3. El Huésped
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El cuerpo humano es un conjunto de células y moléculas, es un cuerpo usado como huésped por una energía primordial. El cuerpo humano no es más que un instrumento, que funciona como un sistema, constituído por otros subsistemas. Cumple ciertas funciones vitales para subsistir en la naturaleza: alimentarse, respirar, reproducirse, excrementar, entre otras. Este instrumento sirve a dicha energía para materializarse, para encarnarse en la naturaleza; en esta criatura que llamamos homo sapiens sapiens.
La ley de conservación de la energía plantea que la energía no se crea ni se destruye, se transforma y viaja de un lugar a otro. Estamos rodeados de energía. Nosotros mismos la producimos. La voz con la que nos comunicamos es una forma de energía. Nosotros somos energía. Casi todo es energía y muchos objetos funcionan gracias a ella. Asimismo, el cuerpo humano es un objeto, un material, un instrumento, un huésped. Y la ley de conservación de la materia sostiene el mismo principio.
La energía primordial es una forma astral que reside en el cuerpo humano. De acuerdo a la ley índigo, no todos los homosapiens poseen esta reminiscencia, esta "capacidad". Esta energía astral es el principal objeto de estudio de científicos ilustres que son parte de La Resistencia. El gobierno le teme porque esta congregación ha dado pasos agigantados en la ciencia, y por esta razón han tomado medidas desesperadas, como el control exagerado al que hemos sido sometidos. Incluso han enviado a un agente para que se infiltre en los suburbios e investigue los movimientos de su enemigo.
El canal de noticias que notificó acerca de la publicación en las redes sociales de los insurgentes, casi es censurado de forma permanente. Esa información es peligrosa y por tanto, se debe mantener en confidencia. El agente infiltrado -además- ha traído su indagación, la cual -en consecuencia- ha inaugurado la actividad científica en el Municipio. Ésta ha fundado de forma confidencial un anexo nuevo, donde están sondeando investigaciones científicas, para batallar en la inminente guerra. Me queda claro que el gobierno se siente amenazado, a causa de todo lo que el agente secreto ha presenciado en los suburbios.
Los agentes secretos son profesionales muy eficientes. Por vez primera, uno de ellos fue elegido para ejercer su tarea, y los resultados de su labor son más que satisfactorios. Ahora saben dónde se encuentra el mayor grupo de sublevación, y también saben que este grupo no tiene nada a qué temer. Y ya no pueden enviar más gente allí, pues ya no regresaría. Es importante que no sólo vayan a observar, sino también que traigan documentos y muestras, que sirvan para desarrollar las armas necesarias para defenderse y contraatacar.
El laboratorio está produciendo prototipos de los ejemplares recolectados en los suburbios. Han engendrado órganos humanos y de otras especies, y han fabricado un concentrado, que provoca una serie de mutaciones a nivel celular y molecular. El primero que han creado con éxito es el Canis Lupus, mamífero placentario al que asociamos el hombre lobo, ya que han administrado una dosis diaria de la mezcla con el material genético del carnívoro a un individuo y posteriormente le han hecho unos injertos de órganos y partes de Lupus, y pronto comenzó a sufrir los cambios para evolucionar a un licántropo.
Los residentes del distrito S notaron la presencia de sujetos con chaquetas blancas, que trasladaban maletas negras de cuero donde tenían los documentos con los detalles de la investigación y maletas de metal cuadrangulares que preservaban los tubos de ensayo con el material científico con el que estaban trabajando. Ninguno de los habitantes puede denunciar estos actos sospechosos, puesto que es más que evidente que estos doctores pertenecen al Poder. La gente pensó que podrían divulgarlo a través de las redes sociales, pero sólo provocaría una guerrilla con las personas de los otros distritos. El distrito de clase A ha empezado a incitar a las autoridades a realizar una erradicación explícita de los insurgentes, ya que hasta el momento, sólo están desapareciendo sin dejar rastros. Es decepcionante que quieran promover tanta violencia, ahora me doy cuenta de que el código y la teoría índigo (del ser puro) se hizo para romperse. Todo eso de medir la pureza es un completo engaño, porque lo que han estado haciendo en realidad es eliminar a todas las personas con poder de discernimieto; y como ahora abunda la gente sin escrúpulos ni consciencia, están exigiendo hacer daño, propio de su naturaleza. Pero... ¿por qué a mí me dejaron con vida? ¿por qué nos dejaron con vida a algunos de nosotros? ¿para hacer sus experimentos? No termino de comprenderlo.
