Amuse - Bouche
N/a: Antes de comenzar, esto es un crossover gente, no encontraran un Hannibal completamente sin escrúpulos. Él está formando su propia familia y se ve reflejado en Harry y a Mischa en Abigail, así que no esperen que sea muy insensible. Escribo a Hannibal desde el punto de vista de alguien que fue privado de su familia y ahora está desesperado por obterner todo de la que ha creado. El capítulo tiene mucha pelusa así que me disculpo en el siguiente se viene lo chido xd (alto spoiler) espero que igual sigan dándole una oportunidad a la obra.
Capítulo dedicado a propieti_of_woods por animarme con sus comentarios, no solo en ésta fic, sino en la mayoría de las que he publicado, gracias 💕
Acto II: Amuse - Bouche
Parte 2: De las contradicciones de la mente y el corazón.
—¿En qué piensas, Harry?— decía Hannibal, iba dejando pequeños trozos de salchichas para los perros de Will, fue una grata sorpresa cuando el agente le pidiera a ambos cuidar de su paquete mientras estaba fuera por un caso. Hace al menos cinco minutos que el adolescente miraba por la ventana en silencio; acariciando con suavidad la cabeza de Winston.
—¡Oh! Es solo que ese bosque de allí es especialmente perfecto para nuestra celebración de Litha, ya vi por lo menos tres hadas por los límites, no me puedo imaginar cuantas habrá más en lo profundo— se giró a mirar al psiquiatra emocionado; éste solo le sonrió.
—Falta muy poco, deberé hacer las invitaciones, para Will y para Abigail... eso si ella no queda con nosotros, lo cual espero que no suceda— murmuraba Hannibal, Buster parecía encantado de poder descansar su hocico sobre los pies del hombre.
—Deberíamos ir pronto al Mercado de Salem, podríamos comprar algunas cosas para esa noche y de paso algunos ingredientes extras para pociones, sin olvidar tus libros papá, despues de Litha debes ir a hacer tus Timos— el hombre volvió a asentir. Viendo que los perros ya habían comido lo suficiente; los dejó salir un rato fuera de la casa.
—De acuerdo, si quieres podemos ir mañana, hoy por la tarde viene un empleado del gobierno— Harry arruga su nariz en un gesto casi indignado.
—¿Es por la adopción de Abi?— preguntó, el hombre asintió, también indignado por que un empleado del gobierno viniera a verificar si sería un buen padre o no, casi rodó los ojos, pero eso sería muy grosero.
—¿Cómo crees que reaccionará Will? Tal vez encontremos algunos seres feéricos— decía volviendo a mirar el bosque, cargando al pequeño Rufus, ¿Cuántos perros se suponía que tenía Will?
—Probablemente creerá que está loco, y necesitará una demostración de magia con tu varita para creer realmente— Harry soltó una breve risita husmeando un poco entre las cosas de Will, le llamaba la atención las plumas azules del cebo que estaba creando.
—Casi puedo ver su rostro— murmuró el menor con una sonrisa siniestra.
—¿Alguna noticia de tu tío?— preguntó el psiquiatra, tomando todo lo que había recogido y llamando al paquete del agente, el adolescente se situó a su lado en el pórtico de la entrada.
—La fuga será en la noche de Litha, ha reunido los suficientes de sus seguidores para ello— la voz de Harry se oía plana, pero una nota de preocupación podía filtrarse.
—Estás preocupado— afirmó el rubio, el menor resopló con sorna.
—Por supuesto que lo estoy, irán a Azkaban, un lugar lleno de dementores, sé de lo que son capaces esas criaturas, lo vi en carne propia con Sirius— permanecieron en silencio durante un largo y tortuoso minuto.
—Eh notado que evitas deliberadamente hablar de tu otro padrino— dijo el psiquiatra, cerrando la puerta tras ellos cuando el último perro ingresó a la casa; dejando sus tazones llenos de comida y agua para el resto del día, y con cada una de sus pertenencias con ellos. Tras asegurar la puerta ambos marcharon hacia el Bentley.
—Él no me ve como su ahijado, así que yo no lo veré más como mi padrino— fue la respuesta del chico, Hannibal se tomó un momento para procesar todo; estaba feliz de que el chico creara su propia familia en base a los deseos oscuros de su propio corazón, sin embargo era preocupante la facilidad con la que se desligaba de su antigua ''familia''.
—¿Qué te hace pensar eso?— preguntó más por curiosidad que por querer que Harry de verdad consideraara la opción de perdonar la ausencia del afamado Sirius Black.
—Él ve en mí a mis padres, aún no acepta la muerte de James, Remus es lo mismo, el vive únicamente para cuidar de Sirius. Para ellos es más importante la guerra, les es más importante seguir las ordenes de Dumbledore, morir en el intento. No quiero eso— dijo después de un momento, el motor del Blentey fue encendido y Hannibal avanzó nuevamente hacia Baltimore.
—Parece que le tienes rencor— fue una afirmación, Harry hizo una mueca con los labios, y se giró para mirar por la ventana.
—Todo el que puedes tenerle a alguien que prometió cuidarte y no lo hizo. Lo conocí cuando tenía trece, estoy por cumplir quice y no he vuelto a verlo— las manos del mayor apretaron con fuerza el manubrio, pero el suave toque del chico en su brazo lo calmó.
—Ahora estoy contigo Harry, no permitiré que nadie nos aleje... eres mi hijo ahora, pronto tendremos a tu hermana con nosotros y espero que después de ello tengamos a Will— Harry sonrió, una pizca de inocencia aún podía verse en sus ojos. Una que solo salía a la luz con la mención de la familia.
—Lo sé papá, yo tampoco me alejaré de ustedes— y no hubo más conversación por el resto del viaje.
Cuando Jack Crawford tocó el timbre de de la casa de Hannibal Lecter, no esperó que ese chiquillo de ojos verdes que tantas veces vio en con Abigail Hobbs le abriera la puerta. Lo miró un tanto desconcertado, sin embargo adoptó una postura igualmente seria, casi intimidante. El niño levantó una de sus cejas; casi de la misma manera que lo hacía el psiquiatra, muy poco impresionado. Harry había soportado las miradas de Severus Snape por cuatro años más que nadie, éste pseudo líder no lo intimidaría.
—Buenas noches— saludó educadamente Harry, el hombre mayor dio un asentimiento.
—Buenas noches, joven...— Harry sonrió casi gatunamente.
—Harry Lecter. Debo suponer que usted es nuestro invitado, el agente Crawford, ¿Me equivoco?— Jack miraba al chico, tenía una mirada calculadora e inteligente, la misma que la del doctor Lecter, sonrió más por cortesía que por otra cosa y le extendió la mano.
Observó con curiosidad cómo el chico utilizaba guantes de cuero ajustados completamente a la forma de sus manos.
—Mis disculpas por dejarlo aquí parado en la puerta, adelante— y con un movimiento elegante lo dejó pasar, guiándolo hacia el comedor.
—Buenas noches Jack, veo que ya conociste a mi hijo. Harry— el psiquiatra lo recibió con el cabello un poco más despeinado de lo normal, las mangas de la camisa hasta los codos mostrando unos fuertes antebrazos, traía un delantal azul oscuro que te distraía toda la amenazante figura del psiquiatra.
—Ya tuvimos las presentaciones, curioso muchacho su hijo Doctor. No sabía que tenía uno— Hannibal sonrió al igual que su hijo.
—Voy diez meses del año a un internado en Escocia, así que no estoy a menudo por aquí, solo en las vacaciones— murmuró Harry —¿Vino?— preguntó, mostrando el decantador, dio unos suaves giros al líquido oscuro dentro. Jack sonrió.
—Por supuesto— dijo y de forma artística Harry sirvió un poco de vino en la delicada copa de cristal.
—Si me perminten, veo que mi hijo podrá atenderte de la mejor manera, iré a terminar los platos y cambiarme. Harry, dejo al agente Crawford en tus manos— Harry le sonrió con cariño y asintió, sirviendo unos pequeños canapés.
—Entonces... ¿Un internado? No me sorprende realmente viniendo del doctor Lecter— comentó casualmente el hombre y el chico de ojos verdes se sirvió un poco de jugo de calabaza -mucho más delicioso que el de Hogwarts, gracias a los experimentos de su padre-.
—Papá también estudió en un internado durante su infancia, es de familia; supongo, ya sabe, costumbres— hizo un gesto con la mano y la mirada de Jack nuevamente se fijo en sus guantes, hizo un escaneo de la ropa del muchacho nuevamente, zapatos negros brillantes, pantalones de vestir ajustados (en eso difería con su padre), camisa de seda rojo oscuro y un chaleco negro a juego; suponía que había algun saco hecho a la medida en algún lugar. El chico era parecido a su padre pero no tanto.
—¿Sería muy indiscreto de mi parte preguntar la razón de que utilice guantes?— Jack dio un suave sorbo de su vino, como si no hubiera sido grosero, el menor oyó las suaves pisadas de su padre gracias a sus sensibles sentidos desarrollados de su sangre de criatura, dio una sonrisa misteriosa al hombre.
—Para nada, pero usted es el Director de la BAU; déjeme escuchar sus teorías, Sr. Crawford— el hombre solto una pequeña carcajada y asintió.
—Muy bien, muy bien... no creo que sea una cicatriz o algo parecido, ¿Alguna fobia tal vez?— Harry dio un sorbo a su jugo aun con una sonrisa; ésta vez era un poco más aniñada, no como la que hizo cuando lo recibió en la entrada -una perturbadoramente parecida a la del psiquiatra-, ahora parecía que trataba con un niño.
—No, no tengo una fobia, es más por protección— soltó casual, los ojos de Jack se estrecharon en sospecha.
—¿Protección?— preguntó el agente, sus hombros se pusieron rígidos.
—Me temo que es verdad, Harry es algo... sensible— la voz de Hannibal hizo dar un salto a Jack, pues apareció tras él en el comedor.
—No puedo imaginarme qué tan sensible puede ser— respondió, aún con sospecha.
