Apéritif
Acto I: Apéritif.
Parte 3: De la selección Natural
Cuando Hannibal llegó a Prived Drive la mañana siguiente, con el prefecto traje de una persona preocupada, lo recibieron un montón de policías y patrullas, los vecinos salían de sus casas mirando con horror como un Harry sin camisa, totalmente golpeado era atendido por unos paramédicos en la parte trasera de una ambulancia. Se acercó corriendo al chico antes de abrazarlo con fuerza.
—¡Harry! ¿Que pasó?— Hannibal se veía sumamente preocupado acariciba su rostro con ternura; para todos era una escena sumamente tierna dentro de todo el horror que conformaba la escena.
—Sr. Lecter... mis tíos, mis tíos— Harry comenzó a temblar y rápidamente comenzó a ser atendido por el paramédico.
—Apliquen dos miligramos de midazolam, entró en shock y necesita ser sedado— comenzó el psiquiatra, sacando una pequeña linterna de su bolsillo interior y revisando sus pupilas y signos vitales, Harry comenzaba a sudar frío. El paramédico lo miró interrogante. —Soy médico y psiquiatra— dijo con obviedad, el joven hombre rápido acató las ordenes del mayor y un policía se acercó.
—¿Usted es el Sr. Lecter?— el rubio rápidamente se giró al oficial a cargo, era un hombre grande y con una cara seria pero con una mirada demasiado emocional para der un agente de la ley.
—Lo soy ¿Qué pasó? ¿Por qué Harry está así? Me llamaron en la mañana sin decirme nada y estoy realmente preocupado— justo en ese momento tres camillas con cuerpos salieron del interior, teatralmente Hannibal se llevó las manos a la boca.
—Asesinaron a todos los miembros de la familia Dursley, fue un asesinato tipo ritual, creemos que fue el mismo asesino que mató a los Dedds— el psiquiatra permanecía en silencio.
—¡Harry! ¿Cómo es que pudo sobrevivir?— el policía desvió la mirada.
—Lo encontramos encerrado en una de las habitaciones; tuvimos que derribar la puerta para entrar, estaba casi inconciente, golpeado y magullado— El psiquiatra cerró los ojos fingiendo dolor.
—Yo, sabía que no lo querían, pero jamás pensé que lo maltrataban de ésta manera, yo... desde hace días que vengo intentando convencerlos de que me den su custodia; soy pariente lejano de la madre Harry, y aunque éramos lejanos compartíamos mucho ya que fuimos al mismo internado— mintió el psiquiatra, el oficial comenzaba a convencerse de la historia. —Creí que si no quería estar con sus tíos podría venir conmigo, tengo muchos recuerdos de su madre. Pero el Sr. Vernon era muy grosero y aunque Petunia era fría, no hacía nada para detener al hombre. Si sabía que le hacían daño no lo hubiese dejado un día más en esa casa— una lágrima traicionera cayó por la mejilla del hombre, el policía se conmovió y le dio un suave apretón en el hombro, hasta que otro policía interrumpió.
—Señor, encontramos algo en la alacena debajo de las escaleras— tanto el oficial a cargo como Hannibal entraron a la casa. El psiquiatra se maravilló ante el gran espectáculo que el chico montó en la casa luego de que se fuera, y sonrió internamente cuando vio a los policías totalmente consternados.
—Es... como si alguien hubiese vivido aquí mucho tiempo— murmuró con voz rota el policía más joven, él se acercó y rápidamente vio el nombre de su hijo escrito con un crayón en la parte inferior de la puerta.
—Harry— susurró tembloroso cayendo de rodillas, sus delgados dedos delineaban el nombre del chico y quizás la tristeza que intentaba demostrar no era tan fingida del todo.
El oficial intentó consolarlo, pero simplemente Hannibal no respondía; maldición, quería volver a matar al asqueroso de Vernon Dursley. Con dificultad se levantó.
—Tengo que ir... debo ir con Harry— la desesperación se filtraba en su voz; ¿Cuándo se había vuelto tan buen actor? ¿O es que acaso parte de esos sentimientos ''fingidos'' eran reales? ¿Qué tanto le había afectado la presencia de Harry?
—Señor Lecter, ahora llevarán al chico en el hospital, mientras tanto quisieramos hacerle unas preguntas, luego lo llevaremos— El psiquiatra asintió, dio una última triste mirada a la ambulancia frente a los policías y los siguió.
Se les hizo las preguntas usuales, su relación con ellos, cómo se conocieron, cuándo llegó, a qué se dedicaba, en el caso de que Harry se quedara a su cargo, qué haría... pero decir que era un reconocido psiquiatra en Estados Unidos; con un consultorio propio para poder tratar al joven chico los convenció; éso y que al parecer Petunia lo nombró tutor legal de Harry ''a escondidas''.
—Yo... ¿Cree que ya puedo ir a verlo?— el oficial lo miró casi con empatía y asintió, pidió a uno de sus subordinados que lo llevase con el chico y que espere a que despierte para el interrogatorio.
Cuando Harry había despertado, se vio rodeado por dos enfermeras, su padre y un policía, por suerte las enfermeras lo habían dejado tras revisarle los signos vitales, sin embargo, nada lo había preparado para la absoluta alegría de ser abrazado con fuerza por el psiquiatra; la alegría fue tanta que no dudó en derramar algunas lágrimas, la escenas conmovió al agente de la policía, aunque eso no le impidió realizar su trabajo. Dadas a sus recientemente adquiridas dotes de actuación no pasó ni dos días antes de que Harry fuera oficialmente hijo de Hannibal, les costó uno más antes de abordar un avión que los llevara a Estados Unidos y ya una vez allí; a Baltimore. Harry se sentía nervioso, muy nervioso, demasiadas personas desconocidas en un lugar desconocido que no se parecía en nada a sus tierras natales. Las personas iban apresuradas sin siquiera restringir sus pensamientos para sí mismos, la maldad estaba presente en todos, desde esa chica que quería golpear por envidia a su mejor amiga, hasta en ese abuelito que miraba con deseo a unas niñas jugando con sus padres; reprimió un escalofrío y se acercó más a su padre.
—¿Estás bien, Harry?— preguntó Hannibal, deteniendo el paso y viendo a su hijo más pálido de lo normal y con un notable sudor frío en su frente y sobre su labio superior.
—Sí, lo siento. Es solo que hay muchas personas, demasiadas emociones negativas acumuladas en un solo lugar— el psiquiatra observaba como la ansiedad comenzaba a crecer en la mirada del chico de ojos verdes, suspiró tomando su maleta con más fuerza y tomó la mano de Harry, transmitiéndole más confianza así. El más joven por otro lado se sonrojo; pero aún así sonrió, sabía que ya era un adolescente, pero nunca había caminado tomado de la mano de su padre, se sentía feliz. Continuaron así hasta llegar fuera del aeropuerto y pedir un taxi que los lleve a casa. Qué bien se sentía tener una. Un hogar, con un padre que lo amaba; bueno, al menos no lo odiaba como los Dursley, quizás incluso sentía algo de aprecio y cariño por él. Estaba tan agradecido con Hannibal, le dio un hogar, un motivo por cuál estar allí; a su lado, le dio una hermana... familia.
Miró ansioso a su padre -Merlín, que bien se sentía decirlo, aunque solo sea mentalmente- y ambos ingresaron al automóvil, el mayor dio la dirección y avanzaron.
Durante algun tiempo permanecieron en silencio; hasta que el psiquiatra habló nuevamente.
—Tu cabello se ha estado aclarando unos tonos— habló el hombre, el de ojos verdes hasta ahora caía en cuenta en ello.
—Supongo que es parte de mi herencia Veela— murmuró, tomó un mechon largo de su cabello y lo observó detenidamente; era dos o tres tonos más claro, casi de un castaño claro. —La mayoría de ellas suelen ser rubias de ojos azules, o grises, o violetas, de hecho hay muy pocos varones con el gen, son bastante apreciados dentro de nuestro mundo— continuó hablando Harry. —Debería hablar con la tía abuela Cassiopeia, ella debería guiarme un poco con ésta herencia— Hannibal lo miró curioso.
—¿Un pariente lejano? ¿Vive aquí?— Harry sonrió apenas.
—Mi único pariente de sangre vivo es Tom. La tía abuela Cassiopeia está un retrato mágico, ellos pueden moverse y hablar, de hecho tengo varios con los que conversar como mis antepasados los Peverell, también Salazar Slytherin, aunque en realidad tengo algo de miedo de hablar con él, fue uno de los fundadores de mi colegio— comentó algo nervioso. —No sé como se tomará saber que tiene otro heredero, más bien que yo sea su heredero ¿Y si no me cree digno?— Harry cambió nuevamente el color de sus ojos, ahora eran unos celestes pálidos muy tristes y acuosos. Hannibal le abrazó por los hombros. Parecía que iba a convertirse en una acción continua eso de los abrazos.
—Si le cuentas toda tu historia a lo mejor no creería eso— Harry lo pensó durante algunos antes de asentir.
—Supongo que si le cuento todo al menos me entienda— murmuró inseguro, para recostarse un poco en el hombro de su padre, durante el vuelo no durmió nada debido a la ansiedad. Ahora se sentía demasiado cansado, solo cerraría durante un rato los ojos. Solo un rato. Sin darse cuenta había caído rendido dentro del taxi.
