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Apéritif

Capítulo dedicado a Spring_Dreams quien me animó a realizar la última parte del capítulo y por hacerme las mejores portadas que pueda pedir ❤

Acto I: Apéritif.
Parte 2: De la conversión del alma.





Tres días. Hannibal había tenido tres días para empaparse de lo que era la cultura mágica antes de por fín llegara el gran día. Durante el transcurso de ése tiempo; el psiquiatra iba por las mañanas (a una hora considerablemente razonable) a la casa en Privet Drive; siendo recibido por un muy animado Harry; que lo llevaba a su habitación dónde le contaba sobre el mundo mágico, las  costumbres típicas como Samhain o Yule; todo lo que había aprendido tras leer los diarios de su madre y los de Tom. Le mostró varios de sus libros que utilizaba años anteriores en el colegio, le explicó la teoría de la magia, lo poco que sabía de leyes y de criaturas. Le contó su vida (a pesar de ya haberla visto con legeremancia),  admitir lo horrible de su infancia fue difícil. Su necesidad de afecto siempre lo había hecho caer en las tetras de Dumbledore y tuvo que enterarse de la peor manera; fue duro, incluso ahora tenía la horrible necesidad de complacer al psiquiatra.

—Somos patéticos— había susurrado Harry; mientras jugaba con su varita, había convocado su Patronus y Hannibal estaba encantado con el gran ciervo, maravillosa criatura; sin embargo no pudo dejar pasar el uso del plural del chico para referirse a sí mismo. El psiquiatra podría ser un sociópata; pero era un sociópata desempático, era capaz de sentir conexión emocional con cierto grupo de personas, aquello incluía amigos, mascotas y familiares... él no tenía amigos, tampoco mascotas, pero cada vez más veía a este chico como alguien cercano y mientras eso ocurría también pensaba en Abigail y en Will. Su voluntad aparecía cada vez más en sus pensamientos; más de lo normal. Pero ése día Hannibal no había corregido al chico, no estaba seguro de sus propios sentimientos y emociones, y Harry parecía tan entregado a él. Tan dispuesto a ser un buen estudiante, buscando en él una figura paterna, un amigo, un mentor, una guía para el camino que decidió tomar.

—Nunca me ha contado de su vida doctor— había mencionado Harry la mañana anterior a su ida al banco mágico. Lecter había alzado una ceja curioso.

—¿Acaso ya no lo sabes todo de mí?— fue su respuesta.

—Mis conocimientos de su vida los obtuve con nuestro primer contacto; solo sé lo básico— Harry se encogió de hombros en medio de la diminuta cama; donde él se veía aún más pequeño.

—¿Qué es lo básico?— respondió con una pregunta el mayor. Harry hizo un pequeño puchero.

—Lo básico, como dónde vive, sus más cercanos, también sé que guarda un profundo dolor en su corazón; aunque no sé porqué exactamente. Pero lo veo en sus ojos— Hannibal estudió en silencio al chico frente a él. Podía decir que lo conocía a la perfección, el joven mago le había contado toda su vida; tal vez lo hizo sin esperar nada a cambio, en ese sentido el niño era apenas éso, un niño ingenuo. Pero sintió la necesidad de retribución. Así que procedió a contarle su historia, sin anestesia, lo contaría tal cual como había sucedido.

—Podría decir que todo había comenzado con la llegada de la guerra a nuestro país, duramos un tiempo confinados en el castillo Lecter; pero como era de esperarse nuestros padres tuvieron que salir por provisiones, habían regresado completamente asustados. Por lo que tuvimos que retirarnos a una casa de campo para eludir las tropas alemanas— una taza de té fue servida y entregada al hombre mayor, Harry simplemente guardó silencio. —Estuvimos tres años en aquella casa, con nuestros padres y dos personas más que se encargaban de la casa. Poco después un tanque soviético llegó; aún puedo recordar sus rostros, sus voces. Nos pidieron abandonar la casa, buscaban provisiones. Pero antes de que pudiera pasar nada un bombardero alemán los descubre, todos murieron, excepto Mischa y yo—

—Estuvimos quizás una semana así con mi hermana; a la cual cuidaba como si mi vida dependiera de ello. La veía como mi alma gemela, un pedazo de mi alma que fue separada de mi cuando nací y que poco después volvió a mí como mi hermosa hermana— fue la primera vez que el joven mago vio tal brillo en la mirada del psiquiatra. Desde que lo conoció siempre traía esa mirada ensayada. Ésa que era parte de su traje de persona —Poco después fuimos atacados— Hannibal apretó los puños y Harry prestó especial atención; sentía que lo que definió al hombre sucedió en ese preciso momento de su pasado.

—Ellos encontraron nuestra casa de campo y nos tomaron como rehenes; unos simples mercenarios que intentaban ingresar a la Waffen-SS, pero no había nada en la casa; solo unos pocos muebles, pinturas... no había comida— el pecho de Harry se oprimió dolorosamente. —Aún tengo en mi mente todo lo que dijeron en aquél entonces, donde la tocaron; la palparon como un vil corte de carne, nunca me había sentido tan débil cómo en aquél momento en el que me golpearon y me la arrebataron de mis brazos— las pocas pertenencias de la habitación temblaron y sólo ahí el psiquiatra observó a Harry; con sus ojos llorosos llenos de dolor. Aquél muchacho era tan emotivo, no estaba preparado para tal sinceridad en cuanto a sus sentimientos, pero sin duda nunca espero que el chico se levantara a abrazarlo. Nunca necesitó consuelo de ningún tipo; nunca lo pidió y nunca se dejó recibirlo. ¿Entonces por qué abrazaba al niño con tanta fuerza? ¿Por qué sus ojos picaban sospechosamente?.

—La mataron, ya no podía escuchar sus risitas, o cuando me llamaba con su suave voz, ya no podía abrazarla. Pude ver la cara de satisfacción de ellos cuando la comían— Harry se tensó por un momento antes de acomodarse mejor y abrazar con más fuerza al hombre. —Ellos te obligaron, ¿No?— preguntó con la voz quebrada, Hannibal no respondió, en realidad no necesitaba hacerlo, Harry ya lo sabía.

—Ocho años después fui obligado a vivir en mi propio castillo con otros huérfanos, debido a mi mudez selectiva fui excluido y maltratado. Cuando la oportunidad se presentó no dudé en huir a París, donde quedé a cargo de mi tía política; Lady Murasaki—  Harry por fin se despegó del abrazo y se alejó del mayor, pero obligó al hombre a sentarse con él en la cama. Habían compartido lo suficiente para compartir ese grado de intimidad.

—Encantadora mujer era mi tía, me enseñó todo de su país, las artes marciales como el Kendo y los arreglos forales, ella sembró la semilla de la apreciación del arte en mí...— durante unos minutos permaneció en silencio.

—La primera vez que maté fue estando a su lado— confesó poco después, ésta vez Harry se giró a mirarlo con la curiosidad pintada en su rostro, todo el dolor de la pérdida de Mischa dejado atrás; más no olvidado.

—¿Cómo fue?— preguntó Harry, Hannibal ni siquiera tuvo la delicadeza de ocultar su risa.

—Tan poco elegante como se espera de un primer asesinato; como se esperaba de mí a esa edad. Fue terrible en cuando a estética; pero se sintió tan bien como ninguno otro. Era un cerdo; no solo lo parecía en apariencia, tuvo la osadía de insultar a mi tía, desde luego pagó el precio por hacerlo. Lo decapité, si no usaba la cabeza; no merecía tenerla— una suave risita salió de los labios de Harry y el psiquiatra lo acompañó. —Después de eso me dediqué a estudiar, me gradué mucho antes que cualquiera en el Liceo y fui aceptado en la facultad de medicina a la par que trabajaba embalsamando cadáveres— el psiquiatra durante unos minutos permaneció en silencio, cada uno analizando lo que hasta ahora había compartido. Rápidamente Hannibal notó el nerviosismo del más joven, apretaba las manos en puño constantemente y se mordía los labios.

—Si tienes una pregunta hazla, yo veré si puedo responderla o no— Harry continuó mordiendo su labio inferior pero finalmente suspiró; y con la mirada baja; pegada a las mantas habló.

—Los que asesinaron a la tía Mischa... digo, a su hermana— rápidamente se corrigió y sintió sus mejillas arder por unos segundos antes de volver a la seriedad y terminar su pregunta —¿Qué pasó con ellos? ¿No los dejó ir sin más, verdad? ¿Los buscó para que pagaran por lo que hicieron?— un pesado silencio cayó sobre ambos.