—Harry tiene el mismo don que Will, agente Crawford— reveló entonces el psiquiatra; padre e hijo se lanzaron una mirada, curiosos por saber cómo reaccionará el hombre ante la pieza de información.
—¿Cómo?— ambos Lecter casi rodaron los ojos. ¿Acaso no podía decir más?
—Harry tiene el mismo transtorno de empatía que Will, quizás con algunas diferencias— repitió. Jack tenía los ojos enormemente abiertos; el psiquiatra estaba tranquilo, el único adolescente miraba expectante a una reacción.
—Eso es... increíble. Creí que Will sería el único que conocería— el psiquiatra sonrió mientras se acercaba.
—Bueno. Como dije antes, Harry es ligeramente diferente a Will. Traeré nuestros platos— Nuevamente volvió a la cocina y solo entonces el agente vio que traía una ropa diferente.
—Me es difícil creer que eres como Will, ambos se ven tan diferentes— comentó Jack, intentando crear conversación, sin embargo Harry seguía tan callado, con sus ojos verdes relampagueándo en advertencia cuando el hombre de color no se daba cuenta.
—Bueno, mi mente no es obligada a meterse dentro de asesinos en serie continuamente, creo que cualquiera que tenga nuestro don y que se cuide en definitiva no se vería como Will Graham— un sabor amargo subió por el paladar del Jack, el joven adolescente habló con tanta seriedad que se sintió regañado ¡Por un quinceañero! Hannibal ingresó nuevamente al comedor haciendo malabarismos artísticamente con los tres platos de la cena. Harry le sonrió a su padre, sabía que escuchó todo lo que dijo. —Pero como dije, no somos iguales; nuestras impresiones de los demás, y la percepción de ellos hacia nosotros... todo influye en nuestro comportamiento; el agente Graham es más visual, él lo ve todo observando. Yo funciono mejor tocando, por eso los guantes— finalizó mostrando sus manos con una sonrisa más suave. Jack permaneció en silencio y Hannibal finalmente tomó asiento.
—Buen provecho— dijo y comenzaron a comer.
—¿Te importaría darnos una muestra de su empatía?— preguntó Jack, el menor apretó los labios y miró a su padre, éste solo giró hacia un lado el rostro y Harry mordió su labio inferior indeciso, hasta que asintió. Todo esto siendo notado por el agente del FBI que veía impresionado la conexión casi palpable que tenían como padre e hijo.
—Usted está casado, sin hijos... sin embargo últimamente se ha preguntado si no es demasiado tarde para tenerlos ahora. Su esposa dijo que sí, está preocupado por su matrimonio, ha tocado por lo menos tres veces su anillo en los últimos diez minutos y cada vez que lo hace baja la mirada. Sabiendo que es su culpa por pasar demasiado tiempo trabajando— fue interrumpido por la mano de su padre sobre la suya.
—Harry— regañó suavemente, Jack soltó una risa sin gracia negando.
—Tranquilo doctor, veo que es igual de directo que usted. Si eso hace solo observando no quiero ni imaginarme lo que hará con el tacto— dijo, el menor sonrió cansado.
—Es realmente difícil, las personas suelen dejar impresiones de sus sentimientos y pensamientos en todo lo que tocan, a veces es abrumador. Cuando era niño apenas lo controlaba, no se había desarrollado tanto, de un tiempo para acá es mucho más sensible— dijo, comenzando a comer.
—Me imagino que debe ser abrumador, pero hay una infinidad de posibilidades de ayudar con tu don, chico. ¿Has pensado qué estudiar en un futuro?— preguntó, Harry sonrió apenas.
—Estoy muy interesado en la enseñanza, la presencia del Agente Graham influyó mucho en esa decisión— Jack apretó los labios; aparentemente no satisfecho con la elección del chico.
—¿De verdad? Hay aún mucho tiempo para pensar en eso, y muchos campos además del de la enseñanza— La sonrisa de Harry fue un poco más fingida ésta vez, no le gustaba que cuestionaran sus decisiones, al menos no alguien que consideraba inferior a él.
—Dejo que Harry tome sus propias decisiones, funciona para él y también para mí. Hasta el momento no me ha decepcionado—Harry dio una mirada cariñosa a su padre, Jack los observaba, un pequeño tinte de envidia nublando sus ojos.
—Dejemos de hablar de mi— murmuró fingiendo vergüenza el adolescente.
—¿Cómo está Will? Desde que terminaron el último caso no ha venido por aquí— Harry preguntó directamente a Jack. El hombre se tomó un momento antes de responder.
—Probablemente se pase por su consultorio pronto, no es que se haya acercado mucho. Pero creo que le afectó mucho que sean niños los involucrados— hubo un tenso silencio de repente.
—No puedo decir que sea normal, pero dado a que ha pasado algo de tiempo con Harry y Abigail, pudo haber desarrollado alguna clase de instinto paternal— respondió el psiquiatra. Jack dio un sorbo ruidoso a su vino; bastante grosero.
—¿Usted cree que ésto dificulte su capacidad de trabajar?— Hannibal notó como el agarre de Harry a su cuchillo se hizo más fuerte, sin embargo no hubo otra reacción más.
—Confío en mis habilidades como psiquiatra, agente Crawford, tengo fe en que Will superará todo. Es fuerte— el hombre de color sonrió en respuesta, sí, su pequeña tacita de té aún no estaba del todo rota.
A la mangosta de Hannibal aún no le habían crecido del todo sus colmillos.
Will estaba dando vueltas en el consultorio como un león enjaulado, el dolor de cabeza volvía cada vez con mayor intensidad, el psiquiatra lo miraba desde el sillón donde se encontraba, silencioso, siguiendo sus movimientos como un depredador perezoso.
—Sientes la locura como un sabueso, Will. Pero éso no te hace menos cuerdo, solo más susceptible a reconocerla ¿Es éso lo que te preocupa?— pregunta finalmente Hannibal. Will se detuvo abruptamente, lo miró con los ojos muy abiertos antes de dirigirse al sillón frente al psiquiatra. Si notó que había acortado las distancias entre uno y otro, no dijo nada. Se sentó de una forma muy poco elegante, cansado y frotando sus ojos; ahora inyectados de sangre.
—Siento que cada día esto me consume más— por primera vez fue honesto, directo, tanto que sorprendió al mayor. —Siento que me estoy perdiendo, a veces salgo de casa a pasear y dejo la luz de mi habitación encendida... cuando regreso parece uno de esos botes flotando en el mar, me recuerda a mi infancia, me da la sensación que tengo a dónde volver— sus hombros se hundieron y su mirada cayó a sus zapatos desgastados.
—¿Crees que no tienes un lugar donde volver? ¿Un ancla?— volvió a preguntar, Will no respondió y Hannibal apretó los labios.
—¿Entonces no significamos nada para ti? ¿Harry? ¿Abigail? ¿Yo?— Will dio un pequeño brinco ante el tono casi dolido de su psiquiatra; más bien decepcionado.
—Yo...—el agente había quedado sin palabras ¿Hasta que punto había avanzado la ''amistad'' que tenía con Hannibal? ¿Por qué se sentía tan terriblmente mal? Levantó la mirada y cuando lo hizo el psiquiatra había desviado la suya, como si una vergüenza tardía lo atacara.
—Me disculpo, aquello fue inapropiado— murmuró el psiquiatra, Will comenzó a negar con la cabeza.
—Son importantes para mí, dios, sé que suena raro, pero en estos momentos ustedes serían las únicas personas que realmente me importan— las manos de Will comenzaron a temblar y Hannibal se levantó de su silla para acercarse al castaño.
—También eres importante para nosotros Will, somos probablemente los únicos a los que realmente nos importa tu bienestar— el de rizos oscuros dio un pequeño saltito al sentir una mano en su hombro.
—¿A qué te refieres con eso?_ murmuró, se escuchó una respiración profunda del psiquiatra antes de que volviera a su sillón. Will lamentó haber hablado, el lugar donde Hannibal había tocado ardía y sentía la necesidad de contacto nuevamente, más específicamente el contacto del hombre mayor.
—Tuvimos una cena con el tío Jack el fin de semana— Will se tensó como la cuerda de un arco y miró a traves de su rebelde cabello el rostro anguloso del mayor.
—¿Qué dijo?— fue su respuesta, arrastró la voz realmente irritado.
—Aparte de su muy grosero interés hacia mi hijo y su don...— dejó caer primero lo relacionado a Harry para ver su reacción. No lo decepcionó. Ver cómo levantaba los labios enseñando los caninos; ese salvaje instinto de protección con Harry hizo que Hannibal suprimiera un estremecimiento. Hermoso muchacho.—Parecía más preocupado por tu capacidad para volver al trabajo y resolver crímenes que por tu salud— un derrotado suspiro salió de los labios del hombre castaño de indomables rizos.
—No... solo no dejes que se acerque a Harry, una vez que ponga sus garras en él no lo soltara. Puedes ver la prueba fehaciente en mí— el psiquiatra apretó los labios.
—Harry fue perfectamente capaz de defenderse solo, encontrarás que tiene una personalidad bastante tranquila, sin embargo con sus íntimos...; tiene una vena especialmente protectora contigo, Will. Fue espeluznante ver a Jack Crawford siendo regañado por un quinceañero— una suave carcajada fue la respuesta de Will, hacía mucho que no reía tan sinceramente, no desde ésa vez en la que habían compartido un desayuno en un motel barato antes de la muerte de Garrett Jacob Hobbs.
—Me agrada mucho Harry— dijo luego de calmarse, Hannibal le sonrió.
—También le gustas a él— fue su respuesta.
—¿Como van las cosas con Abigail?—preguntó Will, siguiendo el tema de la conversación; la familia.
—Bastante bien, hace unos días vino un empleado del gobierno, a pesar de ser mayor de edad decidieron monitorear dónde quedaría— dijo Hannibal, cruzando las piernas; poniéndose un poco más cómodo. —Sin embargo fue bastante grosero, aunque no hubo contratiempos aparentemente, dentro de pocos días Abigail se mudará con nosotros— su rostro permanecía igual de inexpresivo que siempre, pero si sabías buscar -si sabías buscar como Will- encontrarías un pequeño brillo de felicidad en sus ojos. Las entrañas del agente se revolvieron y una extraña calidez llenó su pecho.
