Capítulo XXXV. Amor y más amor
Isla de Berk
Hoy
Amor y más amor
Todas las personas se encontraban de un lugar a otro, el día de la boda por fin había llegado. Todos murmuraba y llegaban con pequeños arreglos y regalos a la gran boda del próximo heredero del clan y su hermosa novia; todos vestían de la forma más elegante que nunca. La felicidad y el amor era esparcida por el aire o no en todos los lugares.
El joven castaño se encontraba en su recámara enfrente de un espejo, estaba acomodando su traje de color blanco con delicadeza y nervios, ajustando sobre su cuello aquella capa de piel obscura que recaía sobre sus hombros. Al verse enfrente del espejo sonrió, había soñado esto toda su vida desde que la conoció; una boda hermosa, sus amigos y familia juntos, unidos por toda la eternidad. Pero había un problema, cuando imaginaba eso en ningún momento aparecía Astrid.
—Pero que guapo has quedado. —habló una voz detrás de él que lo hizo sobresaltar.
—¿Tú crees? Me veo algo ridículo. —río nervioso ante su madre que lo miraba con ternura.
Se acercó a él para comenzar a acomodar su capa con amor, mientras una sonrisa nostálgica decaía en sus finos labios.
—Aún recuerdo cuando naciste, nunca imaginé que ese pequeño ahora se había convertido en un hombre.
—Aunque aún sigo siendo un pescado parlanchín —rio al inicio de su mal broma, hasta que la voz de la pelirroja diciendo aquellas palabras azotaba su mente. Su sonrisa desapareció—. No te preocupes mamá, yo siempre estaré aquí, no pienso desaparecer.
Las manos del castaño se encontraron con las de su madre, estrechandolas en un pequeño apretón; mientras reprimía aquel recuerdo en su cabeza. Valka sabía que había algo que su hijo le ocultaba; aún de lo poco que habían convido este último tiempo, después de su reencuentro, una madre conoce a sus hijos. Su mano se vió dirigida ligeramente a la mejilla de su muchacho para otorgarle una delicada caricia con el ceño triste.
—¿La amas?
—¿Qué?
Con una de sus manos, vago a una pequeña bolsa que ella albergaba en su gran traje para la ceremonia. De ahí, brotó una carta, se veía algo vieja por el color que tenía, pero conservada. Se la extendió.
—Encontré esto, unos días después de tu partida a DunBroch. Es de tu padre, creo que es buena idea que la leyeras antes de lo que estés a punto de hacer.
La mujer dejo solo a su hijo en esa habitación a cuestión de minutos de la boda sin haber mencionado ninguna palabra más y haberle depositado un dulce beso en las mejillas de su pequeño. Desde el fondo de ella, sabía lo que podría suceder.
Confundido, el castaño, tomó entre manos aquel sobre, notó que se encontraba abierto recién por la parte de arriba. Seguro su madre la había leído cuando la hallo. Fue entonces, que extrajo su contenido y notó la fecha que este fue escrito.
Seis años atrás.
"Querido Hiccup, algo malo parece haberte sucedido.
Hace pocos días nuestra pelirroja se ha ido nuevamente a su reino y todo ha cambiado. Has perdido una parte de tu cuerpo y todo Berk se han unido a los dragones, una cosa simplemente asombrosa. Para todos nosotros, seguimos en un nuevo Berk; pero tú sigues aquí atrapado en un mundo sin ella ¿no es así?
Notó que tú relación con tus nuevos amigos en la academia se ha vuelto más estrecha y la relación que mantienes con la chica Hofferson. Pero hay algo que no concuerda. Pareciera que intentas llenar un vacío con tus nuevos amigos y con aquella chica.
Siempre, después de practicar y entrenar dragones, vuelves al bosque. Ayer te he seguido, no parabas de hablar entre dientes mientras disparadas con un artefacto que Mérida siempre cargaba, un arco. En cada tiro que dabas intentaba antinarle al centro del árbol que poseía unos círculos dibujados con carbón; pero cuando fallabas dabas un grito al aire y comenzaba a lanzar toda cosa que se cruzará en tu camino, para terminar desplomado en él en un río de lágrimas.