—Desde luego mi pasado nunca dejó de atormentarme; soñaba con los rostros malditos de esos hombres, todos los días me vida lo hice; hasta que decidí marchar a Lituania nuevamente, fue gracias a una pintura saqueada de la colección de mi padre que estaba en venta en París que supe que ellos seguían vivos. Volví a la casa de campo donde estuvimos cautivos en busca de algo que me llevara a ellos, solo sabía sus nombres; pero encontré sus placas de identificación, también encontré los restos de Mischa y le di un entierro decente— Harry lo miró esperanzado. Y el pecho del hombre mayor dio un fuerte golpeteo. —Dortlich fue el primero; de hecho, era un oficial fronterizo. Me siguió con intenciones de matarme— Harry abrió enormemente los ojos.

—¿Qué hizo?— Hannibal cruzó sus piernas acomodándose mejor en la cama del mago y vago su mirada por la habitación una vez más.

—Yo lo capturé; lo obligué a decirme dónde estaban los demás y lo ejecuté. Desde luego éso activo las alarmas de los demás; quienes mandaron a otro de ellos a matarme— el rostro de Harry se veía maravillado por el giro de los acontecimientos. Y el psiquiatra se sentía inquieto. ¿Era realmente tan difícil que alguien lo comprendiera? No realmente, lo difícil era encontrar a alguien que lo hiciera. La dicha y la intranquilidad de alojaban en el pecho de Hannibal. Tenía a probablemente tres personas con los que se conectaba no sólo mentalmente; sino emocionalmente. Eran...Familia. Habían pasado tantos años desde que Hannibal se permitió considerar el concepto como un todo. Y ahora veía la idea centrada en tres personas.

Éste niño estaba dándose el tiempo a conocer los aspectos más oscuros de su vida y no lo estaba juzgando, sentía su dolor como el suyo propio. Estaba impresionado como funcionaba la magia de enlace; por que él también comenzaba a considerar el dolor del chico como suyo. Por que él también ya estaba planeando algo magnífico para las muertes de sus familiares. Algo digno de Harry.

Si tan solo Will supiera la verdad, si tan solo viera los hilos del titiritero.¿Cambiaría su visión de sí mismo si supiera que encuentra consuelo en el hombro de un asesino? ¿O acaso su opinión del Destripador cambiaría y se adaptaría a la amabilidad que Hannibal le mostraba?

Bueno, en realidad eso no importaba. Will no sabía la verdad, no aún. Pero ¿Y si supiera?

Era alarmante, alentador y profundamente inquietante; la cúspide de las contradicciones de su vida se hallaban en esa simple pregunta. Sin embargo a regañadientes aleja esos pensamientos y se centra en la historia.

—Milko fue el siguiente. Lo ahogué en un tanque para cadáveres. Lady Murasaki entonces me pidió que olvidara todos mis planes de venganza. Pero era algo que se lo debía a tu tía Mischa. No podía detenerme, no ahora— Harry sintió un agradable calorcito en su pecho; Hannibal había dicho ''tu tía Mischa'' ¿Eso significaría lo que creía? Esperaba que sí; aunque solo le sonrió con suavidad en respuesta.

—Yo jamás te pediría que hicieras algo así— murmuró Harry, dejando vagar su mirada por la ventana, el cielo se veía nublado; como era habitual en la ciudad, aunque tenía su belleza. Volvió su vista hacía el psiquiatra que lo observaba curioso y con el ceño levemente fruncido. —Tú lo necesitabas, necesitabas matarlos; no solo para conseguir venganza, sino por que eras débil, y te seguirías sintiendo así siempre; hasta que lo hayas hecho— Harry volvió su mirada a la ventana. —Era necesario, necesario para que pudieras continuar. Para que evolucionaras como individuo...ugh, siento interrumpir tu relato— se disculpó, pues iban dos veces que lo hacía. Hannibal le sonrió con suavidad, apenas una pequeña curvatura de labios y tras unos segundos; por fin dio una caricia a los rebeldes cabellos del chico.

—Descuida en parte tienes razón; pero éste no es el momento de hablarlo. Quizás más adelante ¿De acuerdo?— y Harry asintió. Eso fue suficiente para que el mayor continuara.

—Luego de lo de Milko; fui de visita a la casa de Grutas; se había convertido en un traficante de prostitutas, era el peor de todos. Pero cuando lo confronté sus guardaespaldas me atacaron por lo que tuve que retirarme— evitó usar deliberadamente la palabra huir, dañaba su ego de tan solo pensarlo. —El maldito hombre secuestró a Lady Murasaki después, por lo que tuve que rastrear a Kolnas; otro de los mercenarios, hasta un restaurante en Fontainebleau, donde antes de asesinarlo lo obligué a decirme donde se encontraba Grutas— un suspiro largo salió de los labios del hombre mayor. Realmente era difícil hablar de eso; aunque en sí, la parte mas difícil ya había pasado. Ya no dolía como antes, pero ese pequeño pinchazo de ardor en su pecho aún persistía y siempre lo haría. Por que jamás olvidaría a su pequeña Mischa.—Grutas se escondía en una casa flotante, en lo único que podía pensar era en poner a salvo a Lady Murasaki— Harry se acercó un poco más a él.

—¿La amabas?— preguntó, y el mayor de verdad que no podía comprender al muchacho, era una sorpresa tras otra. Pero tenía un enorme sentido de la intuición; uno que no quería ligarlo a la magia, ya bastante tenía, apenas pudiendo digerir todo lo que Harry le contó de su pasado.

—La amaba, sí. Pero ella no me comprendía, ella no era capaz de entender como...-—calló pues realmente no quería terminar la frase.

—¿Will Graham?— maldito niño inteligente, se lamentó Hannibal. Sin embargo no respondió y solo continuó el relato.

—Cuando la saqué del lugar donde estaba cautiva ella me siguió, a pesar de pedirle que buscara seguridad. Entonces encontramos a Grutas; el le dijo lo que pasó ése día. Lo que le hicieron a Mischa...lo que me obligaron a hacer— su voz se quebró un poco al final; pero rápidamente se recompuso. —Me encontraba herido, sobre todo por haber visto la conmoción y el horror en la mirada de Lady Murasaki. Fui especialmente sádico con Grutas, no me importaba más que mi tía me viera, solo quería sacarme todo el dolor que tenía dentro. Grabé las iniciales de Mischa en su pecho antes de matarlo— otro pesado silencio en el cual ambos comenzaron a reflexionar sobre el pasado. —Lady Murasaki huyó poco después; abandonandome. Estaba espantada de mi comportamiento y realmente podía entender su reacción, ella me amaba también, pero no lo suficiente como para mirar dentro de mí— la frente de Harry se arrugó y su rostro mostró descontento. —Después de eso solo me quedó uno último. Grentz, el vivía en Canadá. Por lo que decidí viajar allí, buscando una nueva vida. Lo maté y solo entonces me sentí en paz conmigo mismo. Debido a mis dibujos, fui becado en el Johns Hopkins Medical Center en Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Me gradué en medicina y poco después en psiquiatría. Ahora cuento con un consultorio privado y ayudo al FBI en algunos casos, allí fue donde conocí a Will— Harry sonrió feliz; acercándose un poco más al hombre mayor.

—¿Cómo es Will?— el psiquiatra pareció perderse en sus pensamientos y poco después fijó su mirada en él.

—Lo describiría como una mente atormentada por su propio don— el rostro de Harry perdió todo color.

—No sabe manejarlo, eso no es bueno— el mayor asintió dándole la razón.

—Él tiene una mente hermosa y privilegiada con una innegable inteligencia; él tiene una puerta dentro suyo, una que si se abre mostrará una hermosa imagen de él. Liberado de las ataduras de una sociedad que lo señala como un demente; como un inestable, un asesino que busca asesinos. Yo lo veo como realmente es— Harry oía maravillado del otro hombre.

—¿Cómo es realmente?— preguntó, Hannibal entonces pensó en ello.