—Estoy feliz por ustedes— respondió sincero Will y el psiquiatra sonrió con suavidad.
—Queremos hacer una cena para Abigail, nos gustaría que estuvieras presente— el de rizos indomables miró sorprendido hacia el mayor.
—¿Qué? Digo... ¿Estás seguro? Es algo demasiado íntimo, ¿Debería?— Will comenzaba a balbucear en voz baja y los ojos del rubio destilaban diversión.
—¿Me crees capaz de invitarte a una cena si no quisiera tenerte allí? Eres más que bienvenido a mi casa William, creí que eso estaba claro— el agente respondió con una sonrisa nerviosa.
—Ahora... ¿Cómo te afectó el último caso?— fue la pregunta del psiquiatra, la calidez pareció extinguirse y Will volvió a fruncir el ceño. Realmente no quería hablar de ello.
Abigail estaba feliz, una pequeña mochila colgaba de su espalda en donde sus pocas pertenencias estaban guardadas, presionó el timbre y esperó ansiosa a que la puerta abriera. No pasó mucho antes de que unos enormes ojos verdes se asomaran curiosos.
Harry abrió por completo la puerta antes de abrazarla y soltarla con una enorme sonrisa.
—Bienvenida a casa, Abigail— la voz de Hannibal llegó desde atrás y la chica no dudo en ingresar a la casa y abrazarlo también. Harry salió de la casa pagando al taxista que había esperado por un rato y luego todos ingresaron al hogar, donde Will los esperaba en la sala, sentado en uno de los sillones absurdamente cómodos con una copa de vino en la mano.
—¡Will!— la chica sonrió antes de ir a abrazarlo, el de gafas respondió con fuerza y enterró su rostro en el cuello de la chica; allí donde su cicatriz estaba. —Estoy feliz de tenerte aquí— murmuró la chica aún en el abrazó.
La calidez que sentía Will en el pecho iba extendiéndose por todo su cuerpo, sin darse cuenta comenzó a sonreír con suavidad, se sentía tan tranquilo. Aquí no había susurros de asesinos acechando en su nuca. Éste era su lugar seguro; y realmente no se sorprendió de que lo fuera, no cuando el hombre mayor los veía con tanto cariño desde el pasillo.
Sus miradas se encontraron y el fuego de los ojos granates de Hannibal derritieron la dura coraza del corazón de Will. El agente suprimió un estremecimiento y desvió la mirada cuando sintió sus mejillas calientes.
El psiquiatra sin embargo, no apartaba la vista de la escena. Se preguntó cuándo había cambiado tanto su vida, se había esforzado tanto por luchar contra ésto, contra lo que significaba la familia, la forma en la que Will lo debilitaba en necesidad lo hacía querer reír, llorar, y aferrarse a él todos los días y para siempre. Ya no podía pelear.
Al principio solo había oscuridad... y entonces Dios creó el concepto de luz, y la oscuridad se mantuvo a raya, con collar, amordazada.
¿Era William esa correa en su cuello?
Dio una mirada más y sus ojos volvieron a encontrarse; la oscuridad amenazaba con nublar esos preciosos ojos azules, ¿Acaso con el estímulo correcto ésa oscuridad podría llenar la mente y el corazón de su hermosa voluntad? Había algo salvaje tras toda esa espinosa personalidad que conformaba William. Como una leona escondida en la hierba, esperando atacar a quien intentara hacer daño a sus cachorros.
Tal vez Will no era una correa alrededor de su cuello, tal vez era su liberación.
Pero para ser libres, para estar completos, ambos deben darse un poco de sí. Hannibal no sabía si estaba preparado para confiar de tal manera su oscuridad a Will, de dejarla en sus manos y que el lo cuidara. Su voluntad aún no lo veía.
El agente; por otro lado, observó como hubo pequeñas contracciones en los músculos del rostro del hombre mayor. Había tristeza allí.
—Por que no llevas a su nueva habitación a Abigail, Harry. Estoy seguro que para cuando la cena esté lista ustedes terminarán— ambos chicos asintieron y el menor de todos arrastró a la chica escaleras arriba.
—¿Me acompañas a la cocina, Will?— preguntó, y el agente solo pudo asentir y seguir al hombre a través de los pasillos.
Una vez llegaron al santuario del hombre, el agente notó que la cena no era nada más y nada menos que un desayuno. Un elegante desayuno parecido a la última comida que Abigail compartió con su padre. Unos huevos high life con salchichas de sangre y un poco de té, ligeramente mezclado con hongos de pscilocibina. Will levantó una ceja ante ésto.
—¿Impulsor de drogas?— preguntó; no muy sorprendido realmente, hacía mucho notó que el psiquiatra era adepto a método poco ortodoxos.
—Se sabe que ayuda con los dolores de cabeza en racimo, he notado a Abigail un poco alterada, también a ti, ayudaría a ambos con sus sueños traumáticos— respondió, y comenzó servir el té en pequeñas tazas. —Además, Harry adora el té por lo que lo hemos incluido en nuestro menú diario... También le ayuda con sus pesadillas— ofreció la pequeña taza a Will y éste algo dudoso aceptó.
—La estás guiando— dijo, mirando el líquido de un marrón suave que humeaba. —Estás reemplazando la asociación negativa que tiene con su padre por otras buenas de ti— Hannibal le sonrió y comenzó a servir los huevos en los bellamente adornados platos.
—Tan inteligente como siempre, mi querido Will— el sonido de las salchichas cocinándose llenó el silencio de la cocina y el agente comenzó a beber lentamente el té.
—¿Podrás cuidar de dos adolescentes traumatizados y un adulto casi al borde de la locura?— preguntó, Hannibal detuvo sus movimientos antes de mirarlo a los ojos.
—Es solo una pequeña dosis, Will. Sentiran algo de mareos, quizás algunas alucinaciones. Serán más susceptibles a impulsos externos, pero no serán agresivos. Puedo cuidarlos— fue muy poco sutil, lo sabía. El psiquiatra lo sabía, Will lo sabía, pero la propuesta estaba allí. Él lo cuidaría... si lo dejaba lo haría. El agente suprimió un escalofrío. Hannibal evitaba sus ojos pero había una pequeña contracción en las esquinas de sus labios. Intentaba no sonreír, se acercó al psiquiatra ya comenzando a sentir los efectos de la droga.
—Creo que usted es el único que me cuida, doctor— había sonado más coqueto de lo que pensó, sin embargo, haber sentido pequeñas caricias en la base de su nuca por las grandes manos del hombre mayor lo hizo jadear. Éso se sentía bien, con su mente nublada -ahora de manera maravillosa, como un adormecimiento de todos sus demonios-, algo más animal y salvaje lo controlaba, dejó descansar su frente en el hombro de Hannibal.
Will soltó un suspiro tembloroso aún mareado, tanto por la droga como por el perfume del rubio que pareció embriagarlo.
—Y estoy encantado de hacerlo, Will— fue la respuesta del mayor, enterró su nariz en los rizos castaños y aspiró el olor picante de su sudor, la dulzura de su aroma natural.—Esto está casi listo, querido, por que no llamas a los niños y van a instalarse en el comedor— El inicio de lo que parecía un puchero apareció en el agente antes de volver a suspirar y asentir.
——De acuerdo, ¿Es arriba?— preguntó.
—Primer piso, penúltima puerta a la derecha— Will asintió y con mucha reticencia se alejó del cuerpo del rubio para ir con un andar lento hacia las escaleras.
—¿Qué hacen niños?— preguntó una vez entró a la que ahora era la habitación de Abigail, bastante impersonal pero con el tiempo ella misma cambiaría eso.
—¡Will! Estábamos mirando unos bocetos de papá ¡Mira éste eres tú!— el agente iba acercándose pero apenas escuchó lo que Harry había dicho quedó completamente quieto. Miro asombrado el papel de absurda buena calidad y se vio reflejado en él.
Era una imagen suya de medio perfil, su mandibula estaba bien marcada, al igual que sus pómulos, había cierta luz en los ojos del boceto, parecía melancólico. Él no se veía así.
—¿Están seguros de que soy yo?— preguntó dudoso, sentándose en la cama con los chicos, se abstuvo de tocar el papel y dañarlo.
—Claro que eres tú, es hermoso— esta vez fue Abigail, ella no tuvo reparos y se acercó al agente para abrazar uno de sus brazos.
—Yo no me veo así— tercamente refutó el de ojos azules, Harry reprimió una sonrisa.
—Papá te ve de ésta manera— dijo el adolescente, si vieron el suave sonrojo de Will no dijeron nada y el mayor estuvo agradecido por eso.
—Debemos ir al comedor niños, la cena está lista— Ambos asintieron y comenzaron a guardar los bocetos dentro de una gran carpeta, lo dejaron sobre la cama y juntos marcharon hacia el comedor, donde sus platos ya lo estaban esperando.
—Creí que tendría que buscarlos a todos ustedes— comento el psiquiatra, sirviendo algo de jugo en unos vasos. Los menores sonrieron en complicidad y Will desvió la mirada avergonzado.
—Estaban bastante metidos en su conversación, tanto que me atraparon— sin que Will o Abigail viera, los ojos de Harry se volvieron de un amarillo brillante; demostrando lo feliz que estaba.
—Bueno, ahora es hora de cena. Harry, hay un poco de nuestro té especial. Ésto te ayudará con tus pesadillas, Abigail— el psiquiatra pasó una pequeña taza a Harry y luego a la chica quien miró el contenido con curiosidad.
—¿De verdad ayudará?— preguntó, Will, quien estaba sentado a su lado tomó su mano y le dio un suave apretón.
—Yo también lo tomé y créeme que está ayudando a que me sienta mejor— eso fue suficiente, la chica asintió y bebió un poco. Todos comenzaron a comer.
—Harry, mañana tengo una cita con la señorita Quintana— soltó Hannibal hacia su hijo, algo en el estómago de Will comenzó a quemar con rabia. Éso en definitiva no eran celos.
