonrisa condescendiente y eliminó la maldición petrificadora.
-No haré un discurso largo y detallado de lo que le haré o por qué lo haré- continuó, ésta vez empezaba a sacar diferentes instrumentos quirúrgicos de la caja para dejarlos sobre las sábanas de la cama. Cada instrumento se veía más aterrador que el otro, Severus permanecía estático en su lugar y el mago oscuro comenzaba a entrar en pánico.
-Usted sabe porqué lo estoy haciendo- fue todo lo que dijo, y durante mucho tiempo después, Harry no volvió a hablar.
Hay una belleza en la violencia.
Severus Snape conoce esta verdad mejor que nadie. Ha sido testigo del arte con una fuerza brutal, en el corte de un cuchillo que se balancea como el golpe de pincel de un pintor exigente, en el rocío de sangre caliente a través de la pared, goteando como pintura sobre lienzo. Él ha visto la elegancia en el movimiento de los asesinos, como directores sobre sinfonías de gritos angustiados, como bailarinas girando en un baile salvaje. Ha observado el romance en el desorden sanguíneo creado en la agonía de la muerte, ha visto la forma encantadora en que la luz se drena de los ojos de una persona a medida que se desangra, cómo sus cuerpos finalmente dejan de luchar y agitarse antes de finalmente aflojarse. De aspecto pacífico, ya que están consignados al olvido. Ha dejado que su mirada se detenga en los coloridos detalles, los encantadores rojos brillantes de las salpicaduras arteriales, las sombras de las salpicaduras venosas, los profundos morados de hematomas y lividez que se acumulan debajo de la piel, el blanco puro del hueso astillado y los dientes rotos, el rosado carnoso de las lenguas colgando entre inmóviles labios teñidos de gris. Ojos vidriosos de blanco y negro, castaño o avellana, azul marino o verde esmeralda, mirándolo sin ver. Ha ayudado también a crear cuadros pintorescos forjados a partir de esta paleta viva de muerte, podredumbre y descomposición. Los cadáveres elevados más allá de las masas inanimadas de carne, médula y vísceras, otorgaron un nuevo propósito, magnífico en su grotesco. Severus agradece su palacio mental por permitirle preservar esta iconografía, que puede volver a visitar las pantallas en su mente en vívido tecnicolor. Ahora se permite saborear las veracidades y duplicidades de la muerte con Harry como juez y verdugo.
Perderse en la belleza de estos actos violentos y sus secuelas. Lo hace sentir vivo, cada nervio de su cuerpo canta con un poder crudo y sin restricciones.
Sevir como mortífago durante tantos años había hecho mella en él.
La sonrisa de Harry lo estremeció cuando por fin cruzaron miradas, y un corazón sangrante fue depositando en sus pálidas manos. Miró a Grindelwald, el hombre ni siquiera pudo aguantar a que el primer órgano -un riñón- le fuera arrebatado antes de de desmayarse por el dolor, fue decepcionante escuchar sus jadeos y ver sus ojos llorosos, y Severus realmente estuvo tentado a matarlo allí mismo, y sin embargo solo pudo susurrar un enervate. Los ojos bicolores se abrieron con fuerza antes de que el pánico y el dolor se filtraran en ellos y Harry, su preocioso Harry solo le sonrió con ternura antes de tomar otro órgano cualquiera para también arrebatárselo. El sonido de la carne siendo desgarrada, de la sangre salpicando, pequeñas risitas de Harry, la respiración agitada de Grindelwald, había sido una sinfonía sublime para el maestro de pociones.
Fueron cuatro enervates y tres órganos retirados antes de que el señor oscuro muriera por la pérdida de sangre.
Lo que nos llevaba al último órgano extraído; el corazón, que ahora se encontraba en sus manos y no tenía ni idea de qué hacer con él, entonces miró a Harry a los ojos, esmeraldas preciosas que escondían una oscuridad atractiva, y había anhelo, compromiso y un amor obsesivo allí, viéndose precioso con la sangre salpicando su pálido rostro, hermoso con su ropa manchada en tonos carmesí.
