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4. Nochebuena para solitarios

Afrodita tuvo claro en cuanto entró en la taberna que Kyrene había sido la primera en ser visitada por Deathmask a su regreso: sonriente y tranquila, atendía la barra con agilidad y eficiencia, sobrellevando sin ningún problema la ausencia de Nikos.

El sueco se sentó en un taburete, a la espera de sus compañeros, y la saludó con la mano, feliz por ambos; atrás quedaban sus desastrosos comienzos: la camarera y el caballero estaban demostrando ser capaces de cuidar el uno del otro de un modo por el cual nadie habría apostado ni dos euros.

—Hola, Afrodita. ¿Te pongo lo de siempre?

—Sí, cariño, por favor. Parece que alguien ha recibido su regalo de Navidad, ¿me equivoco?

Las mejillas de la chica se tiñeron de bermellón al escuchar aquella alusión mientras preparaba el Martini de su amigo y, con un gesto inconsciente, se llevó la mano a las evidentes marcas del cuello.

—Yo... sí, bueno... —respondió, sin ocultar la expresión de felicidad que iluminaba su rostro— La verdad es que tenía ganas de verle. Me sentía rara últimamente y encima esa misión tan larga a la que le enviaron...

—Sí, pobre Mu... —rio el sueco— Recuerdo que una vez le pillé echándose a suertes con Shaka quién hacía la guardia con Death. Le tocaba al que perdiese, claro...

Kyrene se echó a reír con tantas ganas que el chorro de zumo que estaba sirviendo se desvió y mojó la encimera.

—¿En serio? ¡Oh, venga, tampoco es tan insufrible...!

—Dices eso porque a ti al menos te da orgasmos —continuó Afrodita—, pero imagina si te tienes que marchar un mes con él y con Milo, aguantando cada día sus chistes y pullas...

—Tú cobras por ello...

—Nunca lo que me merezco, cariño. ¿Y vas a hacer algo especial esta noche? —cambió de tema, jugando a hundir las aceitunas de su copa.

La chica reflexionó unos segundos antes de responder.

—No lo creo. No me gustan demasiado estas fiestas, es un alivio vivir en un sitio libre de esa espiral de consumismo y alegría forzada...

—Ahí tienes un punto, sí. Y después del sarao de Saga se agradece la tranquilidad, ¿verdad? ¿Viste el melocotón que llevaba Aioria al final de la noche? —murmuró el joven, malicioso— Estoy seguro de que Marin y Shaina le dejaron en Leo bien dormidito y se marcharon juntas.

—Mira que eres malpensado, Afrodita... —le reconvino Kyrene— Ves cosas donde no las hay.

—Cariño, yo no me equivoco en estos temas. Eres una buena amiga al cubrirla, pero sabes tan bien como yo que entre esas dos hay una historia...

—En todo caso, es una historia que no nos incumbe.

—¿Qué es lo que no os incumbe?

Aioria y Shura, cubiertos por gruesos abrigos, estaban ya sentándose junto a ellos. Afrodita se echó a reír y mordió una de sus aceitunas con una mueca pícara.

—¿Seréis cotillas? ¡Vaya manera de entrar en una conversación privada!

—Solo estábamos hablando de los planes para esta noche —se zafó Kyrene, plantando frente a ellos sendos refrescos.

—Pues hablando de planes—comenzó Aioria mientras se quitaba el gorro y se desenrollaba la voluminosa bufanda—, las que lo tienen bien montado son Marin y Shaina: el Patriarca las ha mandado a Rodas a colaborar en un proyecto de no sé qué del medioambiente y estarán allí diez o doce días, como poco...

Afrodita dirigió a Kyrene una elocuente mirada con la ceja enarcada que significaba, sin lugar a dudas, "¿ves? Te lo dije".

—Me gustaría que me tocase alguna misión así —dijo Shura.

El español, que había plegado pulcramente su abrigo hasta darle la forma de un cuadrado perfecto, llevaba un jersey burdeos de cuello vuelto que intensificaba el verde de sus ojos. Kyrene no pudo evitar demorarse un par de segundos en la contemplación de sus afilados rasgos, masculinos y severos.

—¿Con Shaina, dices? ¡Haríais una pareja estupenda! —exclamó Aioria, palmeándole el hombro.

Esta vez, la ceja de Afrodita ya no podía elevarse más. La griega interpretó el gesto como un "este tío no se entera" y sonrió.

—Shaina es una mujer muy guapa, pero no estoy interesado en ella. Ni tampoco en Marin, tranquilo. Me refería a que me gustaría realizar una misión tranquila en un sitio agradable y con buenas playas, nada más...

—Me gusta la de Aliko: nudista y retirada, perfecta para una escapada con mi gatita preciosa —Deathmask, que había llegado tan sigilosamente que ninguno se había apercibido de su presencia, tomó a Kyrene con suavidad por la nuca para morderle el labio inferior—. La arena se te mete por todos los huecos, pero no es nada que un buen baño no arregle... ¿Cierras temprano hoy?

—No hay mucho jaleo, así que creo que sí... ¿Ya has entregado todos los papeles que decías?

—Sí, el patriarca va a estar un rato entretenido con la crónica de nuestra aventura.

—¿Y Mu? —inquirió Afrodita.

—Creo que está descansando. Dijo algo de cenar con Camus y Shaka, la verdad es que no le hice demasiado caso...

—Pues parece que solo quedamos nosotros, teniendo en cuenta que todos los demás están trabajando fuera del país —mencionó Shura.

—Menos Dohko, el tío suertudo está de vacaciones en China tan feliz... —apuntó Aioria.

—Prerrogativas de la edad. No le envidio en absoluto.

—¿Y si bajamos un poco las luces...? Así, como insinuando a tus clientes que se vayan yendo a casa... —sugirió el caballero de Piscis.

—Vivo de ellos, por si no lo habíais notado...

—Ya, pero si se marchan pronto podemos montar nuestra propia cena clandestina —continuó Afrodita, sonriendo.

—Os diría que me parece mal que os aprovechéis de mi manía de llenarle el frigorífico a mi novia, pero en realidad me halaga porque así admitís que soy el que mejor cocina —declaró Deathmask.

—¡No se diga más: cena de solitarios! —aceptó Kyrene, y salió de la barra para comenzar a recoger la sala.

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