—¿Quién es la señorita Quintana?— preguntó Abigail curiosa.
—Es un enlace que nos ayudará con mi traslado a un internado aquí, me siento más seguro si estoy cerca de papá— habló Harry. La vergüenza comenzó a llenar a Will.
—Es comprensible, apenas has comenzado a adaptarte aquí y realmente se ve que te gusta, es normal no querer volver a un lugar tan lejos— dijo Will, y el menor le sonrió.
—¿Dónde quedaba tu antiguo internado, Harry?— preguntó Abigail, comenzado a cortar una de sus salchichas.
—En Escocia, iba allí en tren, es horrible tener que estar tanto tiempo sentado allí, pero lo soportaba, supuestamente era uno de los mejores colegios... no lo era— Harry hizo una mueca de desprecio y fue tan sorprendente para Abigail y Will que siempre lo vieron tan sonriente.
—Bueno, no deberías más pensar en ello. Ahora irás a una mejor escuela, cerca de papá— fue la respuesta de Abigail y la sonrisa de Harry volvió.
—Espera... mañana ibamos a ir al mercado agricultor para traer los ingredientes para el banquete papá— dijo Harry recordando su celebración que estaba a pocos días. El rostro de Hannibal se descompuso en una disculpa.
—Esa cita no puede ser retrasada, hijo— dijo casi con dolor, Harry bajó la mirada.
—¿Tenían planeado una fiesta?—preguntó Will, el adolescente dio un sorbo a su jugo.
—Nuestra celebración de Litha— dijo Hannibal.
—Teníamos planeado invitarlos a ambos, pero como la adopción de Abi se adelantó y tú ya eres parte de la familia...—Harry dejó al aire, mirando con cariño a Will.
—¿El solsticio de verano?— pregunta confundido Will, ignorando el calorcito dentro de su pecho... tenía una familia.
—Mis padres eran paganos, me gusta honrarlos festejando sus celebraciones—Will le sonrió, y Hannibal nuevamente pudo compararlo con la sonrisa de Lily Gaunt, no era el parecido, no. Era la esencia, el cariño, el sentimiento detrás.
—Entiendo... ¿Es en el mercado que está a las afueras de Baltimore?— la pregunta ésta vez iba dirigida a Hannibal, el psiquiatra asintió.
—Umm... yo podría llevarlos, digo, si estás de acuerdo puedo llevar a los chicos mañana y hacen sus compras— los ojos de Hannibal brillaron y como el agente estaba sentado a su derecha; el psiquiatra no dudó en cubrir su manos con la suya. Will retuvo un estremecimiento.
—Estaría feliz de que hicieras eso, Will. Sé que los cuidarás. Además los niños te tienen mucho aprecio— el de rizos castaños bajó la mirada a sus manos unidas y después las dirigió a los niños. Que le sonreían alegres.
—Yo... También quiero a los niños, a toda ésta familia— miró con intensidad a Hannibal y sus dedos apenas se entrelazaron. Abigail desvió la mirada sonrojada por tan íntimo momento. Harry comió una salchicha para ocultar su sonrisa.
Las estrellas fueron hechas para guiar a los perdidos en la oscuridad. Luces menores para mantenerla a raya.
Cómo se atreve. Su dominio fue ensuciado.
La noche reclamará el día.
¿Era posible que más temprano que tarde Hannibal reclame a Will?
¿Ya era tiempo de apagar las luces menores de su vida?
¿Era tiempo de que lo abrazara y lo guiara a la oscuridad?
La oscuridad en sus ojos poco a poco iba apareciendo con más frecuencia, se preguntaba qué haría si su nueva familia era amenzada. Tal vez ése sería el empujón que necesitaba.
La cena terminó y los chicos decidieron sentarse a leer unos libros en el estudio mientras Will ayudaba a Hannibal a lavar los trastes en la cocina.
—Sigo diciendo que no deberías hacer esto, eres mi invitado— decía el psiquiatra, la mirada de Will vagaba de sus fuertes antebrazos a los azulejos con vergüenza.
_Usted es muy terco doctor, pero no más que yo. Le aseguro— una suave sonrisa se instaló en el rostro del mayor.
—Al parecer el té ayudó— dijo poco después el rubio. Will mordió sus labios, no quería que ésto acabara con una de sus ''conversaciones'', pero no pudieron hablar mucho en la última semana.
—Ayudó sí, pero sigo sintiéndome inestable— la última palabra la susurró con amargura.
—¿Temes salirte de control? Estás negando una parte de ti, Will. ¿Es éso lo que realmente temes? ¿Que los demás vean ésa parte oculta tuya? ¿Que Jack lo vea?— Will apretó los labios.
—Jack ve el mundo en su peor momento, no necesito que el me vea en el mío. Ya tiene demasiado de qué preocuparse— murmuró cansado.
El último de los platos fue dejado a secar y Hannibal se giró a mirarlo mientras dejaba una servilleta sobre la mesada de la cocina.
—¿No quieres que se preocupe por ti, o...?— dejó que las palabras bailaran en el aire.
—Jack no se preocupa por mí— zanjó el tema Will. El psiquiatra lo miro con una de sus cejas levantadas.
—El únicamente se preocupa si todo aquí está en orden— continuó, señalando su cabeza, se sintió un poco mejor al ver que Hannibal apretaba los labios enojados; no con él, lo sentía. Sino con Jack.
—Tú sabes que nosotros sí nos preocupamos por ti— aseguró el hombre mayor. Una mano suya descansando en el hombro del agente, quien dio un casi imperceptible suspiro de satisfacción.
—Lo sé, es solo que... me siento tan perdido a veces— bajo la mirada al suelo, aún sin alejarse del toque de Hannibal.
—Te dije que sería tu ancla Will, ¿Confías en mí?— preguntó.
—Sí— respondió de inmediato y el psiquiatra le regaló una hermosa sonrisa, no fue la más brillante, o la más grande. Pero para Will seguía siendo preciosa.
—Entonces no tienes nada de que preocuparte, sólo ven a mí cuando ya no puedas soportarlo más, incluso antes, incluso si estás bien. Siempre querré estar contigo— confesó el mayor, con ése acento de Europa del Este un poco más presente que antes.
—Hannibal— murmuró, saboreando el nombre de su psiquiatra en la boca. Mirando aquellos profundos ojos oscuros que bajo la luz correcta se veían granates. La mano del rubio subió de su hombro a su mejilla; y en contra de su voluntad se inclinó a la caricia, necesitado de afecto.
—¿Qué pasa con los niños? Ellos no están bien, no gastes tu energía en mí, son ellos quienes te necesitan— Hannibal pudo ver cuán preociosa era la voluntad. Y no pudo sino reflejar su satisfacción por sus palabras en su mirada.
—Harry ha progresado increíblemente en su terapia— comenzó el rubio. —Sin embargo, Abigail también está perdida. Entonces quizás sea nuestra responsabilidad, tuya y mía, ayudarla a encontrar su camino— Hannibal dio un paso más cerca y sus pechos casi se rozaban, podían sentir el calor del cuerpo ajeno... tan cerca.
—¿Naturaleza versus crianza?— preguntó, su respiración un poco más agitada ahora que podía oler la colonia del hombre, se sentía embriagado nuevamente y ésta vez nada tenía que ver el té de hongos. Hannibal no respondió, demasiado concentrado en la mirada brillante de Will bañada en lo que solo podría identificar como lujuria. Dio una fuerte respiración identificando una creciente excitación. —¿Somos sus padres ahora?— preguntó al no recibir respuesta.
—Lo somos— Hannibal dijo, convencido de sus palabras.
Escucharon los paso acercarse y Will de inmediato se alejó, fue casi doloroso pero necesitaba pensar sin la influencia de Hannibal que parecía alborotar sus hormonas como si fuera un jodido adolecentes otra vez.
—Papá— llamó Harry, una vez llegó a la cocina.
—¿Que pasó?— preguntó nada más vio el rostro pálido del chico.
—Sirius— fue todo lo que dijo. Hannibal miro una última vez a Will antes de acercarse a su hijo.
—¿Una carta?— dijo, el agente observó como el chico comenzaba a temblar mientras asentía, y abrazaba a su padre.
—Tranquilo, dame la carta, la abriremos mañana, no piense en eso ¿Está bien?— Harry volvió a asentir antes de mirar a Will y saltar a él a abrazarlo también.
El agente lo envolvió en sus brazos protectoramente, comenzo a dar suaves masajes en la espalda y los hombros mientras dejaba suaves besos cerca la sien del chico.
—Hey, todo estará bien, Harry. Nos tienes a nosotros. No hay nada de qué asustarse— lo abrazó mas fuerte, de reojo observaba como Abigail algo asustada también se abrazaba a Hannibal, suspiró antes de cerrar los ojos con fuerza. El terror salía a oleadas de Harry, tanto que ya comenzaba a afectarle. No sabía qué o quién era Sirius, pero no dejaría que dañara al chico. No dejaría que nada malo le pasara a ésta familia. Moriría y mataría por eso.
Abrazó un poco más antes de mirar a Hannibal, sus ojos se se encontraron y pudo ver ira fría deslizándose. Will se mordió los labios, éso fue intenso y lo había movido de maneras en las que no debería.
—Papi...— llamó Harry, tanto Hannibal como Abigail se acercaron y Will sintió un tirón de ternura al escuchar a Harry llamar así al psiquiatra.
—¿Puede quedarse Will con nosotros?— el agente casi abrió la boca de sorpresa, el rubio por otro lado se veía dudoso.
—Hijo, Will tiene que ir a su casa. Tiene cosas que cosas que hacer y sus perros no pueden permanecer solos— Hannibal malabareaba intentando complacer a su hijo pero sin poner en situaciones complicadas al agente de rizos indomables. Harry levantó el rostro que aún permanecía oculto en el pecho del hombre y lo miró, sus brillantes ojos verdes ahora parecía más azulados.
—¿Will?— y el castaño empezó a morder sus labios nervioso. Miró al psiquiatra con pánico.