Severus piensa que Harry también es hermoso en su dicotomía. Piensa que es más sorprendente en los momentos en que la máscara de la humanidad se cae para revelar al monstruo que está debajo. Sabe que Harry lo ama con toda la pasión frenética y la ardiente venganza, con toda la crueldad calculada y la ira helada enredada en su interior. Él también ama a Harry por su naturaleza. Lo ama realmente a pesar de ello. El suyo no es un amor basado en la confianza, la honestidad y la ternura. Se basa en la manipulación, el engaño y la brutalidad. El pocionista descubre que ya no puede distinguir entre muestras de amor y violencia: con Harry, a menudo son lo mismo.
No importa. Siempre se ha sentido cómodo con la disonancia cognitiva.
Entonces hizo lo único que creyó que sería correcto, tomó el corazon de Gellert con fuerza entre sus manos y se dejó consumir por la oscuridad de Harry.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo del menor y sus ojos cambiaron rápidamente a un brillante tono carmín, su respiración se aumentó en intensidad y avanzó todo lo que pudo hasta que sus manos tocaron el rostro manchado de sangre de Severus, quien masticaba con lentitud un pedazo del corazón que le fue ofrecido, una ofrenda; se dijo, y el adolescente solo pudo tomarlo de los cabellos y estampar sus labios con los del mayor.
Una cosa violenta, llena de sangre y dientes mordiendo los labios contrarios. Severus gimió ronco y bajo mientras sentía la lengua de Harry recorrer su boca compartiendo la carne de un enemigo caído, compartiendo el sabor de la sangre en la boca del otro, el fruto de su caza compartida, sus manos se aferraron a los hombros del menor que lo sostenía de la cintura.
''-Precioso-'' susurró en parsel, dejando un último y casto beso en los manchados labios del maestro, deleitándose de su temblor; que no supo si fue de miedo o excitación, no se decidía por cual opción le gustaba más.
-Ayúdame con el cuerpo- pidió el chico, y Severus solo asintió, hipnotizado por los brillantes ojos verdes que si le pedían morir por él, igualmente lo acataría como una orden.
Había caído tan profundo por él.
Con curiosidad Severus observó como el cuerpo de quien alguna vez fue el señor de la muerte, era trasladado al sótano de la casa de los Lecter, Harry daba instrucciones a un elfo demasiado ansioso por obdecer a su amo y entonces, con precisión casi quirúrgica la criatura rompía los huesos de los dedos de la mano uno por uno con su magia, el adolescente se volvió hacía el maestro y le dio una mirada cálida.
-Tenemos una conversación pendiente- recordó el menor, el pelinegro solo asintió y se dejó guiar por los pasillos infinitos de la casa Lecter, dejando al elfo solo en la oscuridad del sótano a terminar su trabajo.
Ingresaron a una habitación que nunca antes había visto, no demasiado grande, pero sí más que el estudio donde siempre fue recibido, y poseía muchos más estantes llenos de libros notó, había una chimenea que no parecía ser utilizada muy a menudo pero con la suficiente madera en caso de necesitarse y en la pared paralela a ella había un gran ventanal que dejaba pasar luz solar.
-Hay demasiadas cosas que quisiera decirte- comienza Harry, el mayor nota que una fuente con agua tibia y un par de toallas se encuentran en una pequeña mesa de café en medio de dos sillones frente al ventanal, decide sentarse en uno y ve cómo Harru toma una de las toallas para remojarlas -Quizás debería empezar por el principio- tomó con delicadeza el rostro de Severus y comenzó a limpiar la sangre seca.
-La primera vez que cruzamos miradas, en mi primer año, en la primera noche que estuve en Hogwarts- y los recuerdos llegaron a ambos -Puedo decir sin duda que cuando te vi, sentí algo- detuvo la limpieza del rostro de Severus y lo miró con infinito amor para nada camuflado -En ése entonces no sabía qué era, no me importó tampoco, solo sabía que tenía curiosidad por ti y había algo que me llamaba siempre a tu alrededor, pociones fue la materia que más había esperado, y contigo como profesor no me decepcionó- las mejillas de Severus se sonrojaron aún bajo toda ésa capa de sangre, Harry pareció notarlo y reanudó la su limpieza.
-Eras difícil como profesor, sí. Pero tenías un encanto casi sobrenatural cuando paseabas entre los calderos o cuando tú mismo preparabas una poción- se volvió para volver a remojar la tela antes de continuar su labor, la blanca y suave toalla mojada ahora era de un tono rosáceo -Entonces comencé a notar ciertas cosas, como tu inteligencia y tu ingenio, o que siempre estaba allí, protegiéndome- sus manos fueron a parar a sus mejillas obligándole a ver a sus ojos ahora azules como los de su papá Will.