Cuarenta y cinco minutos después fue sacudido con delicadeza, habían llegado. La residencia del Dr. Lecter era una gran casa de dos pisos, estaba hecha de ladrillo rojo y era bastante elegante incluso si solo miraba desde afuera. El jardín se veía sobrio, como una de esos que solo verías en las revistas; totalmente impersonal, no decía nada, no hablaba del psiquiatra, era simplemente para aparentar, como casi todo en la fachada de la casa. Pero eso no lo molestó, quizás si le pedía a su padre, le dejaría hacer algo de jardinería. Era lo que más le gustaba hacer en su antigua casa. Una de las pocas actividades que aprendió a amar gracias a los Dursley.
Le agradaba bastante la idea de poder darle su toque a esa casa, convertirla en un hogar verdadero, cálido. Con fotografías, quizás podría colgar los retratos en algunos lugares, esperaba que sí. Ingresaron dentro de la casa, la elegancia era sello distintivo de Hannibal, no había duda de eso, sin embargo había pequeñas cosas; pequeñas, muy pequeñas que decían que el psiquiatra era el dueño, como algunos objetos de procedencia japonesa. Veía el hermoso retrato de una mujer asiática en una pared mejana y no tenía dudas de que aquella sería la famosa Lady Murasaki.
—Ven, te mostraré tu habitación— lo llamó el mayor, ambos subieron las escaleras, le mostró cuál era la habitación del propio psiquiatra, dos habitaciones más lejos estaba la suya. Cerca pero no tanto, igual de elegante pero horriblemente impersonal, le encantaría poder hacerla suya realmente. —Puedes desempacar que yo haré lo mismo, luego vamos a preparar la cena juntos, te enseñaré a cocinar un corte específico de carne— una sonrisita perturbada llegó al rostro de Harry y asintió feliz.
Sería la primera vez que compartían una actividad como padre e hijo. La nueva habitación de Harry, aparte de elegante; era bastante espaciosa y con hermosos muebles de madera oscura, las paredes eran de color crema, sin embargo no le gustaban para nada, por lo que con un hechizo sencillo cambió el papel tapiz a un gris claro casi celeste. La ropa que compró en el mundo muggle fue delicadamente colocada en el gran armario; éste tenía delicadas flores grabadas y era sin duda hermoso, el baúl del colegio fue dejado a un lado de éste, la jaula de Hedwig fue colocada al lado de la ventana, el ave debería estar llegando por la noche ya que la había soltado ayer.
Sin embargo las paredes se veían vacías, había un escritorio y una mesita de luz, pero las paredes estaban vacías; quizás si por fin se atreviera a ver los retratos podría...
Hannibal llegó justo cuando Harry sacaba del baúl lo que parecía una pequeña caja de madera y la dejo sobre la cama antes de girararse y encontrarse con el psiquiatra recostado en el umbral de la puerta.
—Lo siento, no quería interrumpir, veo que has decorado el lugar a tu gusto— El menor le sonrió y extendió su mano, pidiéndole que se acercara.
—¿Qué tienes allí?— murmuró acercándose, le dio la mano y lo atrajo hacia sí en un medio abrazo reconfortante.
—Son los retratos de mis antepasados que me dieron los duendes, estaban en mis cámaras. Quería preguntarte si era posible colgarlos aquí y en algún otro lugar de la casa— el psiquiatra sopesó por un momento la idea, hasta que respondió.
—En tu habitación no veo ningún problema, sin embargo, en el resto de la casa quizás debamos esperar hasta que los demás sepan— Harry asintió, con sus dedo índice y medio levantó la tapa de la caja lentamente, los retratos estaban envueltas en finas telas; sacadas de sus propias bóvedas probablemente.
—Hay alguien a quien quiero presentarte— habló con suavidad Harry, tomó el primer pedazo de tela y lanzó un hechizo para ampliarlo; la tela cayó y dentro una pelirroja se sostenía de lo que podía para no caer. Un hechizo adherente después y Lily Potter observaba a ambos con curiosidad desde la pared. Su cabello rojo como el fuego caía sobre su espalda en cascadas, sus ojos verdes miraban todo con cautela; traía un elegante vestido verde y un par de joyas rojo sangre, con elegancia se sentó en una silla dentro del cuadro e intentó hablar, sin embargo no se escuchó nada. La mujer frunció el ceño y miró a ambos hombres.
—Debido al horrible lugar donde fue puesto tu retrato, ahora no puedes hablar— fue Harry quien habló y Lily por fin pareció verlo realmente; sin sus lentes y con el cabello largo realmente no se parecía mucho a James pero al verlo a los ojos; la mujer del retrato llevó sus manos a la boca y pequeñas lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas.
—Hola mamá— dijo Harry, un poco emocionado, un poco tenso. Hannibal lo notó así que lo abrazó de los hombros, dándole un ancla del cuál sostenerse.
''Mi bebé'' pudo leer en los labios de la mujer.
—Hay mucho que debo contarte mamá, pero ahora quiero presentarte a alguien— la mujer volvió a mirar al psiquiatra. —Él es Hannibal Lecter, me cuidará desde ahora. Tuvimos un enlace; como tú lo tuviste con el tío Tom, solo que yo lo elegí como mi padre— entonces allí estaba; una sonrisa suave y tranquila, casi aliviada. No se parecían nada, pero en esencia... en esencia, ésa sonrisa era idéntica a las que Will soltaba cuando estaban de visita con Abigail antes de que él viajara.
''Gracias'' se leyó en sus labios. El psiquiatra asintió hacia ella.
—Un gusto. Harry, por qué no te quedas a contarle todo lo que pasó, yo aprovecharé para hablar con Abigail, debo prepararla para tu visita— Harry sonrió feliz bajo la atenta mirada de su madre en su retrato.
—De acuerdo papá, me llamas para preparar la cena juntos— una mirada intensa de los ojos ahora amarillos de Harry bastó para que el hombre mayor sonriera con suavidad.
—Vengo en un hora, ¿Es suficiente?— Harry asintió, se sentía realmente feliz. Despidió a su padre y se sentó en silencio en la cama.
—Pasaron muchas cosas desde la noche en que moriste, mamá— y la expresión de la mujer cambió por completo a una más seria.
Hannibal ingresó a su oficina, con un suspiro tomó su agenda, observando a quiénes de sus pacientes debería llamar.
Definitivamente quería aplazar lo más posible su cita con Franklyn, sin embargo no podía, habían pasado muchos días y aunque quisiera; él debía mantener las apariencias, por ahora. Miró con intensidad su agenda, como si ella tuviera la culpa de todas sus desgracias; y en parte era cierto, pero finalmente solo suspiró antes de marcar el número del celular que había dejado a Abigail antes de marcharse del país. Al primer tono la chica contestó, bastante emocionada. Hannibal reprimió una sonrisa.
—¿Puedes hablar?— fue su primera pregunta, quería saber si estaba sola. Escuchó la risita de la chica.
—Estoy sola, ¿Cómo estás? ¿Pudiste terninar tus asuntos?...¿Cuándo volveras?— lo último apenas lo susurró, él también extrañaba esos momentos junto a ella, con Will y sin él. Era reconfortante esos momentos a solas que compartían.
—Estoy bien, gracias. Todo está hecho, hoy llegué a Baltimore, sin embargo prefiero mantenerlo oculto de algunas personas. Llegue hace como tres horas, eres la primera a la que llamo— Abigail sonrió dentro de su habitación en el Hospital. Se sentía feliz de ser la primera a quien el psiquiatra llamara, se sentía realmente querida.
—Me alegro de que hayas llamado— fue la respuesta de la joven.
—Quería hablarte, traje varias sorpresas de Inglaterra, además, encontré a alguien quien está ansioso por conocerte— soltó casual. Durante algunos segundos la chica no pronunció nada.
—¿Alguien quiere conocerme?— preguntó sorprendida, ésta vez el psiquiatra no contuvo su sonrisa.
—Sí, lo llevaré más mañana a visitarte, ahora, dime ¿Cómo han estado las cosas entre nuestro querido Will y la Dra. Bloom?— Hannibal sintió su pecho vibrar ante la risita que escuchó.
—Solo fue hace tres días que escuchó mi conversación con ella, desde entonces ha vuelto. Antes Will y tú solo venía fines de semana a visitarme. Ahora viene todos los días, pasa mucho más tiempo incluso. Evita hablar de la doctora creo que sigue enojado con ella... y contigo— éso era curioso.
—¿Conmigo?— preguntó, estaba realmente intrigado, ¿Por qué Will estaría enojado con él?
—Al parecer es por que no le dijiste que te irías y por que la Dra. Bloom sabía la razón— bastante inesperado, se pregunta como tomaría la llegada de Harry.
—Entiendo, mañana iré a visitarte, allí veremos como reacciona Will a mi regreso— las risitas cantarinas de Abigail se escucharon nuevamente.
—Probablemente te abrace necesitado y luego te golpee por abandonarlo. Fueron días duros para él sobre todo con el último caso que aún no ha sido cerrado— Hannibal no sentía culpa, en definitiva no lo sentía.
—Tal vez mañana después de visitarte lo llame, por la noche— se escuchó un suspiro del otro lado de la línea.
—Se va a enojar— dijo Abigail, en un tono de obviedad que casi hizo reír al mayor.
—Lo sé, pero tengo una excusa, no te preocupes, mañana te llevaré algunos regalos, hay unos muy especiales— escuchó a la chica chillar de emoción.
—¿Me trajiste unos regalos?— preguntó, por primera vez volvía a sentirse como una chica de su edad, emocionandose por regalos de sus padres. Una nostalgia de repente la inundó.
—Unos muy bonitos, la persona que conoceras también te trajo algo— toda la nostalgia se esfumó y dio paso a una inmensa curiosidad.
—¿Quién es? ¿De que me conoce?— preguntó, Hannibal podía imaginarla dando pequeños brinquitos apurados en busca de respuestas.