—Yo... esto, ¿Puedo? ¿Se puede? ¿No es molestia?— preguntó apresuradamente y Hannibal suspiró.
—Harry... no debes manipular a tu padre frente a invitados— murmuró con un rastro de humor en los ojos.
—Pero papi... ¿Vas a negar que te agrada la compañía de Will?— Hannibal apretó los labios cuando oyó la risita de su hijo y desvió la mirada.
<Voy a preparar el cuarto de invitados para ti, querido Will— mencionó el psiquiatra y el agente se mordió los labios, era realmente lindo éste Hannibal avergonzado.
—Nos sentimos seguros cuando estás cerca, Will— murmuró Harry, volviendo a abrazar al mayor. El chico dio una mirada a Abigail y ésta también se acercó, tímidamente.
—Eres el único que puedes vernos— fue apenas un susurro de parte de la chica antes de unirse al abrazo.
Will no entendió, realmente no entendía mucho de lo que sucedía con él gravitando hacía Hannibal y su familia. Pero se sentía feliz con estos niños, con ésta muy poco normal familia, pero aún así hermosa.
—¿Quieren que los lleve a acostar?— preguntó, ambos menores lo abrazaron un poco más fuerte.
Sé que ya no somos unos niños...— comenzó Harry. —Pero, ¿Podrías?— ambos pares de ojos los miraban con tanto cariño que le dolía. Estos niños no deberían mirarle de esa forma y él no debía reaponderle con la misma intensidad.
—Vayamos antes de que papá regrese, así lo haremos juntos, ¿De acuerdo?— ambos sonrieron y asintieron, se dirigieron hacia las escaleras notando que el psiquiatra ya había bajado la mitad de ellas.
—¿Niños?— preguntó, ambos sonrieron , cada uno pegándose a un brazo del agente.
—Will dijo que iría a acostarnos... contigo— Hannibal miró a su voluntad, nerviosa con ambos chicos a sus flancos. Pero sus ojos se veían determinados, el psiquiatra les sonrió entonces.
—¿Y qué hacen ahí parados entonces? Es tarde y mañana tienen su paseo con Will— lo chicos comenzaron a reír mientras iban subiendo las escaleras con Will tras ellos, Hannibal sin embargo lo esperó y ambos marcharon juntos, primero a la habitación de Abigail, notaron que ella ya estaba en el baño, probablemente cepillando sus dientes y poniéndose una pijama. La chica salió con un simple vestido hasta las rodillas color celeste, un regalo de Hannibal probablemente, la chica sonrió tímida y se metió en la cama bajo las suaves sábanas y con las mullidas almohadas.
—Buenas noches hija— Hannibal fue el primero en acercarse, dejo un suave beso en la frente de la chica que pareció brillar de felicidad. El siguiente fue Harry, quien prácticamente se tiró sobre la chica en la cama.
—Bienvenida oficialmente a la familia, hermana— fue el susurró de Harry, antes de dejar un sonoro beso en la mejilla de la chica. Will observaba, tan solo observaba esos ojos brillantes, ilusionados... felices. ¿Qué hacía él allí? Entonces Abigail lo miró; de la misma forma en la que miraba a Hannibal y toda la duda que tuvo segundos antes fue desechada a la parte posterior de su cerebro, se sentó en la cama, en el mismo lugar donde antes se había sentado el psiquiatra para desear una buena noche a la chica.
—Mírate... Estás tan a gusto aquí, de verdad Abi, mereces toda la felicidad que ésta familia te está dando— acarició con dulzura la mejilla de la chica; comenzando a limpiar las lágrimas que caían de sus ojos. —No debes sentirte mal por ser feliz ahora— volvió a decir antes de besar su frente, sobre el lugar en el que Hannibal lo había hecho. —Duerme bien— le dijo y las lágrimas pararon.
—Buenas noches— respondió la chica con la voz algo ronca por el llanto, dieron una última mirada antes de cerrar la puerta e ingresar a la habitación de enfrente, Harry simplemente se sacó la camisa y la guardó en el armario; de donde sacó un pantalón de pijama antes de ir a cepillarse.
—¿Él está bien?— preguntó Will después de que el chico entrara al baño.
—Recibió una carta de su padrino— dijo Hannibal, Will lo miró confundido y jamás creyó ver al psiquiatra tan... trastocado.
—No sabía que él tenía un padrino— murmuró, se acercó al psiquiatra y lo tomó de la muñeca, dando leves masajes con su pulgar.
—Él tampoco lo sabía, lo descubrió cuando tenía trece años, se llama Sirius, escapó de la cárcel y buscó contactar con él; lo acusaban de la muerte de sus padres— Will mordió su labio inferior con fuerza nuevamente, estaba casi en pánico. —El hombre no lo hizo, habló con Harry y le dio pruebas de que él no había asesinado a los Potter, sus padres... desde entonces permanece prófugo, pero el hombre tiene delirios, está demente— lo último lo dijo con profundo desprecio. —Sirius ve a los Potter en Harry, no lo ve a él. Es mi hijo, yo soy el que lo cuida ahora, no permitiré que trate de alejarme de él— Will se acercó y le tomó de las mejillas, lo obligó a mirarlo a los ojos; era la primera vez que hacían contacto visual de ésa manera. Con él obligando al otro.
—No vamos a dejarlo— comenzó a decir Will, sus pulgares acariciaron los afilados pómulos del rubio.—Tú lo has dicho, Harry es tú hijo— un suspiro tembloroso salió del psiquiatra y bajó la cabeza; acercándose aún más al castaño.
—Gracias— murmuró, su aliento acariciando el rostro del contrario, Will cerró los ojos disfrutando la cercanía. Pero tuvieron que separarse al escuchar como Harry salía del baño.
—Estoy listo— el de ojos verdes solo traía el pantalón de seda, dejando al descubierto cada una de las cicatrices que sus parientes le habían dejado. Will intentó no mirar demasiado.
—Buenas noches hijo, no te preocupes por la carta, de acuerdo. La veremos mañana antes del desayuno— el chico asintió se metió en la cama tapándose hasta el vientre, una gran cicatriz cruzaba su pecho desnudo. Will se acercó y comenzó a peinar sus cabellos, ahora casi del mismo tono que los de Hannibal.
—Mañana tendremos un gran día en el mercado, no pienses en nada más— el menor asintió y se dejó mimar un poco más por los mayores.
—Buenas noches— dijo después, cuando los adultos dieron una última mirada desde la puerta.
Una vez en el pasillo el psiquiatra dio un suspiro y se giró hacia Will.
—¿Un poco de vino antes de ir a dormir?— el agente sonrió apenas.
—Claro, parece que lo necesitas— risas susurradas siguieron y ambos comenzaron a ir en dirección a la cocina, donde una botella probablemente más cara que cualquier pertenencia de Will era abierta para el disfrute de ambos.
—La paternidad es dura— dijo después de un momento el castaño, la mirada de Hannibal vago por un momento antes de conectarse con la de Will. Su respiración pareció detenerse.
Que haya abundante agua y vegetación, que las semillas fructifíquen y el agua recorra la tierra como un reloj. Ciclos de vida y muerte.
Tan esperado. Tan previsible.
La oscuridad tiene hambre y no puede alcanzar esa abundancia.
No puede alimentar su dolor en el alimento de Dios. Llora y grita y condena su propia existencia.
Había algo oscuro que rondaba los ojos de Hannibal y Will estaba tan ansioso por ver, tan emocionado por sumergirse en ella. Apretó los puños al ver como el psiquiatra desviaba la mirada, aún no estaba listo. ¿Cuándo se supone que lo estaría? El psiquiatra llevaba mucho tiempo preparándolo. ¿Qué más debía hacer?
Lo sabía. Lo sentía.
Casi quiso gemir desdichado.
Nunca quiso acercarse a la oscuridad de nadie, siempre demasiado alejado, demasiado ausente. Nunca permitiendo que nada se deslizara demasiado dentro suyo, y ahora gracias a Jack Crawford no solo dejó que esos asesinos permanecieran dentro de sí; sino que lo llevó a algo mucho más oscuro.
Sutilmente acercó su mano a la del psiquiatra y la cubrió con la suya; pudo ver el pequeño estremecimiento del mayor antes de que comenzara a jugar con sus dedos; dando la ilusión de entrelazar sus dedos.
—Hay cierta satisfacción, pero es duro sí. Me alegro que me estés ayudando— Nuevamente cruzaron miradas y Will sintió las mejillas calientes.
—No... yo no— pero fue interrumpido por el apretón que el psiquiatra dio a su mano.
—Lo haces Will, aunque no lo creas eres otra figura paterna para ellos— el rostro de Hannibal se suavizó todo lo que pudo, sus copas de vino caro quedaron olvidadas, ambos se pararon de sus sillas y se acercaron.
—Creo que me ven más como una figura materna— murmuró con humor, los ojos del rubio brillaron con diversión también, sin embargo no dejó de avanzar, no hasta que sus pechos volvieron a rozarse, no hasta que sus respiraciones volvieron a mezclarse.
—Ésto no es ético, doctor— murmuró Will, no pudiendo resistirse a la tentación de pasar sus manos por los fuertes brazos del psiquiatra.
—¿No lo es? Técnicamente no eres mi paciente Will— el mayor respiró con fuerza, embrigándose con su aroma, el casgaño tuvo que morderse los labios y reprimir el impulso de dejarse caer contra ése amplio pecho.
—Solo tenemos conversaciones— fue la respuesta de Will, escucharon el sonido de un reloj pie, media noche llegaba y ambos continuaban igual de cerca, pero ninguno se atrevía a dar el siguiente paso.
—Deberíamos ir a dormir— Will fue el primero en hablar.
—Deberíamos— respondió el psiquiatra.
—Mañana debemos salir temprano— continuó el castaño.
—En efecto— Will frunció el ceño y miró casi suplicante al mayor.
—¿Qué estamos haciendo, Hannibal?— el uso de su nombre provocó la dilatación de sus pupilas, sin embargo no respondió. Ni siquiera él lo sabía.