-Siempre estuviste ahí Severus, con el troll, con el cerbero, cuando la cámara fue abierta, cuando Sirius fue liberado, pusiste tu vida en juego a pesar de tener a un hombre lobo transformado frente a ti, solo para protegernos a Hermione, Ron y a mí- ciertamente Harry se veía emocionado al recitar todas esas proezas, pero la verdad era que en ése tiempo solo actuaba por deber, ahora todo era diferente, tan diferente -Te admiraba, Severus. Por mucho que en aquel entonces me desagradaba tu actitud conmigo, realmente te admiraba, y veía cada una de tus virtudes-
-En mi cuarto año todo fue empeorando, el torneo tan caótico, todos en mi contra y aún así, el único que me trataba con normalidad, con su desagrado de siempre, fuiste tú, mi ancla en esos tiempos difíciles a la realidad cuando la muerte estaba en mis pensamientos, pero no hacia los demás, sino hacia mí mismo- y Severus sintió como si hubiese caído al Lago Negro en Diciembre, sintió el frío subir por su columna y su corazón detenerse por un segundo antes de galopar con fuerza. -Pude recuperarne, pero no contaba con la pequeña visita de Dumbledore en mi primer día de vacaciones, cuando casi morí por culpa de mis tíos- reanudó su labor y ésta vez tocó limpiar el cuello del hombre -Y cuando tuve acceso al diario de mi madre, pude por fin comprender el extraño sentimiento que albergana mi corazón, yo te amo, sin embargo, lo hacía de una manera muy diferente a la de mi madre- dijo ésta vez con más seriedad.
-Lily Gaunt te amaba, pero no lo hacía más de lo que amaba a su lazo de hermandad con Tom y sus planes de conquista. Y no podría culparla, por que cuando uno busca poder, generalmente se desliga de todo aquello que le pide llegar a su objetivo, su amor por ti fue sincero, pero no es más fuerte que el mío- un silencio ensordecedor llenó el ambiente.
-Nosotros somos seres llenos de poder Severus- Y como para dar ejemplo de ellos, levantó un brazo, entonces las cortinas del ventanal se deslizaron creando oscuridad en la habitación y pocos segundos después, la chimenea era encendida -Y aunque te subestimes, tú también eres el recipiente de un gran poder, pero te reprimes demasiado, amor mío- murmuró lo último con cariño, tomando ahora sus manos para lavarlas.
-Somos los hijos de las tinieblas, Severus. Fuimos creados para ser el flagelo del hombre. Igual que la pestilencia... comemos su carne y asesinamos por la gloria de Dios que pone a prueba a sus criaturas humanas- con delicadeza dejó que la limpia mano derecha descansara sobre las rodillas del mayor, comenzó a lavar la otra. -Es por eso que te amo, te amo como ciertas cosas oscuras deben ser amadas. En secreto, entre la sombra y en el Alma. Te amo como la planta que nunca florece, pero lleva en sí misma la luz de las flores ocultas. Gracias a tu amor, una cierta fragancia solida, surgida de la tierra, vive oscuramente en mi cuerpo. Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde. Te quiero directamente, sin complejidades ni orgullo, entonces te amo por que no conozco otra manera más allá de ésto: dónde yo no existo, ni tú, tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mi mano, tan cerca que tus ojos se cierran mientras me duermo- y se sientan en silencio por unos minutos, ambos perdidos en sus pensamientos.
Severus sintiendo un hueco profudo y oscuro comenzando a crecer en su pecho, un hueco que solo el amor de Harry podría llenar, y entonces lo mira, y sus miradas se cruzan y antes de que pudiera decir algo es el menor quien nuevamente habla.
-Cada noche pienso en las posibilidades de un futuro juntos y temo, temo de que no creas en mis sentimientos, de que no los tomes en cuenta porque mi mayor temor, mi mayor temor es en realidad que me compares con mi madre, ser un vil reemplazo de ella. Que me tomes solo por que tengo sus ojos, o porque me parezco a ella cuando sonrío. Yo soy yo, Severus. No hay nada de ella en mi que sea solo de ella, ¿Entiendes eso?- y Severus solo asintió, incapaz de poder encontrar su voz, sorprendido de los temores de Harry que reflajaban los suyos propios de una forma u otra, y cuando consiguió decir algo, únicamente preguntó lo siguiente:
-¿Por qué yo?- y los ojos de Harry parecieron resplandecer en lágrimas contenidas.