Hay un licántropo acechando a los habitantes del distrito de clase S. Emerge hambriento en las noches a buscar presas. Su sed de sangre es abismal, esto se ha añadido a su material genético para que esta criatura, no sólo cazara para alimentarse, sino también por el placer de quitar vidas sin capacidad de abogar por ellas. El mismo hombre-lobo es preso de su instinto carnívoro y letal. Es una cuestión de estímulo-respuesta: al toparse con cualquier especie, aunque ya haya comido, cazará por placer puro.
El animal ya se ha cobrado la vida de varias personas. Las noticias no dan a luz la verdad. Sin embargo, una periodista que ha viajado desde el interior, ha estado buscando una manera de mostrar a todo el mundo, lo que está sucediendo. Desde el momento en que ella atravezó las fronteras, perdió su oportunidad para regresar a su lugar de origen. Por este motivo, hará lo que sea necesario para aclarar todas sus dudas y cabos sueltos, y notificarlo al resto del globo.
Sofía Galarza y su camarógrafo: Luis Espinosa, fueron instalados en el distrito de clase S. Aún no saben que el Municipio ha construído un complejo subterráneo, donde La Orden está encabezando importantes investigaciones científicas. Toda la información que están recavando, les dará pistas en algún momento. Tarde o temprano lo descubrirán todo. Afortunadamente, saben que hay un monstruo en la residencia donde se están quedando. Así que están tomando medidas a la hora de salir al campo. Ya tienen conocimiento sobre la existencia de La Resistencia. Saben que es una congregación conformada por insurgentes, que están en contra del Poder.
Sofía y Luis creen que es hora de entrevistar a sus vecinos. Al principio sólo se limitaron a observar y documentar. Sofía sintió que lo mejor sería estudiar el campo antes de interactuar con los demás, ya que apenas llegaron, fueron trasladados sin previo aviso a dicho distrito, lo cual les pareció raro. Los primeros días, su estadía no fue muy placentera porque notaron las condiciones precarias en que el edificio se encuentra y los servicios de los que carece. Casualmente, llegó un equipo de científicos que iban y venían, hasta que un día algunos de ellos cargaron un objeto cúbico de 1.50 cubierto por una tela blanca, y salieron de la estructura sin éste. Los periodistas se sintieron confundidos al presenciar esta escena. Ese mismo día, un poco más tarde, egresó otro grupo, para nunca más volver. La habitación que abandonaron tras de sí, ha quedado sellada y Sofía y Luis están buscando una manera de entrar. Aunque el equipo de comunicadores no consigue cómo ingresar a esa habitación llena de misterios por desvelar, aún no se rinden, por lo que proceden a conversar con los residentes.
-Buenos días, ¿podemos hacerle unas preguntas? -interroga Sofía luego de haber presionado el botón de llamada, que el computador de la puerta dispone, el dueño ha respondido de inmediato-. Me llamo Sofía Galarza, periodista.
-De qué se trata -cuestiona una voz masculina.
-Si nos permite entrar... -El silencio del entrevistado indica que no confía en estas personas-. Estamos arriesgándolo todo al haber viajado acá para buscar las respuestas a la verdad. -Un ruido robótico suena en el aparato y la puerta se abre. Sin pronunciar una sola palabra, los periodistas ingresan a la habitación; el hombre los invita a sentarse humildemente y finalmente Sofía se atreve a entablar diálogo-. Disculpe la molestia, él es Luis Espinosa. -Los varones hacen una pequeña reverencia para saludarse-. Ambos hemos notado la presencia de las personas de la habitación 113 y las actividades que estaban realizando ahí-. El hombre la observa y escucha atentamente-. Y estamos tan alarmados como el resto, ¿qué nos puede decir al respecto? -Aun cuando el residente no ha dicho nada relevante ni siquiera su nombre, Sofía confía en que es un paso hacia la verdad.
-La chaqueta llevaba el logo de La Orden, lo hemos visto varios. -El sujeto cree que eso es lo más sustancial, los periodistas toman nota sin interrumpir-. Lo que nos perturba, es que en esa habitación vivía un insurgente más, como nosotros; y no sabemos lo que le pasó. -El sujeto ahora no se detiene-. Creemos que algo le han hecho, incluso surgió la sospecha de que él es el hombre lobo.