Se imaginó a Will sabiendo la verdad. Conociendo y queriendo. Furia en sus palabras susurradas . Una voluntad bella y triunfante; con sus manos brillantes y resplandecientes de sangre roja como rubíes, escribiendo una poesía a la muerte creada por sus propias manos. Hannibal sintió un pinchazo en su pecho, por que también se lo imaginó por las noches; jadeando respiraciones, gruñendo de forma casi animal, con lujuria y codicia; consumiéndolo. Orden y desorden, siendo sombras gemelas en la cima de una cadena alimenticia casi desconocida en el mundo.

Estarían juntos en todo. Conociéndose en todos los sentidos. Unidos, totalmente garantizado. Como una familia.
Y contra todo lo que Hannibal había conocido durante la mayor parte de su vida, tenía la esperanza de que Will también quisiera eso.

—Es mi igual— y los ojos de Harry resplandecieron de felicidad.

—Entonces debe ser alguien genial— comentó el menor; una suave sonrisa se instaló en ambos. Sí, Will era algo como ''genial''.

—Creo que vas a agradarle, tiene una especial debilidad por jovenes tan rotos como él— sin siquiera pensarlo la mano del hombre mayor fue a la mejilla del chico, dejando una suave caricia. Harry cerró los ojos y se dejó hacer, como un pequeño cachorro que recibe mimos.

—Creo que sería conveniente tener una charla acerca de nuestro futuro; de esa manera podremos realizar todas las operaciones en el banco sin interrupciones— Harry se mordió los labios; ciertamente aún tenía sus dudas con el hombre. ¿Qué persona adoptaría a un traumatizado chico de quince años? No estaba muy seguro de la respuesta. Menos aún si ésta era negativa.

—Iniciemos con tus parientes— continuó Hannibal, la mirada de Harry de clavó en él y decidió hablar.

—Antes que sucediera nuestro enlace tenía pensado matar sin dolor a mi tía y mi primo; sin embargo Vernon es diferente— sus ojos nuevamente cambiaron de color y Hannibal se fascinó ya que eran del mismo tono que los de Will.

—¿Quieres torturarlo?— curioso preguntó el mayor. Harry asintió en respuesta.

—¿Y luego? ¿Dónde planeabas quedarte? El director de tu colegio va tras ti; ¿Vivirías tu solo en Londres?— Harry frunció el ceño, se oía estúpido si lo decían así.

—Tenía planeado usar mi herencia, o ir a alguna de mis casas, probablemente la orden iría tras mí pero ya soy mayor de edad, realmente no he pensado mucho en eso— el inicio de un puchero comenzó a formarse en su labios y Hannibal suspiró.

—Yo... estuve pensando— murmuró Hannibal, se levantó de la cama para caminar hasta la ventana, donde su mirada se perdió en medio todas esas residencias exactamente iguales. —Quizás una adopción sea lo más apropiado— comenzó, la esperanza golpeó de lleno a Harry; pequeñas lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos del menor, pero siguió en silencio, escuchando lo que el psiquiatra tenía para decir.

—Estos días he estado hablando con un abogado de confianza; los papeles de custodia en caso de muerte están hechos; desde luego con una fecha muy antigua, después de todo soy un amigo muy cercano a la familia— Harry soltó una suave risa. —Apenas terminemos con ellos; podremos tramitar todo con los... muggles— Harry se levantó también, acercándose inseguro al hombre.

—Mi casa en Baltimore es bastante grande y creo que disfrutarás de la convivencia con Abigail, apenas salga del hospital ella vendrá con nosotros— Harry emocionado se colocó a un lado del hombre; ambos mirando la calle desde la ventana.

—Ella estará encantada de tener un hermano, siempre fue hija única; pero antes de ello debemos hacerla sentir como en familia, ¿Entiendes éso, Harry?— la petición estaba explícita en la pregunta, él ya sabía los detalles de la muerte de los padres de Abigail y sabía cómo llegar a ella.

—Deberíamos hacerlo sin Will, después de todo él aún no... Aún no-—


—Te entiendo, primero Abigail; ella será tu compañera, una parte de ti, como lo fue Mischa para mí— Harry abrazó de sorpresa a Hannibal; complacido de que el psiquiatra le prometiera una relación tan hermosa como la que tuvo con su propia hermana.

—Abigail— Harry saboreó el nombre en sus labios, ella sería su más cercana después de sus padres, su hermana, una parte de él. Él una parte de ella; sintió su magia vibrar nuevamente, Hannibal también la sintió, apretando un poco más a Harry dentro de su abrazo.

—Ella es muy bonita, con una gran tendencia a proteger a los suyos, creo que por eso la elegí; cuando esté completamente con nosotros encontrarás una fiel compañera— y Harry únicamente pudo esperar ansioso por encontrarse con ella.

—Eso significa que iremos a América... yo, realmente no sé cómo reaccionará la orden, pero si hay documentos en el mundo muggle y en el mágico no creo que puedan hacer realmente algo— Hannibal solo asintió en silencio; mientras su mano dejaba suaves palmaditas en sus hombros.

—¿Habrá alguien que verdaderamente esté preocupado por ti?— preguntó el mayor, el joven mago se mordió los labios, por que durante unos breves instantes le llegaron imagenes de Sirius y Remus a la mente. Pero ellos no eran la santa paloma que decían; ellos lastimaron a su madre, a Snape. Realización le vino como un golpe directo a la entrepierna.

—Hay un maestro, mi maestro de Pociones. Fue quizás la única persona que solo me vio a mí, sabe— comenzó Harry, un atisbo de sonrisa llegó a sus labios y Hannibal miró con curiosidad el brillo de sus ojos verdes mientras hablaba de ése maestro. —Es quizás la persona más amargada que haya conocido, pero también es un genio. Mi madre lo conoció desde que eran niños; decía que era alguien muy valiente y amable, creo que en el fondo sigue siendo así— Harry fascinado se llevaba la mano al pecho; donde su corazoncito latía acelerado de solo imaginarse el rostro amable de su profesor. —Pero desde que ingresó al  colegio fue víctima de abuso por parte de mi padre, de mi padrino y sus otros dos amigos; eso tal vez lo obligó a cerrarse, a alejarse— una mirada triste se reflejo en el mago menor. —Y realmente no sé de qué lado está en la guerra, si del tío o de Dumbledore— Harry arrugó la nariz con asco ante la mención del director. —Lo único que sé es que siempre me protegió; y estoy realmente agradecido por ello...—mordió sus labios deteniendo un pequeña sonrisita que queria escapar.

—Por eso lo quieres a tu lado, ¿No?— Harry sintió sus mejillas arder y rápidamente desvió la mirada de los ojos del psiquiatra.

—No es como piensas, es solo, me serviría tenerlo de mi lado; tengo los medios para ello Hannibal lo miró escéptico, sin embargo lo dejó pasar.

—Entonces esperaré ansioso por escuchar tus planes y ver los resultados—

—Gracias... ahora, ¿Te parece hablarme un poco más de Abigail?— Hannibal apenas y curvó sus labios. Antes de volver a hablar de la jovencita. Y Harry se encandiló ante cada una de las historias que el psiquiatra le contó sobre la chica. El sentimiento de calidez; ése que sentía cada vez que se encontraba en Hogwarts lo envolvió, pero esta vez con mucha más intensidad. Las fluctuaciones de magia en el aire parecían bailar con alegría alrededor de ambos. La felicidad por fin parecía llegar a Harry.





























El tercer día había llegado, y por la mañana Harry había salido con Hannibal al centro de la ciudad; dónde el menor compró ropa muggle a la medida para él, con la ayuda del psiquiatra, quien tenía un muy buen gusto. También compraron una maleta mediana, no podrían viajar con trasladores después de todo, entonces almorzaron fuera de la casa de los tíos del menor; claramente no sin antes dejar una pequeña advertencia a los residentes del lugar.

—¿Dónde queda el misterioso banco mágico?— preguntó durante el almuerzo el psiquiatra, el joven mago bajó la copa de jugo que estaba tomando, ciertamente el almuerzo no se comparaba a la comida casera de Hannibal; solo había probado una vez las delicias que el hombre preparaba, pero había sido suficiente para que no deseara otra cosa.

—Se encuentra en el callejón Diagon, para llegar hay que ir a Londres; específicamente en Charing Cross Road, detras de un pub llamado el Caldero Chorreante; tiene un montón de hechizos encima, así que los muggles no pueden verlo— comentó volviendo su atención al pastel de carne frente a él. —Prefiero que visitemos el banco de noche, es más privado de esa manera; además se supone que debo estar encerrado y torturado en mi casa— Hannibal apretó los labios ante el último comentario pero asintió. —También quiero que tenga la experiencia completa, ya que iremos en el autobus noctámbulo— En ese momento el psiquiatra no entendió, pero sabía que no le gustaría para nada; la sonrisita de Harry auguraba algo nada bueno.

