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Rojo.



Rojo... tibio.



Rojo... tibio... mojado.



Rojo... tibio... mojado... ardor.




Rojo... tibio... mojado... ardor... dolor.



















Oscuridad.









Aquello era lo único que Harry lograba recordar, ahora que se encontraba nadando en la inconsciencia podía tomarse el lujo de reparar en aquellas pequeñeces antes de que toda esa tragedia sucediera. Como en que era realmente raro que esos... ''artefactos'' pudieran hacerle tal daño. No era que se creyera invencible o que nada pudiera hacerlo daño; es solo que a lo largo de los años aprendió que tras las palizas del tío Vernon, sus heridas sanaban mucho más rápidamente gracias a su propia magia, era solo cuestión de horas, sin embargo, algo tenía ese cuchillo y aquel cinturón, sus heridas no sanaban y parecía que la carne abierta ardía con el solo contacto con el aire. Casi la sentía pudrirse.

Cada parte de su cuerpo ardía, aún en la inconsciencia podía sentirlo, y a la mente de Harry solo podía venirle preguntas, preguntas y más preguntas. ¿De verdad su tío disfrutaba torturándolo de esa manera? ¿Qué había hecho... Qué tenía él para que fuese tratado de ésa manera? ¿Qué clase de monstruo era él para merecer eso?

Fenómeno. Muere. Anormal. Muere. Deberías morir. Tu existencia es un error. Muere. Muere. MUERE.



Murmullos.






Murmullos en la puerta de su habitación.

Magia poderosa, también la sentía, una muy espesa, ¿Era ésa la magia de Dumbledore? ¡Pediría ayuda! Él podía salvarlo, tal vez si viera ésto por fin accedería a sacarlo de aquella casa.
Y cuando iba a gritar por auxilio lo oyó.

La voz de su salvador, de aquel que consideraba familia, la voz de la traición:



—No pueden herirlo de gravedad, al menos no mortalmente— y un escalofrío le recorrió la espina dorsal, ése no era Dumbledore, el amable director a quien pedía siempre consejos. A quien veía como un abuelo.—Harry no puede ser feliz, debe sufrir lo más que pueda, así no tendrá miedo a morir cuando llegue su hora— sus músculos se tensaron pero rápidamente volvió a relajarse, sintiéndose nauseabundo al escuchar al que creía su mentor diciéndole tales cosas a sus ''tíos''. ¿Todo esto ya estaba preparado? Si era así ¿Desde cuándo? ¿Desde su nacimiento? ¿Después? ¿O incluso antes? ¿Voldemort siquiera sabía cómo era Dumbledore? Supuso que sí, sino por qué tanto odio hacia él.




Harry escuchó el murmullo de risas en su mente.





—¿Y nosotros qué obtendremos a cambio?— preguntó Vernon, el joven decidió que ya no lo llamaría tío. Era un cerdo.


'Uno que debe eliminarse'



—Una parte de su herencia irá a ustedes cuando muera— respondió Dumbledore, como si estuviera hablando de sus jodidos caramelos de limón. ¿Acaso todo era por dinero? ¿Por poder? Apenas era el primer día de su llegada a ''casa'' ¿Ésto seguiría así todo el verano? Simplemente quería morir.

—¿Cuándo será eso?— volvió a preguntar el hombre obeso, hubo un breve momento de silencio.

—Quizás cuanto tenga 17, a lo sumo cuando tenga 18 años, no pasará de ello, me encargaré de eso— otro escalofrío, no entendía como ése hombre pudo hablarle con tanta calidez en el pasado. Pero todo había sido una mentira.

—Es necesario que Harry... ¿Que el chico muera?— preguntó su tía, aún la consideraba una, ella nunca le hizo daño, salvo su brutal negligencia.

~No es tan mala~

'Pero es igual de culpable'


—No me digas que has comenzado a tenerle compasión al niño, Petunia— y su tía no respondió, y el director soltó una risa que le heló la sangre. Sólo para continuar hablando con Vernon sobre los ''juguetes'' que había traído para torturarlo.

Ahora entendía por qué no sanaba. Pero unos simples hechizos y pociones no lo detendrían. No pasó los últimos cuatro años enfrentándose al Señor Oscuro por nada. 








Y mientras oía los pasos y murmurllos alejarse, obligó a su magia a sanarlo, no es como si la obligara realmente; en su último año pudo conectarse tanto con su núcleo mágico que descubrió que tenía sangre de algún tipo de criatura así como también podía realizar algunos hechizos sin varita.


Y esa tarde de dedicó únicamente a sanar y curar sus heridas, entrando y saliendo de la inconsciencia, viendo cómo se hacía de noche.


'Me siento traicionado'

Susurró una voz en su mente, cuando los últimos vestigios de su magia curativa volvían a su núcleo, su mirada quedó perdida en algún punto de la pared manchada con su sangre.

~Quiero venganza~ se escuchó una voz más oscura. Y Harry realmente estaba de acuerdo con ambas voces.





















La noche llegó y Harry seguía en el suelo, revolcandose en su propia sangre, en su propia orina y otros fluidos que no quería pensar qué eran, continuaba mirando la pared, los susurros cada vez se oían un poco más claras, menos lejanas, parecían incluso abrazarse a su mente ahora. La calidez lo envolvía, de manera metafórica.



