
-Capítulo 4-
La señorita Mérida se fue después de decirme aquello último. Yo me quedé mirando la puerta un tiempo más hasta que recordé lo que había dicho ayer sobre limpiar. Miré el piso y vi que estaba lleno de lodo, seguí el camino que terminaba justo en el cuarto de baño. Y entendí porque se había enojado: había ensuciado su casa.
Me metí al cuarto de baño y tome el jabón y el frasco de plástico que había utilizado para lavar mi cabello y mi ropa con el jabón.
Esparcí todo el liquido del frasco en el camino de lodo y con un trapo fui limpiando. En un vaso puse agua y la arrojé al piso. Se había formado demasiadas burbujas.
Me tarde casi cuatro horas en hacer desaparecer las burbujas y otras dos en secar el piso, pero al final había quedado limpio, como el día anterior además con un aroma a coco según el frasco de "Shampoo".
Salí de su casa, cerrando la puerta detrás de mi y caminé por las calles de Escocia. Eran lindas, y no sabia donde conseguir un "trabajo"... ni siquiera se que es eso pero debo conseguir dinero para ayudar a la señorita. Cosa que sería difícil ya que ayer intente conseguir y solo obtuve diez centavos.
Pasaba por una calle algo oscura y rara, casi corría al estar ahí. Me había arrepentido de entrar a esa calle. Antes de salir escuché unos ruidos terribles, no eran de un ser humano reconozco perfectamente los gritos de uno. Me espanté pero mi curiosidad (como siempre) ganó.
Al estar camino hacia aquel callejón una criatura salió corriendo de ahí, seguido por unas cuantas piedras que lograron darle.
-¡Ven acá perro apestoso!- gritó un ni lo de aproximadamente doce años.
El "perro" siguió corriendo y lo seguí. Lo habían lastimado arrojándole piedras. Eso es algo muy inhumano y doloroso.
La pequeña criaturita se dejó caer a mitad de la calle. Corrí hacia el y lo cargue para llevarlo a una zona mejor y poder apreciarlo.
Me senté en un área verde, donde había pasto. Dejé a la criaturita a un lado y me recosté, y di vueltas para sentir este nuevo terreno que no duró mucho ya que la criaturita solo y aullido que hizo devolvemos a le realidad.
Era negro, y tenía una pata lastimada, donde salía un poco de sangre. Busqué si había algo de agua y al encontrar rompí un pedazo de la enorme camisa que traía y la remoje para luego ponerla en la criatura. No tenía mucha experiencia curando personas pero hacia lo mejor que podía. El perro me gruño varias veces e intentó morderme.
-Tranquilo, no te haré daño. Lo prometo acerqué lentamente mi mano a su cabeza para acariciarlo y darle cierta seguridad. Lo dudo un miembro pero al final estiró un poco mas su cabeza y se relajó. Entonces, lo miré a los ojos, y me vi a mi mismo: solo, desamparado, asustado y maltratado.
Terminé de curar su herida y me quede el resto del día con el. Descubrí que no tenía dientes. Se me hacia chistosos, puesto que todos deberían tener dientes pero el no. Tal vez estaba creciendo y sus dientes aun no salían.
Comencé a platicarle toda mi vida, le hablé de Jack y Rapunzel. El solo me melaba atento o miraba hacia la calle.
-Y así es como Jack...
-¿Que estas haciendo?- levanté mi vista para ver a la señorita Dumbroch.
-Hola.
-¿No te dije que consiguieras trabajo?- dijo duramente.
-Yo... yo no creo que el concepto de trabajo sea el mismo que tu tienes- trague saliva- y... no conozco Escocia, no se ni donde estoy ahora.
Ella me miró, intentado descifrar que era lo que quería decir.
-¿Que es eso?- preguntó al ver a mi pequeño amigo.
-Oh el es mi pequeño amiguito. Un lindo perrito... no tiene dientes, esta chimuelo- le sonreí a mi pequeño amigo.
-Mira niño...
-Hiccup, soy Hiccup.
-Hiccup... deja de perder el tiempo. Deja a ese animal pulgoso y mugroso en paz. Pueden cuidarse solos.
-Esta lastimado Mérida, no lo voy a dejar.
-No va a entrar a mi casa.
-No entrará a tu casa- aseguré.
Paso tiempo y ninguno de los dos dijo algo, hasta que ella suspiro para después hablar.
-¿No conoces Escocia?
-No.
Me miró por un momento.
-Ven vamos, tienes que conocer lo básico en esta ciudad.
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