-¿Nos puede decir el nombre de la persona que vivía allí?
-Misael -pronuncia dubitativo-. Misael Quispe.
-¿Desde que todos llegaron aquí, han podido salir al exterior?
-Estamos en confinamiento -replica y dirige sus pupilas hacia lo que supone que la pared lo separa del exterior, la estructura no tiene ventanas, la única abertura es la puerta que todos han atravesado-. Una vez que nos metieron aquí, nos avisaron a través de los altavoces distribuídos en todo el edificio. Y de todo esto, concluímos que hay cámaras escondidas estratégicamente repartidas en los pasillos, pero no estamos seguros de que hayan en las habitaciones.
-Nosotros estamos buscando respuestas -manifiesta Sofía, una idea se ha encendido-. Queremos derrocar a las autori - -El hombre se alarma mientras la silencia llevándose el dedo índice a su boca.
-Estamos buscando una forma de contactar con La Resistencia -susurra. Sofía siente satisfacción al comprobar que se ha ganado la confianza del individuo, y Luis -aunque se mantiene sólido- comparte con ella el mismo sentimiento-. La Resistencia es un grupo, una comunidad que da cabida a toda la gente como nosotros.
-Definitivamente estaríamos más que agradecidos si nos aceptan.
-Estoy seguro que sí -murmura a la vez que trata de enmascarar sus labios para que sea difícil leer lo que dice, en caso de que haya cámaras escondidas dentro de las habitaciones. Los periodistas son invitados a merendar con el hombre, quien les cuenta todo lo que sabe acerca del Código, La Orden y La Resistencia. Es así como Sofía y Luis deducen que toda la jurisdicción norteña se halla en una confinación, disfrazada para la gente, valuada como parte de la condición índigo. Todos, absolutamente todos los civiles están dentro de un designio pernisioso. De pronto, los asombra lo fríamente calculado que está todo; el pasado, el presente y el futuro. En el resto de las divisiones políticas y geográficas del Estado, no existe un Código. No obstante, es claro que Celestino ha de tener una visión global respecto a los objetivos que se ha planteado. Y es muy probable que su mente psicópata lo lleve más lejos. Es un titiritero talentoso que ha sabido usar su perspicacia para elegir a sus títeres y manejarlos a su antojo.
La gran cuestión es: ¿cómo pueden contactar a La Resistencia en sus condiciones? Parece algo inposible, mas aun es temprano para rendirse. Y como dos cabezas piensan mejor que una, varias cabezas podrían sugerir buenas ideas. ¿Cómo y dónde pueden reunir la cantidad de personas que reside en el distrito? Pues, resuelven que una sociedad conformada por las cabezas selectas por ellos mismos, es la mejor opción para tomar las decisiones. Máximo Licausi es el nombre del sujeto, entrevistado por los corresponsales y es el primero en salir escogido. La cabeza de la nueva congregación temporal se constituye por cinco miembros, ellos son: Máximo, Mario Tastaca, Ángela Lamas, Sofía y Luis; estos dos nombrados por Máximo Licausi.
Nadie en el edificio puede verificar que en el mismo hay cámaras que los están observando; sin embargo, eso no les impide organizarse y mantener contacto. Todos se sienten paranoicos cada vez que cruzan los pasillos, o cuando suben o bajan las escaleras, como si a través de las cámaras, los oprimieran o amenazaran.
-Si hubiera cámaras y supieran lo que estamos tramando, ya estaríamos muertos -ratifica Mario en una reunión que concretaron los miembros que componen el liderazgo. Y tiene toda la razón. Celestino lo tiene todo calculado, no hay que olvidar eso, así que dudo que haya abandonado irresponsablemente a esta gente a merced de una bestia. Y digo irresponsablemente, porque no puede permitir que escapen. Es raro que todos los planes que han estado sucediendo no haya levantado sospechas ni consecuencias, por esto, para el grupo es obvio que no hay cámaras. Están a salvo del gobierno pero no del licántropo.
-Si existe gente piadosa en La Resistencia, buscarán una forma de ayudarnos -plantea Ángela. Y como un acto de autocompasión, se observan entre sí, meditabundos. La triste realidad que los agobia es el confinamiento en el que están atrapados, contínuamente amenazados por una bestia-. Estoy segura que están al tanto de todo lo que está ocurriendo en la superficie-. El silencio arrasa como olas monstruosas, mientras que la luz tenue de la habitación, ilumina los rostros valdíos de cada uno de ellos.