El sonido de la puerta abriéndose lo alertó, pero continuó estático en el piso frío de madera, de reojo veía a su temblorosa tía, que dejaba una pequeña botella de agua junto con lo que parecía ser una rara y asquerosa comida. Harry giró su rostro, de una forma poco natural y la miró con ojos vacíos.

—Sabes que esto no te salvará— fue lo único que dijo. El temblor de la mujer se hizo más evidente y ella solo retrocedió, lo sabía, sabía que algún día su sobrino ya no aguantaría, su mente de quebraría y que su familia era quien sufriría las consecuencias.  Petunia asintió, en su mirada reflejaba la aceptación de su destino.

—No sufrirás, ni tu hijo, tendrás una muerte digna e indolora, pero nosotros no podemos decir lo mismo de tu esposo— la mujer mayor se estremeció al escuchar ''nosotros no podemos'' en vez de ''puedo''. Asintió y se marchó, sin decir más.
























Cuando Harry pudo acceder a todos su miembros sin dificultad ya era tarde en la noche, sus tíos ya estaban en sus habitaciones, Duddley también, entonces fue que tomó una ducha rápida y tras vestirse lo mejor posible salió fuera de casa, levantando la varita viendo como el autobús noctámbulo aparecía.

—Al caldero chorreante— fue su susurro, le dejó las monedas correspondientes al portero y dejó que el infernal vehículo lo llevase a su destino.

Durante el recorrido pensó en su último año, Voldemort había recuperado su cuerpo gracias a su sangre, pero éso solo era el menor de sus problemas; Dumbledore lo había mandado a casa de sus tíos apenas estuvo curado. Harry había insistido en que quería terminar el año como un chico normal, pero al parecer no estaba en los planes del director. Ésa fue la primera alarma, pequeños susurros comenzaron a rondar por su mente, pero decidió ignorarlo. Mañana terminaban las clases en Hogwarts para el resto de los estudiantes, podía ir con tranquilidad al banco y nadie sabría nada. Lo cual era mucho mejor dada sus circunstancias. Tragó grueso al llegar a su destino, transfiguró sus ropas a una túnica oscura y decidió entrar al bar, agradeció a la oscuridad de la noche por ocultarlo así como al banco que al parecer no cerraba. Con un suspiro avanzó por el callejón, al parecer era en knockturn donde había más movimiento por las noches; no sabía por qué se sorprendía realmente. Un pequeño temblor lo recorrió y con paso firme decidió ingresar al banco, avanzó hasta uno de los duendes más cercano y esperó a que éste dejara de pesar piedras preciosas en una bonita balanza de oro. El duende lo miró con desagrado, entonces Harry aprovechó para saludar.

—Buenas noches, quisiera saber si podría hablar con el duende a cargo de mis cuentas si no es mucha molestia— y la criatura pasó por diferentes grados de sorpresa, antes de parpadear y acercarse al borde de su atril.

—¿Y quien desea hablar con su gerente de cuentas?— preguntó, un tinte de curiosidad filtrado en su voz. Harry sonrió pasando su varita.

—Harry Potter, señor— murmuró, el duende ésta vez no ocultó su sorpresa, sin embargo sonrió aterradoramente antes de asentir y devolver la varita.

—Sígame, Sr. Potter— susurró en respuesta, bajando de su banquillo para poder guiar al mago a las profundidades del banco, simplemente para parar frente a una oficina bastante normal; a diferencia de las otras. El duende pidió a Harry esperar en lo que él ingresaba a la oficina. No pasó mucho antes de que la puerta se volviera a abrirse y lo dejaran pasar.

—Muchas gracias...— Harry dejó la frase al aire en espera de que el duende le dijera su nombre.

—Berk, Sr. Potter, ése es mi nombre— el chico le sonrió levemente y asintió.

—Gracias Berk, buenas noches Sr. Grimphook, ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos— el duende tras el escritorio apenas y sonrió, no demasiado impresionado.

—Me sorprende que me recuerde, Sr. Potter, por favor tome asiento. Berk, puedes retirarte— tras un leve asentimiento el duende se marchó y la habitación pareció oscurecerse.

—¿En qué puedo ayudarlo?— por un momento Harry pareció dudar, los duendes nunca se metían en los asuntos de los magos.

'Debes decirle lo de tus cuentas primero'

~Mejor sobre tu criatura~

'~cuéntale~'


Un breve suspiro y Harry comenzó. Le contó desde el torneo de los tres magos; hasta su ida temprana a casa, le dijo de los abusos de sus tíos hasta la conversación que escuchó mientras estaba semi inconsciente. Le dijo sus dudas sobre su sangre. Y Grimphook escuchó atentamente; sin interrumpir, sin mirarlo con pena, sin mirarlo con asco.

—Quisiera que me realizaran todo tipo de pruebas, desde herencia monetaria, hasta herencia de sangre, y si tienen algun tipo de ritual para saber mi condición física; también lo quiero, espero que no se necesite la aprobación de mi guardián mágico para eso— fue la primera vez que el duende lo miró con el ceño fruncido.


—Usted no necesita de ningún guardián mágico, Sr. Potter. Ya es mayor de edad— Y es entonces el turno de Harry de fruncir el ceño tenso.