Todo estaba sucediendo demasiado rápido. Las manos del mayor se dirigieron a las de Will.
—Déjame enseñarte tu habitación— habló, el calor del cuerpo ageno lo mareaba, el agente solo asintió y dejo que Hannibal lo guiara, la habitación de invitados estaba perfectamente amueblada, estaba decorado con colores cálidos, había una pijama demasiado suave a la vista que descansaba sobre la cama.
—Me tomé la libertad de conseguirte un cambio de ropa, aún no fue utilizada así que no debes preocuparte, aunque es de mi talla, me disculpo por eso— la idea de llevar ropa del psiquiatra sacudió algo visceral y salvaje dentro suyo. Dio una temblorosa respiración.
—Soy yo el que debe disculparse, estoy abusando de tu hospitalidad— dio un paso dentro de la habitación y el rubio lo siguio.
_Sabes que siempre es un placer tenerte en mi hogar, Will. No pienses en nimiedades— Hannibal desestimó todo con una elegante floritura de mano.
—El desayuno se servirá a las siete, ¿Estás bien con ello?— preguntó nuevamente, William se giró a verlo.
—Estaré bien, gracias. Por la cena, por dejarme pasar tiempo con los chicos... por todo— el mayor le sonrió con suavidad, si el castaño vio la pequeña contracción en la mano del hombre; probablemente queriendo brindarle una caricia, pero seguro pensando que ya tuvo suficiente de contacto físico por el día, no dijo nada. Dejó que el hombre lo mirara unos segundos más.
—Buenas noches Will— dio un paso atrás observando al psiquiatra.
—Buenas noches— murmuró, Hannibal dio media vuelta y cerró con delicadeza la puerta, escuchó los pasos alejarse y por fin pudo volver a respirar con normalidad.
¿Qué jodidos infiernos había sido éso?
Casi gritó al sentir sus mejillas arder al recordar todo lo que pasó en la noche. No, definitivamente no estaba coqueteando con su psiquiatra y este devolvía. Claro que no.
Volvió a recorrer la habitación notando otra puerta dentro de ésta, por que por supuesto la habitación de invitados de Hannibal tendría un baño, como casi todas las habitaciones ¿Quién necesitaba tantos baños de todos modos?
Suspirando decidió darse una ducha, trató de no mortificarse al ver ropa interior de repuesto entre la ropa que Hannibal le dejó; aún tenía su etiqueta (un precio absurdamente caro para un par de boxers negros, demasiados apretados; ¿Hannibal los utilizaría así de ajustados? Por más que intentó no pudo apartar la imagen del psiquiatra en boxers demasiados apretados).
—Jesús bendito— murmuró Will abriendo la llave del agua fría. No estaría pensando en eso, claro que no.
La mañana siguiente los recibió con un día aparentemente nublado, Will se limpió un poco el rostro antes de bajar a la cocina donde solo Hannibal se encontraba, con su camisa ajustada y levantada hasta los codos mientras preparaba algo que olía demasiado bien. Se recostó en la entrada de la cocina a observar al psiquiatra en su elemento.
—Buenos días— solo hubo una pausa de unos segundos antes de que el rubio se diera vuelta y lo observara más tiempo del que debería. No podrían culparlo, Will utilizaba una de sus pijamas y le quedaba al menos dos tallas más grandes, ésa pequeña porción de piel desnuda que se veía en el pecho hizo que el psiquiatra pasara su lengua por los labios de una forma sutil. Pero Will aún así pudo ver el sentimiento detras de la acción.
—Buenos días— saludó el mayor, una suave sonrisa en su rostro, lo que sea que hacía en la sarten fue dejada de lado para prestar atención al castaño de rizos.
—¿Quieres café?— preguntó, mientras sacaba de los estantes una taza y comenzaba a servirle el líquido caliente de una especie de máquina alquímica; según Will.
—Te lo agradecería mucho— la taza le fue entregada y Will se estremeció al recibirla; era el café más estúpidamente delicioso que probó jamás, por supuesto que se lo daría Hannibal.
—¿Por qué todo lo que haces es delicioso?— el psiquiatra pareció sorprendido antes de que una pequeña sonrisa apareciera.
—Me alagas, Will— respondió el rubio. Otra taza de café era servida, ésta vez para él mismo.
—Tú sabes que cocinas de manera maravillosa, no utilices falsa humildad conmigo— una risa suave por parte del psiquiatra y un estremecimiento de Will.
Maldijo internamente, se suponía que éstas estrañas reacciones eran por culpa del té de hongos; no debería volver a sentirse así, mordió su labio nerviosamente y siguió observando al atractivo hombre cocinando.
No debería pensar en lo atractivo de Hannibal.
Poco a poco un desayuno a base de huevos benedictinos, jugo de calabaza y una compota de frutas era dejado en la isla de la cocina, al parecer iban a desayunar allí y no en la ostentosa mesa del comedor. Los chicos llegaron poco después, cuando el rubio mayor volvía a preparar tazas de café, esta vez para todos.
—Buenos...— murmuró un soñoliento Harry.
—Días— continuó la chica, Will los miró con ternura, Abigail tenía una bonita bata del mismo color que su vestido de pijama y Harry tenía una camiseta de Pink Floyd con sus pantalones de la noche anterior, ambos permanecían lo suficientemente dormidos cuando se sentaron en las sillas de la isla.
—¿Durmieron bien?— preguntó Will, ambos chicos agradecieron a su padre por el café y tuvieron que dar unos cuantos sorbos antes de parecer realmente vivos.
—Bastante, no hubo pesadillas— dijo Harry, la chica a su lado asintió. Y los platos fueron servidos.
—¿Jugo de qué es ésto?— preguntó Abigail al ver el líquido amarillento en un vaso.
—Es jugo de calabaza, en mi internado era común tomarlo, así que me quedé con el gusto— respondió Harry, el agente miró con curiosidad su vaso.
—Nunca lo he probado— dijo, Harry le acercó más el vaso invitándolo a probar.
—Prueba, prueba, prueba, verás que es delicioso— decía emocionado el chico, Will miró al psiquiatra quien asintió.
—Me sorprendió la primera vez que lo probé, es realmente delicioso— Will volvió a mirar el vaso simplemente encogiéndose de hombros, ya había probado cosas raras pero deliciosas en las cenas de Hannibal, por qué no hacer lo mismo por su precioso hijo. Dio un pequeño sorbo, era dulce, y fresco, le gustó.
—Está rico— dijo, un pequeño acento de Louisiana deslizándose; se sonrojó mirando a la familia, que se veía satisfecha dio una suave sonrisa y continuó con el desayuno.
—Dime Harry, ¿Tienes listo todo para ir a hacer las compras? ¿Tienes una lista o algo con los ingredientes para lo que harás ése día?— preguntó curioso Will, el adolescente asintió mientras masticaba su desayuno.
—Sí, habíamos hecho una lista de ingredientes y otras cosas para ése día con papá— el de rizos castaños asintió, sin embargo Abigail se veía confundida.
—Aún no sé muy bien de qué trata la celebración- — murmuró la chica algo cohibida.
—Litha es uno de las ocho festividades o sabbats; es el solsticio de verano, se considera como el punto crucial donde el verano alcanza su punto más álgido y el sol brilla con más intensidad y con una duración larga en comparación al resto de los días— respondió Will, el psiquiatra le sonrió con un brillo orgulloso en sus ojos y el castaño intentó no mostrarse desesperado por beber todo ese sentimiento; bajó la mirada, se sentía patético y hambriento de amor, de cualquier sentimiento positivo. Era culpa de Hannibal por echarlo a perder, regalándole todos esos cumplidos, esas caricias, dejándole las puertas abiertas para unirse a esa familia.
—Es una festividades en la que honramos a la tierra Abi, así como Samhain o Yule— decía Harry, tomándola de la mano, transmitiéndole tranquilidad.
—Son Halloween y Navidad respectivamente— ésta vez Hannibal respondió sus dudas.
—La mayoría de las grandes festividades católicas fueron antes celebraciones paganas, Abigail— la adolescente se veía ciertamente impresionada, pero sonrió.
—Parece más correcto celebrar de la forma pagana, digo... es así como todo comenzó, ¿No?— Harry le sonrió orgulloso.
—En efecto— dijo, no hubo más charla y terminaron su desayuno, Abigail subió primero a cambiarse y entonces el psiquiatra se giró hacía el ojiazul.
—Tengo un par de sueteres por si quieres cambiarte, aunque los pantalones dudo mucho que te queden— la mirada granate del rubio vagó apreciativamente por todo el cuerpo de Will, quien se sonrojó algo avergonzado.
—Yo... puedo usar mi ropa de ayer— Harry frunció el ceño.
—Por lo menos acepta un suéter Will, hoy hace un poco más de frío que ayer— dijo el menor y nuevamente el agente estaba maltratando su labio inferior.
—¿No estoy abusando?— Hannibal soltó una risita junto con Harry.
—No si soy yo el que insiste, ven, te enseñaré las prendas— dijo, la mesa quedó limpia y los tres hombres subieron en dirección a la habitación del psiquiatra. Will intentó, claro que lo hizo, pero su mirada no perdió tiempo en barrer la habitación del hombre; todo parecía más oscuro aquí, los muebles, las ventanas cerradas, las sábanas incluso eran de color carmín, intentó no pensar en lo parecido que aquello se veía a la sangre. Un escalofrío lo recorrió.
El rubio volvió con tres sueteres de tejido bastante más grandes de lo que usualmente usaría él, eran de color azul oscuro, celestes y un gris azulado, observó como el hombre parecía estar tomando una decisión muy importante.
—Éste_ dijo pasandole el suéter celeste. —Resaltará tus ojos— Will comenzaba a cansarse de sentir sus mejillas calientes.
—Gracias— murmuró.
—Iré a cambiarme— el psiquiatra asintió y una vez solo con Harry su rostro perdió toda emoción.
—Es hora de revisar esto— tomó un sobre de su mesita de noche para ir a la habitación del menor y encerrarse.