—Es alguien muy cercano a mí, te conoce de eso. Ha pasado por mucho estos últimos meses y le hablé de ti, le dije lo protectora que podías ser y creo que ahora te ve como una hermana mayor— durante algunos segundos la línea quedó en silencio, e incluso la respiración de la chica pareció detenerse.
—¿¡Has secuestrado a un niño!?— gritó en susurros, ésa fue la primera vez que Abigail escuchó una carcajada del psiquiatra y siendo sincera quedó fascinada. Sonaba casi humano, su corazón palpitó con fuerza.
—No secuestré a un niño, Abigail... es más o menos como un adolescente— murmuró lo último.
—¿¡Entonces secuestraste un adolescente!?— el hombre bufó divertido.
—Por supuesto que no, confórmate con saber que serás hermana mayor— un nuevo chillido emocionado de la joven y Hannibal supo que le gustaba la idea.
—Genial, genial, genial...— no dejaba de repetir la chica emocionada y otra suave sonrisa se instaló nuevamente en su rostro, su mirada vagó distraída y perezosa por su despacho, un sentimiento de satisfacción instalándose en su pecho.
—Tranquila, mañana lo conocerás, no te desesperes hasta entonces— incluso sin estar presente el hombre mayor podía ver los pucheros de la niña.
—¡Pero...!— ni siquiera pudo terminar la frase.
—No hay peros señorita, usted debe dormir temprano si mañana quiere dar una gran impresión— se escuchó un bufido de la chica, sin embargo lo dejó pasar por la emoción.
—Entiendo, hasta mañana Dr. Lecter— el hombre frunció el ceño; aquello no sonaba bien, no sonaba correcto.
—Hasta mañana, Abigail— la llamada terminó con un mal sabor de boca para Hannibal, algo que son duda debía remediarlo mañana. No tenía dudas de que Harry lo ayudaría en ello. Pensó en el chico, seguramente estaría teniendo una nada agradable charla con la Señora Potter; deseaba poder estar con él y apoyarlo, como psiquiatra y como padre... Dioses, aquello era tan raro. Hacía tanto que no sentía, que no confiaba. Que de un momento a otro aparecieran tantas personas cercanas a él, era tan abrumador; podía manejarlo, claro que podía. Pero manejar tal cantidad de sentimientos era difícil, no imposible, pero sí difícil.
Suspiró nuevamente, necesitaba salir a cazar. Debía haber alguna forma de lidiar con todo ese estrés que traía, miró el reloj; faltaban veinte minutos para las seis de la tarde, maldijo por lo bajo, continuaba siendo una hora decente para llamar a sus pacientes, eso significaba que no se libraría de hablar con ellos. Con desgana comenzó, uno por uno, volviendo a organizar su agenda evitó llamar a Will, no quería que el hombre asaltara su casa en medio de la noche; dentro de dos días volvería a abrir su consultorio y lo llamaría, a él y a Jack Crawford. Lo bueno es que para ése entonces ya solucionaría lo de Abigail y Harry, lo malo; su primer paciente era Franklyn.
Harry miraba atentamente, su padre utilizaba toda su fuerza oprimiendo el hermoso ejemplar de pulmón que tenía sobre la mesada para hacer más tierna la carne, había también un par de especias, harina y otros elementos que utilizarían. Condimentaba la carne con un poco más de lo normal, para disfrazar algo del olor de ella, entonces lo cortaba en pequeño pedazos que empanaba en harina con romero y tomillo. Una vez que terminó le mostró al más joven cómo debía freirlo en mantequilla. Luego fue el turno del más joven, a diferencia de Hannibal, el gryffindor utilizó especias picantes en vez de aromáticas, siguió el mismo proceso aunque dentro de la mantequilla agregó un par más de especias como romero, laurel y un poco de ajo, los quitó antes de comenzar a freir su parte de la carne y el psiquiatra observó orgulloso que su chico tenía grandes dotes culinarias, con el maestro indicado llegaría lejos; y quien mejor que él mismo para ello. Le enseñó a montar el plato y sirvió para ambos en la gran mesa del comedor.
—Supongo que lo acompañaremos con un poco de jugo de granada— miro el plato con el ceño fruncido, iría muy bien con poco de vino tinto.
—¿No podemos hacer de calabaza?— preguntó, el psiquiatra inclinó un poco la cabeza, confundido. —En en el mundo mágico es lo más común beber jugo de calabaza con las comidas, también hay otros sabores, como limonada de lavanda, incluso de rosas. Pero prefiero la calabaza— entonces Harry comenzó una gran plática acerca de la gastronomía en el mundo mágico, de los platillos que se preparaban en las festividades, de cómo los hacían.
—Papá, nosotros... ¿Podríamos celebrar las festividades?— preguntó algo dudoso Harry, comenzó a jugar distraídamente con los finos cubiertos de plata.
—Claro que sí, después de todo pronto todo eso formará parte de nuestra familia— Harry se emocionó, que bien se oía eso de ''nuestra'', sus brillantes ojos de un azul que Hannibal sabía copió de Will -y que intuía utilizaba para obtener lo que quería de él-, lo miraban ilusionados.
—Y dime ¿Cuál es la próxima celebración?— preguntó curioso el psiquiatra, el menor se lo pensó un rato.
—Litha, es el solsticio de verano, tendríamos que hacer una hoguera, quizás un banquete... ¿Y si invitamos a Will y a Abigail y allí le decimos lo que somos?— preguntó al último, Hannibal lo pensó durante algunos minutos. Harry prácticamente le estaba dando menos de un mes para seducir a Will.
—Harry, es muy poco tiempo. No podré atraer lo suficiente a Will a que esté con nosotros; como familia— dijo intentando hacer entrar en razón a su hijo. No veía nada conveniente que Harry revelara su gran secreto a cualquiera; y no es que Will lo sea, por supuesto que no. Pero era algo muy peligroso revelar aquello.
—Pero... ¿Acaso no sería mejor que supiera lo mucho que confiamos en él? Si le decimos eso se sentirá bien, importante. Por que le revelamos un gran secreto— Hannibal suspiró, realmente no creía en ello. Pero su hijo nuevamente lo miraba con sus preciosos ojos azules.
—Lo pensaré, ¿Está bien?— Harry sonrió.
—De acuerdo— y durante un tiempo no hablaron más, solo se dedicaron a cenar, probando la deliciosa carne que habían preparado con anterioridad.
—Le hablé a Abigail de ti— comentó tras unos minutos de silencio, Hannibal. El menor casi se atragantó con un pedazo de su cena; tuvo que tomar un montón de agua para no morir.
—¿¡Le dijiste de mi!?— sus ojos verdes estaban enormemente abiertos, miraba incrédulo al psiquiatra.
—Sí, le dije que había alguien que quería conocerla y que iríamos mañana ya que estás muy ansioso por verla— un furioso sonrojo apareció en el pálido rostro de Harry. Y entonces comenzó con uno de esos balbuceos que durante el tiempo que el menor se quedó en el Hospital; luego de la muerte de sus tíos, Hannibal identificó como el principio de una esquizofrenia, pero el chico, terco como era lo convenció de no hacer nada. Al parecer se había acostumbrado e incluso encariñado a sus voces.
'¡Mañana la veremos!'
~Creo que empiezo a tener náuseas~
—No ése soy yo— murmuró bajito Harry, aún sonrojado e imaginando su primer encuentro con la chica.
'Tú, yo, él... es lo mismo, todos tenemos náuseas ahora'
~No puedo creer que tendremos una hermana mayor~
'¡Y además sabe cazar!
—Tal vez nos enseñe a despellejar animales— susurró, bebiendo algo de jugo.
~O humanos~
Risitas, Hannibal suspiró, por que ahora su hijo se reía solo. Era parte de su personalidad, y aunque no quería admitirlo se preocupaba. El psiquiatra entonces se dejó llevar, paseando por los pasillos de su palacio de la memoria; había demasiadas pinturas, todas mostraban un recuerdo específico, cuando más se adentraba a lo profundo de esos pasillos más oscuros y perversos se volvían. Entonces llegó a la noche en la que conoció a Harry, con aquella túnica frente a la casa de sus tíos; parecía una preciosa representación de la muerte. Y pudo ver su rostro pálido, sus pómulos angulosos, su cabello largo que parecía brillar bajo la luz de la luna. Sus demoníacos ojos verdes; que transmitían un aura de peligrosidad pero también de tristeza, él queria saber de ésa tristeza, y la supo. Fue un precio muy alto el que pagó por el conocimiento, pero valió la pena, valió cada maldito segundo, por que así como aquella tristeza; también cosas maravillosas le fueron entregadas. Un hijo, aún le costaba creer que tenía uno, tras la muerte de Mischa ni siquiera pensó en volver a tener familia. Entonces llegaba este muchacho, sonriéndole en medio de la noche, mostrándole dónde debía ir a buscarlo; le sorprendía la incapacidad de su hijo para tener una pizca de autopreservación, se sorprendía a sí mismo por buscarlo, y realmente no quería ser manipulado por aquella entidad casi sobrenatural que llamaba magia. Pero muy en el fondo intuía que esa magia; ésa que habitaba dormida dentro suyo junto con la criatura; junto con el monstruo, lo había llevado hasta el chico. Nunca podría arrepentirse de eso.
—¿Ya le has enviado una carta a tu tío?— preguntó el psiquiatra, intentando alejar esos raros pensamientos. Lo único que ahora necesitaba era descansar; un hospital y un avión no eran un buen lugar de descanso. Observó divertido cómo su hijo abría con sorpresa sus ojos y parecía atragantarse con su propia saliva.