—¿No se supone que un mago es mayor de edad a los diecisiete años?— había un pequeño tinte de furia en su voz y sus ojos resplandecieron, el duende apretó los puños indignado.

—Al obligarlo a participar en el torneo de los tres magos se lo toma como mayor de edad ante el mundo mágico, se supone que el director debía informarlo, o los asesores del torneo— las antorchas dentro de la oficina se precipitaron y por segundos el lugar quedaba en completa oscuridad antes de volver a iluminarse.

—Desde luego, el director no me informó de esto— las manos del chico se hicieron puños y la mandíbula quedó tensa. Harry supuso que esa reacción la usaría bastante en las próximas horas.


—Haremos las pruebas en éste instante Sr. Potter, si su ministerio no ha hecho su trabajo, lo haremos nosotros y mucho mejor— Harry asintió, y el duende comenzó a conovocar un par de pergaminos y una extraña daga negra con incrustaciones de piedras preciosas del mismo tono; además de la ya habitual daga de oro para la prueba de herencia.

—Su ayuda es apreciada— murmuró el joven mago, el duende asintió y puso frente a él dos pergaminos y le pasó la daga dorada.

—Tres gotas de su sangre en cada pergamino, no más— y el chico asintió, soltó un suspiro largo antes de cortar su palma, apretó en puño su mano y dejó caer las tres gotas en cada pergamino, ellas revelaría sus herencia monetaria y mágica.

El pergamino había brillado levemente y entonces el duende miró; durante al menos cinco minutos todo fue silencio, pasando la mirada de un pergamino a otro la criatura fruncía cada vez más el ceño. Hasta que se los pasó ambos a Harry, quién decidió leer primero su herencia mágica.

Y su corazón pareció detenerse por unos segundos, siempre había pensado que su madre era una simple hija de muggles más, siempre pensó que era un mestizo, siempre creyó que sus habilidades eran por su conexión por Voldemort. Y tal vez sí estaba conectado a él, pero jamás había imaginado de tal forma.


Nombre: Harrison James Potter Evans

Estatus de sangre: Pura

Padre: James Charlus Potter Black

Madre: Lilly Anne Potter Evans (Gaunt)

Padrino Paterno: Sirius Orión Black (por ritual de sangre)

Padrino Materno: Tom Marvolo Riddle Gaunt (ritual sin realizar)

Herencia mágica:
Sangre de basilisco (por pacto de almas)

Empatía pura (herencia paterna)

Veela (herencia por apadrinamiento, tras ritual)

Dones adquiridos:
Metamórfogo (por apadrinamiento)

Parsel (herencia materna)

Magia curativa (herencia paterna)

Mirada petrificadora (por pacto de almas)


—Es bastante inusual que un mago recibiera tantos dones— irrumpió el silencio Grimphook.—Mucho más inusual lo es recibirlos por un pacto de alma, algo debió hacer muy bien su madre para que un basilisco heredara sus dones a usted— más silencio.

—Sin embargo lo realmente inusual es su segundo padrino, estoy más que seguro que usted conoce ese nombre— y Harry asintió, incapaz de formular alguna palabra, porque todo era demasiado para procesarlo.

—Entonces, Tom es mi padrino, espera...¿Mi madre era una Gaunt? ¿Grimphook, ella no dejó una carta o algo para que se me entregue a mi mayoría de edad?—preguntó Harry, su cabeza comenzando a dolerle, suspiró a la par que se masajeó las sienes en busca de alivio.

—De hecho, nos dejó un diario, debía serle entregado el año pasado, pero cuando se intentó enviarlo ésta regresó a nosotros debido a que alguien redirecionaba su correo, lo mandaré traer ahora— Harry cerró los ojos, pidiendo paciencia porque estaba seguro que mataría a alguien; sin embargo no podía al duende... lastimosamente, era su único aliado, por ahora.

—¿Hay más correo que no haya llegado a mí?— preguntó, la criatura miró un par de pergaminos antes de asentir.

—Al parecer hay dos pequeñas cámaras, donde correo y donaciones han sido enviadas, por lo que veo; en la cámara de donacionas se han hecho varios retiros, y la cámara de correos está casi a tope de cartas y otros regalos de los últimos catorce años— el puño de Harry se apretó hasta que sus nudillos se hicieron blancos, durante al menos un breve segundo sus ojos se volvieron de un amarillo verdoso y el duende rápidamente apartó la mirada, no quería morir o ser petrificado, gracias.

—Entiendo, ¿Puedo ver el siguiente pergamino?— preguntó el mago y rápidamente Grimphook se lo pasó.

—Adelante— lo invitó a leer, mientras Harry leía otro duende llegaba con un libro empaquetado en finas telas negras.

