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6. Cena en el aire

Era noche cerrada cuando dejaron la pista de patinaje tras un par de horas de caídas, humillaciones y, por fin, paseos sobre el hielo junto a los demás asistentes, sin que Deathmask consiguiese convencer a Kyrene de que esperasen al chico a la salida para darle un escarmiento. Tomados de la mano, caminaron por la bulliciosa zona hasta que el italiano se detuvo frente a un local de apariencia moderna en cuya fachada un letrero rezaba "Dinner in the sky".

—Pasa, gatita. Nos están esperando.

—¿Vamos a cenar aquí? ¡Parece bastante caro! —inquirió ella al entrar y observar la decoración, minimalista y moderna.

—Ya que no podía llevarte a Tesalónica, pensé en esto. A ver si te gusta...

Un camarero se les acercó para ofrecerles una bebida y entrantes junto a una cristalera tras la cual se divisaba una terraza que albergaba una amplia plataforma cubierta por un mantel blanco, con veintidós asientos a su alrededor. En sus extremos, gruesos cables metálicos que la atravesaban y sostenían una cubierta de algún tipo de material traslúcido daban al conjunto la apariencia de un cenador futurista diseñado para una película de ciencia ficción.

—¿Qué se supone que es eso? —preguntó Kyrene, con curiosidad.

—"Eso" es el comedor, gatita.

—¡Ahora sí que no entiendo nada! —rio ella, desconcertada.

—Tenemos que esperar a que todos hayan llegado, pero quiero que sea una sorpresa, así que no preguntes más...

Conversaron tranquilos durante unos veinte minutos, transcurridos los cuales el mismo camarero les notificó que ya podían pasar a cenar y les acompañó a una taquilla para que dejasen sus efectos personales, excepto la cámara fotográfica de Deathmask, que llevaba colgada al cuello; a continuación, les acompañó a la zona al aire libre para hacerles sentarse alrededor de la mesa.

—Oye, ¿y estas sillas tan raras?

Tres trabajadores del restaurante les estaban instruyendo acerca de cómo abrocharse los cinturones de seguridad que sobresalían de cada asiento. Kyrene se lo ajustó y miró a ambos lados, expectante. Junto al borde de la estructura, otros dos empleados se afanaban en llenar un pequeño mueble auxiliar con varias fuentes tapadas cuyo aroma hizo salivar a todos los presentes. Deathmask palmeó el muslo de Kyrene y sonrió, feliz al verla reír de impaciencia:

—Ahora es cuando esto se pone divertido, gatita.

Como si hubiese estado esperando esas palabras, a un gesto del que parecía estar al mando, la plataforma vibró y dejó oír el ruido inconfundible de un motor.

—¡Se mueve! —gritó Kyrene, sobresaltada y encantada con aquel extraño giro.

De pie en un rincón, una joven vestida de negro comenzó a hablar para relatarles la mecánica de aquella peculiar cena, a la vez que la mesa entera se elevaba lentamente, arrancando "ooohs" y "aaahs" de labios de los comensales:

—¡Bienvenidos a la experiencia "Dinner in the sky"! Vamos a servirles un menú compuesto por seis platos que aúnan las delicias de la tradición culinaria griega con la cocina de vanguardia, en combinación con los vinos más exquisitos. Todo ello, a cuarenta metros de altura para ofrecerles las mejores vistas de la Acrópolis. Por favor, mantengan los cinturones de seguridad bien ajustados y no duden en hacerse todas las fotos que deseen.

—¿En serio? ¿Vamos a cenar en el aire? —Kyrene apretaba con fuerza el brazo de Deathmask, entusiasmada.

—Espero que no tengas vértigo...

—¡Qué va! ¡Me encanta la idea! ¡Y todo tiene una pinta increíble! —aplaudió cuando comenzaron a llenar sus platos con viandas de tentadora apariencia.

—¿Es la primera vez que venís? Nosotras estamos celebrando la despedida de soltera de mi amiga —dijo la chica que se sentaba frente a ellos—. ¡Vais a flipar cuando esto empiece a girar: se ve toda la ciudad y es un espectáculo...!

—¡Lo estoy deseando! —respondió Kyrene.

Dos horas y doce fotografías después, los camareros dieron por terminada la cena y la mesa aterrizó, despacio. Todos los comensales sacaron sus teléfonos para etiquetar las imágenes en sus redes sociales, pero Kyrene y Deathmask recogieron sus pertenencias y salieron del restaurante, paseando de vuelta al centro de la ciudad.

—Ha sido un día de Navidad maravilloso, Death. Muchas gracias por esta sorpresa —sonrió ella, apoyando en su hombro la cabeza al caminar—. Hace mucho tiempo que no... que no lo celebraba con alguien...

—Ya lo sé, gatita —la interrumpió él, para ahorrarle el mal trago de dar explicaciones desagradables sobre su pasado—. Pero ahora tienes que ahorrar fuerzas para agradecerme como es debido: montándome durante horas en una habitación de hotel.

—¿Nos quedamos a dormir? ¡Fabuloso!

—¿De verdad esperabas que te hiciese tomar el tren y caminar hora y media por el sendero del bosque? ¿De cuántos modos tengo que demostrarte que soy un caballero?

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