-No nos queda más opción que esperar -sentencia Máximo y esto los desvasta por completo, como un parásito endemoniado del que no pueden huir.
Consecutivamente, sin nada más de qué hablar y sin ganas de volver a tratar el tema, cada uno emprende su regreso a casa; porque esas habitaciones son ahora sus casas. Muy aparte de lo que están sufriendo, notan inevitablemente, la basura que ha estado acumulándose tanto en los pasillos como en las habitaciones. La higiene es minúscula y, llegada a este grado, empieza a preocupar. Muchos de los residentes han perdido el respeto por la convivencia. Nadie está conforme con la vida que les ha tocado, por ende; han empezado a rendirse paulatinamente. Y por el momento, la desgana es devastadora. El sentimiento que surge cuando nada sale como uno lo planea, los acecha constantemente. El distrito es un mar de fracaso, incertidumbre y miedo, que también ahoga poco a poco a sus residentes.
Ha llegado la noche, el momento más temido por estos mártires, porque el licántropo sale a cazar. Por lo que nadie sale de su apartamento. En una edificación tan abismal, nadie se siente seguro. ¿Qué es peor? ¿que la misma sea grande con una criatura peligrosa o el espacio tan disminuido de los departamentos sin ventanas? Es una pregunta difícil de responder si me pongo en los zapatos de las personas que llevan un largo tiempo confinadas en ese lugar.
-¡Ayuda! -Sofía escucha el grito de auxilio y divisa alarmada los ojos de Luis, y antes de poder salir al rescate, él la detiene.
-¡No! -sanciona infalible.
-Tenemos que ayudarlo -manifiesta al mismo tiempo que espera que su compañero suelte su brazo.
-Moriremos los tres -sentencia-. No hay nada que podamos hacer.
-¡Ayuda, por favor! -grita nuevamente una voz masculina que desconocen-. ¡Ahí viene, ahí viene! -solloza desesperado.
-¡Aún no lo ha atrapado, sólo abramos la puerta para que entre! -Ciertamente, no se logra oir el gruñido del animal. Los jovenes se observan con una pizca de esperanza de poder servir de ayuda, y finalmente se apresuran en abrir. Sofía se inclina, y en un pasillo con forma de T, atisba las piernas del desconocido, pero no está segura si ir hasta él.
-¡Que alguien me ayude! -suplica-. ¡No puedo moverme! -Acto seguido, Sofía corre a su encuentro.
-¡No! -grita Luis-. ¡Sofía! -Pero ella hace caso omiso.
Para sorpresa suya, el lobo no muestra señales de cercanía. Levanta al hombre, que tiene incrustrada una pezuña en la región lumbar de la columna vertebral. Al parecer le ha afectado la movilidad. Una sarta de pánico y adrenalina la sofoca. En tanto, a Luis lo invade un suspenso absorbente; y sus pupilas se expanden cuando escucha el rugido furioso del licántropo, como si de un mensaje se tratara, el cual expresa que sabe dónde están. El monstruo puede olerlos; su olfato se ha desarrollado a una magnitud tal, que puede percibir olores a grandes distancias, especialmente la sangre.
Luis no se atreve a alejarse de la puerta y Sofía intenta arrastrar al hombre a zona segura. Sus movimientos se ven entorpecidos, cuando el lobo se presenta ante ella. Su bramido la paraliza rotundamente, y ni el llamado desesperado de su colega la ayuda a reaccionar. La presencia del animal es imponente. "¡Sofía! ¡Sofía! ¡Sofía!" repite sin suerte. Pero Sofía ya no tiene posibilidad remota de sobrevivir. Se ha hundido en un trance interminable. Luis no sabe qué hacer, lo único que puede observar es la sombra del monstruo reflejada en el suelo, la cual cubre toda la silueta de Sofía. A continuación, el licántropo levanta sus garras, Sofía escucha un eco muy lejano que pronuncia su nombre: "¡Sofía! ¡Sofía! ¡Sofíaaaaa!, todo en cámara lenta. Y las garras se estrellan en su rostro, que se desfigura y se desangra ante los ojos de Luis, quien cierra la puerta inmediatamente y detrás de ésta, rompe en lágrimas, no sólo por la muerte reciente que ha presenciado sino también porque no tuvo la osadía de rescatar a su amiga.
