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Capítulo 6

~M~

Había entrado a cada una de las habitaciones de los príncipes antes de la competencia para tener una idea a lo que me iba a enfrentar, pues aunque los haya visto en la bienvenida y notado alguna que otra cosa no quería dejarme llevar por la "primera impresión".

Me sentía como un león que está calculando a su presa, escondiéndose sigilosamente entre la sabana y acercándose lentamente para atacar cuando esté distraída, así me sentía yo, cada segundo que pasaba conversando con los tres príncipes concursantes por mi mano, haciendo las mismas preguntas y sonriéndoles para no traer sospechas. ¿Practicas algún deporte? ¿Pasatiempo favorito? ¿Entrenas por si algún día tu reino es invadido? ¿Porqué quisieras ganar mi mano? Eso era lo único que me interesaba saber sobre aquellos jóvenes.

Sentada sobre mi silla real esperando a los últimos detalles para comenzar la competencia repetía mentalmente las respuestas de cada uno. El príncipe Mackguffin era delgado, cabello rubio y la mirada perdida siempre en el horizonte, le gustaba salir a cazar y atrapar mariposas, su pasatiempo era buscar la manera de poder volar como aquellas mariposas que atrapaba de vez en cuando, le pesan todas las armas y es por eso que él cuando se va cazad hace sus propias armas echas de ramas lo suficiente ligeras pero letales para atrapar al animal y no le intereso en absoluto, ni si quiera recuerda cuál es mi nombre y ah, no soy su tipo. Luego está el príncipe Macintosh, un joven de estatura promedio para un chico de diecisiete años cabello color bronce y de complexión algo robusta, tenía una asombrosa fuerza ya que con sus dos manos había partido en dos un tronco de árbol y algunas rocas, su pasatiempo eran la literatura le gustaba leer novelas románticas e imaginaba mundos irreales para poder existir y vivir mejor, claro que entrena no por nada tiene esos brazos tan musculosos sin embargo no le gustaría tener que usar la fuerza bruta a menos que alguien destroce su pastel de fresas que es su favorito, entonces ahí el de volvería loco y atacaría a cualquier enemigo, y, quisiera ganar mi mano para llevar honor a su familia y prosperidad a su reino al unirnos en matrimonio. Claaaaaaro, este joven hablaba algo raro, decía las palabras en diferente orden y me había llevado un tiempo en ordenar todo lo que me había dicho, y llegué también a la conclusión que no decía toda la verdad pues se había puesto muy nervioso al hacerle las preguntas y respondía como si las hubiera memorizado en especial la última. Y al final, tenía al príncipe Wiselton, un joven alto de buen físico cabellos dorados y ojos color azul metálico, había dicho que era un buen espadachín, el mejor de su reino y en otros reinos, le gustaba la competencia y perder no estaba en su vocabulario daba lo mejor de él en todo le gustaba mucho estudiar sobre la historia y la ciencia siempre buscaba las respuestas de todo a lo que se le venía a la cabeza, practica cinco horas diarias de cualquier deporte siempre preparado para lo que pudiera pasar si el enemigo atacaba pero no sólo su cuerpo si no también la mente para ser más listo que el enemigo, se dedicaba a las técnicas y las buenas maniobras para asegurar la victoria. Y por último, ganar mi mano era solo en frente de toda la gente, un requisito que se tenía que cumplir pero si él era digno de tomar mi mano se daría un tiempo para conocernos mutuamente y así tener una relación much o mejor y al momento de contraer matrimonio que sea porque ambos así lo queremos, no porque nos estén obligando.

-¡Ya dejame mujer!-gritó mi padre molesto y desesperado haciendo que me sobresaltara un poco en mi lugar, estaba tan metida en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que toda mi familia ya estaba en sus lugares para dar inicio a la competencia.

-¡Atención todos!-un guardia gritó fuertemente para que todos los presentes guardaran silencio- ¡Hoy será el día en que uno de estos jóvenes gane la mano de la princesa Mérida!- las personas ahí presentes animaron a los tres participantes- Las reglas son las siguientes: quien tire la flecha en el centro será el ganador. ¡Que comiencen los juegos!- terminó de hablar el guardia y los tres príncipes dieron un paso adelante. Estaban divididos por sus respectivas banderas y colores de su reino.