—Entiendo, ¿Hay algo más que desees comprar aquí en el centro?— preguntó el mayor, Harry lo pensó, tenía ropa suficiente y lo demás lo podría comprar cuando fueran a su nueva casa.

—Nada importante realmente— respondió y Hannibal asintió.

—Comprendo, ¿Entonces que te parece un paseo por la ciudad?— Harry sonrió en respuesta encantado con la idea. No muchas veces podía salir en el mundo muggle, o en el mágico. No salía mucho a decir verdad; más bien no se le permitía, así que realmente era agradable estar con alguien como Hannibal.























Los brillantes ojos azules de Abigail estaban fijos en la doctora Alana  Bloom, desde hacía varios minutos que la mujer trataba de ejercer presión sobre ella a que hablara sobre su relación con Will y Hannibal, sin embargo siempre cambiaba sutilmente de tema y la mujer mayor parecía no darse cuenta. Ahora la chica vio a Will llegar y esperar fuera, pero era obvio que estaba escuchando; casi quiso sonreír, pero solo bajó la mirada en expresión aflijida.

—Doctora, ¿De verdad no sabe dónde está el Dr. Lecter?— pequeñas y falsas lágrimas; pero muy reales para la mujer mayor, comenzaron a caer por sus mejillas. El pecho de Alana se apretó con un ligero dolor y soltó un suspiro.

—Yo... creo que mencionó en una ocasión ir a arreglar asuntos familiares en Inglaterra, él volverá pronto, tranquila— dejó una suave caricia en las manos de la chica. Abigail observó la sombra inquieta de la figura de Will detrás de la puerta semi abierta de su habitación en el Hospital.


—¿Entonces no desapareció? ¿No le pasó nada malo?— la joven se veía casi aliviada.

—No, probablemente él  estará por aquí pronto, solo dale unos días más— Abigail sonrió agradecida por la información, dio un suave apretón a las manos de la doctora antes de soltarla y acomodarse en su cama.

—Muchas gracias doctora Bloom, estaba tan preocupada, ya no venía a visitarme con Will y él estaba también muy preocupado. ¿Ya se lo dijo a él?— ésta vez Alana desvió la mirada culpable.

—No, y creo que lo mejor sería no decirle. Estos últimos días ha estado inestable, no necesitamos cargarlo con más, además...—dejó de hablar al ver la mirada sería de Abigail.

—¿Cómo puede decir éso? Él está verdaderamente preocupado, ¿No se da cuenta que el no saber le hace más daño?_ la doctora apretó los labios enojada.

—Abigail, eres apenas una niña y no conoces a Will como yo. No le hace bien depender de— nuevamente fue interrumpida


—¿De quién? ¿Del Dr. Lecter? ¿Entonces está bien que dependa de usted pero no de su psiquiatra? No se tome atribuciones que no le correponden, doctora— casi escupió la ultima palabra. Fue entonces cuando Alana; cansada de la actitud de niña mimada de la chica se levantó de la silla donde descansaba; irguiéndose de manera intimidatoria.

—La que debe evitar tomarse atribuciones eres tú Abigail. Debes dejar este apego innecesario que sientes por Will y Hannibal, ellos no son tus padres. Uno de ellos mató al tuyo— Abigail se puso roja de ira. Pero simplemente apretó los labios.

—Váyase— La doctora Bloom parpadeó confundida, como si realmente no entendiera lo que había dicho la menor, como si hace segundos no la hubiera insultado de la peor manera.

—¿Qué?— frunció el ceño y Abigail solo arrugó la nariz asqueada del comportamiento de la mujer.

—Creo que Abigail te ha pedido que te marcharas, Alana— la mujer mayor saltó en su lugar debido al susto y el tono frío de Will; quien hizo acto de presencia en la habitación, cansado de escuchar la basura que salía de la boca de quien consideraba su amiga.

—Will... tú, acaso tú ¿Lo has oído?— Will no respondió, solo señaló la puerta. Alana indiganada se marchó, dejando atrás a dos silenciosas personas.


—Lo siento— murmuró una llorosa Abigail; ésta vez eran lágrimas verdaderas, por que realmente se sentía mal de que el agente oyera todo éso de la mujer mayor.

—¿Por qué te disculpas?— preguntó Will.

—Porque... no sé, ella dijo toda esas cosas horribles por mi culpa— Will se acercó a ella abrazándola.

—Tranquila Abigail, no estoy molesto contigo; es solo... le pregunté varias veces en ésta semana si sabía donde estaba Hannibal, ¿Sabes? No tuvo reparos en mentirme— la chica se apretó más a él en el abrazo.

—¿Tú también crees que mi apego a ti y al Dr. Lecter es innecesario?— Will se separó levemente del abrazo, lo suficiente como para acariciar el rostro de la chica delicadamente.


—Jamás pensaría eso, por que yo también me he apegado a ti, no me importa lo que digan los demás, eres importante para mí y no dudaré en protegerte. Y sé que Hannibal diría lo mismo— la chica sonrió volviendo a abrazar al hombre frente a ella. Con el sentimiento de esperanza creciendo dentro de ella y también la satisfacción de haber cumplido bien con su trabajo —hacer que Alana y Will pelearan por la información negada al último sobre el paradero de Hannibal—, Abigail sonrió en medio del abrazo, esperaba que el psiquiatra apreciara sus esfuerzos. Más tarde le enviaría un mensaje de texto al hombre informando lo sucedido.




























Hannibal estaba en silencio, esperando a que el chico tomara un par de pergaminos y que los guardara en una muy rudimentaria cartera de piel. Una vez todo estuvo listo, el joven salió de su habitación siendo seguido por el psiquiatra que iba tras él, bajaron las escaleras hasta el pasillo que conectaba la entrada con la sala; solo faltó una intensa mirada del niño que vivió para que sus familiares quedasen casi petrificados por él susto. Durante los últimos tres días, Vernon había aprendido el valor de la obediencia a la mala, recibiendo varias maldiciones menores sobre él, así que aunque quisiera moler a golpes al chico de ojos verdes, no podría. Siendo casi media noche y con absolutamente nadie fuera de casa; Harry se acercó al borde de la acera donde levantó durante un breve momento la varita, segundos después un gran autobús de dos pisos color azul se estacionó frente a ellos. Harry le sonrió a Hannibal antes de invitarlo a abordar el transporte, luego pagó al guarda y ambos marcharon al caldero chorreante.



Hannibal por otro lado estaba impresionado; desde el conductor casi ciego, las personas durmiendo en las improvisadas camas, hasta la pequeña cabeza disecada parlante, entonces el joven mago de ojos verdes lo apretó fuertemente del brazo y el autobús arrancó, casi quitándole el alma de un susto.




—¿Así que con ésto te referías a la experiencia completa?— preguntó el psiquiatra, a lo que Harry sonrió como un niño encantado; Hannibal se vio realizado al caer en cuenta que no podía enojarse con el chico. Malditos ojos demasiado parecidos a los de Will.

No habían pasado ni diez minutos cuando el transporte para magos se detuvo de golpe; anunciando la llegada a su destino. El hombre mayor se sorprendió al poder ver el cartel del  famoso pub El Caldero Chorreante.


—Puedo verlo— susurró Hannibal al menor cuando el autobús marchó nuevamente, dejándolo solos.

—Te dije que había magia en ti— susurró a su vez el chico, pero sus ojos brillaban nuevamente de ese maravilloso color azulado y le entregó una túnica oscura. —Es mejor que use esto, no deseamos miradas indiscretas— comentó el joven a lo que el psiquiatra tomó la fina prenda y se la colocó, poniéndose la capucha al ver que Harry hacía lo mismo.

—Bien, continuemos— dijo. Abriendo la puerta e ingresando al pub, casi no había personas y los que estaban eran bastante sospechosos según el mayor.



Avanzaron rápido hasta la parte de atrás donde un callejón sin salida les obstaculizaba el paso. Unos toques en la pared de ladrillos y como si estuviera vivo la pared comenzo a moverse, abriéndose y dando paso a ambos hacía un silencioso callejón, casi sin magos. Solamente la droguería parecía abierta y después nada; algunos magos entraban a un callejón contínuo y no volvían a salir.