El último gruñido del lobo que Luis escuchó, luego de cerrar la puerta para mantenerse a salvo, lo atormenta día y noche. No puede evitar imaginar en su mente, a la bestia llevándose el cuerpo de Sofía, cuyo rostro quedó desfigurado.
Al amanecer, salió a buscarla para encontrar solamente un charco de sangre. El conocido se hallaba inconsciente, bañado en la sangre de la joven. La escena perturbó a Luis a un punto que le causó una demencia incontrolable. Sus gritos y sollozos atrajeron a sus vecinos, quienes trataron de tranquilizarlo. El temblor en su cuerpo era preocupante. Este escenario no lo olvidaría más nunca.
El hombre desconocido ahora yace en la cama de Máximo, le extrajeron la pezuña y lo vendaron antes de colocarlo allí. Ésta ha tocado una vértebra y lo ha dejado paralítico. Y la sorpresa que el hombre les tiene preparada, desvelará algunos misterios. Pues al despertar, lo primero que Máximo advierte, es que el extraño tiene una mirada indolente muy peculiar, carece de expresiones y no habla mucho. Más tarde, junto al resto del equipo, descubren que es el encargado de gestionar la llegada y estancia de los inquilinos del distrito. Así, concluyen que el recepcionista también ha sufrido alguna alteración, similar a la que ha sufrido el hombre lobo. ¿Podrán desnudar información del extraño?
El recepcionista no puede moverse. Por tal motivo, el grupo corre al cuarto donde éste archiva documentos, los cuales recogen los usuarios y claves de cada uno de los residentes registrados en el sistema. Mas, poco antes de llegar, el rugir rabioso del monstruo circunda el corredor, lo que indica que está un tanto cerca. Todos se miran sobresaltados, como si se comunicaran por telepatía; se ponen en movimiento, para llegar al destino lo más pronto posible.
Una vez que arriban al lugar, los nervios los golpea y esto les impide abrir la puerta. Mario es apartado por Máximo, quien introduce velozmente los dígitos que el recepcionista les ha facilitado.
-¡344666! -corrobora Máximo, sus nervios son de acero. Ángela custodia la zona. Antes de entrar, voltea por última vez para ser pescada por la criatura, que se ha aproximado sigilosamente. Las gotas de su sangre saltan al rostro de Mario, que -de un tirón- es incorporado al cuarto.
-El hijo de puta es inteligente -manifiesta Máximo. En cambio, Mario se regocija ante el peligro que lo ha sorprendido.
-Ángela... -Mario logra articular melancólico.
Máximo busca solícitamente cualquier información útil. El usuario y clave del apartamento 113 es lo primordial. Hojeando y hojeando cada papel, memoriza los datos de los periodistas para visitar su casa y escrutar todo lo que han indagado. Luis está bajo el cuidado de una joven y el lugar donde estaban quedándose está vacío.
El alba aún permanece altivo. La criatura suele atacar en las noches. Es posible que esté siendo controlada, pues a Máximo no se le ocurre otra explocación. Su mente se llena de "Tal vez" que no lo llevan a ningún lado. Tal vez es controlada o tal vez puede pensar y está del lado del enemigo. Cómo saberlo. Son demasiadas inquietudes devorándolo vivo, muchas preguntas sin respuesta.
El exterior está pacífico, parece que el lobo se ha marchado a su guarida. Máximo se arriesga y abre la puerta cuidadosamente. Hay un charco de sangre en el suelo, que se esparce hasta el final del corredor. El cuerpo de Ángela ha sido arrastrado, pues no se encuentra en el suelo. Nadie, NADIE se ha atrevido a salir. Entonces Máximo se inclina para comprobar que el área está despejado. La sangre lo asusta, no querría correr la misma suerte. No obstante, sabe sobrellevar la situación y mantener la calma. De los tres integrantes, quedan Mario y él. Su compañero ha sido superado por las circunstancias, por lo que a Máximo no le queda otra alternativa que ser el fuerte y buscar una manera de solucionar la encrucijada en la que se encuentran. De lo contrario, nadie más los ayudará, y no pueden quedarse encerrados. No piensa quedarse con los brazos cruzados.