Por las noches, logro escuchar tus sollozos perdidos.
Fue ahí donde lo he comprendido.
Antes de que Merida partiera, ustedes se encontraban juntos todos los días; siempre reían y se divertían juntos. Hubo ocasiones, en donde, los encontré en su habitación acurrucados entre tus brazos. Jamás dije nada, sabía que la protegerías con tu vida; eres incapaz de dejar que algo le sucediese o incluso de lastimarla. Pero ahora que ella ya no está, tú has cambiado; ya no comes, estás todos los días en tu habitación y pareciera que algo te hace falta.
Hiccup, ¿realmente esto es lo que quieres para tu vida? ¿Hundirte en un hoyo sin fondo en una idea que no sale de tu cabeza?
Si amas a alguien debes de pelear por ella o sino puede que sea demasiado tarde. ¿Qué más da si provocas una guerra o mueres en el intento? Es mejor morir intentándolo que quedarte en aquella habitación esperando y observando como es que el amor de tu vida se vaya de entre tus dedo a otros brazos que no sean los tuyos.
El amor es una cosa complicada de alcanzar y solo lograrás si tú lo deseas con el corazón. No lo olvides.
-Pápa"
El jóven castaño bajo la hoja que tenía en manos mientras veía hacía la nada. Sentía como de sus ojos brotaban lágrimas sin poder cesarlas.
—Esto está mal.
° ° ° ° ° ° °
En el reino de DunBroch, todos se encontraban tan felices por la boda que será dentro de muy pocos minutos. Tal y como lo había planeado el príncipe Thomas, se realizaría al atardecer en una capilla en el bosque; mientras los cálidos rayos de luz tocan el rostro de su futura esposa.
En una de las torres más altas del castillo, se encontraba la joven princesa siendo arreglada por sus mucamas mientras su amiga la acompañaba. Con una mano, pidió a sus doncellas que se retiraran mientras está se veía en el espejo.
Su vestido era hermoso, blanco que hacía resaltar el color de su cabello; tan largo y con piezas diminutas colocadas a mano por las mejores sastres del mundo. "Lo mejor para mi futura reina" decía Thomas. Cuando se veía, sentía que algo le faltaba.
—Luces hermosa. —dijo su amiga acercándose a ella para tomarla por los hombros con una sonrisa de alegría.
—¿Tú crees?
—Imposible que Thomas no sé enamoré de ti, aún más, viéndote con este vestido.
La pelirroja se veía en el espejo preocupada. No sabía si realmente todo esto estaba del todo bien.
—Algo te aflige ¿Sucede algo? —mencionó Rapunzel mientras tomaba de las manos a la princesa.
—No es nada, solo son nervios antes de la boda. ¿Quieres adelantarte? Desearía estar sola por un momento.
La reina, únicamente le dió un cálido abrazo como si desde el fondo supiera que iba a suceder. Salió de aquella habitación para perderse entre los pasillos del palacio dejando a la pelirroja.
La novia, seguía mirándose ante el espejo. Recordaba la primera vez que se imagino este día tan esperado. Siempre lo visualizo con todos sus amigos acompañándola, sus padres, todos juntos; adornado todo el rincón del palacio con aquellas flores tan hermosas que llegó a ver en el pueblo. Pero cuando veía a su novio, no se trata de Thomas al cual imaginaba.
—Esto está mal. —se dijo así misma mientras tomaba su vestido entre sus manos e intentaba no llorar.