Cámaras heredadas por herencia paterna:

Bóveda de fideicomiso 683
Bóveda familiar Potter 704, 705, 706
Bóveda Gryffindor 207, 208, 209
Bóveda Peverell 40, 41, 42, 43

Cámaras heredadas por herencia materna:

Bóveda Evans: 815
Bóveda Gaunt: 716, 717, 718
Bóveda Slytherin (segundo heredero): 204, 205, 206

Cámaras heredadas por apadrinamiento:

Bóvedas Black del heredero principal: 401, 402, 403

Bóveda Riddle: 800 (solo contiene libros)


—Debo aclararle que ya que es mayor de edad, usted debe portar los anillos de Lord de la casa Potter, de la casa Gryffindor y de la casa Peverell, éstas deben llevarse en la mano izquierda, también debe llevar los anillos de heredero la las casas Gaunt, Slytherin y Black; éstas irán a su mano derecha— Harry asintió y dejó que el duende pidiera los anillos a la otra criatura que había traído el diario de su madre.

—Esto es suyo, Sr. Potter, su madre no dejó instrucciones, pero dado a que tiene incrustado en la tapa un ojo fosilizado de basilisco, tuvimos que tomar ciertas precauciones— el chico asintió, recibiendo en sus manos el no tan delgado libro. Con delicadeza se deshizo de las telas y la mirada amarilla de un basilisco le dio la bienvenida, un suave calorcito se instaló en su pecho y tomó la daga de oro, un gran corte en su palma y acarició la tapa del diario; que brilló de un verde enfermizo antes de absorber por completo su sangre y con un click se abrió, una imagen de su madre ataviada en un hermoso vestido negro; al lado de un imponente Tom Riddle (un poco más envegecido que su recuerdo del diario en su segundo año) en un traje igualmente negro a su lado, su madre sonreía con calidez, agarrada del brazo de Tom antes de descansar su cabeza en el hombro del mago más alto. Ambos cómodos el uno al lado del otro... como familia.

Su corazón se aceleró y decidió volver a cerrar el diario, con foto incluida, para volver su mirada al duende.

—Quisiera que todos los libros que se hallan en cada una de las bóvedas sean puestos en un baúl para llevar, ¿es necesario que yo provea uno?— preguntó el chico, la criatura negó con la cabeza.

—Probablemente en alguna de sus bóvedas haya uno, sino, el banco se lo dará, pondremos cada tanda de libros de acuerdo a la cámara a la que pertenezca— Harry asintió en acuerdo, luego pareció meditar por unos segundos.

—Si hay cuadros de los fundadores en las bóvedas de éstos, también voy a quererlos, de la bóveda Peverell solo si hay una muy antigua, y vean si en la Potter hay alguna de mi madre— el duende volvió a asentir mientras escribía un par de cosas en un pergamino. Otro duende volvió, ésta vez con seis cajas de madera apiladas una sobre la otra. El gobblin desaparecía tras la montaña de cajas.

—Sr. Potter, éstos son sus anillos, por favor póngaselos antes de realizar cualquier extracción de las cámaras— el mago asintió nuevamente, poniéndose primero los anillos de jefe de casa, el de los Potter lo aceptó de inmediato, al igual que el Peverell, el Gryffindor tardó unos segundos, pero igualmente lo aceptó. Tenía tres enormes anillos en sus dedos índice, medio y anular de la mano izquierza. Los anillos de heredero eran más simples y finos; pero no por ello menos hermosos, el anillo Black lo aceptó sin problemas junto con el Slytherin (sorpresivamente lo aceptó con más facilidad que el Gryffindor), el anillo Gaunt tardó unos segundos pero luego lo aceptó de buena gana, los había puesto en los mismos dedos que los de jefe de casa; pero en la mano derecha. Harry se sintió bienvenido por los anillos, por las casas a las que pertenecía en sí.

—Bien, ya que hemos terminado con las formalidades, nos queda un último pergamino— dijo Grimphook, sin embargo, antes de que tomara la daga oscura, Harry lo interrumpió.

—Grimphook, ¿Hay alguna manera de que otro duende maneje mi cuenta de fideicomiso y realice un inventario de las cámaras de cartas y regalos que mencionó?— el duende parpadeó, bastante confundido por la petición, sin embargo asintió.

—Lo hay, ¿Tiene alguien en mente?— preguntó, el mago sonrió, casi de manera aterradora. Casi.

—Me preguntaba si Berk podría hacerse cargo de esas bóvedas, ya que estoy seguro de que estarás ocupado realizando las mismas tareas en las demás, estoy más que seguro de que mi guardián me ha estado robando, así que deseo que se realice una auditoría y un conteo de cada objeto que hay en todas mis bóvedas— la amenaza estaba latente en esa petición, no había sutilidad con Harry Potter y el duende lo supo apenas vio en sus ojos un naciente color amarillo mortal.

—Por supuesto señor Potter, en la semana estará recibiendo noticias de ambos— dijo, Harry sonrió ésta vez menos aterrador.

—Gracias, ustedes han sido mi única fuente confiable, por lo que me gustaría agradecerles, tanto Berk como  tú pueden retirar un objeto hecho por ustedes de cualquiera de mis bóvedas— los ojos del duende brillaron codiciosos y asintió con una sonrisa horrible.

—De acuerdo, dejando los negocios de lado, pasemos a lo importante— dijo nuevamente Harry, a lo que Grimphook apoyó la moción, pasándole el pergamino y aquella hermosa daga oscura.

Harry dio un suspiro tembloroso, no le agradaba la idea de que todas sus cicatrices sean vistas por alguien más, se sentía vulnerable, y solo Merlín sabía que ya no quería volver a sentirse así. Las voces volvieron como susurros bajos.