—¡Por Merlín! Lo había olvidado, debo enviarle los documentos de mi herencia, para que crea que lo creo— Harry comenzaba nuevamente a balbucear. —Pero una lechuza no es muy confiable, ni siquiera Hedwig; además aún no ha llegado, y si lo hiciera estará demasiado cansada como para volver...— el mayor observaba entretenido como su hijo era capaz de hacer pucheros y comer a la vez. De hecho, toda su personalidad era extraña, o quizás interesante sería la palabra; tenía ese lado infantil debido a la falta de ése comportamiento en sí durante su niñez, pero ello tampoco influía en su inteligencia por encima de la media, tenía también un lado bastante maduro que se presentaba en muchas ocaciones a lo largo del día, pero también entendía que tuvo que desarrollar una adultez prematura, nadie se preocupaba de él más que sí mismo, era perfectamente comprensible. Sin duda era una pequeña caja de sorpresas, al parecer se estaba rodeando de personas especiales. Personas a las que convertiría su familia. Muy pronto. —Supongo que... ¿Un elfo doméstico?— se preguntó, miró a su padre con sus ojos azules brillantes. Listo, era un hecho, utilizaba ése color de ojos para pedirle cosas a las que no debía ni podría negarse. Hannibal dio un suspiro.
—¿Qué es un elfo doméstico?— Harry sonrió, dejó sus cubiertos a un lado y miró a su padre.
—Es una criatura mágica que se encarga de las tareas de un hogar mágico. La mayoría de los magos los maltratan, ni siquiera toman en cuenta lo poderosa de su magia, yo ahora tengo un elfo libre a mi disposición, está prácticamente encantado conmigo, tanto por ser el niño que vivió como por liberarlo de su antiguo amo, que lo maltrataba— calló un momento, Hannibal incluso podría ver los engranajes funcionando en su cabeza. —Si el estuviera a nuestra disposición, te ayudaría en tus... negocios, solo un chasquido de sus dedos y toda la evidencia desaparecería, un elfo bien tratado por su amo es un ayudante perfecto y un arma letal— miró a su padre con ojos de cachorro. Otro suspiro del mayor.
—En el hipotético caso de que tengamos un elfo...— ignoró deliberadamente el susurro de Harry diciendo 'si claro, hipotético' y continuó. —¿Cómo saber que no dirá a cualquiera lo que sucede en éstas cuatro paredes? ¿Como no saber que te traicionará con los tuyos?— Harry bajó la mirada.
—Ése elfo me protegió de todo lo que consideró que me haría daño, incluso trato de herirme con tal de no estar cerca de un peligro mayor. Un método poco ortodoxo, pero funcionó, y creí en él, sé que quiso protegerme. A veces solo necesitamos un poco de fe— Hannibal miró con frialdad a su hijo, él había estado tomando demasiadas precauciones, no quería que una mala decisión lo arruinara todo. Y aunque parezca difícil de creer, ahora eran ellos dos, debía protegerse no solo a sí mismo, sino a Harry también y muy pronto a dos personas más. —Nunca nos pondría en peligro papá, no ahora que por fin nos encontramos— Hannibal apartó su plato descuidadamente; dejando de lado sus modales, e invitó a Harry a acercarse; el menor no dudó, con prisa llegó hasta su padre dejándose envolver por sus cálidos brazos.
—Solo estoy buscando protegernos hijo— susurró el psiquiatra, sus elegantes manos palmeando con suavidad su espalda. —Pero si estás completamente seguro, te apoyaré— Harry abrazó un poco más fuerte antes de separarse con una enorme sonrisa.
—Entonces por que no vamos a otro lugar y así llamo al elfo— Hannibal asintió, permitió que el menor lo ayudara a recoger la mesa antes de que ambos ingresarán al despacho del psiquiatra, tomaron sus respectivos asientos y Harry lo llamó.
—Dobby— fue apenas un susurro en la silenciosa habitación, pero había bastado, un pequeño ¡Pop! Y una enana criatura de piel gris verdosa, enorme nariz, orejas y ojos verdes lo miraba temeroso pero emocionado a la vez; traía lo que parecía unos trapos sucios como ropa, Hannibal arrugó la nariz ante ello pero no dijo nada.
—¿Me ha llamado Señor? ¿Qué puede hacer Dobby, por Harry Potter, Señor?— el elfo se acercó a su hijo, bastante complaciente, Harry le sonrió casi con cariño.
—Te he llamado Dobby, hay mucho que quiero contarte y algo que proponerte— los enormes ojos verdes del elfo se hicieron incluso más grandes antes que una sonrisa adornara su cansado rostro. Harry ya lo tenía en la palma de su mano.
Mercado de Salem.
Harry iba acompañado de su padre por los diferentes callejones, estaba encantado, no solo por la gran variedad de tiendas; sino por que no había aquella estigmatización hacia los muggles, o hacia aquellos que se vestían como ellos. Era tan diferente a la Inglaterra mágica.
Le encantaba, luego de hacer sus compras; un juego completo para hacer pociones, ingredientes, más libros interesantes y un poco de chucherías fueron nuevamente a Gringotts, la sucursal de ése mercado era mucho más pequeña, pero no por eso menos impresionante. Por la noche habían hablado seriamente, luego de la charla con Dobby; quien se tomó bastante mal todo y no dudó en preguntar si podía mutilar o herir de gravedad a Dumbledore, con su padre acordaron cambiarse los apellidos, era algo que Harry no había pensado en su visita al Gringotts inglés, pero en definitiva quería tener el mismo apellido que su padre.
Decidió que por mucho que fuera Lord Potter, no quería el apellido de un padre que fue un abusador con todo aquel que no compartiera su visión, al menos no como primer apellido. El apellido paterno de Harry fue sustituido por Lecter-Potter, lo único que conservaría de James Potter sería eso, su apellido y renombre, después de todo al parecer hubo un Potter importante dentro de la historia mágica de Estados Unidos.
Hannibal le enseñó el valor del renombre, por mucho que le molestara, ahora era alguien importante dentro de la comunidad. Abrieron unas cuentas ligadas a las de Inglaterra en la sucursal y pronto fueron aconsejados de ir a MACUSA.
—¿Qué es la MACUSA?— le preguntó a Harry el mayor, mientras veían unos par de aves para la casa.
—Es el mágico congreso de USA, sería el homólogo del Ministerio de Magia Británico— Hannibal asintió, eligieron un cuervo blanco como su mensajero, parecía ser apartado del grupo de aves; lo cual no era del todo improbable, ya que los cuervos blancos generalmente eran discriminadas dentro de su propia parvada.
—Debemos ir a sacar nuestro carnet de varita, quizás hablar con alguien del departamento de aplicación de Ley mágica, después de todo somos parte de criatura y ellos a pesar de ser un imponente congreso, algunas de sus leyes siguen siendo arcaicas— el psiquiatra lo miró confuso.
—¿Cuáles serían sus leyes arcaicas?— preguntó.
—Tengo entendido que los magos y los muggles no pueden casarse, es ilegal— Hannibal le dio una mirada escandalizada.
—Lo bueno es que Will probablemente sea un squib— entonces el psiquiatra sonrió, al parecer su inteligente hijo ya tenía todo cubierto, lo cual era bueno ya que no conocía casi nada de éste nuevo mundo.
—Pero antes de ir deberíamos comprar un par de libros de leyes mágicas de aquí; yo solo conozco las británicas. Además de verte una varita— Hannibal no se sintió nervioso por una varita, por supuesto que no. Era solo una incomodidad, nada más.
—Ya deberías tener una papá, pronto comenzarás con magia accidental; lo cual no durara mucho y luego tu núcleo será desbloqueado, ¡Y ya podrás hacer magia!— dijo Harry emocionado. —Por lo pronto podrías comenzar a leer mis libros de años anteriores, te servirá para aprender, yo te ayudaré. Pero quiero dejar todo en orden antes de volver al colegio papá— Harry tomó de la mano de su padre dando un leve apretón. Estaba preocupado, no quería alejarse de él ahora que por fin estaban juntos, no quería volver. Quería quedarse con su papá. Miró a Hannibal con sus ojos azules algo llorosos, el mayor no dudó en abrazarlo; un poco más fuerte de lo que lo que creyó.
—Tampoco quiero que vuelvas a ese lugar hijo, sobre todo después de lo que me contaste de ése director... Acaso, ¿Acaso no hay una escuela de magia aquí?— preguntó, casi parecía que hacía un puchero, casi. Pero él era Hannibal Lecter, el Destripador de Chesapeake; él no hacía tal despliegue de pocos modales.
—Creo que hay, si lo hay quisiera que enviáramos una carta, tal vez puedan recibirme, debemos comprar más libros— dijo, el mayor sonrió antes dirigirse ésta vez a una librería diferente, un poco más destartalada que la anterior, pero con igual cantidad de clientes e incluso un poco más.
—Es magia negra— susurró Harry sonriendo, entonces con rapidez fue a los tomos de rituales de sangre, el psiquiatra por lado fue a los tomos de criaturas mágicas.
Pronto tuvieron otra gran caja llena de libros que Harry encogió y guardó en su bolsa de piel -que ahora Hannibal sabía era de Dragón, impresionante; pero no tanto en el mundo mágico al parecer-, antes de darse cuenta tomo de la mano de su hijo, mientras ambos iban para una particular tienda de varitas.
Beauvais parecía ser la más famosa y el apellido se oía francés, así que eso convenció al psiquiatra de la tienda -pues al parecer había otras tres-, al ingresar el lugar se veía limpio y bastante acogedor; no como Ollivanders en el callejón Diagon, tampoco parecía haber un montón de varitas apiladas con más telarañas que las tierras de Aragog en el bosque prohibido. De hecho había una gran cantidad de muestras de maderas y algunos frascos de lo que creía serían los núcleos.