¿Así debía de sentirse el mejor día de su vida? ¿Cuál es la forma correcta en la que debía de hacerlo? Con cuidado, fue directo a una de las sillas que se encontraban a su costado para descansar por un momento y ordenar sus pensamientos. No sabía si lo que estaba a punto de hacer era buena idea; amaba a Thomas, no hay palabras para explicar la profundidad con la que lo hacía y sabía que él la amaba de la misma forma o incluso; podría asegurar que en esta relación era el que más amor sentía. Pero, sentía que lo engañaba, no solo por haber besado a Hiccup, sino con sus sentimientos. En este momento hubiera preferido haber aceptado aquella pócima que la bruja le había otorgado años posteriores y poder librarse de todo lo que la atormentaba en ese momento.
Pero era una cobarde por no poder dejar ir al pasado.
Es entonces, que un golpe en su ventana la sobresaltó de sus pensamientos.
Era él.
Hiccup.
Vestía de una forma que lo hacía ver más atractivo de lo que era, con un traje de color blanco y una capa de piel que estaba alrededor de su cuello que se sacudía con el aire. El corazón de Merida se detuvo por un momento; era exactamente como llegó a imaginar más de mil escenarios a aquel castaño.
Sin hacer tanto ruido, abrió la ventana angosta de aquella habitación, se encontraba volando sobre Chimuelo.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿No se supone que te encontrabas en tu boda? —dijo, dejando que el castaño entrará a la habitación con cuidado.
—Huí.
—¡¿Huiste?! ¡Tienes que volver lo más antes posible! Si alguien te ve aquí podría pensar cosas que —la interrumpió.
—Merida, escucha —la tomo de sus brazos haciendo que su mirada se posará únicamente en él—. No podía hacerlo, porque con la persona que iba a unirme por el resto de mi vida dentro de unas horas, aquella que se encontraba junto al altar esperándome, esa persona, no eras tú.
—Hiccup yo.
—Aún no he terminado, déjame hablar al menos una última vez. Yo... Yo te amo, no entiendo cuántas veces debo de repetirlo y no me importa, puedo decírtelo cada segundo de toda mi vida y jamás me cansaré.
"No simplemente te amo, te necesito, es como si desde el día que te perdí es como si hubiera muerto junto contigo. Desde ese momento, siento que no pudiera respirar con facilidad; te volviste mi nuevo aire que necesito todos los días para poder vivir y la idea de que nos separaremos de forma permanente eso... No puedo. Thomas es un buen chico, lo entiendo, sé que el jamás te hará daño ni aunque lo quisiera, es a la única persona a la que le daría mi bendición para que fueras suya por el resto de tu vida. Pero apesar de ello, no cambiaría la idea que mis sentimientos cambien; porque yo jamás dejaré de amarte.
Si tus sentimientos son los mismos que hace unos días, por favor, merezco saberlo, pero si han cambiado, te lo suplico Mérida, necesito saberlo.
Quiero ser el hombre que al despertar sea lo primero que veas, con una cara horrible en todas tus mañanas, no me importa que te rías, amo que rías. Quiero ser aquel que puedas compartir todos tus sueños y moverá cielo y tierra si es necesario solo por ti; quiero verte en tus mejores y peores momentos en el resto de mi vida; ser aquello lo último que veas antes de dormir; ser el hombre con el que formes una familia, tener todos los hijos que tú desees y ver a pequeños pelirrojos corriendo por nuestra casa; quiero envejecer a tu lado y morir mientras duermo en tus brazos cuando la muerte venga por mi. Solo, te pido una oportunidad.
Pero si tus sentimientos siguen siendo los mismos, si tú realmente no me amas, dímelo. Destruyeme aquí y ahora porque no importa, mi corazón siempre fue y será tuyo y tienes todo el derecho de hacerlo trizas y jamás dejará de elegirte. Si tú lo deseas, no volveré a reaparecer en tu vida, no volveré a dirigirte la palabra aunque lo único que desee es besar tus dulces labios. Una palabra tuya me silenciara toda la vida. Pero eso no cambiará mis sentimientos por ti en ningún momento."
—¿Y Astrid? —el corazón se salía de su pecho con sus palabras. Sus manos recorrieron al pecho del chico mientras su mirada decaía.
