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Capítulo 7: El mismo abusón de siempre

Mientras el inspector visitaba NY R&D, Arthur decidió escabullirse un rato e ir a hacer una visita. No cogió el coche, pues no quería dejar allí tirado al inspector y además el hospital no estaba muy lejos.

El hospital de Urdent se había construido con el dinero de la fábrica y todavía hoy R&D  seguía financiándolo. El logo de la empresa (una mano humana estrechando una mano robótica de metal) estaba situado en la entrada del edificio dejando bien claro a quién pertenecía aquel lugar. Era el mismo símbolo que había en la comisaría donde Arthur era inspector. 

Arthur no iba a visitar a ningún enfermo. Pulsó en el ascensor la planta 14. Era la primera vez que iba aquel lugar, pero sabía que esa era la planta. La puerta se abrió y un doctor lo detuvo bruscamente poniéndole una mano en el pecho.

- ¡¿Cómo ha subido hasta aquí?! ¡Esta planta es para enfermos extremadamente contagiosos! ¡No puede estar aquí!

- Le he dado al botón y no tuve ningún problema. - respondió Arthur - Vengo a hacer una visita. - intentó tranquilizarlo.

- Otra vez ha fallado el detector dactilar... Maldito mecánico, menudo inútil está hecho. - murmuró el hombre - No puedes visitar a nadie de esta planta, chico.

- Soy el inspector Arthur Clark.

- Por mí como si eres el presidente, esto es un área de acceso restringido y muy peligrosa. Por tu salud, vete o tendré que llamar a seguridad.

- Tranquilo, no me pondré enfermo, solo quiero ver a... - dijo apartando al doctor de su camino.

Dos hombres salieron del ascensor y lo agarraron por los brazos.

- ¡Soltadme, gorilas! - les gritó Arthur.

Una doctora muy joven y de piel oscura salió de una de las habitaciones alertada por los gritos.

- ¡¿Qué está pasando aquí?! - preguntó nerviosa.

Entonces reconoció al chico que estaban sujetando.

- ¿Arthur? - se extrañó - ¡¿Qué haces aquí?! Soltadle.

- Pero podría... - dijo el doctor.

- A Cooper no le importará. - aseguró la doctora.

El hombre suspiró y los guardias lo soltaron.

- Vale, pero si le ocurre algo tu serás la responsable. - añadió antes de volver a su trabajo.

La doctora cogió a Arthur por la muñeca y lo metió en la habitación donde estaba atendiendo a un enfermo.

- ¿Estás loco, Arthur? No puedes pasearte así por esta planta.

- Quería verte, Keyra. 

Ella se desinfectó las manos de nuevo y se puso los guantes. Arthur tomó asiento en un taburete giratorio y empezó a girar de izquierda a derecha juguetón.

- ¿Por qué ahora, Arthur? ¿Por qué después de todo este tiempo?

- Estaba cerca y quería verte, no hay más explicación.

Ella suspiró y comprobó los latidos del hombre en la pantalla donde estaba monitorizado. Estaba tan enfermo que había entrado en una especie de coma y no parecía que fuera a salir de él. 

- ¿Has encontrado ya a Mike? - preguntó con un nudo en la garganta.

- No.

Se miraron a los ojos.

- No deberías buscarlo. Sabes que lo tratasteis de pena, déjalo escapar, Arthur. 

- Sabes que no puedo, Keyra... - se frotó la frente.

- Podrías si quisieras.

- Es un asesino.

- Es Mike, Arthur. Nuestro Mike. Nos criamos con él. Déjalo ir, por favor.

- Ojalá pudiera. Sabes que me está matando la culpa, pero no puedo, es mi deber.

Keyra apretó sus manos en puño. 

- Dices que eres una persona nueva, pero sigues siendo el mismo abusón de siempre. Se suponía que habías sido creado para proteger a la gente, no para acosarla. - dijo al borde de las lágrimas - Ni siquiera quieres darle la oportunidad de escapar y rehacer su vida.