-Tenemos que ir a la habitación 113 -decreta, puede parecer lo óptimo el dejar a Mario en el cuarto del recepcionista, pero en realidad no sabe si estará seguro en el mismo, en el estado en el que está, y tampoco quiere cargar con lamentos de los cuales arrepentirse más tarde-. Esta gente ya se ha rendido y nos ha elegido como fuente de salvación, reacciona y hagamos todo lo que podamos -expresa firme y Mario mueve sus ojos hacia el compañero y finalmente despierta-. Vamos -manifiesta sin levantar mucho la voz. No hay que alertar al licántropo.
Egresan y se encaminan a la 113 cautelosamente, y en alerta, ya que el monstruo sabe moverse con cuidado. No se sabe si cualquier ruido interrumpiría la hora de su comida, y no es recomendable verificarlo, no sin nada con qué defenderse. Todo el temor y suspenso desmesurado los asfixia; en consecuencia, obstruye el andar de Mario, que va pisoteando y llevándose por delante, toda la basura acumulada. Parece que todo está tranquilo, hasta que un gruñir los desconecta.
Es momento de apresurar un poco más el paso. Por fortuna, la misteriosa habitación ya está cerca. El edificio es inmenso, sus angostos pasillos forman un laberinto, en el centro hay un patio muy plano y vacío un tanto grande, el cual está rodeado por las colosales torres donde viven los inquilinos. En cada piso hay balcones que permiten un mejor desplazamiento a lo largo de la estructura. Cada una de las torres están conectadas, formando un cuadro, en cuyos lados se encuentran las respectivas puertas, selladas con contraseña. Pero en la cara exterior de la edificación, no hay aberturas ni caminos de ningún tipo, a excepción de la puerta principal.
-¿Listo para correr? -pregunta Máximo, dando por hecho que Mario entenderá que están próximos.
-Si -responde un par de segundos después. Aún está procesando todo lo vivido.
—Vamos. —Los compañeros parten rápidamente hacia su destino, y llegan al instante. Máximo introduce el código, rezando en su recóndito que éste funcione. Mientras tanto, Mario voltea para mirar el pasillo donde acordaron correr. La trayectoria ha sido corta y la espera larga. Su concentración en vigilar ese pasillo es tal, que su colega lo tironea al departamento. Mario cae al suelo y aterriza de culo, observa con recelo el cerrar de la puerta y por fin su respiración agitada se relaja.
Máximo sopla un puñado de aire, la tensión disminuye y vuelve la calma. Al divisar a Mario, lo asquea la sangre seca sobre la que ha caído. A causa de esto, el susodicho se coloca de pie inmediatamente. Luego, se ven rodeados por un montón de residuos clínicos y químicos. Estos guerreros se observan a espera que el otro tome la iniciativa, y en efecto, Máximo emprende el trabajo cochino, en busca de documentos. Él será "el fuerte", pero no significa que no sienta repulsión en tocar los despojos con sus manos desnudas, por tal motivo, coge un trapo de cocina de un cajón y se dispone a empezar la búsqueda.
—El tipo que vivía aquí era ingeniero, su nombre era Tomás Santos —explica sin distraerse de su tarea. Mario se siente avergonzado por ser el más pusilánime, así que decide revisar el baño.
Los apartamentos no tienen habitaciones, son un espacio multifunción y sólo tienen un cuarto donde se ubica el sanitario. El computador no sólo gestiona la entrada, sino también la cama, la mesa para comer y la ducha. Las paredes tienen cajones y puertas de distintos tamaños. Se reparten luces neón. Muchas no sirven y el resto titila sin potencia, lo que dificulta la visión. Mario abre la puerta del baño y la negrura en éste lo hace palidecer. Da un paso a un costado para que llegue un poco de luminosidad y ¡sorpresa! No, no es el licántropo.
—Hay un cuerpo ahí —anuncia. Ninguno ha sospechado absolutamente nada, puesto que sintieron un hedor pútrido cuando cayeron en la cuenta de que hay sangre seca y coagulada en el suelo.
De modo que, Máximo se acerca sin perder la calma y cuando voltea el cuerpo, reconoce a la persona que en vida fue. Esto lo asombra. Entonces, ¿quién es el licántropo? Cuando los científicos llegaron, nadie se dio cuenta de quién o quiénes desaparecieron. Hasta el momento, sabían que el residente de la 113 había desaparecido, y no fueron capaces de advertir que uno más restaría. Y probablemete más de uno fue capturado. Por lo tanto, deben haber varias habitaciones en las mismas condiciones que la 113.