—Revisaré si tiene algun hechizo de rastreo— murmuró el menor. Su varita pasaba por el sobre y éste brillaba de color púrpura.
—No lo tiene, pero solo yo puedo abrirlo— Hannibal asintió y el menor rompió el sello de la carta; no pasó nada, la revisó primero Harry, el psiquiatra veía como a medida que leía la misiva su respiración iba haciéndose más errática.
—Harry— llamó el rubio mayor, el chico lo miró con sus ojos azules brillantes de lágrimas.
—S-Sirius— dijo, entregando la carta con una mano temblorosa el psiquiatra lo miró un momento más antes de leer él mismo la misiva.
''Cachorro:
¿Dime dónde estás? ¿Por qué no nos llamaste? Hoy nos enteramos lo que pasó con los Dursley. Dumbledore quiere que nos envíes un patronus con tu ubicación para ir por ti (si no te hayamos primero, el Ministerio lo hará). Sabemos que no te secuestraron, lo que pasó en tu calle no fue cosa de Voldemort, y revisamos tu casa, tus cosas no estaban.
Estamos ahora en Grimmauld Place, con el resto de la Orden; una asociación que fundó el director durante la primera guerra para combatir a quien tú sabes.
Espero que estés bien, envía una respuesta por carta o el pstronus. Recuerda Harry, una vez todo termine seremos una familia. Solo debes matar al asesino de tus padres.
Si seguimos las órdenes de Dumbledore lo conseguiremos cachorro, solo ven con nosotros.
Canuto- ''
—Ni siquiera hablan de tu supuesta situación de calle— comienza Hannibal, viendo que su hijo aún temblaba de lo que parecía furia.
—El muy maldito se atreve a mencionar a mis padres— Harry arrastraba la voz, con furia contenida. —Ni siquiera escribió por sí mismo ésta carta. Me pide que mande un puto patronus aún con la amenaza del Ministerio, es obvio que quiere dejar mi nombre por los suelos, más de lo que ya lo estaba... hasta antes de dejar el colegio era tomado por un asesino— los ojos de Harry poco a poco iban cambiando a un color granate; un poco más rojos que los de su padre. Más peligrosos.
—Hijo— El psiquiatra lo tomó de las mejillas y lo hizo mirarlo a los ojos, dos miradas como la sangre seca se analizaban mutuamente.
—Harry... eres mí hijo, no dejaré que nada te pase, no dejaré que la orden haga nada, y si lo intentan morirán— Hannibal fue totalmente serio al respecto, un suspiro tembloroso salió de los labios del menor.
—Los mataremos, ¿Verdad? Haremos un festín de ellos— el psiquiatra le sonrió, acariciando sus cabellos.
—Un gran festín, en honor a tu madre y a tu tío— Harry se tranquilizó y sus ojos poco a poco volvieron a ser verdes.
—Gracias papá— el menor abrazó el fuerte pecho del rubio descansando allí unos minutos, oyendo el sonido de los latidos de su corazón.
—Quiero comer el cerebro de Sirius_ dijo después de un momento Harry, un atisbo de sonrisa burlona apareció en el rostro del mayor.
—¿Alguna razón para comer esa parte específica? Tengo una receta qué iría perfecto con esa parte, pero me interesa saber la razón— la diversión era clara en su tono.
—Bueno, si no puede pensar por sí mismo... ¿Para qué dejarle conservar su cerebro?— Hannibal abrazó con más fuerza al menor, el vacío en su pecho poco a poco siendo llenado por la familia que había creado.
—Chico inteligente— dijo el psiquiatra, así estuvieron, hasta que Will los encontró. Otra vez esa sonrisa cálida hizo aparición en el rostro del castaño, los observaba con tanto cariño, apoyado en el marco de la puerta.
—Abi ya está abajo— dijo aún sonriendo. Las mejillas de Harry se colorearon y rápidamente se separó de su padre.
—Lo siento, me cambiaré ahora— dio una mirada de disculpa y comenzó a abrir el armario en busca de ropa.
—Denme diez minutos— dijo y se encerró en el baño. Nuevamente Will y Hannibal quedaron solos, el psiquiatra notó que el agente observaba la carta en sus manos; arrugó el papel en sus manos.
—El padre biológico de Harry era policía— dijo después de un momento de silencio.
—Él, junto con otros policías estaban en un grupo, se hacían llamar la Orden del Fénix, iban tras un asesino en serie— Will comenzó a acercarse hasta quedar sentado al lado de Hannibal.
—En ése grupo estaba su padrino, su madre, amigos de ellos— continuaba el psiquiatra.
—Parecía más una secta que un grupo—
—La orden está buscando a Harry ahora, la mayoría de sus integrantes son nobles, gente con conexiones, con acceso suficiente para encontrarlo, ellos enviaron ésta carta— mostró el sobre arrugado pero no el contenido.
—Saben que no fue secuestrado y harán lo que sea para tenerlo de regreso— dijo Will frunció el ceño.
—¿Pero por qué? ¿Por qué tanto empeño en tener a Harry de regreso?— preguntó, su voz tenía una nota de desesperación y Hannibal le tomó de las manos.
—Harry es un noble, Will, posee los títulos de su padre y hasta la mayoría de edad su guardián cuida sus finanzas. Creo que está demás decir que buscan solo su fortuna— Will se veía visiblemente sorprendido, jamás pensó que Harry poseía algún título pero eso no impidió que frunciera el ceño.
—No dejaremos que hagan nada contra Harry— dijo con determinación. Su mano buscó la del psiquiatra.
—Me avisarás si sucede cualquier cosa, ¿No? Puede que no sea más un policía, pero podré hacer cualquier cosa, solo... no me dejes fuera de esto, tal vez es un poco entrometido de mi parte pero...— el apretón de manos que le dio Hannibal lo hizo parar. El mayor lo veía con un brillo de esperanza en su mirar, Will se removió incómodo bajo la intensa mirada del hombre.
—Estoy muy agradecido de que te preocupes por nosotros, Will— y antes de que el castaño pudiera responder; Harry salió del baño, llevaba un bonito pantalon de vestir gris oscuro, una camiseta totalmente blanca y un blazer color azul rey, sus zapatos fueron unos mocasines negros no tan elegantes, iba casual, pero seguía siendo demasiado elegante para un mercado agricultor. No es que le importara mucho a su padre, Harry había sido negado de tantos lujos en su infancia que no dudó en ofrecerle todo lo que podía ahora.
—Ya estoy listo— decía sonriendo, con algo de reticencia ambos mayores tuvieron que separar sus manos, Will se levantó y se dejó abrazar por el chico.
—Abigail y yo vamos a esperarlos abajo, ¿Está bien?— tanto padre como hijo asintieron y quedaron nuevamente solos. Harry se giró a ver al psiquiatra con curiosidad.
—Me sorprende lo rápido que reacciona William— dijo el menor mientras se colocaba los anillos de sus casas y guardaba su varita en el bolsillo interno de su blazer.
—Actua protector contigo, es como un animal salvaje cuidando a su cachorro, creo que parte de tu magia tiene que ver con ello— Harry asentía sopesando sus palabras, miró nuevamente la carta arrugada en las manos de su padre y la tomó volviéndola a guardar en el sobre.
—Intentaré pensar en algo para atraerlo aún más, me gusta Will, quiero que esté siempre con nosotros— dijo y casi rió al notar que sonaba demasiado como Malfoy ¿Qué estaría pasando con él? ¿Y con...? Negó con la cabeza volviendo a concentrarse en su padre.
—Sabes como volver al Congreso ¿No? No olvides registrar tu varita, dile a la señora Quintana que ya me están buscando, usa ésta carta como evidencia, diles lo indignado que estabas con la mención de que un niño realizara magia tan avanzada frente a la posibilidad que los no mágicos nos vean, los americanos son bastante estrictos con eso— Hannibal asintió ya teniendo en cuenta la carta. Guardó el sobre en el bolsillo del pantalón y ambos marcharon en dirección a la sala. —Si ves que algo anda mal, no dudes en utilizar el traslador— dijo Harry, estaban en pasillo principal que unía la sala, la cocina y la entrada.
—Harry— llamó el rubio mayor, se veía claramente confundido, no era normal que el chico le dijera todo eso.
—Solo estoy preocupado, es la primera vez que vas a Macusa solo, tengo miedo de lo que pueda suceder— el psiquiatra solo suspiró antes de abrazarlo, dejó un beso en su cabello y lo obligó a mirarlo a los ojos.
—Llevó mi varita, recuerdo lo que me enseñaste— dijo, Harry se mordió los labios aunque le había enseñado la maldición asesina a su padre, solo había funcionado una vez, con una rata. Eso no lo tranquilizaba, para nada.
—También un escalpelo— el menor le sonrió, no serviría en batallas de largo alcance pero funcionaría bien de cerca.
—Cuídate papá— dijo antes de que ingresaran a la sala, donde Will y Abigail parecían muy a gusto hablando de las celebraciones celtas.
—¿Listos para partir?— preguntó el psiquiatra y el agente y la chica de acercaron.
—¿Tienes conferencias ésta tarde, Will?— preguntó Hannibal, observando detenidamente la ropa de Abigail, un par de jeans azules ajustados con botas altas de tacón color marron y una blusa negra de mangas largas.
—Solo una a las cuatro, los chicos y yo tenemos toda la mañana para nosotros— dijo, poniendo una mano en el hombro de Harry y la otra en la de Abigail.
—Perfecto, yo cancele mis citas el día de hoy, así que les esperaré para un almuerzo tardío— dijo, mientras los conducía hacia la entrada. Una vez fuera, el psiquiatra llamó a sus hijos y éstos se acercaron mientras Will les daba espacio llendo hacia su automóvil para esperarlos.
—Aquí tienen el dinero para comprar todo y una lista— dijo, dándole ambos a la chica. —Abigail lo llevará por que es la mayor— Harry pareció indignado pero lo dejó pasar. Abigail reía por lo bajo. —Deben cuidar a Will, ¿Entienden?— preguntó, acariciaba una mejilla de cada uno y ambos asistieron. —¿Qué llevan?— preguntó serio.