—Allí es donde nos dirigimos— dijo Harry, enseñándole un gran edificio alto y blanco. Hannibal asintió y ambos continuaron su caminata hasta llegar a la entrada, donde dos duendes se veían claramente fastidiados.

—Buenas noches— saludó Harry para sorpresa de las criaturas, que aún pasmadas lo saludaron de vuelta, el psiquiatra también dio un breve saludo y ambos ingresaron.


Hannibal no se maravilló por el oro o las piedras preciosas, tampoco con las muy poco agraciadas criaturas; para él, lo magnífico de aquél lugar se veía en la fina estructura del edificio, así como los diseños y decoraciones de tan buen gusto a lo largo de la recepción principal.

Siguió al mago menor en silencio hasta un atril donde el duende los miró con fastidio.

—Buenas noches, me gustaría hablar con el Sr. Grimphook, por favor— pidió amablemente Harry, el duende asintió en silencio.

—¿Quien lo busca?— preguntó, esta vez sin el tono de fastidio y desagrado.

—Lord Potter y su acompañante— durante algunos segundos la criatura no se movió, sin embargo podía sentir la mirada fija del mago bajo la túnica, aquello lo hizo reaccionar y con paso rápido pidió a ambos hombres que lo siguiera por los pasillos hasta una oficina que Harry conocía muy bien. El duende que los llevó pidió que esperaran durante unos segundos en los que anunciaba su llegada.

—Estoy ansioso— dijo en un susurro el menor justo antes de que la puerta se abriera y lo dejarán pasar.




Al ingresar la misma oficina bastante elegante recibió a Harry y su acompañante, una vez el mago de la recepción cerró la puerta tras marcharse, ambos visitantes procedieron a quitarse las capuchas de sus túnicas.

Grimphook miró curioso al otro humano.


—Buenas noches, Grimphook— saludó Harry, Hannibal le dio un suave asentimiento a su vez.

—Buenas noches Lord Potter; no esperaba verlo tan pronto, ¿Vino acaso por el inventario de sus cámaras? Por que hace cuestión de horas lo terminamos, pero queríamos esperar hasta el amanecer para enviarle la información— Harry sonrió tomando asiento e invitando al psiquiatra a la silla contigua a la suya; miró al duende y negó con la cabeza.

—No realmente, he venido por tres circunstancias que han pasado en los últimos días. La primera es mi apellido, quiero tomar el de mi madre, el verdadero; Gaunt— el duende asintió y convocó un par de pergaminos que se los pasó a Harry.

—En estos pergaminos usted acepta la herencia de su madre; su apellido. Recuerde que el jefe de la casa Gaunt será notificado de éste procedimiento— Harry lo miró emocionado.

—¿Hay alguna manera de comunicarme con Tom?— el duende asintió.

—Una carta dirigida a su nombre real bastaría para que le llegase— La emoción brilló en el rostro del chico y asintió. Observó satisfecho el pergamino; Harry James Potter Gaunt, se leía precioso.

—La segunda razón es que tuve un enlace mágico, el caballero que usted ve aquí es según la magia mi padre— El gobblin abrió enormemente los ojos, y entonces miro a Hannibal con apreciación.

—No siento magia en él— dijo frunciendo el ceño.

—Eso es por que hasta hace cinco días el vivía como un muggle— El duende miró en silencio a ambos.

—¿Un muggle?—Hannibal y Harry asintieron.

—No sabía nada de magia hasta el día del enlace— fue la primera vez que el psiquiatra habló. El duende lo miró con seriedad.

—¿Cómo se dio el enlace?— preguntó, comenzando a buscar una daga para rituales de sangre.

—Su magia... no sé si es común en los enlaces; pero vi su magia, era de un brillante color verde, como sus ojos. Lo vi envolverme y avanzando poco a poco hasta mi pecho y así como llegó, desapareció— contestó Hannibal, ya que el menor no había estado muy concentrado en ese momento.

—Un enlace de triple unión— dijo confundido la criatura, tomando un pergamino cualquiera y comenzando a escribir algunas runas.



—Ése enlace generalmente es para parejas; han ocurrido muy pocos casos de paternidad con éste enlace, ya que es uno que se divide  en cuerpo, mente y alma. Veamos que dicen los pergaminos, tres gotas de sangre por cada uno— Habló el gobblin, Harry tomó primero la daga; un rápido corte en la palma de su mano y tres gotas cayeron, se la dio a Hannibal quien repitió el proceso.


—Dejenme ver...— susurró la criatura y miró con atención el pergamino. —Es realmente increíble lo que ha hecho Sr. Potter, adaptó el enlace de triple unión a su propia versión, eligiendo como padre al caballero; tanto en sangre, mente y alma— Harry sonrió emocionado girándose hacia Hannibal, quien solo le dio leves caricias en el cabello.

—¿No habrá ningún efecto adverso?— preguntó el psiquiatra, el duende se giró a verlo de manera seria.

—A eso es lo que quiero llegar ¿Sr....?— hasta ese momento Grimphook no había reparado en el nombre del acompañante de Harry.

—Lecter, Hannibal Lecter— el gobblin lo miró con leve sorpresa, pero asintió.


—Mis disculpas por mi falta de modales, Sr. Lecter, a lo que iba era que; a pesar de que la propia magia de Lord Potter realizó el enlace, éste no está del todo hecho, pues se necesita un ritual para ello o con el tiempo simplemente se va a desvanecerse. Deseo que me permitan realizar el ritual- el mago de ojos verdes asintió, luego miró al psiquiatra; ésta era la prueba definitiva, Hannibal podría negarse, alejarse de Harry e incluso eliminarlo de su vida.

Pero entonces se fijó en la mirada del hombre, tanta soledad en esos brillantes ojos escarlatas, un anhelo indescriptible por aquellos quienes lo entendieran. Hannibal no lo sabía, pero él deseaba tanto como Harry la realización del ritual.


—No creo que sea una mala idea— fue la respuesta del hombre.

Entonces fue que el gobblin se puso manos a la obra.




No pasó mucho antes de que Bill Weasley ingresara a la oficina de Grimphook; Harry se tensó notablemente cuando el pelirrojo se dio cuenta de quien era, el psiquiatra veía con sumo interés como su ''hijo'' se levantaba de un movimiento veloz y susurraba un par de cosas. Entonces Bill recibía el impacto de un hechizo en el pecho y salía disparado hacia la pared más próxima. Otro par de palabras por parte de Harry y un muy fluido movimiento de manos y un par de cuerdas comenzaban a enredarse alrededor del cuerpo del mago que estaba desorientado pero no inconsciente.

—¿Harry?— preguntó Hannibal, pero el joven pareció no oírle, en cambio se giró hacia el gobblin que se veía positivamente aterrorizado.

—¿Qué hace un espía Dumbledore en ésta sala?— Bill observaba en pánico como Grimphook; uno de los gobblins más huraños y fuertes de todo el banco, palidecía ante la mirada de Harry. El joven miembro de la orden se preguntó qué era lo que aterrorizaba a la criatura. Hasta que lo vio.

—Tú... pequeña basura—Harry se giró hacia Bill, sus ojos rápidamente pasaban del verde habitual a uno mas amarillento con la pupila rasgada en una fina línea; como la de una serpiente.


—H-Harry— lo llamó el pelirrojo, el cabello del mago menor se hizo totalmente rojo; del mismo tono que el de su madre.


—Obliviate— susurró, entonces se giró hacia el duende.

—¿Qué hace un rompe maldiciones trayendo pociones para un ritual de enlace a tu oficina; Grimphook?— el duende dio un pequeño salto en su asiento y Harry estaba decidido a torturar a la criatura hasta que Hannibal lo interrumpió.



—Estoy seguro de que hay una explicación para ello, Harry. Tranquilo— el psiquiatra lo tomo del rostro, dejando leves caricias algo rudas en sus cabellos para que le prestara atención. Harry dio un tembloroso suspiro antes de cerrar los ojos y abrazar al hombre que lo recibió con palmaditas en la espalda esperando a que se calmara.


—Yo... me temo que por las noches los magos que trabajan en el banco se encargan de este tipo de pedidos en las oficinas, sin embargo no creí que el Sr. Weasley vendría, sabiendo de sus alianzas con el director de Hogwarts y la posible reacción de usted; fue un error mío, lamento las molestias— Harry suspiró aún en el abrazo del psiquiatra y observó como Bill se encontraba ido, mirando con el ceño fruncido el piso de piedra.