El cuerpo es de Tomás Santos y lleva días tirado en el baño como basura, descomponiéndose. Tiene implantes en las extremidades superiores, de patas del mamífero, posible causa de su muerte. La escena es terrorífica.
—Hay que salir —resuelve Máximo y se incorpora. Cierran el baño detrás de sí y les es imposible entablar diálogo. ¿Cómo hicieron esas atrocidades sin haber percibido la mínima señal de auxilio? El insurgente tiene pinta de que ha sufrido al nivel de la tortura sin compasión. Al fin y al cabo, todos somos seres humanos. ¿Tan malo es para ellos que seamos los "rebeldes"? ¿Eso nos quita el derecho de defender nuestras vidas?
—Tenemos que volver a mi habitación —decreta luego de dedicar un silencio a la víctima que nunca han tenido la oportunidad de conocer.
—Bien, dejame preparar mi mente —ruega Mario todavía pálido. Entiende que no tiene tiempo que perder, pero sólo necesita procesar la hazaña que deben repetir. Inspira profundamente y sopla—. Estoy listo.
El corredor está despejado,la puerta se abre y los hombres egresan lentamente. El piso de Máximo es arriba y tampoco está muy lejos. Sin tantos enriedos, llegan sin peligro. La joven está desinfectando la herida, debe cambiar las vendas que se han humedecido por el desangrado, ya leve.
—Necesito que te quedes y trates de averiguar algo, lo que sea. —Señala con la mirada al recepcionista, quien no responde bajo ninguna juntura. Es un robot.
—A dónde vas —cuestiona Mario.
—En el recibidor hay un computador —explica—, y a través de él, me contactaré con todos los residentes para verificar quién falta.
—¿Irás solo?
—Cuando termine de confirmar a cada uno de nosotros, me contactaré a mi propio ordenador, así sabrás que estaré de vuelta, y si no logro llegar, tendrán que hacerlo ustedes —replica.
—Entiendo.
—El código es 12779 —pronuncia—. ¡Anota! —Mario obedece—. Y el de mi habitación es 1988.
Poco después, Máximo se marcha. A Mario se le forma un nudo denso en su abdómen. La espera será eterna. No es la primera vez que le reza al universo. No existe un Dios todopoderoso, hace años que las religiones que creían en él, se extinguieron. Sólo la ciencia verificable puede ofrecer las respuestas a las cuestiones de la realidad. Muchos lo interpretaron a su conveniencia, para algunos significaba la aprobción de la poligamia y para otros el libre albedrío, es decir; una vida sin límites. Así empezó una ola de competencia y violencia entre todos. Pero ésa es otra historia, una sobre seres pensantes, que dañan al otro para vivir según su concepto de libertad.
—¿Se siente bien? —pregunta la joven.
—Es mi gastritis —responde—, tantos nervios es malo para mí.
—Tenga, le daré ranitilina. —Extrae el fármaco de su botiquín.
—Gracias. —Mario recibe la medicina y luego de consumirla, le resulta sospechoso que tenga una caja de primeros auxilios—. ¿Cómo has metido ese pedazo de caja a este lugar?
—Creí que todos tenían una —responde y agrega—: Traje la mía de mi habitación por costumbre, yo era enfermera.
—Tal vez se me ha pasado algún cajón o puerta —conjetura meditabundo, sus ojos se dirigen al techo para concentrarse en la rememoración. No recuerda haber obviado cualquier sitio de su departamento. De todas maneras, no descarta que la joven le haya mentido.
Por otro lado, Mario tiene tarea pendiente. ¿Pero cómo sacarle la información que necesita? Es un robot, está programado. Pues no es tarea difícil, es tarea imposible. Sin embargo, no pierde nada si lo intenta. Ese robot no lo mataría. Su vida es lo más valioso que tiene y no quiere perderla. Improvisar parece la mejor resolución.
—Cuál es su nombre —interroga finalmente.
—Esteban Daza —responde sin pausa.
—¿Su edad?
—43.
—¿Para quién trabaja?
—Para el gobierno.
—Eso no significa nada —interrumpe la joven—. Yo también trabajaba para el gobierno.
—Trabajabas —repite poniendo énfasis en la palabra.
—Sólo es el recepcionista —rectifica.
