▬ CAPÍTULO PRIMERO
❛ Mortalidad ❜
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⠀⠀⠀⠀⠀Promesas… Las promesas eran una herramienta regular en el día a día, un recurso rico en contextos distintos, mas en el fondo no eran más que una maldición aceptada, minimizada a lo más recóndito de su poder inicial, pero una maldición seguía siendo una incluso si era maquillada por el uso cotidiano. Su carácter capaz de amarrar a un individuo bajo un propósito, sometiéndose a un deseo, correspondía a una naturaleza tan asfixiante como la de ser maldecido. Los mismos años de historia humana lo decían de tal forma. Realizar un juramento eran palabras mayores que debían pagarse; un voto no eran palabras banales cuyo destino apuntaba a perecer al ser arrastradas por el viento. Romper alguno era quebrar el alma, sus consecuencias bailaban a los alrededores hasta aniquilar cada tramo de espíritu.
⠀⠀⠀⠀⠀Maldiciones refinadas hasta ser imperceptibles, así debían definirse las promesas. Si eran capaces de someter con condiciones, permisivos a transformar hasta extraviar la identidad y sembrar los brotes culposos del arrepentimiento, ¿cómo podía rechazarse su condición maldita?
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie había visto a más de uno corromperse bajo las pesadas cadenas de esas palabras malditas durante sus largos años activa en el turbulento mundo de la hechicería. Lo miró en la cúspide de su esplendor, parándose frente a la putrefacción del individuo, admirando cada miembro descomponerse hasta caer en residuales cenizas de un antiguo «yo». Cualquier portador sensato de técnica maldita conocía el poder de las palabras, atreverse a subestimarlo en el retorcido mundo de las maldiciones daba como resultado un error fatídico que se pagaba con una cruel cicatriz…, un recordatorio de la atrevida ignorancia de querer hacer menos su alcance.
⠀⠀⠀⠀⠀Una lección sin dolor no era más que algo hueco y sin significado en su mundo. Kirie nunca fue una necia con las agallas necesarias para poner en duda la crudeza brutal de su poder; estuvo consciente del peso que la guillotina formó en sus manos al escogerla como su lugar de reposo, esperando el momento de reclamar la cabeza de su víctima.
⠀⠀⠀⠀⠀«—A partir de este día, bajo las circunstancias que hemos acordado, te maldigo con esta promesa, Suguru Geto. Con este pacto, nada te salvará de cumplir con tu palabra».
⠀⠀⠀⠀⠀Aceptar un juramento era mostrar la disposición de convertirse en el profeta de lo maldito. Su orgullo y el valor mundano que se estimaba apuntaba muy alto, negándose a desperdiciar el sudor de sus esfuerzos y la plenitud que sacrificaba por una motivación banal, mas el pago que el prodigioso hechicero acomodaría solo para ella al cumplir su propósito revoloteaba en su cabeza, moviéndose en una danza coqueta que la sedujo a ese peligroso punto sin retorno. Se convirtió en la verdugo de Geto cuando él le ofreció lo imposible como compensación. Maldijo su nombre, su identidad y su futuro cuando permitió poner en juego su trabajo a cambio de una promesa tan ambiciosa como las ansias de conquista que ardían en su interior.
⠀⠀⠀⠀⠀Su destino estaba sellado, él no se iría de este mundo sin pagarle. Ninguna cosa que él hiciera podría revertir el peso de haber pactado, ella misma se encargaría de eso así sus extremidades dolieran por la fatiga, su mente corriera con la fuerza de sus tormentosos pensamientos y su ira palpitara en su pecho, coaccionando con manifestarse en el brío de sus acciones, Geto Suguru debía pagarle por sus servicios. En un mundo tan paradójico como el que ellos habitaban, nada quedaba impune; el tiempo tampoco ofrecía misericordia para perdonar las impudicias con las que jugaban los mortales. Los eventos de tensión eran cotidianos, por consiguiente, solían ser fugaces y sumisos ante la constancia de sus existencias.