'Debes hacerlo, es por nuestro bien'

~Sin embargo sigue sin gustarme~

'Tal vez los duendes nos ayuden'

—Tal vez, pero no significa que lo hagan— el duende lo miró en silencio, a pesar de que susurró su respuesta pareció haberlo escuchado.

~Ya piensa que estamos locooos~ susurró la que parecía ser la voz más vengativa, aunque realmente ambos buscaban vengarse de sus tíos. Y de Dumbledore.

'No es como si estuviera muy equivocado'

~Por supuesto, ¿qué ser humano normal tiene voces en su cabeza?~ susurró con ironía, lo llamaría Serpent, era lo mas parecido a su lado Slytherin.

'Sin embargo, hay que verle el lado positivo, ahora somos tres, tres cabezas piensan mejor que una' eso era tan Gryffindor, lo llamará Lion, sí, su imaginación no daba para más.

—Silencio— susurró, la orden implícita en su voz, y todo se silenció, y volvió a suspirar antes de cortar su mano nuevamente con una daga, dejando caer tres gotas de su sangre en el pergamino. Se avergonzó al ver que éste triplicaba su tamaño. Desvió la mirada; viendo de reojo al duende apretar los puños. Otro suspiro tembloroso. En silencio Grimphook le pasó el pergamino.

Los ojos de Harry se iban llenando de lágrimas, viendo la cantidad de hechizos que fueron puestos en su cuerpo desde que era un simple bebé, la primera lágrima cayó cuando vio las pociones, los inhibidores, los bloqueos mágicos de sus dones, el bloqueo de su sangre de criatura; que debía haber aparecido a los trece años (ahora entendía por qué su madre pidió que su diario se lo entregaran el año pasado) sin embargo eso no pasó. Sin darse cuenta comenzó a llorar, sus lágrimas parecían diamantes a la luz de las antorchas de la oficina.

Parte de su encantó veela se filtro de los bloqueos y el duende se sintió en la gran necesidad de consolar al chico. Sobre todo al ver que lo que había sucedido más temprano en la mañana tenía magia involucrada.

—Fue Dumbledore— susurró con una voz temblorosa Harry, el corazón del duende se apretó al escuchar el dolor en la voz del mago.

'¡Muerte al director!' Gritó Lion en su cabeza

~¡Dolorosa muerte al director!~ secundó Serpent.

—Haremos todo en nuestras manos para que pague, al menos sus crimenes en cuanto a sus bóvedas— mencionó Grimphook, Harry asintió, respirando hondo para tratar de calmarse.

—¿Hay alguna manera de limpiar mi cuerpo?— preguntó el mago, lo miró con aprehensión, como si realmente no pudiera ser salvado.

—Por supuesto que existen maneras, sin embargo, hay algo más de lo que debemos hablar antes de eso, Sr. Potter, mire el final del pergamino— solo en ése momento se dio cuenta de que no había terminado de leerlo. Y su corazón latió dolorosamente al ver lo que realmente sucedió aquella noche en el Valle de Godric. Tom... el había puesto un pedazo de su alma en él; fueron apenas unos minutos antes de que recibiera la maldición asesina por parte de Dumbledore (agradecía que el pergamino mostrara quién lo había hechizado) sin embargo, lo que más le consternaba era el hecho de que Tom había sacrificado parte de su alma para salvarlo, previendo el ataque del director. Harry miró a Grimphook en busca de respuestas. Realmente no estaba entendiendo qué demonios pasaba.

—Sr. Potter, ¿Le es familiar la palabra horrocrux?— y el pelinegro negó, nunca había escuchado algo así y por la mirada del duende supo que esa iba a ser una charla larga e interesante.

—Un horrocrux es un pedazo de alma que tras un asesinato es colocado en un objeto al realizar un ritual. Al ser el asesinato algo que va contra la naturaleza; nuestra alma se fragmenta al matar, es ése pedazo de alma que es colocado en un objeto el que sirve para anclar el alma al mundo de los vivos; eso quiere decir que, si su cuerpo muere, su alma no cruza el velo de la muerte, queda estancada en el mundo de los vivos como un espíritu mas no como un fantasma— y recuerdos de lo sucedido en el  cementerio pasaron rápidamente por la mente de Harry, ahora todo tenía sentido, al menos algo.

—¿Fue el alma de Tom lo que salvo?— preguntó, más para sí que para la criatura frente a él, sin embargo Grimphook igualmente respondió.

—No, Tom Riddle te dio un pedazo de alma con la intención de protegerte, sí. Pero no fue su alma la que te salvó, fue tu sangre de criatura, los basiliscos no mueren por un Avada, sólo el canto de un gallo puede matarlo, al parecer Dumbledore solo cree que eres veela, por que si supiera que eres parte rey de las serpientes un gallo habría bastado para matarte en aquél momento, aunque ahora no lo creo, eres más fuerte y deberas ser capaz de controlar tu sangre para que su debilidad no te mate— Harry al parecer estaba en un choque emocional, miró nuevamente el pergamino, el pedazo de alma estaba tras su cicatriz en forma de rayo. Decidió tocarla sintiendo un leve hormigueo en respuesta. Como si intentara acariciarlo. Fue tiernamente perturbador.

