IV ⸺ El galeno
Ya habían pasado dos años desde nuestro regreso a las tierras del bosque.
Durante ese tiempo, había aprendido muchas cosas sobre mis poderes.
Ya podía crear pequeñas llamas sin problema, las cuales podía variar de tamaño a mi antojo, y realizaba bastantes de los hechizos del grimorio sin demasiada dificultad.
He de admitir que una parte de mi seguía sintiendo bastante recelo a todo lo relacionado con aquel mundo.
No dejaba de ser lo que me había costado mi hogar, pero al llevar dos años tratando con él, me di cuenta de que tal vez no me hacía, después de todo, una persona peligrosa ni menos válida para este mundo.
Lo que más me gustaba de todo aquello, era ver la cara de mi madre cada vez que aprendía algo nuevo.
Nunca la había visto tan orgullosa de mí.
Todo iba bien.
Las cosechas seguían siendo fructíferas y la caza se nos daba bien. Nunca pensé que al partir de Camelot volvería a ser feliz en otro lugar.
Pero me equivocaba.
Aquella pequeña cabaña, oculta entre la espesura del bosque, se había convertido en nuestro hogar, y aunque añoraba a menudo a Arturo y Camelot, no había lugar a dudas de que era feliz viviendo allí.
Teníamos una buena vida.
Aunque es cierto lo que dicen de que las cosas buenas siempre llegan a su fin, y nosotros nos dimos cuenta de ello antes de lo que nos hubiera gustado.
Un día mi madre enfermó.
Al principio no fue nada serio. Molestias en la garganta, tos leve, dolores de cabeza pasajeros. Ella siempre lo achacaba al cansancio, y al principio yo también lo hice.
Por lo que mi padre y yo tratábamos de hacer la mayor parte de las tareas para que ella pudiera descansar.
Pero la cosa fue a peor.
Los dolores de cabeza se convirtieron en mareos, algunos tan fuertes que a penas podía ponerse en pie. La tos leve se agravó, haciendo que pasara días afónica sin poder mediar palabra.
Había días que a penas podía levantarse de la cama.
Pasaba el tiempo agotada, a penas podía dormir por las noches a causa de los sudores fríos y la tos seca.
Estaba empeorando, y a un ritmo que me aterraba.
Era la mañana de otra larga noche mayoritariamente en vela cuidando de mi madre.
Habíamos conseguido bajarle la fiebre, y tras tomarse una infusión había conciliado el sueño, y mi padre y yo nos encontrábamos sentados a la mesa, ambos con una taza de té en las manos, con los ojos fijos en ella sin mediar palabra.
━Está empeorando━ dije con la mirada fija en los posos del té que se habían acumulado en el fondo de mi taza.
━Lo sé━ respondió mi padre casi en un susurro━ No sé que más podemos hacer...
Yo tenía una ligera idea de cual podía ser nuestra solución.
Llevaba días dándole vueltas, y si no la había sacado a la luz aún, era porque sabía que mi padre no estaría nada de acuerdo con ella.
━Yo...creo que hay algo que todavía no hemos probado.
Aún no había levantado la visa de mi taza, pero podía notar sus ojos clavados en mí.
Alcé la cabeza lentamente.
Podía ver el cansancio en sus ojos. Llevaba semanas sin dormir bien.
━Necesita ayuda, papá. Nosotros no podemos hacer nada más. Ella...necesita un galeno.
Pude ver la confusión reflejada en su rostro.
━Iré a Camelot. Su galeno es el mejor, lo recuerdo bien.
El vello de los brazos de mi padre se erizó en cuanto nombre a aquel hombre, como si un escalofrío le acabara de recorrer la espalda. Acto seguido se puso en pie y empezó a caminar con nerviosismo por la habitación.
No comprendí muy bien aquella reacción, puesto que estaba bastante segura de que nunca habíamos tenido contacto con el galeno de la corte, aunque tal vez fuera simple preocupación por el hecho de que pudieran descubrirme y apresarme.
━No, Vanya, no irás. No voy a permitir que pongas tu vida en peligro de esa manera.
━No tenemos elección.
━Siempre la hay.
━No esta vez━respondí de malas maneras.
Mi padre clavó los ojos en mí.
Suspiré.
