Capítulo 14: Blue Bulb
Arthur bajó de su coche y se encontró con Charles en el lugar que habían acordado. Era un bar que habían abierto la semana anterior, y a Arthur le pareció muy extraño que al anticuado de Charles pudiera gustarle aquel lugar. Las luces fluorescentes inundaban el local y había bastante ruido.
- ¿Qué hacemos aquí? - preguntó.
- Aquí es donde viene la gente de tu edad a pasarlo bien. - se rio Charles.
- No estoy de humor... - dijo Arthur a punto de declinar la oferta de la copa.
Total, él no podía emborracharse.
- Claro que sí, entremos.
Charles insistió y le obligó a entrar en el "Blue Bulb".
En la barra había una chica simpática, que llevaba el pelo recogido en dos trenzas. Les sirvió lo que pidieron y después se fue a atender a otro.
- La camarera es guapa. - dijo Charles.
- Sí. - contestó Arthur sin muchas ganas.
- Lamento haberte interrumpido la cita. - soltó de repente.
Arthur dejó de mirar su vaso, que contenía un líquido de colores, para mirar a Charles.
- No era una cita.
- ¿No? Pues lo parecía... - levantó una ceja, sugerente - ¡Venga, puedes decírmelo! Estaba muy guapa. ¿Cómo se llamaba?
- Keyra.
- Um... Las mujeres negras tienen un encanto místico. ¿Le pediste tú la cita?
- Ya le he dicho que no era una cita.
- Pues pienso que ella sí que lo creía.
- Keyra sabe que sólo somos hermanos.
- No estoy yo tan seguro. - se rio el inspector - No dejaba de mirarte.
- Se equivoca.
Charles terminó la bebida, pero Arthur ni la había empezado.
- Lo único bueno de los nuevos coches automatizados es que uno puede beber sin preocuparse por tener que conducir después. - explicó Charles.
- ¿No le parecerá mal a su mujer que vuelva tarde y borracho? - se rio Arthur del aspecto de su compañero.
- Rhonda sabe que soy un buen hombre. Por un día no le parecerá mal.
Un chico empezó a bailar en una plataforma suspendida en el aire, y a él se unió una chica que parecía estar celebrando una despedida de soltera a juzgar por su disfraz y el pene que llevaba pintado en la cara.
- Hay cosas que nunca entenderé. ¿No les da vergüenza?
- De eso se ocupa el alcohol, querido amigo. - se rio Charles a la vez que le daba una palmadita en la espalda - Deberías salir ahí, divertirte.
- No, de verdad que no, Inspector, yo...
- ¡Chicas, aquí mi amigo tiene ganas de fiesta! - gritó Charles sonriente.
El grupo de la despedida de soltera fue hacia Arthur y entre risas tiraron por él para llevarlo a la pista.
- ¡Grant! - gritó, casi atragantado por la risa.
Charles no podía parar de reír. Se despidió con la mano y se marchó, dejándolo allí, rodeado de chicas borrachas.
- ¡Mirad que guapo hemos encontrado! - gritó una.
- ¡Quitadle la camisa! - ordenó otra.
Él intentó resistirse, pero estaba rodeado. Le hacía gracia la situación. Nunca antes se había visto mezclado en una fiesta, cercado por gente que deseaba desnudarlo.
- ¡Chicas, ¿qué me he perdido?!
Arthur miró hacia la voz que acababa de decir aquello.
- ¡Arthur! ¡¿Y tú aquí?! - se empezó a reír Rachel, que acababa de salir del baño.
Se libraba de un Grant y aparecía otro. Casualidades de la vida. Seguramente Rachel le había hablado del "Blue Bulb" a su padre y por eso Charles conocía el local más a la moda del momento.
- Por las noches soy stripper. - bromeó Arthur.
Rachel sonrió.
- ¿Rachel, lo conoces? - preguntó la del pene en la cara.
- Sí. Es un policía que trabaja con mi padre.
- ¡Uuuh! ¡¿Chicas, habéis escuchado?! Hemos sido muy malas... - dijo la chica.
Alguna sacó de a saber donde unas esposas de juguete y se las lanzó.
- ¡Saca la porra! - gritó una.
- ¡Interrógame! - pidió otra.
Rachel negó con la cabeza.
- No, pongámosle a él las esposas. - sonrió perversamente.
- No, no, no... - rio Arthur.
Lo esposaron y empezaron a lamerle el cuello, morderle las orejas y acariciarle los bíceps mientras Rachel lo observaba sin poder aguantar la risa. Arthur estaba muy rojo y no sabía que hacer exactamente. ¿Qué era todo aquello?
"Los humanos están locos", pensó el chico.
Tras horas de fiesta, liberaron a Arthur. Habían perdido su camisa y su chaqueta, y no tenía pinta de que fueran a aparecer. Los robots y la camarera encargada del bar los obligaron a salir para poder cerrar e irse a casa.
- Siento lo de tu ropa. - dijo Rachel - Yo en tu situación estaría tiritando.
Arthur se olvidó de que se suponía que tenía que sentir frío.
- Ni lo había notado. - intentó disimular su error - Pero sí, hace frío.
- Vivo aquí al lado, creo que tengo ropa para dejarte. - dijo ella.