—Buenos días, soy Violetta Beauvais, dueña de la tienda, ¿En qué puedo ayudarles? ¿Necesitan una reparación o revisión de sus varitas? Son algo mayores para necesitar una— La mirada del mayor se volvió helada y Harry alzó su máscara de persona.
—Buenos días, de hecho, estamos aquí por una nueva varita, mi padre fue víctima de las circunstancias, sus antepasados recibieron una maldición de sangre y solo con él parece que esta maldición se va diluyendo, dentro del próximo mes su núcleo estará completamente desbloqueado, por lo que queremos que anticiparnos y comprar ya una varita— la mujer se sonrojó y sumisamente bajó la mirada.
—Mis disculpas por ser tan grosera— habló la mujer, aparentaba menos edad de la que realmente tenía, quizas ya tenía más de cien años. Sin embargo parecía sabia y con grandes instintos, éstos le gritaban no hacer enojar a los hombres frente a ella.
—Si me acompaña Sr. vamos a elegir los componentes de su varita— Harry miró curioso como la mujer llevaba a su padre hacía las diferentes maderas que tenía.
—¿No tienen varitas ya hechas?— preguntó, la mujer lo vio casi ultrajada.
—Vender varitas hechas de forma predeterminada obliga al mago a suprimir su magia al núcleo de su varita— Harry lo miró sorprendido.
—En Inglaterra todas las varitas son vendidas de esa manera— murmuró Harry, sacó su varita de su manga mirando con duda.
—¿Podría revisar mi varita luego de hacer la de mi padre?— preguntó, Hannibal se mantenía en silencio, observando un poco preocupado a su hijo. La mujer asintió con los labios apretados en silencioso enojo.
—Bien, entonces si volvemos a lo nuestro Sr...— la mujer lo miró con duda.
—Lecter, Hannibal Lecter— si el hombre vio un brillo de reconocimiento en los ojos de la mujer, no dijo nada y ella tampoco.
—Bien, Conde, solo pase la mano sobre la madera, sentirá un hormigueo con la indicada, puede ser más de una— y el psiquiatra le hizo caso. Poco a poco y con lentitud iba pasando su mano sobre las diferentes maderas, con algunas sentía solo un pequeño calor, con otros tenía que alejar la mano con bastante rapidez.
—Ésta— dijo tocando una de color marrón bastante claro casi blanco. Luego otra lo atrajo. —Ésta también— ésta vez era una madera oscura casi negra, la siguiente que lo llamó fue una madera clara, parecida al marfil, más presiosa que ninguna que vio, tal fue la fuerza con la que lo llamó que incluso levitó por unos segundos. —Y ésa— dijo, la mujer se veía impresionada, eran realmente maderas destinadas a la grandeza.
—Madera de Tejo, Endrino y Álamo Temblón, muy interesante, una varita de Álamo es la más adecuada para una magia marcial. Los propietarios de una varita de Álamo Temblón generalmente son firmes y decididos. Es una varita para revolucionarios. El Endrino por otro lado, es bastante inusual, tiene una reputación, bien merecida de ser la varita de un guerrero. Un rasgo curioso del arbusto de endrino negro, que luce espinas malvadas, es que produce las bayas más dulces después de las heladas más duras, y las varitas hechas de esta madera parecen necesitar pasar por el peligro o las dificultades con sus dueños para estar verdaderamente atadas. Dada esta condición, la varita de endrino se convertirá en un servidor tan leal y fiel como uno podría desear— la mujer miraba con cariño la madera, su propia varita era de Endrino, así que realmente podría hablar con seguridad de ella. —El Tejo por otro lado; se encuentra entre las más raras y sus combinaciones ideales también son inusuales. La varita de Tejo tiene la reputación de dotar a su poseedor con el poder de la vida y la muerte, lo que, por supuesto podría decirse de todas las varitas; y sin embargo el tejo conserva una reputación particularmente oscura y temible en las esferas de duelos y todas las mediciones. Sin embargo es falso decir que aquellos que usan varitas de tejo son más atraídos a las artes oscuras que otros. La bruja o mago que mejor se adapte a una varita de tejo puede ser igualmente un feroz protector de los demás— Hannibal miró bastante interesado e impresionado las tres maderas que iban para su varita.
—Interesante— murmuró. Se giró a ver a Harry y éste le sonreía.
—Creo que van perfecto contigo, papá— el menor se acercó a abrazarlo y la mujer observó como sus ojos cambiaban de color y como las facciones del hombre mayor se destensaban.
—Disculpen, pero si me dicen cual es su criatura sería mucho más fácil encontrar un núcleo apropiado— ambos hombres se dieron miradas rápidas; como si realmente pudieran comunicarse de esa manera.
—Wendigo, Srta. Beauvais— la voz de Hannibal se oía suave y fría, justo como el depredador que era.
La hacedora de varitas quedó por un instante quieta, su pulso se aceleró y lo único que denotó su miedo fue un tembloroso suspiro que soltó.
—Entiendo...— rápidamente lo llevó hacia una sección específica de los núcleos. —Bien, los unicornios tienes cierta aversión hacia los wendigos, así que el pelo de estos reaccionarán de forma negativa, quizás éstos...— tomó un par de frascos y dejó que el hombre nuevamente los eligiera.
—Éste... y éste, los demás queman de mala manera— Harry se acercó curioso, observando los dos núcleos. Una pluma de Fénix color azulada, y pelo oscuro, que desde luego no era de unicornios.
—¿Qué son?— preguntó ya cansado de esperar, Harry.
—Una pluma de Fénix y pelo de Thestral— el menor soltó un breve 'wow' bastante impresionado.
—Este es el tipo de núcleo más raro. Las plumas de Fénix son capaces de la mayor variedad de magia, aunque pueden demorar más que los núcleos de unicornio o de dragón para revelar esto. Si práctica magia oscura es una buena opción, dada su sangre siempre estará inclinada a ella y con un núcleo de pluma de Fénix estoy segura que logrará poderosa magia. El pelo de Thestral es incluso más rebelde que el fénix, como son criaturas que solo aquellos que han visto la muerte lo pueden ver, su magia siempre estuvo entretegida con la muerte, las maldiciones y las pociones, creo que tendrá una poderosa varita, Conde Lecter. No puedo esperar a que pueda utilizarlo y ver su potencial— la mujer le dio una sonrisa sincera. Ella hacía varitas no podría esperar más que la grandeza de las que hacía, no importaba si la utilizaban para el bien o para el mal.
—¿Cuánto tiempo tomará hacerlo?—-preguntó Hannibal, tras agradecer con un simple asentimiento de cabeza a la mujer.
—Aproximadamente una o dos horas, luego deberé revisar la varita de su hijo. Tengo un poco de café si desean esperar, también un par se libros si desean informarse más de su varita— Harry miró curioso a su padre y al ver que éste asentía sonrió.
—Aceptamos ése café— respondió el psiquiatra, entonces una pequeña recepción fue hecha por una vieja elfa que les sirvió una humeante taza de café, junto con algunos pastelitos con flores secas y un suave glaseado de azúcar con limón.
—Gracias— ambos se dirigieron a la elfo que con los ojos llorosos empezó a hacer grandes reverencias antes de desaparecer.
—Fue bueno haber llegado temprano— habló Harry ésta vez, quien curioso veía como la mujer comenzaba el tallado de las tres diferentes maderas.
—En efecto, había previsto este tipo de retrasos— respondió el psiquiatra. Habían llegado al callejón muy temprano en la mañana, apenas eran las nueve; y su cita con Abigail era a la una de la tarde, así que tendrían bastante tiempo para poder ir por flú a MACUSA.
—Disculpe, Srta. Beauvais, hay algún colegio de Magia aquí en el país, nosotros venimos de Inglaterra así que no estamos bien informados— la mujer se giró para trabajar de forma en la que pudieran verse la cara.
—De hecho lo hay, el colegio Ilvermorny— Harry miró emocionado a su padre.
—¿Hay alguna manera de conseguir un traslado de colegio para el quinto año?— siguió preguntando, la mano del mayor fue a la de su hijo, dando un suave apretón. Harry miró al psiquiatra, emocionado, quería entrar en ése colegio, dejar atrás a ese maldito país donde todos creían que su tío era una mala persona y que era el deber de un mocoso de catorce años salvar sus culos.
—Realmente no lo sé, pero estoy seguro de que si mandan una carta al director pidiendo una entrevista éste les concederá, ¿Por que deseas cambiarte de escuela, muchacho?— Harry se tensó, dio un suave suspiro antes de que su mirada se deslizase por las muchas vitrinas del pequeño establecimiento.
—El director de mi antiguo colegio es alguien en que no confío, fui perseguido en mi tierra natal solo por mi apellido, quiero alejame de éso— la mujer asintió, comenzando a unir cada una de las maderas.
—Entiendo, siempre es bueno alejarse de ese tipo de ambiente tóxico, dime chico, ¿Quieres que te cuente la historia de cómo se fundó el colegio Ilvermony?— Harry asintió feliz, dio un sorbo más a su café y robó otro pastelito de la bandeja, escuchando el suave sonido de la voz de la mujer. Conforme la historia iba avanzando Harry se encontraba cada vez más emocionado. Sus ojos cambiaban constantemente de color entre el azul y el verde, demostrando así sus emociones.
—Entonces Isolt Sayre era una hablante... pero, ¿No era perseguida por hablar con las serpientes?— preguntó, fue en ése momento que la Srta. Beauvais dejó todo lo que hacía para mirarlo con desconcierto.