El primero en tirar fue el príncipe Macintosh, el arco y la fecha eran demasiados pequeños para aquellos brazos y manos, podía ver desde mi lugar que le temblaban las manos y con los ojos veía a todas partes luego se concentró en el centro y tiró.

No me sorprendí cuando le dio en la tercer diana, pues con la información que había obtenido en la tarde deduje que no tenía buena puntería ya que siempre había destrozado cosas con las manos, jamás había lanzado una flecha o una lanza o si quiera algo de maíz a las gallinas para que pudieran comer, y esas manos grandes no eran tampoco de ayuda, tenía un noventa de probabilidades que no acertara en el centro. Sonreí con autosuficiencia al descartar por completo al primer perdedor.

De él le siguió el príncipe Mackguffin, mi sonrisa no desapareció en ningún instante las probabilidades que que aquel príncipe distraído y tonto llegara si quiera a aceptar en el centro. El príncipe estaba viendo a todos y se le había caído su única flecha, vi como su padre solo se cubría el rostro de vergüenza y ya harto de que la gente se riera de su hijo le gritó furioso.

-¡Tira de una vez!- el joven príncipe saltó por el grito de su padre y sin querer soltó la flecha. Y mi sonrisa desapareció.

Se formó un silencio sepulcral, le había dado. El príncipe distraído y debilucho había dado en el centro, suerte de principiante. Todo el mundo estaba en shock por aquella hazaña hasta que el último príncipe dio un paso más adelante y se preparó, tomó el arco y la flecha, se concentró y tiró. Y acertó.

Todos tenían los ojos bien abiertos. Esto no podía estar pasando, como carajos ellos habían dado. ¿Porqué el príncipe Macintosh acertó? Del único que sabía que podía acertar era él, el príncipe Wisleton.

-¡Señoras y señores tenemos un empate! Algo nunca antes visto- anunció el guardia y los murmullos inundaron mis oídos. ¿Y ahora que? Tenían que volver a competir tenían que hacerlo. Mi plan no podía fallar, no no no, el único ganador de mi mano era yo, ¡no podía haber un maldito empate!

-¡Volverán a competir y quien nuevamente de en el centro será el ganador!- grité levantándome de mi lugar, no podía dejar que esto hundiera más mis planes.

Mis padres se miraron un momento y asintieron.

Y volvimos a empezar. Sabía que esta vez mi único problema sería aquel joven príncipe de cabellos dorados y ojos azul metálico. Esta vez el príncipe Mackguffin no acertaría. Y tuve razón. Su padre dio un grito de lamento que no duró mucho. No eran ellos mi problema ahora.

Todos estaban atentos al príncipe Wiselton, él era quien daría el veredicto de estos juegos, o eso creían todos. Aproveché que la atención fuera hacia el príncipe para salir de ahí y tomar mi propio arco y flechas y mi capa que usé la vez que fui al pueblo. Los victoreos se hicieron presentes al saber que el ganador había sido aquel príncipe perfecto. Y entonces el silencio reinó nuevamente.

-Mi nombre es Mérida Dumbroch- clavé en en pasto la bandera de mi reino fuertemente para que no se cayera, quité la capa de mi cabeza dejando salir mi cabello algo ya enredado- y voy a competir para ganar mí mano- mi madre se levantó de su asiento inmediatamente.

-¿Qué estás haciendo?

Pero ya era tarde para detenerme. Me coloqué en el lugar de los Macintosh donde la flecha había dado en la tercera diana, apunté y disparé en el centro.

-Mérida detente- advirtió mi madre viniendo hacia mi. No me detuve.

Fui con los Mackguffin y saqué de mi caraj otra flecha, apunté y volví a dar en el centro.

-Mérida ni se te ocurra lanzar una flecha más- mi madre estaba enfadada y muy cerca pero no lo suficiente.

Fui con los Wiselton saqué mi última flecha, la coloqué en mi arco y apunté, concentrándome en aquella flecha que estaba en el centro. Las advertencias de no madre parecían tan lejanas, el tiempo se había detenido, respiré una vez más y disparé.

Mi flecha había atravesado la flecha del príncipe Wiselton.

Tenía una sonrisa en mi rostro, había acertado en el blanco tres veces, y todos lo habían visto. El tiempo regresó a la normalidad y sentí la respiración exasperada de mi madre, me giré a ella para mirarla a los ojos, haciéndole saber con mi mirada que ya no había marcha atrás.

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