-Por esto- y en un suave susurro conjuró su patronus, imponente con sus astas y lleno de orgullo, Severus contuvo su jadeo, con manos temblorosas conjuró también el suyo.
La cierva estuvo feliz cuando notó que su pareja se encontraba frente a ella, dejó pequeñitas lamidas en la etérea nariz del ciervo y escondió su cabeza en el cuello del macho; que aprovechó para enterrar su nariz en el pelaje de la hembra. Era maravilloso ver, cómo después ambos comenzaban a trotar por la habitación antes de acomodarse en un rincón y descansar sobre sus cuartos traseros, uno al lado del otro, como si estuvieran abrazándose. La hembra descansó su mandíbula sobre las patas delanteras del macho, quien con delicadeza lamía una oreja fantasmal.
-Lo descubrí cuando la enviaste pidiendo saber cómo estaba- le regaló una sonrisa mientras se sentaba en el sillón frente al de Severus -Ése día estaba en un hospital muggle, el compañero de mi padre estaba enfermo, y yo realmente quedé impresionado, había estudiado el encantamiento desde que lo aprendí en mi tercer año, sabía lo que significaba- sus ojos se volvieron grises desvió la mirada -Entré en pánico- confesó.
-Estaba tan confundido y no supe qué hacer, por eso tardé tantos días en enviarte la primera carta- cruzó las piernas y miró detenidamente a Severus -luego pensé que éso que siempre sentí en mi pecho tal vez eran señales. Tú, quien habías sido creado para mí, así como yo para ti- entonces Harry despliega sus miembros como un gran y ágil felino, era incluso intimidante. Pero Severus lo había tomado como una necesidad afectiva de acercarse a él. Por lo que lo imitó y también se levantó del sillón.
Se movieron uno hacia el otro, atraídos por la gravedad oscura que exuda el otro, y rozaron apenas sus labios en lo que se pudo llamar un casto beso.
-Podemos tomar lo que queramos- Susurró Severus, casi reverente en su realización. El podría tomarlo todo, por que tenía el poder, tenía a Harry, y ése adolescente estaba dispuesto a todo por él. Absolutamente a todo.
Y era tan aterrador como hermoso. Tal entrega, era únicamente debido a que eran aquello a lo que los románticos llamaban almas gemelas, nacidos de un mismo núcleo, separados al nacer y esperando volver a encontrarse para así amarse por la eternidad.
-Podemos- aseguró Harry - Mientras siempre vuelvas a mí- era una súplica disfrazada de amenaza, y entonces desliza un pulgar sangriento contra la mejilla del hombre mayor. Su sonrisa no tenía calor detrás de ella, simplemente una fascinación absoluta y maravillosa.
-Como una polilla a una llama- aseguró Severus, antes de él mismo iniciar un nuevo beso, igual de apasionado que cuando compartieron la sangre de Grindelwald en sus labios, sus respiraciones se aceleraban y cuando ya no pudieron continuar más por la falta de aire, Harry descansó su frente en el hombro del pocionista.
Un temblor recorría el cuerpo del menor; alivio, felicidad, excitación, se retorcían en la boca de su estómago, abrazó la cintura de Severus y hundió aún más su rostro en el cuello del hombre, respirando su aroma. Estaba aquí, su Severus estaba aquí, aún después de verlo matar a sangre fría, aún después de la manipulación, aún permanecía a su lado. Llevarlo a presenciar la muerte de Grindelwald era más una prueba que otra cosa; el manipulador tiene la capacidad de dar vuelta las cosas, se dijo mentalmente Harry, te hace dudar de ti, de tus verdades, e incluso de lo que uno recuerda, él quería una elección.
Quería que Severus eligiera su camino.
Quería que viera de lo que era capaz, pero sin tener que decírselo, quería que descubriera sus defectos y virtudes, sin que otros se lo digan, quería hacerlo todo casi perfecto, para crea que en vez de Harry a él, sea Severus quien lo elige a él.
Y que así no se diera cuenta de que, tras más gestos confiados y convincentes, en el fondo, muy en el fondo, Harry está temblando; inseguro, impaciente, y desesperado por conquistarlo.