Harry cerró los ojos y suspiró antes de hablar.


—Entiendo, ahora ¿Qué hay que hacer para limpiar mi cuerpo de los hechizos y cómo puedo pasar el fragmento de Tom a uno de mis anillos? Tal vez sea perjudicial mantenerlo tanto tiempo dentro mío, sin contar que si muero, el pedazo de alma de Tom también— decir que el duende estaba impresionado fue un eufemismo. Sin embargo asintió y se levantó de su asiento.

—Si me acompaña, iremos a una sala para que realicen un ritual, mientras usted es sometido a dicho ritual, yo iré a preparar su baúl— el pelinegro se paró tras él y decidió seguirlo en silencio. Esta noche marcaría su vida para siempre.


















Aquella era la primera vez que Harry veía a las contrapartes femeninas de los duendes, ciertamente no eran muy diferentes; pero había algo menos grotesco en sus rostros, más suavidad dentro de toda esa...belleza abstracta que poseían. Suspiró mientras era guiado a cambiarse sus ropas por una túnica blanca y casi transparente que apenas cubría sus noblezas. Con algo de pena; por los inmensos moratones en su cuerpo y las cicatrices que adornaban su alguna vez pálida y suave piel ingresó dentro de un gran círculo mágico, provisto de una gran cantidad de runas y algún que otro jeroglífico egipcio y otros extraño símbolos que reconocía como escritura gobblin. Le pidieron que se arrodillara; así lo hizo, y entonces comenzó. Primeramente eran suaves murmullos, las gobblins tenían una hermosa y melodiosa voz, que fue escuchada por Harry cuando éstas comenzaron sus cánticos en una mezcla de lenguajes que le era imposible de reconocer. Y lo sintió.

Comenzó como un pequeño escalofrío en la base de la espalda, al que le siguió un hormigueo en todo el cuerpo, luego poco a poco el dolor aumentaba a medida que el cántico se hacía más fuerte y veloz. Y un horrible latigazo de puro dolor le llegó a la frente, la intensidad era tanta que gritó, la voces en su mente estaban aterrorizadas; intentaban calmarlo pero él ni siquiera podía comprender, el dolor era todo lo que sentía, lo que oía. Ni siquiera notó cuando su frente comenzo a sangrar. Entonces el cántico bajó de intensidad al igual que el dolor. Sus músculos ardían, sus huesos crugían reacomodándose, su estructura ósea cambiaba, su núcleo mágico se extendía, sentía inmensa magia recorrer sus venas; a cada centímetro de su cuerpo. Y cuando sus ojos comenzaron a llorar sangre no aguantó y simplemente se desmayó.















Al despertar se hallaba en la misma sala, sobre una cómoda camilla, muy parecida a las de la enfermería del colegio; excepto claro está que éstas eran cómodas. Su ropa estaba acomodada en una pequeña mesita de noche a un lado de su cama. Decidió que sería conveniente cambiarse, las voces estuvieron de acuerdo, y cuando había terminado; la puerta era abierta, por ella ingresaba Grimphook quien con un movimiento de manos invocó un par de sillas con una mesita de té. No pasó mucho hasta que un mago que trabajaba para el banco ingresara con un servicio de té para ambos; acompañado de algunos bocadillos dulces. Harry agradeció haberse puesto la capucha de la túnica para entonces, no quería que se filtrara la información de su visita al banco, muchas gracias. Permanecieron en silencio hasta que el muy curioso y para nada disimulado mago se marchó de la habitación, disfrutaron de su cálida bebida y de los bizcochos durante un rato, pero fue el mismo duende quien irrumpió el apacible silencio.

—Fue realmente sorprendente que aguantara hasta el final del ritual, Sr. Potter, sin embargo, eso no es lo único sorprendente— Harry permaneció en silencio, mientras había un gran bullicio dentro de su mente.

—Al parecer, las restricciones a su magia impidieron mucho su crecimiento, por ende ha crecido unos diez centímetros, quizás aún quede dolores por ello— el mago asintió invitándolo a continuar.

—La sangre del basilisco corre libremente por su cuerpo ahora, eso significa que los dones otorgados por el pacto de sangre en el que estuviste involucrado son utilizables. La mirada petrificadora debe ser natural en ti, sin embargo, si lo que deseas es matar... tendrás que aprender a controlar tus dones, con el parsel creo que ya tienes experiencia— Harry volvió a asentir; por primera vez las voces se silenciaron. Curiosas por saber lo que era capaz de hacer.

—La magia curativa es posible de aprender con libros, usted ya posee el don, será mucho más fácil practicarlo. Encontrará una gran sección de ése tema en la biblioteca que hemos creado para usted— un atisbo de sonrisa apareció en el rostro de Harry, aunque fue imposible de ver para el duende.

—Me temo que son sus dones empáticos y metamorfogos los que le traerán problemas— eso había captado incluso más la atención del joven mago. —Los metamorfogos si no controlan su don son capaces de cambiar las características de su cuerpo de acuerdo a su estado de ánimo, así que le aseguro debe comenzar a practicar magia mental; como oclumancia o legeremancia para poder controlarlo, al menos un poco de manejo de esas artes podría ayudarlo mucho con su control en su don— Harry volvió a asentir, sin embargo bajó la capucha de su túnica, esperando mirar al duende a los ojos. Su  cabello ahora era de un negro azabache; sin embargo sus ojos estaban amarillos con una pequeña pupila alargada. Los ojos de basilisco. El duende desvió rápidamente la mirada.