—¿Por qué sería perseguida? Es uno de los grandes dones que la magia nos regala— Harry frunció el ceño y apretó los labios conteniendo su enojo.
—Si sabía que era así hace años hubiese venido aquí— comentó con cruel ironía el muchacho. Hannibal solo le dio un apretón en el hombro.
—¿A qué se refiere?— preguntó la mujer.
—En mi segundo año fue cuando me di cuenta que hablaba parsel, desde luego todos, incluso los maestros y el director creyeron que me convertiría en el próximo mago oscuro— la mujer lo miró escandalizada.
—¿Hicieron qué?, no, espera, ¿Usted habla parsel? ¿Cuál es su apellido? Me imagino que lo llevaron a hacer una prueba de herencia nada más al saber que era parselthongue, ¿No?— Harry permaneció callado por mucho tiempo. La mujer apretó los puños. —Con ése silencio me imagino que no—Harry asintió.
—Tras la muerte de mis padres biológicos fui enviado a vivir con muggles, no fue hasta unos días antes de ingresar al colegio que supe de la magia— un frasco de vidrio explotó en una de las vitrinas.
—Lo siento, aún no me acostumbro a ésto— se disculpó Hannibal, un poco avergonzado de su poca falta de control.
—Una impresionante muestra de magia accidental Conde, no se preocupe; si bien aumentará a medida que su núcleo se desbloquea, cuando esté totalmente libre de la maldición podrá controlar libremente, además si empieza a canalizar su magia en su varita desde ahora, podrá incluso controlar su magia accidental— Hannibal lo miró casi agradecido, la mujer continuó con su trabajo; solo debía colocar los núcleos antres de cerrar la varita y darle forma. —No me dijo su apellido, jovencito— murmuró la mujer, los oscuros pelos del Thestral se entrelazaban con la pluma del Fénix antes de cuidadosamente ser introducido dentro de la madera.
—Harry Lecter-Potter Gaunt— se presentó el menor.
—Un gusto joven Lecter, déjeme decirle que aquí sera perseguido por su apellido, pero no de la manera que cree, los Potter fueron uno de los 12 aurores originales, son bastante famosos ya que cuando la caza de brujas en Salem paró; fue cuando se alzó la MACUSA, por otro lado, Isolt Sayre era un miembro de la familia Gaunt. Usted por derecho de nacimiento debe tener un cupo a Ilvermony— tanto Harry como Hannibal analizaron la nueva información, en Inglaterra su familia también tenía renombre, aunque solo los Potter por ser una familia de Luz.
—Interesante— murmuró Harry, sus ojos brillaron rojos y su cabello se volvió del mismo rubio que el de su padre.
—Increíble, no solo es un hablante, sino también un metamorfogo, usted está destinado a la grandeza joven Lecter, incluso yo puedo ver eso— Harry se sonrojó suavemente, pues aún no podía controlar sus cambios de apariencia, miró a su padre y éste solo le dio una suave sonrisa, transmitiendo tranquilidad.
—Ésto está casi listo, Conde, solo debo darle forma y ya, ¿Desea algún diseño específico?— el hombre negó.
—Lo dejo en sus manos Srta. Beauvais— la mujer sonrió y asintió, y por los siguientes veinte minutos la mujer se dedico a tallar la madera. Antes de que ambos Lecter se dieran cuenta, la mujer les entregó una hermosa varita, completamente recta e impoluta, tan blanca que difícilmente uno creería que era una varita inclinada a las artes oscuras; pero si te fijabas bien podrías notar pequeños líneas de un marrón suave que era la madera de Endrino, y por supuesto, también entretejido de forma rugosa estaba el Tejo, un poco más oscuro, era simplemente hermosa. También observó como había algunas piedras incrustadas en la parte superior.
—Son piedras de luna, generalmente se utiliza debido a sus propiedades para la salud, sean físicas o psíquicas. Creo que sería una muy buena opción dada a tu maldición de sangre, sin contar los efectos en la psique, ayuda a manejar las emociones, atraer vibras positivas, y liberar a personas que se sienten atrapadas— en éste punto tanto Harry como Hannibal cruzaron miradas.
—Es preciosa— murmuró el menor. Observando como en el extremo superior de la varita parecía abrirse en una bella flor de cerezo.
—Sin duda una hermosa varita, Srta. Beauvais—la mujer sonrió.
—Y es suya, Conde, por favor, tómela— el hombre lo hizo y una calidez que nunca antes sintió lo envolvió, pequeñas chispas de color blanco y rojo saltaron de la punta de su nueva varita.
—La varita elige al mago Conde Lecter, pero sin duda con éstos componentes usted obtuvo la varita más fiel a usted— Harry no aguantó y saltó a abrazar a su padre.
—Felicidades por tu varita papá, has encontrado a tu alma gemela con ella— un tumulto de emociones se arremolinaban en el pencho de Hannibal, sentía como si una parte de él que nunca supo perdida por fin volvía. Los ojos del hombre comenzaron a brillar sospechosamente y Harry no dudó en apretarlo más en su abrazo.
—Bien jovencito, deja que tu padre se acostumbre a la sensación de su varita, y ven aquí, me pediste que revisara la tuya ¿No?— el menor asintió y le entregó a la que por mucho tiempo fue su única compañera. Pero la alegría que sentía no duró mucho; la Srta. Beauvais estaba seria, demasiado como para solo pasar como concentración.
—Joven Lecter, su varita fue hecha frente a sus ojos, ¿O solo se la entregaron?— Harry miró con duda a la mujer.
—Me fue entregada por el Señor Ollivanders, buscó mucho antes de encontrar ésta— el psiquiatra sabía la historia de la varita, por lo que no creía imposible que incluso la varita de su hijo fuera manipulada.
—¿Me dice su núcleo?— preguntó la mujer.
—Pluma de Fénix— la Srta. Beauvais esperó por más pero eso era todo; la mujer dejó la varita en la mesa de trabajo.
—Su varita tiene más de un núcleo, joven Lecter, no es común que entre las capas de madera se ponga el núcleo; en este caso pelo de unicornio— no pudo continuar puesto que Harry la interrumpió.
—Debe haber una equivocación, mi varita solo tiene un núcleo, acebo y pluma de Fénix en su centro— el menor no quería creer que su propia varita lo había engañado ¡No podía!. La hacedora de varitas lo miró con tristeza.
—Puede que en el centro esté el núcleo y que realmente él te sea fiel a ti, pero entre capa y capa de madera hay pelo de unicornio, mira— la Srta. Beauvais puso la varita bajo un cristal con aumento y allí, si te fijabas realmente bien podrías ver pequeños hilillos de color plateado. Los ojos de Harry, ahora de un color gris celeste estaban llenos de lágrimas.
—¿Por qué?— la pregunta no estaba dirigida a nadie en sí, Hannibal arrastró a su hijo a un abrazo antes de cualquier cosa, Harry no aguantó mucho antes de largarse a llorar en silencio. Doloroso silencio.
—Creo que tengo la respuesta para eso, sin embargo, necesito saber si usted también tiene sangre de criatura, todo éso influye en la realización de varitas— Harry se separó del confortable abrazo de su padre y se giró hacia la hacedora de varitas.
—Yo... tengo sangre de Veela— respondió Harry. —Fue por apadrinamiento, también... necesito que no diga nada de esto a nadie— la mujer vio la seriedad de la situación y asintió.
—Lo juro por mi magia— no era conveniente traicionar a un veela, mucho menos a un wendigo. Menos aún si el veela era la cría del wendigo.
—Por un pacto de almas fui bendecido con la sangre de un basilisco— la Srta. Beauvais se llevó la mano a la boca ahogando un grito. Miró con nuevos ojos a padre e hijo frente a ella, ahora veía la muerte en esos ojos verdes, la sangre en aquellos marrones.
—Creo... creo que entiendo ahora— murmuró. Harry la miró, confundido, esperando salir de la ignorancia. —Bueno, si quien sea que quería que tomes ésta varita sabía que tendrías la herencia de alguna criatura; utilizó el pelo de unicornio para impedir que utilices cualquier tipo de magia oscura. El pelo de unicornio difícilmente se deje utilizar para magia negra— las manos de Harry comenzaron a temblar. Y muchos de los muebles del pequeño negocio vibraron con él.
—Está diciéndome... ¿Que durante todo este tiempo mi magia había sido limitada mi propia varita?— La mujer asintió con tristeza.
Entonces mostró unas líneas diferentes, pequeñas estrías de un marrón más oscuro que el de la varita de Harry.
—Tu varita está muriendo, la pluma del Fénix lo está generando por que se siente atada a la fuerza por la madera y el pelo de unicornio— la respiración de Harry pareció detenerse, el local quedó bajo un pesado silencio y un frío mortal recorrió el cuerpo tanto de la Srta. Beauvais como del propio Hannibal.
—¿Hay alguna manera de revertir todo esto?— su voz fue apenas un susurro, la mujer asintió con rapidez; incapaz de hablar por la presión de la magia del chico.
—Puedo hacerte otra varita, una como la de tu padre, pero antes de eso debo extraer la pluma del Fénix, él sí te es leal a ti— Harry asintió y se giró, incapaz de ver como su varita partida por la mitad. Su fiel compañera, hasta eso había sido una farsa.
—Le pido que por favor elija una madera— el menor se acercó, con pasos pesados y ojos rojos por el llanto. Por suerte para él la madera la eligió con rapidez. Madera de Tejo, de Cereza y Mayor, la madera de Tejo era un tanto oscura mientras que la de cereza era más bien rojiza, sin duda allí saldría una hermosa varita. Sin embargo la madera Mayor era la mas rara entre casi todas las maderas. Contiene magia poderosa, pero desprecia permanecer con cualquier propietario que no sea el superior de su compañía. La verdad era que solo una persona altamente inusual encontraría su pareja perfecta en el mayor, y en las raras ocasiones en que se produce una pareja de este tipo, se cree que la bruja o mago en cuestión está marcado por un destino especial.
