Segundo Giro
Mérida despertó después de otra pesadilla. Estaba sudando y sus mejillas secas a causa de las lágrimas. Estaba soñando como toda la gente a su alrededor la molestaba, la insultaban, la herían y hacían mierda. Se levantó con pereza. Bajó y repitió la rutina.
Al ir a la escuela, se encontró con Wee, Féliz y Bill. Sentía algo muy fuerte por Bill, pero era mas que obvio que el no respondía a sus sentimientos. Eso mataba a Mer, pero el estuvo ahí cuando nadie mas estuvo, y la había ayudado cuando mas la necesitaba. A pesar de todo el dolor que le causaba el solo pensarlo, no podía evitar amarlo, con mucha fuerza.
-Hola, chicos -saludó Mérida, con una sonrisa, a pesar que no tenía razón para mostrarla. Félix rodó los ojos, Wee bufó y Bill solo la miró indiferente.
-¿Que quieres? -le preguntó Felix con indiferencia total. Mérida tragó saliva.
-Nada solo... Creí que podía juntarme con ustedes -sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Ya va a empezar a llorar. ¡Que bebé! -exclamó Wee. Bill se rió.
-Luego dice que no es sentida -dice Bill sonriéndo irónicamente. El corazón de Mérida se rompía de una manera lenta y dolorosa. Aprieta los labios y sale de ahí. Con aún algunas lágrimas corriendo por sus delicadas y suaves mejillas. Entró a su salón.
La gente la apuntaba y cuchicheaba. Ella los ignoraba, pero su alma no. Se sentó en el asiento de en medio. Era el único libre. La gente no paraba de susrrar y crear rumores falsos de ella. Pero nunca hablaba, por que aunque lo hicieran, no la escucharían. Pero cierta persona, que la había ayudado ayer, estaba junto a ella, y no escuchaba ni creía las mentiras a su alrededor.
La maestra llegó. Después de un largo discurso decidió preguntar a los alumnos.
-Y bien, alumnos, ¿como se dió fin a la edad media y dio comienzo a la edad moderna? -nadie parecía interesado en responder esa pregunta-, ¿nadie? -todos estaban jugando con su pluma, leyendo algo o simplemente escriviendo cualquier tontería. Todos exepto una...
-Señorita DunBroch -llamó la maestra a la joven que se sobresaltó al escuchar su nombre. Había tenído sueños no muy agradables en el pasado...
Sueño
Estaba sentada, pensando la respuesta de la pregunta, cuando...
-¿Señorita DunBroch? -preguntaba la maestra.
-¿Si? -respondía sonriente.
-¿Por que gira? -pregunta la maestra. Ella se congela. Nadie le dice a sus cortes "giros" como ella.
-¿P-por que gira que? ¿El sol, los planetas...? -dice. La maestra niega.
-No, estúpida, ¿por que gira la cuchilla por tus muñecas? -se encarga de que todo el salón la escuche, y Mérida se encoge en mi misma.
-P-por que solo quiero dejar de c-cometer errores... -dice en un susurro y todos empiezan a reír.
-¿¡Tu!? ¡Eres el mayor error que hay! -le dice un chico atrás de ella.
-¡Las fallas estan hechas para fallar! -dice otra chica. Mérida aguantaba las lágrimas.
-¡Eso es lo que necesitamos, un mundo sin fallas! -dice el chico de su izquierda.
-¡¡CALLENSE!! -exclama, y justo cuando empieza a llorar, despierta, pero con mejillas llenas de lágrimas.
Fin del sueño
-¡N-no he girado! -exclama asustada. Todos la miran confundidos.
-¿Girar? ¿que tiene que ver eso con la pregunta, señorita DunBroch? -dice la maestra. Mérida se da cuenta que no es el sueño. Y por supuesto que nadie le preguntaría por que gira, no es como si le importara a alguien.
-N-nada, lo siento -dice sonrojandose y bajando la mirada.
-No es la primera vez que dice cosas en su idioma, ¿será una perra o una zorra? -susurran y las risas inaudibles estallan a su alrededor.
-La-la respuesta es con el descubrimiento de América, señorita -responde. La maestra toma nota y sigue con la clase. Mientras tanto, un chico a su izquierda la toma del brazo para llamar su atención, objetivo logrado. Vaya sorpresa que se llevó al ver que era nada mas ni nada menos que el chico mas popular de la escuela.
Hiccup Haddock.
-¿Por que...? -Mérida baja la voz-. ¿Por que me estas hablando?
-No te estaba hablando, pero si llamé tu atención; por que me preocupo -dice. Lo mira sin entender, ¿acaso lo había conocido antes?-. ¿No me recuerdas?
-¿Cuando?
-Ayer... Te ayudé, ¿lo olvidas? O espero haberte ayudado -dice.