—Entiendo, me disculpo por mi actuar tan agresivo; pero debe entender que nadie debe estar enterado de mi situación en estos momentos, no hasta el inicio de clases— el duende asintió y con un movimiento de manos recogió los elementos para el ritual y otro duende llevó al desmemorizado mago pelirrojo sin decir una palabra y sin mirar a los invitados de Gimphook.

—Ya que nuestro invitado indeseado se ha marchado, creo que es conveniente realizar el ritual— los dos hombres se acercaron y nuevamente tomaron asiento en sus respectivos lugares, el gobblin por su parte preparaba dos copas de plata con diferentes piedras preciosas y runas grabadas, vacío un vial de una poción cristalina dentro de cada una; entonces un pequeño polvillo brillante que Harry reconoció como cuerno se unicornio pulverizado también fue puesto dentro. Entonces se pidió sangre de ambos, cinco gotas de en cada copa. Y el gobblin los miró.


—Pónganse de pié y pónganse esto en los hombro—  una cadena de diferentes flores y hojas secas les fue entregada. Harry, como el que tenía más conocimiento en éste tipo de cosas, fue quien hizo todos los pasos. —Tómense de las manos, la del padre sobre el del hijo; simbolizando la protección que le brindarás a tu hijo— ambos realizaron la acción pedida por la criatura. —Ahora diré un cántico en latín y griego antiguo, apenas terminen ustedes tomarán una copa y darán de beber al otro, ¿Entendido?— preguntó, ambos asintieron y Grimphook comenzó.


Las palabras eran dichas en un tono bajo y grave, la magia comenzó a condensarse alrededor de ellos y la criatura los miró a los ojos y luego señaló las copas.
Entonces terminó de recitar el hechizo, y tanto Harry como Hannibal tomaron sus respectivas copas, dando de beber el brebaje raramente dulce al otro. Y un haz de magia dorada comenzó a envolverlos; y poco a poco se hacía de un color verde y luego pasó a un carmín demasiado parecido a la sangre.


Era la primera vez que Grimphook veía ese fenómeno en los colores de las magias en éste tipo de ritual; generalmente la magia mostraba lo que conectaba a ambos como familia, al parecer eso eran la muerte (el color verde como la maldición asesina) y la sangre (el haz de magia carmín).

—¿Cómo se sienten?— preguntó la criatura frente a ellos, ambos hombres se miraron y se sonrieron; el psiquiatra más leve, pero sus ojos brillaban.

—En perfectas condiciones— respondió, poniendo una mano en el hombro de Harry con cariño. Y volvieron a sentarse, con magia Grimphook hizo desaparecer todo lo del ritual y el papeleo fue llenado, Harry Potter era oficialmente ante la magia como hijo de Hannibal Lecter.



—Bien. Ya que hemos hecho el ritual, ¿Cuál es ése último pedido que tiene para mí, Lord Potter?— Harry asintió y dio un suave suspiro.


—Quisiera que se le realizara una prueba de herencia y de salud a mi... padre— apenas susurró la palabra sus mejillas se pusieron coloradas. El duende ocultó su sonrisa y se dirigió su mirada al hombre mayor.


—Me supongo que eso es debido a su magia, o más bien a la falta de ella, ¿No?— el de ojos verdes asintió y de sus cajones dos pares de pergaminos.

—Escriba su nombre en ambos pergaminos con esta pluma— dijo, entregandole una pluma negra con la punta de metal.

—¿No necesita tinta?— preguntó Harry, el duende negó mientras observaba al otro hombre escribir su nombre en perfecta caligrafía.

—Es una pluma negra, nos ahorra la utilización de dagas— Hannibal miró con curiosidad la alargada pluma de filosa punta.


—Creí que las plumas de sangre estaban prohibidas por el Ministerio desde el siglo XVI— dijo el chico impresionado.



—Como sabrá, Sr. Potter, Gringotts no se rige bajo ningún Ministerio— Harry sonrió y con curiosidad miró al gobblin observar el pergamino.

—Señor Lecter... bueno, tal vez deba decir Conde Lecter— se escuchó un ''whoaa'' impresionado por parte de Harry y Hannibal asintió; demostrando que lo escuchaba.


—¿El nombre de Hannibal el Macabro le suena?— el psiquiatra negó con la cabeza.

—Soy el octavo de mi línea familiar en llamarse Hannibal, no estaría muy seguro de cuál de ellos me habla—  el duende asintió.


—Pues verá, dentro de la historia de las artes oscuras el nombre de Hannibal el Macabro es casi un mito, se dice que fue el primero que logró tener la sangre de un Wendigo en sus venas; en aquellos tiempos muy poco se sabían de éstas criaturas, desde luego aquello causó gran controversia y hubo varios enemigos que quisieron saber cómo fue que consiguió el poder de tan notable criatura oscura— Hannibal escuchaba todo muy atentamente, una historia de su propio linaje desde un punto de vista que jamás imaginó.


—Papá tiene parte de criatura— dijo Harry en un susurro, el duende se fijó entonces en el pergamino de salud y se sorprendió de varias cosas que allí decían.

—Como iba diciendo— continuó, entrenándole el pergamino de herencia al hombre mayor. —La familia Lecter es una de las más antiguas en Europa del Este, se caracterizaban por ser magos oscuros, era de público conocimiento que en la familia eran expertos duelistas y pocionista; la mayoría experimentaba con pociones. La peste negra se desató por culpa de una de sus pociones fallidas; esa fue una de las muchas razones por la cual se los tacharon como magos oscuros— tanto Harry como Hannibal estaban impresionados con el historial familiar de éste último. ¿Quién hubiera imaginado que la peste negra fue producto de una poción mal hecha?


—Se dice que Hannibal el macabro mató a un Wendigo y que consumió su carne para tener su poder, desde luego solo era un rumor; pero en aquél tiempo todos lo creían, por lo que sus enemigos lo emboscaron—  el psiquiatra arrugó la nariz y Harry se acercó un poco más a su padre.—Un trío de magos lo emboscó en la mitad del bosque, el Sr. Lecter ya no era joven, por más que tuviera experiencia no podría contra tres jóvenes magos, además iba con su hijo menor— un mal presentimiento se albergó en el pecho de ambos hombres frente a la criatura. —La sangre es el elemento más íntimo que puede usarse en la magia, es por eso que se realiza en diferentes tipos de rituales, pociones y maldiciones. Tu propia sangre puede ser utilizado por tus enemigos en tu contra, éso fue lo que hicieron, tomaron al pequeño hijo del antiguo Sr. Lecter, lo hirieron de gravedad y utilizaron su sangre en un ritual de maldición; una maldición de sangre; que suprimiría el poder mágico de sus descendientes, solo cuando un nuevo Wendigo aparezca en la línea familiar podría romperse— el gobblin continuaba la historia observando como era escuchado con atención.

—Desde luego aquellos magos no esperaron que ellos se adaptarán rápidamente al mundo muggle; eran una familia rica que por años acumuló el oro de sus antepasados, eran cultos y elegantes, bien parecidos, no pasó mucho antes de que el hijo de Hannibal el Macabro se desposara con una pudiente Condesa de la época, entonces vivieron como muggles, alejados de la magia, nunca hubo un niño Lecter con el suficiente poder dentro de su núcleo marchito como para albergar al Wendigo... hasta ahora— Grimphook con curiosidad al elegante hombre frente a él.

—Nunca había oído éste lado de la historia familiar— susurró el psiquiatra, Harry le tomó de las manos dando un suave apretón.

—Desde luego que no lo haría, aquella maldición es bastante fuerte, sus antepasados no creyeron que algún día podría ser desmantelada— La mirada del hombre mayor pareció perderse por algunos segundos.

—Usted alberga magia en su interior Conde, muy pronto los bloqueos de su núcleo se romperán; y todo el poder de sus antepasados irá a usted, así como su sangre de criatura se activará y podrá tomar control de su propio poder; que según este pergamino ya lo controla bastante bien, pero una vez esté libre necesitará mucho esfuerzo para volver a controlarlo— Harry estaba feliz, su padre tendría magia, sus bloqueos solo debían romperlos, miró a Hannibal esperanzado; notando como éste se veía abrumado con tanta información.