—Quizás también deba pasarse por los núcleos— se acercó a los diferentes frascos, alejándose con fuerza del pelo de unicornio, sentía un pequeño calorcillo por algunas, pero ninguna demasiado fuerte, hasta que llegó a él.
Eran unas espinas especialmente oscuras bañadas con un líquido negro y con un nauseabundo olor, no sabía qué era, pero sentía su mano caliente sobre ella.
—¿Qué es?— preguntó por fin dirigiendo su mirada a la pálida mujer.
—Espinas de mantícora— un para nada sano color verde sustituyó la palidez del rostro de la mujer. Quien tomó el tarro con las espinas y se puso a trabajar.
—Dado a que ya han esperado mucho intentaré hacer ésto lo más rápido posible— Harry agradeció y fue junto a su padre a los agradables sillones donde esperaron la varita del mayor. El chico de ojos verdes se hizo bolita al lado del psiquiatra, incapaz de poder contenerse. Necesitaba todo el cariño y afecto que podía, se sentía herido y traicionado. Solo quería lamerse las heridas con el calor de su padre cerca suyo.
Cuarenta y cinco minutos después una fina varita negra, con adornos en oro y una fina ornamentación a lo largo de ella le fue entregada. En la parte superior del mango; a diferencia de su padre que tenía un tallado de flores, él tenía una piedra en color verde a modo de decoración.
—¿Qué piedra es?— preguntó interesado.
—Es una malaquita, tiene propiedades curativas pero también puede ser peligrosa, ya que es tóxica, pero desde luego que ésta ya ha sido pulida por que puede tenerse sin ningún problema. Ésta piedra le permite vivir con mayor intensidad sin miedo a los errores. Será capaz de gestionar las emociones y los sentimientos profundos, tener la valentía de romper vínculos no deseados y responsabilizarte de tus actos. De este modo te desinhibirás de tus presiones. De este modo se convertirás en alguien más observador capaz de afrontar situaciones, a priori, complicadas. Emocionalmente conseguirá mejorar sus estados de ánimo, estimular tus sueños y tratar procesos de sanación— Harry miró maravillado su nueva varita, no dudo en tomarla cuando se le fue ofrecida y ver las chispas de colores verdes oscuros y negras salir de ésta, se sentía ligero, si con su anterior varita se sentía bien... con ésta se sentía poderoso, el calor que venía de su propio núcleo hasta el de su varita era gigantesco, se extendía desde su centro hasta la punta de sus dedos y sus cabellos. Ésta sí era su compañera, e incluso podía sentir la aceptación de ella.
—Muchas gracias Srta. Beauvais, sin duda hicimos una gran elección al venir a su negocio— la vieja mujer les sonrió.
— Yo vivo para hacer varitas señores Lecter, nada me haría más feliz que hacer tan magníficas varitas a ustedes, jóvenes magos— Hannibal le sonrió al igual que su hijo.
—Nunca olvidaremos ésta ayuda hacia lo que representamos; sabe nuestros nombres, si algún día tiene algún problema le devolveremos la cortesía aquí presentada— fue Harry quien extendió la mano hacía la mujer dejando un suave beso en el dorso de ésta. La acción fue repetida por el padre y ambos se despidieron nuevamente, saliendo ambos con unas nuevas varitas y un montón de sentimientos confusos.
Decidieron almorzar algo rápido en un concurrido local para después utilizar el flú del lugar y aparecer en MACUSA. Los magos dentro podrían pasar fácilmente como un unos muggles, con sus túnicas abiertas que parecían simples abrigos largos, realmente no desentonaban. Tras pedir un permiso de varitas para cada uno, subieron una de las muchas escaleras en dirección al departamento de Regulación y Ley Mágica. Allí una amable bruja de nombre Mary Quintana —probablemente algún familiar del hacedor de varitas Thiago Quintana— los atendió, bastante confundida debido al hecho de verlos en su oficina.
—Buenos días— saludó la mujer, recibiendo un asentimiento por parte de ambos magos.
—Buenos días Srta. Quintana— respondió el menor, la mujer se veía confundida.
—¿En qué puedo ayudarlos señores?— ambos hombre se miraron entre ellos antes de soltar la 'trágica' historia de la vida de Harry. Un huérfano criado por muggles maltratadores hasta que pudo ingresar a Hogwarts, donde estuvo en aún más peligro debido a que el director creía que estaba destinado a eliminar al mago oscuro que amenazaba Inglaterra.
—¿Que hizo qué?— la mujer lo miró escandalizada.
—Durante mi primer año fui prácticamente obligado a enfrentarme a un Troll— la mujer se veía positivamente pálida, Harry utilizó su mejor gesto de niño herido. —En mi segundo año secuestraron a mi amiga y tuve que conseguir ingresar a la cámara de los secretos de Slytherin en Hogwarts y matar un basilisco, fue tan doloroso— la mujer se debatía entre abrazar al chico o no, pero el psiquiatra jugó muy bien su papel de padre preocupado. —En mi tercer año fui perseguido por un fugado de Azkaban que resultó ser mi padrino, fui prácticamente toda mi vida engañado— pequeñas caricias fueron dejadas en el cabello, Hannibal a pesar de su rostro estoico tenian un aura —falsa— de padre sobreprotector y dolido.
—Mi cuarto año fue el peor del todos, el fui convocado por el cáliz de fuego como uno de los campeones —a pesar de ya haber uno de mi escuela-, fui obligado a participar y en la última prueba fui secuestrado, el otro campeón de Hogwarts murió, utilizaron mi sangre para revivir al señor oscuro, pude escapar y ni siquiera me dejaron recuperar bien en la escuela, me mandaron donde mis familiares— Harry comenzó a temblar.
—Es ahí donde yo entro, mientras Harry pasaba en el colegio yo visitaba regularmente a su familia, era pariente lejano de la madre biólogica de Harry así que cuando llegó comenzamos a compartir tiempo. Jamás pensé que era maltratado de alguna manera— la voz del mayor se oyó rota.
—Cuando ya no pude soportar más escapé de noche y fui a gringotts, comenzaba a dudar de todo y todos, el director sabía de mi situación en mi casa e insistía en que regresara— la mujer llevó una mano a su boca. —Entonces me hice muchas pruebas, no creerá lo horrorizado que estaba cuando vi mis herencias, mi pergamino de salud...—Harry tembló mientras entregaba una copia de ambos pergaminos.
—Me fue entregado diarios de mi madre biológica, donde decía que el Señor Oscuro jamás fue uno, que jamás quiso hacerme daño, que era su hermano... mi tío—
—Toda mi vida fui guiado a intentar asesinar a mi familia, y todos esos hechizos y pociones sobre mí....— Harry comenzó a llorar aunque sus pensamientos no iban acorde a lo que trataba de expresar su rostro.
'Tan fácil de manipular'
~Apuesto a que tiene un hijo, es lo bueno de que nos haya tocado con una mujer... tienen más sensibilidad para esto~
'Papá también lo está haciendo bien'
—Hace como dos semanas comenzó una serie de asesinatos donde vivía—
—Temo decir que los tíos de Harry sufrieron a manos de ése asesino, él pudo salvarse debido a que había permanecido encerrado por dos días seguidos en la habitación— la mujer ya no aguantaba las lágrimas, dejaba que éstas corrieran libremente por sus mejillas.
—Para gran suerte de Harry, al menos su tía no lo odiaba tanto, pues me dejó su custodia en documentos que al parecer tenía varios meses, y la magia de Harry se vinculó a mí poco después— Harry apretó un poco más a su padre en el abrazo, realmente aprovechaba estos momentos.
—Mi padre es el Conde Lecter, debido a una maldición de sangre no supo que poseía magia hasta ahora; recién fuimos a hacer un permiso de varitas para ambos, como verá soy Lord Potter debido al ser el último de mi familia, también heredero de los Gaunt; provengo de la rama secundaria mientras que mi tío de la principal, somos los últimos parselthogue que quedan señorita— la aurora estaba extasiada. No había existido un hablante desde los el inicio de Ilvermony.
—Nosotros oímos que aquí nuestro don no era perseguido y cazado; en Inglaterra seríamos llevados a la prisión Azkaban solo por nuestro don y sangre— el psiquiatra asintió, como si realmente supiera y secundara la opinión de su hijo.
—Vinimos aquí en busca de ayuda, Srta. Quintana, sabemos por otras fuentes que la primera directora de Ilvermony era una hablante; quiero a mi hijo cerca y por sobre todo alejado de Albus Dumbledore— la mujer asintió comprendiendo el sentimiento, ni siquiera conocía al chico o a ése hombre y ya lo quería alejado de ése tal Dumbledore también.
—Queríamos que nos guíe, ambos somos prácticamente ignorantes de las leyes mágicas de aquí, también quizás asilo político. Dumbledore no dudará en usar su influencia para llevarme de regreso— la aurora frunció el ceño.
—Déjenme hablar de esto con la presidenta de ésto. Un descendiente de Isolt Sayre y de uno de los 12 aurores originales, pertenece aquí. Señor Lecter, si pudiera enviarme copias del documento donde le es dejada la custodia de este jovencito le agradeceré. Tenemos hasta el inicio de clases en septiembre para que se den cuenta, es tiempo suficiente— ambos Lecter reprimieron una sonrisa, había sido tan fácil poder manipularla.