—Qué planea hacer el gobierno con nosotros —reformula después de pensar bien la pregunta. Su firmeza es sorprendente, si bien se ha portado cobardemente en la misión ulterior.
—Serán sometidos a una mejora —explica Esteban—. Sus capacidades emocionales serán suspendidas por un nuevo chip, de modo que los convierta en personas estables y fáciles de dominar. Esto acabaría las guerras familiares y también las mundiales —aclara mientras pestañea—. Serán cuerpos humanos usados como instrumentos de una entidad virtual, que se aloja en el chip: un ser PERFECTO—. Los presentes se quedan sin palabras, cuando -de pronto- la computadora suena.
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"He abierto la puerta Este del patio y creo que un dron me ha visto. No pude acceder al ordenador. Estoy en la 113, ya voy de camino".
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El licántropo aún no ha dado señales de vida. Mario se atreve a abrir la puerta para facilitar la entrada del compañero. De repente, el monstruo desdeña su potente gruñido, y una voz chillona flota en los altavoces. Una carcajada diabólica los perturba.
—Tienen prohibido salir de este infierno, pero si lo logran, ustedes mismos se condenarán a una muerte segura y dolorosa.
Luego, Máximo irrumpe en la habitación y cierra la puerta. Da unos pasos hacia atrás y trata de recuperar el aliento. Aquella voz lo alertó y, sin saber si la bestia lo perseguía, despegó rápidamente hasta arribar a zona segura. Su corazón no deja de palpitar el terror que le ha dado aquella voz. Siente que el infierno está a punto de comenzar.
Una vez que el valiente Rebelde se tranquiliza, Mario le cuenta textualmente lo que Esteban ha expuesto anteriormente en su ausencia, y sin precaución alguna. Sin duda, el infierno acaba de empezar. Qué ha pasado, o mejor dicho, cómo ha llegado a ocurrir todo este martirio. Cómo han llegado a la posición en la que están. Los insurgentes no son gente mala, son personas buenas, no han hecho nunca daño a nadie. En cambio, el gobierno está repleto de criminales, y un psicópata se esconde detrás de la máxina autoridad de esta jurisdicción. La transparencia es inexistente (aunque nunca ha existido), los privilegios se reservan para la gente de la misma calaña. Estamos siendo invadidos por malhechores.
Sí, Esteban es ese ratón de laboratorio que compartía la dicha de estar encerrado conmigo. Una noche se lo llevaron para nunca más volver a las celdas. La noche es el horario en que esta pobre gente no sale de sus habitaciones, perfecto para meter a Esteban, cuyas primeras instrucciones fueron que se resguardara rápidamente, y como él es sólo una identidad virtual, entiende qué es lo más conveniente para él, por lo que obedeció. No tiene oportunidad contra un monstruo que no sólo es fuerte, sino también inteligente. Sabe que está atrapado, como todos los demás.
—Puedo ayudarlos a llegar al edificio del Oeste —expresa Esteban de repente.
—¿¡Cómo!? —pregunta Mario estupefacto.
—Qué quieres decir —cuestiona Máximo—. ¿No vive nadie ahí?
—Exactamente —replica—. Sé que en esa ala no hay nadie, está deshabitada y no tengo el código de esa puerta —explica sin detenerse—. Por eso estaba afuera de mi habitación, intentando llegar ahí y escanear el sistema.
—¿Ibas a hackear el sistema? —interrumpe la enfermera.
—Así es.
A Máximo se le abren los ojos, una nueva misión va naciendo. Justo cuando había perdido sus esperanzas, éstas se renuevan de un solo disparo. Aparentemente, el edificio Oeste esconde algo y tienen que averiguar el qué. Él no puede permanecer sin hacer nada y esperar que este infierno lo consuma. Si hay algo allí que les sirva para escapar, no dudará en utilizarlo. Prefiere morir luchando. Pero, ¿por qué el recepcionista los ayudaría? Durante su estancia en este distrito, ha comprendido que el mundo sería mejor con entidades autómatas. Por lo tanto, tiene planeado gobernarnos para convertirnos en robots como él. Ahora somos tres bandos. ¿Quién ganará?
—Dadas las circunstancias —declara Máximo—, tenemos a dos nuevos miembros en el equipo. —Los señala con la vista—. Esteban. —Éste no reacciona—. Y Jahaira.
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¡Espero que les guste!
¡Qué emocionante fue escribir este capítulo!
😊
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