—¿Cómo haremos para romper sus bloqueos?— tomando nuevamente la mano de su padre; en señal de apoyo, Harry preguntó al duende lo que seguramente el psiquiatra quería saber.


—El núcleo mágico de los humanos es muy delicado, es mejor no alterarlo. Como mucho en un mes o dos ya lo tendrá totalmente liberado y en pleno uso de todo su poder, espero que usted lo guíe por este frondoso camino Lord Potter, la magia accidental será mucho más fuerte que la de un niño de seis años— el joven de ojos verdes asintió, mirando de reojo a su padre.

—¿Nada más que debamos saber de su herencia?— el duende negó.

—¿Posee cámaras aquí en Gringotts?— un rápido vistazo al pergamino y la criatura  asintió.

—Hay varias cámaras congeladas, pero si firma un par de documentos podrá acceder a ellas— Harry asintió con seriedad.

—También vamos a querer una lista de todas sus propiedades y un inventario de sus pertenencias dentro de cada Cámara— el gobblin iba anotando todos los pedidos del chico en un pergamino aparte.

—Si hay diarios, libros, bitácoras, rollos de pergaminos, cualquier cosa escrita por Hannibal el Macabro; vamos a querer que se nos lo envíe vía lechuza— Grimphook asintió y tras escribir todo miró nuevamente al chico.

—¿Algo que sobre el pergamino de salud que necesite ser informado?— el duende deliberadamente ignoró la parte en la que decía que el psiquiatra comía un corte muy específico de carne, el hombre tenía una criatura oscura dentro suyo; una que se alimentaba de carne humana, no debería sorprenderse. Si había un monstruo comiéndose a los suyos caminando entre los humanos ellos no eran nadie para decirlo. Era mejor estar del lado bueno de ambos hombres.


—Nada realmente importante, solo un par de golpes y heridas menores que sanaron con éxito, ninguna enfermedad, el estado del núcleo magico del Conde está detallado en éste pergamino— comentó, y tras buscar un sobre metió ambos dentro, para entregárselo al hombre mayor, quien con una mirada seria lo guardó dentro del bolsillo interno de su abrigo.


—Creo que eso sería todo Grimphook, en la semana estaré viajando con mi padre fuera del país, te estaremos enviando cartas regularmente informándote de nuestra posición; pero creo que ésta demás aclarar que toda esta información debe quedar como confidencial— el duende asintió con seriedad.

—Por supuesto que sí Sr. Potter— Harry sonrió entonces.

—Estoy seguro que el Conde Lecter dejará que tomen algún artículo hecho por su pueblo como agradecimiento, ¿Verdad?— Hannibal asintió algo ido y entonces se despidieron.

—Esperamos recibir pronto noticias de las cámaras Sr. Grimphook— Harry le dio la mano, con un apretón para despedirse.

—Por supuesto Lord Potter, éstos son los documentos de sus cuentas, ante cualquier consulta no dude en enviar una lechuza— Harry asintió y con un último apretón se despidió, Hannibal aún pensativo dio un asentimiento de cabeza como despedida; se pusieron las túnicas y nuevamente fueron guiados hasta la recepción por un duende menor.

—Esa fue una reunión muy informativa— Fue lo primero que dijo Hannibal apenas salieron del banco, Harry sonrió, guiándolo fuera del callejón.

—Estoy emocionado, ¿Te imaginas cuando tengas tu varita? Me pregunto que núcleo tendrá, por Merlín... ¡Estoy muy feliz!— Harry se giró a ver al psiquiatra, quien no pudo evitar sonreír; sus ojos nuevamente estaban de ése color azul tan parecidos a los de Will, parecía casi hacerlo a propósito. Hannibal le sonrió apenas —como sólo él podía hacerlo— y dio suaves caricias a sus cabellos.

—También estoy feliz... hijo— fue un susurro casi cohibido, Harry agachó la cabeza escondiéndo sus sonrisa, sin decir nada tomó la mano de su ahora padre y salieron a las frías calles de Londres.



































Harry sonreía mientras se despedía de Hannibal, quien iría a su hotel en el autobús noctámbulo; claro que tuvo que convencerlo al escuchar las muchas quejas por parte del psiquiatra, que no quería volver a subir al vehículo infernal.

Entonces allí estaba, frente a la sosa puerta de la casa de sus tíos; y su sonrisa se borró, y las voces en su cabeza que en los últimos días habían estado tan felices y calladas comenzaron a susurrar.

'¡Hazlo ya!'

~No, despiértala y dile que mañana será... tortura psicológica, Harry. Dulce tortura psicológica~

'¡Quiero que sea ahora!'

—Silencio— calló a las voces, inspiró con fuerza e ingresó determinado a la casa. Observó su vieja alacena y todo el odio que sintió por años comenzó a correr por sus venas.













Unos intermitentes toques en la puerta habían despertado a Petunia en medio de la madrugada, temiendo que fuera Harry se levantó con rapidez a abrir la puerta. Todo color de su rostro se desvaneció al ver a su sobrino allí, recostado en la pared del pasillo, sus ojos amarillos brillaban en la oscuridad.

—Hola tía— susurró; dándole una de sus más tétricas sonrisas. El corazón de Petunia pareció detenerse y luego volver a latir de forma acelerada.

—¿H-Harry?— la sonrisa del joven mago se extendió aún más por su rostro.

—Solo venía a avisar; deberías consentir en todo a Duddley mañana, no habrá un día siguiente después de ése— los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas.

—H-Hay necesidad...— sin darse cuenta comenzó a llorar. —Hay necesidad de que Duddley también...-—Petunia nisiquiera pudo terninar la frase y Harry borró toda emoción de su rostro.

—Tía, no te guardo tanto rencor como crees. Pero tampoco puedo perdonarte— Harry se acercó y su tía cerró los ojos con miedo. Sin embargo solo le acarició el demacrado rostro. —Yo les daré una muerte digna, sin dolor. Si dejo a Duddley vivo ¿Crees que Dumbledore no irá tras él? ¿Crees que no lo torturará de la peor forma posible para que le diga dónde iré? ¿Que no lo matará luego y tirará su cuerpo en cualquier zanja?— Petunia abrió los ojos; resignada a su destino.

—¿Morir duele, Harry?— preguntó, su voz sonando casi infantil. Harry le sonrió, limpiando cada una de las lágrimas que caían por su rostro.

—Es como dormir— susurró.

'O al menos contigo y tu hijo será así'

~No decimos lo mismo por el cerdo de tu esposo~


—Entiendo. Una última cosa, mi hermana, ¿Lily me odiaba?— Harry casi pudo ver lo herido del alma de su tía. Y entonces supo que esa noche de Halloween él perdió a su madre, pero Petunia había perdido también a su hermana.

—Nunca lo hizo— una sonrisa triste fue la respuesta de la mujer.

—Yo tampoco. Buenas noches Harry— la mujer se despidió, ingresando nuevamente a su habitación.

—Buenas noches tía Petunia— fue su respuesta, entonces marchó a su propia habitación, donde comenzó a redactar una carta dirigida a su padre.

—Bien pequeña, lleváselo a mi... padre— susurró bajito, antes de taparse el rostro emocionado. —Hannibal Lecter, pequeña— la lechuza dio unos suaves mordiscos con cariño a sus dedos y esperó a que Harry abriera la ventana para salir con la carta para el psiquiatra.










Todo el día siguiente Harry se la pasó en su habitación leyendo uno de los muchos libros de los Peverell, aún no hablaba con los retratos, sinceramente tenía cierto pavor por conocer los miembros de la familia Black o al mismísimo Salazar Slytherin; lo haría con su padre, gracias.

Y la noche llegó, y con ello la visita del psiquiatra Harry dio una simple mirada a su tía y ésta llevó a su hijo a su habitación dónde el chico lo siguió.


—Quédense aquí, cuando termine volveré. Será mejor si duerme un poco, tía— la mujer entendió a la perfección, unos hechizos de silencio lanzados en el cuarto y al salir uno de cerradura.

—¿Preparado, Harry?— preguntó Hannibal, el chico asintió, sus ojos se volvieron nuevamente de ése azul tan precioso y Harry sacó su varita, un petrificus totalus fue lanzado al obseso hombre que era su tío; uno más para levitarlo y lo llevaron de la sala a la habitación matrimonial.


—¿Quieres que continúe petrificado o lo quieres con cuerdas y que permanezca consciente?— preguntó Harry mientras insonorizaba la habitación, el psiquiatra lo miró mientras de su bolso quitaba dos de sus trajes especiales de plástico.