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie fue guiada por los rastros de conflicto, abriéndole paso por un camino selecto, llevada por los susurros tramposos presentes en cada minúscula partícula de sombra; cada cruce, cada giro, cada exhalación que escapaba de sus labios creaban una armonía sensorial destinada a desvanecerse en polvo. Sus últimos pasos fueron una lenta agonía hasta morir, sus zapatos pisaron viscosos restos de sangre y su piel se erizó con el cantar de la defunción. Kirie se alzó frente al cuerpo ensangrentado de Geto, yaciendo despojado de toda gloria que se había servido, comparándose más a una peste callejera en lugar del iluminado ser del que se disfrazó en su actuación sin rumbo. Apenas pudo apretar sus manos en puños, mirando la penuria de vida; no había nada que encajara a lo que alguna vez fue.
⠀⠀⠀⠀⠀—Ni se te ocurra. —Su voz fue áspera, un reflejo de la intensidad de la rabia y negación que poseía—. No creas que la muerte te dará asilo, Geto. Puedo atormentarte incluso en el más allá.
⠀⠀⠀⠀⠀La imagen de su cuerpo desprovisto de aliento, desordenado y tirado en el suelo cual vagabundo, cual bestia indigna de respirar le causó un estremecimiento en el estómago, mas el sentimiento se vio opacado ante el golpe que recibió en su ego, en su dedicación y en todo lo que dio durante aquel trato establecido por ambos. El arte de cobrar no sentía empatía, solo déspota lástima plagada de repulsión. Geto había muerto sin pagarle. Mantener sus ojos en el cadáver helaba su sangre. Podía decir que no tenía mucho tiempo; estaba tibio, su calor corporal apenas asimilaba la ausencia del trabajo de su corazón. Kirie apretó los dientes con frustración, tratando de tragarse el sentimiento de impotencia. Ambos habían hablado la noche anterior…, horas previas a su plan. Conversaron en privado, donde nadie ajeno a su acuerdo pudiera entrometerse. Él sonreía en ese momento, mostrando una absoluta confianza.
⠀⠀⠀⠀⠀«—Mañana tendrás tu pago, Kirie. Verás que soy un hombre de palabra, te recompensaré por el impecable trabajo que has hecho». Lo había dicho con una seguridad tan envidiable que podía decir que le hizo sentir alivio; empero, mirábase ahora frente a un cadáver sin la capacidad de mostrar la misma confianza como cuando gozó de vida, así como tampoco era capaz de cumplir su palabra que tan orgulloso había asegurado. Un cuerpo era incapaz de continuar su voluntad y hacer realidad lo debido.
⠀⠀⠀⠀⠀—Es una pena que esto deba terminar así para ti, pero lo prometido es deuda, Geto.
⠀⠀⠀⠀⠀Alejó todo sentimiento de pena y su semblante permaneció impasible, maquillado para el juicio. La piel del dorso de su mano adquirió el kanji de «cerrado» —heiten—, un tatuaje negro, único y repentino que emanaba energía maldita, dejando una sensación deprimente marcada por el óbito. Costaba reprimir por completo el sentimiento, mas la costumbre del acto la obligaba a estar dispuesta a llevarse consigo lo que le era suyo mediante acuerdo. Su mano se acercó tajante, sin algún nervio afectando su certeza, tan sagaz y mortal como una mamba enrollándose en su presa, pero cuando estuvo a punto de cumplir su objetivo, se vio paralizada por una fuerte atracción que la separó violentamente del cuerpo fallecido. Intentar levantarse no parecía una opción, pues de inmediato sintió esa misma fuerza superior arrollarla, siendo ineludible para ella, yendo en contra de su voluntad y manteniéndola allí.
⠀⠀⠀⠀⠀—No te muevas.
⠀⠀⠀⠀⠀Fue una voz amenazante y masculina, impregnada en una inefable mezcla de emociones cuyo origen parecía ser primordialmente el más puro desdén. La advertencia era clara, pero inútil; incluso si tuviera la convicción de querer moverse un poco, su cuerpo permanecía presionado contra el suelo, sin siquiera tener oportunidad para mover la cabeza. El mareo del golpe y el sofoco de la tensión no la ayudaba.