-¿A que te...? -entonces recuerda a un chico de rostro irreconocible a causa de las lágrimas-, El chico de ayer... ¿Eras tu?
Mérida estaba en shock. Un popular la había ayudado, y lo mas importante: ese popular, es el crush de todas, incluyendo a las que te molestan después de clases. Hiccup asintió y Mérida se puso colorada. Después de todo su esfuerzo, después de haberlo ocultado por tantos años... Y fue necesariamente este chico el que lo descubrió.
-No debieron de haberte visto... No deben de verte conmigo... -susurra Mérida negando con la cabeza, y con la mirada perdida. Hiccup la miró confundido, ¿por que lo quería lejos de ella? Él solo quería estar cerca de ella.
-¿Me quieres lejos de ti? -pregunto, haciendo un esfuerzo para que sus palabras no salieran dolidas.
-Si... ¡Digo, no! No es lo que quise... -Mérida suspiro-. Quiero un amigo... Pero no puedes ser tu... Me gustaría.
-Entonces, ¿que te lo impide? -pregunta el joven.
-Ellas -dice señalando con la cabeza-. Si las veo, se encargan de decirme lo terrible que fue el día. Pasó lo mismo cuando conocí a Rapunzel, "no te hagas falsas ilusiónes" fueron sus palabras -dice. Muerde su labio y contiene las lágrimas. Él la toma de la mano.
-Yo no estoy aquí por lástima, ¿sabes? -susurra, al igual que toda su conversación anterior-, estoy aquí por ti, y por que no me quedaré de brazos cruzados al ver tu situación.
Una pequeña sonrisa empezaba a formarse en los labios de la joven. Por desgracia, no pudo finalizarse.
-¡Haddock, Dunbroch! ¡Si siguen los llevaré sin cuidado a detención! -exclama la profesora, Mer retira la mano, pero antes de eso él la sujeta fuertemente.
-¡No te hagas falsas ilusiónes, chica! -dijo un chico del aula. Bill MacIntosh, para ser exactos. Mérida contuvo las lágrimas. Temerosa volteó hacia atrás, solo para ver a Astrid matándola con la mirada y pasando un dedo plr su garganta. Mer tragó saliva y volvió su vista al frente. Encontró un papelito frente a ella. Lo tomó y abrió con delicadeza. Hiccup observaba sus pequeñas manos de porcelana el papel.
"Después de clases. Aquí"
Miró sorprendida al chico. No se dejaría caer en sus redes, todo podría ser una broma para causarle mas humillación.
"Haré mi esfuerzo"
Escribió de vuelta. Clases pasaron. Burlas e insultos. Pero por alguna razón, ya no dolía igual.
La clase final llegó. Tomó sus cosas y se dirijió hacia la primera aula. Estaba a tan solo dos salones... Cuando una mano la tomó del hombro con agresividad y la estrelló contra los casilleros.
-¿¡Te crees alguien especial solo por que te habló!? ¡Lo siento niña! ¡Un chico como el nunca se fijaría en una estúpida como tu! -atacó Astrid. Con su grupo detrás de ella.
Estaba acorralada.
-No planeo llegar a nada mas de amigos con el... -dijo lo mas determinada que pudo. Ganándose una mano plasmada en su mejilla. Tan fuerte fue el impacto, que la dejó tirada en el suelo.
-No has comprendido, dudo que siquiera sea tu amigo. Solo está finjiendo -le dice furiosa.
-Astrid -por primera vez en una de estas situaciones Mérida decía su nombre-. Se preocupó demasiado como para que fuera mentira.
-¡Solo estaba actuando! -y tras decir esto su pie impactó su nariz.
-¡Ni siquiera a un perro le caerías bien!
-¡Como si alguien se pudiera preocupar de tu!
-Ni tus padres te quieren cerca de ellos.
-Paren... Por favor... -Mérida suplicaba entre lágrimas. Aproximadamente cinco minutos después pararon.
-El corte de pelo no se te ve nada mal -dice riéndose, dejando a Mérida hecha un ovillo en el suelo. Escucha pasos y su piel se enchina al pensar en ellas. Pero no.
Era un chico.
-¡Mérida! -se inclina sobre ella y examina los golpes.
-Si sientes lástima ya vete -le espeta ella.
-¿Que?
-No quiero dar lastima. Si por eso estas aquí ya vete -le dice escondiendo su mirada en el suelo.
-No, no siento lástima. Siento enojo hacia ellas y mas que nada culpa -dice. Ayuda a Mérida a levantarse y la lleva a su casa. Dónde la cura y la atiende. Métida recuerda que su amiga debería estar preocupada. O tal vez solo siente lástima. Tenía que saberlo.
-Tengo que... -susurra para si misma. Pero audible para los oídos de Hiccup.