Arthur no supo qué responder.

- ¿Sabes que estás en su lista, no? Que va también a por Ulrich y Tina.

- Me lo imagino.

Ya no pudo aguantar más las lágrimas.

- Todos fuimos muy crueles con él, Arthur. Yo nunca os impedí que lo insultaseis. Solo veía y callaba. ¡También os tenía miedo, ¿sabes?! Lo que pasa es que os quiero demasiado, pese a todo. ¡Ojalá pudiera odiarte!

Arthur la observó en silencio.

- Lo siento, Keyra.

- Ya sé que lo sientes, pero no es suficiente para Mike. Quiere matarte. Yo... ¡Yo no podría soportarlo, Arthur! ¡Simplemente no podría!

Arthur se levantó y le dio un abrazo. 

Keyra siempre había sido la más sentimental del grupo. Quizás fuese por la empatía que le estuvieron inculcando desde niña o tal vez porque sí, porque ella era así y punto. Ninguno de los ingenieros que los habían creado sabría exactamente delimitar su parte humana y su parte robótica. Humano y robot estaban fundidos en el mismo cuerpo, pero en qué medida era imposible saberlo pues era la primera vez que se llevaba acabo un experimento semejante.

- Por lo menos prométeme que no le harás sufrir más. Por favor, no más.

Pero Arthur no pudo prometer nada.

- Es hora de que me vaya. 

Keyra asintió y lo liberó de sus brazos. Cuando se marchó, Keyra se sentó sobre el taburete y siguió llorando en silencio.

- Te quiero... - susurró.

***

Arthur abrió la puerta del coche y se sentó en el asiento del copiloto. Escuchó el sonido que hacía la pistola eléctrica que Cooper le había entregado al inspector Grant al activarse. No giró la cabeza, siguió mirando al frente.

- Dame un motivo para no matarte, Clark. ¡Un solo motivo!

El inspector había visto las grabaciones y estaba enfadado. Arthur intentó pensar, pero no se le ocurrió nada.

- No puedo.

El inspector apartó el arma y la guardó en su funda.

- No, no puedes.

Puso en marcha el vehículo. 

- Cuando me empiezas a caer bien me entero de esto. - dijo el inspector - Como me gustan los robots... - ironizó.

- Ya no soy el mismo, inspector.

- No sé si puedo creerte.

El resto del trayecto lo hicieron en absoluto silencio. 

- Déjeme aquí, ya sigo yo a pie hasta casa. - dijo Arthur.

El inspector frenó y dejó que se bajara sin despedirse de él. Luego se dirigió a su casa.

Arthur vivía en un edificio pequeño y prácticamente abandonado. Era algo más moderno que el del inspector pero seguía siendo antiguo. Subió las escaleras y abrió la puerta de su apartamento, el 3ºB. 

Le gustaba la soledad del edificio. Allí no tenía que ser cuidadoso con sus diferencias y podía ser como él era realmente. No tenía que respirar ni beber ni llevar ropa, él estaba cómodo. Ni siquiera le importaba que desde la cocina se viera su sofá cama, que la pared estuviera por zonas desconchada por la humedad o que el baño fuera tan pequeño que para sentarse en la bañera tuviera que doblarse las rodillas, allí era libre. Aun así, se esforzaba por mantener el lugar limpio e incluso se había comprado un pez llamado Bubbles para que le hiciera compañía.

Abrió la nevera y cogió un yogurt. No necesitaba comer, pero le gustaba.

- Menudo día... - dijo, aunque únicamente Bubbles pudiera escucharlo - Ojalá acabe de una vez.

Se sentó en la cama a comer y encendió la televisión para ver que ponían. La pantalla apareció ante sus ojos y lo rodeó en semicírculo, pero no le interesaba nada de lo que veía. Estaba demasiado concentrado en sus pensamientos. No hacía más que pensar en que él era en parte culpable de los asesinatos de Mike y aquello le dolía horrores. Finalmente, se obligó a apagarse para poder dormir.






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