- No importa, tengo... - "el coche aquí al lado" iba a decir, pero... ¿le estaba invitando a subir a su casa? Esas cosas no se pueden rechazar así.
- ¿Qué decías?
- Ah, nada.
Sus amigas, que se habían adelantado mientras ella hablaba con él, se giraron hacia ella.
- ¿Rachel, vienes? - preguntó la cabecilla del grupo.
- Sí. Un momento, que voy a buscarle algo de ropa a Arthur. Id yendo.
Surgieron un montón de risitas tontas y el grupo siguió por su camino.
Rachel agarró a Arthur por el brazo y lo guió hasta su piso, un tercero C de un edificio de seis plantas, bastante bajito en comparación con el resto de edificios de la zona. Ella no mentía, apenas habían caminado tres calles.
Entraron, y Arthur se quedó plantado en la entrada. No sabía que se suponía que tenía que hacer en ocasiones como aquella.
- Pasa, hombre, no te quedes ahí. Espera sentado en el sofá.
Él obedeció, casi agradecido de que le hubiera dicho qué hacer.
Ella se marchó por el pasillo y volvió con una sudadera roja.
- Me imagino que te servirá.
Arthur la cogió entre sus manos.
- Era de mi ex. Un imbécil. - explicó.
Ella se sentó en la butaca de enfrente.
- Apostaría a que era la primera despedida de soltero a la que ibas.
- ¿Tanto se notaba?
- Un poco. - se rio la chica.
Arthur se sonrojó.
- ¿Estás mejor de lo del otro día? - preguntó ella.
- Sí, esto ha ayudado bastante. - sonrió.
- Me alegro.
Arthur se iba a poner la sudadera cuando Rachel se levantó de su sitio y se lo impidió con cuidado. Luego se sentó a su lado.
- Todavía no, espera un poco. - dijo ella.
A Rachel le entró la risa tonta. No estaba tan borracha como sus amigas, pero también había bebido bastante. Apoyó su mano izquierda sobre su pierna y se fue acercando poco a poco a él, a sus labios. Entonces Arthur se decidió a besarla. Era algo que nunca había hecho, pero parecía que había salido bien. Los labios de Rachel eran suaves y despertaban en él un sentimiento que nunca antes había tenido: el deseo.
Ella se subió sobre sus piernas y continuó besándolo. Él se estremeció. Estaba nervioso y, otra vez, perdido. Intentó imaginar qué sería lo normal entre las personas en aquella situación. Dejó que su lado más humano se hiciera cargo de la situación.
Él hundió sus manos por debajo de su vestido y fue subiéndolas por su espalda. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero era lo que sentía que quería hacer.
Rachel metió su mano por debajo de su pantalón y con la otra le desabrochó el cinturón. Ella sonrió cuando su mano encontró lo que buscaba. Arthur enrojeció y acto seguido le desabrochó el sujetador.
- Ven.
Ella rodeó su cuello con el cinturón y tiró por él hasta su habitación. Lo obligó a caer sobre la cama y se volvió a subir sobre él. Arthur intentó besarla de nuevo, pero ella se alejó. Rachel cogió su mano y se la puso en el pecho, moviéndola como ella quería que lo hiciera. Arthur tragó saliva. Sentía un cosquilleo en el abdomen y notaba que empezaba a perder el control de su cuerpo, algo impensable para él.
Arthur, cansado de estar sometido, se giró de golpe y acabó subido a ella y besándola, a la vez que acariciaba sus curvas. Ella le bajó los pantalones sin ningún miedo.
Arthur sí que tenía miedo. Él nunca había hecho nada igual y apenas había recibido educación sexual. En NY R&D les habían enseñado lo justo para comprender a los humanos, no para que lo aplicasen ellos.
Instintivamente empujó su cadera contra la de Rachel.
- Lo siento. - dijo él - No sé qué me pasa.
Pero aquello era justamente lo que Rachel esperaba de él, así que no contestó.
Volvió a sentir como su parte humana se rebelaba contra su voluntad y la agarraba por la cintura. No era dueño de sí mismo.
Rachel repasó su espalda con sus dedos, provocándole cosquillas. Arthur se estremeció.
Rachel terminó de desnudarse y entonces la inseguridad de Arthur aumentó, aunque no interrumpió su momento de placer.
Arthur permaneció en silencio durante todo el proceso. A Rachel no le importó, estaba demasiado concentrada en el placer que sentía, pero en el interior de Arthur se estaba librando una batalla. Estaba perdido, asustado, descontrolado, pero por otro lado estaba disfrutando. No entendía que diablos estaba haciendo. Su parte robótica le decía que él no debería estar haciendo aquello, que no era propio de su función, pero su lado humano le decía que estaba justo donde tenía que estar, que por una vez era libre y estaba haciendo algo que le producía placer a sí mismo y a su compañera. Pero también era su parte robótica la que le permitió resistir la velada sin parar ni una sola vez. Él era incansable y fue Rachel la que lo tuvo que detener al ver su aguante.
Él se apartó y la dejó respirar. Enseguida se quedó dormida.
- Me gustas. - le susurró.
No se atrevía a abrazarla, le daba miedo despertarla, así que se giró y miró hacia la ventana. Ahora sí que ya no sabía quién era.
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