-¿Que? -pregunta confundido.
-Rapunzel, debo decirle que estoy bien -dice preocupada. Él asiente y le presta el teléfono. Tras intercambiar unas palabras con ella quedan en el acuerdo que todo está bien y cuelga. Un silencio incómodo se forma después de la palabra.
-Quiero presentarte a alguien -dice y sube las escaleras. Mérida lo espera y baja con un perro. Un gran labrador negro de ojos verdes.
Flashback
-¡Ni a un perro le caerías bien!
Fin del flashback
Ella abrió los ojos como platos y subió ambas piernas al sillón abrazandolas.
-N-no soy muy amiga de perros -dice Mérida. Hiccup ríe, pero no una burlona, una mas bien como de inocencia y ternura.
-No hace nada -dice y sube el perro al sillón. Mérida quiere alejarse, pero Hiccup la toma de la mano. A pesar de que estaba sintiendo una corriente eléctrica, una bella calidez, estaba congelada en su lugar. El perro miraba a Mérida interrigatoriamente. Ella no se movía.
-Chimuelo, ella es Mérida. Mérida, te presento a mi mejor amigo, Chimuelo -dice y lo mira como si fuera una persona. Algo que a Mérida le agradó y dió ternura. Estiró su mano, y cuando ya no pudo mas la petrificó. Chimuelo la olisqueó un rato, y después dejó que Mer lo acariciara.
-Estoy acariciando... ¡Un perro! -dice emocionada. Chimuelo ladra contento al ver la emoción en el rostro de Mérida. Chimuelo se acomodó en las piernas de Mérida y se relajó. Mérida lo acaricio.
-Le agradas -dice Hiccup mirando a su mascota.
-Entonces... Chimuelo -dice Mérida.
-Lo sé, el nombre menos indicado para un labrador -Mérida iba a disculparse. Pero Hiccup siguió hablando-. Cuando lo encontré no tenía dientes. El veterinario dijo que es un "pequeño retraso dental". Pero tiene dientes retráctiles. Lo he visto.
-Eso es genial -dice Mérida sonriendo. Su rostro a muy pocos centímetros del de Hiccup. Mérida acariciaba a Chimuelo, que estaba por caer dormido.
-Supongo que te gustan mucho los animales.
-Yo no llamaría a las mascotas "animales". Mas bien compañeros -dice Mérida.
-¿Sabes? Tienes razón.
Se miraron por unos segundos. Después Mérida apartó el rostro. Tenía la duda si sentía lástima o no.
-Tengo que volver -dice y se levanta con cuidado de no despertar a Chimuelo.
-Te acompañaré -dice Hiccup parándose junto a ella.
-No te molestes. Puedo ir sola -dice restándole importancia. Hiccup la mira indiferente. Luego ríe.
-Por supuesto que puedes. Pero quiero acompañarte -dice sonriéndo satisfecho.
-Pero...
-Mérida -se acerca hasta ponerse junto a ella-. No fue una pregunta.
Abre la puerta, dejándole el paso libre a Mérida. Ella pasa sonrojada. Iban a medio camino de puro silencio cuando.
-Olvidé preguntarte -dice Hiccup rascándose la nuca. La presencia de la pelirroja lo ponía nervioso-. ¿Estas bien?
La pelirroja pensó en una respuesta adecuada.
-Estoy bien -dice-. Pero de algún modo u otro rodando estaré.
-Rodando...? -dice confundido Hiccup-. ¿A que te refieres?
-Yo se lo que digo -dice Mérida. Él asiente. Iba a explorar mas esa palabra. Llegaron a su puerta.
-Pues... Hasta mañana -dice sonriéndo.
-Hasta mañana, Hiccup -le dice Mer. Hiccup se da media vuelta y da dos pasos pero se detiene.
-¿Hiccup...? -dijo confundida. El joven castaño tomo aire se dio media vuelta y en un movimiento rápido besó la mejilla de la joven y salió corriéndo. Mérida se quedó en shock, sonrojada por lo que acababa de pasar. Sonriendo como idiota. Tocó y su madre le abrió. Tras un sermón y quejas sobre su hija la dejó irse.
Tomó la cuchilla. Ahora era una necesidad. Estaba cansada, si, pero la tentación de la hoja era mucho mas fuerte. Giró 1... 2... 3... 4... 5... 6... 7... 8... ocho veces. Se abrazó a si misma.
¿Por que lo hacía, teniendo a Hiccup a su lado? Teniendo a alguien a su lado.
-Lo siento, Hicc. Siento engañarte -dijo entre lágrimas-. Pero estuvo bien. Por que seguro que iba a causar muchos mas errores y ya no lo iba a poder dejar.
Cerró sus ojos y se entregó a brazos de Morfeo.
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