⠀⠀⠀⠀⠀—Hagamos esto fácil para ambos —murmuró después de unos cuantos intentos. Le costaba hablar y respirar, pero aún quería negociar su repentina situación—. Estoy cobrando algo que me debe, hay un acuerdo de por medio. Solo recojo lo que necesito y me voy sin molestar. Puedes hacer lo que quieras después, ¿vale?
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie nadaba en el bajo mundo de la hechicería, ese denso lado más oscuro y putrefacto alejado de la superficie mortal. Su instinto de supervivencia era más tramposo y crudo, lleno de una disposición atroz para sobornar, pero algunas veces las negociaciones y los trámites por debajo de la mesa no solían encantar a todo el mundo. Quien la sometía no parecía estar dispuesto a aceptar algo de ella; en su lugar, su trato brusco no parecía hallar cese.
⠀⠀⠀⠀⠀—Ibas a hacerle algo al cuerpo. ¿Crees que te dejaré hacerlo sin más?
⠀⠀⠀⠀⠀El peso invisible en su espalda desapareció. Su pecho agradeció con brío la libertad que recibió, permitiéndole llenarse de aire sin complicaciones o un filtro de por medio. No desperdició tiempo; los segundos eran claves en su estilo de vida. Unos cuantos segundos podrían ser una huida, el asesinato de un enemigo, la finalización de una técnica o, en su caso, la posibilidad de levantarse para no estar en una posición tan vulnerable frente a él.
⠀⠀⠀⠀⠀Las palabras de réplica intentaron brotar de sus labios, buscando persuadir y salirse con la suya, pero pronto sus objetivos fallecieron hasta enterrarse en lo más profundo de su garganta; fueron palabras destinadas a morir antes de nacer, sin esperanza de vida alguna que diera propósito a su existencia. Fue como un rompecabezas armándose por las extrañas movidas del destino, manifestando un único sentido primario, hijo de la pureza natural de antaño. Fue una simple cuestión de reconocimiento, sin ruidos mundanos de por medio, sin nada que se entrometiera en su anagnórisis. Jamás había compartido espacio con él, así como tampoco llegó a conocer su apariencia, pero tenerlo en su campo de visión golpeó tan fuerte que sintió sus funciones básicas entumecerse y confundir sus labores. Su nombre emergió como el anticipado florecimiento de un capullo, tan lento y delicado que acabó siendo un acto sutil, armonioso en cada fibra de su demostración.
⠀⠀⠀⠀⠀Sin siquiera decir nada, sin necesidad de pronunciar nombres, Kirie Tsukigase supo que ante ella no se hallaba un hombre, sino el hombre que fue bendecido por los cielos, hijo del cosmos mismo y la encarnación celestial. No estaba frente a un hombre de inmundicia, estaba ante Satoru Gojo.
⠀⠀⠀⠀⠀Los ojos azulados eran reflejos del cielo eterno, luminoso y puro; su cabello blanco e impoluto, sin sucias impudicias al igual que su piel acariciada por los últimos resplandores del sol; sin embargo, lo más importante de la especial presencia de su armónico ser era el impacto de su aura. De él desprendía algo que no podía describir demasiado bien, pero si debía obligarse a hacerlo, podía tomar el atrevimiento de decir que era aplastante, siendo tan poderoso e intimidante que entorpecía sus nervios hasta perder la noción, tan única y compleja que bordaba en su memoria el inigualable sentimiento que solo él había creado hasta alcanzar esa magnitud sofocante que cortó su respiración.
⠀⠀⠀⠀⠀No estaba frente a un hombre, estaba frente a Satoru Gojo. Sus manos dejaron de marcar puños, sus labios perdieron tensión y sus hombros bajaron en señal de rendición, pues no importaba que tan buena era como hechicera, jamás estaría a la altura del heredero de los cielos. Kirie bajó la mirada y tragó en seco, teniendo la espeluznante sensación que conocía con maestría creándole cosquillas en la nuca; iba a morir, probablemente. En su nombre iba acompañada la parca, preparada y filosa para acabar con su último aliento. El varón la observó con seriedad, notando cada mínimo cambio que la mujer desconocida hizo hasta quedar en ese estado resultante de quietud, donde solo el compás de su respiración marcaba el natural movimiento en su tórax. Silencio. Él estaba acostumbrado a ser recibido de muchas formas, entre ellas el silencio perpetuo al ser reconocido. La postura de ella le mostraba la clara imagen de subyugación ante su persona.