━Papá...yo no puedo ayudarla. Lo he intentado. Mi magia no sirve de nada...━dije mientras se me quebraba la voz.
Cogí una bocanada de aire para reprimir las lágrimas.
━No me quedaré impasible viendo como mi madre...━ni si quiera era capaz de decirlo en voz alta. El simple pensamiento de perder a mi madre me aterraba como nada lo había hecho en mi vida━ Voy a ir. Ya está decidido.
Mi padre me miró apesadumbrado, aunque sabía que no podría hacer nada para hacerme cambiar de idea. Si había algo en lo que más me parecía a él, era en mi testarudez.
━¿Y si alguien te reconoce?
━No lo harán. Confía en mí.
━Entonces iré contigo.
━No podemos dejar a mamá sola. Además, es más probable que pudieran reconocerte a ti. Soy la apuesta más segura.
Me acerqué a la mesa, sobre la cual había situados un par de cuchillos que había afilado esa misma mañana.
Suspiré.
Me recogí el pelo con un trozo de lazo que solía llevar atado a la muñeca haciendo una coleta medio alta y segundos después le di uno de los cuchillos a mi padre.
━¿Estás segura?
Asentí.
━Puedo cambiar el color de mis ojos con un glamour, mamá me lo enseñó. Pero debes concentrarte mucho para que funcione, y no creo que sea capaz de invocar uno tan fuerte ahora como para cambiar mi aspecto entero. Además, el pelo crece.
Nos mantuvimos en silencio durante unos minutos, el cual se vio interrumpido por el sonido del filo contra mi pelo.
Segundos después,mi larga melena negra estaba en el suelo, y sobre mi cabeza había quedado el cabello corto, que no llegaba a la altura de mi mandíbula.
Me sacudí la cabeza para quitar cualquier resto que siguiera enredado por allí, y tras cambiarme de ropa, mi padre me dio un pañuelo de lino azul que guardaba en su armario con la cual podría ocultar ligeramente mi rostro, y el cual usé para centrar mi glamour, lo que haría que mis ojos se vieran castaños.
━Funciona━ dijo mi padre una vez que me puse el pañuelo sobre mis hombros y al rededor de mi cuello cuando me giré hacia él━ tus ojos, son oscuros.
━Perfecto, entonces ya estoy lista.
━Ten mucho cuidado, Vanya, por favor.
━Lo tendré, te lo prometo.
Este me estrechó entre sus brazos fuertemente antes de que yo abandonara el hogar para poner rumbo a Camelot.
Recordaba el camino que tomamos hacía dos años cuando volvimos al bosque. Reconocía algunos de los árboles que estaban marcados señalando el camino, por lo que no tardé mucho en llegar al comienzo de las tierras del reino.
Una vez que pude divisar el castillo en la lejanía, eché a correr lo más rápido que pude.
No tenía tiempo que perder.
A medida que me acercaba más y más a las puertas de la ciudadela, no podía dejar de pensar en lo importante que era que consiguiera convencer al galeno de venir conmigo.
No había pensado si quiera en que iba a decirle.
Y antes de que pudiera meditarlo, me encontraba en las calles de la ciudadela, las cuales estaban repletas de gente.
Me eché a un lado para apoyarme en una de las paredes rocosas de aquel lugar y poder así recuperar el aliento.
Eché un vistazo a mi alrededor.
Sentí una pequeña chispa de felicidad al ver las calles de nuevo.
Jamás pensé que volvería a pisar aquella ciudad.
Ojalá no hubiera sido en aquella situación.
Cogí aire y volví a recorrer las calles, hasta que decidí parar a preguntar. Me acerqué a un pequeño puesto que vendía telares, y pregunté al comerciante si sabía donde podía encontrar al galeno.Este me indicó la dirección hacia sus aposentos, y yo emprendí de nuevo mi marcha a paso ligero hasta allí.
Iba tratando de pensar que iba a decirle una vez me encontrara allí. Pero el barullo de la gente, mi respiración acelerada, y el tener que dedicar parte de mi energía en mantener el glamour, me hacía bastante difícil analizar la situación con calma.
Una vez me vi en la puerta de los aposentos del galeno, me quedé unos segundos dubitativa de si aquella era la mejor solución.
No era la mejor, era la única que me quedaba, así que no podía perder más tiempo.
Cogí aire y llamé a la puerta un par de veces.
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