—Amó a Astrid, Mer —mencionó después de unos segundos, que para la chica, fue toda una vida—; de la misma manera que tú lo haces con Thomas.
"Tal vez fue la primera persona de la que me enamoré o esa creía. Pero cuando te conocí fue distinto, supe que estaba enamorado de alguien que no conocía en lo absoluto, vaya... Ni sabía su color favorito. Estaba aferrado a la idea de alguien pero todo fue muy distinto contigo.
Mientras más tiempo estábamos juntos, más caía en tus brazos. Todas esas noche, dónde te mostraba el fondo de mi alma sabía que era tuyo en todos los sentidos. Cosa que jamás volví a sentir cuando te fuiste.
No importa cuántas veces intenté encontrar algún parecido tuyo en Astrid, jamás lo hallé. No negare que es una chica asombrosa, inteligente y audaz; puede que cualquier persona se enamore de ella con el simple hecho de conocerla; pero yo no pude. Estos seis años juro que lo intenté; me obligue a imaginar sentimientos que jamás existieron, sentimientos que no importaban cuántas veces lo intentará, nunca podían dejar de amarte solo a ti y me hacía sentir un tonto.
Mi amor por ti siempre será más fuerte que mi ego de aquella noche. Tanto mis palabras y mis acciones no fueron las correctas —su mano se vio dirigida la mejilla de su princesa, obligándolo a verlo—, no hay día que no me lo recuerdes y me odie por lo que hice. Si pudiera, me dejaría arrancar el corazón por ti como disculpa o morir de la peor forma posible; pero eso no sería nunca suficiente. Estoy dispuesto a entregarte mi vida entera para que me perdones; mi cuerpo y alma estarán siempre en tus manos, Merida DunBroch. Así que no importan cuántas personas conozca, estoy dispuesto a abandonarlo todo si es que me aceptas."
Sentía todo su rostro empapado por sus lágrimas, seguramente se encontraba del color de su cabello y su maquillaje se había corrido. Pero eso ya no importaba. Las manos del castaño se posaban en sus mejillas de la chica que realmente amaba; esperando la respuesta que tanto temía estos últimos seis años con el corazón en la garganta y varias lágrimas que habían brotado al momento de dejar verle una vista a su alma.
Hiccup estaba dispuesto a dejarlo todo. Esto podría ocasionar una guerra, rompimiento de clanes, hambruna a un pueblo que no lo merece, muertes sin sentido, rechazos, entre tantas cosas que no dejaba de pasar por su cabeza de la princesa. Pero nada de esto pareciera importarle, él estaba dispuesto a hacerlo todo por ella.
Aquel chico escuálido del que se enamoró sin que se diera cuenta, se encontraba aquí. Frente a ella. Cada palabra salida de sus labios, solo hacían que quisiera besarlo, callarlo por un momento y besarlo de la forma que jamás había hecho. Ya no eran dos chicos primerizos en una isla jugando a entrenar dragones y a enamorarse de una forma que ninguno podía explicar. Ahora eran dos completos desconocidos que se amaban; tomando la desición que definiría su vida entera.
—Eres un completo tonto, pescado parlanchín. —susurró mientras se recargaba en su pecho y depositaba leves golpes en él mientras reía.
—Permítame ser el tonto de tu vida. —la acogió entre sus brazos atrayendola hacia él escondiendo su rostro en ella.
—¿Mérida? ¿Estás lista? —habló una voz por detrás de la puerta tocando con cierta angustia. Se trataba de su madre— Te estamos esperando.
El cuerpo de la chica se había paralizado. ¿Qué se supone que debía de hacer? Se separó rápidamente del chico para dirigir su mirada a la puerta y llevar sus manos al pecho.
Al momento de ver al vikingo, se encontraba sobre su dragón preparados para despegar. Observandola. Esperando una respuesta.
—Merida ¿confías en mí? —dijo Hiccup mientras le extendía su mano.
Las voces de su cabeza hablaban al mismo tiempo que las de su corazón.
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