⠀⠀⠀⠀⠀—¿Estabas con él? —le preguntó cauteloso a cualquier reacción agresiva de su parte. El teatro era un arte muy conocido en los hechiceros.
⠀⠀⠀⠀⠀—Sí.
⠀⠀⠀⠀⠀Su respuesta fue un patético monosílabo, carente de una opción que no fuera la maligna pureza de la sinceridad. Las alternativas no existían en ese plano, pues mentirle sería una estupidez que no la llevaría a nada más que a la aceleración de su visita eterna al infierno; ella misma había abierto la boca al decirle que entre ambos existió un acuerdo de por medio, además de unos cuantos detalles extras que pudieran ayudar a vincularlos. Kirie no tenía un buen mazo en sus manos, pero negarse a perecer ahí le daba la motivación necesaria para jugarlo como mejor le favorece. Lo escuchó hacer un ruido con la garganta, una señal boba y minúscula de su entendimiento.
⠀⠀⠀⠀⠀—Todos los que siguieron a Geto deben pagar por los daños causados a personas comunes inocentes.
⠀⠀⠀⠀⠀—Si puedo hablar, quisiera aclarar que no participé en el frente de sus actividades delictivas.
⠀⠀⠀⠀⠀—Participaste de todos modos.
⠀⠀⠀⠀⠀—Pero no maté a nadie.
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie refutó con algo de carácter, no queriendo que la metieran en el mismo sendero que Geto y los otros sujetos que reclutó, mas su firmeza se escondió de nuevo en lo más profundo de su corazón cuando lo vio dar un paso mortífero y lento hacia ella. Lo escuchó mofarse en medio de su seriedad, él sabía que tenía el control desde el momento en el que se plantó en el lugar.
⠀⠀⠀⠀⠀—¿Por qué debería creerte? Eres una usuaria maldita, ayudante de una organización de otros usuarios malditos y estás en una escena algo delicada.
⠀⠀⠀⠀⠀Esa filosa burla era un recordatorio cruel de la desfavorable situación en la que se había metido. Básicamente, y con palabras sencillas, no tenía nada a su favor. Brillaba por su ausencia un historial a su nombre, pero lo que sí había eran migajas que ejercían como enlaces hacia eventos del pasado complicados para el mundo de la hechicería. No respondió, pues no había nada que alegar. Su existencia era un papel casi en blanco en el peor momento.
⠀⠀⠀⠀⠀—¿Tu nombre?
⠀⠀⠀⠀⠀—Kirie.
⠀⠀⠀⠀⠀—Bien, “Kirie”, si es así como te haces llamar. Vendrás conmigo… Al menos que estés ocupada y requieras que cancele algo por ti.
⠀⠀⠀⠀⠀No había nada que cancelar desde que él se hizo frente a ella. Las excusas quedaron recluidas al olvido, sin valor alguno como para ser levantadas y mencionarse. Con aquella sentencia, supo de inmediato que estaba condenada.
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie no estaba segura de cuánto tiempo había pasado desde que fue llevada a ese lugar. En su percepción del tiempo, sabía que ya se habían acumulado algunas horas, pero no podía determinar cuántas. Gojo la había encerrado en una habitación con restricción de técnicas. «No me causes problemas y quédate quieta aquí. Puedes manejar eso, ¿verdad?». Aquellas fueron las últimas palabras que escuchó provenir de él antes de sumirse en la oscuridad de ese cuartito.
⠀⠀⠀⠀⠀En su indefinida estadía pudo escuchar algunos ruidos afuera, pero nada conciso como para ser de utilidad. Probablemente ninguna persona sabía que estaba ahí, después de todo, cuando él la guio, todo estaba solo, en un silencio de muerte y un frío desalentador.
⠀⠀⠀⠀⠀—Esto no es ni de cerca lo que acordamos, Geto —murmuró para sí misma, teniendo una expresión burlesca al recaer en la paradójica forma en la que había acabado todo.