El hambre, el dolor, el deseo que sentía era más que amor. El amor no podría describir la desesperación y la posesividad que sentía cuando Severus era considerado. El veneró a Severus como Miguel Angel adoró a David, y él no fue su creación, sino más bien una criatura hermosa que salió de su crisálida solo para él, su propio angel vengador, con tanta inocencia y oscuridad dentro de él que a veces desconcertaba a Harry cómo tales naturalezas guerreras podían coexistir en una criatura sublime como la que era Severus Snape.
Harry había aceptado los sentimientos y emociones que el hombre mayor evocó en él, aunque a regañadientes y con una pizca de sospecha aún persistente; los fantasmas de sus pasados aún era lo suficientemente cercanos como para no dudar, pero una vez más, Harry no era conocido por su naturaleza confiada, sino exactamente lo contrario, Merlín sabía que casi catorce años viviendo con los Dursley dejaban alguna que otra enseñanza de vida.
-Tengo tan poca referencia para la tierna emoción-Harry susurra contra su cuello, antes de volver a separarse, aunque no tanto, aún estan unidos, con los rostros lo suficientemente cerca como para compartir aliento, la voz vacilante de una manera en la que Severus nunca lo había escuchado antes -Me haces desear ponerte el mundo en tus manos, solo para ver qué harías con él- Y luego, no es una declaración, sino una súplica, como si la autoconciencia de Harry aún en sus deficiencias en ésta área repentinamente surgiera a la superficie con una idea, aquella que le hizo temer que sus ofrendas no son suficientes, teñidas con la débil impotencia de querer que sean así -No se sí eso es amor. Podría ser- volvió a susurrar.
Y Severus sabe que no es amor en el sentido estereotípico de las novelas que alguna vez leyó en su adolescencia con Lily, quizás ni siquiera es amor en el estilo saludable. El amor de Harry es una cosa oscura y consumidora, con garras que quierre arrastrarlo a las profundidades de su depravación con él, para acunarlo allí, seguro y protegido.
Harry nunca dejaría ir a Severus, lo mantendría aunque, por alguna razón imposible, fuera en contra de los propios deseos de Severus.
La consciencia del mayor, que era apenas una luciérnaga en la oscuridad infinita le gritó que no sería correcto aceptar éste amor, que era enfermo, que lo dañaría y corroería la poca bondad dentro de él como el más vil de los venenos.
Veneno, se repitió en su mente Severus mientras guiaba su mano al cálido rostro de Harry con su expresión perdida; aún manchado en sangre. Era una cosa peculiar el veneno. Y él sabía mucho acerca de ellos.
Algunos de ellos tardan unos segundos en llegar a tu cerebro.
Otros tardan mucho más tiempo en trabajar.
Algunos venenos vienen en forma de personas, pensó.
Pero lo peor del veneno no es ni siquiera la fatalidad, sino lo adictivos que son algunos de ellos.
Al final, puede que te alegres de por fin estar muerto.
Sin embargo, suponía que las personas que están muertas no tienen que preocuparse por ése tipo de cosas.
Él veneno al que Severus era adicto era todas esas cosas y más.
Es un veneno raro y es corrupto, pero jodidamente hermoso, todo al mismo tiempo.
Es un Dios, un demonio, un ángel y Satanás, todo en la forma de un solo ser humano.
Un humano de nombre Harry Lecter.
-¿Qué es el amor?- comienza Severus respondiendo a lo último que había dicho Harry -Qué es el amor sino la construcción inteligente de dos personas sabias, que deciden ser amigos, compañeros, cómplices, novios y buenos amantes. Que a pesar de los problemas que nunca faltan, se eligen cada mañana para seguir caminando juntos por la vida- acaricia con suavidad las mejillas del muchacho.
-Déjame acompañarte hasta que mi cuerpo ya no aguante, e incluso luego de eso, déjame acompañarte en la muerte- y con ojos llorosos Harry solo volvió a abrazarlo susurrando entrecortadamente sí.
Sí, sí, malditamente sí.
Y ninguno de ellos notó que, allí, escondido entre los estantes llenos de libros, una mujer en un retrato mudo lloraba de manera incontrolable.
''Yo solo deseo lo mejor para ti, hijo''
Podría leerse por los movimientos de labios, sin embargo, no había nadie que lo viera.
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