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Capítulo XXII. Regalo


6 años atrás
Isla de Berk
Regalo

-¡Vaya! Al parecer alguien despertó de buen humor. - mencionó el vikingo rubio entrando a la herrería viendo a su compañero.

Era, raro. Hiccup siempre llegaba tarde a ayudarle y se encontraba ahí, antes de que él llegara, tarareando una melodía alegre mientras se dedicaba a armar algo demasiado pequeño.

-Ya sabes, a veces solo despiertas con el pie izquierdo. -dijo mientras daba pequeños pasos en su lugar.

El vikingo tenía las sospechas sobre aquel cambio drástico en el jóven, pero se las guardaba para él. Stoiko había llegado hace unas semanas y se sorprendió al saber la manera tan repentina en la que cambió su hijo. Paso de ser el peor de la clase, al que ahora dominaba sin problemas a los dragones; aunque con un poco de ayuda, claro.

De lo que había aprendido del dragón las semanas antes, ahora lo ponía en práctica en el juego, haciéndolo sobresalir. Los gritos de victoria, de su amada, se hacían escuchar desde arriba de las gradas. Claro que en ocasiones lo hacían ruborizar sin razón, pero era bueno escondiendolo.

Si anteriormente ambos chicos la pasaban juntos, ahora lo hacían más tiempo. En las comidas, alguno que otro vikingo platicaban con ellos del gran desempeño del chico en la escuela, pero por debajo de la mesa la pelirroja lo hacían tartamudear jugando con su mano. Era divertido, y el chico sabía que su compañera lo hacía a propósito, pero no era capaz de reprocharle algo a su princesa.

Al momento de estar con su amigo el dragón, varios comentarios dulces venían por parte del vikingo, haciendo ruborizar a la chica. En sus prácticas con el arco, el castaño terminaba uniendo sus labios con la princesa, mientras risas salían de la chica. Amaba hacerlo, quería siempre estar besándola mientras sus manos se perdían en su cuerpo. Nunca se sobrepasó con ella, era tierno al momento de tocarla, con miedo de romperla al hacerlo; nunca sería capaz de lastimarla.

Al volar, las manos de la chica se sujetaban con fuerza en el cuerpo del chico, se sentía a salvó, hace mucho que no sentía eso. Era como si, nada malo fuera a pasarle; y el vikingo se aseguraría de eso. Cuando estaban cerca, tenía la necesidad de cuidarla, de protegerla de cualquier cosa. Se sentía valiente, fuerte, capaz de derrotar a un ejército por la seguridad de su amada, todo por ella.

Al llegar la noche, en ocasiones, llegaban a platicar a altas horas de la madrugada de cualquier cosa que ninguno de nosotros entendería. Aunque, en la mayoría de las veces ambos caían agotados y la princesa se acurrucaba en el pecho de su amado; el olor a árboles la relajaba, deseaba estar en aquella posición toda su vida. El castaño, al principio, intentaba salir de la habitación para dejar a la chica descansar, pero le era imposible con su agarré; así que, resignado, se quedaba a protegerla. Todas las noches acariciaba el cabello de la chica y su delicado rostro, contaba cada una de sus pecas y le daba un beso por cada una; era una buena estrategia para besarla mientras dormía hasta que el sueño lo arruyaba.

-Es lindo. -dijo una voz por detrás del chico viendo su creación.

El castaño desde hace ya varias semanas se encontraba realizando un collar y broche a su princesa a escondidas de ella. Cada parte era única y hecha únicamente por él, las pequeñas piedras incrustadas en ellas las había recolectado días antes de un lugar muy especial, todo para su princesa.

-¿En serio lo crees? ¿Crees que le guste? -mencionó sonriendo y asustado al mismo tiempo el chico, parecía un pequeño enamorado a los ojos de hombre.

-Seguro, le encantará. Lo importante no es ser extravagante, Hiccup, sino el empeñó que pusiste en él -dijo el hombre acercándose a él dándole una sonrisa cálida, otorgándole seguridad al chico-¿Es para alguien especial? -preguntó para cambiar su sonrisa a una coqueta; provocando que el joven se ruborizara.

-Solo es un pequeño regalo, nada especial. -mentía.

El castaño contó el tiempo, que pasaba con su amada desde el inicio, y está noche cumplían un mes de su relación. Aunque ninguno de los dos dijo algo formalmente, no era necesario, los besos que había entre ellos revelaban lo que había en ellos.

Había preparado un pequeño amuleto con algunas decoraciones vikingas y escosas -símbolos que llegó a observar que realizaba la chica- en su interior, junto con el broche de cabello. Cada uno, había sido hecho con precisión y delicadeza por parte del chico para hacer feliz a su amada. Claro que inventaba ciertas mentiras para dejarla con el dragón y dedicarse en su totalidad a ésto.

Al terminar en la herrería, envolvió sus regalos en un pedazo de tela para que no sospechara de sus intenciones y se dirigía al bosque. No había tal sentimiento para explicar cómo se sentía con exactitud el castaño, pareciera que todo marchaba a la perfección; tenía la aprobación de su pueblo y padre, el amor de una chica presiosa y un amigo dragón -claro que el último nunca se encontró en sus planes, pero lo hacía feliz tenerlo en su vida-. Nada podía salir mal.

Cuando llegó, encontró a su princesa practicando arquería en los árboles las cercanos mientras el dragón la observaba. Cuando la veía, todos esos sentimientos hacían estallar su corazón, era extremadamente feliz.

Silenciosamente, se acercó a ella por sus espaldas para darle una sorpresa. Al llegar con ella, tapo sus ojos con sus manos para susurrarle al oído algunas palabras; la chica, emocionada se dió la vuelta y con felicidad unió sus labios con los del vikingo. Aunque Merida no lo expresará tanto, amaba a Hiccup con cada gota de su ser, lo amaba que verlo la hacía olvidar su tormentosa vida por un instante. El dragón ya se había acostumbrado al constante muestro de afectó entre ambos chicos, pero jamás se cansaría de verlo.

-Te extrañé. -confesó el castaño al terminar de besar a la chica.

-Nos vimos está mañana. -rio la chica mientras jugaba con el cabello de éste.

Ninguno podía dejar de amar al otro, estaban destinados a amarse.

-Te traje algo -mencionó el vikingo recordando los objetos con tela envuelta en su bolsillo-. Pero cierra los ojos.

La chica lo obedeció, era incapaz de no confiar en él. El chico con cuidado sacó primero el collar para colocarlo con amor en su cuello; al abrir los ojos, la princesa quedó más que fascinada con su regalo, tanto que no pudo formular alguna palabra.

-Espera, aún falta algo -dijo para que la chica cerrara los ojos y sintiera las manos del chico perdiéndose en su cabello-. Listo.

Cuando los abrió, sintió el pequeño broche en su cabello colocado con cuidado. Al mirar a su amado, solo podía ver cómo la miraba con ojos de amor, sus mejillas se volvían tan rojas como el fuego vivo.

-Estás presiosa. -susurro tocándole la mejilla.

-Pero Hiccup... Yo no tengo nada que darte y -sus palabras se vieron interrumpidas por los labios del chico que se encontraban en ellas.

-No necesito nada que no seas tú. Solo... Prométeme estar aquí siempre. -le susurró.

-Lo prometo.

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