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie tenía sus piernas abrazadas para mayor comodidad. Se había tirado al suelo desde que escuchó la puerta cerrarse y dejó su retumbar en las paredes. La oscuridad inminente rodeaba su cuerpo, funcionando como único cobijo en la abrumadora soledad de la intemperie, aparte del eco que causaban sus propias desviaciones. El estremecimiento vacío arremetía contra su estómago, pero su molestia mermaba bajo el manto de una miserable costumbre de antaño, reduciendo su efecto con la amargura del sentimiento. No había miedo, sino pesadez ante la incertidumbre. Los momentos de espera se le hacían interminables. Sus párpados ya revoloteaban con el fin de sumirse en las tinieblas de su entorno no deseado, anhelando acabar con su espera mediante la aniquilación del agotamiento, pero como todo lo que le estaba pasando en esos días, sus intenciones yacieron aplastadas hasta la inexistencia. La puerta se abrió y sus ojos se perturbaron ante la irrupción de la luz, despedazando la comodidad permitida por la falta de claridad, creando un sufrimiento a su visión.
⠀⠀⠀⠀⠀—Ni un rasguño a las paredes ni rastros de energía maldita. Bastante bien para mí.
⠀⠀⠀⠀⠀Su voz era mucho menos seria que la primera vez que se encontró con él. Parecía que su actitud inicial se había extinguido con el pasar del tiempo, pero todavía permanecía algo de frialdad rezumando en sus palabras. Le recordaba a una piedra preciosa que, pese a pasar horas bajo el calor del sol, seguía helada por debajo.
⠀⠀⠀⠀⠀—No gasto energía en causas perdidas —explicó con la vagancia marcada en su voz.
⠀⠀⠀⠀⠀Kirie se levantó tras flexionar sus piernas, suspirando al permitir el reintegro de la actividad en su cuerpo, estirándose para minimizar la tensión en cada fibra donde se habían acumulado por culpa de su posición prolongada en el duro suelo.
⠀⠀⠀⠀⠀—Hablas sola.
⠀⠀⠀⠀⠀El comentario de Gojo fue burlesco, dicho con clara intención de molestarla, mas poco cuidado le dio, estando familiarizada en demasía con esa expresión, incluso más de lo que a ella le gustaría aceptar.
⠀⠀⠀⠀⠀—Seguro que sí —contestó, acercándose un poco a él, pero manteniendo cierta distancia respetuosa—. Creo que sabes cómo se manejan las cosas para los de mi calaña, las cortesías no se nos dan bien. —Kirie se atrevió a mirar al prodigio del mundo, sintiendo escalofríos al encontrarse con la agudeza de su mirar—. ¿Qué harás conmigo?
⠀⠀⠀⠀⠀La pregunta flotó en el aire un momento. Durante varias ocasiones en su larga vida ha llegado a sentir su alma expuesta, pero la mirada penetrante de ese azul infinito la hacía sentir algo mucho más profundo, complejo para definir para ella.
⠀⠀⠀⠀⠀—Heh, sin rodeos. —Un suspiro escapó de sus labios. Su postura llena de soltura se enderezó. Incluso con la distancia que los separaba, su imponente altura la obligaba a tener su cuello dirigido a él—. Convencer a esos vejestorios fue todo un dolor de cabeza. Llegan a ser tan drásticos que es imposible hablar con ellos, pero soy lo bastante capaz para maniobrar el asunto… Vivirás, al menos así será hasta que yo lo decida.
⠀⠀⠀⠀⠀Su sangre pareció helarse al recibir el silencio traído por el final contundente de sus palabras. Su piel se entumeció por el golpe que sufrió uno de sus nervios al confirmar el carácter incierto de su sentencia. Preguntarse cuánto tiempo estaría bajo el poder de sus manos se había convertido en algo vacío e inútil.
⠀⠀⠀⠀⠀—Forjadora, ¿no? —Gojo retomó la dominancia de la conversación al notar el mutismo poseer a la mujer.
⠀⠀⠀⠀⠀—Sí, esa soy yo. —No le parecía extraño que la haya localizado. Pese a trabajar en lo más clandestino de su mundo para evitar exponerse, para alguien como él no debió ser complicado.