—Yo... muchas gracias Srta. Quintana— Harry 'tartamudeaba' debido al llanto, y el psiquiatra no dudó en dar un apretón de manos a la aurora.
—Muchas gracias, no sabe cuando apreciamos su ayuda, nos encontrábamos ciertamente desesperados— la mujer cambió su mirada a una más compasiva.
—Descuiden señores Lecter, solo envienme una lechuza ante cualquier problema, les mantendré informados sobre la decisión; aunque no creo que se niegue al asilo, un parselthongue descendiente de dos grandes héroes de nuestra historia siempre será bienvenido a nuestro país— Harry lo miró agradecido con sus brillantes ojos azules y el corazón de la mujer se apretó en ternura.
—Fue un placer señores— ambos se levantaron y se despidieron también.
—Fue muy amable Srta. Quintana, compensaremos su amabilidad, cuando necesite algo no dude en pedirnoslo, lo ayudaremos en lo que podamos— la sonrisa del Conde era suave y bastante atractiva, la mujer se sonrojó y asintió en silencio, fue entonces que ambos hombre se retiraron. Salieron del Congreso Mágico en dirección a su última parada del día. Harry dio saltitos en su lugar, estaba emocionado, por fin conocería a Abigail.
Hospital Psiquiátrico Port Haven, Baltimore Maryland.
Harry iba tomado de las manos de su padre, iba bastante nervioso en incluso sin la necesidad de un don como el del chico, el mayor podría sentirlo. Se identificaron en recepción, al parecer conocían a Hannibal —Harry lo suponía, pero era simple burocracia lo de mostrar sus identificaciones— , sin embargo él fue puesto bajo un gran escrutinio. Con una sonrisa nerviosa saludó a la señora de la recepción; una mujer corpulenta y de cabello rojo sangre, con una mirada sería de ojos color avellana, intimidante y perfecta para un hospital psiquiátrico.
Preguntaron por la jovencita a unos enfermeros al ver que no se encontraba en su habitación; respondieron que probablemente estaba en los invernaderos del centro, avanzaron a paso lento aunque Harry con un leve temblor en sus manos; el nerviosismo, la ansiedad, la excitación y la emoción parecía ser transmitido a su padre a través de su propia magia. Se detuvieron cuando vieron a una pelinegra de espaldas en uno de los muchos sillones, Harry se giró a ver a su padre con confusión, el mayor colocó sus manos en sus hombros.
—Tranquilo, todo estará bien, ella será tu hermana ¿Ya sabes qué hacer, no?— Harry asintió y volvió a tomar la mano de su padre y caminó un poco más atrás de él.
—Abigail— llamó el psiquiatra, el mago menor se escondió detrás del rubio. La jovencita sonrió al ver a Hannibal y rápidamente su mirada se dirigió a la revoltosa cabellera que se asomaba tras el hombre.
—Doctor Lecter— la chica lo saludó, volvió a mirar con intensidad al chico escondido y por fin Harry salió, mirándolo con sus preciosos ojos verdes y un suave rubor en sus mejillas; se notaba a leguas lo feliz y emocionado que estaba y lo ansioso por acercarse. —Hola— lo saludó la chica, dando el primer paso. Una brillante sonrisa fue su recompensa.
—Hola— respondió el más pequeño, saliendo un poco detrás de Hannibal.
—Te presento a Harry, mi hijo— la joven de ojos celestes miró sorprendida a ambos. Su mirada iba desde el hombre mayor al menor.
—Me adoptó hace unos días, pero en realidad mis tíos me regalaron a él hace ya unos meses— el tono de tristeza era evidente y el psiquiatra dio un suave apretón a sus hombros.
—Harry tuvo una situación familiar difícil desde que fue dejado en las casa de sus tíos cuando tenía casi dos años— Abigail miró sin comprender.
—Mis padres murieron cuando tenía esa edad... y mis tíos me odiaban— los ojos de Harry parecieron ponerse más oscuros.
—Harry, ¿Por qué no vas a traernos un par de tazas de chocolate para Abigail y para ti de la cafetería? Luego podrás hablar con ella a solas cuando yo vaya a buscar a su médico, ¿Está bien?— Harry hizo el inicio de un puchero, luego miró alrededor nervioso y asintió.
—¿No vas a querer nada, papá?— preguntó, su voz era suave y casi delicada; siempre era bueno mostrarse débil ante un depredador desconocido antes de saltar a su cuello, Harry esperaba no hacer lo segundo con la chica.
—No, Harry. Ve tranquilo, sí, no me moveré de aquí— el menor asintió antes de dejar la pequeña bolsa de papel que traía en la mano y caminar a paso nervioso por los pasillos.
—Harry teme andar por los hospitales solo— Abigail lo miró con un claro ''¿Y eso por qué?'', a lo que Hannibal suspiró. —El tiene miedo de entrar y no volver a salir— la mirada de la chica brilló en entendimiento y comprensión, ella realmente también temía lo mismo. —Escucha, realmente fui por asuntos familiares a Inglaterra, no solo por ése negocio. Conocía a la madre de Harry, muy poco pero lo hacía y desde hace muchos meses que su tía firmó una constancia donde me dejaban con su custodia en caso de muerte— Abigail permaneció en silencio, esperando a que se le dijera más.
—Harry toda su vida fue maltratado— la chica abrió enormemente sus ojos. —Desde que tiene uso de memoria es obligado a realizar tareas del hogar a cambio de comida— la hija del Alcaudón llevó sus manos a sus labios ahogando un sollozo —Fue hasta que ingresó a un internado pagado por sus padres desde antes de su nacimiento que pudo descansar al menos los días de colegio, aunque no mucho ya que en su escuela también lo maltrataban, cuando lo encontré... —Hannibal suspiró negando con la cabeza.
—Harry es el alma más pura que conocerás, él solo quiere ser querido, busca desesperadamente aprobación y cariño— la chica ya tenía un par de lágrimas corriendo por sus mejillas y pronto se limpió pues veía a lo lejos al chico llegar.
—Le hablé de ti, de inmediato te tomó como una hermana mayor, su mente es especial, es igual a Will, sólo que mucho, de verdad mucho más maltratado— Harry llego con una sonrisa y le entregó la taza a la jovencita.
—Gracias Harry— agradeció la chica y la sonrisa de Harry resplandeció, asintió y se sentó en uno de los sillones frente a ella.
—Bien, creo que iré a hablar con tu médico sobre tu estado, Harry, cuida bien de Abigail— El muchacho de ojos verdes asintió antes de sonreír cálidamente y ver al psiquiatra marchar.
Se acomodó mejor en su lugar y miró con un poco de melancolía a la chica frente a él.
—Supongo que papá ya te contó, ¿No?— la chica se vio casi culpable.
—Lo siento— se disculpó la chica. Harry negó con la cabeza.
—Tranquila, después de todo me gustaría poder visitarte más a menudo; solo si quieres. Debes saber un poco de mí al menos, para que no sea tan incómodo— el menor jugaba distraídamente con sus dedos.
—Me dijo que no te gustaban los hospitales, a mí tampoco me gustan— murmuró la chica.
—Cuando pasas demasiado tiempo en ellos temes un día no volver a salir... o salir sin respirar— un sudor frío comenzó a bajar por la espalda de la chica ante el tono vacío de Harry, incluso le pareció ver sus ojos un poco más azulados, aunque supuso que fue solo una ilusión óptica. —En fin, papá me habló mucho de ti, así que estaba ansioso por conocerte— su sonrisa se volvió un poco más jovial y Abigail estaba gratamente sorprendida por aquella revelación.
—¿Él te habló de mí?— Harry la miró más feliz que hace unos segundos atrás.
—Él te ve como una sabes, ... le recuerdas mucho a su hermana, la tía Mischa. Me contó lo que te pasó y siento mucho por eso. Sin embargo no quiero hablar de cosas dolorosas, continuando; hablaba mucho de ti, dice que eres muy práctica e inteligente— la chica se sonrojó bastante, no esperaba que el Dr. Lecter guardara tales afectos hacia ella. Sin embargo eran bienvenidos, él y Will eran los únicos que se preocupaban por su bienestar en la clínica y fuera de ella.
—No tenía ni idea de eso— murmuró aún cohibida la chica. Y Harry solo soltó unas risitas adorables.
—Por supuesto que no sabías, papá tiene algo de pena al demostrar sus sentimientos, pero no te preocupes, nosotros podremos ayudarlo en éso— dijo dándole un guiño cómplice, la chica también soltó unas risitas —Yo... yo aún estoy en terapia por todo lo que pasó, pero sin duda quiero ayudarte Abigail, en todo lo que pueda. Creo que podremos apoyarnos mutuamente— la chica lo miró con una especie de cariño maternal brillando en sus ojos.
—Me encantaría eso, Harry— el chico le sonrió otra vez.
—Dime Harry, ¿Cómo es Inglaterra?— preguntó la chica curiosa, y el chico sonrió, toda el aura de Abigail gritaba protección, tristeza, un poco de pena y quizás una pizca de lástima. Aunque Harry odiaba que las personas le tuvieran lástima no diría nada, si eso lo ayudaba a que Abigail se acercara aún más a él no importaba. Realmente no quería hechizar a la chica, preferiría tener la lealta otorgada que la tomada por la fuerza o el miedo.
Le sonrió con suavidad a Abigail cuando la chica le tomó de la mano con una calidez que casi lo hizo llorar. Decidió dejarse mimar por la chica que parecía bastante feliz con ello. Reprimió una de esas sonrisitas perturbadoras que querían salir y calló a las voces.
Estaba mucho más cerca de lo que creía de sus objetivos.
Abigail pronto ni siquiera pensaría en irse de su lado.
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