—Cuchillo de caza, en mi bota— respondió Abigail, Hannibal le regaló una sonrisa orgullosa.
—Ésa es mi niña, ¿Tú, Harry?— preguntó ahora al menor.
—El escalpelo que me regalaste— otra sonrisa de papi orgulloso por parte del psiquiatra. Aunque aún no era excelente; Harry tenía una buena base para los cortes. Tenía talento para matar.
—Bien hecho. Cuídense entre ustedes y a Will, ya lo saben— volvió a repetir, ambos adolescentes volvieron a asentir.
_Sí papá— respondieron a la vez, entonces se acercaron al agente que los observaba detenidamente desde lejos.
—Los dejo en tus buenas manos Will— dijo Hannibal una vez llegaron, el castaño de rizos sonrió apenas.
—Los cuidaré con mi vida—fue la respuesta del hombre.
—No lo dudo, nos vemos para le almuerzo— dejo un beso en la frente en cada uno de sus hijo un apretón en el hombro que subió a la mejilla para una caricia a Will.
—Nos vemos— dijo avergonzado el agente.
Y tomaron caminos separados, preparándose para la primera de sus muchas dificultades como familia.
Severus Snape era un hombre que realmente no se sorprendía por nada, sin embargo, todo lo que tenía que ver con cierto mocoso de ojos esmeraldas de alguna manera lograba hacerlo, como ahora.
Nuevamente.
Cuando Dumbledore convocó a una reunión de emergencia en la orden jamás esperó recibir tal noticia del mocoso Potter, al parecer había sido secuestrado por el señor tenebroso; o al menos esa era la versión oficial, la verdad era que chico había desaparecido, solo Dumbledore, el lobo, el imbécil de Black y él mismo sabían eso, el espía del director en la calle del chico no respondía a sus cartas por lo que mandó a uno de los elfos del castillo, desde luego no esperaron que la criatura llegara traumatizada narrando historias sobre humanos bañados en sangre y dejando caer sus órganos al suelo.
Arabella Figg estaba muerta, muy muerta, hacía semanas que lo estaba y nadie se dio cuenta por que nadie la visitaba y sus gatos ya se habían comido más de la mitad de su cuerpo por lo que el nauseabundo olor de la carne podrida permanecía dentro de la casa. Pero al parecer, Figg no fue la única en morir, otros vecinos y los mismos Dursley también habían sufrido el mismo destino.
Un asesino serial había pasado por Privet Drive.
Hicieron preguntas, solo tres murieron aquél fatídico día en la casa Dursley y al parecer Harry había sido trasladado al hospital por haber sufrido severos maltratos e inanición. Aquello no le sentó bien a ninguno, sobre todo al pocionista; quien no fue capaz de ver los signos del maltrato en Potter. Black no estaba mejor pero el constante susurro de Dumbledore sobre su oído lo distraía.
Revisaron la casa en busca de pistas, no encontraron nada, ni su baúl, ni su mascota, nada; solo una vieja cama, viejos muebles y vieja ropa. Así que también fueron al hospital solo para que les dijeran que ningún Potter fue traído allí; extraño por que los mismos policías le habían dicho donde fue llevado. Nadie en el hospital parecía saber de Harry, o de cualquier chico de quince años, de ojos verdes con anteojos redondos y una cicatriz en forma rayo en la frente. Fue como si hubieran sido obliviados, y en definitiva Harry no podría haber hecho eso. Por eso dejaron que Black le enviará una carta, pero de eso había pasado al menos dos días y no recibían nada, las cosas en el Ministerio cada vez se ponían peores y no había señales de vida de Voldemort tampoco, todos sentían la tensión en el aire.
Algo malo estaba por ocurrir y no podrían hacer nada para evitarlo.
Y allí estaba el pocionista, sentado en un polvoriento sofá viejo en Spinner End con un mapa de Londres en la mesita de té y un cristal de rastreo en la mano manchado con un poco de sangre de Harry para poder rastrearlo; magia antigua, magia que ya no se utilizaba, magia oscura. Estaba dispuesto a utilizarla solo para saber del chico, algo estaba mal, algo estaba absolutamente mal.
Dio un suspiro derrotado, en definitiva no podría celebrar Litha así, se consoló con al menos intentar buscar a Harry por sus propios medios.
Dios hizo a la humanidad. Uno que podría disfrutar de la abundante cosecha que la luz tiene para ofrecer, y también tiene el potencial para la oscuridad.
Oh, cómo florece ése potencial.
Harry veía maravillado como los ojos de William se oscurecían, la mirada atenta al hombre grosero que había incomodado a su hermanita con más de un comentario fuera de tono. Podía ver sus fríos ojos atento a cualquier peligro, colmillos sobresalientes como los de un depredador listos para morder a cualquiera. Abigail y Harry estaban extasiados, si tan solo se dejara llevar.
Abigail no era una tonta chica que servía simplemente para mantener la casa y criar hijos (palabras citadas del hombre grosero), Abigail no era la jodida presa en esa ecuación y Harry no dudó en tomar una de las horribles y poco elegantes tarjetas de presentación del negocio del hombre. Su padre estaría encantado de hacer algo al respecto.
Sin embargo era la reacción del agente lo curioso de la situación, no solo por la abierta amenaza hacía el dueño de tan vulgar negocio, sino porque su mano rápidamente había viajado a donde se encontraba su arma.
Interesante.
Parecía que sus dedos picaban por tomarlo y disparar a matar; bastante impersonal, pero ese hombre no merecía morir de otra forma, tal vez una visita nocturna lo haría recapacitar de su grosería.
Entonces, cuando estaban en buscando los mejores vegetales para el banquete, Harry escuchó las voces susurrar.
'¡Necesitas atraerlo!' Escuchaba el adolescente, un par de calabazas bebé fueron elegidas.
—¿Pero cómo? ¿Qué lograría atraer por completo a Will— murmuraba mientras se alejaba un poco, tanto de su hermana como del castaño mayor.
'El amor' se escucho.
—Ya estamos en eso— fue su respuesta.
~El odio~
—¿Hacía quien? ¿Freddie Lounds? Es la única que se me ocurre— se escucharon dos pares de risas.
'Te imaginas como odiaría a la orden si llegaran a hacerte daño, o a otra persona si tratara de hacerle algo a papá' la sonrisa de Harry tuvo que ser escondida por lo realmente perversa que era.
—Hablaré con papá de ello, ¿Algo más?— preguntó a la nada.
~Traición... venganza, usa la cabeza tonta serpiente~ Harry gruñó mientras pensaba qué hacer.
—Sabemos que Jack Crawford sería el único que lastimaría de ésa manera a Will, o papá, pero no sé si haría algo así— murmuró dudoso.
—¿Hechizo de compulsión?— preguntó, pensando en cómo la próxima vez que se encontrara con el hombre podría lanzar el hechizo silenciosamente.
~'Compulsión'~ respondieron, y Harry asintió satisfecho, pronto pondría al tanto a su padre de sus planes.
Realmente le gustaba mucho Will, y sería parte de su familia.
Horas más tarde las compras habían terminado, los tres estaban realmente agotados y había muchas bolsas llenas de vegetales en la parte de atrás del automóvil de Will. Fue por eso que suspiraron complacidos una vez ingresaron nuevamente a la casa del psiquiatra y el olor de la comida casera los envolvía, los estómagos de los tres parecieron elegir aquél momento para realizar ruidos hambrientos y los los adolecentes rieron.
—Dejemos esto en la cocina y luego vayan a cambiarse por algo más cómodo, yo ayudaré a su padre a guardar todo— los chicos asintieron y fueron con sus bolsas hasta el santuario del psiquiatra. Donde lo vieron moverse con gracia y precisión cocinando como un verdadero chef de élite.
—Hemos vuelto— dijo Harry, el rubio mayor, que ya los había oído desde la entrada se giró a verlos y le sonrió.
—Bienvenidos— dijo con suavidad, antes de volver a lo que sea que había dentro de la gran olla. Los chicos dejaron las bolsas en la isla antes de correr juntos por las escaleras hacia sus habitaciones.
—¿Fue una buena mañana?— preguntó el psiquiatra una vez estuvieron solos nuevamente, Will sonrió levantándose para llegar a un costado de Hannibal.
—No tienes idea— murmuró como única respuesta. El psiquiatra le ofreció una sonrisa y no dijeron más mientras el mayor ofrecía una copa de vino al agente.
—Dobby— llamó despacio Harry luego de cerrar la puerta de su habitación con cerrojo. El elfo apreció solo dos segundos después de ser llamado.
—¿Qué puede hacer Dobby, por el amito Harry?— preguntó la criatura, el mago le sonrió cálidamente.
—¿Cómo te ha ido con Abigail viviendo aquí? ¿Estás bien? Solo debes esperar un poco más antes de que ella también pueda conocerte— el pequeño elfo comenzó a llorar, Harry Potter le preguntaba cómo estaba, sin embargo trató de responder lo mejor que pudo.
—Dobby está bien, señor. Ansioso por conocer a la nueva amita pero se mantendrá oculto hasta que usted lo diga— Harry dejó una pequeña caricia sobre la cabeza de Dobby, el elfo se bañó en el cariño de su amo.
—Te tengo una misión muy importante Dobby, solo tú puedes hacerlo ¿Me ayudarías?— preguntó, ni siquiera pudo terminar del todo la frase cuando el elfo comenzó a asentir.
—Dobby ayudará al amo Harry en lo que el amo pida— El mago volvió a sonreír levemente; sin duda enlazarse al elfo fue una de sus mejores decisiones.
—Necesitos que espíes a alguien por mí, Dobby, creo que está demás decir que debe hacerse todo de forma discreta— la criatura se puso más seria y dejó que su amo hablara.
—Necesito que lo observes todo, qué hace, cómo lo hace, cuándo lo hace, si sale o no y quien lo visita, ¿Está bien?— preguntó, Dobby volvió a sentir y Harry le sonrió; aunque su sonrisa era casi depredadora.
—Dime Dobby... ¿Conoces
El Castillo de Nurmengard?—
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