—Sin embargo lo que me preocupa es la empatía— el duende permanecía con los ojos fijos a una pared a un lado de Harry, fruncía el ceño, y de vez en vez apretaba los puños. El estómago del mago se retorció de nervios.

—Quizás ahora no lo experimente, pero a usted le será tan fácil entrar dentro de las mentes de las personas que es posible que incluso se pierda a sí mismo. Esto no es una magia como la legeremancia en la que simplemente tienes acceso a los recuerdos y pensamientos de una persona. Va mucho más allá, usted vivirá los recuerdos en carne propia, las emociones y los sentimientos... los sentirá como si fueran suyos. Prácticamente entrará en la cabeza de alguien más y podría saber lo que se siente ser esa persona. Literalmente— Harry tragó grueso, eso se oía terrible si es que no tenía la capacidad de controlarlo.

—Yo... ¿Cómo podría controlarlo?— preguntó el mago, un tinte de desesperación en su voz. Su cabeza estaba en silencio y aquello lo preocupaba más.

—Quizás como primera medida podría evitar el contacto visual. Los ojos son la entrada a la mente, al alma misma de cualquier ser. Lo suyo no es un don muy común, pero Godric Gryffindor era un émpata muy conocido en su círculo de amigos, hay varios diarios suyos en su biblioteca, podría mirarlos. Sin embargo, antes de realizar cualquier estudio o lectura, le aconsejaría que leyera el diario de su madre. Fue imperativo por parte de ella que lo leyera cuando despertara su criatura, sus demás dones apenas se están manifestando, pero usted apenas despertó ya portaba los ojos del basilisco— el cabello de Harry pasó a un color gris humo, por lo confundido que se hallaba, sin embargo asintió, agradecía toda la ayuda brindada por los gobblins.

—Gracias Grimphook, ¿Hay algo más que necesite saber?— el duende lo pensó por un rato y volvió a asentir.


—Todas las heridas y enfermedades de su cuerpo han sido curadas, le recomendaría aplicarse las vacunas mágicas ya que no posee ninguna. Las cicatrices en su piel quedaron, algunas no desapareceran; sobre todos aquellas que se hicieron con un objeto mágico, su visión ha quedado restaurada gracias a la nueva sangre que adquirió. La cicatriz de rayo desapareció y el trozo de alma de Tom Riddle está en su anillo de heredero Gaunt— Harry suspiró alviado. Las cicatrices no importaban, aunque ciertamente se alegraba de ya no tener aquella maldita marca que lo hacía famoso. Estaba satisfecho con su vista, ni siquiera se había dado cuenta que no llevaba anteojos; aunque pudiera ver mejor que con ellos.

Tom... pensó, debería enviarle alguna carta, temía que matara a su lechuza, pero el pergamino decía que era su padrino, bueno, casi padrino. No, primero debía leer el diario de su madre, tenía que saber qué había pasado y porqué antes de escribirle algo a Voldemort. Ni siquiera sabía cómo empezar la maldita carta.

'Querido Señor tenebroso' empezó Lion con voz burlona.

~Poderoso mago oscuro Voldemort~ Siguió Serpent. Y Harry deseó que volvieran a estar en silencio.

—Supongo que eso es todo en cuanto a su salud física. Los libros que ordenó están en un baúl hecho a mano por uno de nuestros artesanos, un regalo de parte mío y de Berk; quien por cierto le expresa sus agradecimientos por el honor de estar a cargo de sus cuentas, le enviará un par de cartas en la brevedad. Sin embargo, hay más, los cuadros fueron puestos en un compartimiento aparte, ya que la mayoría de ellas son antiguas. Hay de todos los fundadores, hay de dos de los primeros Lords Peverell, Ignotius y Cadmus. Antepasados de Gyffindor y Slytherin respectivamente. De la familia Black creímos conveniente que tuviera un cuadro de Cassiopeia Black. Una de las pocas veelas puras de la familia negra, quizás pueda ayudarlo con su herencia— decía el gobblin, el cabello de Harry cambió a un amarillo brillante, bastante emocionado por la idea.

—Encontramos un cuadro de su madre, pero debido al lugar donde fue dejado; éste se dañó y ya no puede hablar, puede hacer señas y entender. Pero ya no puede producir sonido. Lo lamento— la emoción de Harry pareció desinflarse y suspiró. Al menos era mejor que nada.

—Te lo agradezco Grimphook— realmente estaba agradecido con la pequeña criatura, prácticamente le había salvado la vida.

—No es nada Sr. Potter. Pero aún hay algo, en la bóveda de los Black había algo más— y de su bolsillo sacó un giratiempo. Los ojos del joven mago se abrieron enormemente mientras pasaban de un amarillo a azul eléctrico.

—Estoy seguro que tiene mucho que estudiar y poco tiempo de vacaciones, quizás pueda ahorrar algo de su tiempo con esto— Harry lo tomó entre sus manos sonriendo como loco. Esto tenía muchos usos algunos más oscuros que otros. Celosamente se puso la cadenilla y lo guardó dentro de au túnica.