—Prefiero que esté consciente y pueda ver lo que hago... las cuerdas— dijo, de un pequeño neceser comenzó a quitar dos bisturí, dos pares de guantes y miró como Harry hacía un manejo excepcional de su varita; un par de cuerdas comenzaron a rodear el cuerpo de Vernon y el petrifucus fue revertido.

Harry estaba emocionado, Vernon intentaba sin éxito salir de su prisión de cuerdas y comenzaba a gritar por ayuda a Petunia, pero nadie venía.


—Debes estar orgulloso tío Vernon, todo lo que me hiciste durante éstos años me enseñó dónde cortar, dónde romper para no morir, solo para sufrir— una risita encantadora salió de sus labios y Hannibal se acercó, con algo muy parecido al orgullo paternal brillando en sus ojos. Harry entonces desvaneció la ropa de Vernon, dejándolo solo en ropa interior.

—Bien Harry, acércate, te mostraré como identificar si el estómago está en buen estado— el joven mago se acercó curioso, observando al médico realizar el primer corte.

La sangre comenzó a brotar con rapidez y el llanto de Vernon llenó la habitación, también el sonido de huesos rompiéndose; piernas, brazos, costillas, todos esos hechizos que aprendió de los libros de la biblioteca Black habían servido. Harry emocionado comenzó a jugar con los órganos internos del que algún día fue su torturador personal.


—Ahora, ésto de aquí  es el final del esófago, debes cortar aquí para poder extirpar el estómago; entonces, debes cortar allí y en el duodeno, que es donde comienza el intestino delgado— maravillado Harry veía como el estómago de Vernon era retirado y puesto a un lado en la cama; Vernon horrorizado vio la sangre que salpicaba a los otros dos hombres y Harry con perversión tomó el estómago extraído y lo alzó para que lo viera, dejando que el organo rozara su rostro manchándolo de sangre; Vernon no aguantó mucho antes de comenzar a gritar con fuerza, completamente aterrorizado. Entonces Hannibal sacó una jeringa de un compartimento de su bolsa.

—¿Qué es?— preguntó el menor dejando de lado la tortura al obeso hombre, el médico quitó la tapa e inyectó el líquido que había dentro directamente a su cuello. Vernon comenzó gritar con mas fuerza y a moverse  ferozmente; intentado escapar de sus ataduras.

—Una inyección de adrenalina, no queremos que muera muy pronto— Harry le sonrió en respuesta.

—No se ve muy bueno— mencionó el joven mago, observando la mórbida cantidad de grasa alrededor del estómago, los pulmones y el corazón.


—Es por que no lo es, no consumiremos nada de aquí, ésto es puramente para conocimiento práctico— el niño que vivió miró con sus ojos brillantes a su padre, quien le sonrió en respuesta. Entonces señaló los pulmones. —Mira, debes cortar aquí, en el cartílago traqueal— Hannibal le pasó un bisturí y Harry  lo tomó y como en clase de pociones cortaba los ingredientes; realizó el mismo procedimiento con el cartílago, una tajada rápida y Vernon ya no tenía pulmones.


—¿Qué haras con ellos?— preguntó el hombre mayor, refiriéndose al estómago y los pulmones que descansaban en la cama al costado del cuerpo agonizante de Vernon.

—Los pondré en el refrigerador— respondió, y mientras veía a Vernon temblar desangrándose, con un hechizo recientemente aprendido de uno de los diarios de su tío Tom; comenzó a romperle los huesos de los dedos de las manos y de los pies; y justo antes de que el obeso hombre diera sus últimos temblores antes de morir, Harry con un diffindo le cortó la lengua.


—Veamos si así dejas de escupir tanta basura por la boca— murmuró con saña. La respiración de Harry poco a poco comenzó a acelerarse, sus manos comenzaron a temblar y las voces dentro de su mente comenzaron a festejar.

—Harry— susurró Hannibal, acariciando sus mejillas, el menor apenas sintió el toque volvió en sí; dejando al hombre mayor que lo mime.

—Lo siento, de repente sentí mucha... ¿Euforia? ¿Tranquilidad?—  Hannibal simplemente asintió antes de levantarse y acercarse para abrazarlo.

—Ya todo terminó— susurró y las lágrimas de Harry comenzaron, por fin se sentía liberado de uno de sus más grandes de demonios; y no se refería únicamente a Vernon, sino a esa incontrolable sed de sangre que siempre estuvo allí, dentro de él y muy en el fondo.

—Gracias... gracias... gracias papá— susurró aún entre los brazos del hombre mayor. Y las lágrimas terminaron y Harry se separó del mayor comenzando a limpiar los restos de lágrimas.

—Bien, ahora debemos montar toda la casa— con nuevos ánimos Harry tomó los órganos que él mismo con ayuda de su padre había extirpado y fueron a la sala.
Un poco de sangre extraída de Vernon aquí, otro poco por allá, algunos muebles destruidos, la cocina bañada en sangre de Vernon y suya combinadas, por que debía signos de que era maltradado, entonces pidió a su padre que lo acompañara a la habitación de Duddley.

Allí, su primo estaba acostado, durmiendo plácidamente, Petunia acariciaba los rubios cabellos de su hijo con dulzura mientras cantaba una nana antigua. Ambos en el mismo lecho, con su tía abrazando al menor como si lo estuviera protegiendo.

—Tía— llamó despacio Harry, y la mujer ahogó un sollozo; lo miró entonces, con sus ojos azules llorosos y observó la sangre que lo cubría de pies a cabeza. Él hombre tras su sobrino estaba en las mismas condiciones. ¿En qué habían convertido al pobre Harry? Petunia sentía una profunda culpa. Una inmensa.

—¿Quieres ser la primera?— preguntó, y la mujer asintió aún llorando, abrazó con un poco más de fuerza a su hijo y solo pudo pensar en lo mucho que sentía haber ayudado en convertir en aquel monstruo a su sobrino. Lo siento.

—Avada Kedavra— la luz verde impactó en su cuerpo y ya no sintió, poco después, la misma luz impactó en su primo. Harry los había matado a ambos, sin dolor; como lo había prometido.

Entonces susurró un último hechizo dentro de esa habitación.

—Orchideous— y varias flores comenzaron a aparecer en la cama, rodeando ambos cuerpos; unas Petunias y unos Lirios, y sin más volvió a cerrar la habitación.

—Cuando te vayas dejaré abierta la puerta, romperé algunas ventanas y me encerraré en mi cuarto, por la mañana lo más seguro es que los vecinos vengan, espera a que te llamen— dijo Harry, sacándose el traje de plástico juntos con Hannibal y ayudando a guardarlo.

—Toma, ponte ésto antes de salir, así nadie te vera— la capa de invisibilidad fue dejada en las manos del psiquiatra, quien la miró con curiosidad.

—De acuerdo, ¿Estás seguro que no necesitas que me quede un rato más?— preguntó, Harry le dio una suave y cansada sonrisa.

—Estoy seguro papá, mañana cuando nos veamos, será para vivir nuestra nueva vida— Hannibal dio una última mirada antes de abrazar a Harry, quien correspondió gustoso a la muestra de cariño.

—Nos vemos mañana— fue lo último que dijo el mayor antes de ponerse la capa —y sorprenderse de las utilidades de ésta— y salir de la casa.

Harry en cambio suspiró y comenzó a explotar otros muebles más en el pasillo, hasta llegar a la sala. El televisor fue partido en dos, el gran ventanal detrás fue roto en miles de pedazos y por último, Harry forzó un poco el pomo de la puerta antes de dejarla abierta de par en par.

Con la sensación de que mañana sería un buen día se marchó a su habitación, dónde un hechizo candado muy leve fue puesto a la puerta; entonces allí recogió todo lo que necesitaría en su baúl y éste lo encogió para meterlo en su bolsillo. Un glomour y parecía recién salido de una pelea callejera, ahora solo debía esperar. Esperar y ver como su vida cambiaba y para mejor al lado del psiquiatra. Quería que llegara mañana. La ansiedad comenzaba a llenarlo, quería conocer a su hermana y a Will, quería que también ellos sintieran la euforia que él sintió al matar.

Sabía que si lo hacían ya no habría nada que los pudiera parar o separar. Y eso era algo que esperaba con muchas más ansias que la llegada del amanecer.







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