⠀⠀⠀⠀⠀La reacción del albino dio la impresión de ser mínima, pero el suave susurro infernal que andaba en su sensible oído le dijo todo lo contrario; había cierto factor de reconocimiento en cómo procesó su confesión. La mirada de Kirie se agudizó, deseando extraer cada gota ínfima que le diera algo de conocimiento.
⠀⠀⠀⠀⠀—Impresionante, debo decir. He llegado a mirar tu trabajo de cerca. Has dado muchos problemas con eso que haces.
⠀⠀⠀⠀⠀El halago al menos la hizo sonreír. No hacía creaciones de baja calidad o destinados a ser desechados. Sus herramientas malditas no eran una baratija sin esfuerzo, todo lo contrario, cada composición era una pieza de alto valor. No obstante, pese a todo el orgullo desbordado al recibir un elogio de parte del epítome del mundo de la hechicería, la falta de un elemento perturbaba su disfrute engrandecido. Kirie lo observó por un rato, suspirando con desgano al tratar de apartar su atención de él, resultando imposible.
⠀⠀⠀⠀⠀—Sea lo que sea que desees de mí, no lo vas a tener hasta que me compenses.
⠀⠀⠀⠀⠀¿Insolencia? ¿Falta de escrúpulos? ¿Lo suficientemente enloquecida como para atreverse a hablarle de esa forma? Puede que las tres eran opciones correctas que explicaran su osadía. Escuchaba repetidas veces el susurro de lo que se le era debido desde antes, arrebatado de sus manos.
⠀⠀⠀⠀⠀—¿Por qué debería? Estando en la posición en la que estás, no es sensato hablar así.
⠀⠀⠀⠀⠀—Algo quieres de mí, eso es suficiente autoridad en lo que a mí respecta. No me dejas libre, pero tampoco me matas.
⠀⠀⠀⠀⠀Su razonamientos no era incorrecto, debía haber algún tipo de interés de por medio como para arrastrar las cosas hasta ese punto de no retorno. No era novata en esa clase de situaciones pese a ser la primera vez en verse bajo el yugo de alguien más; saber con seguridad de la existencia de la chispa motora de todo ese acontecimiento le daba una potestad mínima, pero latente. Ver a Satoru Gojo frente a la única salida de la frívola habitación, bloqueando, también, la única entrada de luz, marcando la sombra de su mesiánica figura ante sus pies alimentaba ese anhelo ambicioso. Sus pupilas se ensancharon y en su garganta se creó la tensión causada por asfixiar sus ganas de reír al apreciar la inigualable sonrisa impregnada de culpabilidad pintando sus labios.
⠀⠀⠀⠀⠀—No te equivocas del todo. Hay algo que solo tú me puedes responder.
⠀⠀⠀⠀⠀La mujer del mundano mundo terrenal pareció comenzar a entender que debía prestar especial atención a la entonación que se plasmaba en sus cuerdas vocales. Algo en eso que había dicho hizo cosquillas en su oído; aun con el cuidadoso toque de gracia decorando su expresión, la sombra de una naturaleza macabra resonó en sus sentidos. No debía temer por su trasfondo, pues nunca ponía en duda la mortalidad de las palabras, especialmente de unas que salían de él.
⠀⠀⠀⠀⠀—Recuérdame tu nombre.
⠀⠀⠀⠀⠀—Tsukigase Kirie.
⠀⠀⠀⠀⠀Él sonrió, pronunciando una última oración:
⠀⠀⠀⠀⠀—Espero seas colaboradora, Kirie.
⠀⠀⠀⠀⠀Sin la voluntad inicial de hacerlo, había entrado al círculo vicioso de estar en un nuevo pacto. En el momento en el que Satoru Gojo había pronunciado su nombre con una certeza escalofriante, un nuevo contrato había entrado en su vida. En su cuello se formó una cadena invisible cuya llave y agarre quedaba bajo las poderosas manos del temido portador de los seis ojos. Su libertad se había convertido en una ilusión y solo quedaba la añoranza ansiosa de unos resultados agradables y que pudieran adaptarse a las medidas de sus expectativas. No era lo que esperaba, pero si debía jugar al gato y al ratón con el divino a cambio de todo lo que dio hasta ese día, entonces esperaba que valiera la pena.
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