—Una deuda Grimphook¥ dijo Harry, el duende lo miró sin entender y el joven solo le sonrió.—La casa Potter ahora tiene una deuda. Cuando necesite de nuestra ayuda, o su gente lo necesite, no dude en acudir a mí o a mi descendencia si es que es necesario. Usted me ha salvado la vida, esa es mi deuda para con usted— El duende quedó boquiabierto. Ningún mago en la historia realizó una deuda de vida con un gobblin, con otras criaturas como centauros o unicornios ya hubo precedentes pero un duende... jamás. Cada vez más le sorprendía Lord Potter y para que negarlo. Lo sorprendía de forma grata.

—Lo acepto señor Potter, pero creo que su visita al banco se ha alargado un poco y es imperativo que usted descanse— Harry sonrió y asintió, con una lentitud casi dolorosa se levantó y siguió al duende hasta el vestíbulo del banco. Donde se despidió cortésmente de él y de Berk quien se había acercado también.

—Nos veremos pronto señores— fue lo único que mencionó, antes de marcharse del Banco con un baúl encogido en su bolsillo y una sonrisa oculta bajo la oscuridad de su capucha, salió nuevamente a las calles de Londres muggle, donde convocó al autobús noctámbulo para que lo llevara a las casa de sus tíos. Lo dejó en el inicio de la calle, agradeció ya que aunque sean solo unos metros; le vendría bien caminar y tratar de ordenar un poco sus pensamientos.














O al menos eso había querido, pero nuevamente el destino se la jugaba en contra, apenas estaba a unos pasos de la entrada al jardín de sus tíos cuando lo oyó. Fue apenas un suave sonido de una puerta siendo abierta, claro que eso normalmente no lo detendría, pero pongámoslo de ésta manera; son aproximadamente las cuatro de la mañana, no hay ni una sola alma por toda la calle, y los vecinos de enfrente normalmente no generan movimiento dentro de la casa hasta las seis de la mañana, que es cuando la Sra. Deeds se levanta para religiosamente servir el desayuno a las siete —¿Que cómo lo sabía? Pues él desde la cinco de la mañana trabajaba en el jardín, para que así sus vecinos no lo vieran—, en fin, era casi una blasfemia que la Sra. O el Sr. Deeds se levantaran a ésta hora. Y fue por eso mismo que se giró a mirar.




No había sido una buena idea en realidad.








De hecho, parecía que nunca realmente tenía una buena idea. Quizás había hecho algo realmente malo en su vida pasada. O quizás era una retribución adelantada por todo el mal que haría en el futuro. Eso se oía mejor en su mente. Pero el punto aquí era, que el Sr. Deeds no era quien salió de la casa de enfrente. No, de hecho apenas vio a ese hombre salir se sintió mareado. Algo pesado se instaló en la boca de su estómago cuando lo vio, ahí parado en el pórtico de la casa. Tan altivo, tan refinado, tan elegante y aún así... cubierto de sangre. Mucha sangre.

Sangre que salpicaba un extraño traje de plástico, sangre que salpicaba sus altos pómulos, su varonil quijada cincelada, su cabello color dorado y perfectamente peinado. Nada fuera de lugar en él, a excepción de toda esa sangre. Tan brillante y roja, espeso líquido que se deslizaba con lentitud por la piel y el traje de aquél perpetrador nocturno.


Sus ojos picaron y tuvo que cerrarlos por un breve momento, cuando los había vuelto a abrir, un wendigo le devolvía la mirada. Su piel era negra y sus ojos negros brillaban como escarabajos bajo la luz de la luna. Sus manos que terminaban en enormes garras asesinas tenían un movimiento preciso y fluido, casi clínico. Y Harry se sintió entusiasmado.

Al igual que las voces.




Cada cierto tiempo... la imagen del wendigo era reemplazada por la del hombre elegante; que también lo miraba fijamente, sin mover un solo músculo. Observó como el hombre guardaba lo que parecía un bisturí en un pequeño bolsillo de su traje de plástico. El wendigo avanzó hasta la acera y Harry se giró para ver mejor al hombre elegante.

'Una criatura'

~Pero parece muggle~

—Es un asesino— respondió Harry, quien inclinó un poco su cabeza hacia la izquierda antes de bajar la capucha de su túnica.

El hombre elegante fue saludado con un asentimiento de Harry. Respondió dubitativo; sin mostrar su asombro al ver los ojos del pequeño adolescente frente a el pasar de azules a un verde casi amarillento. Su instinto le gritó que desviara la mirada y así lo hizo; pues nunca le había fallado.

Sintió un escalofrío cuando una cantarina risa infantil inundó la calle desierta. El adolescente levantó si mano con suavidad y la puerta de la casa tras él se abrió sola. Un asentimiento de despedida y Harry volvió a esconder su rostro tras su capucha, no sin antes regalarle una última sonrisa al desconocido bañado en sangre.

'Se veía una persona muy agradable'

~Me gustaría volver a verlo~

—Algo me dice que así será— susurró a la nada Harry, acostado en el pequeño catre que le servía de cama en su habitación. Mirando el techo en oscuridad y escuchando un auto arrancar no mucho despues.

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